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jueves, 8 de febrero de 2018

DESAFÍO EN LA CIUDAD MUERTA

(The law and Jake Wade, 1958)

Dirección: John Sturges
Guion: William Bowers

Reparto:
- Robert Taylor: Jake Wade
- Richard Widmark: Clint Hollister
- Patricia Owens: Peggy
- Robert Midleton: Ortero
- Henry Silva: Rennie
- De Forest Kelly: Wexler
- Burt Douglas: Teniente
- Eddie Firestone: Burke

Música: Fred Steiner
Productora: Metro Goldwyn Mayer (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“¿Qué era lo que solíamos decirle, Jake? Solíamos decirle…Ah sí, sí. Le decíamos, Wexler puedes matar a quien te dé la gana porque este es un país libre. Pero si lo haces con odio lo único que acabarás es con la bilis revuelta” (Clint conversando con Jake acerca de la actitud mostrada por Wexler).


Cuando recordamos a Robert Taylor, rebautizado como “el hombre del perfil perfecto”, la imagen que tenemos de él es la del galán en numerosos melodramas de la década de los treinta (“Sublime obsesión” de John M. Stall es un claro ejemplo) o la de espadachín y caballero medieval en las maravillosas películas de aventuras producidas por la Metro Goldwyn Mayer dos décadas después. No en vano, era el rival natural en este género de Tyrone Power, incluido en la nómina de la Twentieh Century Fox, y ambos los sucesores de un prematuramente avejentado Errol Flynn, cuyos mejores filmes de aventuras los protagonizó mientras le duró su contrato con la Warner Brothers.



Sin embargo, Taylor protagonizó, sobre todo durante la década de los cincuenta, una serie de wésterns muy interesantes en los que nos ofreció un notable cambio de registro, abandonando su eterna sonrisa y mostrándonos un perfil más duro. Así fue, sucesivamente, un indio despojado injustamente de sus propiedades en “La puerta del diablo” (Anthony Mann, 1950), un misógino conductor de caravanas en “Caravana de mujeres” (William Wellman, 1951), un fuera de la ley arrepentido en “Una vida por otra” (John Farrow, 1953), un cazador psicópata y racista, uno de sus papeles más oscuros, en “La última caza” (Richard Brooks, 1956), un ranchero enfrentado fatalmente a su hermano en “Más rápido que el viento” (Robert Parrish, 1958), el sheriff, antiguo forajido, en la película objeto de esta reseña o el inflexible hombre de la ley en “El justiciero” (Michael Curtiz, 1959). Películas que, si bien no suelen aparecer en las listas relativas a los mejores wésterns, si constituyen un corpus cinematográfico envidiable en este género.



ARGUMENTO: Jake Wade, un exforajido, salva a Clin Hollister, antiguo camarada, de la horca. Tras separarse, Clint lo localizará y con su banda lo secuestrará junto a su novia para que le guíe al lugar en donde enterró un botín de veinte mil dólares. En el intento de recuperar el producto de su robo el grupo deberá hacer frente no solo a la tensión surgida durante el viaje, sino también a una partida de indios comanches en pie de guerra.



Nos visita de nuevo en este blog John Sturges. En esta ocasión con un filme rodado entre dos de sus wésterns de mayor éxito, “Duelo de titanes” (1957) y “El último tren de Gun Hill” (1959) con el que esta película presenta ciertos elementos en común al enfrentar a dos viejos camaradas.



La historia, no demasiado original, está estructurada en tres partes claramente diferenciadas:



La introducción, con el rescate de Clint por parte de Jake, saldando de este modo una antigua deuda. Para a continuación sorprender la película al espectador al mostrárnoslo como el marshall de otro pueblo. Este tramo finalizaría con el secuestro del sheriff y de su prometida por parte de la banda de Clint.



La parte central, en la que se desarrolla el viaje hacia el pueblo fantasma en donde enterró Jake el botín. Constituye un tramo fundamental para ir conociendo el carácter de los principales personajes y sus relaciones; y se caracteriza por la búsqueda por parte de Jake de las fisuras en el grupo que le permitan huir. Al estar rodada en exteriores (en concreto en el Parque Nacional del Valle de la Muerte) destaca el inmenso trabajo del gran director de fotografía Robert Surtees (con tres Oscars y dieciséis nominaciones).



