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jueves, 8 de noviembre de 2018

CITA EN SUNDOWN

ESPECIAL CICLO RANOWN (4)
(Decision at Sundown, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Charles Lang

Reparto:
- Randolph Scott: Bart Allison
- John Carroll: Tate Kimbrough
- Karen Steele: Lucy Summerton
- Valerie French: Ruby James
- Noah Beery Jr.: Sam
- John Archer: Doctor John Storrow
- Andrew Duggan: Sheriff Swede Hansen
- James Westerfield: Otis
- John Litel: Charles Summerton
- Ray Teal: Morley Chase

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 6’75

“Usted estuvo casado pero jamás tuvo una verdadera esposa. ¿Cómo puede vengarse de algo que jamás ha tenido?” Ruby James a Bart Allison haciéndole comprender la mentira en la que ha vivido durante los tres últimos años.


ARGUMENTO: Bart Allison y su amigo Sam se encaminan a Sundown para acabar con la vida de Tate Kimbrough responsable del suicidio de la mujer de Bart. Una vez allí se encontrarán con que Tate se ha convertido en el cacique del lugar, por lo que sus planes se complicarán.



Tercera entrega del ciclo Ranown producida por la Scott-Brown Production y dirigida por Budd Boetticher en la que el hasta ahora habitual Burt Kennedy fue sustituido por el escritor Charles Lang Jr.



“Cita en Sundown” se distingue de los dos wésterns anteriores del ciclo Ranown porque no se desarrolla en exteriores sino que se trata de un wéstern urbano que respeta la unidades de tiempo, al desenvolverse la trama en tan sólo unas horas, y de lugar, puesto que salvo la secuencia inicial el resto de la película tiene como escenario las tres calles de la ciudad y cuatro edificios: el saloon, la iglesia, la casa de los Summerton y un corral en el que se refugian los protagonistas durante la mayor parte del metraje, con lo que se acentúa el carácter opresivo del filme.



A pesar de esta diferencia, Boetticher recupera en esta película el tema de la venganza a través de la figura de Bart que al igual que el Ben Stride de “Tras la pista de los asesinos” busca incansablemente al responsable de la muerte de su mujer. Nos encontramos de nuevo con un individuo solitario, pero al contrario de los héroes de las dos películas anteriores del ciclo, Bart es un neurótico que, roto por el dolor provocado por la pérdida del ser amado, ha transformado la realidad y vive en una mentira, negándose aceptar los hechos tal y como sucedieron. Un hombre desagradable, tozudo, egoísta y al borde de la enajenación capaz de embarcar a su mejor, y posiblemente único amigo, en una peligrosa aventura sin explicarle las razones de la misma y de golpearle cuando este intenta mostrarle cuál es la verdad. Así un inteligente guion nos irá revelando, fundamentalmente a través de las conversaciones mantenidas por Sam, que la mujer de Bart le había sido infiel con varios hombres, siendo Tate tan solo el último.



Junto con esta premisa y perfectamente ensamblada nos encontramos con la otra línea argumental de la película, ya que el pueblo está controlado por Tate, convertido en el gran cacique ante la pasividad dolosa de sus habitantes. Incluso el sheriff no es más que un esbirro pagado por el déspota y al servicio de sus intereses.



Así, a través de los ciudadanos de Sundown, Boetticher construye un filme enormemente pesimista sobre el ser humano en el que resalta su cobardía e indiferencia ante las injusticias, al anteponer la seguridad a la libertad. Para ello se vale, en uno de los grandes aciertos de la película, de una rica galería de secundarios.




Tate, el antagonista de Bart, es un hombre despótico pero su poder es frágil y se basa más en la indolencia y apatía de los ciudadanos de Sundown que en su fortaleza. De hecho comprobará cómo con la llegada de Bart su imperio se desmorona rápidamente. Boetticher, al igual que en otros filmes del ciclo, se esfuerza por humanizarlo, engrandeciéndolo en la escena final. Estamos ante un mujeriego, amante de la buena vida, que se debate entre dos amores: el de Lucy, el más conveniente para sus intereses, y el de la “corista” Ruby. Triángulo que da lugar a una subtrama de corte melodrámatico bastante floja y desequilibrada, ya que mientras el personaje de Lucy, interpretado por una estupenda Karen Steele (1), es bastante tópico y apenas incide en la trama, aunque será una de las primeras personas que intente hacerle comprender a Bart su error, siendo agredida por él; Ruby James, interpretada con acierto por Valerie French, es un personaje fascinante y con una gran importancia en el desarrollo de la historia. Fiel hasta el final a Tate, a pesar de estar a punto de casarse con Lucy, tomará una decisión arriesgada con la que cambiará el destino del cacique y será quien, por fin, haga entrar en razón a Bart. 




