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jueves, 25 de enero de 2018

ODIO CONTRA ODIO

(The Halliday brand, 1957)

Dirección: Joseph H. Lewis
Guion: George W. George, George F. Slavin

Reparto:
- Joseph Cotten: Daniel Halliday
- Viveca Lindfords: Aleta Burris
- Betsy Blair: Martha Halliday
- Ward Bond: Big Dan Halliday
- Bill Williams: Clay Halliday
- Jay C. Flippen: Chad Burris
- Christopher Dark: Jivaro Burris
- Jeannette Nolan: Nante
- Peter Ortiz: Manuel

Música: Stanley Wilson
Productora: Collier Young Production (USA). Distribuida por la United Artits

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“Yo levanté este pueblo desde sus ruinas. Lo hice con mano dura y así he actuado como sheriff. Es el único modo que conozco. Tal vez mandé matar a algún inocente pero tuve que hacerlo. Esas cosas suceden. Tienes que entender que es por el bien de todos” (Big Dan Halliday a su hijo Daniel delante de su hija, Martha, y del cadáver de Jivaro, prometido de esta).



Joseph H. Lewis es un director caído en el olvido que afortunadamente está siendo reivindicado en la actualidad, especialmente por sus incursiones en el thriller y en el cine negro con títulos tan atractivos como “Mi nombre es Julia Ross” (1945), “Relato criminal” (1949) y, sobre todo, las excelentes “El demonio de las armas” (1950) y “Agente especial” (“The Big Combo”,1955).



Su aportación al wéstern, sin llegar al nivel de sus noir, no carece de interés; siendo sin duda “Odio contra odio” su propuesta en este género más personal, atractiva y conseguida en la que se aprecia su rica experiencia en el cine negro tanto desde el punto de vista estético, con una fotografía caracterizada por los acentuados contrastes de la iluminación, como desde el punto de vista argumental, al cobrar gran importancia temas recurrentes en el citado género como la fatalidad y el peso del destino.



ARGUMENTO: Big Dan Halliday, ganadero y sheriff de una población fronteriza, se comporta de forma despótica como dueño y señor de haciendas y personas. Padre de tres hijos, la tragedia estallará en la familia tras haber permitido el linchamiento del prometido mestizo de su hija.



La película es un claro ejemplo del grado de madurez alcanzado por el wéstern en la década de los años cincuenta, con la proliferación de argumentos cada vez más complejos, y se incluye dentro de lo que podríamos denominar wésterns sobre dramas familiares, cuyas historias se centran en los conflictos surgidos en el interior de una familia de grandes terratenientes en la que, generalmente, el progenitor mantiene una actitud tiránica. Así, entroncaría con películas como “Duelo al sol” (King Vidor, 1946), “Las furias” (Anthony Mann, 1950) o la ya reseñada “Lanza rota” (Edward Dmytryk, 1954), con las que además comparte como arco argumental la denuncia del racismo latente en la sociedad.



No obstante, a diferencia de los anteriores, el filme contó con un presupuesto muy limitado (estamos ante una producción independiente de Collier Young distribuida por la United Artits, compañía cinematográfica especializada en dar su apoyo a este tipo de productos) y, como tal, atesora las principales virtudes del wéstern serie b, entre ellas su concisión. Así el director tan sólo necesito setenta y cinco minutos para desarrollar una historia de enfrentamientos intergeneracionales de gran profundidad. Muestra de esta exactitud y precisión a la hora de narrar es la primera y magnífica escena que, a través de un gran plano secuencia, nos introduce de lleno en el drama.





Junto a la capacidad de síntesis mostrada por Joseph H. Lewis, el filme destaca por su cuidado aspecto formal gracias tanto al director como a su operador Ray Renahhan, un gran director de fotografía galardonado por dos veces con el Oscar (“Lo que el viento se llevó” y “Sangre y arena”) y responsable de la fotografía de la mencionada “Duelo al sol”. Ambos dotan al filme de un marcado estilo expresionista, no sólo por la acentuación de los claroscuros, sino por la concepción de determinadas escenas, entre las que destaca la del asalto a la cárcel con el objeto de linchar a Jívaro, prometido de la hija de Big Dan Halliday, en la que se aprecia la huella de cineastas como Murnau y Lang. Además, Lewis nos ofrece toda una lección respecto a la utilización de la grúa y de los travellings, construyendo el filme a través de planos secuencia; y se muestra especialmente inspirado en la composición de los planos con una perfecta utilización de la profundidad de campo. Muestra del perfeccionismo formal alcanzado por la cinta es la secuencia protagonizada por Daniel y Aleta en torno a una fogata que sobresale por su peculiar belleza y su carácter onírico.



Pero el filme no es tan sólo un mero ejercicio de estilo vacío, sino que el virtuosismo técnico está al servicio de una historia, narrada a través de un extenso flashback, desgarradora y crudísima sobre el odio creciente entre un padre y su hijo con el racismo como telón de fondo.



Ward Bond, magnífico una vez más, encarna a Big Dan Halliday, un papel pensado para Charles Bickford. El típico hombre creado a sí mismo que no sólo levantó un gran imperio ganadero, sino que construyó una ciudad arrebatándoles el terreno a los indios. Es a la vez el dueño del rancho más grande de la comarca y el sheriff del lugar, manejando a su antojo todos los resortes del poder y grabando de forma real o simbólica su marca en todo y en todos (de ahí el título original, “The Halliday brand”). Acostumbrado a imponer su voluntad, no admite actuaciones y opiniones contrarias a los suyas; y aunque aparentemente tolera a los indios, incluso les cede tierras, no soportará el noviazgo de su hija con un mestizo al que, acusado de un asesinato, no protegerá permitiendo su ejecución.



A Joseph Cotten, sin duda un gran actor, se le ve incómodo en el papel de Daniel, el primogénito de Big Dan, quizás porque Ward Bond tan sólo era dos años mayor que él. Daniel, tan orgulloso como su padre, urdirá un plan tendente a aislar a su progenitor mostrándole vulnerable, con lo que perderá la confianza y el apoyo de sus vecinos. Así, al igual que el profeta homónimo, anunciará el final del imperio construido por su padre. Pero en el desarrollo del mismo se mostrará tan despiadado y cruel como Big Dan, de tal forma que Aleta, hermana de Jivaro por la que se siente atraído Daniel, le comentará: “Te has convertido en el hombre que odiabas”.



La disputa entre ambos culminará en una brutal pelea con graves consecuencia tanto físicas como emocionales para Big Dan. Aunque este, no acostumbrado a la derrota y a pesar de estar gravemente enfermo, intentará vengarse y acabar con su hijo hasta el último momento.



Como aspecto negativo del filme debo destacar los errores en el casting que deslucen en parte el resultado final. A un inapropiado Cotten hay que añadir a la actriz sueca Viveca Lindfords poco convincente como Aleta, personaje para el que se contó inicialmente con Debra Paget, y a Betsy Blair demasiado apagada como Martha Halliday. Una lástima, porque ambos personajes son interesantes y se muestran más racionales que los pasionales personajes masculinos.



De todos modos, “Odio contra odio” es un wéstern diferente, esplendido y oscuro, en el que tan sólo la última escena edulcora un poco la dureza del mismo, que, sin duda, hubiera tenido un final más acorde con el tono empleado si hubiera finalizado en la secuencia anterior, con el padre enfermo en su habitación y abandonado por sus hijos.




jueves, 14 de diciembre de 2017

ENTRE DOS JURAMENTOS

(Two flags west, 1950)

Dirección: Robert Wise
Guion: Casey Robinson

Reparto:
- Joseph Cotten: Coronel Clay Tucker
- Linda Darnell: Elena Kenninston
- Jeff Chandler: Comandante Henry Kenninston
- Cornel Wilde: Capitán Mark Bradford
- Dale Robertson: Lem
- Jay C. Flippen: Sargento Terrance Duey
- Noah Beery: Cy Davis
- Arthur Hunnicutt: Sargento Pickens
- John Sands: Teniente Adams

Música: Hugo Friedhofer
Productora: Twenty Century Fox (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“¿Será cierto que la guerra va a terminar? “Sí”. “¿Y no es el fin de la guerra a su vez un principio?” (Conversación final entre Elena Kenninston y el coronel Tucker)


Robert Wise, director y productor estadounidense, es uno de esos buenos profesionales caído en el olvido a pesar de haber obtenido los Oscars correspondientes a la mejor película y al mejor director por un filme tan popular como “West Side Story” (1961); premios que repitió con la no menos afamada “Sonrisas y lágrimas” (1965). Comenzó como montador (“Ciudadano Kane”) y muy pronto fue fichado por la RKO, compañía en la que, junto a Val Lewton, realizó varios filmes notables de corte fantástico, además de thrillers del nivel de “Nadie puede vencerme” (1949), ambientado en el mundo del boxeo; para a lo largo de su prolongada carrera, más de cincuenta años y con cuarenta y cuatro títulos de los más variados géneros, trabajar en la órbita de las grandes productoras cinematográficas como la Metro Goldwyn Mayer, Warner Bross, United Artits y Twentieth Century Fox.



Precisamente “Entre dos juramentos” (1950) fue su primer filme rodado para la Twentieth Century Fox después de abandonar la RKO y su segundo wéstern tras “Sangre en la luna” (filme de cierto prestigio y con fuerte influencia del noir rodado en 1948). Wise tan sólo se acercaría a este género una vez más con la curiosa “La ley de la horca” (1956), una de las escasas incursiones de James Cagney en el wéstern.



ARGUMENTO: En las postrimerías de la Guerra de Secesión (otoño de 1964) el Coronel sudista Clay Tucker, prisionero junto a sus cuarenta y dos hombres en un campo nordista de Illinois, acepta la oferta del Capitán Bradford de vestir la casaca azul para defender Fort Thorn, situado en Nuevo México, del ataque de los pieles rojas. Una vez allí, el odio visceral a los sudistas del mayor Kenninston, comandante del fuerte, le hará replantearse su situación y desertar para volver a combatir por la Confederación.



La película se basa en un hecho histórico poco conocido, la proclama de Abraham Lincoln en 1863 prometiendo la libertad a los presos confederados que defendieran la frontera de los ataques de los indios. Frank Nugent, guionista habitual de John Ford y según determinadas fuentes yerno del genial director aunque este dato no está totalmente confirmado, se topó con esta ley que permitió la liberación de más de 6.000 soldados, y escribió una primera historia convertida en guion por Casey Robinson.

El resultado fue un wéstern irregular pero adulto y reflexivo con claras reminiscencias a la Trilogía de la Caballería de Ford, sobre todo “Fort Apache”, tanto desde el punto de vista temático como estético.



Así nos vamos a encontrar con temas habituales del tándem Ford-Nugent como el de la descripción de la vida cotidiana en un fuerte situado en pleno desierto y aislado de la civilización a través de las relaciones establecidas entre los oficiales, al mismo tiempo que se presta atención a los suboficiales y a los soldados; la necesaria reconciliación nacional; la reconstrucción de los EEUU simbolizada en la propia reparación del fuerte tras el cruento ataque indio; o la presentación de la Guerra de Secesión como un sinsentido que tan sólo provocó sufrimiento y desolación (a lo largo de la película se hace referencia al dolor y odio causados en la población del Sur por la denominada guerra total emprendida por el general Sherman consistente en la destrucción de hogares, plantaciones y estaciones de ferrocarril).



Además, la cena de los oficiales con el ulterior enfrentamiento entre el comandante Kenninston y el coronel-teniente Tucker al recordar a los familiares muertos en la contienda; el encuentro entre Satank, jefe indio, y el comandante Kenninston que, cegado por su odio, provocará con su torpeza el violento ataque de los pieles rojas al igual que le ocurría al coronel Thursday en “Fort Apache”; la conversación entre Elena y Clay delante de las tumbas de los caídos en un día nublado; la delicadeza del comandante Kenninston retirando un mechón de la cara de una adormecida Elena en señal de despedida o la marcha de la caravana por un territorio desértico son secuencias que remiten directamente al director de origen irlandés.



Lástima que Robert Wise llevará a cabo un trabajo tan correcto como frío y carente de fuerza (parece ser que nunca se sintió cómodo rodando esta película), sobre todo en relación con la subtrama amorosa, desprovista de la necesaria emotividad, en la que se ven implicados los cuatro protagonistas:



El coronel Clay Tucker, al que aportó su apariencia distinguida y aristocrática Joseph Cotten en un papel inicialmente pensado para Victor Mature. Estamos ante un inteligente y práctico militar que aceptará la proposición del capitán Bradford para poder abandonar la prisión y evitar más penurias a sus soldados. Hombre honorable, tras la traición de Kenninston, se debatirá entre la fidelidad a su palabra y la lealtad a la causa del Sur.



Elena Kenninston, interpretada por Linda Darnell (Chihuahua en “Pasión de los fuertes”). Viuda del hermano del comandante, que al igual que el capitán Bradford está secretamente enamorada de ella, se encuentra retenida por su cuñado en el fuerte. Al final de la película parece iniciar un acercamiento a Clay ante el cambio de actitud del militar sudista.



El capitán Mark Bradford, al que da vida Cornel Wilde. Representa el necesario entendimiento entre el Norte y el Sur al apostar desde un primer momento por Clay y pedir una oportunidad para él. Será un elemento clave en la toma de la decisión final por el excoronel rebelde.



El mayor Kenninston, encarnado por Jeff Chandler tras el éxito obtenido como Cochise en “Flecha rota” (Delmer Daves, 1950). Sin duda el personaje más interesante y complejo. Un hombre amargado y frustrado por la muerte de su hermano durante el conflicto civil y por su confinamiento en un fuerte perdido tras haber sido herido en la primera batalla en la que participó. Profesa un odio irracional y visceral tanto a los sudistas como a los indios a los que considera rebeldes. Provocará, con una decisión absurda motivada por su soberbia, la matanza llevada a cabo por los indios en el fuerte (de nuevo estamos ante un filme contado desde el punto de vista de los blancos que explica las razones del levantamiento de los pieles rojas motivado por una actuación injusta de los anglosajones) pero al final tomará una decisión tan dramática como valiente buscando redimirse.

Aunque Wise no acertó a dotar al filme del tono que requería, su trabajo tras la cámara desde el punto de vista técnico es irreprochable como se aprecia en tres grandes secuencias:



La inicial, con un travelling lateral necesario para mostrarnos la situación penosa de los prisioneros sudista que culmina en el interior de un almacén iluminado por los rayos del sol filtrados por las juntas de los maderos. Escena en la que el gran director de fotografía Leon Shamroy, con cuatro Oscars y dieciocho nominaciones a lo largo de su carrera, realizó un gran trabajo.



La estupenda carga de caballería de los hombres de Clay seguida de una larga, descarnada y brutal batalla magníficamente rodada y montada. Combate de una violencia y un realismo poco habituales para el cine de la época.



Y, sin duda, la mejor escena del filme con uno de los personajes aceptando su sacrificio. Así, le vemos salir desarmado del fuerte y encarar su destino perdiéndose entre la bruma de la noche para a continuación, rompiendo el silencio nocturno, oír un grito desgarrador. Extraordinaria e impactante secuencia, con una atmósfera más propia del cine fantástico gracias, de nuevo, al gran trabajo de Shamroy, en la que Wise utiliza de forma magistral el fuera de campo.



Película por tanto que, a pesar de su falta de fuerza en determinados momentos, cuenta con los aciertos suficientes para agradar al aficionado al wéstern en general y a las películas sobre la caballería estadounidense en particular; por lo que seríamos injustos si pretendiéramos compararla con la famosa Trilogía de la Caballería rodada por John Ford, una de las cumbres del wéstern sobre militares.


lunes, 1 de febrero de 2016

HORIZONTES LEJANOS

(Bend of the river) - 1952

Director: Anthony Mann
Guion: Borden Chase

Intérpretes:
- James Stewart: Glyn McLyntock
- Arthur Kennedy: Emerson Cole
- Julia Adams: Laura Baile
- Rock Hudson: Trey Wilson
- Jay C. Flippen: Jeremy Baile
- Chubby Johnson: Capitán Mello
- Harry Morgan: Shorty

Música: Hans J. Salter
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5

“Cuando una manzana está podrida si no la tiras a la basura echa a perder a las demás” “No es lo mismo un hombre que una manzana” (conversación entre Jeremy Baile, el jefe de los colonos, y Glyn McLyntock).

Segunda colaboración entre Anthony Mann (director), James Stewart (actor), Borden Chase (guionista) y Aaron Roosenberg (productor) que, con claras connotaciones bíblicas, aborda el tema de la difícil reinserción de los delincuentes en la sociedad a través de tres pistoleros que mantienen a lo largo de la película posicionamientos morales y éticos diferentes.




El filme narra las peripecias de una caravana de colonos que parten de Missouri (lugar de depravación y vicio) a Oregón buscando, al igual que el pueblo judío más de 3.000 años antes, la Tierra Prometida; en donde pretenden fundar una nueva colonia basada en el trabajo, la justicia y la paz. Para ello, contratarán a Glyn McLyntock (magnífico James Stewart) un guía que cuenta, al igual que Moisés, con un turbio pasado y se embarcará en un viaje, no sólo físico sino también existencial con el objeto de redimirse de su vida anterior.



Así Glyn, en determinado tramo de la película, será consciente de que la vida de los inmigrantes se encuentra en sus manos y no dudará, a pesar del peligro, en enfrentarse a aquellos que amenazan con acabar con la existencia de la comunidad de la que ha comenzado a formar parte. Su proceso de redención ha culminado, demostrando de esta manera que los hombres no son como las manzanas y pueden cambiar.



Junto a él Emerson Cole (memorable Arthur Kennedy), otro siniestro personaje que, atraído por el becerro de oro (los cien mil dólares ofrecidos por los mineros a cambio de las provisiones de los colonos), terminará por traicionar a su amigo.




Por último, nos encontramos con Trey Wilson, encarnado por un joven Rock Hudson, quien, al igual que el personaje de Laura (la habitual en este tipo de producciones Julia Adams), mantendrá una posición ambigua. Así, se verá atraído inicialmente por la riqueza pero terminará posicionándose a favor de los colonos.


Junto al tema principal de la redención se abordan otros como el de la construcción de los EE.U, con la marcha de los colonos al oeste en el que vivirán todo tipo de vicisitudes hasta poder asentarse; o la corrupción y el abuso del poder, al ser víctimas los inmigrantes de la ambición del cacique del lugar que especulará con los alimentos inicialmente vendidos a estos ante la posibilidad de obtener un mayor precio por ellos debido a su creciente demanda por parte de los mineros recién llegados.


En definitiva, estamos ante un excelente western de ritmo trepidante, sin tiempos muertos, con una magnífica utilización del fuera de plano; en el que el paisaje, como era habitual en Anthony Mann, se convierte en un elemento dramático más, y con secundarios difícilmente olvidables, como el capitán del barco al que se debe la frase más famosa de la película: “Nunca debimos abandonar el Mississippi”. 




lunes, 11 de enero de 2016

WINCHESTER 73

(Winchester 73) - 1950

Director: Anthony Mann.
Guión: Borden Chase y Robert L. Richards.

Reparto:
- James Stewart: Lin McAdam
- Shelley Winters: Lola Manners
- Dan Duryea: Waco Johnny Dean
- Stephen McNally: Dutch Henry Brown
- Jay C. Flippen: Sargento Wilkes
- Millard Mitchell: High Spade
- John McIntire: Joe Lamont

Música: Joseph Gershenson (director musical).
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5

“Sé cómo usarlo y sé para qué sirve la última bala” (Lola Manners ante el inminente ataque indio)

Proyecto largamente acariciado por Fritz Lang que, paradójicamente, se convertiría en la primera de las cinco colaboraciones western entre Anthony Mann y James Stewart (tres de ellas producidas por Aaron Rosenberg y escritas por el gran Borden Chase) y la única con fotografía en blanco y negro a cargo de William H. Daniels, ganador del Oscar por su brillante fotografía en “La ciudad desnuda” (1948).


A través de una estructura circular en el que un rifle, el wínchester del título, ira pasando de mano en mano hasta volver definitivamente a su propietario legítimo, Mann actualiza, en esta historia sobre el odio que se profesan dos hermanos, el mito de Caín y Abel y aglutina los temas y personajes más típicos del mundo del oeste: sheriffs, pistoleros, traficantes de armas, indios, la caballería, etc; haciendo constantes referencias a personajes y hechos reales (Wyatt Earp, Bat Masterson, Custer, Caballo Loco, las batallas de Bull Run, Gettysburg y Little Bighorn) que dotan de autenticidad al filme.




Protagonizada por James Stewart en un momento en el que, tras haber participado en la 2ª Guerra Mundial, buscaba papeles que cambiaran su imagen y le aportaran mayor dureza y ambigüedad, la película se sitúa en un lugar intermedio entre los westerns clásicos de Ford, Walsh, Hawks o Wellman y el revisionismo de los años sesenta; sobre todo, por el complejo personaje principal, un individuo carcomido por sentimientos como el odio y la venganza, de difícil encaje, salvo en casos excepcionales como “Centauros del desierto”, en los westerns realizados por los directores anteriormente citados, que tanto el director como al actor perfeccionarán en sus siguientes colaboraciones.




Además, junto a Stewart, que borda un papel de gran dificultad al dar vida a un personaje sosegado pero al mismo tiempo violento y brutal, nos encontramos con dos grandes malvados del cine clásico: Dan Duryea y Stephen McNally, ambos muy cómodos en sus respectivos papeles como el jefe de una banda de pistoleros y el hermano parricida del protagonista respectivamente; veteranos de la talla de Jay C. Flippen como un sargento de caballería, Millard Mitchel (el fiel compañero de Stewart), Will Geer (Wyatt Earp) o John McIntire (el avispado traficante de armas) y jóvenes promesas, casi debutantes, que apenas disfrutan de unas líneas de diálogo, como Rock Hudson (disfrazado de indio, con nariz postiza incluida) y Tony Curtis que da vida a un soldado.


En definitiva, una gran película que cuenta con un ritmo vertiginoso, en realidad se trata de un filme compuesta por varios sketchs perfectamente ensamblados (Mann se forjó en el noir de serie b por lo que estaba acostumbrado a narrar historias en tiempo record), y constituye un magnífico compendio del género cinematográfico por excelencia por lo que es de visión obligatoria para todo aquel que quiera entender el universo del western.


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Por: Xavi J. PruneraNota: 7


¿Winchester 73… o escopeta de feria? Porque, vamos, si os he de ser franco eso es lo que representa para mí la peli de Mann, amigos: una simple escopeta de feria. Y aunque admito que quizás me he pasado siete pueblos definiéndola así, ni he podido ni he querido evitarlo. Y es que, por desgracia, con ésta ya son dos las veces que un western de Anthony Mann me decepciona. Así pues, permitidme que haga uso hoy de mi legítimo derecho a derribar mitos (una práctica muy puntual y esporádica en mi caso) y que empiece mi irreverente reseña con tan mordaz y satírico paralelismo. Y es que, la verdad sea dicha, me ha venido a huevo.

Mr. Mann será todo lo bueno que queráis, un genio quizás, pero a mi sus westerns ni me llegan ni me llenan. Pero nada. Nada de nada. Y no porque el tipo no sepa narrar una historia o porque no sepa colocar la cámara en el lugar preciso porque eso lo sabe hacer y de sobra. Los westerns de Mann no me apasionan porque sus personajes me parecen excesivamente blandengues. Aunque, bien pensado, quizás el culpable de todo esto no sea Mann, sino el propio Stewart, protagonista de muchos de ellos y, obviamente, de éste. Y es que, por mucha predisposición que le eche, cada vez que veo al larguirucho de Jimmy haciendo el canelo en un saloon (como cuando se bebe el vaso de leche, por ejemplo) se me caen los huevos al suelo. No sé que opinaréis vosotros, pero en mi concepción del Oeste héroes de mantequilla como él no tienen cabida. ¿Acaso alguien duda, quizás, que actores como John Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gary Cooper o incluso Charlton Heston encajan mucho mejor que Stewart en este tipo de pelis? Pero bueno, visto el ojo que tenía Mann con las mujeres (Sara Montiel), su fijación por el bueno de Jimmy resulta, hasta cierto punto, incluso comprensible.

En cualquier caso, yo -por mi parte- seguiré recurriendo a Hawks, Wellman, Peckinpah, Leone, Eastwood o Ford (con el que últimamente me he reconciliado) cada vez que quiera ver un western como Dios manda. Y que no me vengan con ostias, joer.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 12-11-09)

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