NOSOTROS

Mostrando entradas con la etiqueta Xavi J. Prunera. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Xavi J. Prunera. Mostrar todas las entradas

viernes, 28 de octubre de 2016

DUELO EN DIABLO

(Duel at Diablo) - 1966

Director: Ralph Nelson
Guion: Marvin H. Albert y Michael M. Grilikhes

Intérpretes:
- James Garner: Jess Remsberg
- Sidney Poitier: Toller
- Bibi Andersson: Ellen Grange
- Dennis Weaver: Willard Grange
- Bill Travers: Teniente Scotty McAllister
- William Redfield: Sargento Ferguson
- John Hoyt: Cheeba
- Ralph Nelson: Coronel Foster

Música: Neal Hefti

Productora: United Artist/Cherokee Production
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 6,5

Toller: ¿Por qué lo ha hecho McAllister? 
McAllister: ¡Le hubiera matado Toller!
Toller: Sólo pregunté cuánto pedía por la cabellera de una india... 
McAllister: ¡Esa india era su esposa!


En un paraje desértico del sur de Arizona, el ex explorador del ejército Jess Remsberg salva a una mujer de los apaches. Cuando emprenden la marcha hacia Fort Creel, la cámara se eleva hacia el cielo para deleitarnos con una tomas aéreas bastante conseguidas de un territorio inhóspito y agreste mientras una pegadiza y agradable melodía, muy alejada de los cánones del western, empieza a sonar y se nos desvelan los títulos de crédito. Hay una cosa que me ha enganchado enseguida... ¡Los apaches son de los que me gustan! Apaches sin colorines, con largas cabelleras, pantalones, taparrabos, botas altas....¡”Mis apaches”!. Encima, los protagonistas no me disgustan nada, aunque aún no entiendo muy bien que pinta la “bergmaniana” Bibi Andersson en un western; Siempre me ha agradado ver a Garner en pantalla y me seduce ver a Poitier en su primer western. Vamos bien, de momento el film cuenta con toda mi atención...


Una vez llegados a Fort Creel, el irregular Nelson (también en su primer western, al que unos años más tarde le seguiría “Soldado Azul”) procede a presentarnos los personajes que van a componer la trama. Por un lado tenemos al ya citado Remsberg, un explorador que dejó el ejército para dar caza al asesino de su mujer comanche. Toller, un ex sargento de color, ambicioso y de gatillo fácil, que se dedica a domar y vender caballos al ejército con la pretensión de ganar dinero y montar una casa de juego. McAllister, teniente y antiguo compañero de Remsberg, que necesita la ayuda de este para llevar un cargamento de municiones a Fort Concho. Y, finalmente, Willard y Ellen Granger; ella ya sabemos que fue raptada por los apaches, pero por él sabemos que ella volvió con ellos por segunda vez y apreciamos el desprecio que Willard siente por su esposa.

De esta manera, nos es presentada una trama en la que se incluyen diversos temas recurrentes en el género: la caballería, los apaches sanguinarios, la venganza, la ambición, la amistad, el racismo, el mal trato recibido por los indios en las reservas y la trama que incluye una figura femenina.

Con esta presentación de personajes y la información necesaria para el espectador, se inicia el viaje hacia Fort Concho a través de un territorio en manos de Cheeba y sus apaches escapados de la reserva de San Carlos y sembrando el terror por toda la región.


Y sin andarse con vaguedades, el director nos ofrece enseguida un ataque indio muy bien rodado, con escenas de acción bien definidas, artimañas apaches perfectamente presentadas, así como sus tácticas guerrilleras para atacar el convoy. Y no falta también la contraposición de la caballería, que también usa sus conocimientos para repeler el ataque de la mejor manera posible. Para ser el primer western del director, debo felicitarle por la manera de rodar dicha batalla (me hizo incluso pensar en Ford y “La Legión Invencible”). 


A partir de aquí, se nos desvelará porqué Ellen siempre intenta volver con los apaches: cuando la raptaron tuvo un hijo y ese niño es el nieto de Cheeba. También veremos la transformación de Willard (cuando Remsberg la trae de vuelta la primera vez, su comentario deja claros sus sentimientos: “Ha muerto mi caballo y tú vives, preferiría lo contrario”) al conocer los motivos de su mujer al escaparse y nos percataremos de que sigue enamorado de ella y como Toller y McAllister irán dejando atrás la animadversión mutua para establecer una relación de respeto recíproca. También descubriremos la sutil atracción mutua entre Ellen y Remsberg. Justo antes de la salida de Fort Creel, ella vuelve a huir con los apaches y Jess vuelve a traerla de vuelta, esta vez con el niño en sus brazos.


Pero estamos en un western de “acción”, y esta no decae. Después del ataque, los supervivientes se han quedado sin agua y sin provisiones. McAllister elabora un plan para llegar al cañon del Diablo, único sitio con agua entre ellos y Fort Concho y envía a Remsberg a por refuerzos. Al iniciar la maniobra para engañar Cheeba y sus hombres, un herido y maltrecho McAllister exclama; “Vamos en busca de una tumba...o de la victoria”.


La estrategia tiene éxito, pero el grupo queda cercado en el cañon, esperando a Jess y los refuerzos del Coronel Foster (papel que interpreta el propio Nelson). Ante la gravedad de las heridas del teniente, el leal sargento Ferguson le pide a Toller (que ya había combatido a los indios) que tome el mando de la tropa. Pero los apaches causan bajas por doquier y capturan a Willard, al que torturan durante toda la noche para minar la moral de los supervivientes. Finalmente llegarán los refuerzos y Cheeba y sus hombres serán capturados y devueltos a la reserva.

En definitiva, aunque este western no aporta nada nuevo al género, estamos ante un film bastante entretenido, muy bien realizado y con muchas dosis de acción y mucha violencia. A pesar que presentarnos a unos apaches crueles y sanguinarios (“Ellen: ¿Vas a matarme? Cheeba: No, te enterraré viva en la tumba de mi hijo, junto a su cuerpo”), también se les dan razones de peso para justificar su comportamiento: “McAllister: eso quiere decir que Cheeba viene por el norte matando a todo el que se encuentra. Remsberg: No le faltan razones Scotty. Los apaches han sido encerrados en esa infernal reservade San Carlos engañados, perseguidos, asesinados...”

 

El director resuelve perfectamente las escenas de acción y sabe utilizar la cámara en los espacios abiertos; me reitero en las imágenes aéreas del inicio....muy conseguidas.


Si os gusta la acción, la caballería y los apaches, no quedaréis defraudados y pasaréis un buen rato disfrutando del film, que no tiene altibajos y giros extraños de guión que entorpezcan el visionado o hagan decaer lo que esperamos de él: una buena “peli de vaqueros” sin más pretensión que entretener al espectador aficionado.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Por: Xavi J. PruneraNota: 6,5
 
SINOPSIS: El teniente McAllister (Bill Travers) recibe la orden de transportar un cargamento de municiones a través de territorio apache. Para ello sólo cuenta con un pequeño destacamento formado por inexpertos soldados de caballería. Les acompaña Jess Remsberg (James Garner), un veterano explorador del ejército que intenta encontrar a Ellen Grange (Bibi Andersson), una cautiva de los apaches que, después de haber sido liberada, inexplicablemente ha vuelto con ellos. A ellos se les une Tollen (Sidney Poitier), un elegante y cínico hombre de negocios, y Willard Grange (Dennis Weaver), un mezquino comerciante más interesado en aprovechar la presencia de la caballería para llevar sus mercancías a Fort Concho que no en colaborar en el rescate de su esposa. 


Si “Duelo en Diablo” fuera un clásico diría de él que la historia me parece excesivamente trillada. Que al reparto le falta algún intérprete de relumbrón. Que poco aporta al género y que no destaca especialmente en nada. Pero como no es el caso, voy a ser todo lo bondadoso que pueda con este “western de fondo de armario” (como leí no sé dónde) y procuraré destacar todos los aspectos positivos que he detectado en él.


Para empezar diré, por ejemplo, que su secuencia-prólogo me encanta. Que eso de empezar con un tío colgando bocabajo y con Garner y los apaches intercambiando disparos me parece cojonudo. Pero si algo me parece poco menos que magistral de esta primera secuencia es ese travelling que —poco antes de los títulos de crédito— retrocede poco a poco hacia atrás mientras la cámara se eleva y nos muestra una imagen aérea del desierto de Utah absolutamente espectacular.


A partir de aquí señalar, esencialmente, que nos hallamos ante un western de acción. Ante un western que —más que sentar cátedra— lo que pretende es entretener al personal con una historia convencional y unas secuencias de peleas, tiroteos y emboscadas muy bien rodadas. Con pulso, energía y dinamismo. Y en eso nada podemos reprocharle a Ralph Nelson, su director, un tipo que cumple y con creces con un western que hará las delicias de los que buscan en este género un más que digno producto de distracción con todos sus elementos iconográficos (indios, rastreadores, caravanas, caballería…) perfectamente ordenados y dispuestos para lo que haga falta.


Naturalmente, “Duelo en Diablo” no es sólo eso. Nelson intenta abordar con cierto ahínco, por ejemplo, el problema del racismo y el mestizaje en la sociedad de la época, pero la verdad es que —al final— todo ello queda bastante difuso y/o diluido. Sin que podamos llegar a deducir o a interpretar nada concreto de su supuesto mensaje. Aún así, los comportamientos y actitudes de los cinco protagonistas al respecto no dejan de ser realmente curiosos e interesantes.


Y poco más. Añadir, quizás, que otro de los máximos alicientes de “Duelo en Diablo” son sus extraordinarios paisajes (buena fotografía de Charles F. Wheeler), que la inquietante banda sonora de Neal Hefti no está nada mal, que pese a no tener ningún intérprete de relumbrón los cinco protagonistas (Garner, Poitier, Andersson, Travers y Weaver) ejecutan su trabajo de forma bastante correcta y solvente y que —no siendo esta peli nada del otro jueves— tampoco deja de ser, en líneas generales, un western que se deja ver con sumo agrado. 


jueves, 13 de octubre de 2016

LA BALADA DE CABLE HOGUE


(The ballad of Cable Hogue) - 1970

Director: Sam Peckinpah
Guion: John Crawford y Edmund Penney

Intérpretes:
-Jason Robards: Cable Hogue
-Stella Stevens: Hildy
-David Warner: Joshua
-Strother Martin: Bowen
-Slim Pickens: Ben Fairchild
Música: Jerry Goldsmith
Productora: Warner Bros Pictures
País: Estados Unidos 

Por: Xavi J. PruneraNota: 8,5

Cable"Estás preciosa"
Hildy: "Ya me has visto antes"
Cable: "Hildy, a ti nadie te ha visto antes"
 

SINOPSIS: Cable Hogue (Jason Robards) es un explorador que es abordado en el desierto de Arizona por Bowen (Strother Martin) y Taggart (L.Q. Jones), dos malhechores que le roban la mula, el rifle y el agua.


Tras cuatro días vagando sin rumbo fijo, bajo un sol de justicia y a punto de morir, Cable descubre un manantial e inmediatamente decide montar un negocio de abastecimiento de agua para diligencias y jinetes ocasionales. En una visita a Lilock, el pueblo más cercano, conoce a Hildy (Stella Stevens), una joven prostituta de la que se enamora perdidamente.


Aunque soy muy consciente que —para muchos— “La balada de Cable Hogue” nunca será una peli lo suficientemente “grande” como para estar en un top-10 o incluso un top-20 de los mejores westerns de la historia del cine, he de confesar que —en mi ranking particular— sí que figura y de sobras. Y si figura allí (entre los 10 primeros para más señas) es porque, al margen de su innegable prestigio cinematográfico (Peckinpah siempre la consideró su mejor obra), “La balada de Cable Hogue” es —a mi juicio— uno de esos western que te llenan, que te emocionan, que te tocan la fibra cada vez que los ves. Algo que, por mucho que lo busques o lo desees, no acostumbra a suceder porque sí. Al menos, en mi caso. Máxime cuando —para más “inri”, además— no se trata de ningún western “dramático” sino más bien todo lo contrario: se trata, indiscutiblemente, de un western “tragicómico”. De un western que se sitúa en Arizona a principios del s. XX y que nos relata las peripecias de Cable Hogue, un hombre que no acaba de acomodarse a los nuevos tiempo y que, lejos de convertirse en un asceta o en un ser completamente antisocial, continua siendo un tipo simpático, afable, positivo. Y aunque, paradójicamente, no deje de ser un “loser”, un auténtico perdedor, su espíritu libre y romántico nos empuja —como espectadores— a empatizar con él. A ser cómplices de su lucha por prosperar en su negocio, a ser cómplices por ver consumada su entrañable historia de amor y a ser cómplices por ver satisfecha su sed de venganza contra quienes le traicionaron y le abandonaron a su suerte en medio del desierto.



Así pues, lo dicho: “La balada de Cable Hogue” me parece un auténtico peliculón, sobre todo, por la tremenda magnitud de su personaje. Un antihéroe que Jason Robards (menudo pedazo de actor, por cierto) interpreta a la perfección y cuyos autores (los guionistas Crawford y Penney) trazaron, sin lugar a dudas, con gran acierto. Como si el caprichoso destino quisiera darle una nueva oportunidad al moribundo Cheyenne, ese inolvidable personaje que el propio Robards bordara dos años antes bajo las órdenes de Leone en la magistral “Hasta que llegó su hora” ¿Hubiera sido todo igual, sin embargo, si la peli no la hubiera firmado Sam Peckinpah? Pues no, por supuesto. Básicamente porque si por algo se caracterizó el bueno de Sam fue por su personalidad. Por su sello. Por su peculiarísimo estilo.


Y aunque quizás ese tono de comedia negra y satírica que impregna “La balada de Cable Hogue” pueda parecer, a bote pronto, diametralmente opuesto a la ultraviolenta y elegíaca envergadura de “Grupo Salvaje” (rodada tan sólo unos meses antes) lo que no admite discusión es que ambas continúan evidenciando multitud de rasgos comunes. Y aquí quería llegar. A la labor de Bloody Sam. A su retórica cinematográfica. A su genuino e inconfundible espíritu crepuscular. A la ambigüedad moral de sus personajes. A su obsesión por la muerte. En una sola palabra: a su poética. Porque sí, para mi y para muchos otros Sam Peckinpah es un auténtico poeta. A veces excesivo, a veces tosco y a veces incomprendido pero siempre con temperamento y estilo. El suyo. Precisamente por eso me gusta tanto “La balada de Cable Hogue”. Porque al margen del papelón de Jason Robards, la peli que hoy nos ocupa es 100% peckinpahiana. Y aunque la gran mayoría de cinéfilos y espectadores siempre asociarán el nombre de Peckinpah a las más conocidas y violentas “Grupo Salvaje”, “Perros de paja” o “Quiero la cabeza de Alfredo García”, por ejemplo, yo creo que “La balada de Cable Hogue” (siendo, en cambio, mucho más tragicómica o agridulce que las anteriormente citadas) es tan peckinpahiana o más que sus hermanas “mayores”.


No quisiera, sin embargo, que me malinterpretarais. “La balada de Cable Hogue” es un western que me fascina, sí. Pero sé perfectamente que no es una peli redonda. Y no lo es porque tiene elementos que a día de hoy chirrían escandalosamente y que a muchos (no es mi caso) pueden hasta provocarles vergüenza ajena. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a los insistentes, descarados y reiterados zooms hacia los pechos de Stella Stevens o a las carreras en cámara rápida tan propias del cine mudo. Dos recursos que no voy a defender pero que, a decir verdad, tampoco me molestan en exceso. Prefiero, por lo tanto, quedarme con todo lo bueno que tiene esta peli y que aún no he comentado.


A su crítica hacia una sociedad beata e hipócrita, por ejemplo. Una sociedad que acaba echando a Hildy del pueblo en pos de preservar la moral y las buenas costumbres pero que, al mismo tiempo, cae ingenuamente en las garras de ese falso predicador que encarna magistralmente David Warner, un verdadero (de buen rollo, eso sí) depredador sexual.

Otro de los grandes aspectos en los que incide “La balada de Cable Hogue” es el del cambio tecnológico. Un cambio tecnológico representado por la inesperada aparición del automóvil y la motocicleta en un territorio donde hasta el momento solo se conocía como medio de transporte el caballo y el ferrocarril y que implica, a su vez, un profundo cambio social que dejará desconcertados y desubicados a muchos de los personajes de la peli. Sobre todo a Cable Hogue. Un hombre que pertenece, sin lugar a dudas, a un viejo far west que agoniza exactamente igual que él.

Pero si hay algo que me emociona y me estremece tremendamente de la peli de Peckinpah es, sin lugar a dudas, su enternecedora historia de amor. Una historia de amor auténtica y sincera que siempre asociaré a esas cariñosas sesiones de baño, espuma y masaje entre ambos amantes y, sobre todo, a ese breve diálogo que mantienen Cable y Hildy en uno de los grandes momentos de la peli y que os reproduzco a continuación:

Cable: “Estás preciosa”
Hildy: “Ya me has visto antes”
Cable: “Hildy, a ti nadie te ha visto antes”

Y es que al margen de que Cable es —muy probablemente— el primer hombre en mirar a Hildy con una mirada no libidinosa, lo cierto es que Hildy/Stella Stevens aparece en “La balada de Cable Hogue” como un auténtico bombón. No son pocas las escenas en las que podemos ser testigos de sus encantos y la verdad es que esta actriz estaba en 1970 de “toma pan y moja”. Y si alguien lo duda, ahí están los fotogramas que así lo confirman ¿me equivoco? ;-)



Y poco más. Como mucho, destacar la notable banda sonora de aires country del gran Jerry Goldsmith, los magníficos diálogos de Crawford y Penney (Joshua: “¡Cuidado! ¡Soy hombre de Dios!” - Cable: “¡Pues le faltó poco para reunirse con él!”), la extraordinaria y cálida fotografía de Lucien Ballard y escenas para el recuerdo a montones. Entre ellas, la inicial (tanto la del balazo al lagarto como cuando Cable habla con Dios en el desierto), la que os comentaba entre Cable y Hildy (esto es amor, amigos) y, obviamente, la del sermón fúnebre del final. Crepuscular, emotiva y agridulce como pocas.


jueves, 22 de septiembre de 2016

EL DÍA DE LOS TRAMPOSOS

(There was a crooked man) - 1970

Director: Joseph L. Mankiewicz
Guion: David Newman y Robert Benton

Intérpretes:
-Kirk Douglas: (Paris Pitman)
-Henry Fonda: (Woodward W. Lopeman)
-Hume Cronyn: (Dudley Whinner)
-Warren Oates: (Floyd Moon)
-Burgess Meredith: (The Missouri Kid)
-Michael Blodgett: (Coy Cavendish)

Música: Charles Strouse
Productora: Warner Bros Pictures
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Pitman a Lopeman: Todo el mundo sabe ya lo de mis 500.000 dólares... ¿Usted también?




SINOPSIS: Arizona, 1883. Paris Pitman (Kirk Douglas) es un ladrón que, junto a otros condenados, ingresa en una prisión federal en medio del desierto para cumplir una pena de 10 años de trabajos forzados. Desde un primer momento vivirá con la obsesión de fugarse y recuperar los 500.000 dólares que robó y enterró en el desierto. Para ello, no tardará en lograr el apoyo de varios presos y en ganarse poco a poco la confianza de Woodward W. Lopeman (Henry Fonda), el nuevo alcaide.


“El día de los tramposos” no es, de entrada, un western al uso. Para empezar, tiene tanto de western como de comedia. Una peligrosa combinación que (al menos para mí) no siempre acostumbra a fructificar como es debido y que —en este caso, sin embargo— funciona fantásticamente bien. Aún así, tampoco lleva la firma de ningún especialista en el género.





Me estoy refiriendo, obviamente, a realizadores tipo Ford, Hawks, Mann, Daves o Sturges. La firma Joseph L. Mankiewicz. Un cineasta que, pese a su enorme e indudable talento (“El fantasma y la Sra. Muir”, “Eva al desnudo”, “Julio César”, “La condesa descalza”, “Cleopatra”, “La huella”), contaba, en ese momento, con un pequeño handicap: jamás había rodado un western. Pese a todo, Mankiewicz salió bien parado. Muy bien parado, diría yo. Y no creo que fuera simple casualidad que se despidiera del séptimo arte con dos auténticos peliculones: el que hoy nos ocupa —“El día de los tramposos” (1970)— y “La huella” (1972). 




Naturalmente, no todo es mérito de Mankiewicz en esta peli. Y es que al extraordinario guión de David Newman (“Bonnie & Clyde”, “Superman”) y Robert Benton (“Bonnie & Clyde”, “Kramer contra Kramer”) hay que añadirle, para ser justos, el pegadizo tema musical de Charles Strouse y la espléndida fotografía de Harry Stradling Jr. (“Pequeño gran hombre”, “Muerde la bala”). Pero si algo hay en “El día de los tramposos” que, a mi juicio, destaca por encima de todo lo demás son sus personajes. Empezando por el pícaro Paris Pitman (Kirk Douglas) y el modélico Woodward W. Lopeman (Henry Fonda) —dos papeles que, por cierto, parecen especialmente diseñados para los actores que los interpretan— y terminando por los secundarios, con unos tremendos Hume Cronyn (Dudley Whinner), Warren Oates (Floyd Moon) y Burgess Meredith (The Missouri Kid). 



En fin, que si os gustan los western desmitificadores (en este caso, un western carcelario con moderadas dosis de comedia satírica), con un sólido y entretenido guión (Mankiewicz siempre creyó en las historias bien armadas), con buenas y convincentes interpretaciones y en el que no hay buenos y malos sino todo lo contrario, eso significa —definitivamente— que ya estáis preparados para saborear “El día de los tramposos” como Dios manda. Así que… ¡Buen provecho, amigos!




jueves, 21 de julio de 2016

POR UN PUÑADO DE DÓLARES

(Per un pugno di dollari) - 1964

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Leone, Adriano Bolzoni, Víctor Andrés Catena y Jaime Comas Gil

Intérpretes:
Clint Eastwood: Joe
- Gian Maria Volonté: Ramón Rojo
- Sieghardt Rupp: Esteban Rojo
- Antonio Prieto: Benito Rojo
- Marianne Koch: Marisol
- Joseph Egger: Piripero
- Wolfgang Lukschy: John Baxter
- Mario Brega: Chico
- José Calvo: Silvanito


Música: Ennio Morricone

Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Italia, España y Alemania

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Hacéis muy mal en reíros. A mi caballo le molesta la gente que se ríe” (Joe a los hombres de Baxter)

SINOPSIS: Joe es un cínico y lacónico cazarrecompensas que llega un buen dia a San Miguel (un pueblo cercano a la frontera entre Mexico y Estados Unidos) donde dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan su control. Mientras Benito, Esteban y Ramón Rojo se dedican al tráfico de alcohol, el matrimonio Baxter (John y Consuelo) se dedica al tráfico de armas. Joe trabajará para ambos bandos sin que nadie se entere pero cuando se enamora de Marisol, los Rojo descubren sus argucias y lo capturan. Pese a ser duramente torturado, Joe consigue escapar y se refugia en una antigua mina abandonada, donde Piripero (el enterrador) y Silvanito (el cantinero) cuidan de él. Una vez recuperado, Joe decide enfrentarse cara a cara a los Rojo.



Naturalmente, “Por un puñado de dólares” no es el mejor Spaghetti Western jamás rodado. A mi juicio le superan los posteriores “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora”. Y si mucho me apuráis, alguno más y todo. Aún así, “Por un puñado de dólares” es —sin lugar a dudas— el SW más importante de la historia del subgénero y una película clave en la historia del western en términos generales. En primer lugar, porque fue el primer eurowestern con distribución internacional. Y en segundo, porque también fue el primer eurowestern que sintetizó a la perfección cuáles habrían de ser los postulados básicos de los futuros —y ahora sí— SW. Así pues, permitidme que profundice un poquito más en este film porque creo que merece, y mucho, la pena hacerlo.



