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jueves, 12 de octubre de 2017

VERACRUZ

(Vera Cruz, 1954)

Dirección: Robert Aldrich.
Guion: Roland Kibbee y James R. Webb.

Reparto:
Gary Cooper: Benjamin Trane
Burt Lancaster: Joe Erin
Denise Darcel: Condesa Marie Duvarre
Cesar Romero: Marqués Henri de Labordere
Sara Montiel: Nina
George Macready: Emperador Maximiliano
Jack Elam: Tex
Ernst Borgnine: Donnegan
Henry Brandon: Capitán Danette
Charles Bronson: Pittsburgh

Música: Hugo Friedhofer
Productora: Hecht-Lancaster Production (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 8

“Corazón blando” “Sólo para los caballos” (Conversación entre Joe Erin y Benjamin Trane tras haber acabado el segundo con su caballo para evitarle sufrimientos).


Estamos ante uno de los westerns más influyentes del género, así como fundamental para el desarrollo del mismo, resultado de la unión de dos grandes personalidades: Burt Lancaster y Robert Aldrich.


El primero, al igual que otras estrellas como Kirk Douglas con su Bryna y John Wayne con la Wayne-Fellogs embrión de la Batjac, fue un actor inquieto dispuesto a controlar desde los inicios su carrera profesional, para lo que en 1948, sólo dos años después de su debut en la imprescindible “Forajidos” (Robert Siodmak, 1946), creó la productora Norma (nombre de su mujer), compañía que compaginó con la Hecht-Lancaster, fundada junto con Harold Hecht, a la que se unió James Hill, pasándose a denominar a partir de entonces Hecht-Hill-Lancaster. Fruto de esta unión fueron gran parte de los mejores filmes protagonizados por Burt Lancaster durante la década de los cincuenta en los que supo aunar comercialidad y calidad, como queda patente en títulos del nivel de: “El temible burlón” (Robert Siodmak, 1952), “Chantaje en Broadway” (Alexander McKendrick, 1957), “Mesas separadas” (Delbert Mann, 1958), “Torpedo” (Robert Wise, 1958) o “Los que no perdonan” (John Huston, 1960).


Por su parte Robert Aldrich, con el que Burt Lancaster había trabajado en “Apache” también producida por su compañía, fue uno de los mayores exponentes de la denominada “Generación de la violencia” (Don Siegel, Richard Fleischer, Anthony Mann, Nicholas Ray o Sam Fuller) caracterizada por presentar la violencia de forma más realista y por estar protagonizadas sus historias por personajes definidos por su comportamiento agresivo. El hoy algo olvidado director tuvo un inicio de carrera fulgurante, encadenando cinco cintas de la calidad de “Apache” y “Veracruz” (ambas de 1954), “El beso mortal” y “The big Knife” (las dos de 1955) y “Attack” (1956), para dejar huella de su impronta cinematográfica, con los altibajos lógicos, durante tres décadas y más de veinticinco películas.


ARGUMENTO: Dos aventureros Benjamín Trane, un ex oficial confederado arruinado por la guerra, y Joe Erin, un temible pistolero al mando de una banda de forajidos, deciden vender sus servicios a Maximiliano en su lucha contra los juaristas. Encargados de escoltar a la condesa Marie Duvarre, los problemas surgirán cuando descubran que en realidad están trasportando tres millones de dólares en oro.

Creo que el adjetivo que mejor define a este filme es moderno, ya que contiene una serie de elementos, más o menos novedosos, desarrollados posteriormente tanto por el western norteamericano como por las películas del oeste europeas.


- En primer lugar tenemos el marco geográfico: México. Así a partir de mediados de los cincuenta proliferarán los westerns protagonizados por aventureros y ambientados en este país norteamericano, tanto durante la monarquía de Maximiliano I (1863-1867) como durante el proceso revolucionario de comienzos del siglo XX. Entre otras destacan “El tesoro de Pancho Villa” (George Sherman, 1955); “Bandido” (Richard Fleischer, 1956) y “Más allá de Río Grande” (Robert Parrish, 1959) interpretadas por Robert Mitchum; o las ya reseñadas en este blog “Mayor Dundee” (Sam Peckinpah, 1964), “Los profesionales” (Richard Brooks, 1966) y “Grupo salvaje” (Sam Peckinpah, 1969). E incluso en Europa a finales de la década de los sesenta dará lugar a un subgénero, con una profunda carga ideológica, denominado Zapata-western con títulos tan destacados como “Yo soy la revolución” (Damiano Damiani, 1967) o “Tepepa” (Giulio Petroni, 1969), por citar dos ejemplos.