Junto a ellos aparece, como ya señalé, un puñado de secundarios magníficamente perfilados. Charles Summerton, padre de Lucy, símbolo de la pérdida del respeto y la dignidad de la población de Sundown al consentir la boda de su hija con Tate por intereses personales. Morley Chase, un ranchero que muestra su desagrado por la situación existente pero es incapaz de enfrentarse al cacique para acabar con la situación. Swede Hanson, un vulgar matón vendido a Tate quien le ha entregado la estrella de latón. Otis, el barman, con una visión poco edificante del ser humano porque como le señala al doctor: “Doc, si hubiera estado sirviendo en un bar como yo no esperaría usted tanto de la raza humana”. Sam, interpretado por un excelente Noah Beery Jr y protagonista de las escasas escenas cómicas del filme, el amigo leal y noble de Bart que intentará hacerle entrar en razón, lo disculpará en todo momento y permanecerá junto a él a pesar de haber sido golpeado por su camarada. Y John Storrow, el doctor del pueblo, uno de los escasos personajes con conciencia en Sundown y decisivo, a través de un inteligente discurso, en la reacción de los habitantes del pueblo al haberlos enfrentado con sus propias miserias.





Sin duda, la película es una de las más desoladoras del ciclo con un final imprevisible, original, duro y amargo en el que vemos a Bart, involuntario elemento catalizador de la revuelta popular contra Tate, emborracharse para, después, salir del pueblo y perderse en la nada mientras el doctor comenta: “Sí, cambió las cosas para todo el mundo en la ciudad. Pero por desgracia no hay nada que podamos hacer por él”. Es un hombre que lo ha perdido todo al enfrentarse a la realidad, incluso un pasado que nunca fue como él tenía idealizado, un época mitificada en cuyo recuerdo había basado su existencia. Estamos ante un individuo con un profundo desgarro en su interior, simbolizado en la herida de su mano, al que no le queda ningún motivo para seguir vivo tras haber estado engañándose durante los tres últimos años, y que ni tan siquiera ha tenido la satisfacción, aunque mínima, de llevar a cabo su venganza. De hecho uno de los personajes al principio de la película advierte de manera premonitoria que: “Cuando un hombre busca su venganza, está tan obcecado por ella que rara vez puede cumplir su deseo”.



“Cita en Sundown” es un filme irregular pero cuenta con un último tramo modélico que lo sitúa por encima de la media de este tipo de productos, aunque no llegue al nivel de las dos primeras entregas del ciclo.

(1) Karen Steele, recordada por su papel en “Marty” (Delbert Mann, 1955) y por aquellos años unida sentimentalmente a Budd Boetticher, participó en tres títulos del ciclo Ranown, la película objeto de esta reseña,  Nacida en el Oeste” (1959) y “Cabalgar en solitario” (1959). Igualmente rodó bajo la dirección de Budd Boetticher el excelente noir “La ley del hampa” (1960), pero su carrera se desarrolló básicamente en la televisión.


martes, 30 de octubre de 2018

LOS CAUTIVOS

ESPECIAL CICLO RANOWN (3)
(The tall T, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Pat Brennan
- Richard BooneFrank Usher
- Maureen O’SullivanDoretta Mims
- Arthur HunnicuttEd Rintoon
- Skip HomeierBilly Jack
- Henry SilvaChink
- John HubbardWillard Mims
- Robert BurtonTenvoorde

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“Un hombre debe tener algo propio, algo que le pertenezca, algo de lo que sentirse orgulloso”. “A veces no tienes elección” Conversación entre Pat Brennan y Frank Usher, en la que el bandido le confiesa estar cansado de su vida.


ARGUMENTO: Pat Brennan, un ranchero con dificultades económicas, tras perder su caballo en una apuesta es recogido por la diligencia, conducida por su amigo Ed, en la que viaja el matrimonio Mims. Al llegar a la posta más cercana son asaltados por la banda de Frank, quien, al enterarse de la identidad de Doretta Mims y después de asesinar a Ed, pedirá un rescate de 50.000 dólares a su padre. A partir de ese momento Pat y Doretta deberán aliarse para poder salvar sus vidas.


Randolph Scott quedó plenamente satisfecho con el resultado de “Tras la pista de los asesinos” (1) por lo que decidió producir junto con Harry Joe Brown, a través de la compañía Scott-Brown Production, su siguiente wéstern en el que volvió a contar con Budd Boeticher en la dirección y Burt Kennedy en el guion, aunque en esta ocasión adaptó un relato breve del gran escritor Elmore Leonard (2) aparecido en 1955 en la revista Argosy y recientemente editado por Valdemar en su indispensable colección Frontera. Además se aseguró de la distribución de la película por parte de la Columbia, compañía en la que había desarrollado gran parte de su carrera.


Si en “Tras la pista de los asesinos” se abordaban la venganza y la codicia en su condición de motores de la conducta humana, esta película se centra en temas como el fracaso vital y, sobre todo, la soledad. Estamos, pues, ante un filme introspectivo en el que los memorables diálogos adquieren tanta importancia o más que las escenas de acción, por otra parte, de una gran crudeza para la época.

Boetticher estructura el filme en dos partes claramente diferenciadas.


Una larga introducción con un tono ligero, amable, en el que hay lugar incluso para la comedia, y con un aire costumbrista (Brennan compra unos caramelos al hijo del dueño de la posta, más tarde charla con su amigo Ed del futuro representado en la eminente llegada del ferrocarril y por último le vemos sentado con un calcetín roto). En este tramo del filme conoceremos a parte de los personajes que protagonizarán el drama posterior.


Pat Brennan, al que da vida Randolph Scott que durante toda la introducción se muestra algo desubicado y fuera de sus registros habituales con una sonrisa forzada y perenne, es un cowboy que, a pesar de su actitud, ha sufrido el desengaño producido por el trato injusto de su anterior jefe lo que lo llevó a independizarse, encontrándose en estos momentos en una situación económica delicada. Se trata de una persona profundamente individualista y solitaria como se muestra en la escena inicial cabalgando sin compañía y en la posterior charla con el dueño de la posta que frente a su defensa de la soledad le comenta respecto a su situación: “Un hombre no debe pudrirse solo en un lugar así, Pat. Es antinatural”. Estamos ante un individuo tan inteligente como diestro con las armas y será precisamente a través de su intelecto como logrará salvar su vida y la de Doretta. Primero creando la desconfianza entre los forajidos y provocando las primeras fisuras en el escasamente cohesionado grupo, después utilizando los encantos de la señora Mims (al igual que en el anterior filme del ciclo la pulsión sexual está muy presente) y posteriormente utilizando el truco de engañar a otro de los bandidos respecto a los disparos efectuados.


Doretta Mims, interpretada por una adecuada Maureen O’Sullivan (3), es la hija de uno de los hombres más acaudalados de la región y vive marcada por la frustración de no haber sido el vástago que su padre siempre quiso. De carácter introvertido y no demasiado agraciada sufre las consecuencias de una sociedad que reserva a la mujer un solo rol, el de esposa y madre de sus hijos. Todo ello la ha llevado a desposarse con el único hombre que se ha fijado en ella, de tal forma que terminará reconociendo durante su cautiverio a Pat que se casó para evitar estar sola.


Willard Mims, un arribista que ha encontrado en Doretta la posibilidad de su anhelado ascenso social. Envarado y prepotente mostrará los verdaderos rasgos de su carácter, el egoísmo y la cobardía, con el secuestro.


Estos tres personajes vivirán una pesadilla en la segunda y más larga parte de la película, cuyo tono cambia bruscamente. Tramo presidido por la violencia y la tensión creada por el encuentro de los protagonistas con la banda de Frank, en la que Boetticher nos ofrece una mirada personalísima del Far-West alejada de la visión de los grandes directores clásicos. Un Oeste salvaje, brutal, despiadado y sin posibilidad de redención para bandidos como Frank.


Y este personaje es sin duda uno de los grandes aciertos del filme, no sólo por estar interpretado por un excelente Richard Boone, sino también porque nos encontramos ante uno de los villanos más fascinantes, complejos, singulares y originales vistos hasta entonces en un wéstern. Un forajido ambiguo, caracterizado por su rudeza y crueldad pero al mismo tiempo orgulloso de no haber matado personalmente a un hombre en su vida y capaz de mostrar su lado más delicado con Doretta. Parece que con Frank el tándem Boetticher-Kennedy quiso mostrarnos la delgada línea que separaba el bien y el mal en el Lejano Oeste, al presentarnos a un hombre devenido en bandido por una serie de decisiones erróneas que encontrará en Patt a un fiel reflejo de su personalidad, además de atisbar en él lo que podría haber llegado a ser su vida; por lo que desde el primer momento le mostrará su respeto y llegará a reconocer que le cae bien. Incluso se sincerará con el cowboy, como si fuese un viejo amigo, en una extraordinaria escena en el que le confesará que: “Billy Jack y Chink me fastidian. A veces tengo la impresión de estar solo. Siempre hablando sobre el mismo tema, las mujeres y la bebida. No soy un puritano, pero le cansa a uno oir lo mismo a todas horas. Se acaba realmente asqueado”. Un individuo que en el fondo tan solo anhela tener un rancho y una compañera y que, comprendiendo su derrota total y la imposibilidad de poder cumplir sus sueños, se inmola en una carga suicida enfrentándose contra Brennan, el único al que considera digno de acabar con él.


Junto a él, Henry Silva, en su debut en el género, interpreta a Chink un pistolero psicótico capaz de asesinar a hombres desarmados, mujeres e, incluso, niños. Papel repetido frecuentemente por el actor dado su peculiar rostro. Y Skip Homeier, habitual en este tipo de productos en la década de los cincuenta, que da vida a Billy Jack un pistolero algo inexperto e inmaduro pero igualmente peligroso.


Con estos seis personajes Boetticher, a pesar de estar rodada en su totalidad en exteriores, filma una segunda parte claustrofóbica y modélica en relación con la tensión creciente y la violencia contenida en sus imágenes, ambientando este tramo prácticamente en un único escenario natural rodeado de rocas, metáfora del cautiverio existencial de los protagonistas. Cautiverio del que al final de la película parecen liberarse Pat y Doretta, dos seres solitarios unidos en el otoño de sus vidas.


(1) El prestigioso crítico André Bazin calificó la película, de forma entusiasta y para mí algo exagerada, como el mejor wéstern que había visto después de la guerra.

(2) Elmore Leonard (1925-2013) es uno de los grandes escritores noir, hecho que, quizás, haya eclipsado su extraordinaria producción literaria ambientada en el Far-West con títulos como las novelas “Hombre”, llevada a la pantalla grande por Martin Ritt en 1967 con Paul Newman en el papel estelar; “Que viene Valdez”, cuya versión para el cine fue rodada en España y protagonizada por Burt Lancaster en 1971; y el relato corto “El tren de las 3:10 a Yuma”, que cuenta con una memorable adaptación de Delmer Daves en 1957 con Glenn Ford y Van Heflin en los papeles estelares, y un innecesario remake de 2007 perpetrado por James Mangold. Ambas novelas y el relato también han sido editadas por Valdemar en su imprescindible colección Frontera.

(3) Maureen O’Sullivan, madre de la también actriz Mia Farrow, a pesar de su dilatada carrera será siempre recordada por las seis entregas en las que encarnó a Jane la compañera de Tarzán-Weissmuller, inolvidable personaje creado por la pluma de Edgar Rice Burroughs.

jueves, 18 de octubre de 2018

ESPECIAL CICLO RANOWN (1)



Por Jesús Cendón.

Con el curioso nombre de ciclo Ranown se conoce al conjunto de siete wésterns dirigidos por Budd Boetticher e interpretados por Randolph Scott entre 1956 y 1960. La denominación se tomó de la productora fundada por el actor y por el productor Harry Joe Brown bautizada de esa forma al tomar las tres primeras letras del nombre del intérprete y las tres últimas del apellido del productor. Sin embargo, la pareja tan sólo produjo, contando con la distribución de la Columbia, cinco de los siete wésterns y tan sólo en los dos últimos aparece como tal la productora. En cuanto a los otros dos filmes, cabe señalar que el primero de la serie fue un proyecto de la Batjac de John Wayne, mientras que en el quinto, quizás el menos Ranown de todos, se implicó la Warner Brothers.


En todo caso las películas presentan unas características comunes y fueron el fruto de la unión artística de Randoplh Scott y Bud Boetticher cuya primera colaboración databa de 1943 con “Los desesperados”, filme de Charles Vidor en el que Boetticher ejerció como ayudante de dirección y contó, precisamente, con la producción de Harry Joe Brown para la Columbia.

Detengámonos pues, aunque someramente, en la carrera cinematográfica de los creadores de esta serie de wésterns.


Si a algún actor se le puede calificar como estrella del wéstern serie b es sin duda a Randolph Scott (1898-1987). Interprete con evidentes limitaciones, buscó a lo largo de su fructifera carrera a directores que se adaptaran a su forma de actuar, por lo que su trayectoria cinematográfica se caracteriza por los distintos ciclos de películas en los que formó tándem con un único realizador. Así rodó bajo la ordenes de Henry Hathaway siete películas entre 1932 y 1934; con Ray Enright cinco en el período 1942-1948, siendo la más recordada “Los usurpadores” que le reunió con Marlene Dietrich y John Wayne; otros siete fueron los títulos rodados con Edwin L. Marin entre 1946 y 1951, entre los que destacan “Colt 45” y “Fort Worth”; mientras que con André De Toth colaboró en seis ocasiones en apenas cuatro años (1951 a 1954), siendo el resultado filmes de la calidad de “Carson City”, “La última patrulla” o “El cazador de recompensas”.

Budd Boeticher (1916-2001), al igual que otros directores como Sam Fuller, se caracterizó por su inconformismo y la defensa a ultranza de su independencia. Era un auténtico aventurero y hombre de acción que practicó el rugby, el boxeo e, incluso, ejerció como torero profesional en México (1). Una vez instalado en Hollywood no dudó en cuestionar el sistema impuesto por las major y se vio relegado a producciones de bajo coste.

No creo que se le pueda comparar con los grandes directores del género pero lo que sí pienso que se puede afirmar sobre sus wésterns es que fueron fundamentales para el desarrollo y evolución del género, situándole en un estadio intermedio entre los clásicos y los directores más modernos como Sam Peckinpah y Clint Eastwood en EEUU o Sergio Leone en Europa.

Junto al ciclo Ranown, que le valió el reconocimiento de la crítica francesa con un entusiasta André Bazin a la cabeza aunque no tanto en los EEUU, Boetticher rodó tres wésterns notables en la década de los cincuenta: “Horizontes del Oeste” (1952), una historia cainita ambientada en los EEUU inmediatamente después de la Guerra de Secesión que contó con un gran trabajo de Robert Ryan; “Traición en Fort King” (1953); original wéstern ambientado en Florida con los indios seminolas como protagonistas en la que volvió a colaborar como en la película anterior con Rock Hudson además de con su amigo Anthony Quinn; y “El desertor de El Álamo” (1953), un wéstern profundamente moral protagonizado por Glenn Ford (2).

Junto a Scott y Boetticher otros dos nombres fueron decisivos en el ciclo.

Por una parte el citado Harry Joe Brown (1890-1972), amigo personal de Randolph Scott desde la década de los treinta, con el que fundó primero la Scott-Brown Production y posteriormente la Ranown, además de ser el responsable de la mayoría de los wésterns rodados por el actor para la Columbia (3).

Y por último, el guionista Burt Kennedy (1922-2001) que colaboró en cuatro de los siete títulos del ciclo (para mí los mejores). Extraordinario escritor, además de los libretos para los filmes del ciclo, escribió los guiones de dos de los tres wésterns dirigidos por Gordon Douglas con un Clint Walker en pleno apogeo (4) como protagonista (“Quince balas” de 1958 y “Emboscada” de 1959), y el de “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), uno de los mejores wésterns protagonizado por Audie Murphy que presenta semejanzas con las películas integradas en el ciclo Ranown, sobre todo con “Estación Comanche”.

A comienzos de los sesenta comenzará a dirigir tanto sus propios guiones como los de otros escritores, pero sus filmes como realizador, a pesar de contar con estrellas de la talla de John Wayne, Robert Mitchum, Kirk Douglas o Henry Fonda, adolecen de irregularidad; no estando generalmente bien compensadas las escenas drámaticas y las cómicas en la mayoría de sus wésterns, de entre los que sin duda sobresale “Ataque al carro blindado” (1967).

Pero volvamos a las películas objeto de esta reseña e intentemos desentrañar los elementos comunes existentes en la mayoría de ellas.


- Son producciones modestas, de escaso presupuesto si bien asociados a las mismas figuran grandes técnicos. Nos encontramos por tanto con los comúnmente denominados wésterns de serie b y de hecho fueron acogidos con mayor entusiasmo en Europa que en los EEUU. Como consecuencia de las limitaciones presupuestarias los filmes se caracterizan por su austeridad y concisión narrativa. Así, son películas que introducen la historia de forma directa, sin preámbulos salvo alguna excepción como “Los cautivos”, en las que parece no sobrar nada y que contienen los planos indispensables, como si Boetticher hubier aprendido la lección recibida de John Ford con “El torero y la dama” (5). Igualmente debido a los exiguos presupuestos manejados, incluso Randolph Scott rebajó enormemente su caché, los filmes se rodaron en tiempo record, dos o tres semanas, y su duración no llega a los ochenta minutos; además de contar con escasas localizaciones.


- Los mejores títulos de la serie son wésterns de itinerario al narrar la historia de un viaje (6), tanto físico como moral, en el que la naturaleza juega un papel fundamental; de tal forma que las películas del ciclo Ranown se identifican con el paisaje rocoso de Lone Pine en California al igual que el cine de Ford quedó definitivamente ligado al Monument Valley.


Como excepción nos encontramos con “Cita en Sundown” y “Buchanan cabalga de nuevo” al tratarse de wésterns urbanitas. En estos filmes, frente a la pureza de la naturaleza, se nos muestra una sociedad corrupta controlada y sojuzgada por oligarcas que ejercen su poder de forma despótica. En ambos casos el protagonista, aunque le muevan intereses personales y sea de forma involuntaria, se convertirá en el revulsivo para acabar con esta situación.


- La mayor parte de los wésterns que componen el ciclo son historias que abordan temas como la venganza (7), la codicia ligada a la pobreza, la imposibilidad de recuperar un pasado perdido, la búsqueda a menudo imposible de la redención, el peso de un pasado trágico como condicionante del presente o la delgada línea que separa el bien del mal en un marco geográfico hostil. Temas en los que está presente el gusto por la tragedia por parte de Boetticher, dotando a los filmes de cierto aire crepuscular al que contribuyó, por su edad, el propio Randolph Scott.


Al mismo tiempo, al desarrollar estos temas, el director nos da una visión profundamente escéptica e incluso, en alguna películas, pesimista del Far-West y por extensión del ser humano.

Estamos, por tanto, ante películas reflexivas en las que son tan importantes las escenas de acción como aquellas en las que conversan los protagonistas, a través de las cuales conoceremos su forma de pensar, sus deseos, sus anhelos y las razones que motivan su comportamiento.


- Como consecuencia de esta visión y de las cuestiones tratadas, los principales personajes suelen ser complejos, cargados de matices y en absoluto estereotipados.

El protagonista es un hombre solitario (8), individualista, con un pasado que lo atormenta y cuya forma de actuar se debe a oscuras motivaciones, Nos encontramos ante un individuo hosco, lacónico, a veces desagradable e, incluso, en algunos filmes como “Cita en Sundown” con graves desequilibrios sicológicos. Un hombre que, probablemente, nunca hallará de forma definitiva la paz y que en varios de los wésterns integrantes de este ciclo vivirá anclado en el presente, con un pasado perdido irremediablemente, sin ningún futuro y condenado a vagar de forma errática el resto de sus días.

Igual de atípicos suelen ser los antagonistas del héroe. Personajes a los que Boetticher se esfuerza por entender, humanizándolos ante nuestros ojos al presentárnolos como, al igual que el protagonista, víctimas de una época y un país salvajes y violentos. De esta forma, Boetticher se esmera en mostrarnos las motivaciones de su comportamiento y en darnos a conocer su perfil más delicado; asi como sus temores, sus dudas y sus debilidades. Tal es así que incluso en dos filmes de la saga Boetticher permite que permanezcan con vida (9). 



Por último, los personajes femeninos se suelen caracterizar por su fortaleza y son fundamentales, con su ausencia o su presencia, para el desarrollo de la trama.

