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sábado, 22 de julio de 2017

EL PRECIO POR LA LIBERTAD

(Seven Ways From Sundown - 1960)

Dirección: Harry Keller
Guion: Clair Huffaker

Reparto:
- Audie Murphy: Seven Jones
- Barry Sullivan: Jim Flood
- Venetia Stevenson: Joy Carrington
- John McIntire: Sargento Hennessey
- Kenneth Tobey: Teniente Herly
- Ken Lynch: Graves

Música: Irving Gertz, William Lava.
Productora: Universal Pictures (USA).

Por Jesús Cendón. NOTA: 6

“Fíjate Siete, cuando pase a mejor vida espero poder hacerlo con el bolsillo repleto de puros. A donde voy no me costará encontrar lumbre” (Conversación entre Flood y Seven)



Audie Murphy, el protagonista de la película, pasó de ser el soldado más condecorado durante la Segunda Guerra Mundial a una estrella de los westerns de serie b gracias, sobre todo, a su contrato con la Universal, una de las majors con mayor especialización en este tipo de filmes de bajo coste. Su filmografía se prolongó durante más de veinte años y cuarenta y cinco películas en los que fue dirigido, entre otros, por John Huston, Jack Arnold, Don Siegel o Budd Boetticher, hasta su prematura muerte en 1971 en un desdichado accidente de aviación.



Interesantísimo legado que no podía pasar desapercibido para los autores de este blog por lo que era lógico que tarde o temprano reseñáramos alguna de sus películas.



ARGUMENTO: Al novato Ranger de Texas Seven Jones, junto al sargento Hennessey, le es encargada la misión de atrapar a Jim Flood, un peligroso forajido. Tras la muerte del veterano agente y la captura del pistolero por Seven se establecerá una relación peculiar entre ambos hombres.



La película sorprende por el guion, obra de todo un especialista como Clair Huffaker, novelista y guionista responsable entre otros de los libretos de “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960), “Los comancheros” (Michael Curtiz, 1961), la ya reseñada en este blog “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964) o “Ataque al carro blindado” (Burt Kennedy, 1967). Así nos encontramos con un libreto inusual y de mayor complejidad y profundidad dentro de este tipo de filmes en el que se abordan temas como la amistad, la lealtad, la fidelidad a unos principios o las dolorosas consecuencias del cumplimiento del deber, a través de dos personajes singulares y poco usuales hasta ese momento en el wéstern.



Por una parte nos encontramos con Seven Jones, el protagonista, un inexperto e ingenuo Ranger en su primera misión. Se nos presenta como un individuo torpe (rompe un plato el primer día que le invitan a comer para, posteriormente, estrujar involuntariamente un pastel), con un nombre ridículo que coincide con el título original de la película (Siete Caminos al Atardecer Jones), escasamente varonil y negado con el revólver. Un joven novato para el que el viaje físico se convertirá en un viaje iniciático que le transformará en un hombre, con las tremendas consecuencias que este hecho conllevará al tener que tomar una decisión dolorosa; porque, en definitiva, madurar es asumir las consecuencias de tus decisiones.



Mientras que Flood, el forajido, aparece ante nuestros ojos como un seductor nato, atildado, educado, afable con los niños (sensacional la escena en el río con un muchacho al que le regala su navaja), amante de la buena vida (es un auténtico hedonista con querencia por los puros, el whisky, las mujeres, el café y un buen bistec), manipulador, fiel a su código de conducta y que no duda en utilizar la violencia pero sólo cuando es imprescindible. Un individuo con una personalidad tan atractiva como independiente del que llega a firmar el sargento Hennessey “Es el tipo de persona al que le perdonas muchas cosas”.



Entre ambos y a medida que vayan sorteando los peligros de su vuelta desde Nuevo México a Texas (indios, cazadores de recompensas, unos rivales del pistolero, etcétera) se irá estableciendo una peculiar relación, al principio de respeto y posteriormente de mutua admiración. Flood al comprobar la integridad de Seven y su determinación por cumplir la misión, y Seven porque, como señala otro personaje, comprende que Flood es “Todo lo que quisiera ser un hombre y no lo es”; en definitiva, un ser libre sin ataduras morales ni sociales, aunque este hecho conlleve, como indica el título del filme en castellano, un precio que es muy elevado. Incluso Flood, al más puro estilo maestro-alumno, le propondrá asociarse, quizás viendo en Seven el digno descendiente del que carece, y ante la negativa de este, y para no perjudicarle, renunciará a escapar hasta ser entregado al sheriff.



Lástima que en tan interesantes premisas no profundice el director Harry Keller, sustituto de George Sherman, que volvería a colaborar con Audie Murphy en la también recomendable “Seis caballos negros” y se decante por un relato más convencional, no ahonde en el tono dramático del relato y sobre todo no sepa o no quiera explotar el secreto del asesinato del hermano de Seven, otro Ranger llamado Second, al que, ante la cobardía del otro agente que le acompañaba, no le quedó más remedio que dar muerte Flood. Una subtrama que podría haber ahondado en el carácter trágico de la personalidad del pistolero y de su relación con el Ranger. No obstante, Keller despacha una película correctamente dirigida, tanto en exteriores como en interiores, con un buen ritmo y un memorable, lógico y amargo final.