- Una visión más realista de los personajes alejados de la división maniquea entre positivos y negativos y del prototipo de héroe clásico. De esta forma se nos presenta a los protagonistas del filme como dos individuos amorales cuyo único objetivo en tierra mexicana es la obtención de un beneficio económico. Benjamin Trane, encarnado con su carisma habitual por Gary Cooper, es un ex oficial confederado arruinado tras la Guerra de Secesión que dejó sepultado su idealismo junto a su hacienda destruida y prefiere el dinero ofrecido por Maximiliano al romanticismo y a la nobleza de la causa defendida por el general juarista. Persona culta, con gran capacidad para la negociación (obtiene del emperador el doble de la cantidad inicialmente ofrecida) y hombre de palabra, será el único que evolucione favorablemente apoyando la causa revolucionaria con la que se había comprometido previa promesa de recibir 100.000 dólares. Por lo que respecta a Joe Erin, interpretado por Burt Lancaster de forma dinámica y expresiva, es un pistolero tan sólo fiel a sí mismo (llega a decir a uno de sus hombres: “Yo no tengo amigos Donnegan. Ni siquiera tú”), un fullero brabucón para el que la traición es norma de vida. La relación entre ambos queda definida magistralmente en la primera escena en la que Erin vende a Trane un caballo que no es suyo, para inmediatamente después el segundo robarle su montura al primero. El tercer vértice del triángulo le corresponde a la Condesa Duvarre, a la que dio vida la actriz francesa Denise Darcel en un papel muy diferente al que protagonizó en “Caravana de mujeres”. Se nos muestra como una auténtica femme fatale, una mujer ambiciosa y manipuladora con sus propios planes para quedarse con el dinero que no dudará en servirse de sus encantos para utilizar a los dos pistoleros.


- Con base en estos personajes la película aborda como temas principales la avaricia, la codicia y la traición; estableciéndose un juego entre los tres personajes principales basado en la desconfianza y el engaño con el objeto de apropiarse cada uno de ellos de la totalidad del botín. Esquema argumental adoptado por Sergio Leone, que siempre reconoció la influencia de esta película, en “El bueno, el feo y el malo” al situar, como este filme, a tres personajes codiciosos en un marco histórico concreto (en su caso la Guerra de Secesión) buscando un botín y traicionándose continuamente.


- El tratamiento de la violencia. Cualidad inherente a los protagonistas, unos seres desarraigados (Trane reconoce que la guerra no sólo destruyó su hacienda sino su forma de vida), que viven al filo de la barbarie y que se resisten a ser absorbidos por la civilización, será presentada de forma más brutal, directa y difícilmente controlable.


- Por último la dirección de Aldrich, más enfática, y su forma de encuadrar y utilizar el montaje; cuyo mejor ejemplo lo constituye la planificación del duelo final entre Erin y Trane en el que alterna sucesivamente planos de conjunto, encuadrando a los dos protagonistas, con primerísimos planos y planos detalle de las caras y las armas y manos de ambos contendientes. Duelo que remite necesariamente a los filmados por Sergio Leone aunque sin la dilatación del tiempo y la magistral utilización de la música del director romano.


“Veracruz” por tanto es, a pesar de sus imperfecciones entre las que destaca el desequilibrio existente entre los actores y actrices principales o la dirección un tanto descuidada de algunas escenas como la del ataque al convoy en un pueblo, una obra capital para comprender la evolución de este género durante la segunda mitad de la década de los cincuenta, los años sesenta e, incluso, parte de los setenta de cuya trama François Truffaut dijo que funcionaba como un reloj suizo; por lo que es de visión obligatoria para los amantes del western.


Como curiosidad contaros que Sara Montiel, por aquella época casada con Anthony Mann, debutó en Hollywood con esta película. Posteriormente rodaría “Dos pasiones y un amor” (Anthony Mann, 1956) y “Yuma” (Sam Fuller, 1957). Para a continuación regresar a España y continuar su exitosa carrera con “El último cuplé” (Juan de Orduña, 1957).



martes, 3 de enero de 2017

EL JARDÍN DEL DIABLO

(Garden of Evil - 1954)

Director: Henry Hathaway
Guión: Frank Fenton

Intérpretes:
- Gary Cooper: Hooker
- Susan Hayward: Leah Fuller
- Richard Widmark: Fiske
- Hugh Marlowe: John Fuller
- Cameron Mitchell: Luke Daly
- Rita Moreno: Cantante
- Víctor Manuel Mendoza: Vicente Madariaga

Música: Bernard Herrmann

Productora: Twentieh Century-Fox
País: Estados Unidos

Por: Jesús CendónNota: 8

"El Jardín del Diablo, si el mundo hubiese sido hecho de oro, los hombres se dejarían matar por un puñado de tierra" (Hooker al final de la película mientras el sol desaparece tras las montañas)


Henry Hathaway está considerado como un artesano, un director todoterreno capaz de sacar a flote cualquier proyecto que se le encargara en todo tipo de género. En esta ocasión se enfrentó a un filme que le permitió satisfacer su tendencia a rodar en parajes naturales al tratarse de una mezcla de western itinerante y película de aventuras, género al que había aportado filmes del nivel de las colonialistas “Tres lanceros bengalíes” (1934) y “La jungla en armas (1939), ambas protagonizadas curiosamente por Gary Cooper.

Así, la historia de un grupo de aventureros contratados por una mujer para rescatar a su marido atrapado en una mina de oro en el profundo México, le sirvió a Hathaway para sacar el máximo partido al Cinemascope, de hecho es el primer western filmado en este formato inaugurado con “Como casarse con un millonario” de Jean Negulesco (1953), al estar rodada en unos paisajes agrestes.


Y es el marco físico en el que se desarrolla la acción por su singularidad uno de los mayores aciertos del filme. Si en la primera escena nos topamos con el mar, pocas veces visto en un western, y con un barco del que desembarcan los protagonistas masculinos, la mayor parte de la película se desarrolla en un México caracterizado por su exuberante y frondosa vegetación que contrasta con la visión dada por la mayoría de los westerns como un país desértico; mientras que la mina, meta del viaje, se encuentra situada en un paisaje lunar en el que destaca la iglesia prácticamente enterrada, debido a las erupciones volcánicas, lo que dota al filme de una atmósfera fantasmagórica.


Otro aspecto notable de la película son sus sobresalientes diálogos, cargados de frases lapidarias, obra de Frank Fenton, autor de la aclamada novela “Un lugar en el sol” (nada que ver con el excelente melodrama de George Stevens), que predominan, sobre todo, en la primera parte de la película coincidiendo con el viaje de ida a la mina y durante la breve estancia en esta. Los magníficos diálogos compensan en parte la falta de ritmo en este tramo en el que ya aparece la amenaza latente de los apaches que se manifestará durante el regreso de los protagonistas y constituirá, junto con la codicia de algunos de los personajes y el deseo sexual que despertará en ellos Leah, el principal peligro que deberá solventar el grupo de aventureros.


También llaman la atención las constantes referencias religiosas: se cita a Salomé, uno de los personajes es crucificado, otro asaetado cual San Sebastián, en otra secuencia de la película Hooker le dice a Leah: “Una cruz es siempre un buen recuerdo. Además todos llevamos una” y la labor de los misioneros cristianos está muy presente a lo largo del filme.

Igualmente destacable es la atípica banda sonora compuesta por Bernard Hermann que remite necesariamente a sus mejores composiciones para filmes dirigidos por Alfred Hitchcock y constituye otro de los aciertos de la película, a pesar de que sea más apropiada para un thriller que para un western.


