Director: Anthony Mann.
Guión: Borden Chase y Robert L. Richards.
Reparto:
- James Stewart: Lin McAdam
- Shelley Winters: Lola Manners
- Dan Duryea: Waco Johnny Dean
- Stephen McNally: Dutch Henry Brown
- Jay C. Flippen: Sargento Wilkes
- Millard Mitchell: High Spade
- John McIntire: Joe Lamont
Música: Joseph Gershenson (director musical).
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos
Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5
“Sé cómo usarlo y sé para qué sirve la última bala” (Lola Manners ante el inminente ataque indio)
Proyecto largamente acariciado por Fritz Lang que, paradójicamente, se convertiría en la primera de las cinco colaboraciones western entre Anthony Mann y James Stewart (tres de ellas producidas por Aaron Rosenberg y escritas por el gran Borden Chase) y la única con fotografía en blanco y negro a cargo de William H. Daniels, ganador del Oscar por su brillante fotografía en “La ciudad desnuda” (1948).
A través de una estructura circular en el que un rifle, el wínchester del título, ira pasando de mano en mano hasta volver definitivamente a su propietario legítimo, Mann actualiza, en esta historia sobre el odio que se profesan dos hermanos, el mito de Caín y Abel y aglutina los temas y personajes más típicos del mundo del oeste: sheriffs, pistoleros, traficantes de armas, indios, la caballería, etc; haciendo constantes referencias a personajes y hechos reales (Wyatt Earp, Bat Masterson, Custer, Caballo Loco, las batallas de Bull Run, Gettysburg y Little Bighorn) que dotan de autenticidad al filme.
Protagonizada por James Stewart en un momento en el que, tras haber participado en la 2ª Guerra Mundial, buscaba papeles que cambiaran su imagen y le aportaran mayor dureza y ambigüedad, la película se sitúa en un lugar intermedio entre los westerns clásicos de Ford, Walsh, Hawks o Wellman y el revisionismo de los años sesenta; sobre todo, por el complejo personaje principal, un individuo carcomido por sentimientos como el odio y la venganza, de difícil encaje, salvo en casos excepcionales como “Centauros del desierto”, en los westerns realizados por los directores anteriormente citados, que tanto el director como al actor perfeccionarán en sus siguientes colaboraciones.
Además, junto a Stewart, que borda un papel de gran dificultad al dar vida a un personaje sosegado pero al mismo tiempo violento y brutal, nos encontramos con dos grandes malvados del cine clásico: Dan Duryea y Stephen McNally, ambos muy cómodos en sus respectivos papeles como el jefe de una banda de pistoleros y el hermano parricida del protagonista respectivamente; veteranos de la talla de Jay C. Flippen como un sargento de caballería, Millard Mitchel (el fiel compañero de Stewart), Will Geer (Wyatt Earp) o John McIntire (el avispado traficante de armas) y jóvenes promesas, casi debutantes, que apenas disfrutan de unas líneas de diálogo, como Rock Hudson (disfrazado de indio, con nariz postiza incluida) y Tony Curtis que da vida a un soldado.
En definitiva, una gran película que cuenta con un ritmo vertiginoso, en realidad se trata de un filme compuesta por varios sketchs perfectamente ensamblados (Mann se forjó en el noir de serie b por lo que estaba acostumbrado a narrar historias en tiempo record), y constituye un magnífico compendio del género cinematográfico por excelencia por lo que es de visión obligatoria para todo aquel que quiera entender el universo del western.
Por: Xavi J. Prunera. Nota: 7
¿Winchester 73… o escopeta de feria? Porque, vamos, si os he de ser franco eso es lo que representa para mí la peli de Mann, amigos: una simple escopeta de feria. Y aunque admito que quizás me he pasado siete pueblos definiéndola así, ni he podido ni he querido evitarlo. Y es que, por desgracia, con ésta ya son dos las veces que un western de Anthony Mann me decepciona. Así pues, permitidme que haga uso hoy de mi legítimo derecho a derribar mitos (una práctica muy puntual y esporádica en mi caso) y que empiece mi irreverente reseña con tan mordaz y satírico paralelismo. Y es que, la verdad sea dicha, me ha venido a huevo.
Mr. Mann será todo lo bueno que queráis, un genio quizás, pero a mi sus westerns ni me llegan ni me llenan. Pero nada. Nada de nada. Y no porque el tipo no sepa narrar una historia o porque no sepa colocar la cámara en el lugar preciso porque eso lo sabe hacer y de sobra. Los westerns de Mann no me apasionan porque sus personajes me parecen excesivamente blandengues. Aunque, bien pensado, quizás el culpable de todo esto no sea Mann, sino el propio Stewart, protagonista de muchos de ellos y, obviamente, de éste. Y es que, por mucha predisposición que le eche, cada vez que veo al larguirucho de Jimmy haciendo el canelo en un saloon (como cuando se bebe el vaso de leche, por ejemplo) se me caen los huevos al suelo. No sé que opinaréis vosotros, pero en mi concepción del Oeste héroes de mantequilla como él no tienen cabida. ¿Acaso alguien duda, quizás, que actores como John Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gary Cooper o incluso Charlton Heston encajan mucho mejor que Stewart en este tipo de pelis? Pero bueno, visto el ojo que tenía Mann con las mujeres (Sara Montiel), su fijación por el bueno de Jimmy resulta, hasta cierto punto, incluso comprensible.
En cualquier caso, yo -por mi parte- seguiré recurriendo a Hawks, Wellman, Peckinpah, Leone, Eastwood o Ford (con el que últimamente me he reconciliado) cada vez que quiera ver un western como Dios manda. Y que no me vengan con ostias, joer.
(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 12-11-09)
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