Para finalizar con respecto a las reseñas de las películas integrantes de este ciclo os comento que he respetado el orden de su estreno; aunque conforme señaló Boetticher en una entrevista publicada en Nickel Odeon el orden correcto sería el siguiente: “Tras la pista de los asesinos”, “Cita en Sundown”, “Los cautivos”, “Nacida en el Oeste”, “Buchanan cabalga de nuevo”, “Cabalgar en solitario” y “Estación Comanche”.




(1) Su pasión por la tauromaquia la plasmó en tres filmes: “Bullfighter and the lady” (1951), también producido por la compañía de John Wayne y recientemente editado en DVD, en el que precisamente narraba la historia de un torero norteamericano en México interpretado por Robert Stack; “Santos el Magnífico” (1955) que, protagonizado por Anthony Quinn, relataba la relación entre dos toreros, uno veterano y experimentado y otro joven e inexperto; y “Arruza” (1972) biografía novelada del gran torero Carlos Arruza en la que invirtió siete años y fue un auténtico desastre, marcando el declive definitivo de su carrera. Curiosamente su primer trabajo en Hollywood fue el de asesor, sobre todo de Tyrone Power, en “Sangre y arena”, drama ambientado en el mundo de los toros dirigido por Rouben Mamoulian en 1941.

(2) Boetticher también destacó en otros géneros, sobre todo en el noir con dos grandes filmes: “El asesino anda suelto” (1956), mixtura entre el noir y el thriller que contenía una descarnada reflexión sobre el American Way of Life; y “La ley del hampa” (1960), uno de sus mejores filmes comparable en calidad con los más destacados del ciclo Ranown, sobre el gánster Jack “Legs” Diamond.

(3) La presencia de Harry Joe Brown en el ciclo parece que fue testimonial. Incluso la Columbia quiso prescindir de él, hecho al que se negaron tanto el actor como el director.

(4) Con sus casi dos metros de altura, el actor Clint Walker gozó de gran popularidad gracias a la serie “Cheyenne” de la que se rodaron 108 episodios entre 1955 y 1962. Dentro de este género también se le pudo ver protagonizando tres películas firmadas por Gordon Douglas, las dos citadas anteriormente más la inédita en España “Oro de los Siete Santos” (1961), y las muy inferiores “Tierra de alimañas” (Joseph Pevney, 1966), “Más muerto que vivo” (Robert Sparr, 1962), “Sam Whisky” (Arnold Laven, 1969) y el eurowéstern “El desafío de Pancho Villa” (Eugenio Martín, 1972).

(5) Para este filmé Boetticher contó como montador de lujo con John Ford quien cortó aproximadamente cien metros de película, el equivalente a unos cuarenta minutos.

(6) Según afirmaba Boetticher: “La mejor manera de conocer el lejano Oeste es viajando a través del mismo.”

(7) El propio Boetticher manifestó que sus películas con Randolph Scott contaban la misma historia con pequeñas diferencias, la búsqueda por parte de un hombre del asesino de su mujer.

(8) En varios de los wésterns el director remarca la soledad e insignificancia del héroe presentándonoslo en una primera escena mediante una panorámica que nos lo muestra cabalgando y sin compañía. Incluso el título de dos filmes de la serie hace hincapié en este hecho: “Buchanan rides alone” y “Ride lonesome”. Para algunos críticos tanto la soledad como la fragilidad de los protagonistas del ciclo Ranown simbolizarían la situación de Boetticher frente a la industria cinematográfica de los EEUU.

(9) El personaje interpretado por Pernell Roberts en “Cabalgar en solitario” fallecía en su enfrentamiento con el héroe en el libreto escrito por Burt Kennedy, pero Boetticher cambió el final argumentando que un forajido tan concienciado por conseguir el indulto y cambiar su forma de vida se merecía una segunda oportunidad. Mientras que en “Cita en Sundown” Tate Kimbrough, interpretado por John Carroll, tan sólo fue uno más de los amantes de la fallecida esposa de un desequilibrado Bart Allison por lo que no se le podía culpar del suicidio de esta y conseguía salvar su vida in extremis gracias a la intervención desesperada de Ruby, su actual “amiga”. 

miércoles, 10 de octubre de 2018

LLEGA UN PISTOLERO

(The fastest gun alive, 1956)

Dirección: Russell Rouse
Guion: Russell Rouse y Frank D. Gilroy

Reparto:
- Glenn Ford: George Temple
- Jeanne Crain: Dora Temple
- Broderick Crawford: Vinnie Harold
- Russ Tamblyn: Eric Doolitle
- Allyn Josly: Harvey Maxwell
- Leif Erickson: Lou Glover
- John Dehner: Taylor Swope
- Noah Beery Jr.: Dink Wells
- Rhys Williams: Brian Tibs
- Virginia Gregg: Rose Tibs
- Chubby Johnson: Frank Stringer
- John Doucette: Ben Buddy

Música: André Previn.
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (USA)

Por: Jesús Cendón. NOTA: 7

”No me has visto disparar ¿Cómo puedes decir que hay alguien más rápido?” “Porque sucede siempre. Por más rápido que uno sea, siempre hay alguien que te aventaja”. Conversación mantenida entre Vinnie Harold y un ciego testigo del duelo del primero con Fallon, otro pistolero, al inicio de la película.


El director y guionista Russell Rouse es un caso singular puesto que dentro de su escasa filmografía, apenas once títulos, los mejores se concentrán en sus inicios. Así debutaría codirigiendo junto con Leo Popkin “El pozo de la angustia” (1951), excelente fusión entre cine de denuncia social y noir, por cuyo guión fue nominado al Oscar, rescatada recientemente en DVD por la magnífica colección “Los esenciales del cine negro” ; un año más tarde rodaría “El espía”, un curioso experimento protagonizado por Ray Milland en el que no se pronunciaba palabra alguna; 1955 fue el año de “New York Confidential”, estupenda muestra de cine noir de serie b también protagonizada por Broderick Crawford en la que revelaba las conexiones entre la mafia y determinados políticos; y remató sus interesantes aportaciones un año después con este wéstern admirable.



Sin embargo es muy difícil encontrar la huella de su creatividad en esa nadería extravagante y ridícula titulada “El desfiladero de la muerte” (1959), un wéstern con una imposible Susan Hayward al frente de unos emigrantes vasco-franceses enfrentados a los pieles rojas mientras daban gritos y saltos por doquier; o el convencional drama sobre el mundo del cine “El Oscar” (1966), película, en la que tan sólo destaca el excelente reparto, muy lejos en cuanto al resultado de, por ejemplo, dos títulos emblemáticos como “Cautivos del mal” (1952) o “Dos semanas en otra ciudad” (1962), ambas dirigidas por Vincente Minelli.



ARGUMENTO: En el pueblo de Cross Creek vive, junto a su mujer Dora, George Temple, un pacífico tendero. Sin embargo un terrible secreto saldrá a la luz y le enfretará dramáticamente a Vinnie Harold, violento pistolero  empeñado en demostrarse a sí mismo y a los demás que es el revólver más rápido del Oeste.



“Llega un pistolero” es una excelente muestra del denominado wéstern psicológico, corriente desarrollada durante la década de los cincuenta (1) en la que las escenas de acción, generalmente escasas, quedaban subordinadas al desarrollo del drama y a la evolución de los personajes. De hecho  este filme tan sólo cuenta con un robo a un banco y dos duelos, el inicial que abre la película y el final, bien rodado, cuyo resultado se hurta con habilidad al espectador hasta el último plano y recuerda, curiosamente, a “El secreto de Convict Lake” (Michael Gordon, 1951); otro wéstern destacado protagonizado por Glenn Ford y también reseñado en este blog.


La película, filmada acertadamente en un blanco y negro muy apropiado para narrar la condición atormentada del protagonista, cuenta con un inteligente guion escrito, como era habitual en él, por el propio director y por Frank Gilroy, autor de la novela en la que se basa, que estructura la historia en tres partes.



- Un extraordinario prólogo en el que asistimos a la llegada a un pueblo de tres forasteros y al posterior duelo de uno de ellos con un pistolero al que previamente había retado. Estamos ante una excelente presentación del personaje de Vinnie Harold, que pretende convertirse en el tirador más rápido y ser reconocido como tal, para lo que desafía a otros individuos caracterizados por su habilidad con el revólver. Así tras acabar con Fallon les comentará a los habitantes del pueblo: “Me llamo Harold. Con este dinero compradle una lápida y gravad en ella muerto por el revólver más rápido”. Sin embargo desde este inicio el director nos anticipa el destino trágico del personaje con la advertencia premonitoria, a modo de vidente de una tragedia greco-latina, del ciego del pueblo con la que he comenzado esta reseña (2).



- La parte central y más extensa en la que nos describe la vida cotidiana de un pequeño pueblo en donde vive nuestro peculiar héroe. Avanzándonos, desde la presentación de Temple, haciendo practicas a escondidas con su revólver, que su destino estará dramáticamente unido al del pistolero. Así nos encontramos con uno de los temas tratados en el filme y habitual en los wésterns en esa época, la condición trágica del pistolero de cuyo pasado no puede escapar, marcando este su destino y abocándolo a un final trágico. Sin embargo, el hábil guion nos ira desvelando poco a poco ciertas peculiaridades que diferencian notablemente al personaje de George Temple de otros pistoleros como el Jimmy Ringo de “El pistolero”. Además de permitir al director abordar otro tema fundamental del filme: el valor, planteándose en torno a este diversas cuestiones  como ¿En qué consiste la valentía? o ¿Es más valiente aquel individuo que no teme a nada o el que vence sus miedos y se sobrepone a su lógica cobardía que no es más que la manifestación del instinto de supervivencia?



En este tramo de la película nos encontramos con un George Temple agobiado y, en cierta medida, ninguneado por sus vecinos al no portar armas y ser abstemio; hecho que sirve al director-guionista para efectuar una lúcida crítica de una sociedad que identifica la virilidad con la violencia y la ingesta de alcohol. Incluso nos presenta a una población fascinada por la violencia y que ha convertido a la muerte en un espectáculo en una escena en la que nos muestra a un forastero contando doce veces seguidas ante el público entregado de Cross Creek el duelo protagonizado por Vinnie y Fallon.



- Por último, nos encontramos con la parte final en la que se entrecruzan los destinos del pacífico George y el violento Vinnie al recalar los pistoleros en Cross Creek tras robar un banco y enterarse el forajido de la verdadera identidad de George. Una identidad que el propio tendero, tras tomas varias copas y a modo de catarsis, había revelado a sus conciudadanos en una excelente escena.



Se trata de un tramo magnífico cargado de tensión y suspense en el que los vecinos del protagonista mostrarán sus auténticas personalidades y conoceremos, por fin, la verdadera historia de George y las razones de su comportamiento.



Para interpretar al complejo protagonista Rouse contó con Glenn Ford, actor que se encontraba en el mejor momento de su dilatada carrera además de ser un asiduo al wéstern en esta década (3), que hace una extraordinaría interpretación de George Temple, un hombre atormentado con una existencia apacible por vivir junto a su mujer pero a su vez condicionada por una pesadilla por expulsar. El actor canadiense transmite magistralmente la lucha interna del personaje, su angustia vital, sus temores y sus miedos originados por un funesto hecho acaecido en el pasado que le ha marcado para el resto de sus días.



Menos acierto mostró el director con la elección de Broderick Crawford (4) como el pendenciero Vinnie, aunque pudo haber sido impuesto por la productora. Sin duda era un gran actor y lleva a cabo una esforzada interpretación, pero era igualmente inadecuado, tanto por su físico como por su edad, para dar vida a este tipo de personaje (5). Además de resultar absurdo, ridículo e innecesario el intento por parte de los guionistas de explicar su comportamiento.



Tampoco se entiende muy bien la presencia de Russ Tamblyn  que carece de personaje, salvo a la hora de protagonizar un espectacular baile acrobático (6) muy bien filmado pero sin ningún valor dramático que, además, rompe el ritmo del filme y choca, dada su vitalidad, con el tono más grave de la película.



El casting se completa con una adecuada y bellísima Jeanne Crain, a la que parece mimar el director de fotografía, como la sufrida esposa de George y única persona conocedora de su doloroso secreto, y rostros habituales de este tipo de producciones entre los que destacan Leif Erickson, futuro dueño de “El Gran Chaparral”, como Lou Glover el único de los vecinos de George que se comporta realmente como su amigo e, incluso, en un gesto honorable llega a aceptar sacrificarse por la comunidad; y John Dehner como el lugarteniente de Vinnie, un personaje tan irónico como cobarde.



En todo caso, “Llega un pistolero” es un sólido wéstern que, gracias a la gran acogida obtenida y a su rentabilidad económica, supuso una de las grandes sorpresas en ese año para la Metro Goldwyn Mayer y, sin duda, gozaría de un mayor reconocimiento si hubiera sido dirigido por un realizador de mayor prestigio.


(1) La película presenta similitudes con dos títulos emblemáticos de esta década. Por una parte con “El pistolero” (Henry King, 1950) respecto al tema desarrollado, y, por otra, con “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952) en relación con la actitud de George Temple y la reacción de los vecinos del protagonista, coincidiendo incluso decorados como la iglesia en donde se desarrolla la acción. Ambos wéstern cuentan con sus oportunas reseñas en este blog.

(2) Precisamente en “Río Bravo” el sheriff John T. Chance (John Wayne) le confesaba a Colorado (Ricky Nelson) que nunca dejaba el wínchester porque siempre hay alguien más rápido con el revólver.

(3) Glenn Ford cuenta con una filmografía wéstern nada desdeñable en la década de los cincuenta. Así, junto con la mencionada “El secreto de Convict Lake” o la película objeto de esta reseña, es obligatorio citar su trilogía en el seno de la Columbia bajo la dirección de Delmer Daves compuesta por “Jubal” (1956), “El tren de las 3:10” (1957) y “Cowboy” (1958), colaboración que algunos críticos han asemejado a la de James Stewart con Anthony Mann. Igualmente destacables son “El desertor del Alamo” (1953), wéstern de Budd Boetticher anterior a su afamado ciclo Ranown; el filme dirigido en 1955 por Rudolph Maté “Hombres violentos”, en el que estuvo acompañado por Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson; o la superproducción “Cimarrón” (Anthony Mann, 1960).

(4) Broderick Crawford y Glenn Ford ya habían coincidido en dos cintas en las que el primero interpretó papeles más adecuados a su peculiar físico, el drama carcelario “Drama en presidio” (Henry Levin, 1950) y la obra maestra de Fritz Lang “Deseos humanos” (1954), basada en “La bestia humana” de Zola.

(5) El propio Glenn Ford vivió una situación muy parecida en la inferior “Duelo a muerte en Río Rojo” (Richard Thorpe, 1967) con un joven pistolero, interpretado en esta ocasión por un apropiado por su edad Chad Everett, intentado adquirir fama en el manejo del revólver a costa de un veterano sheriff.

(6) Russ Tamblyn fue, además de actor, un excelente bailarín. En nómina de la Metro Goldwyn Mayer desde principios de la década de los cincuenta, intervino en películas de gran éxito como “Siete novias para siete hermanos” (Stanley Donen, 1954), “La última caza” (Richard Brooks, 1956), la citada “Cimarrón”, “West side stoy” (Robert Wise-Jerome Robbins, 1961) o “La conquista del Oeste” (1962); pero nunca dio el salto definitivo al estrellato.