El filme además contó con un grandísimo reparto. Al frente Gary Cooper como el taciturno (Fiske le llega a decir: “¿Ha tratado alguna vez de sacar sangre de una piedra? Pues es lo que trato de hacer yo con usted”), observador y juicioso Hooker; un exsheriff que se sentirá atraído por la desbordante personalidad de Leah. Nadie como él para transmitir la integridad y honradez de su personaje. Susan Hayward, con la que ya había trabajado Hathaway en el western noir “”El correo del infierno” (1950), borda un papel hecho a su medida de mujer fuerte y temperamental que, cual Salomé, atrae a los hombres a la muerte; el típico papel que siempre le gustó interpretar. Pero es Richard Widmark, inconmensurable, el que les “gana la partida” en el rol de Fiske, un jugador aparentemente cínico y frío que en el fondo alberga a un ser romántico y sensible; atraído también por Leah, aunque intente reprimirse y no manifestar sus sentimientos, se mostrará insólitamente generoso al final de la película (en la fecha en que se rodó el filme el actor ya alternaba roles negativos con papeles positivos). Junto a ellos Cameron Mitchell, que a pesar de sus dotes interpretativas nunca dio el definitivo paso al estrellato, como Luke un fanfarrón, visceral e impulsivo aventurero, antiguo cazador de recompensas, con una evolución negativa a lo largo de la película; Hugh Marlowe en el papel del torturado marido de Leah; y una joven Rita Moreno, actriz y cantante portorriqueña (“West side story”), deleitándonos con dos temas en la excelente escena inicial de la cantina.

Además el filme se cierra con uno de los finales más emotivos del western, que sintetiza el espíritu de este género, con una notable conversación mantenida por los dos protagonistas masculinos en la que Hooker muestra todo su respeto y admiración por Fiske.

Considerada como un western menor, cabe preguntarse, dados su nivel artístico y técnico, cómo deberíamos calificar al ochenta y cinco o noventa por ciento de los filmes rodados en la actualidad.

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Por: Xavi J. PruneraNota: 8 

Una de las peores cosas que te puede suceder en este blog es que Jesús te pise una reseña. Que se te anticipe, vaya. Básicamente porque, cuando eso ocurre, resulta casi imposible añadir nada interesante a lo que, minuciosa y acertadamente, ya ha expuesto mi compañero. Aún así, lo intentaré. Considero que el “El jardín del diablo” es un western tan atípico como interesante y, la verdad sea dicha, me apetece escribir sobre él. Y si me repito, pues nada, ya me disculparéis!!
 
Para empezar me gustaría dejar bien claro que la peli de Hathaway, más que un western, me parece una cinta de aventuras. En primer lugar porque el paisaje y el contexto geográfico que podemos observar al principio de la peli (con esas vistas al mar y esa frondosa y exótica jungla mexicana) ya nos aleja, a bote pronto, de la iconografía habitual del western. Y en segundo, porque si bien estamos acostumbrados a ver el rostro y la presencia física de Gary Cooper en numerosos y grandes westerns (“Solo ante el peligro”, “Veracruz”, “El forastero”, “El árbol del ahorcado”) no menos cierto es que su prolífico concurso en pelis de aventuras (“Beau Geste”, “La jungla en armas”, “Por quién doblan las campanas”, “Misterio en el barco perdido”) nos puede hacer creer, perfectamente, que “El jardín del diablo” es otra de ellas. Pero si algo me impulsa a catalogar este film como uno de aventuras es ese inicio tan y tan parecido, a mi juicio, a “El tesoro de Sierra Madre”, de John Huston. Uno de los más grandes exponentes del cine de aventuras que —paradójicamente— mi amigo Güido considera, en cambio, un western en toda regla.

Sea como fuere, “El jardín del diablo” no es un western más. Y aunque muchos lo puedan tildar de “menor”, yo creo —francamente— que posee virtudes más que suficientes para que cualquier espectador con un mínimo de criterio y sensibilidad pueda disfrutarlo intensamente. No sé, podría hablaros de su extraordinaria fotografía, de esas magníficas secuencias en el desfiladero, de sus memorables frases, del oficio de Hathaway, del carisma y aplomo de Cooper, del habitual buen hacer de Widmark, de la sensualidad de la Hayward o de ese antológico final con puesta de sol incluida. Pero eso ya lo ha mencionado antes y mucho mejor mi amigo Jesús. Así que voy a remitirme otra vez a lo que os comentaba al principio: lo que más me atrae de “El jardín del diablo” es, sin lugar a dudas, su ingrediente aventurero. Ese aire un tanto naïf que destila toda la peli, de principio a fin, y que me retrotrae, inexorablemente, a mis más tiernos inicios cinéfilos. Y eso, os lo puedo asegurar, es algo que no tiene precio.



jueves, 18 de febrero de 2016

SOLO ANTE EL PELIGRO


(High Noon) - 1952
Director: Fred Zinneman
Guion: Carl Foreman

Intérpretes:
- Gary Cooper: Will Kane
- Grace Kelly: Amy Fowler
- Thomas Mitchell: Jonas Henderson
- Lloyd Bridges: Harvey Pell
- Katy Jurado: Helen Ramírez
- Lee Van Cleef: Jack Colby
- Ian McDonald: Frank Miller

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: Stanley Kramer Productions
País: Estados Unidos


Por: Xavi J. PruneraNota: 9

Will Kane, a Amy: "Cariño, he estado pensando… me están haciendo huir. Yo jamás he huido de nadie"

Si existe un solo western que me retrotrae automáticamente a la niñez cada vez que lo veo o pienso en él ése es, sin lugar a dudas, “Solo ante el peligro”. Naturalmente, no es el único.


De mi infancia recuerdo con bastante claridad “La diligencia”, “Raíces profundas”, “Río Bravo” o “Veracruz”, por ejemplo. Pero ninguno de ellos me marcó tanto, en aquellos entonces, como "Solo ante el peligro."

Ya de adulto, obviamente, la he visto más veces. Y en todas esas ocasiones he podido prestar mayor atención a muchos otros detalles y a indagar un poquito más en la coyuntura o situación sociopolítica que vivió Estados Unidos durante esa época.


Concretamente, entre finales de los 40 y principios de los 50. Me estoy refiriendo, como podréis suponer, al macarthysmo. A la ‘caza de brujas’, vaya. Precisamente por ello el trabajo de Carl Foreman —guionista de la peli y exmilitante comunista— fue inspeccionado con lupa y precisamente por ello el Comité de Actividades Antiamericanas puso el grito en el cielo cuando, en pleno rodaje, se enteraron de qué iba el guión y se vieron reflejados en él. Huelga decir que Foreman fue llamado a declarar y que tras ser interrogado, presionado y amenazado por parte del comité, no volvió a trabajar nunca en los Estados Unidos.


Ya en el exilio, ganó el Oscar al mejor guión adaptado por “El puente sobre el río Kwai” (1957), de David Lean, pero cabe decir también que jamás pudo ir a recogerlo.


Y aunque poco más se podría añadir a un western cuyo gran fundamento es esa clara y meridiana metáfora de la ‘caza de brujas’ macarthyana (Gary Cooper encarna en esta peli a Will Kane, un sheriff que espera —solo y abandonado por todos— la llegada a Hadleyville de un exconvicto, Frank Miller (Ian McDonald), que él mismo había mandado a presidio y que regresa, cinco años después, dispuesto a matarle) no quisiera terminar esta reseña sin incidir en otros aspectos que considero —si bien no tan mediáticos— sí, al menos, dignos de mención. 


Empezaré por el aspecto formal. Y es que, aunque “Solo ante el peligro” es una peli narrada y rodada según los cánones del clasicismo cinematográfico más puro y duro, también cabe mencionar todos esos detalles que la hacen única y especial. Así, a la austera y tradicional fotografía en blanco y negro de Floyd Crosby, Zinneman le añade un buen puñado de recursos narrativos muy pero que muy interesantes.


Desde esa precisa sincronización entre el tiempo real y dramático que nos muestran y nos enfatizan insistentemente esos omnipresentes relojes que aparecen por doquier hasta todo ese amplio repertorio de planos a cuál mejor (con mención especial a esa grúa que, en un momento dado, se eleva a las espaldas de Kane para hacerle ver tan frágil como insignificante) que convierten a este western, a mi juicio y paradójicamente, en uno de los mejores thriller de la historia del cine. 


Otro de los puntos fuertes de “Solo ante el peligro” es, obviamente, su protagonista: Will Kane. Un hombre, a priori, recto, íntegro y valeroso. Pero también —y aunque parezca contradictorio— temeroso, dubitativo y angustiado.


Y es que la gran virtud de “Solo ante el peligro” es, a mi juicio, equilibrar a la perfección dos conceptos tan antagónicos como el miedo y el valor. Ese equilibrio —junto a la velada o no tan velada crítica al macarthysmo y a esa tensa e inacabable espera— son, por lo tanto y desde mi punto de vista, los tres grandes ejes de este mítico y enorme western.




FOTOS DEL RODAJE:








TRAILER: