- Clint Eastwood: Josey Wales - Chief Dan George: Lone Watie - Sondra Locke: Laura Lee - John Vernon: Fletcher - Sam Bottoms: Jamie
Música: Jerry Fielding
Productora: Warner Bros/Malpaso Company
País: Estados Unidos Por: Xavi J. Prunera. Nota: 8 Josey Wales: "Cuando alguien me empieza a caer bien, al poco se va" Lone Watie: "¡Pues yo he notado que cuando empiezan a no caerte bien, también se van al poco!"
SINOPSIS: Josey Wales (Clint Eastwood) es un exsoldado confederado que ve como miembros de Las Botas Rojas (a las ordenes de La Unión) matan a su familia e incendian su granja. A partir de ese momento, se convertirá en un forajido con una sola obsesión: cobrar venganza.
Nunca se me ocurriría discutirle a nadie que “Outlaw Josey Wales” es —efectivamente— una de esas pelis concebidas desde un primer momento como vehículo de lucimiento de Clint Eastwood. Lo sé, lo reconozco y, obviamente, no voy a negarlo de ningún modo. Aún así, los que aprendimos a amar este género de la mano del viejo Clint, le tenemos a esta peli un cariño especial. Muy especial. Y es que pese a que Eastwood ya se convirtió en un icono del western gracias a sus intervenciones en la trilogía del dólar de Leone, yo diría que fueron en realidad pelis posteriores como “Cometieron dos errores” (1968), “Infierno de cobardes” (1972) o ésta misma las que acabaron por confirmarlo definitivamente como ese inconmensurable mito cinematográfico del viejo oeste que es hoy en día.
Naturalmente, Josey Wales continúa siendo ese pistolero duro, cínico y nihilista que nos dibujó Leone a mediados de los 60. Pero Josey Wales habla más que el pistolero del poncho. Habla más, dispara más e incluso tiene un pasado. Un pasado que conocemos desde el principio de la peli y que nos permite empatizar un poquito más con él. Pero no sólo eso.
El Josey Wales de Clint Eastwood calza mejor sombrero, dispara a dos manos y escupe tabaco como nadie. Detalles que, por sí solos, convierten a nuestro protagonista en un personaje de primera división y que, personalmente, me bastan y me sobran para considerar este western como un auténtico peliculón.
Pero si le he otorgado un 8 a “Outlaw Josey Wales” no ha sido sólo por eso. Y es que Clint, además de mirarse el ombligo, también es capaz —a ratos— de rodar como los grandes clásicos, logrando buenos planos y buenas secuencias; como cuando —por ejemplo— filma a Wales sentado ante las tumbas de su familia en lo alto de una pequeña colina y detrás de él van apareciendo, sucesivamente, el grupo de renegados sudistas a los que se unirá.
Y aunque “Outlaw Josey Wales” no es, sin lugar a dudas, ninguna obra maestra (“Sin perdón” estaba aún por llegar), la fluidez narrativa y la habilidad con la que Eastwood compone los personajes secundarios (sobre todo los protagonizados por Sam Bottoms, Chief Dan George, John Vernon o Sandra Locke) constatan fehacientemente que, si se rasca un poquito, la peli de Eastwood evidencia algo más que ese mencionado vehículo de lucimiento personal al que aludíamos al principio.
Así pues, me quedo con ese pedazo de personaje que es Josey Wales, por supuesto. Un pedazo de personaje que, por si fuera poco, va creciendo merced a esas continuas referencias que le dedica Fletcher (John Vernon) y que lo convierten, indefectiblemente, en una verdadera leyenda.
Pero también me quedo con ese emotivo tributo que Eastwood le brinda a las naciones indias, con ese tono pesimista y crepuscular que podríamos extrapolar —sin lugar a dudas— al contexto histórico norteamericano del momento (retirada de tropas en la Guerra de Vietnam), con esos tremendos diálogos, con esa extraordinaria fotografía de Bruce Surtees y con esa marcial y sureña banda sonora a cargo de Jerry Fielding que estuvo nominada al Oscar de ese mismo año. Ingredientes, todos ellos, que convierten “Outlaw Josey Wales” en una auténtica bocanada de aire fresco y revitalizador en un momento (mediados de los 70) en los que el western parecía total y absolutamente herido de muerte. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Director: Sam Peckinpah
Guión: Walon Green y Sam Peckinpah
Intérpretes: - William Holden: Pike Bishop
- Ernest Borgnine: Dutch Engstrom
- Robert Ryan: Deke Thornton
- Warren Oates: Lyle Gorch
- Ben Johnson: Tector Gorch
- Edmond O´brien: Freddie Sykes
- Jaime Sánchez: Ángel
- Emilio Fernández: Mapache
- Strother
Martin: Coffer
- L.Q.
Jones: T.C. Música: Jerry Fielding Productora: Warner Bros. País: Estados Unidos
Por: Güido Maltese. Nota: 9
Dutch:
“¡Maldita sea ese Deke Thornton!!!”
Pike: “¿Qué
harías tú en su lugar?....¡ha dado su palabra!”
Dutch: “¡Le
dio su palabra a un ferrocarril!!!”
Pike: “¡Es su
palabra!!!”
Dutch: “¡Eso no
importa!!!....¡Lo que importa es a quién se le da!!!”
Tengo el gran honor de encargarme de esta reseña que da
nombre a nuestro blog.....gracias a mis compañeros Jesús, Valen y Xavi por no
discutir en ningún momento sobre quién sería el responsable de la reseña
“estrella” que da nombre a nuestro grupo de amantes del Western.
¿Qué es lo que me atrae a mí del western?: ¿Los tiros?
¿Los grandes espacios? ¿Las armas? ¿Las peleas?....nada de eso, debo ser muy
romántico, porqué lo que a mí me llena de las películas del Oeste son la
Amistad, la Lealtad, el Honor y el Orgullo que se describen en muchas de ellas.
Y esta que nos ocupa tiene grandes dosis de todo ello, de ahí que sea uno de
mis westerns preferidos. Si a esto le unimos que está dirigida magistralmente
por el sin par Sam Peckinpah e interpretada notablemente por unos grandes
actores del Hollywood clásico (Holden, Borgnine, Ryan, O`Brien...), del que soy
gran amante también, pues me presenté voluntario sin dudarlo para comentar este grandioso film e intentar darle
la dimensión que se merece.
Ante todo, hay que dejar claro que estamos ante un
western de los denominados “crepusculares”. De hecho, aunque existan
antecedentes que veremos a continuación, lo considero el western que inauguró
el término “Crepuscular” en el género.
En 1956, John Ford, en una de sus obras maestras, nos
adelantó un esbozo del personaje “crepuscular” encarnado por Ethan Edwards en
“Centauros del Desierto”. Ese hombre que no encuentra su sitio en los tiempos
que corren, que no es capaz de cambiar y adaptarse a las nuevas formas de vida
de los que le rodean, que permanece anclado en el pasado, dónde la ley del más
fuerte y la violencia decidían la suerte y el destino de uno.
John Ford retoma el personaje en el 62, está vez
representado en Tom Doniphon en la magistral “El hombre que mató a Liberty
Valance” y el mismo Peckinpah, también en 1962, nos regala esa joya que es
“Duelo en la Alta Sierra” en la que unos maduros Randolph Scott y Joel McCrea
bordan unos personajes en el ocaso de sus vidas de rudos hombres de armas y
violencia. También Sergio Leone, en 1968, le da un tono crepuscular a su
colosal “Hasta que llegó su hora”, no hay más que recordar la conversación
entre Harmónica (Bronson) y Frank (Fonda) al final de la cinta: “Hombres, una
vieja raza...llegarán otros Morton y la harán desaparecer”.
Bien, una vez introducidos los antecedentes (seguramente
hay más, pero creo que no hace falta profundizar más en el tema), llegamos a
1969 y a “Grupo Salvaje”, Pike Bishop y su banda llegan a una ciudad, haciéndose
pasar por soldados, para asaltar el banco; lo que no saben es que los hombres
contratados por el ferrocarril y capitaneados por Thornton (antiguo miembro de
la banda y amigo de Pike) les esperan emboscados en los tejados. Un
espectacular tiroteo, de una violencia inusitada, cruda y cruel, nos sirve de
antesala para iniciar un viaje con Pike y los suyos hacia el ocaso.
