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jueves, 7 de marzo de 2019

ESTRELLA DE FUEGO

(Flaming star, 1960)

Dirección: Don Siegel
Guion: Clair Huffaker y Nunnally Johnson

Reparto:
- Elvis Presley: Pacer Burton
- Barbara EdenRoslyn Pierce
- Steve Forrest: Clint Burton
- Dolores del Río: Neddy Burton
- John McIntire: Sam “Pa” Burton
- Rodolfo Acosta: Buffalo Horn
- Karl Swenson: Dred Pierce
- Richard Jaeckel: Angus Pierce
- L. Q. Jones: Tom Howard

Música: Ciryl J. Mockridge.
Productora: Twentieth Century Fox.

Por Jesús Cendón. NOTA: 7,25

“El odio anda suelto y todo el mundo quiere eliminar a todo aquel que no sea como él” Clint Burton.


Creo que no descubro nada al afirmar que Elvis Aaron Presley es uno de los grandes iconos de la cultura pop del siglo XX y figura fundamental en la evolución de la música popular en la segunda mitad del citado siglo. Sin embargo desde un primer momento soñó, mientras acomodaba al público en el Loew’s State Theatre en la localidad de Memphis, con convertirse en una de aquellas estrellas inmortalizadas en la pantalla grande como medio para superar la pobreza.


Su sueño se convirtió en realidad al firmar un contrato con el mítico productor Hal B. Wallis y protagonizar “The Reno Brothers”, anodino melodrama familiar desarrollado durante la Guerra de Secesión retitulado como “Love me tender” (nombre de una de las cuatro canciones interpretadas por “el Rey” en el mismo). A este le siguieron dos cintas, no exentas de interés, dirigidas por veteranos profesionales de la talla de Richard Thorpe (la seudobiográfica “El rock de la cárcel” de 1957) y Michael Curtiz (“El barrio contra mí” de 1958) en las que se explotaba su imagen de líder de una juventud rebelde, intentando entroncarlo cinematográficamente con el Marlon Brando de “Salvaje” (Laslo Benedek, 1953) y el James Dean (1) de “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955).


Tras licenciarse interpretaría su mejor papel, el mestizo Pacer en la película objeto de esta reseña. Wéstern que debería haber lanzado su carrera como actor, pero incomprensiblemente a partir de ese momento dirigido tanto por Hal B. Wallis, dueño de su contrato cinematográfico, como por su manager, el ínclito y oscuro coronel Tom Parker, se limitaría a protagonizar insustanciales filmes musicales con guiones descabellados en los que repetiría el mismo papel rodeado de mujeres, todo ello como fórmula para incrementar la venta del correspondiente disco editado con anterioridad que, a su vez, había servido de señuelo para la película.

Una lástima porque Elvis Presley se convirtió en un mero producto dirigido a adolescentes, echando a perder su primigenia aspiración de convertirse en un reputado actor capaz de revolucionar, al igual que hizo con la música, la meca del cine.


ARGUMENTO: Los Burton, una familia mixta de rancheros, se verá arrastrada, a pesar de intentar mantenerse neutral, por el estallido en Texas de un nuevo enfrentamiento entre los kiowas y los colonos de raza blanca.


La Twentieh Century Fox a finales de la década de los cincuenta retomó un proyecto basado en una novela escrita por especialista en el género Clair Huffaker, de la que había comprado sus derechos, que en principio iba a ser protagonizada por Marlon Brando y Frank Sinatra (2), en los roles de los hermanos Burton, y cuya dirección se encomendó inicialmente a Michael Curtiz.


Su productor, David Weibart (3), vio en el filme una estupenda oportunidad para relanzar la carrera cinematográfica de Elvis Presley, mostrando su imagen más rebelde como cinco años antes había hecho con James Dean en “Rebelde sin causa”, película igualmente producida por él. Para ello encargó al propio Huffaker la adaptación del primigenio guion escrito por Nunnally Johnson (4), amoldando el personaje de Pacer a la personalidad de Elvis, al mismo tiempo que se le daba mayor importancia en detrimento de la de su hermano Clint, para el que se contó inicialmente con Robert Wagner aunque terminó siendo interpretado por Steve Forrest (5), hermano menor de Dana Andrews.