El desenlace en la ciudad fantasma. Esta parte se caracteriza básicamente por el incremento de las escenas de acción con, primero, el ataque de los comanches sufrido por el grupo protagonista en el pueblo fantasma, muy bien rodado por Sturges y en el que destaca una escena en el interior del saloon iluminado como si estuviéramos contemplado una película de terror, y, en segundo lugar, con el anunciado y anhelado duelo protagonizado por los dos excamaradas.



Por tanto, nos encontramos con un filme protagonizado por bandidos u hombres de pasado oscuro en el que cobra una gran importancia como escenario principal un pueblo abandonado; pudiéndose rastrear la huella en esta película de, no sólo, un título tan significativo como “Cielo amarillo” (William Wellman, 1948), filme reseñado y también coprotagonizado por Richard Widmark, sino también de otras propuestas más modestas pero no carentes de interés como son “Emboscada en Tomahawk Gap” (Fred F. Sears, 1953) o “Quantez” (Harry Keller, 1957).



Curiosamente, además, el personaje principal presenta grandes semejanzas con el de “El hombre del Oeste”, otra producción de 1958 dirigida en esta ocasión por Anthony Mann. Efectivamente, tanto Jake como Link Jones son exdelincuentes aparentemente reinsertados que han logrado ganarse el respeto, la confianza y la amistad de los vecinos de su comunidad pero a los que visitará su pasado encarnado en sus antiguos compañeros, y ambos tan sólo contarán con una salida como medio para olvidar definitivamente a este: eliminar el último eslabón que les une a él, sus antiguos socios.

De esta forma la película se desarrolla a través de dos grandes ejes temáticos. Por una parte, el peso del pasado y las dificultades para reinsertarse en la sociedad y rehacer sus vidas por parte de antiguos delincuentes. Y por otra, el tema de la amistad, más concretamente el de la traición a esa amistad.



Así, Jack Wade, un Robert Taylor en una actuación muy sobria y quizás demasiado contenida por lo que bordea la rigidez, es un antiguo forajido que tras un hecho terrible (en el último asalto a un banco mató accidentalmente a un niño) decide abandonar esa vida. Nos lo encontramos perfectamente integrado en su nueva ciudad ocupando el puesto de marshall e, incluso, está prometido con una joven adinerada. Pero la llegada de sus antiguos compinches le devolverá a aquella época de su existencia que pretende olvidar, convirtiéndose esta en una pesadilla. Mientras que Clint Hollister, un Richard Widmark dando vida a uno más de sus inolvidables villanos, encarna el dolor de quien ha sido traicionado por aquel en quien más confiaba y al que más apreciaba. Su resentimiento con Jake no se debe tanto al hecho de que se llevara los veinte mil dólares del botín como a la forma de hacerlo por parte del ahora sheriff. De hecho son constantes los reproches de este a Jake. De esta forma le comentará: “Lo que sé es que si hubieras tenido honor no hubieras abandonado a un amigo”; más tarde confesará a Peggy delante de él: “Necesite una semana para comprender que había huido de mí”; y, por último, le preguntará: “¿Por qué no fuiste a decirme con sinceridad, Clint yo me retiro? ¿Por qué no lo hiciste?” Incluso son tales los sentimientos albergados hacia Jake que dudará en el instante final del duelo.



Ese concepto de la amistad lleva al espectador a simpatizar con él a pesar de ser un individuo vengativo, extremadamente cínico, violento y misógino (para él las mujeres son un estorbo y las llega a comparar con una pierna rota). Dicha misoginia, junto a su resentimiento hacia Jake y algunas frases citadas por miembros del grupo como, por ejemplo, que su ex-camarada era la persona a la que más había querido, ha dado pie para que determinados críticos hayan advertido la existencia de una relación de tipo homosexual entre ambos.




En todo caso, es un personaje más atractivo que el honrado, digno y ahora integro sheriff; y sin duda la grandísima actuación de Richard Widmark lo convierte en el gran protagonista de la película, eclipsando al resto del reparto compuesto por Patricia Owens como Peggy, un papel poco interesante y totalmente prescindible; un siempre eficaz Robert Middleton dando vida a Ortero, un miembro de la banda que se debatirá entre su lealtad a Clint y el recuerdo de su viaje amistad con Jake; Henry Silva, una especie de clon de Jack Palance, al que le tocó en suerte Rennie un pistolero psicópata con una niñez traumática, personaje muy apropiado a su físico que ya había interpretado un año antes en “Los cautivos” (Budd Boetticher); y De Forest Kelly, antes de hacerse famoso como el Doctor McCoy en Star Trek, encarnando al impulsivo Wexler.