Por lo que respecta al reparto y como contrapeso de Audie Murphy nos encontramos con Barry Sullivan en el rol de Flood, bastante correcto aunque me hizo anhelar a Dan Duryea, un actor con personalidad arrolladora que hubiera bordado el papel. Junto a ellos dos veteranos de la fiabilidad de John McIntire en el papel del sagaz sargento Hennessey, antiguo amigo de Flood, que recordará constantemente a Seven la obligación de los Rangers de no juzgar al pistolero; y Keneth Tobey en el papel del cobarde y pérfido teniente Herly, un hombre profundamente deshonesto en colisión con el forajido y su particular forma de entender la integridad.



En definitiva, a pesar de no ser un título totalmente logrado, estamos ante una atractiva propuesta situada por encima de los westerns de serie b que no debería defraudar a los aficionados al género.

TRAILER:




jueves, 17 de marzo de 2016

TIERRAS LEJANAS

(The Far Country) - 1954

Director: Anthony Mann
Guion: Borden Chase

Intérpretes:
James Stewart: Jeff Webster
Ruth Roman: Ronda Castle
Walter Brennan: Ben Tatum
Corinne Calvet: Renee Vallon
John McIntire: Gannon
Jay C. Flippen: Rube
Harry Morgan: Ketchum

Música: Joseph Gershenson
Productora: Universal-International
País: Estados Unidos

Por: Jesús CendónNota: 8,5

Jeff Webster: “Nadie hace nada por nada"

Cuarta colaboración entre Anthony Mann y James Stewart en la que recuperaron a Borden Chase, quien elaboró un libreto que presenta semejanzas con “Horizontes lejanos” (1952). Así tanto Glyn McLintock como Jeff Webster son personajes con un pasado turbio y tendencia a la violencia a los que persigue la ley, y se convertirán en víctimas de la especulación y de la falta de escrúpulos de aquellos que ostentan el poder (económico y judicial). Si en “Horizontes lejanos” Glyn veía como, tras haber pagado los suministros unos meses antes, el dueño de los mismos le exigía un nuevo pago muy superior al pactado para entregárselos; en la película que nos ocupa el juez del lugar, a través de una triquiñuela legal, se apoderaba del ganado de Jeff.



En los dos casos, además, su reacción precipitaba el drama final. No obstante, ambos mantienen una actitud vital opuesta. Glyn anhela olvidar su pasado e integrarse en la sociedad como un elemento más; mientras que Jeff es un ser individualista, insolidario, incapaz de asentarse definitivamente en un lugar; en definitiva, un inadaptado social al que no le gusta la gente e intenta huir de la sociedad, lo que le llevará a dirigirse a Alaska, última frontera a la que todavía no ha llegado la civilización.



El personaje de Jeff le permite a Mann narrar una fábula moral en torno al individualismo y el egoísmo. Así, el protagonista se preguntará a lo largo de la película ¿Por qué hay que ayudar a las personas? Al mismo tiempo que afirmará que cada uno debe cuidar de sí mismo. Es un ser incapaz de sentir empatía por los demás, salvo por el único amigo que tiene, y no desea involucrarse en los avatares de la comunidad.



Personaje, por tanto, oscuro y alejado del prototipo de héroe del western clásico que tan sólo reaccionará tras un hecho luctuoso y ante la ayuda desinteresada que se le prestará; convirtiéndose, finalmente, en el líder que necesitaba el pueblo de Dawson para que se restableciera el orden y la justicia. De esta forma, Mann nos plantea que el individuo es válido y alcanza su plenitud al poner sus conocimientos y habilidades al servicio de la sociedad con el objeto de que esta pueda avanzar.




En la película, además, se pueden observar una serie de elementos que son constantes a lo largo del ciclo, como la presencia de dos accidentes geográficos con una fuerte carga simbólica:



-  La montaña como obstáculo a superar por el protagonista para lograr su objetivo (vengar a su padre en “Winchester73”, detener a Ben en “Colorado Jim”).



- El río como elemento purificador y catártico (Glyn alcanzaba su anhelada redención tras mantener una pelea en el río con Emerson en “Horizontes lejanos”; mientras que en la película que nos ocupa su cambio radical se producía tras quedar herido en las aguas de otro río).



Por último, también se pueden apreciar ciertos elementos en común con “Colorado Jim”, ya que, al igual que Howard, la conducta de Jeff parece ser consecuencia de un desengaño amoroso; y si el western de 1953 comenzaba con un primerísimo plano de una espuela (objeto de importancia capital en la historia), este se cierra con un plano de otro objeto, en esta ocasión una campanita, símbolo de la definitiva integración de Glyn en la comunidad.



Por lo que respecta al elenco, junto a Stewart nos encontramos con un grandísimo Walter Brennan en el papel de Ben, el único amigo del protagonista y voz de su conciencia. También en un papel positivo aparece Corinne Calvet como la inocente Renée, personaje fundamental para el cambio en la mentalidad de Jeff. Por el contrario como personajes negativos para los que la riqueza es el valor supremo nos encontramos con Ruth Roman en el rol de la experimentada Ronda que, no obstante, se enamorará sinceramente de Jeff, y con John McIntire como el juez Gannon, un individuo que combina la ley y la fuerza para adueñarse de la ciudad y de las propiedades de los mineros, convirtiéndose en el principal antagonista de Jeff. Ambos protagonizan ambos un memorable duelo final extraordinariamente rodado.



En definitiva, un gran western y quizás la película más bella y compleja del ciclo Mann-Stewart, de obligatoria visión para todo aficionado a este género.

TRAILER: