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jueves, 8 de noviembre de 2018

CITA EN SUNDOWN

ESPECIAL CICLO RANOWN (4)
(Decision at Sundown, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Charles Lang

Reparto:
- Randolph Scott: Bart Allison
- John Carroll: Tate Kimbrough
- Karen Steele: Lucy Summerton
- Valerie French: Ruby James
- Noah Beery Jr.: Sam
- John Archer: Doctor John Storrow
- Andrew Duggan: Sheriff Swede Hansen
- James Westerfield: Otis
- John Litel: Charles Summerton
- Ray Teal: Morley Chase

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 6’75

“Usted estuvo casado pero jamás tuvo una verdadera esposa. ¿Cómo puede vengarse de algo que jamás ha tenido?” Ruby James a Bart Allison haciéndole comprender la mentira en la que ha vivido durante los tres últimos años.


ARGUMENTO: Bart Allison y su amigo Sam se encaminan a Sundown para acabar con la vida de Tate Kimbrough responsable del suicidio de la mujer de Bart. Una vez allí se encontrarán con que Tate se ha convertido en el cacique del lugar, por lo que sus planes se complicarán.



Tercera entrega del ciclo Ranown producida por la Scott-Brown Production y dirigida por Budd Boetticher en la que el hasta ahora habitual Burt Kennedy fue sustituido por el escritor Charles Lang Jr.



“Cita en Sundown” se distingue de los dos wésterns anteriores del ciclo Ranown porque no se desarrolla en exteriores sino que se trata de un wéstern urbano que respeta la unidades de tiempo, al desenvolverse la trama en tan sólo unas horas, y de lugar, puesto que salvo la secuencia inicial el resto de la película tiene como escenario las tres calles de la ciudad y cuatro edificios: el saloon, la iglesia, la casa de los Summerton y un corral en el que se refugian los protagonistas durante la mayor parte del metraje, con lo que se acentúa el carácter opresivo del filme.



A pesar de esta diferencia, Boetticher recupera en esta película el tema de la venganza a través de la figura de Bart que al igual que el Ben Stride de “Tras la pista de los asesinos” busca incansablemente al responsable de la muerte de su mujer. Nos encontramos de nuevo con un individuo solitario, pero al contrario de los héroes de las dos películas anteriores del ciclo, Bart es un neurótico que, roto por el dolor provocado por la pérdida del ser amado, ha transformado la realidad y vive en una mentira, negándose aceptar los hechos tal y como sucedieron. Un hombre desagradable, tozudo, egoísta y al borde de la enajenación capaz de embarcar a su mejor, y posiblemente único amigo, en una peligrosa aventura sin explicarle las razones de la misma y de golpearle cuando este intenta mostrarle cuál es la verdad. Así un inteligente guion nos irá revelando, fundamentalmente a través de las conversaciones mantenidas por Sam, que la mujer de Bart le había sido infiel con varios hombres, siendo Tate tan solo el último.



Junto con esta premisa y perfectamente ensamblada nos encontramos con la otra línea argumental de la película, ya que el pueblo está controlado por Tate, convertido en el gran cacique ante la pasividad dolosa de sus habitantes. Incluso el sheriff no es más que un esbirro pagado por el déspota y al servicio de sus intereses.



Así, a través de los ciudadanos de Sundown, Boetticher construye un filme enormemente pesimista sobre el ser humano en el que resalta su cobardía e indiferencia ante las injusticias, al anteponer la seguridad a la libertad. Para ello se vale, en uno de los grandes aciertos de la película, de una rica galería de secundarios.




Tate, el antagonista de Bart, es un hombre despótico pero su poder es frágil y se basa más en la indolencia y apatía de los ciudadanos de Sundown que en su fortaleza. De hecho comprobará cómo con la llegada de Bart su imperio se desmorona rápidamente. Boetticher, al igual que en otros filmes del ciclo, se esfuerza por humanizarlo, engrandeciéndolo en la escena final. Estamos ante un mujeriego, amante de la buena vida, que se debate entre dos amores: el de Lucy, el más conveniente para sus intereses, y el de la “corista” Ruby. Triángulo que da lugar a una subtrama de corte melodrámatico bastante floja y desequilibrada, ya que mientras el personaje de Lucy, interpretado por una estupenda Karen Steele (1), es bastante tópico y apenas incide en la trama, aunque será una de las primeras personas que intente hacerle comprender a Bart su error, siendo agredida por él; Ruby James, interpretada con acierto por Valerie French, es un personaje fascinante y con una gran importancia en el desarrollo de la historia. Fiel hasta el final a Tate, a pesar de estar a punto de casarse con Lucy, tomará una decisión arriesgada con la que cambiará el destino del cacique y será quien, por fin, haga entrar en razón a Bart. 




