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jueves, 22 de septiembre de 2016

EL DÍA DE LOS TRAMPOSOS

(There was a crooked man) - 1970

Director: Joseph L. Mankiewicz
Guion: David Newman y Robert Benton

Intérpretes:
-Kirk Douglas: (Paris Pitman)
-Henry Fonda: (Woodward W. Lopeman)
-Hume Cronyn: (Dudley Whinner)
-Warren Oates: (Floyd Moon)
-Burgess Meredith: (The Missouri Kid)
-Michael Blodgett: (Coy Cavendish)

Música: Charles Strouse
Productora: Warner Bros Pictures
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Pitman a Lopeman: Todo el mundo sabe ya lo de mis 500.000 dólares... ¿Usted también?




SINOPSIS: Arizona, 1883. Paris Pitman (Kirk Douglas) es un ladrón que, junto a otros condenados, ingresa en una prisión federal en medio del desierto para cumplir una pena de 10 años de trabajos forzados. Desde un primer momento vivirá con la obsesión de fugarse y recuperar los 500.000 dólares que robó y enterró en el desierto. Para ello, no tardará en lograr el apoyo de varios presos y en ganarse poco a poco la confianza de Woodward W. Lopeman (Henry Fonda), el nuevo alcaide.


“El día de los tramposos” no es, de entrada, un western al uso. Para empezar, tiene tanto de western como de comedia. Una peligrosa combinación que (al menos para mí) no siempre acostumbra a fructificar como es debido y que —en este caso, sin embargo— funciona fantásticamente bien. Aún así, tampoco lleva la firma de ningún especialista en el género.





Me estoy refiriendo, obviamente, a realizadores tipo Ford, Hawks, Mann, Daves o Sturges. La firma Joseph L. Mankiewicz. Un cineasta que, pese a su enorme e indudable talento (“El fantasma y la Sra. Muir”, “Eva al desnudo”, “Julio César”, “La condesa descalza”, “Cleopatra”, “La huella”), contaba, en ese momento, con un pequeño handicap: jamás había rodado un western. Pese a todo, Mankiewicz salió bien parado. Muy bien parado, diría yo. Y no creo que fuera simple casualidad que se despidiera del séptimo arte con dos auténticos peliculones: el que hoy nos ocupa —“El día de los tramposos” (1970)— y “La huella” (1972). 




Naturalmente, no todo es mérito de Mankiewicz en esta peli. Y es que al extraordinario guión de David Newman (“Bonnie & Clyde”, “Superman”) y Robert Benton (“Bonnie & Clyde”, “Kramer contra Kramer”) hay que añadirle, para ser justos, el pegadizo tema musical de Charles Strouse y la espléndida fotografía de Harry Stradling Jr. (“Pequeño gran hombre”, “Muerde la bala”). Pero si algo hay en “El día de los tramposos” que, a mi juicio, destaca por encima de todo lo demás son sus personajes. Empezando por el pícaro Paris Pitman (Kirk Douglas) y el modélico Woodward W. Lopeman (Henry Fonda) —dos papeles que, por cierto, parecen especialmente diseñados para los actores que los interpretan— y terminando por los secundarios, con unos tremendos Hume Cronyn (Dudley Whinner), Warren Oates (Floyd Moon) y Burgess Meredith (The Missouri Kid). 



En fin, que si os gustan los western desmitificadores (en este caso, un western carcelario con moderadas dosis de comedia satírica), con un sólido y entretenido guión (Mankiewicz siempre creyó en las historias bien armadas), con buenas y convincentes interpretaciones y en el que no hay buenos y malos sino todo lo contrario, eso significa —definitivamente— que ya estáis preparados para saborear “El día de los tramposos” como Dios manda. Así que… ¡Buen provecho, amigos!




jueves, 21 de julio de 2016

POR UN PUÑADO DE DÓLARES

(Per un pugno di dollari) - 1964

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Leone, Adriano Bolzoni, Víctor Andrés Catena y Jaime Comas Gil

Intérpretes:
Clint Eastwood: Joe
- Gian Maria Volonté: Ramón Rojo
- Sieghardt Rupp: Esteban Rojo
- Antonio Prieto: Benito Rojo
- Marianne Koch: Marisol
- Joseph Egger: Piripero
- Wolfgang Lukschy: John Baxter
- Mario Brega: Chico
- José Calvo: Silvanito


Música: Ennio Morricone

Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Italia, España y Alemania

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Hacéis muy mal en reíros. A mi caballo le molesta la gente que se ríe” (Joe a los hombres de Baxter)

SINOPSIS: Joe es un cínico y lacónico cazarrecompensas que llega un buen dia a San Miguel (un pueblo cercano a la frontera entre Mexico y Estados Unidos) donde dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan su control. Mientras Benito, Esteban y Ramón Rojo se dedican al tráfico de alcohol, el matrimonio Baxter (John y Consuelo) se dedica al tráfico de armas. Joe trabajará para ambos bandos sin que nadie se entere pero cuando se enamora de Marisol, los Rojo descubren sus argucias y lo capturan. Pese a ser duramente torturado, Joe consigue escapar y se refugia en una antigua mina abandonada, donde Piripero (el enterrador) y Silvanito (el cantinero) cuidan de él. Una vez recuperado, Joe decide enfrentarse cara a cara a los Rojo.



Naturalmente, “Por un puñado de dólares” no es el mejor Spaghetti Western jamás rodado. A mi juicio le superan los posteriores “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora”. Y si mucho me apuráis, alguno más y todo. Aún así, “Por un puñado de dólares” es —sin lugar a dudas— el SW más importante de la historia del subgénero y una película clave en la historia del western en términos generales. En primer lugar, porque fue el primer eurowestern con distribución internacional. Y en segundo, porque también fue el primer eurowestern que sintetizó a la perfección cuáles habrían de ser los postulados básicos de los futuros —y ahora sí— SW. Así pues, permitidme que profundice un poquito más en este film porque creo que merece, y mucho, la pena hacerlo.



Parece ser que Sergio Leone, su director, llegó al eurowestern casi casi por casualidad, cuando las pelis de gladiadores o “de sandalias” (en las que se había iniciado) dejaron de estar de moda en Italia en favor de los western de producción europea. Su primer proyecto, pues, iba a ser una peli de bajo presupuesto rodada entre Madrid y Almería que prácticamente calcaba, plano por plano, el “Yojimbo” de Kurosawa y que no parecía predestinada, precisamente, a pasar a la historia.



La falta de presupuesto y de pretensiones provocaron, además, que actores como James Coburn o Charles Bronson rechazaran el papel protagonista. Un papel que finalmente recayó en un joven y semidesconocido Clint Eastwood. Y aunque a Leone —de entrada— no le convencía demasiado (le parecía blando y desgarbado), también vio en el americano una inmejorable “máscara” para poder plasmar el personaje que tenía en mente. Un hombre sin nombre, sin pasado, sin futuro. Un antihéroe cínico, lacónico y amoral. Y ahí radicó gran parte del éxito de su propuesta. En su protagonista. Con su barba sin afeitar, su sempiterno cigarro en la boca y su mítico poncho. Un singular personaje que perfectamente compensado por un antagonista de peso (magistral Gian María Volonté como Ramón Rojo) y cuatro constantes muy concretas (guión, música, estética y estilo) estableció las bases esenciales de un subgénero que durante algo más de una década se explotaría hasta la saciedad.



Empezaré con el guión. Y es que, a diferencia del western clásico americano, el SW constituye un subgénero en el que el mensaje o el guión es lo de menos. Básicamente porque —más que lo que se cuenta— lo que importa, en la mayoría de eurowesterns, es “cómo” se cuenta. Precisamente por ello el guión de “Por un puñado de dólares” puede parecer, en ciertos momentos, algo naïf o incluso abstracto. Porque a Leone —a diferencia de Sollima o Corbucci— le interesaba mucho más la forma que el fondo.



La música, sin embargo, es fundamental en el SW. De hecho, si probamos de ver “Por un puñado de dólares” sin la música de Ennio Morricone (aunque podamos incluso leer los subtítulos) comprobaremos, sin lugar a dudas, que el efecto sobre el espectador no tiene nada que ver. Con ello quiero decir que la banda sonora de Morricone no se limita a acompañar las diferentes acciones de la peli sino que, en realidad, se convierte en un factor protagónico tan importante como Eastwood, Volonté o el mismísimo Leone. Por algo se dijo en su momento que “Leone, Eastwood y Morricone fueron —respectivamente— el cohete, el astronauta y el combustible de “Por un puñado de dólares”.



La estética de “Por un puñado de dólares” también marcó un punto y aparte respecto al western clásico americano. Así pues, los típicos vaqueros aseados, repeinados y bien afeitados del otro lado del charco fueron substituidos en Europa por pistoleros sucios, sudorosos y mal afeitados. Pero no solo el aspecto de los actores se vio afectado por esa estética “feísta”. También se constató en las vestimentas, en los decorados o en el atrezzo. A veces, por motivos artísticos. Pero muchas otras veces, también, por razones puramente presupuestarias.



En cualquier caso, si por algo destacó “Por un puñado de dólares” respecto al resto de eurowesterns de la época fue por el libreto de estilo leoniano. Por la amoralidad de sus personajes, por la violencia de sus acciones y por el perfeccionismo de su puesta en escena. Pero también por su concepción del cine. Por su dilatadísimo tempo narrativo. Por sus primerísimos primeros planos. Por su gusto por la fragmentación. Y, obviamente, por esa inconfundible liturgia en todos sus duelos.



Y poco más. Quizás reiteraros, tan sólo, que la mejor virtud de “Por un puñado de dólares” es que fue el “esbozo” que —posteriormente— permitió a Leone crear tres obras maestras como “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora” y que, a pesar de todos los pesares, el primer western del italiano cuenta con dos escenas muy pero que muy buenas: la de la llegada de Joe a San Miguel y el consabido primer duelo con los hombres de Baxter y, naturalmente, la del duelo final de Joe con Ramón Rojo. Solo por eso “Por un puñado de dólares” se merece, sin lugar a dudas, un puesto de honor en el Olimpo del Spaghetti Western y —por qué no— también en el del Western, por supuesto.   

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miércoles, 22 de junio de 2016

LA NOCHE DE LOS GIGANTES

(The stalking moon) - 1968

Director: Robert Mulligan
Guion: Alvin Sargent y Wendell Mayes

Intérpretes:
Gregory Peck: Sam Varner
- Eva Marie Saint: Sarah Carver
- Robert Forster: Nick Tana
- Nolan Clay: El chico


Música: Fred Karlin

Productora: National General Producions Inc.
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7

Nunca había visto nada tan horrible”

Siete años después de filmar esa maravilla que es “Matar a un ruiseñor”, Robert Mulligan vuelve a unirse a Gregory Peck para realizar un western bastante peculiar.



Basándose en la novela de Theodore V. Olsen, los guionistas consiguen elaborar un guión simple y efectivo y el director se encarga de plasmar una atmósfera agobiante y tensa. Cuando digo que este es un western peculiar, me refiero a que tiene más de thriller, suspense y terror que características propias del género.



SINOPSIS: Sam Varner es un guía del ejército en su último día de servicio (se jubila y se va un rancho que ha adquirido en Nuevo México).



Después de capturar a un grupo de apaches, decide acompañar a una mujer blanca (hecha prisionera 10 años atrás) y su hijo mestizo a la estación del ferrocarril. Lo que no sabe es que el niño es el hijo de "Salvaje", un apache renegado y sanguinario capaz de auténticas masacres él sólo. A partir de ahí se inicia una persecución sin tregua por parte del apache, hasta que los acorrala en el rancho de Varner.



Con esta sencilla historia, Mulligan nos presenta un planteamiento narrativo lo suficientemente atractivo para engancharnos a la pantalla durante todo el metraje.



Siendo “Salvaje” el epicentro del film, no lo veremos en casi ningún momento... lo presentiremos, lo temeremos y lo odiaremos, pero será un fantasma al que no podemos ver. Este es el gran acierto de Mulligan, construir una película del oeste sobre la base de un thriller psicológico. Los diálogos son los justos y necesarios y no hay nada que nos distraiga un solo momento de la trama principal. Cuando el samaritanismo de Varner se torna en amor hacia Sarah, no se cuela ningún idilio, no hay beso ni abrazo, no hay nada... sólo el afán de no dejarse vencer por el apache, un ser sanguinario, cruel, inteligente y, sobretodo, fantasmagórico. Lo que va aconteciendo en el transcurso de la historia nos va desvelando datos sobre ese ser misterioso al que Varner deberá enfrentarse para salvar su vida y la de su nueva “familia”.



Gregory Peck borda un papel muy característico en su carrera, dónde la bondad y la correcta moral eran sus principales virtudes. Eva Marie Saint le secunda perfectamente. También podemos ver a Robert Forster en uno de sus primeros papeles, un explorador que trabajó a las órdenes de Varner y se convirtió en su amigo y que se ofrece a ayudarle en la difícil misión de eliminar a “Salvaje”.



Ayuda mucho la partitura de Fred Karlin para crear esa atmósfera densa y crear la tensión que se respira en el film. La fotografía de Charles Lang (“Los siete Magníficos”) es más que correcta. Hay que tener en cuenta que casi no hay diálogos y casi todo se nos revela en imágenes. Y estas consiguen revelarnos varios temas presentes en la película; incomunicación, amistad, amor e incluso algunos tintes racistas.



No estamos ante un gran western, pero su visionado merece la pena y creo que no defraudará a la mayoría de amantes del género.

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Por: Xavi J. PruneraNota: 7,5



Cuando una peli te mantiene semiabducido hasta los títulos de crédito finales es que algo tiene. Y eso es lo que, precisamente, me ha sucedido con “La noche los gigantes”. Un curioso, extraño y atípico western que te mantiene en tensión durante todo el metraje merced al miedo que provoca en los protagonistas (y en los espectadores, por supuesto) la inminente llegada de Salvaje, un sanguinario indio apache que solo aparece —y fugazmente— al final de la peli pero cuya amenaza se cierne sobre las cabezas de los protagonistas de forma implacable. Constante. Inexorable. Una amenaza casi fantasmal (repito: Salvaje solo aparece al final) que resulta más que suficiente para sostener bien erguido un western que —paradójicamente— no presenta ni un gran guión ni un gran mensaje que difundir. Y esa es, a mi juicio, la gran virtud de “La noche de los gigantes”: explotar al máximo el suspense que lleva implícita la peli, revestir de sentido sus silencios (Mulligan es un genio narrando con imágenes) y camuflar eficazmente su escasez de medios gracias a una puesta en escena impecable y, por supuesto, gracias al carisma de su protagonista principal, un siempre eficaz y convincente Gregory Peck que —en su línea habitual— compone un personaje recto, honrado y valeroso. Total y absolutamente opuesto, por consiguiente, a Salvaje. 



Naturalmente, “La noche de los gigantes” no es una obra maestra. Ni tan siquiera un film redondo. A su endeble guión yo le añadiría una desaprovechada Eva Marie Saint y algunas situaciones algo incongruentes pero yo prefiero, la verdad, quedarme con lo bueno. Con todo lo mencionado anteriormente (atmósfera, suspense, puesta en escena, Gregory Peck…) y con otros elementos dignos de señalar como la inquietante banda sonora de Fred Karlin, la impecable fotografía de Charles Lang, la sobriedad nipona de la que hace gala (los diálogos son escasos y, en su lugar, se suceden largos y clamorosos silencios) y, sobre todo, la hábil mezcla de géneros (western-thriller-terror) que logra equilibrar Mulligan. Argumentos, todos ellos, más que suficientes para poder disfrutar intensamente —sin lugar a dudas— de un western peculiar y diferente como pocos.



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TRAILER:



jueves, 9 de junio de 2016

EL JINETE PÁLIDO

(Pale rider) - 1985

Director: Clint Eastwood
Guion: Michael Butler y Dennis Shryack

Intérpretes:
-Clint Eastwood: Predicador
-Michael Moriarty: Hull Barret
-Carrie Snodgress: Sarah Wheeler
-Sydney Penny: Megan Wheeler
-Richard Dysart: Coy LaHood
-Chris Penn: Josh LaHood
-John Russell: Stockburn
-Richard Kiel: Club


Música: Lennie Niehaus

Productora: Warner Bros / Malpaso
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. PruneraNota: 8,5

Contemplé un caballo pálido y el nombre del jinete era Muerte. Y el infierno le seguía” (Megan Wheeler leyendo El Apocalipsis).

SINOPSIS: Un grupo de colonos buscadores de oro acampados en Carbon Canyon (California) son intimidados por los hombres de Coy LaHood para que abandonen el lugar. La irrupción de un misterioso pistolero apodado “el predicador” animará a los colonos a enfrentarse al todopoderoso LaHood y a Stockburn, su pistolero a sueldo.



El jinete pálido es, sin lugar a dudas, el mejor western de los 80. Y aunque ser el mejor western de una década en la que el género parecía definitivamente abocado a la extinción no justifica —por descontado— tirar demasiados cohetes al aire, que duda cabe, al menos, que impedir su defunción gracias a un peliculón como éste ya es mucho. Así pues, gracias Clint. Gracias por creer en el western. Gracias por currártelo. Gracias por prescindir de inventos y tendencias y dirigir a la antigua usanza. De forma sobria, clásica. Austera, incluso. Con ese inconfundible sello leoniano —eso sí— que le aporta más quilates, si cabe, a tu impecable narrativa. Pero dejémonos de agradecimientos y especifiquemos por qué “El jinete pálido” me parece un grandísimo western.



Yo empezaría, por ejemplo, por el protagonista principal. Por “el predicador” (Clint Eastwood). Un personaje que se aleja un tanto del típico maniqueísmo clásico y se acerca muy mucho a los característicos antihéroes del Spaghetti-Western. Seres de moral ambigua, lacónicos, duros, cínicos y absolutamente imperturbables.



Como “el pistolero sin nombre”, “el predicador” es un hombre del que no sabemos prácticamente nada. Pero no sólo eso. “El predicador” es un ser casi fantasmal. Una especie de aparición. Alguien que, probablemente, debiera estar muerto. Nos lo confirma su espectral llegada al poblado minero (“Contemplé un caballo pálido y el nombre del jinete era Muerte. Y el infierno le seguía”), las seis heridas de bala en la espalda y esa especie de don de la ubicuidad, sobre todo en el duelo final.



Aún así, “el predicador” es algo más humano que “el hombre del poncho” de Leone. Por eso ayuda a los mineros sin esperar nada a cambio, por eso no se aprovecha de Megan (Sydney Penny) cuando ella se le entrega y por eso —en cambio— satisface la pulsión sexual de Sarah (Carrie Snodgress) cuando llega el momento.



Y aunque muchos quieran ver en “El jinete pálido” un simple y correcto remake de “Raíces profundas” yo creo, francamente, que se trata más bien de una inspiración. De un homenaje. De una referencia.



Pero si por algo me apasiona “El jinete pálido” es por esos pequeños detalles que hacen de la peli de Eastwood un pedazo de western. Por esa espectral y ya mencionada irrupción de “El predicador” a caballo cuando Megan está leyendo El Apocalipsis; por esa cuidada indumentaria, tanto del predicador (me encanta su levita) como la de los secuaces de Stockburn (los guardapolvos también me fascinan); por esas calles semidesiertas con las montañas nevadas al fondo; por el cambio de un alzacuellos por una canana; por una espalda cosida a balazos; por frases como “Hay muchos pecadores por aquí. No querrá que me marche antes de terminar mi labor ¿verdad?”; por personajes como Club (Richard Kiel) o Stockburn (John Russell); por planos tan memorables y leonianos como el del sombrero a ras del suelo y por ese duelo final absolutamente antológico.



Por todo eso y más vale la pena retomar, de vez en cuando, “El jinete pálido”. Porque western así, por desgracia, ya no se estilan.



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FOTOS:










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TRAILER: