(Dodge City, 1939)
Dirección: Michael Curtiz
Guion: Robert Buckner
Reparto:
- Errol Flynn: Wade Hatton
- Olivia de Havilland: Abbie Irving
- Ann Sheridan: Ruby Hilman
- Bruce Cabot: Jeff Surret
- Alan Hale: Algernon “Rusty” Hart
- Frank McHugh: Joe Clemens
- John Litel: Matt Cole
- Henry Travers: Dr. Irving
- Victor Jory: Yancey
- William Lundingan: Lee Irving
- Guinn “Big Boy” Williams: Tex Baird
- Gloria Holden: Mrs. Cole
- Ward Bond: Bud Taylor
- Russell Simpson: Jack Orth
Música: Max Steiner
Productora: Warner Bros. (USA)
Por Jesús Cendón. NOTA: 7
“¡Escucha eso. Cantan himnos y ni siquiera es domingo. Ay, esta ciudad se está haciendo tan pura y noble que no hay quien viva en ella!” Tex Baird a Wade Hatton y Algernon “Rusty” Hart tras haber pacificado Dodge City.
1939 es, sin duda, un año esencial para la génesis y la evolución del wéstern como género tal y como lo identificamos en la actualidad.
John Ford con “La diligencia”, un filme adulto con una historia de gran hondura y personajes muy bien construidos con el que el wéstern alcanzó la madurez, no sólo mostró el camino por dónde debían discurrir este tipo de películas para gozar de la misma consideración que otros géneros cinematográficos. Sino que las majors por fin comenzaron a confiar en las películas del Oeste, rescatándolas del papel desempeñado hasta ese momento como complemento del filme principal en las sesiones dobles y apostaron por ellas como cintas de las que se podían obtener pingües beneficios y que, asimismo, podían convertirse en excelentes vehículos para lanzar las carreras de sus estrellas especializadas en películas de acción.
Así dos de los grandes estudios hollywoodienses produjeron ese año costosos wésterns que rivalizaron entre si. La Paramount puso en marcha “Union Pacific”, filme dirigido por Cecil B. De Mille ya reseñado en el blog; mientras que la Warner Bross. se embarcó en “Dodge, ciudad sin ley”. Curiosamente ambos filmes son complementarios al pivotar sobre el ferrocarril como elemento fundamental para la unión, el progreso y el desarrollo de la nación; pero mientras que “Union Pacific” se centra en su construcción, “Dodge, ciudad sin ley” aborda las consecuencias originadas por la misma. De hecho, da la sensación de que “Dodge, ciudad sin ley” arranca justo en el momento en el que finaliza “Union Pacific”, por lo que es recomendable la visión conjunta de ambos wésterns.
ARGUMENTO: Años después de su fundación, junto a la nueva línea de ferrocarril, Dodge City se ha convertido en una urbe controlada por los forajidos. Wade Hatton, un aventurero que participó en la construcción de la línea ferrea, tras asistir a la muerte de un niño decide aceptar el cargo de sheriff para limpiar la ciudad de malechores.
La película de la Warner se centra en un hecho histórico cuya proximidad temporal con la cinta es notable, el nacimiento en 1871 de la ciudad de Dodge City cerca del famoso Camino de Santa Fe; así como en los problemas surgidos en la ciudad por su crecimiento desordenado durante la década siguiente en la que cobró gran importancia la presencia en número creciente de pistoleros y cowboys atraídos por la riqueza generada por el extraordinario desarrollo de la ganadería durante los años ochenta favorecida, igualmente, por la construcción de las líneas férreas.
Además los hermanos Warner concibieron el filme como una gran superproducción e, incluso, decideron rodarla en color, con el enorme coste adicional que suponía esta elección; y destinaron para su realización a gran parte de los mejores profesionales en la nómina de la productora. El músico Max Steiner que compuso una banda sonora muy pegadiza; el director de fotografía Sol Polito, uno de los técnicos que más contribuyó a la impronta visual de la compañía durante los años treinta y cuarenta; Hal B. Wallis, un productor caracterizado por su minuciosidad y por el férreo control ejercido sobre todas las fases de la realización de cada filme; y, sobre todo, el director Michael Curtiz.
Nacido en Hungría en una familia judia, Curtiz emigró a Hollywood en 1926 contratado por Jack Warner, desarrollando una fructífera carrera en los EEUU durante más de cuarenta años. Su época de máximo esplendor coincidió precisamente con el período en el que estuvo contratado por la Warner Bross. (1926-1954), época en la que se convirtió, junto a Raoul Walsh, en el director de confianza de la compañía (tan sólo en la década de los treinta rodaría cuarenta y cinco películas e intervendría en otras siete aunque sin acreditar). Mundialmente conocido por su obra maestra “Casablanca” (1942), al haber permanecido durante gran parte de su carrera al servicio de una major, y al igual que otros directores como Henry Hathaway o Henry King (ambos asalariados de la 20th Century Fox) o incluso durante años Raoul Walsh, no ha gozado del reconocimento que por su talento merecía.
Igualmente, la importancia que los hermanos Warner dieron a “Dodge, ciudad sin ley” quedó patente en la fastuosa premiere organizada en la propia ciudad de Dodge, para la que se llegaron a alquilar varios aeroplanos y una locomotora del siglo XIX, además de organizarse un multitudinario desfile a la cabeza del cual, montado a caballo, iba Errol Flynn. Definitivamente el wéstern gozaba de la misma consideración que los llamados géneros serios.
Y ¿Qué nos encontramos en esta película?
Ante todo con una cinta espectacular, grandiosa y colorista que ha pasado a la Historia del cine como compendio de los temas, escenas y personajes de este género, y que al mismo tiempo llevaba implícita, como era habitual en las cintas de los hermanos Warner de esa época, cierta crítica social al denunciar los excesos en el proceso de industrialización, simbolizado en el ferrocarril, y la necesidad de su correción; presentando, además, a la prensa como institución fundamental en su labor de denuncia para luchar contra la corrupción, el crimen y los abusos en el ejercicio del poder.
Así nos vamos a encontrar con pistoleros, cazadores de búfalos, ganaderos, sheriffs, coristas, peleas y números musicales en el saloon, tiroteos en las calles, intentos de linchamiento, caravanas, ferrocarriles, estampidas de ganado, ciudades sin ley convertidas en nuevas Babilonias, alusiones a la Guerra de Secesión y a los atropellos cometidos por los blancos con los nativos, etcétera. Situaciones y personajes que en la actualidad pueden parecer tópicos pero que en ese momento abrieron el camino para el desarrollo del género.
De entre la gran cantidad de escenas sobresalientes destacan sobre todo tres en las que Michael Curtiz volvía a demostrar su talento como director:
- La carrera al principio del filme entre la diligencia (símbolo de la tradición) y el tren (representante de la modernidad), que constituye toda una lección de montaje cinematogáfico.
- La pelea en el saloon que termina totalmente destrozado y ha pasado a la Historia del cine como una escena modélica. Incluso la propia Warner la repitió, pero con la utilización de armas de fuego, en “San Antonio” (David Butler, 1945).
- El aparatoso, llamativo y memorable enfrentamiento final en un tren ardiendo y a toda velocidad en el que, curiosamente, Wade no será quien acabe con Surret.
Pero lo que es su máxima virtud también constituye el principal defecto de la película. Es tal la intención de abrumar al público con la sucesión de escenas espectaculares, así como con otras en las que parece pretenderse mostrar el dinero invertido, que la narración se resiente, la cinta en su conjunto resulta dispersa y la historia principal, la pacificación de la ciudad por parte de Wade Hatton y sus fieles compañeros, tarda en arrancar y se resuelve de forma algo precipitada.
Como pareja protagonista la Warner apostó por el dúo más estable del Hollywood clásico. Me refiero a Errol Flynn, gran estrella de las películas de aventuras, y Olivia de Haviland; siendo esta la sexta de sus ocho colaboraciones entre 1935 y 1941, con títulos tan significativos como “El capitán Blood”, “La carga de la Brigada Ligera” y “Robín de los Bosques”, todas ellas dirigidas por Curtiz, o “Murieron con las botas puestas”,ya reseñada en este blog, bajo la batuta de Raoul Walsh.
Flynn exportó al wéstern las características principales de los personajes de sus películas de aventuras como la galanura o simpatía y nos brindó una composición enérgica, dinámica y gallarda como Wade Hutton. Un personaje basado libremente en la figura de Bat Masterson, sheriff del condado a finales de la década de los setenta y que, como Wade, había desempeñado distintos trabajos en la construcción del ferrocarril para, posteriormente, convertirse en cazador de búfalos o conductor de ganado; incluso en la película se insinúa su relación con la prensa escrita (al final de su vida fue periodista deportivo).
Olivia de Havilland repite el papel de enamorada del héroe, aunque como también era habitual al principio ambos personajes parecen incompatibles y su relación no comienza con buen pie. En todo caso, la historia de amor entre ambos adolece de cierta superficialidad y trivialidad.
Junto a ellos, protagonizando las escenas de corte cómico (la introducción de elementos humorísticos en dramas era otro de los sellos de identidad de la Warner), nos encontramos con Alan Hale, compañero habitual de Errol Flynn, y Guinn Williams. Ambos también constituirían una pareja humorística estable a las ordenes de esta major. Y como principal personaje negativo figura Bruce Cabot, amigo personal de Flynn, que interpreta a Jeff Surret, el principal enemigo de Wade, que al igual que el héroe resulta un personaje excesivamente plano, sin aristas y estereotipado. Por último, nos encontramos con Ann Sheridan que apenas puede mostrar su talento como cantante.
“Dodge, ciudad sin ley” puede parecer en la actualidad un filme del Oeste ingenuo y algo simple pero, sin duda, constituyó un hito en la época y fue fundamental para el asentamiento del género; además de inaugurar, prácticamente, un tipo de wéstern de carácter urbanita en el que el protagonista, un hombre íntegro y hábil con el revólver, terminará aceptando el cargo de sheriff de una ciudad con el objeto de acabar con los desmanes existentes.
Como curiosidad comentaros que el filme finaliza con un plano en el que se ve a Hutton-Flynn y de Havilland-Irving viajando hacia Virginia City para pacificarla. De esta forma la Warner estaba anunciando la siguiente película de Errol Flynn titulada precisamente “Virginia City”, en España se tradujo como “Oro, amor y sangre”; aunque Olivia de Havilland fue sustituida por Miriam Hopkins.
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