Pero empecemos por desgranar los personajes de esta gran
historia de amistades, lealtades y honor. Por un lado tenemos a la banda de
Pike Bishop, hombre duro y curtido tras una vida de atracos y robos, que no
duda un segundo en pegarle un tiro a uno de sus hombres herido con tal de no
aminorar la marcha y seguir huyendo hacia México. Dutch, mano derecha de Pike y
fiel escudero, siempre dispuesto a enfrentarse con cualquiera que se oponga a
su amigo. Lyle y Tector Gorch, hermanos inseparables y algo cortos de
entendederas, que necesitan de un jefe como Bishop que piense por ellos. Ángel,
miembro de origen mexicano y el viejo Sykes, encargado de esperarles en la
frontera con caballos de refresco. Peckinpah juega muy bien con los roles de
los componentes de la banda. Vemos que el grupo está dividido en cuánto tocan
el tema del reparto. De un lado Pike y Dutch y, de otro, Lyle y Tector,
quedando Ángel y Sykes un poco a la expectativa, pero todos acaban riendo a
carcajadas juntos, demostrando que son un grupo compacto, unido. A lo largo del
film asistimos a varias de estas escenas que acaban en camaradería. Memorable
la que todos se pasan la botella de whisky entre ellos saltándose el turno de
Lyle y hasta su hermano Tector le gasta la broma.
Por otro lado está Thornton, que ha hecho un trato con el
ferrocarril: atrapar a Pike para no volver a la cárcel de Yuma. Unos flashbacks
nos descubren que Pike y él eran amigos y los maltratos que sufrió en prisión,
por lo que prefiere cazar a su amigo que volver allí. Sus hombres son unos
cazarecompensas andrajosos y sin moral que disfrutan disparando contra lo que
sea, destacando entre ellos Coffer y T.C., máximos exponentes de lo peor de la
naturaleza humana (aquí me gustaría comentar la similitud que veo con los
personajes del Spaghetti Western: sucios, despiadados, amorales)
Peckinpah elabora y define perfectamente las diferencias
entre perseguidos y perseguidores; los primeros con un código de honor y los
segundos sin más código que la codicia por las recompensas, a excepción de
Thornton, que se debate entre la traición que está cometiendo y el miedo a
volver a prisión.
Una vez adentrados en México, y siempre perseguidos por Thornton y los suyos, la banda se topa con el corrupto general Mapache y sus tropas federales. Aunque Ángel, en un arrebato de locura y celos, mata a su novia que es la prostituta de Mapache, consiguen el encargo de robar un tren de armas en la frontera a cambio de 10.000$. Una vez cumplida la misión, Mapache retiene a Ángel y Pike intenta comprarlo a cambio de su parte del botín. Mapache se niega y, ante la gran cantidad de soldados, nada pueden hacer, así que deciden beber y buscar consuelo y descanso con las prostitutas del cuartel. Pero ninguno olvida lo sucedido y cuando Pike entra en la habitación de Lyle y Tector, le basta una palabra para que le sigan: “Vámonos”...cuando Dutch les ve salir a los tres, su sonrisa de satisfacción nos indica lo que va a suceder a continuación: una de las escenas más violentas y sangrientas del western! Mapache accede a entregarles al maltrecho Ángel, pero en el momento de soltarlo lo degüella sin compasión delante de sus cuatro compañeros y la reacción de estos ya forma parte de la historia del Western y del Cine.
Peckinpah borda su labor de dirección en la que, para mi
gusto, es su mejor película, pero no hay que olvidar que sin la magnífica fotografía
de Lucien Ballard y la gran labor del diseño de producción el resultado no
habría sido tan espectacular.
Siendo un western crepuscular, la acción está mucho más
presente de lo habitual en este tipo de producciones, que suelen ser más
pausadas para realzar ese “ocaso del pistolero”. Aquí Peckinpah marca la
diferencia con el resto, combinando perfectamente la acción y el lirismo del
film y no cayendo en ningún momento en periodos de calma excesivamente largos.
Cada personaje está perfectamente definido, tanto
individualmente cómo parte integrante de un grupo.
Las dos grandes escenas de tiroteo son una obra maestra,
aunque el tiroteo final siempre quedará en la historia del Cine y será la seña
de identidad del film. Las ralentizaciones de cámara, la sangre tras los
impactos de bala, la coreografía de los actores y extras, la violencia sin
concesiones, todo está perfectamente engranado para conseguir un resultado
visualmente espectacular.
El guión, impecablemente desarrollado, sin altibajos, sin
derivas ni desconexiones que nos hagan relajarnos del visionado. El ambiente
crepuscular del film durante todo el metraje es más que evidente. Unos hombres
ya maduros que pretenden dar su último golpe y retirarse a una vida más
tranquila (ojo a la escena en que a Pike se le rompe el estribo y sube al
caballo a duras penas mientras Tector cuestiona su liderazgo), Una época que ya
no es la suya, pero los valores que les impulsan en la vida siguen totalmente
vivos en ellos: Esa Amistad, Lealtad y Honor de las que hablaba al principio
están presentes durante toda la película; prefieren mantenerse fieles a sus
principios aunque sepan que eso les llevará a la muerte, una muerte que siempre
supieron que llegaría, pero que sólo aceptan por la lealtad debida al compañero
caído y el orgullo herido. La Amistad sin casi palabras, sólo bastan unos
gestos para entenderse, una mirada. “Vámonos”, dice Pike, “¿Por qué no?
contesta Lyle después de una breve mirada a Tector... y al salir, Dutch lo
entiende perfectamente y su sonrisa nos muestra el alivio del que sabe que no
podría vivir traicionando sus principios, su honor. La muerte de los
protagonistas, defendiéndose unos a otros hasta el final; “Vamos Dutch, maldita
sea!!”, “Pike, Pike...Pike, Pike”. El respeto de Thornton al llegar al lugar de
la matanza y recoger el revólver de Pike, su código de honor enviando a sus
hombres hacia la muerte. Todo el film nos narra el final de una época, el final
del viejo oeste, el final de los pistoleros y, sobretodo, el final de la
concepción de unos valores fuertemente arraigados en unos hombres que
pertenecieron a otros tiempos, hombres duros y despiadados pero leales a sus
principios hasta sus últimas consecuencias, hasta la muerte...
“¿Y nosotros, Pike? ¿Crees que hemos aprendido algo al
equivocarnos hoy?”
“Espero que haya sido así”
Evidentemente, no lo fue!
Las interpretaciones son otro de los logros del film,
Holden, Borgnine y Ryan magistrales, pero los secundarios no desentonan: Oates y
Johnson están sublimes, O`Brien inmenso y Strother Martín bordando el papel de
loco desequilibrado. Las localizaciones perfectas, con algunos parajes
realmente bellos y apoyados por la espectacular fotografia de Ballard. La
música de Fielding, sin llegar a ser una maravilla, acompaña perfectamente
durante todo el metraje. Mención especial a los títulos de crédito, con esas
paradas de la acción tornándose en fotos fijas en blanco y negro solarizado.
Por último, comentar un detalle que se repite durante
todo el film: los niños.
Presentes desde la primera escena, echando un escorpión a
las hormigas para después prenderles fuego, abrazados en medio del tiroteo, en
Agua Verde, el niño que le lleva el telegrama a Mapache en medio de la batalla,
el bebé de la prostituta, etc,,, Niños en casi todas las escenas.
No logro descifrar el mensaje, pero algo nos quiere decir
Peckinpah.
“Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de
nosotros... tal vez más que nadie”, le dice el viejo en Agua Verde a Pike. ¡Os
toca buscarle el significado!
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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9
Llevo más de quince años a la caza y captura de un western que pueda situarse al nivel de “Hasta que llegó su hora”, la mejor película del oeste de la historia del cine. Incomprensiblemente, hasta ayer noche no había tenido ocasión de visionar “Grupo salvaje”. Increíble, pero cierto. La tenía ahí, acurrucadita en un rincón, como hacemos con un buen vino o un buen whisky. Esperando la ocasión. Esperando ese momento especial para degustarla con placidez y fruición. Anoche descorché y desvirgué “Grupo salvaje”. Bueno, tal vez lo más correcto sería decir que “Grupo salvaje” me metió un par de ostias y me quitó la caraja de encima. Yo que creía que con los spaghettis de Leone ya había visto todo lo que quedaba por ver!!! Craso error. Peckinpah es mucho Peckinpah. Ahí queda eso. Por fin me di cuenta a qué se refería la gente con esa manoseada expresión de “crepuscular”. Crepuscular es “Grupo salvaje”. Crepuscular es corroborar que a pesar de esa violencia gratuita que impregna la peli, que a pesar de esa amoralidad y anarquía que la caracteriza y que a pesar de ese profundo desencanto aliviado a base de putas, risotadas y lingotazos se esconde, subrepticiamente, un férreo código de honor. Un código fraguado a base de sangre, balazos y polvo. El polvo de México. Territorio de inadaptados. Territorio de hormigas y escorpiones.
(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 2-9-07)