Don Siegel, un director curtido en la serie b con títulos en su haber de relevancia (6) que el año anterior había filmado “Hound-Dog Man”, título a mayor gloria de Fabian, otro popular cantante reconvertido en actor, fue el cineasta escogido para llevar a buen puerto el proyecto. Siegel, a pesar de ser un producto de encargo, no concibió el filme como un mero vehículo para su protagonista y tal fue su grado de implicación que consiguió, frente al criterio del coronel Parker, eliminar la mayoría de las canciones previstas en la película para el lucimiento del cantante (de hecho tan sólo se escuchan dos: la principal mientras vemos los títulos de crédito y otra perfectamente integrada en la historia al entonarla mientras se celebra la fiesta de cumpleaños de su hermano Clint); de tal forma que la estrella por primera vez pudo interpretar un papel. Reto del que salió airoso al ser capaz de construir de forma creíble un personaje vulnerable pero con una gran fortaleza, sensible y brutal al mismo tiempo, de carácter reflexivo aunque con tendencia a los estallidos de cólera. Además el director demostró adaptarse perfectamente a un filme con presupuesto medio, al formato CinemaScope y al sello habitual y tan característico desde el punto de vista formal de los wésterns producidos por la Twentieth Century Fox durante esta década. E, incluso, nos regaló algunas de las secuencias más líricas y emotivas de su filmografía, plagada de filmes caracterizados por su sequedad y aspereza, como aquella en la que Neddy va al encuentro de la Estrella de Fuego; la despedida entre Pacer, al haber decidido tomar parte en la lucha por los kiowas, y su padre; o el emotivo, memorable, trágico y coherente final, muestra evidente de la incapacidad del ser humano para entender al diferente y de que, como señala David Torres en su último libro, “el progreso es una flecha que va arrasando civilizaciones y cercenando multitudes anónimas”.


La major arropó a Elvis con un gran reparto. Al mentado Steve Forrest hay que añadir al excelente y habitual en este género John McIntire en el papel de su padre y a Dolores del Río, una de las grandes damas del cine mexicano además de ser uno de los primeros actores latinos en triunfar en Hollywood al que regresaba tras “El fugitivo” (John Ford, 1947) su último filme rodado en EEUU hasta la fecha. Desde su llegada Elvis le mostró su total admiración lo que facilitó su absoluto entendimiento en la película, redundando este hecho en la veracidad que se desprende de su relación en el filme.


Este se concibió como un canto a la familia, institución presentada como el refugio y la única patria de los protagonistas de la película, al mismo tiempo que denunciaba el racismo y la intolerancia existentes en la sociedad anglosajona en el siglo XIX; aunque también se puede entender como una crítica a la situación vivida por los EEUU a finales década de los cincuenta. Una época convulsa por el auge de los movimientos reivindicativos de los derechos de las minorías raciales y el resurgimiento, como respuesta, de las organizaciones racistas; así como por la paranoia extendida en la ciudadanía como consecuencia del apogeo de la Guerra Fría, cuyo máximo exponente fue la cruzada emprendida por el senador McCarthy contra todo aquel sospechoso de simpatizar con el pensamiento comunista. De hecho, al igual que ocurrió con innumerables compatriotas, los miembros de la familia Burton serán víctimas del fanatismo y la obcecación de ambos bandos al intentar mantenerse al margen y no tomar partido por ninguno de ellos. Así tras rechazar participar en una expedición punitiva de sus vecinos contra los kiowas, serán sus hasta ahora amigos los que acaben con gran parte de su ganado. Conducta que hará exclamar a Clint mientras contempla con su padre los cadáveres de las reses: “Son peores que los indios. Un indio si puede te roba, pero esto no es más que maldad”.


Y es esta equidistancia frente a los dos bandos en litigio la que le proporciona gran autenticidad a la película. De esta forma aunque se presenta a los kiowas como a unos individuos sedientos de sangre, con posterioridad nos expondrá cuáles son sus motivaciones con el objeto de que el espectador pueda entender la tragedia vivida por los pieles rojas que les ha llevado a desenterrar el hacha de guerra. Así, Buffalo Horn, el nuevo jefe de los kiowas, le comentará a Pacer: “No tenemos dónde ir. Debemos luchar o morir” y, más tarde, en el campamento indio: “También tú pensar en esto. ¿De quién es esta tierra? ¿Quién vivir aquí desde el principio del tiempo? ¿Acaso invadimos su tierra? No, ellos venir contra nosotros. Penetrar cada vez más y más en nuestra tierra, apoderándose de todo. Siempre empujando”. Aunque, al igual que los blancos, se nos muestran cargados de prejuicios al repudiar a Neddy, incluso su propia hermana, por haberse casado con un hombre blanco. Mientras que los colonos, las víctimas iniciales, muy pronto mostrarán su odio y rechazo a los primigenios habitantes de los EEUU y se comportarán como una turba sedienta de sangre incapaz de reflexionar, rechazando a Pacer por lo que es, un mestizo, y no por cómo es. Clara muestra del cambio de actitud hacia el protagonista lo constituye la escena en la tienda en la que Angus Pierce (Richard Jaeckel), amigo de los Burton e invitado a la fiesta de cumpleaños de Clint, le comenta a este: “He estado pensando en ti. He decidido que seamos amigos a pesar de todo. Pero si el mestizo de tu hermano entra en la tienda, lo mataré”. Incluso la actitud consistente en ver a Neddy y a Pacer como alguien distinto a ellos se nos muestra claramente en la fiesta inicial cuando Tom Howard (L. Q. Jones) comenta a la matriarca de los Burton: “Una estupenda cena señora Burton. Como decimos siempre Willy y yo, en esto de cocinar nadie diría que usted es diferente…bueno de nuestra madre o de otra mujer”.


El drama vivido por la familia Burton queda perfectamente resumido en la conversación que mantienen Neddy y Sam, al comentar la primera respecto a los indios: “Era su tierra Sam y no les gusta que nadie les quite nada de ella” y contestar su marido: “Pero esta tierra ya no es suya. La hemos trabajado durante veinte años y nadie podrá decir que no es nuestra”.

En la película, además, se puede rastrear la huella de dos wésterns muy populares: “Centauros del desierto” (John Ford, 1956) y “Los que no perdonan” (John Huston, 1960):


Así, al igual que en en la obra maestra de Ford, que cuenta con su correspondiente reseña, la acción se sitúa en Texas. Una zona fronteriza disputada por dos culturas enemistadas e incapaces de convivir y cuyo choque lo sufrirá la familia protagonista. Asimismo, como en este filme, la película se inicia con una escena costumbrista, en este caso la fiesta de cumpleaños de Clint, con el objeto de mostrarnos la placida existencia de los protagonistas. Para inmediatamente después revelar que el equilibrio en el que se basa la existencia de los Burton es inestable, porque siempre por debajo del cielo hay un infierno.


Mientras que respecto a la cinta de Huston, tan sólo estrenada unos meses antes, la situación de partida es muy similar al sufrir la familia protagonista, hasta ese momento perfectamente integrada, el rechazo de sus vecinos al descubrirse que su hija es en realidad una india adoptada en su día. Incluso la forma cómo se desencadena el odio latente durante años en ambas películas es muy parecido, puesto que tras una escena distendida (la petición de la mano de la hermana del protagonista por un pretendiente en la cinta de Huston y la citada fiesta de cumpleaños en la de Siegel) se sucede otra brutal; en la película que nos ocupa el feroz asalto al rancho de los Howard, una secuencia inesperada e impactante tanto por su violencia explícita como por romper bruscamente con el tono distendido empleado hasta ese momento por el director.


A partir de esa escena la película se va ensombreciendo, extendiéndose un halo de pesimismo a medida que los Burton son víctimas del infortunio. De esta forma, en un encuentro fortuito Neddy resulta malherida por los disparos de un colono moribundo al que Pacer mata. Posteriormente Pacer y Clint, ante la actitud de los vecinos del pueblo oponiéndose a que el médico asista a su madre, tomarán como rehén a una niña para forzar al doctor a acompañarlos al rancho, perdiendo un tiempo precioso. Y el padre es atacado por un grupo de indios desconocedor del pacto de no agresión mantenido por Buffalo Horn respecto a la familia Burton, escena que culmina con un estupendo plano que muestra el carácter indómito de los colonos. Con estas secuencias el tándem compuesto por el director y el guionista parece prepararnos para el desesperanzado final comentado en un párrafo anterior.


“Estrella de fuego” es, pues, un notable, honesto y maduro wéstern anti épico, claro indicio de por dónde hubiera podido transitar la carrera cinematográfica de “el Rey del rock” si la película hubiese gozado de una respuesta más entusiasta por parte del público.


Como curiosidad comentaros que inicialmente se escogió para el papel de Roslyn a Barbara Steele, reina del terror gótico italiano durante la década de los sesenta con títulos míticos en su haber como “La máscara del demonio” (Mario Bava, 1960), “Danza macabra” (Antonio Margheriti y Sergio Corbucci, 1964) o “Los largos cabellos de la muerte” (Antonio Margheriti, 1964); pero sus escenas fueron suprimidas tras ser sustituida por Barbara Eden.


(1) De hecho “El barrio contra mí” se concibió para ser protagonizado por James Dean, pero la prematura muerte del actor truncó el proyecto inicial sobre la historia de un boxeador, trasformando el personaje en un cantante para poder ser interpretado por Elvis.

(2) La pareja Brando-Sinatra ya había coincidido en la agradable comedia musical “Ellos y ellas” (Joseph Leo Mankiewicz, 1955) en la que tuvieron como compañeras a Jean Simmons y Vivian Blaine.

(3) David Weisbert fue el responsable del debut en el cine de Elvis Presley con la mencionada en esta reseña “Love me tender” y volvería a colaborar con Clair Huffaker en “Río Conchos” (1964), wéstern de Gordon Douglas en el que se volvía a incidir tanto en el choque entre culturas como en el racismo.

(4) Nunnally Johnson fue un prestigioso guionista, productor y director. De entre sus libretos podemos destacar los de “Tierra de audaces” (Henry King, 1939), “Las uvas de la ira” (John Ford, 1940), “La ruta del tabaco” (John Ford, 1941), “La mujer del cuadro” (Fritz lang, 1944), “El pistolero” (Henry King, 1950), “Rommel, el Zorro del Desierto” (Henry Hathaway, 1951), “Las tres caras de Eva” (Nunnally Johnson, 1957) o “Doce del patíbulo” (Robert Aldrich, 1967).

(5) Con una carrera cinematográfica irregular, Steve Forrest sería mundialmente conocido gracias a su papel del teniente Dan “Hondo” Harrelson en la popular serie “Los hombres de Harrelson”.

(6) Siegel había destacado en la década de los cincuenta por haber dirigido pequeñas producciones noir y de ciencia ficción de enorme calidad como “Private Hell 36” (escrita y protagonizada por Ida Lupino), “Crimen en las calles” (drama sobre jóvenes delincuentes), la imprescindible “La invasión de los ladrones de cuerpos” o “Contrabando” (uno de los primeros filmes estadounidenses en abordar el tráfico de drogas con Eli Wallach como protagonista).

viernes, 16 de noviembre de 2018

BUCHANAN CABALGA DE NUEVO

ESPECIAL CICLO RANOWN (5)
(Buchanan rides alone, 1958)

Director: Budd Boetticher
Guion: Charles Lang

Reparto: Randolph Scott: Tom Buchanan
- Craig Stevens: Abe Carbo
- Barry Kelley: Lew Agry
- Tol Avery: Juez Simon Agry
- Peter Whitney: Amos Agry
- Manuel Rojas: Juan de la Vega
- L. Q. Jones: Pecos Hill
- Robert Anderson: Waldo Peck
- Joe de Santis: Esteban Gómez
- William Leslie: Roy Agry
- Jennifer Holden: K. T.

Música: Stock music compuesta por Mischa Bakaleinikoff, George Dunning, Heinz Roemheldy Paul Sawtell
Productora: Scott-Brown Productions.  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 6’25

“Ah, es usted un luchador ¿En qué clase de lucha?” “En cualquiera siempre que paguen bien” “Entonces el crimen no es nuevo para usted Buchanan” “No hay crimen cuando luchas en una revolución” Conversación entre Simon Agry y Tom Buchanan durante el juicio.


ARGUMENTO: Tom Buchanan, de regreso a los EEUU tras haber participado en la revolución mexicana, se verá involucrado en la muerte, a manos de Juan de la Vega, del hijo de Simon Angry, juez y cacique junto a sus dos hermanos de Angry Town quienes, además, le robarán 2.000 dólares. A partir de ese momento los destinos de Tom y de Juan quedarán entrelazados.




Cuarta entrega del ciclo escrita de nuevo por Charles Lang Jr. aunque intervino, sin estar acreditado, Burt Kennedy. De hecho el personaje de Tom Buchanan presenta ciertas similitudes con el de Pat Brennan de “Los cautivos” al ser o haber sido ambos rancheros con dificultades económicas; mientras que el esqueleto argumental, con nuestro héroe enfrentado a los caciques de una ciudad, remite a  “Cita en Sundown”; anterior entrega del ciclo escrita también por Charles Lang Jr. Así, Tom al igual que Pat se convertirá, aunque por motivos estrictamente personales (la venganza en el anterior filme y la recuperación de su dinero en este), en el motor para acabar con la tiranía e injusticia ejercida por los oligarcas de la ciudad.


Sin embargo, la principal característica de esta película respecto a las filmadas hasta ese momento por Boetticher con Scott como protagonista es su tono marcadamente paródico, abandonando la gravedad, amargura y el carácter trágico de los anteriores filmes de la serie para ofrecernos un wéstern más ligero que se aprecia incluso en la actitud burlesca del protagonista, siempre sonriente y dando la sensación de no tomarse los acontecimientos demasiado en serio; además de contar con un mayor peso las escenas cómicas, destacando la del juicio o la del entierro sobre un árbol de uno de los pistoleros a sueldo impregnada de un humor surrealista.


Al igual que en “Cita en Sundown” la película entrelaza dos líneas argumentales a través de las cuales se abordan temas como la codicia, encarnada en los tres hermanos Angry, la corrupción de las instituciones y el abuso de poder. Así, por una parte tenemos el enfrentamiento entre Tom y los tres hermanos, originado tanto por la detención del primero al verse envuelto en el asesinato del hijo de Simon, como por haberle robado Lew, sheriff del lugar, el dinero obtenido como mercenario en la revolución. Por otra parte asistimos al juego de engaños y a la rivalidad entre los hermanos, individuos miserables y avaros, que culminará en una memorable escena final (1), con la lucha a muerte del juez y el sheriff en un puente para apropiarse de las alforjas cuyo contenido, los 50.000$ ofrecidos por el padre de Juan para evitar su linchamiento, constituye el objeto del deseo de ambos.


Sin embargo el guion de “Buchanan cabalga de nuevo” se muestra repetitivo (se suceden las idas y venidas a la ciudad de Juan y Tom, así como sus entradas y salidas de la cárcel, en una especie de estructura circular), carece de la profundidad del libreto correspondiente al título precedente y tampoco cuenta con la riqueza de sus personajes secundarios; incluso a diferencia del resto de títulos de la serie no existe una presencia femenina importante.




Así, frente al protagonista, un Randolph Scott con un ridículo sombrero que se autoparodia aunque, al mismo tiempo, se remarca, como característica de la serie, su condición de vagabundo y su ambigüedad moral (ha participado como mercenario en un conflicto pero es incapaz de no intervenir ante una injusticia), no nos encontramos esta vez con un antagonista atractivo sino con los tres hermanos Angry, personajes un tanto estereotipados y sin matices. Simon Angry, juez de la comarca y candidato al senado, es un individuo manipulador, embaucador y populista capaz de manejar a los habitantes de Angrytown a su antojo; deslumbrado por el dinero, prefiere conseguir los 50.000$ ofrecidos por el padre de Juan a hacer justicia. Lew, el sheriff, es un individuo tan corrupto como su hermano que abusa de su cargo para imponer su voluntad a través de la fuerza. Y el tercer hermano, Amos, es el dueño del hotel, un individuo pusilánime capaz de maniobrar en la sombra para encizañar a sus otros dos hermanos con el fin de conseguir sus objetivos. Entre los tres controlan el pueblo, rebautizado con su nombre.


También están desaprovechados los dos personajes más atractivos del filme. Pecos Hill, interpretado por un joven L. Q. Jones. Tan desarraigado como Tom, se convertirá en el imprevisto apoyo del protagonista quien le ofrecerá asociarse en su futuro rancho pero su violenta desaparición remarcará la condición solitaria del héroe.


Y Abe Carbo, interpretado por Craig Stevens (2), el hombre de confianza de Simon y verdadero cerebro en la sombra; un pistolero más proclive a utilizar el ingenio que los revólveres. Personaje que, por su atractivo, hubiera necesitado un mayor desarrollo; así como haber gozado de un mayor peso y presencia en la película.


Nos encontramos, pues, con un correcto wéstern de serie b, bien dirigido y fotografiado por Lucien Ballard pero cuyo resultado dista mucho de los logrados con los mejores filmes de la serie debido, fundamentalmente, a un pobre guion.


Como curiosidad comentaros que, como consecuencia de la huelga de los compositores hollywoodienses, para la banda sonora se utilizaron temas de distintos músicos aparecidos en filmes anteriores.


(1) El enfrentamiento en el puente me recordó al final de “Río Bravo”, rodada un año más tarde por Howard Hawks y, sobre todo, al de “Río Lobo” (1970), última colaboración entre el citado Hawks y John Wayne.

(2) Craig Stevens se haría famoso con la serie de culto creada por Blake Edwards “Peter Gunn” de la que se llegaron a emitir ciento catorce episodios entre 1958 y 1961. Serie llevada a la pantalla grande por el propio Edwards en 1967 y también protagonizada por el actor.