(Seven Ways From Sundown - 1960)
Dirección: Harry Keller
Guion: Clair Huffaker
Reparto:
- Audie Murphy: Seven Jones
- Barry Sullivan: Jim Flood
- Venetia Stevenson: Joy Carrington
- John McIntire: Sargento Hennessey
- Kenneth Tobey: Teniente Herly
- Ken Lynch: Graves
Música: Irving Gertz, William Lava.
Productora: Universal Pictures (USA).
Por Jesús Cendón. NOTA: 6
“Fíjate Siete, cuando pase a mejor vida espero poder hacerlo con el bolsillo repleto de puros. A donde voy no me costará encontrar lumbre” (Conversación entre Flood y Seven)
Audie Murphy, el protagonista de la película, pasó de ser el soldado más condecorado durante la Segunda Guerra Mundial a una estrella de los westerns de serie b gracias, sobre todo, a su contrato con la Universal, una de las majors con mayor especialización en este tipo de filmes de bajo coste. Su filmografía se prolongó durante más de veinte años y cuarenta y cinco películas en los que fue dirigido, entre otros, por John Huston, Jack Arnold, Don Siegel o Budd Boetticher, hasta su prematura muerte en 1971 en un desdichado accidente de aviación.
Interesantísimo legado que no podía pasar desapercibido para los autores de este blog por lo que era lógico que tarde o temprano reseñáramos alguna de sus películas.
ARGUMENTO: Al novato Ranger de Texas Seven Jones, junto al sargento Hennessey, le es encargada la misión de atrapar a Jim Flood, un peligroso forajido. Tras la muerte del veterano agente y la captura del pistolero por Seven se establecerá una relación peculiar entre ambos hombres.
La película sorprende por el guion, obra de todo un especialista como Clair Huffaker, novelista y guionista responsable entre otros de los libretos de “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960), “Los comancheros” (Michael Curtiz, 1961), la ya reseñada en este blog “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964) o “Ataque al carro blindado” (Burt Kennedy, 1967). Así nos encontramos con un libreto inusual y de mayor complejidad y profundidad dentro de este tipo de filmes en el que se abordan temas como la amistad, la lealtad, la fidelidad a unos principios o las dolorosas consecuencias del cumplimiento del deber, a través de dos personajes singulares y poco usuales hasta ese momento en el wéstern.
Por una parte nos encontramos con Seven Jones, el protagonista, un inexperto e ingenuo Ranger en su primera misión. Se nos presenta como un individuo torpe (rompe un plato el primer día que le invitan a comer para, posteriormente, estrujar involuntariamente un pastel), con un nombre ridículo que coincide con el título original de la película (Siete Caminos al Atardecer Jones), escasamente varonil y negado con el revólver. Un joven novato para el que el viaje físico se convertirá en un viaje iniciático que le transformará en un hombre, con las tremendas consecuencias que este hecho conllevará al tener que tomar una decisión dolorosa; porque, en definitiva, madurar es asumir las consecuencias de tus decisiones.
Mientras que Flood, el forajido, aparece ante nuestros ojos como un seductor nato, atildado, educado, afable con los niños (sensacional la escena en el río con un muchacho al que le regala su navaja), amante de la buena vida (es un auténtico hedonista con querencia por los puros, el whisky, las mujeres, el café y un buen bistec), manipulador, fiel a su código de conducta y que no duda en utilizar la violencia pero sólo cuando es imprescindible. Un individuo con una personalidad tan atractiva como independiente del que llega a firmar el sargento Hennessey “Es el tipo de persona al que le perdonas muchas cosas”.
Entre ambos y a medida que vayan sorteando los peligros de su vuelta desde Nuevo México a Texas (indios, cazadores de recompensas, unos rivales del pistolero, etcétera) se irá estableciendo una peculiar relación, al principio de respeto y posteriormente de mutua admiración. Flood al comprobar la integridad de Seven y su determinación por cumplir la misión, y Seven porque, como señala otro personaje, comprende que Flood es “Todo lo que quisiera ser un hombre y no lo es”; en definitiva, un ser libre sin ataduras morales ni sociales, aunque este hecho conlleve, como indica el título del filme en castellano, un precio que es muy elevado. Incluso Flood, al más puro estilo maestro-alumno, le propondrá asociarse, quizás viendo en Seven el digno descendiente del que carece, y ante la negativa de este, y para no perjudicarle, renunciará a escapar hasta ser entregado al sheriff.
Lástima que en tan interesantes premisas no profundice el director Harry Keller, sustituto de George Sherman, que volvería a colaborar con Audie Murphy en la también recomendable “Seis caballos negros” y se decante por un relato más convencional, no ahonde en el tono dramático del relato y sobre todo no sepa o no quiera explotar el secreto del asesinato del hermano de Seven, otro Ranger llamado Second, al que, ante la cobardía del otro agente que le acompañaba, no le quedó más remedio que dar muerte Flood. Una subtrama que podría haber ahondado en el carácter trágico de la personalidad del pistolero y de su relación con el Ranger. No obstante, Keller despacha una película correctamente dirigida, tanto en exteriores como en interiores, con un buen ritmo y un memorable, lógico y amargo final.
Por lo que respecta al reparto y como contrapeso de Audie Murphy nos encontramos con Barry Sullivan en el rol de Flood, bastante correcto aunque me hizo anhelar a Dan Duryea, un actor con personalidad arrolladora que hubiera bordado el papel. Junto a ellos dos veteranos de la fiabilidad de John McIntire en el papel del sagaz sargento Hennessey, antiguo amigo de Flood, que recordará constantemente a Seven la obligación de los Rangers de no juzgar al pistolero; y Keneth Tobey en el papel del cobarde y pérfido teniente Herly, un hombre profundamente deshonesto en colisión con el forajido y su particular forma de entender la integridad.
En definitiva, a pesar de no ser un título totalmente logrado, estamos ante una atractiva propuesta situada por encima de los westerns de serie b que no debería defraudar a los aficionados al género.
Dirección: Harry Keller
Guion: Clair Huffaker
Reparto:
- Audie Murphy: Seven Jones
- Barry Sullivan: Jim Flood
- Venetia Stevenson: Joy Carrington
- John McIntire: Sargento Hennessey
- Kenneth Tobey: Teniente Herly
- Ken Lynch: Graves
Música: Irving Gertz, William Lava.
Productora: Universal Pictures (USA).
Por Jesús Cendón. NOTA: 6
“Fíjate Siete, cuando pase a mejor vida espero poder hacerlo con el bolsillo repleto de puros. A donde voy no me costará encontrar lumbre” (Conversación entre Flood y Seven)
Audie Murphy, el protagonista de la película, pasó de ser el soldado más condecorado durante la Segunda Guerra Mundial a una estrella de los westerns de serie b gracias, sobre todo, a su contrato con la Universal, una de las majors con mayor especialización en este tipo de filmes de bajo coste. Su filmografía se prolongó durante más de veinte años y cuarenta y cinco películas en los que fue dirigido, entre otros, por John Huston, Jack Arnold, Don Siegel o Budd Boetticher, hasta su prematura muerte en 1971 en un desdichado accidente de aviación.
Interesantísimo legado que no podía pasar desapercibido para los autores de este blog por lo que era lógico que tarde o temprano reseñáramos alguna de sus películas.
ARGUMENTO: Al novato Ranger de Texas Seven Jones, junto al sargento Hennessey, le es encargada la misión de atrapar a Jim Flood, un peligroso forajido. Tras la muerte del veterano agente y la captura del pistolero por Seven se establecerá una relación peculiar entre ambos hombres.
La película sorprende por el guion, obra de todo un especialista como Clair Huffaker, novelista y guionista responsable entre otros de los libretos de “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960), “Los comancheros” (Michael Curtiz, 1961), la ya reseñada en este blog “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964) o “Ataque al carro blindado” (Burt Kennedy, 1967). Así nos encontramos con un libreto inusual y de mayor complejidad y profundidad dentro de este tipo de filmes en el que se abordan temas como la amistad, la lealtad, la fidelidad a unos principios o las dolorosas consecuencias del cumplimiento del deber, a través de dos personajes singulares y poco usuales hasta ese momento en el wéstern.
Por una parte nos encontramos con Seven Jones, el protagonista, un inexperto e ingenuo Ranger en su primera misión. Se nos presenta como un individuo torpe (rompe un plato el primer día que le invitan a comer para, posteriormente, estrujar involuntariamente un pastel), con un nombre ridículo que coincide con el título original de la película (Siete Caminos al Atardecer Jones), escasamente varonil y negado con el revólver. Un joven novato para el que el viaje físico se convertirá en un viaje iniciático que le transformará en un hombre, con las tremendas consecuencias que este hecho conllevará al tener que tomar una decisión dolorosa; porque, en definitiva, madurar es asumir las consecuencias de tus decisiones.
Mientras que Flood, el forajido, aparece ante nuestros ojos como un seductor nato, atildado, educado, afable con los niños (sensacional la escena en el río con un muchacho al que le regala su navaja), amante de la buena vida (es un auténtico hedonista con querencia por los puros, el whisky, las mujeres, el café y un buen bistec), manipulador, fiel a su código de conducta y que no duda en utilizar la violencia pero sólo cuando es imprescindible. Un individuo con una personalidad tan atractiva como independiente del que llega a firmar el sargento Hennessey “Es el tipo de persona al que le perdonas muchas cosas”.
Entre ambos y a medida que vayan sorteando los peligros de su vuelta desde Nuevo México a Texas (indios, cazadores de recompensas, unos rivales del pistolero, etcétera) se irá estableciendo una peculiar relación, al principio de respeto y posteriormente de mutua admiración. Flood al comprobar la integridad de Seven y su determinación por cumplir la misión, y Seven porque, como señala otro personaje, comprende que Flood es “Todo lo que quisiera ser un hombre y no lo es”; en definitiva, un ser libre sin ataduras morales ni sociales, aunque este hecho conlleve, como indica el título del filme en castellano, un precio que es muy elevado. Incluso Flood, al más puro estilo maestro-alumno, le propondrá asociarse, quizás viendo en Seven el digno descendiente del que carece, y ante la negativa de este, y para no perjudicarle, renunciará a escapar hasta ser entregado al sheriff.
Lástima que en tan interesantes premisas no profundice el director Harry Keller, sustituto de George Sherman, que volvería a colaborar con Audie Murphy en la también recomendable “Seis caballos negros” y se decante por un relato más convencional, no ahonde en el tono dramático del relato y sobre todo no sepa o no quiera explotar el secreto del asesinato del hermano de Seven, otro Ranger llamado Second, al que, ante la cobardía del otro agente que le acompañaba, no le quedó más remedio que dar muerte Flood. Una subtrama que podría haber ahondado en el carácter trágico de la personalidad del pistolero y de su relación con el Ranger. No obstante, Keller despacha una película correctamente dirigida, tanto en exteriores como en interiores, con un buen ritmo y un memorable, lógico y amargo final.
Por lo que respecta al reparto y como contrapeso de Audie Murphy nos encontramos con Barry Sullivan en el rol de Flood, bastante correcto aunque me hizo anhelar a Dan Duryea, un actor con personalidad arrolladora que hubiera bordado el papel. Junto a ellos dos veteranos de la fiabilidad de John McIntire en el papel del sagaz sargento Hennessey, antiguo amigo de Flood, que recordará constantemente a Seven la obligación de los Rangers de no juzgar al pistolero; y Keneth Tobey en el papel del cobarde y pérfido teniente Herly, un hombre profundamente deshonesto en colisión con el forajido y su particular forma de entender la integridad.
En definitiva, a pesar de no ser un título totalmente logrado, estamos ante una atractiva propuesta situada por encima de los westerns de serie b que no debería defraudar a los aficionados al género.
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