Junto a ellos aparece, como ya señalé, un puñado de secundarios magníficamente perfilados. Charles Summerton, padre de Lucy, símbolo de la pérdida del respeto y la dignidad de la población de Sundown al consentir la boda de su hija con Tate por intereses personales. Morley Chase, un ranchero que muestra su desagrado por la situación existente pero es incapaz de enfrentarse al cacique para acabar con la situación. Swede Hanson, un vulgar matón vendido a Tate quien le ha entregado la estrella de latón. Otis, el barman, con una visión poco edificante del ser humano porque como le señala al doctor: “Doc, si hubiera estado sirviendo en un bar como yo no esperaría usted tanto de la raza humana”. Sam, interpretado por un excelente Noah Beery Jr y protagonista de las escasas escenas cómicas del filme, el amigo leal y noble de Bart que intentará hacerle entrar en razón, lo disculpará en todo momento y permanecerá junto a él a pesar de haber sido golpeado por su camarada. Y John Storrow, el doctor del pueblo, uno de los escasos personajes con conciencia en Sundown y decisivo, a través de un inteligente discurso, en la reacción de los habitantes del pueblo al haberlos enfrentado con sus propias miserias.





Sin duda, la película es una de las más desoladoras del ciclo con un final imprevisible, original, duro y amargo en el que vemos a Bart, involuntario elemento catalizador de la revuelta popular contra Tate, emborracharse para, después, salir del pueblo y perderse en la nada mientras el doctor comenta: “Sí, cambió las cosas para todo el mundo en la ciudad. Pero por desgracia no hay nada que podamos hacer por él”. Es un hombre que lo ha perdido todo al enfrentarse a la realidad, incluso un pasado que nunca fue como él tenía idealizado, un época mitificada en cuyo recuerdo había basado su existencia. Estamos ante un individuo con un profundo desgarro en su interior, simbolizado en la herida de su mano, al que no le queda ningún motivo para seguir vivo tras haber estado engañándose durante los tres últimos años, y que ni tan siquiera ha tenido la satisfacción, aunque mínima, de llevar a cabo su venganza. De hecho uno de los personajes al principio de la película advierte de manera premonitoria que: “Cuando un hombre busca su venganza, está tan obcecado por ella que rara vez puede cumplir su deseo”.



“Cita en Sundown” es un filme irregular pero cuenta con un último tramo modélico que lo sitúa por encima de la media de este tipo de productos, aunque no llegue al nivel de las dos primeras entregas del ciclo.

(1) Karen Steele, recordada por su papel en “Marty” (Delbert Mann, 1955) y por aquellos años unida sentimentalmente a Budd Boetticher, participó en tres títulos del ciclo Ranown, la película objeto de esta reseña,  Nacida en el Oeste” (1959) y “Cabalgar en solitario” (1959). Igualmente rodó bajo la dirección de Budd Boetticher el excelente noir “La ley del hampa” (1960), pero su carrera se desarrolló básicamente en la televisión.


martes, 30 de octubre de 2018

LOS CAUTIVOS

ESPECIAL CICLO RANOWN (3)
(The tall T, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Pat Brennan
- Richard BooneFrank Usher
- Maureen O’SullivanDoretta Mims
- Arthur HunnicuttEd Rintoon
- Skip HomeierBilly Jack
- Henry SilvaChink
- John HubbardWillard Mims
- Robert BurtonTenvoorde

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“Un hombre debe tener algo propio, algo que le pertenezca, algo de lo que sentirse orgulloso”. “A veces no tienes elección” Conversación entre Pat Brennan y Frank Usher, en la que el bandido le confiesa estar cansado de su vida.


ARGUMENTO: Pat Brennan, un ranchero con dificultades económicas, tras perder su caballo en una apuesta es recogido por la diligencia, conducida por su amigo Ed, en la que viaja el matrimonio Mims. Al llegar a la posta más cercana son asaltados por la banda de Frank, quien, al enterarse de la identidad de Doretta Mims y después de asesinar a Ed, pedirá un rescate de 50.000 dólares a su padre. A partir de ese momento Pat y Doretta deberán aliarse para poder salvar sus vidas.


Randolph Scott quedó plenamente satisfecho con el resultado de “Tras la pista de los asesinos” (1) por lo que decidió producir junto con Harry Joe Brown, a través de la compañía Scott-Brown Production, su siguiente wéstern en el que volvió a contar con Budd Boeticher en la dirección y Burt Kennedy en el guion, aunque en esta ocasión adaptó un relato breve del gran escritor Elmore Leonard (2) aparecido en 1955 en la revista Argosy y recientemente editado por Valdemar en su indispensable colección Frontera. Además se aseguró de la distribución de la película por parte de la Columbia, compañía en la que había desarrollado gran parte de su carrera.


Si en “Tras la pista de los asesinos” se abordaban la venganza y la codicia en su condición de motores de la conducta humana, esta película se centra en temas como el fracaso vital y, sobre todo, la soledad. Estamos, pues, ante un filme introspectivo en el que los memorables diálogos adquieren tanta importancia o más que las escenas de acción, por otra parte, de una gran crudeza para la época.

Boetticher estructura el filme en dos partes claramente diferenciadas.


Una larga introducción con un tono ligero, amable, en el que hay lugar incluso para la comedia, y con un aire costumbrista (Brennan compra unos caramelos al hijo del dueño de la posta, más tarde charla con su amigo Ed del futuro representado en la eminente llegada del ferrocarril y por último le vemos sentado con un calcetín roto). En este tramo del filme conoceremos a parte de los personajes que protagonizarán el drama posterior.


Pat Brennan, al que da vida Randolph Scott que durante toda la introducción se muestra algo desubicado y fuera de sus registros habituales con una sonrisa forzada y perenne, es un cowboy que, a pesar de su actitud, ha sufrido el desengaño producido por el trato injusto de su anterior jefe lo que lo llevó a independizarse, encontrándose en estos momentos en una situación económica delicada. Se trata de una persona profundamente individualista y solitaria como se muestra en la escena inicial cabalgando sin compañía y en la posterior charla con el dueño de la posta que frente a su defensa de la soledad le comenta respecto a su situación: “Un hombre no debe pudrirse solo en un lugar así, Pat. Es antinatural”. Estamos ante un individuo tan inteligente como diestro con las armas y será precisamente a través de su intelecto como logrará salvar su vida y la de Doretta. Primero creando la desconfianza entre los forajidos y provocando las primeras fisuras en el escasamente cohesionado grupo, después utilizando los encantos de la señora Mims (al igual que en el anterior filme del ciclo la pulsión sexual está muy presente) y posteriormente utilizando el truco de engañar a otro de los bandidos respecto a los disparos efectuados.


Doretta Mims, interpretada por una adecuada Maureen O’Sullivan (3), es la hija de uno de los hombres más acaudalados de la región y vive marcada por la frustración de no haber sido el vástago que su padre siempre quiso. De carácter introvertido y no demasiado agraciada sufre las consecuencias de una sociedad que reserva a la mujer un solo rol, el de esposa y madre de sus hijos. Todo ello la ha llevado a desposarse con el único hombre que se ha fijado en ella, de tal forma que terminará reconociendo durante su cautiverio a Pat que se casó para evitar estar sola.


Willard Mims, un arribista que ha encontrado en Doretta la posibilidad de su anhelado ascenso social. Envarado y prepotente mostrará los verdaderos rasgos de su carácter, el egoísmo y la cobardía, con el secuestro.


Estos tres personajes vivirán una pesadilla en la segunda y más larga parte de la película, cuyo tono cambia bruscamente. Tramo presidido por la violencia y la tensión creada por el encuentro de los protagonistas con la banda de Frank, en la que Boetticher nos ofrece una mirada personalísima del Far-West alejada de la visión de los grandes directores clásicos. Un Oeste salvaje, brutal, despiadado y sin posibilidad de redención para bandidos como Frank.


Y este personaje es sin duda uno de los grandes aciertos del filme, no sólo por estar interpretado por un excelente Richard Boone, sino también porque nos encontramos ante uno de los villanos más fascinantes, complejos, singulares y originales vistos hasta entonces en un wéstern. Un forajido ambiguo, caracterizado por su rudeza y crueldad pero al mismo tiempo orgulloso de no haber matado personalmente a un hombre en su vida y capaz de mostrar su lado más delicado con Doretta. Parece que con Frank el tándem Boetticher-Kennedy quiso mostrarnos la delgada línea que separaba el bien y el mal en el Lejano Oeste, al presentarnos a un hombre devenido en bandido por una serie de decisiones erróneas que encontrará en Patt a un fiel reflejo de su personalidad, además de atisbar en él lo que podría haber llegado a ser su vida; por lo que desde el primer momento le mostrará su respeto y llegará a reconocer que le cae bien. Incluso se sincerará con el cowboy, como si fuese un viejo amigo, en una extraordinaria escena en el que le confesará que: “Billy Jack y Chink me fastidian. A veces tengo la impresión de estar solo. Siempre hablando sobre el mismo tema, las mujeres y la bebida. No soy un puritano, pero le cansa a uno oir lo mismo a todas horas. Se acaba realmente asqueado”. Un individuo que en el fondo tan solo anhela tener un rancho y una compañera y que, comprendiendo su derrota total y la imposibilidad de poder cumplir sus sueños, se inmola en una carga suicida enfrentándose contra Brennan, el único al que considera digno de acabar con él.


Junto a él, Henry Silva, en su debut en el género, interpreta a Chink un pistolero psicótico capaz de asesinar a hombres desarmados, mujeres e, incluso, niños. Papel repetido frecuentemente por el actor dado su peculiar rostro. Y Skip Homeier, habitual en este tipo de productos en la década de los cincuenta, que da vida a Billy Jack un pistolero algo inexperto e inmaduro pero igualmente peligroso.


Con estos seis personajes Boetticher, a pesar de estar rodada en su totalidad en exteriores, filma una segunda parte claustrofóbica y modélica en relación con la tensión creciente y la violencia contenida en sus imágenes, ambientando este tramo prácticamente en un único escenario natural rodeado de rocas, metáfora del cautiverio existencial de los protagonistas. Cautiverio del que al final de la película parecen liberarse Pat y Doretta, dos seres solitarios unidos en el otoño de sus vidas.


(1) El prestigioso crítico André Bazin calificó la película, de forma entusiasta y para mí algo exagerada, como el mejor wéstern que había visto después de la guerra.

(2) Elmore Leonard (1925-2013) es uno de los grandes escritores noir, hecho que, quizás, haya eclipsado su extraordinaria producción literaria ambientada en el Far-West con títulos como las novelas “Hombre”, llevada a la pantalla grande por Martin Ritt en 1967 con Paul Newman en el papel estelar; “Que viene Valdez”, cuya versión para el cine fue rodada en España y protagonizada por Burt Lancaster en 1971; y el relato corto “El tren de las 3:10 a Yuma”, que cuenta con una memorable adaptación de Delmer Daves en 1957 con Glenn Ford y Van Heflin en los papeles estelares, y un innecesario remake de 2007 perpetrado por James Mangold. Ambas novelas y el relato también han sido editadas por Valdemar en su imprescindible colección Frontera.

(3) Maureen O’Sullivan, madre de la también actriz Mia Farrow, a pesar de su dilatada carrera será siempre recordada por las seis entregas en las que encarnó a Jane la compañera de Tarzán-Weissmuller, inolvidable personaje creado por la pluma de Edgar Rice Burroughs.

jueves, 25 de octubre de 2018

TRAS LA PISTA DE LOS ASESINOS



ESPECIAL CICLO RANOWN (2)
(Seven men from now, 1956)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Ben Stride
- Gail Russell: Annie Greer
- Lee Marvin: Bill Masters
- Walter Reed: John Greer
- John Larch: Payte Bodeen
- Don “Red” Barry: Clete
- Fred Graham: Henchman
- John Beradino: Clint
- Chuck Roberson: Mason
- Stuart Whitman: Teniente Collins

Música: Henry Evers
Productora: Batjac Productions.  (USA)

Por Jesús Cendon. NOTA: 7’5

”La tierra se llenará de hombres cuando Stride pase por aquí”. Bill Masters a Payte Bodeen y sus hombres, implicados en el robo a la Wells Fargo, advirtiéndoles de la sed de venganza de Ben y su deseo de acabar con todos ellos.



ARGUMENTO: Ben Stride, antiguo sheriff de Sliver Spring, persigue incansablemente a los siete forajidos responsables del asesinato de su esposa en el asalto perpetrado en la oficina de la Wells Fargo. En su camino se encontrará con el matrimonio Greer, de viaje a California, y con Bill Masters, antiguo conocido de Ben, quien pretende adueñarse del producto del robo a la compañía.



En la fructífera unión entre Budd Boetticher, Randolph Scott y Burt Kennedy jugó un papel decisivo John Wayne al poseer los derechos del guion de “Tras la pista de los asesinos” a través de la Batjac (1). Su intención era, además de producirla, interpretar la película, pero su compromiso con John Ford para protagonizar “Centauros del desierto” le llevó a recomendar a Boetticher tanto a Scott como a Gail Russell (2), con quien había trabajado en “El ángel y el pistolero”, película igualmente producida por Wayne y dirigida por James Edward Grant en 1947.



El resultado es de todos conocido, un gran wéstern y el primero de uno de los ciclos más sugerentes de este género, en el que se aborda el tema de la búsqueda a través de los cuatro personajes principales de la película.



Ben Stride, interpretado por un impasible Randolph Scott, es un individuo mortificado por el asesinato de su esposa al sentirse responsable; ya que fue su negativa, por orgullo, a ejercer como alguacil tras haber perdido las elecciones  a sheriff de la ciudad la que llevó a su esposa a emplearse en la oficina de la Wells Fargo donde encontró la muerte. Busca incansablemente a los asesinos de su mujer para saciar su sed de venganza y como elemento de catarsis que lo libere de sus sentimientos de culpa.

El matrimonio Greer que, en busca de un futuro mejor y para superar sus problemas, no duda en iniciar un viaje tan esperanzador como incierto hacia California.



Mientras que Bill Masters (un impresionante Lee Marvin que dota a su personaje de una gran ambigüedad, además de un cierto atractivo) busca los 20.000 dólares producto del robo a la Wells Fargo. Su codicia, fruto de la necesidad, es fielmente plasmada por Boetticher en el último plano que muestra a Bill abrazando la caja con el contenido del robo.



Todo ello es narrado a través de un gran guion con alguna sorpresa respecto a las verdaderas motivaciones de los protagonistas, en el que la información al espectador se va dosificando y los personajes se caracterizan por su ambigüedad moral.





Así el carácter dual de Ben Stride se nos revela en las dos primeras secuencias del filme. En la magistral escena inicial, con una noche tomentosa símbolo de su carácter explosivo, nos muestra su lado más oscuro al acabar a sangre fría con dos de los forajidos; mientras que en la siguiente aparece su perfil más altruista al ayudar, primero, y prestarse a acompañar, después, al matrimonio Greer; reflejo aparente de la felicidad perdida por Ben tras la muerte de su mujer.



Lo mismo ocurre con Bill, un pistolero y antiguo conocido de Ben, cuyas motivaciones el espectador llega a entender; con una Annie Greer atraída desde el primer momento por Ben, quien le negará un beso de despedida a pesar de los sentimientos que comienza a florecer en su interior (extraordinaria por su sutileza la secuencia del baño de Annie); y con su marido, un hombre débil pero capaz de un último acto suicida y redentor.





El filme cuenta con escenas memorables. Destacando la del intento de seducción de Annie, en presencia de Ben y su marido, por parte de Bill revelando otro episodio del pasado del exsheriff poco edificante, y en la que de nuevo Boetticher se sirve de una noche tormentosa para acrecentar la tensión. Y los tres enfrentamientos finales (el de Ben con dos hombres de Payte, el de Bill con Payte y Clete, y el final entre Ben y Bill) enmarcados en el mismo paisaje rocoso que cobra un gran protagonismo. Son tres escenas magistrales perfectamente planificadas y montadas que culminan con el inevitable y esperado duelo entre los dos protagonistas rodado de forma original al no ver el espectador disparar a Ben (se ha comentado que Boetticher tuvo que hacer de la necesidad virtud al no ser muy rápido Scott desenfundando su revólver).



A la película, a pesar de su escasa duración, no le falta tampoco la denuncia de la situación de los pieles rojas obligados a tomar el hacha de guerra para no morir de hambre; y cuenta con un final relativamente esperanzador al atisbarse la posibilidad de rehacer la vida por parte del protagonista, quien decide ahora ocupar el cargo de alguacil y deja en suspenso una posible relación con Annie; aunque, como simboliza su cojera fruto de un disparo, las heridas en el alma siempre permanecen. 



(1) A partir de la década de los cincuenta John Wayne potenció su labor como productor. Así en este género, además de la película reseñada, se embarcó con su productora Batjac en títulos como “Hondo” (1953), vehículo pensado para ser protagonizado por Glenn Ford quien declinó la oferta por su mala relación con John Farrow; “El rostro de la pantera” (1954) protagonizado por Robert Mitchum y dirigido por William Wellman al que Wayne dio carta blanca tras haber quedado plenamente satisfecho con el rodaje de “Escrito en el cielo”; “Matar a un hombre” (1956), primer wéstern dirigido por Andrew Victor McLaglen interpretado por su amigo James Arness; “Caravana del Oeste” (1958), un wéstern menor con Victor Mature al frente del reparto; o la monumental “El Álamo” (1960).

(2) Gail Russell moriría a los treinta y seis años víctima del alcoholismo. De hecho las huellas de su adicción se aprecian en la película.

jueves, 18 de octubre de 2018

ESPECIAL CICLO RANOWN (1)



Por Jesús Cendón.

Con el curioso nombre de ciclo Ranown se conoce al conjunto de siete wésterns dirigidos por Budd Boetticher e interpretados por Randolph Scott entre 1956 y 1960. La denominación se tomó de la productora fundada por el actor y por el productor Harry Joe Brown bautizada de esa forma al tomar las tres primeras letras del nombre del intérprete y las tres últimas del apellido del productor. Sin embargo, la pareja tan sólo produjo, contando con la distribución de la Columbia, cinco de los siete wésterns y tan sólo en los dos últimos aparece como tal la productora. En cuanto a los otros dos filmes, cabe señalar que el primero de la serie fue un proyecto de la Batjac de John Wayne, mientras que en el quinto, quizás el menos Ranown de todos, se implicó la Warner Brothers.


En todo caso las películas presentan unas características comunes y fueron el fruto de la unión artística de Randoplh Scott y Bud Boetticher cuya primera colaboración databa de 1943 con “Los desesperados”, filme de Charles Vidor en el que Boetticher ejerció como ayudante de dirección y contó, precisamente, con la producción de Harry Joe Brown para la Columbia.

Detengámonos pues, aunque someramente, en la carrera cinematográfica de los creadores de esta serie de wésterns.


Si a algún actor se le puede calificar como estrella del wéstern serie b es sin duda a Randolph Scott (1898-1987). Interprete con evidentes limitaciones, buscó a lo largo de su fructifera carrera a directores que se adaptaran a su forma de actuar, por lo que su trayectoria cinematográfica se caracteriza por los distintos ciclos de películas en los que formó tándem con un único realizador. Así rodó bajo la ordenes de Henry Hathaway siete películas entre 1932 y 1934; con Ray Enright cinco en el período 1942-1948, siendo la más recordada “Los usurpadores” que le reunió con Marlene Dietrich y John Wayne; otros siete fueron los títulos rodados con Edwin L. Marin entre 1946 y 1951, entre los que destacan “Colt 45” y “Fort Worth”; mientras que con André De Toth colaboró en seis ocasiones en apenas cuatro años (1951 a 1954), siendo el resultado filmes de la calidad de “Carson City”, “La última patrulla” o “El cazador de recompensas”.

Budd Boeticher (1916-2001), al igual que otros directores como Sam Fuller, se caracterizó por su inconformismo y la defensa a ultranza de su independencia. Era un auténtico aventurero y hombre de acción que practicó el rugby, el boxeo e, incluso, ejerció como torero profesional en México (1). Una vez instalado en Hollywood no dudó en cuestionar el sistema impuesto por las major y se vio relegado a producciones de bajo coste.

No creo que se le pueda comparar con los grandes directores del género pero lo que sí pienso que se puede afirmar sobre sus wésterns es que fueron fundamentales para el desarrollo y evolución del género, situándole en un estadio intermedio entre los clásicos y los directores más modernos como Sam Peckinpah y Clint Eastwood en EEUU o Sergio Leone en Europa.

Junto al ciclo Ranown, que le valió el reconocimiento de la crítica francesa con un entusiasta André Bazin a la cabeza aunque no tanto en los EEUU, Boetticher rodó tres wésterns notables en la década de los cincuenta: “Horizontes del Oeste” (1952), una historia cainita ambientada en los EEUU inmediatamente después de la Guerra de Secesión que contó con un gran trabajo de Robert Ryan; “Traición en Fort King” (1953); original wéstern ambientado en Florida con los indios seminolas como protagonistas en la que volvió a colaborar como en la película anterior con Rock Hudson además de con su amigo Anthony Quinn; y “El desertor de El Álamo” (1953), un wéstern profundamente moral protagonizado por Glenn Ford (2).

Junto a Scott y Boetticher otros dos nombres fueron decisivos en el ciclo.

Por una parte el citado Harry Joe Brown (1890-1972), amigo personal de Randolph Scott desde la década de los treinta, con el que fundó primero la Scott-Brown Production y posteriormente la Ranown, además de ser el responsable de la mayoría de los wésterns rodados por el actor para la Columbia (3).

Y por último, el guionista Burt Kennedy (1922-2001) que colaboró en cuatro de los siete títulos del ciclo (para mí los mejores). Extraordinario escritor, además de los libretos para los filmes del ciclo, escribió los guiones de dos de los tres wésterns dirigidos por Gordon Douglas con un Clint Walker en pleno apogeo (4) como protagonista (“Quince balas” de 1958 y “Emboscada” de 1959), y el de “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), uno de los mejores wésterns protagonizado por Audie Murphy que presenta semejanzas con las películas integradas en el ciclo Ranown, sobre todo con “Estación Comanche”.

A comienzos de los sesenta comenzará a dirigir tanto sus propios guiones como los de otros escritores, pero sus filmes como realizador, a pesar de contar con estrellas de la talla de John Wayne, Robert Mitchum, Kirk Douglas o Henry Fonda, adolecen de irregularidad; no estando generalmente bien compensadas las escenas drámaticas y las cómicas en la mayoría de sus wésterns, de entre los que sin duda sobresale “Ataque al carro blindado” (1967).

Pero volvamos a las películas objeto de esta reseña e intentemos desentrañar los elementos comunes existentes en la mayoría de ellas.


- Son producciones modestas, de escaso presupuesto si bien asociados a las mismas figuran grandes técnicos. Nos encontramos por tanto con los comúnmente denominados wésterns de serie b y de hecho fueron acogidos con mayor entusiasmo en Europa que en los EEUU. Como consecuencia de las limitaciones presupuestarias los filmes se caracterizan por su austeridad y concisión narrativa. Así, son películas que introducen la historia de forma directa, sin preámbulos salvo alguna excepción como “Los cautivos”, en las que parece no sobrar nada y que contienen los planos indispensables, como si Boetticher hubier aprendido la lección recibida de John Ford con “El torero y la dama” (5). Igualmente debido a los exiguos presupuestos manejados, incluso Randolph Scott rebajó enormemente su caché, los filmes se rodaron en tiempo record, dos o tres semanas, y su duración no llega a los ochenta minutos; además de contar con escasas localizaciones.


- Los mejores títulos de la serie son wésterns de itinerario al narrar la historia de un viaje (6), tanto físico como moral, en el que la naturaleza juega un papel fundamental; de tal forma que las películas del ciclo Ranown se identifican con el paisaje rocoso de Lone Pine en California al igual que el cine de Ford quedó definitivamente ligado al Monument Valley.


Como excepción nos encontramos con “Cita en Sundown” y “Buchanan cabalga de nuevo” al tratarse de wésterns urbanitas. En estos filmes, frente a la pureza de la naturaleza, se nos muestra una sociedad corrupta controlada y sojuzgada por oligarcas que ejercen su poder de forma despótica. En ambos casos el protagonista, aunque le muevan intereses personales y sea de forma involuntaria, se convertirá en el revulsivo para acabar con esta situación.


- La mayor parte de los wésterns que componen el ciclo son historias que abordan temas como la venganza (7), la codicia ligada a la pobreza, la imposibilidad de recuperar un pasado perdido, la búsqueda a menudo imposible de la redención, el peso de un pasado trágico como condicionante del presente o la delgada línea que separa el bien del mal en un marco geográfico hostil. Temas en los que está presente el gusto por la tragedia por parte de Boetticher, dotando a los filmes de cierto aire crepuscular al que contribuyó, por su edad, el propio Randolph Scott.


Al mismo tiempo, al desarrollar estos temas, el director nos da una visión profundamente escéptica e incluso, en alguna películas, pesimista del Far-West y por extensión del ser humano.

Estamos, por tanto, ante películas reflexivas en las que son tan importantes las escenas de acción como aquellas en las que conversan los protagonistas, a través de las cuales conoceremos su forma de pensar, sus deseos, sus anhelos y las razones que motivan su comportamiento.


- Como consecuencia de esta visión y de las cuestiones tratadas, los principales personajes suelen ser complejos, cargados de matices y en absoluto estereotipados.

El protagonista es un hombre solitario (8), individualista, con un pasado que lo atormenta y cuya forma de actuar se debe a oscuras motivaciones, Nos encontramos ante un individuo hosco, lacónico, a veces desagradable e, incluso, en algunos filmes como “Cita en Sundown” con graves desequilibrios sicológicos. Un hombre que, probablemente, nunca hallará de forma definitiva la paz y que en varios de los wésterns integrantes de este ciclo vivirá anclado en el presente, con un pasado perdido irremediablemente, sin ningún futuro y condenado a vagar de forma errática el resto de sus días.

Igual de atípicos suelen ser los antagonistas del héroe. Personajes a los que Boetticher se esfuerza por entender, humanizándolos ante nuestros ojos al presentárnolos como, al igual que el protagonista, víctimas de una época y un país salvajes y violentos. De esta forma, Boetticher se esmera en mostrarnos las motivaciones de su comportamiento y en darnos a conocer su perfil más delicado; asi como sus temores, sus dudas y sus debilidades. Tal es así que incluso en dos filmes de la saga Boetticher permite que permanezcan con vida (9). 



Por último, los personajes femeninos se suelen caracterizar por su fortaleza y son fundamentales, con su ausencia o su presencia, para el desarrollo de la trama.

Para finalizar con respecto a las reseñas de las películas integrantes de este ciclo os comento que he respetado el orden de su estreno; aunque conforme señaló Boetticher en una entrevista publicada en Nickel Odeon el orden correcto sería el siguiente: “Tras la pista de los asesinos”, “Cita en Sundown”, “Los cautivos”, “Nacida en el Oeste”, “Buchanan cabalga de nuevo”, “Cabalgar en solitario” y “Estación Comanche”.




(1) Su pasión por la tauromaquia la plasmó en tres filmes: “Bullfighter and the lady” (1951), también producido por la compañía de John Wayne y recientemente editado en DVD, en el que precisamente narraba la historia de un torero norteamericano en México interpretado por Robert Stack; “Santos el Magnífico” (1955) que, protagonizado por Anthony Quinn, relataba la relación entre dos toreros, uno veterano y experimentado y otro joven e inexperto; y “Arruza” (1972) biografía novelada del gran torero Carlos Arruza en la que invirtió siete años y fue un auténtico desastre, marcando el declive definitivo de su carrera. Curiosamente su primer trabajo en Hollywood fue el de asesor, sobre todo de Tyrone Power, en “Sangre y arena”, drama ambientado en el mundo de los toros dirigido por Rouben Mamoulian en 1941.

(2) Boetticher también destacó en otros géneros, sobre todo en el noir con dos grandes filmes: “El asesino anda suelto” (1956), mixtura entre el noir y el thriller que contenía una descarnada reflexión sobre el American Way of Life; y “La ley del hampa” (1960), uno de sus mejores filmes comparable en calidad con los más destacados del ciclo Ranown, sobre el gánster Jack “Legs” Diamond.

(3) La presencia de Harry Joe Brown en el ciclo parece que fue testimonial. Incluso la Columbia quiso prescindir de él, hecho al que se negaron tanto el actor como el director.

(4) Con sus casi dos metros de altura, el actor Clint Walker gozó de gran popularidad gracias a la serie “Cheyenne” de la que se rodaron 108 episodios entre 1955 y 1962. Dentro de este género también se le pudo ver protagonizando tres películas firmadas por Gordon Douglas, las dos citadas anteriormente más la inédita en España “Oro de los Siete Santos” (1961), y las muy inferiores “Tierra de alimañas” (Joseph Pevney, 1966), “Más muerto que vivo” (Robert Sparr, 1962), “Sam Whisky” (Arnold Laven, 1969) y el eurowéstern “El desafío de Pancho Villa” (Eugenio Martín, 1972).

(5) Para este filmé Boetticher contó como montador de lujo con John Ford quien cortó aproximadamente cien metros de película, el equivalente a unos cuarenta minutos.

(6) Según afirmaba Boetticher: “La mejor manera de conocer el lejano Oeste es viajando a través del mismo.”

(7) El propio Boetticher manifestó que sus películas con Randolph Scott contaban la misma historia con pequeñas diferencias, la búsqueda por parte de un hombre del asesino de su mujer.

(8) En varios de los wésterns el director remarca la soledad e insignificancia del héroe presentándonoslo en una primera escena mediante una panorámica que nos lo muestra cabalgando y sin compañía. Incluso el título de dos filmes de la serie hace hincapié en este hecho: “Buchanan rides alone” y “Ride lonesome”. Para algunos críticos tanto la soledad como la fragilidad de los protagonistas del ciclo Ranown simbolizarían la situación de Boetticher frente a la industria cinematográfica de los EEUU.

(9) El personaje interpretado por Pernell Roberts en “Cabalgar en solitario” fallecía en su enfrentamiento con el héroe en el libreto escrito por Burt Kennedy, pero Boetticher cambió el final argumentando que un forajido tan concienciado por conseguir el indulto y cambiar su forma de vida se merecía una segunda oportunidad. Mientras que en “Cita en Sundown” Tate Kimbrough, interpretado por John Carroll, tan sólo fue uno más de los amantes de la fallecida esposa de un desequilibrado Bart Allison por lo que no se le podía culpar del suicidio de esta y conseguía salvar su vida in extremis gracias a la intervención desesperada de Ruby, su actual “amiga”.