“Desafío en la ciudad muerta” es, en definitiva, un notable wéstern brillantemente dirigido por un gran especialista como John Sturges que, aunque no tan redondo como “Duelo de titanes” (1957) ni tan popular como “Los siete magníficos” (1959), ambas objeto de reseña, ocupa un lugar destacado en este género.



Como curiosidad comentaros que el compositor contratado era Bronislau Kaper, pero en ese momento los músicos de Hollywood se pusieron en huelga y, al parecer, tuvieron que utilizar temas procedentes de otros filmes para completar la banda sonora de este.




lunes, 16 de octubre de 2017

LOS SIETE MAGNÍFICOS

(The magnificent seven, 1960)

Dirección: John Sturges
Guion: William Roberts y Walter Newman (sin acreditar)

Reparto:
- Yul BrynnerChris
- Eli WallachCalvera
- Steve McQueenVin
- Charles BronsonBernardo O’Reilly
- Robert VaughnLee
- James CoburnBritt
- Brad DexterHarry Luck
- Horst BuchholzChico
- Jorge Martínez de HoyosHilario
- Rosenda Monteros: Petra

Música: Elmer Bernstein.
Productora: Mirisch Company, Alpha Productions (USA).

Por Jesús Cendón. NOTA: 8


"El viejo tiene razón sólo ellos han ganado, nosotros no. Como siempre". (Comentario de Chris a Vin mientras abandonan el pueblo una vez acabado con Calvera).


John Sturges se encontraba en el mejor momento de su carrera y se había convertido en un director fiable para las productoras, tanto por entenderse perfectamente con las grandes estrellas con las que solía trabajar, como por haber rentabilizado en taquilla filmes de gran presupuesto (“Conspiración de silencio”, un wéstern contemporáneo rodado en 1955, “Duelo de titanes” -1957- una de las más famosas y mejores versiones del duelo en el OK-Corral, ”Desafío en la ciudad muerta” -1958- con la pareja Robert Taylor y Richard Widmark o “El último tren de Gun Hill” de 1959), cuando con su compañía Alpha Production (creada recientemente junto a Robert Wise) contactó con la Mirisch, del gran productor independiente Walter Mirisch, para producir un remake de “Los siete samuráis” (Akira Kurosawa, 1954), trasladando la acción de la película del director japonés al lejano Oeste. Además se aseguraron la distribución de la película a través de la United Artits y con ello la presencia de Yul Brynner, una gran estrella en ese momento. El resultado fue una de las películas del Oeste más populares de todos los tiempos que, además, ejerció una influencia decisiva tanto en los wésterns estadounidenses de la década siguiente como en el nacimiento del spaghetti wéstern.


De hecho, se filmaron tres secuelas sobre las andanzas de Chris Adams y sus magníficos: “El regreso de los siete magníficos” (Burt Kennedy, 1966) una coproducción hispano-estadounidense con Yul Brynner repitiendo el papel, “La furia de los siete magníficos” (Paul Wendkos, 1969), la mejor secuela, con George Kennedy sustituyendo a Brynner, y “El desafío de los siete magníficos” (George McCowan, 1972) en la que Lee Van Cleef dio vida a Chris. Además en muchos wésterns rodados en Europa figuró como reclamo la palabra magníficos; siendo el caso más paradigmático el de la película “Las siete magníficas” protagonizada por Anne Baxter en 1966. Incluso el avispado productor y director Roger Corman, dado el éxito de las películas de ciencia ficción a finales de la década de los setenta gracias sobre todo a la repercusión de “La guerra de las galaxias” (1977) y la fama alcanzada por el filme de Sturges, trasladó la historia al futuro en “Los siete magníficos del espacio” (1980).


Prueba de que el filme no ha caído en el olvido son los veintidós episodios de la serie homónima de televisión emitidos entre 1998 y 2000, el reciente e innecesario remake dirigido por Antoine Fuqua con Denzel Whasington como protagonista y el hecho de que sea una de las películas más emitida por las televisiones estadounidenses.



ARGUMENTO: Un pueblo mexicano en la frontera con los EEUU vive sometido por la banda de Calvera. Sus habitantes decidirán contratar a unos pistoleros del país vecino para protegerse del bandolero.


Sin duda “Los siete magníficos” no es una obra maestra, principalmente por un guion irregular en el que los aciertos conviven con errores, como la tópica historia de amor sin interés para el desarrollo de la película o el protagonismo dado al personaje de Chico, uno de los siete menos atractivo. Al mismo tiempo desarrolla varias escenas poco creíbles como la infiltración de Chico en el campamento de los forajidos sin ser reconocido o aquella en la que Calvera decide no acabar con los magníficos con un argumento absurdo (¿Quién se va a preocupar por la suerte corrida por un puñado de pistoleros en México?). Y a todo ello debemos añadir el mensaje subrepticio y perverso del filme: los mexicanos, y por extensión los habitantes de los países situados al sur de EEUU, necesitan de la intervención de los estadounidenses para tutelarlos y defenderles de los peligros. En este sentido, cabe recordar la Doctrina Monroe (1823) declarando América Latina como una zona de influencia de los EEUU, y el incremento de la presencia de asesores en esta región a partir de mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado.



Pero el libreto también tiene grandes aciertos como la forma de presentar y describir a los siete magníficos; las excelentes frases diseminadas a lo largo del filme; o su tono crepuscular, a pesar de ser un filme vitalista, al presentarnos a los pistoleros como a unos individuos desclasados, desnortados, sin presente y mucho menos futuro, que vagan de forma errática por un mundo en evolución al que ha llegado la civilización y con ella la ley y el orden. Un mundo en el que no tienen cabida y en el que contratar pistoleros es más barato que comprar armas, por lo que malviven aceptando cualquier trabajo. De ahí la conversación entre Chris y Vin sobre su futuro inmediato en la que el primero contestará vagamente mientras que el segundo no dudará en afirmar que va “A la deriva”. Son, en definitiva, individuos diferentes al resto porque no trabajan por la paga sino que “sólo disfrutan con el peligro y con el placer de la lucha” (la magnífica escena del coche fúnebre es un estupendo ejemplo de su carácter); de tal forma que aceptarán el trabajo por tan sólo veinte dólares, todo el dinero del que disponían los campesinos mexicanos, aunque como señala Chris “Me han ofrecido mucho por mi trabajo pero nunca todo”.


En todo caso, John Sturges solventó los escollos del guion con una dirección briosa y llena de nervio, demostrando de nuevo que estaba especialmente dotado para filmar escenas de acción.


Uno de los activos del filme es sin duda el elenco. Contó con un Yul Brynner en su mejor momento (había sido galardonado con el Oscar en 1956 por “El rey y yo”) y un actor del prestigio de Eli Wallach, en cuya interpretación de Calvera puede vislumbrarse su mejor composición, la de Tuco para “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966). El resto del reparto se completó con actores secundarios o de televisión pero de gran carisma, de tal forma que para la mayoría su participación en este filme constituyó un espaldarazo definitivo. Steve McQueen interpretó al mujeriego y dicharachero Vin, aunque tuvo verdaderos problemas para incorporarse a la película al negarse el productor de la serie que protagonizaba a ceder sus derechos, finalmente lo consiguió simulando un accidente. Parece ser que a base de acercarse a Sturges logró un mayor peso de su personaje en el filme. Charles Bronson dio vida a O’Reilly, el pistolero mestizo; mientras que James Coburn se encargó del lacónico y taciturno Britt, un papel pensado inicialmente para Sterling Hayden, y a su amigo Robert Vaughn le tocó en suerte el interesantísimo Lee, un pistolero con crisis de identidad. El personaje más desdibujado es el de Harry Luck (Brad Dexter); mientras que Horst Buchholz resulta bastante cargante y sobreactuado como Chico, el papel deseado por McQueen, al intentar emular a Toshiro Mifune en “Los siete samuráis”.


Pero si por algo es recordada la película es por su gran banda sonora compuesta por Elmer Bernstein, a partir de ese momento habitual compositor de filmes del Oeste (“Los comancheros”, “Los cuatro hijos de Katie Elder”, “El gran Jack”, “El último pistolero”). No sólo es una magnífica banda sonora sino que está perfectamente integrada en la película y potencia el carácter épico de la misma. Popularizada por una marca de cigarrillos, se ha convertido por derecho propio en una de las composiciones con la que mejor se identifica el wéstern.


En definitiva, estamos ante una película con un gran poder hipnótico a pesar de sus imperfecciones; siendo prácticamente imposible no quedarse pegado en el sillón al escuchar las primeras notas de la partitura compuesta por Elmer Bernstein, para volver a disfrutar la historia de siete románticos pistoleros jugándose la vida por el placer de la aventura, por volver a ser ellos mismos, por reverdecer un pasado perdido.

Por último, como curiosidades comentaros varias curiosidades:


- Entre Yul Brynner y Steve McQueen surgió una fuerte rivalidad, ya que el segundo, consciente de la oportunidad que le brindaba la película, intentaba continuamente robarle las escenas al primero, sobre todo porque gracias a la serie "Wanted dead or alive" manejaba muchísimo mejor los colts y también montaba mejor a caballo.

- Kurosawa, un gran amante del wéstern y declarado admirador de John Ford, quedó tan satisfecho con el remake que le regaló una katana a Sturges.

- McQueen, Bronson y Coburn volverían a colaborar con Sturges en la cinta bélica “La gran evasión” (1963), uno de los mayores éxitos de su director-productor.

jueves, 23 de febrero de 2017

LA HORA DE LAS PISTOLAS

(Hour of the gun - 1967)

Director: John Sturges
Guion: Edward Anhalt
Intérpretes:
- James Garner: Wyatt Earp
- Jason Robards: Doc Holliday
- Robert Ryan: Ike Clanton
- Jon Voight: Curly Bill Brocius
- Albert Salmi: Octavius Roy

Música: Jerry Goldsmith
Productora: The Mirisch Corporation
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota : 6,5

Wyatt Earp: “Voy a contar hasta tres....puedes disparar al dos....yo esperaré al tres”




Exactamente 10 años después de la grandísima “Duelo de titanes”, John Sturges retoma la historia del duelo de O.K. Corral, pero esta vez arranca dónde acabó la anterior. Es decir, nos cuenta lo ocurrido después del famoso duelo.




Tras el tiroteo, Ike Clanton acaba con Morgan y deja lisiado a Virgil, lo que conducirá a Wyatt a querer vengar a sus hermanos a cualquier precio.



En cuanto al western se refiere, la década de los 50 fue la edad de oro de Sturges. Empezando con “Fort Bravo”en 1953 y culminando con “Los 7 magníficos” en 1960, nos regaló grandísimos films del género: “ El sexto fugitivo”, “Desafío en la ciudad muerta”, “El último tren de Gun Hill” y su, para mí, obra cumbre “Duelo de titanes” (sin olvidarnos de ese western moderno que es esa maravilla titulada “Conspiración de silencio”). Auténticos clásicos a la altura de los más grandes.



Pero la siguiente década, y me sigo refiriendo al western en concreto, no fue tan brillante ni mucho menos. Y en esa falta de brillantez se encuentra el film que hoy nos ocupa. No es una mala película en absoluto, incluso creo que se la suele valorar muy por debajo de lo que merece, pero está muy, muy lejos de los grandes westerns del bueno de Sturges.



Estamos ya en las horas bajas del género y el Spaghetti Western está en pleno auge. De ahí que este film tenga altas dosis de violencia, sin dejar de ser bastante melancólico y crepuscular. Aún no había llegado “El grupo salvaje” de Peckinpah, pero Sturges ya nos enseña más violencia de la que estamos acostumbrados viniendo de Hollywood. 


Y se respira un tono bucólico durante el transcurso de la historia, que llega a su cima al final con la despedida de Wyatt y Doc en el hospital en el que Holliday acabará sus días. 




En el aspecto técnico del film destacan, sobretodo, la perfecta fotografía de Lucien Ballard, habitual de Hathaway (“Los 4 hijos de Katie Elder” o “Valor de ley”) y de Peckinpah (“Duelo en la Alta Sierra” o “Grupo Salvaje) y la magistral B.S.O. del gran Jerry Goldsmith. 



Ballard cumple con creces su cometido, con grandes planos de la árida Arizona y encuadres perfectos de los personajes y las situaciones y Goldsmith le acompaña con una música totalmente integrada con las imágenes que vamos viendo.


No tan bueno es el guión, que decae por momentos e incluso en algunas partes del film nos hace perder interés por la trama la cual, por otra parte, tiene fases mal desarrolladas que hacen perder el hilo de la historia. Aunque todo se desarrolla de una forma más o menos ágil, no consigue atraparte.



En interpretación tenemos una de cal y otra de arena. Por un lado James Garner, actor que a mí me cae extremadamente simpático, pero que no está a la altura de su personaje ni tiene dotes suficientes para sacar todo el partido posible que le ofrecía el papel. Demasiado hierático e inexpresivo y con ausencia del carisma necesario para compensar esa inexpresividad. Le van mejor sus papeles de cowboy desenfadado y simpático (“También un sheriff necesita ayuda” o “Látigo”).



Por el otro lado tenemos al inconmensurable Jason Robards, uno de mis actores favoritos, que llena la pantalla cada vez que aparece. Sin llegar al nivel de su personaje de Cheyenne en “Hasta que llegó su hora” o su Cable Hogue de “La balada de Cable Hogue”, deja su magnífica presencia y “savoir faire” en su interpretación.


Y no puedo dejar de mencionar a uno de los mejores secundarios de Hollywood, el siempre perfecto Robert Ryan. Lástima que este film aparece menos de lo deseable. También tiene un pequeño papel Jon Voight, supongo que de los primeros de su carrera.



En definitiva, un western bastante decente, pero muy lejos de lo que nos tiene acostumbrados Sturges que, aunque dirige más que correctamente, no consigue dotar de “magia” su realización. Y repito que es un film que suele ser, injustamente, más infravalorado de lo que merece.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

DUELO DE TITANES

(Gunfight at the O.K. Corral) - 1957

Director: John Sturges
Guión: Leon M. Uris

Intérpretes:
- Burt Lancaster: Wyatt Earp
- Kirk Douglas: Doc Holliday
- Rhonda Fleming: Laura
- Jo Van Fleet: Kate
- John Ireland: Johnny Ringo
- Dennis Hopper: Billy Clanton

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: Paramount Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 8,5

Doc Holliday: "Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida"

Dirigida por el gran John Sturges (“Los siete Magníficos”, “El último tren de Gun Hill”, etc...) e interpretada por Burt Lancaster (Wyatt Earp), Kirk Douglas (Doc Holliday), Rhonda Fleming (Laura), Jo Van Fleet (Kate), John Ireland (Johnny Ringo) y una de las primeras apariciones de Dennis Hopper (Billy Clanton).



Nos narra, nuevamente, la historia del famoso duelo de O.K. Corral. Y digo nuevamente, pues recordemos que el maestro Ford ya tocó el tema 11 años antes con la gran “Pasión de los Fuertes” (1946).

Aunque Sturges nos brinda una óptica muy diferente sobre el tema, destacando, sobre todo lo demás, uno de los temas que mas me atraen del western (y de la vida real): la Amistad.

Dos hombres solitarios, duros, con sus propios códigos de honor y, aparentemente, completamente antagonistas. Earp, adalid de la ley y la justicia, serio, férreo en sus convicciones, leal a sus principios y tozudo en sus decisiones.

Holliday, ex dentista convertido en pistolero, jugador profesional, bebedor empedernido y atormentado por su conciencia, sarcástico y cínico, pero también leal a sus principios y códigos de honor.

El desarrollo de la película, con un guión excelente de León Uris, va in crescendo, llevándonos poco a poco a través de la relación que se va estableciendo entre los dos protagonistas. Arranca desde una animosidad manifiesta entre Earp y Holliday, entre la ley (por encima de todo) y el fuera de la ley (aunque siempre en “defensa propia”).



Earp salva a Holliday de un linchamiento (aunque no le guste Holliday, su credo en la ley y la justicia le obliga a ello). A partir de ahí, las vidas de los dos se cruzaran constantemente y la vida honrada y ordenada de Earp, se siente atraída por la personalidad atrayente y tan diferente de Holliday. Mientras, éste último está decidido a pagar su deuda por haberle salvado la vida. Pero cuando ésa deuda queda saldada, la amistad ya ha arraigado en ambos hombres y los ha marcado profundamente. Y todo esto queda reflejado en dos escenas increíbles:

La primera, cuando el orgulloso Earp se traga su orgullo y le pide ayuda a Holliday. El duro y solitario agente de la ley, acostumbrado a resolverlo todo sólo y sin ayuda de nadie (y menos de un tipo cómo Holliday) decide recurrir a la única persona en la que confía.


La segunda, cuando Holliday, muy enfermo ya, le dice a Kate: “Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”.

¡¡Espectacular!! Esta frase resume toda le película y, a mí, me pone la carne de gallina...



Y que decir de la interpretaciones de Lancaster y Douglas. Magistrales ambas, en un duelo interpretativo de los mejores que existen en el western y en el Cine en general. Dos de los mas grandes de la pantalla frente a frente y sin que uno supere al otro, mas que en momentos puntuales. Pero, al final, Douglas se lleva el gato al agua ya que está sublime e inunda la pantalla con su presencia.


A destacar tambien la actuación de John Ireland en el papel del enemigo jurado de Doc Holliday, Johnny Ringo.

Las interpretaciones femeninas, correctas sin más. Eso sí, el papel de Rhonda Fleming es, para mi gusto, demasiado importante y nos distrae por un momento de lo que realmente nos interesa. Aunque, por otra parte, nos aporta la visión de la lealtad y el honor de Earp: aunque está completamente enamorado, prefiere cumplir con su deber y perderla a ella.

Otra gran baza de la película es la sublime fotografía de Charles B. Lang (“El hombre de Laramie”, “Los 7 Magníficos”, etc.). Cuidada y elaborada, nos sorprende desde el principio con unos paisajes espectaculares de las llanuras del oeste. Y no olvidemos la música del gran maestro del western: Dimitri Tiomkin (“Rio Bravo”, “El Álamo”...) y, sobre todo, el pegadizo tema central interpretado por Frankie Laine.... ¿qué aficionado al western no conoce ése tema?.

En definitiva, la película es una maravilla del 7º Arte, imprescindible para cualquier aficionado y no solamente del western, sino del Cine.



Y, para mí, lo más importante: la manera de tratar el tema de la Amistad, la Lealtad y el Honor entre dos hombres, entre dos amigos.

“Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”...brrrrrrr, que escalofríos!

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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 8,5

Poco podré añadir, probablemente, a lo que -con sumo acierto- ya ha comentado mi amigo Güido sobre este extraordinario western. Aún así, permitidme que vierta mis humildes impresiones sobre “Duelo de titanes” en este blog porque creo que es justo y necesario confirmar y/o reforzar las palabras de mi colega las veces que sea preciso para que a nadie le quede la menor duda que estamos ante un peliculón como la copa de un pino.

Y aunque lo más fácil sería vertebrar mis argumentos entorno al sublime duelo interpretativo entre Kirk Douglas y Burt Lancaster, al pegadizo tema musical compuesto por Dimitri Tiomkin e interpretado por Frankie Laine, a la impecable fotografía de Charles B. Lang, al impoluto guión de León Uris o a la suntuosa ambientación y puesta en escena de la que hace gala yo creo, francamente, que la clave del éxito de “Duelo de titanes” reside —como bien apunta Maltese— en esa amistad, en esa lealtad a prueba de bombas entre Wyatt Earp (Burt Lancaster) y John ‘Doc’ Holliday (Kirk Douglas). Una amistad que nace, paradójicamente, de cierta animosidad inicial, que va creciendo poco a poco con total y absoluta naturalidad y que llega a su momento culminante cuando Earp le implora ayuda a un abatido Holliday o cuando el propio Holliday se levanta renqueante de la cama la mañana del célebre duelo en OK Corral y pronuncia, ante Kate, una de las frases más conmovedoras de la peli: “Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”.

Así pues permitidme también que reivindique al que coordinó todo ello; al que narró toda esta historia con un pulso y una elegancia encomiables. A John Sturges. Un cineasta al que tradicionalmente siempre se le ha situado un peldañito por debajo de Ford, Hawks, Mann y cia. y que con este pedazo de western (así como con “El último tren de Gun Hill” o “Los siete magníficos”) constata fehacientemente que, de sobras, sabía hacer muy bien su trabajo.