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lunes, 1 de febrero de 2016

RAÍCES PROFUNDAS


(Shane) - 1953

Director: George Stevens
Guion: A.B. Guthrie

Intérpretes:
- Alan Ladd: Shane
- Van Heflin: Joe Starret
- Jean Arthur: Marian Starret
- Jack Palance: Wilson
- Ben Johnson: Calloway

Música: Victor Young
Productora: Paramount Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 9

Joey: “Creo que le quiero mamá, casi tanto cómo a papá..."

He aquí uno de los mejores westerns del Cine, dirigido por George Stevens e interpretado por Alan Ladd, Van Heflin, Jean Arthur y Jack Palance.


Copiado, imitado y recordado por multitud de autores posteriores (Leone, Peckinpah, Eastwood, etc...)


La historia de Shane, un pistolero que huye de su pasado violento y encuentra refugio con una familia de granjeros que luchan por mantenerse en un territorio dominado por un ganadero que no acepta a los intrusos y pretende echarlos a toda costa.


Aunque la trama es previsible desde el inicio de la película, el director nos mantiene interesados en todo momento, gracias a un guión prácticamente sin fallas (A.B.Guthrie, según la novela de Jack Shaeffer), a una fotografía espléndida (Loyal Griggs), una gran banda sonora y unas actuaciones notables (incluso el soso y mal escogido Alan Ladd, se mueve cómo pez en el agua en su papel de Shane... lo que hubiera sido esta película con Kirk Douglas!).



Ya desde la llegada de Shane, que ve cómo es acosada la familia de Starret para obligarles a abandonar el valle y se coloca junto a Joe Starret para que los vaqueros sepan que no está sólo, Stevens nos engancha a la historia y consigue mantenernos atentos a pesar de que ya sabemos perfectamente lo que va a ser la película a grandes rasgos.



Que bien retrata, en el personaje de Shane, a ése pistolero solitario que busca una nueva vida y encuentra en la familia Starret todo lo que ansía, todo lo que nunca tuvo...




Y Van Heflin, perfecto en su papel de Joe Starret, un hombre honrado, de fuertes convicciones, apegado a la tierra, a su tierra, que con tanto sudor y esfuerzo ha sacado adelante. Líder y apoyo de los demás granjeros del valle, muchos deseando irse a otra parte, pero que aguantan gracias a la fortaleza, al orgullo y la tesonería de Joe...




Jean Arthur, cómo la esposa enamorada y fiel a su marido pero que ve tambalear su interior por la atracción hacia Shane. “Abrázame, no me digas nada, sólo abrázame” le dice a Joe cuando se da cuenta de la atracción que le produce Shane.




Aquí, Stevens no llega a la finura de Ford en “Centauros del Desierto” cuando nos descubre la atracción entre Martha e Ethan, pero claro, es que Ford era Ford.




Preciosa la relación que se crea entre Shane y el pequeño Joey Starret... Lástima que el niño se me haga tan insoportable con esa voz y esa manera de repetir incesantemente el nombre de “Shane”.




Cómo Shane, a petición de Joe, cuelga la pistola y evita enfrentamientos con los Ryker. Memorable la pelea con Ben Johnson y la posterior de Shane y Joe contra los Ryker y sus hombres. Así cómo inmenso Jack Palance en el papel de Wilson, pistolero contratado por Ryker para terminar con los granjeros.




Pero aún así, tiene que volver a empuñar las armas, para defender a la que ha sido su familia, para defender un estilo de vida que le estaba gustando, pero que no es para él. Que bien tratada la escena en que Joe decide ir a enfrentarse a Ryker y Shane se lo impide (“esto es lo mío,Joe”), golpeándole en la cabeza y ganándose el desprecio del pequeño Joey (“Has golpeado a papá con el revólver, te odio Shane!) con el posterior arrepentimiento de éste, que se lanza tras él en la noche para decirle que le quiere, que no le odia.




Y así, llegamos al esperado duelo entre Shane y Wilson, al que asistimos con la misma expectación que Joey (escondido tras la puerta) y al sublime final de Shane alejándose a caballo hacia las montañas mientras el pequeño Joey grita “Shane, no te vayas Shane!!” y las montañas le devuelven el eco.

“Dile a tu madre que ya no quedan revólveres en el valle”, le dice Shane antes de partir y dejando bien claro que alguien con un pasado cómo el suyo nunca podrá ser parte de una familia, de una comunidad, de una vida en paz en definitiva...


En fin, una gran película, que fue inspiración de muchos... recordemos que Joe de “Por un puñado de dólares” de Leone, es un pistolero que llega de repente, nadie sabe de dónde y que se va por dónde vino, al igual que Shane.



Y no olvidemos “El Jinete Pálido”, quizas el mejor western de Eastwood después de “Sin Perdón”, que es un remake en toda regla de “Raices profundas”. Y tantas y tantas otras...



domingo, 20 de diciembre de 2015

GRUPO SALVAJE

(The Wild Bunch) - 1969

Director: Sam Peckinpah
Guión: Walon Green y Sam Peckinpah

Intérpretes:
- William Holden: Pike Bishop
- Ernest Borgnine: Dutch Engstrom
- Robert Ryan: Deke Thornton
- Warren Oates: Lyle Gorch
- Ben Johnson: Tector Gorch
- Edmond O´brien: Freddie Sykes
- Jaime Sánchez: Ángel
- Emilio Fernández: Mapache
- Strother Martin: Coffer
- L.Q. Jones: T.C.

Música: Jerry Fielding
Productora: Warner Bros.
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 9

Dutch: “¡Maldita sea ese Deke Thornton!!!”
Pike: “¿Qué harías tú en su lugar?....¡ha dado su palabra!”
Dutch: “¡Le dio su palabra a un ferrocarril!!!”
Pike: “¡Es su palabra!!!”
Dutch: “¡Eso no importa!!!....¡Lo que importa es a quién se le da!!!”

Tengo el gran honor de encargarme de esta reseña que da nombre a nuestro blog.....gracias a mis compañeros Jesús, Valen y Xavi por no discutir en ningún momento sobre quién sería el responsable de la reseña “estrella” que da nombre a nuestro grupo de amantes del Western.


¿Qué es lo que me atrae a mí del western?: ¿Los tiros? ¿Los grandes espacios? ¿Las armas? ¿Las peleas?....nada de eso, debo ser muy romántico, porqué lo que a mí me llena de las películas del Oeste son la Amistad, la Lealtad, el Honor y el Orgullo que se describen en muchas de ellas. Y esta que nos ocupa tiene grandes dosis de todo ello, de ahí que sea uno de mis westerns preferidos. Si a esto le unimos que está dirigida magistralmente por el sin par Sam Peckinpah e interpretada notablemente por unos grandes actores del Hollywood clásico (Holden, Borgnine, Ryan, O`Brien...), del que soy gran amante también, pues me presenté voluntario sin dudarlo para  comentar este grandioso film e intentar darle la dimensión que se merece.


Ante todo, hay que dejar claro que estamos ante un western de los denominados “crepusculares”. De hecho, aunque existan antecedentes que veremos a continuación, lo considero el western que inauguró el término “Crepuscular” en el género.



En 1956, John Ford, en una de sus obras maestras, nos adelantó un esbozo del personaje “crepuscular” encarnado por Ethan Edwards en “Centauros del Desierto”. Ese hombre que no encuentra su sitio en los tiempos que corren, que no es capaz de cambiar y adaptarse a las nuevas formas de vida de los que le rodean, que permanece anclado en el pasado, dónde la ley del más fuerte y la violencia decidían la suerte y el destino de uno.


John Ford retoma el personaje en el 62, está vez representado en Tom Doniphon en la magistral “El hombre que mató a Liberty Valance” y el mismo Peckinpah, también en 1962, nos regala esa joya que es “Duelo en la Alta Sierra” en la que unos maduros Randolph Scott y Joel McCrea bordan unos personajes en el ocaso de sus vidas de rudos hombres de armas y violencia. También Sergio Leone, en 1968, le da un tono crepuscular a su colosal “Hasta que llegó su hora”, no hay más que recordar la conversación entre Harmónica (Bronson) y Frank (Fonda) al final de la cinta: “Hombres, una vieja raza...llegarán otros Morton y la harán desaparecer”.

Bien, una vez introducidos los antecedentes (seguramente hay más, pero creo que no hace falta profundizar más en el tema), llegamos a 1969 y a “Grupo Salvaje”, Pike Bishop y su banda llegan a una ciudad, haciéndose pasar por soldados, para asaltar el banco; lo que no saben es que los hombres contratados por el ferrocarril y capitaneados por Thornton (antiguo miembro de la banda y amigo de Pike) les esperan emboscados en los tejados. Un espectacular tiroteo, de una violencia inusitada, cruda y cruel, nos sirve de antesala para iniciar un viaje con Pike y los suyos hacia el ocaso.


Pero empecemos por desgranar los personajes de esta gran historia de amistades, lealtades y honor. Por un lado tenemos a la banda de Pike Bishop, hombre duro y curtido tras una vida de atracos y robos, que no duda un segundo en pegarle un tiro a uno de sus hombres herido con tal de no aminorar la marcha y seguir huyendo hacia México. Dutch, mano derecha de Pike y fiel escudero, siempre dispuesto a enfrentarse con cualquiera que se oponga a su amigo. Lyle y Tector Gorch, hermanos inseparables y algo cortos de entendederas, que necesitan de un jefe como Bishop que piense por ellos. Ángel, miembro de origen mexicano y el viejo Sykes, encargado de esperarles en la frontera con caballos de refresco. Peckinpah juega muy bien con los roles de los componentes de la banda. Vemos que el grupo está dividido en cuánto tocan el tema del reparto. De un lado Pike y Dutch y, de otro, Lyle y Tector, quedando Ángel y Sykes un poco a la expectativa, pero todos acaban riendo a carcajadas juntos, demostrando que son un grupo compacto, unido. A lo largo del film asistimos a varias de estas escenas que acaban en camaradería. Memorable la que todos se pasan la botella de whisky entre ellos saltándose el turno de Lyle y hasta su hermano Tector le gasta la broma.


Por otro lado está Thornton, que ha hecho un trato con el ferrocarril: atrapar a Pike para no volver a la cárcel de Yuma. Unos flashbacks nos descubren que Pike y él eran amigos y los maltratos que sufrió en prisión, por lo que prefiere cazar a su amigo que volver allí. Sus hombres son unos cazarecompensas andrajosos y sin moral que disfrutan disparando contra lo que sea, destacando entre ellos Coffer y T.C., máximos exponentes de lo peor de la naturaleza humana (aquí me gustaría comentar la similitud que veo con los personajes del Spaghetti Western: sucios, despiadados, amorales)

Peckinpah elabora y define perfectamente las diferencias entre perseguidos y perseguidores; los primeros con un código de honor y los segundos sin más código que la codicia por las recompensas, a excepción de Thornton, que se debate entre la traición que está cometiendo y el miedo a volver a prisión.


Una vez adentrados en México, y siempre perseguidos por Thornton y los suyos, la banda se topa con el corrupto general Mapache y sus tropas federales. Aunque Ángel, en un arrebato de locura y celos, mata a su novia que es la prostituta de Mapache, consiguen el encargo de robar un tren de armas en la frontera a cambio de 10.000$. Una vez cumplida la misión, Mapache retiene a Ángel y Pike intenta comprarlo a cambio de su parte del botín. Mapache se niega y, ante la gran cantidad de soldados, nada pueden hacer, así que deciden beber y buscar consuelo y descanso con las prostitutas del cuartel. Pero ninguno olvida lo sucedido y cuando Pike entra en la habitación de Lyle y Tector, le basta una palabra para que le sigan: “Vámonos”...cuando Dutch les ve salir a los tres, su sonrisa de satisfacción nos indica lo que va a suceder a continuación: una de las escenas más violentas y sangrientas del western! Mapache accede a entregarles al maltrecho Ángel, pero en el momento de soltarlo lo degüella sin compasión delante de sus cuatro compañeros y la reacción de estos ya forma parte de la historia del Western y del Cine.


Peckinpah borda su labor de dirección en la que, para mi gusto, es su mejor película, pero no hay que olvidar que sin la magnífica fotografía de Lucien Ballard y la gran labor del diseño de producción el resultado no habría sido tan espectacular.


Siendo un western crepuscular, la acción está mucho más presente de lo habitual en este tipo de producciones, que suelen ser más pausadas para realzar ese “ocaso del pistolero”. Aquí Peckinpah marca la diferencia con el resto, combinando perfectamente la acción y el lirismo del film y no cayendo en ningún momento en periodos de calma excesivamente largos.


Cada personaje está perfectamente definido, tanto individualmente cómo parte integrante de un grupo.




Las dos grandes escenas de tiroteo son una obra maestra, aunque el tiroteo final siempre quedará en la historia del Cine y será la seña de identidad del film. Las ralentizaciones de cámara, la sangre tras los impactos de bala, la coreografía de los actores y extras, la violencia sin concesiones, todo está perfectamente engranado para conseguir un resultado visualmente espectacular.



El guión, impecablemente desarrollado, sin altibajos, sin derivas ni desconexiones que nos hagan relajarnos del visionado. El ambiente crepuscular del film durante todo el metraje es más que evidente. Unos hombres ya maduros que pretenden dar su último golpe y retirarse a una vida más tranquila (ojo a la escena en que a Pike se le rompe el estribo y sube al caballo a duras penas mientras Tector cuestiona su liderazgo), Una época que ya no es la suya, pero los valores que les impulsan en la vida siguen totalmente vivos en ellos: Esa Amistad, Lealtad y Honor de las que hablaba al principio están presentes durante toda la película; prefieren mantenerse fieles a sus principios aunque sepan que eso les llevará a la muerte, una muerte que siempre supieron que llegaría, pero que sólo aceptan por la lealtad debida al compañero caído y el orgullo herido. La Amistad sin casi palabras, sólo bastan unos gestos para entenderse, una mirada. “Vámonos”, dice Pike, “¿Por qué no? contesta Lyle después de una breve mirada a Tector... y al salir, Dutch lo entiende perfectamente y su sonrisa nos muestra el alivio del que sabe que no podría vivir traicionando sus principios, su honor. La muerte de los protagonistas, defendiéndose unos a otros hasta el final; “Vamos Dutch, maldita sea!!”, “Pike, Pike...Pike, Pike”. El respeto de Thornton al llegar al lugar de la matanza y recoger el revólver de Pike, su código de honor enviando a sus hombres hacia la muerte. Todo el film nos narra el final de una época, el final del viejo oeste, el final de los pistoleros y, sobretodo, el final de la concepción de unos valores fuertemente arraigados en unos hombres que pertenecieron a otros tiempos, hombres duros y despiadados pero leales a sus principios hasta sus últimas consecuencias, hasta la muerte...


“¿Y nosotros, Pike? ¿Crees que hemos aprendido algo al equivocarnos hoy?”
“Espero que haya sido así”
Evidentemente, no lo fue!



Las interpretaciones son otro de los logros del film, Holden, Borgnine y Ryan magistrales, pero los secundarios no desentonan: Oates y Johnson están sublimes, O`Brien inmenso y Strother Martín bordando el papel de loco desequilibrado. Las localizaciones perfectas, con algunos parajes realmente bellos y apoyados por la espectacular fotografia de Ballard. La música de Fielding, sin llegar a ser una maravilla, acompaña perfectamente durante todo el metraje. Mención especial a los títulos de crédito, con esas paradas de la acción tornándose en fotos fijas en blanco y negro solarizado.



Por último, comentar un detalle que se repite durante todo el film: los niños.



Presentes desde la primera escena, echando un escorpión a las hormigas para después prenderles fuego, abrazados en medio del tiroteo, en Agua Verde, el niño que le lleva el telegrama a Mapache en medio de la batalla, el bebé de la prostituta, etc,,, Niños en casi todas las escenas.



No logro descifrar el mensaje, pero algo nos quiere decir Peckinpah.
“Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de nosotros... tal vez más que nadie”, le dice el viejo en Agua Verde a Pike. ¡Os toca buscarle el significado!


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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9

Llevo más de quince años a la caza y captura de un western que pueda situarse al nivel de “Hasta que llegó su hora”, la mejor película del oeste de la historia del cine. Incomprensiblemente, hasta ayer noche no había tenido ocasión de visionar “Grupo salvaje”. Increíble, pero cierto. La tenía ahí, acurrucadita en un rincón, como hacemos con un buen vino o un buen whisky. Esperando la ocasión. Esperando ese momento especial para degustarla con placidez y fruición. Anoche descorché y desvirgué “Grupo salvaje”. Bueno, tal vez lo más correcto sería decir que “Grupo salvaje” me metió un par de ostias y me quitó la caraja de encima. Yo que creía que con los spaghettis de Leone ya había visto todo lo que quedaba por ver!!! Craso error. Peckinpah es mucho Peckinpah. Ahí queda eso.

Por fin me di cuenta a qué se refería la gente con esa manoseada expresión de “crepuscular”. Crepuscular es “Grupo salvaje”. Crepuscular es corroborar que a pesar de esa violencia gratuita que impregna la peli, que a pesar de esa amoralidad y anarquía que la caracteriza y que a pesar de ese profundo desencanto aliviado a base de putas, risotadas y lingotazos se esconde, subrepticiamente, un férreo código de honor. Un código fraguado a base de sangre, balazos y polvo. El polvo de México. Territorio de inadaptados. Territorio de hormigas y escorpiones.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 2-9-07)

TRAILER

LA LEGIÓN INVENCIBLE

(She wore a yellow ribbon) - 1949

Director: John Ford.
Guión: Frank S. Nugent y Laurence Stallings.

Intérpretes:
- John Wayne: Capitán Nathan Britless
- Joanne Dru: Olivia Dandridge
- John Agar: Teniente Flint Cohill
- Ben Johnson: Sargento Tyree
- Harry Carey Jr.: 2º Teniente Ross Pennell
- Victor McLaglen: Sargento Quincannon
- George O’Brien: Comandante Mac Allshard

Música: Richard Hageman.
Productora: Argosy Pictures
País: Estados Unidos

 Por: Jesús Cendón. Nota: 9

“Se dirigía hacia el sol poniente, que es el final del camino de todos los hombres de su edad” (Narrador).

La película, continuación de “Fort Apache” ya que arranca justo donde acababa esta (con la muerte de Custer-Thursday), nos relata, en un tono más melancólico que su predecesora, los últimos seis días en la caballería del capitán Nathan Britless, así como su última y fracasada misión al no poder llegar a tiempo al puesto de Sudrose Wells para que la esposa y la sobrina de su comandante tomasen la diligencia. No obstante, en el último momento logrará evitar la incipiente guerra con los indios, porque como le dice a su amigo el jefe piel roja: “Somos viejos para hacer la guerra pero podemos impedirla”. Este esqueleto argumental le permite a Ford llevar a cabo una amarga reflexión sobre la vejez, el paso del tiempo y el obligatorio cambio generacional. De esta forma, si “Fort Apache” se erigía en uno de los primeros westerns revisionistas, con “La legión invencible” Ford se adelantó casi dos décadas al denominado western crepuscular.


Como indiqué en el párrafo anterior es el segundo film de la famosa trilogía de Ford sobre la caballería estadounidense en la que nos va a narrar cómo se construyeron los EEUU con la expansión hacia el oeste a través de la vida en los puestos fronterizos ocupados por los soldados de azul. Pero a Ford, junto con los grandes acontecimientos (la lucha con los indios), le van a interesar dos cuestiones:

- El tratamiento de la institución militar como una gran familia (presente también en las otras dos peículas de la trilogía). De ahí la importancia que va a dar a las ceremonias: entierros de los soldados caídos, bailes, etc. Hecho que queda reflejado en las palabras de despedida de la mujer del comandante (“Adiós es una palabra que no usamos en la caballería. ¡Hasta nuestro próximo puesto!”) y, sobre todo, en el final cuando Nathan recibe la notificación firmada, entre otros por el Presidente de los EEUU aprobando su reenganche como coronel de scouts. Es decir, el ejército, como la familia, nunca te abandona porque formas parte de él.



-La vida diaria de los soldados, deteniéndose en pequeños detalles cotidianos que revierten en una mayor sensación de realidad (sabremos por ejemplo que cada una o dos horas hay que desmontar de los caballos para aliviarlos, que habitualmente no probaban la carne, que su paga era de 50 centavos diarios, que dada su austeridad tenían que elegir entre comprar un objeto u otro o que un segundo teniente podía pedir la licencia hasta tres veces). Y sin duda muy significativo respecto a esta cuestión es el título original de la peli que alude a la cinta amarilla que las mujeres enamoradas de un oficial lucían en su pelo.




Junto a estos dos temas, Ford trata otros que son habituales en su filmografía como el de la reconciliación nacional (cuya escena más destacada es el entierro con todos los honores del otrora brigadier rebelde reconvertido en soldado yankee) o el de la corrupción de los gobiernos como origen de las guerras con los pieles rojas (representado en el agente indio que les vende modernos wínchesters).



La dirección de Ford es soberbia, con esa aparente sencillez sólo al alcance de los genios, y, como hiciera en “Fort Apache”, combina sabiamente las escenas intimistas con las de corte épico; aunque en ésta las primeras tienen más peso, como lo demuestra el hecho de que dos de las secuencias más recordadas son aquella en la que Nathan, como en todos los atardeceres, se dirige a las tumbas donde yacen su mujer y sus hijas para, mientras riega las flores, contarles los hechos más destacados del día, y en la que los soldados, a modo de despedida, le regalan un reloj y él se pone las gafas para leer la dedicatoria, o tal vez para evitar que vean como se le escapa una lágrima.



El guión estupendo de Frank S. Nugent (el mismo guionista de Fort Apache que colaboraría habitualmente con Ford) se basa de nuevo en un par de relatos del coronel James Warner Bellah, en esta ocasión “War party” y “The big hunt” (ambos cuentos incluidos en el tomo dedicado a este autor por la editorial Valdemar en su colección Frontera). Lo que más me ha llamado la atención del mismo es cómo mantiene la tensión y el ritmo de la película sin recurrir apenas a escenas violentas y de acción.



Mención aparte hay que hacer de la genial fotografía de Winton C. Hoch (otro habitual de Ford a pesar de sus discusiones) al que el director pidió que captara el color y la esencia de los cuadros de Frederic Remington. Para mí, nunca el Monument Valley, salvo quizás en “Centauros del desierto”, quedó tan bien retratado.



La música corrió por cuenta de Richard Hageman (el mismo de Fort Apache). Y como en su predecesora mezcla temas de la época (preciosa la marcha del mismo nombre que el filme) con otros propios.



Por lo que se refiere a los actores, John Wayne está perfecto como el veterano capitán Nathan Britless, y creo que hay que estar ciego para no reconocer que, además de una estrella cinematográfica, era un grandísimo actor. Junto a él Joanne Dru (una buena actriz con poca fortuna a pesar de haber coprotagonizado varias grandes pelis) encargada de protagonizar las escenas románticas, algunos de los interpretes que intervinieron en la peícula precedente como el melifluo John Agar, el siempre eficaz Victor McLaglen (que hereda el nombre de un sargento de Fort Apache, Quincannon, y protagoniza las secuencias más cómicas, incluida una típica pelea en el cine de Ford), o el correcto George O’Brien como el comandante del fuerte. A ellos se les añaden varios actores que formarían parte de su troupe habitual: Ben Johnson (antiguo stunt y gran caballista), Harry Carey Jr., Mildred Natwick o Arthur Shields.



Por último comentaros dos anécdotas:

Es una película sobre las guerras indias en la que no se ve morir a piel roja alguno.




La famosa escena de la tormenta estuvo a punto de no rodarse porque Hoch se negaba y fue Ford quien se impuso. Cuando Winton recogió su merecidísimo Oscar, Ford se vengó de él comentando que lo había obtenido gracias a que le había obligado a rodar la escena.



En definitiva, una gran película que por su calidad y belleza debe ser paladeada fotograma a fotograma.


TRAILER