Parece ser que Sergio Leone, su director, llegó al eurowestern casi casi por casualidad, cuando las pelis de gladiadores o “de sandalias” (en las que se había iniciado) dejaron de estar de moda en Italia en favor de los western de producción europea. Su primer proyecto, pues, iba a ser una peli de bajo presupuesto rodada entre Madrid y Almería que prácticamente calcaba, plano por plano, el “Yojimbo” de Kurosawa y que no parecía predestinada, precisamente, a pasar a la historia.



La falta de presupuesto y de pretensiones provocaron, además, que actores como James Coburn o Charles Bronson rechazaran el papel protagonista. Un papel que finalmente recayó en un joven y semidesconocido Clint Eastwood. Y aunque a Leone —de entrada— no le convencía demasiado (le parecía blando y desgarbado), también vio en el americano una inmejorable “máscara” para poder plasmar el personaje que tenía en mente. Un hombre sin nombre, sin pasado, sin futuro. Un antihéroe cínico, lacónico y amoral. Y ahí radicó gran parte del éxito de su propuesta. En su protagonista. Con su barba sin afeitar, su sempiterno cigarro en la boca y su mítico poncho. Un singular personaje que perfectamente compensado por un antagonista de peso (magistral Gian María Volonté como Ramón Rojo) y cuatro constantes muy concretas (guión, música, estética y estilo) estableció las bases esenciales de un subgénero que durante algo más de una década se explotaría hasta la saciedad.



Empezaré con el guión. Y es que, a diferencia del western clásico americano, el SW constituye un subgénero en el que el mensaje o el guión es lo de menos. Básicamente porque —más que lo que se cuenta— lo que importa, en la mayoría de eurowesterns, es “cómo” se cuenta. Precisamente por ello el guión de “Por un puñado de dólares” puede parecer, en ciertos momentos, algo naïf o incluso abstracto. Porque a Leone —a diferencia de Sollima o Corbucci— le interesaba mucho más la forma que el fondo.



La música, sin embargo, es fundamental en el SW. De hecho, si probamos de ver “Por un puñado de dólares” sin la música de Ennio Morricone (aunque podamos incluso leer los subtítulos) comprobaremos, sin lugar a dudas, que el efecto sobre el espectador no tiene nada que ver. Con ello quiero decir que la banda sonora de Morricone no se limita a acompañar las diferentes acciones de la peli sino que, en realidad, se convierte en un factor protagónico tan importante como Eastwood, Volonté o el mismísimo Leone. Por algo se dijo en su momento que “Leone, Eastwood y Morricone fueron —respectivamente— el cohete, el astronauta y el combustible de “Por un puñado de dólares”.



La estética de “Por un puñado de dólares” también marcó un punto y aparte respecto al western clásico americano. Así pues, los típicos vaqueros aseados, repeinados y bien afeitados del otro lado del charco fueron substituidos en Europa por pistoleros sucios, sudorosos y mal afeitados. Pero no solo el aspecto de los actores se vio afectado por esa estética “feísta”. También se constató en las vestimentas, en los decorados o en el atrezzo. A veces, por motivos artísticos. Pero muchas otras veces, también, por razones puramente presupuestarias.



En cualquier caso, si por algo destacó “Por un puñado de dólares” respecto al resto de eurowesterns de la época fue por el libreto de estilo leoniano. Por la amoralidad de sus personajes, por la violencia de sus acciones y por el perfeccionismo de su puesta en escena. Pero también por su concepción del cine. Por su dilatadísimo tempo narrativo. Por sus primerísimos primeros planos. Por su gusto por la fragmentación. Y, obviamente, por esa inconfundible liturgia en todos sus duelos.



Y poco más. Quizás reiteraros, tan sólo, que la mejor virtud de “Por un puñado de dólares” es que fue el “esbozo” que —posteriormente— permitió a Leone crear tres obras maestras como “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora” y que, a pesar de todos los pesares, el primer western del italiano cuenta con dos escenas muy pero que muy buenas: la de la llegada de Joe a San Miguel y el consabido primer duelo con los hombres de Baxter y, naturalmente, la del duelo final de Joe con Ramón Rojo. Solo por eso “Por un puñado de dólares” se merece, sin lugar a dudas, un puesto de honor en el Olimpo del Spaghetti Western y —por qué no— también en el del Western, por supuesto.   

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------TRAILER: