Dirección: Russell Rouse
Guion: Russell Rouse y Frank D. Gilroy
Reparto:
- Glenn Ford: George Temple
- Jeanne Crain: Dora Temple
- Broderick Crawford: Vinnie Harold
- Russ Tamblyn: Eric Doolitle
- Allyn Josly: Harvey Maxwell
- Leif Erickson: Lou Glover
- John Dehner: Taylor Swope
- Noah Beery Jr.: Dink Wells
- Rhys Williams: Brian Tibs
- Virginia Gregg: Rose Tibs
- Chubby Johnson: Frank Stringer
- John Doucette: Ben Buddy
- Glenn Ford: George Temple
- Jeanne Crain: Dora Temple
- Broderick Crawford: Vinnie Harold
- Russ Tamblyn: Eric Doolitle
- Allyn Josly: Harvey Maxwell
- Leif Erickson: Lou Glover
- John Dehner: Taylor Swope
- Noah Beery Jr.: Dink Wells
- Rhys Williams: Brian Tibs
- Virginia Gregg: Rose Tibs
- Chubby Johnson: Frank Stringer
- John Doucette: Ben Buddy
Música: André Previn.
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (USA)
Por: Jesús Cendón. NOTA: 7
”No me has visto disparar ¿Cómo puedes decir que hay alguien más rápido?” “Porque sucede siempre. Por más rápido que uno sea, siempre hay alguien que te aventaja”. Conversación mantenida entre Vinnie Harold y un ciego testigo del duelo del primero con Fallon, otro pistolero, al inicio de la película.
El director y guionista Russell Rouse es un caso singular puesto que dentro de su escasa filmografía, apenas once títulos, los mejores se concentrán en sus inicios. Así debutaría codirigiendo junto con Leo Popkin “El pozo de la angustia” (1951), excelente fusión entre cine de denuncia social y noir, por cuyo guión fue nominado al Oscar, rescatada recientemente en DVD por la magnífica colección “Los esenciales del cine negro” ; un año más tarde rodaría “El espía”, un curioso experimento protagonizado por Ray Milland en el que no se pronunciaba palabra alguna; 1955 fue el año de “New York Confidential”, estupenda muestra de cine noir de serie b también protagonizada por Broderick Crawford en la que revelaba las conexiones entre la mafia y determinados políticos; y remató sus interesantes aportaciones un año después con este wéstern admirable.
Sin embargo es muy difícil encontrar la huella de su creatividad en esa nadería extravagante y ridícula titulada “El desfiladero de la muerte” (1959), un wéstern con una imposible Susan Hayward al frente de unos emigrantes vasco-franceses enfrentados a los pieles rojas mientras daban gritos y saltos por doquier; o el convencional drama sobre el mundo del cine “El Oscar” (1966), película, en la que tan sólo destaca el excelente reparto, muy lejos en cuanto al resultado de, por ejemplo, dos títulos emblemáticos como “Cautivos del mal” (1952) o “Dos semanas en otra ciudad” (1962), ambas dirigidas por Vincente Minelli.
ARGUMENTO: En el pueblo de Cross Creek vive, junto a su mujer Dora, George Temple, un pacífico tendero. Sin embargo un terrible secreto saldrá a la luz y le enfretará dramáticamente a Vinnie Harold, violento pistolero empeñado en demostrarse a sí mismo y a los demás que es el revólver más rápido del Oeste.
“Llega un pistolero” es una excelente muestra del denominado wéstern psicológico, corriente desarrollada durante la década de los cincuenta (1) en la que las escenas de acción, generalmente escasas, quedaban subordinadas al desarrollo del drama y a la evolución de los personajes. De hecho este filme tan sólo cuenta con un robo a un banco y dos duelos, el inicial que abre la película y el final, bien rodado, cuyo resultado se hurta con habilidad al espectador hasta el último plano y recuerda, curiosamente, a “El secreto de Convict Lake” (Michael Gordon, 1951); otro wéstern destacado protagonizado por Glenn Ford y también reseñado en este blog.
La película, filmada acertadamente en un blanco y negro muy apropiado para narrar la condición atormentada del protagonista, cuenta con un inteligente guion escrito, como era habitual en él, por el propio director y por Frank Gilroy, autor de la novela en la que se basa, que estructura la historia en tres partes.
- Un extraordinario prólogo en el que asistimos a la llegada a un pueblo de tres forasteros y al posterior duelo de uno de ellos con un pistolero al que previamente había retado. Estamos ante una excelente presentación del personaje de Vinnie Harold, que pretende convertirse en el tirador más rápido y ser reconocido como tal, para lo que desafía a otros individuos caracterizados por su habilidad con el revólver. Así tras acabar con Fallon les comentará a los habitantes del pueblo: “Me llamo Harold. Con este dinero compradle una lápida y gravad en ella muerto por el revólver más rápido”. Sin embargo desde este inicio el director nos anticipa el destino trágico del personaje con la advertencia premonitoria, a modo de vidente de una tragedia greco-latina, del ciego del pueblo con la que he comenzado esta reseña (2).
- La parte central y más extensa en la que nos describe la vida cotidiana de un pequeño pueblo en donde vive nuestro peculiar héroe. Avanzándonos, desde la presentación de Temple, haciendo practicas a escondidas con su revólver, que su destino estará dramáticamente unido al del pistolero. Así nos encontramos con uno de los temas tratados en el filme y habitual en los wésterns en esa época, la condición trágica del pistolero de cuyo pasado no puede escapar, marcando este su destino y abocándolo a un final trágico. Sin embargo, el hábil guion nos ira desvelando poco a poco ciertas peculiaridades que diferencian notablemente al personaje de George Temple de otros pistoleros como el Jimmy Ringo de “El pistolero”. Además de permitir al director abordar otro tema fundamental del filme: el valor, planteándose en torno a este diversas cuestiones como ¿En qué consiste la valentía? o ¿Es más valiente aquel individuo que no teme a nada o el que vence sus miedos y se sobrepone a su lógica cobardía que no es más que la manifestación del instinto de supervivencia?
En este tramo de la película nos encontramos con un George Temple agobiado y, en cierta medida, ninguneado por sus vecinos al no portar armas y ser abstemio; hecho que sirve al director-guionista para efectuar una lúcida crítica de una sociedad que identifica la virilidad con la violencia y la ingesta de alcohol. Incluso nos presenta a una población fascinada por la violencia y que ha convertido a la muerte en un espectáculo en una escena en la que nos muestra a un forastero contando doce veces seguidas ante el público entregado de Cross Creek el duelo protagonizado por Vinnie y Fallon.
- Por último, nos encontramos con la parte final en la que se entrecruzan los destinos del pacífico George y el violento Vinnie al recalar los pistoleros en Cross Creek tras robar un banco y enterarse el forajido de la verdadera identidad de George. Una identidad que el propio tendero, tras tomas varias copas y a modo de catarsis, había revelado a sus conciudadanos en una excelente escena.
Se trata de un tramo magnífico cargado de tensión y suspense en el que los vecinos del protagonista mostrarán sus auténticas personalidades y conoceremos, por fin, la verdadera historia de George y las razones de su comportamiento.
Para interpretar al complejo protagonista Rouse contó con Glenn Ford, actor que se encontraba en el mejor momento de su dilatada carrera además de ser un asiduo al wéstern en esta década (3), que hace una extraordinaría interpretación de George Temple, un hombre atormentado con una existencia apacible por vivir junto a su mujer pero a su vez condicionada por una pesadilla por expulsar. El actor canadiense transmite magistralmente la lucha interna del personaje, su angustia vital, sus temores y sus miedos originados por un funesto hecho acaecido en el pasado que le ha marcado para el resto de sus días.
Menos acierto mostró el director con la elección de Broderick Crawford (4) como el pendenciero Vinnie, aunque pudo haber sido impuesto por la productora. Sin duda era un gran actor y lleva a cabo una esforzada interpretación, pero era igualmente inadecuado, tanto por su físico como por su edad, para dar vida a este tipo de personaje (5). Además de resultar absurdo, ridículo e innecesario el intento por parte de los guionistas de explicar su comportamiento.
Tampoco se entiende muy bien la presencia de Russ Tamblyn que carece de personaje, salvo a la hora de protagonizar un espectacular baile acrobático (6) muy bien filmado pero sin ningún valor dramático que, además, rompe el ritmo del filme y choca, dada su vitalidad, con el tono más grave de la película.
El casting se completa con una adecuada y bellísima Jeanne Crain, a la que parece mimar el director de fotografía, como la sufrida esposa de George y única persona conocedora de su doloroso secreto, y rostros habituales de este tipo de producciones entre los que destacan Leif Erickson, futuro dueño de “El Gran Chaparral”, como Lou Glover el único de los vecinos de George que se comporta realmente como su amigo e, incluso, en un gesto honorable llega a aceptar sacrificarse por la comunidad; y John Dehner como el lugarteniente de Vinnie, un personaje tan irónico como cobarde.
En todo caso, “Llega un pistolero” es un sólido wéstern que, gracias a la gran acogida obtenida y a su rentabilidad económica, supuso una de las grandes sorpresas en ese año para la Metro Goldwyn Mayer y, sin duda, gozaría de un mayor reconocimiento si hubiera sido dirigido por un realizador de mayor prestigio.
(1) La película presenta similitudes con dos títulos emblemáticos de esta década. Por una parte con “El pistolero” (Henry King, 1950) respecto al tema desarrollado, y, por otra, con “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952) en relación con la actitud de George Temple y la reacción de los vecinos del protagonista, coincidiendo incluso decorados como la iglesia en donde se desarrolla la acción. Ambos wéstern cuentan con sus oportunas reseñas en este blog.
(2) Precisamente en “Río Bravo” el sheriff John T. Chance (John Wayne) le confesaba a Colorado (Ricky Nelson) que nunca dejaba el wínchester porque siempre hay alguien más rápido con el revólver.
(3) Glenn Ford cuenta con una filmografía wéstern nada desdeñable en la década de los cincuenta. Así, junto con la mencionada “El secreto de Convict Lake” o la película objeto de esta reseña, es obligatorio citar su trilogía en el seno de la Columbia bajo la dirección de Delmer Daves compuesta por “Jubal” (1956), “El tren de las 3:10” (1957) y “Cowboy” (1958), colaboración que algunos críticos han asemejado a la de James Stewart con Anthony Mann. Igualmente destacables son “El desertor del Alamo” (1953), wéstern de Budd Boetticher anterior a su afamado ciclo Ranown; el filme dirigido en 1955 por Rudolph Maté “Hombres violentos”, en el que estuvo acompañado por Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson; o la superproducción “Cimarrón” (Anthony Mann, 1960).
(4) Broderick Crawford y Glenn Ford ya habían coincidido en dos cintas en las que el primero interpretó papeles más adecuados a su peculiar físico, el drama carcelario “Drama en presidio” (Henry Levin, 1950) y la obra maestra de Fritz Lang “Deseos humanos” (1954), basada en “La bestia humana” de Zola.
(5) El propio Glenn Ford vivió una situación muy parecida en la inferior “Duelo a muerte en Río Rojo” (Richard Thorpe, 1967) con un joven pistolero, interpretado en esta ocasión por un apropiado por su edad Chad Everett, intentado adquirir fama en el manejo del revólver a costa de un veterano sheriff.
(6) Russ Tamblyn fue, además de actor, un excelente bailarín. En nómina de la Metro Goldwyn Mayer desde principios de la década de los cincuenta, intervino en películas de gran éxito como “Siete novias para siete hermanos” (Stanley Donen, 1954), “La última caza” (Richard Brooks, 1956), la citada “Cimarrón”, “West side stoy” (Robert Wise-Jerome Robbins, 1961) o “La conquista del Oeste” (1962); pero nunca dio el salto definitivo al estrellato.
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