Director: Robert Mulligan
Guion: Alvin Sargent y Wendell Mayes
Intérpretes:
- Gregory Peck: Sam Varner- Eva Marie Saint: Sarah Carver
- Robert Forster: Nick Tana
- Nolan Clay: El chico
Música: Fred Karlin
Productora: National General Producions Inc.
País: Estados Unidos
Por: Güido Maltese. Nota: 7
Siete años después de filmar esa maravilla que es “Matar a un ruiseñor”, Robert Mulligan vuelve a unirse a Gregory Peck para realizar un western bastante peculiar.
Basándose en la novela de Theodore V. Olsen, los guionistas consiguen elaborar un guión simple y efectivo y el director se encarga de plasmar una atmósfera agobiante y tensa. Cuando digo que este es un western peculiar, me refiero a que tiene más de thriller, suspense y terror que características propias del género.
SINOPSIS: Sam Varner es un guía del ejército en su último día de servicio (se jubila y se va un rancho que ha adquirido en Nuevo México).
Después de capturar a un grupo de apaches, decide acompañar a una mujer blanca (hecha prisionera 10 años atrás) y su hijo mestizo a la estación del ferrocarril. Lo que no sabe es que el niño es el hijo de "Salvaje", un apache renegado y sanguinario capaz de auténticas masacres él sólo. A partir de ahí se inicia una persecución sin tregua por parte del apache, hasta que los acorrala en el rancho de Varner.
Con esta sencilla historia, Mulligan nos presenta un planteamiento narrativo lo suficientemente atractivo para engancharnos a la pantalla durante todo el metraje.
Siendo “Salvaje” el epicentro del film, no lo veremos en casi ningún momento... lo presentiremos, lo temeremos y lo odiaremos, pero será un fantasma al que no podemos ver. Este es el gran acierto de Mulligan, construir una película del oeste sobre la base de un thriller psicológico. Los diálogos son los justos y necesarios y no hay nada que nos distraiga un solo momento de la trama principal. Cuando el samaritanismo de Varner se torna en amor hacia Sarah, no se cuela ningún idilio, no hay beso ni abrazo, no hay nada... sólo el afán de no dejarse vencer por el apache, un ser sanguinario, cruel, inteligente y, sobretodo, fantasmagórico. Lo que va aconteciendo en el transcurso de la historia nos va desvelando datos sobre ese ser misterioso al que Varner deberá enfrentarse para salvar su vida y la de su nueva “familia”.
Gregory Peck borda un papel muy característico en su carrera, dónde la bondad y la correcta moral eran sus principales virtudes. Eva Marie Saint le secunda perfectamente. También podemos ver a Robert Forster en uno de sus primeros papeles, un explorador que trabajó a las órdenes de Varner y se convirtió en su amigo y que se ofrece a ayudarle en la difícil misión de eliminar a “Salvaje”.
Ayuda mucho la partitura de Fred Karlin para crear esa atmósfera densa y crear la tensión que se respira en el film. La fotografía de Charles Lang (“Los siete Magníficos”) es más que correcta. Hay que tener en cuenta que casi no hay diálogos y casi todo se nos revela en imágenes. Y estas consiguen revelarnos varios temas presentes en la película; incomunicación, amistad, amor e incluso algunos tintes racistas.
No estamos ante un gran western, pero su visionado merece la pena y creo que no defraudará a la mayoría de amantes del género.
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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 7,5
Cuando una peli te mantiene semiabducido hasta los títulos de crédito finales es que algo tiene. Y eso es lo que, precisamente, me ha sucedido con “La noche los gigantes”. Un curioso, extraño y atípico western que te mantiene en tensión durante todo el metraje merced al miedo que provoca en los protagonistas (y en los espectadores, por supuesto) la inminente llegada de Salvaje, un sanguinario indio apache que solo aparece —y fugazmente— al final de la peli pero cuya amenaza se cierne sobre las cabezas de los protagonistas de forma implacable. Constante. Inexorable. Una amenaza casi fantasmal (repito: Salvaje solo aparece al final) que resulta más que suficiente para sostener bien erguido un western que —paradójicamente— no presenta ni un gran guión ni un gran mensaje que difundir. Y esa es, a mi juicio, la gran virtud de “La noche de los gigantes”: explotar al máximo el suspense que lleva implícita la peli, revestir de sentido sus silencios (Mulligan es un genio narrando con imágenes) y camuflar eficazmente su escasez de medios gracias a una puesta en escena impecable y, por supuesto, gracias al carisma de su protagonista principal, un siempre eficaz y convincente Gregory Peck que —en su línea habitual— compone un personaje recto, honrado y valeroso. Total y absolutamente opuesto, por consiguiente, a Salvaje.
Naturalmente, “La noche de los gigantes” no es una obra maestra. Ni tan siquiera un film redondo. A su endeble guión yo le añadiría una desaprovechada Eva Marie Saint y algunas situaciones algo incongruentes pero yo prefiero, la verdad, quedarme con lo bueno. Con todo lo mencionado anteriormente (atmósfera, suspense, puesta en escena, Gregory Peck…) y con otros elementos dignos de señalar como la inquietante banda sonora de Fred Karlin, la impecable fotografía de Charles Lang, la sobriedad nipona de la que hace gala (los diálogos son escasos y, en su lugar, se suceden largos y clamorosos silencios) y, sobre todo, la hábil mezcla de géneros (western-thriller-terror) que logra equilibrar Mulligan. Argumentos, todos ellos, más que suficientes para poder disfrutar intensamente —sin lugar a dudas— de un western peculiar y diferente como pocos.
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TRAILER:
Por: Güido Maltese. Nota: 7
“Nunca había visto nada tan horrible”
Siete años después de filmar esa maravilla que es “Matar a un ruiseñor”, Robert Mulligan vuelve a unirse a Gregory Peck para realizar un western bastante peculiar.
Basándose en la novela de Theodore V. Olsen, los guionistas consiguen elaborar un guión simple y efectivo y el director se encarga de plasmar una atmósfera agobiante y tensa. Cuando digo que este es un western peculiar, me refiero a que tiene más de thriller, suspense y terror que características propias del género.
SINOPSIS: Sam Varner es un guía del ejército en su último día de servicio (se jubila y se va un rancho que ha adquirido en Nuevo México).
Después de capturar a un grupo de apaches, decide acompañar a una mujer blanca (hecha prisionera 10 años atrás) y su hijo mestizo a la estación del ferrocarril. Lo que no sabe es que el niño es el hijo de "Salvaje", un apache renegado y sanguinario capaz de auténticas masacres él sólo. A partir de ahí se inicia una persecución sin tregua por parte del apache, hasta que los acorrala en el rancho de Varner.
Con esta sencilla historia, Mulligan nos presenta un planteamiento narrativo lo suficientemente atractivo para engancharnos a la pantalla durante todo el metraje.
Siendo “Salvaje” el epicentro del film, no lo veremos en casi ningún momento... lo presentiremos, lo temeremos y lo odiaremos, pero será un fantasma al que no podemos ver. Este es el gran acierto de Mulligan, construir una película del oeste sobre la base de un thriller psicológico. Los diálogos son los justos y necesarios y no hay nada que nos distraiga un solo momento de la trama principal. Cuando el samaritanismo de Varner se torna en amor hacia Sarah, no se cuela ningún idilio, no hay beso ni abrazo, no hay nada... sólo el afán de no dejarse vencer por el apache, un ser sanguinario, cruel, inteligente y, sobretodo, fantasmagórico. Lo que va aconteciendo en el transcurso de la historia nos va desvelando datos sobre ese ser misterioso al que Varner deberá enfrentarse para salvar su vida y la de su nueva “familia”.
Gregory Peck borda un papel muy característico en su carrera, dónde la bondad y la correcta moral eran sus principales virtudes. Eva Marie Saint le secunda perfectamente. También podemos ver a Robert Forster en uno de sus primeros papeles, un explorador que trabajó a las órdenes de Varner y se convirtió en su amigo y que se ofrece a ayudarle en la difícil misión de eliminar a “Salvaje”.
Ayuda mucho la partitura de Fred Karlin para crear esa atmósfera densa y crear la tensión que se respira en el film. La fotografía de Charles Lang (“Los siete Magníficos”) es más que correcta. Hay que tener en cuenta que casi no hay diálogos y casi todo se nos revela en imágenes. Y estas consiguen revelarnos varios temas presentes en la película; incomunicación, amistad, amor e incluso algunos tintes racistas.
No estamos ante un gran western, pero su visionado merece la pena y creo que no defraudará a la mayoría de amantes del género.
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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 7,5
Cuando una peli te mantiene semiabducido hasta los títulos de crédito finales es que algo tiene. Y eso es lo que, precisamente, me ha sucedido con “La noche los gigantes”. Un curioso, extraño y atípico western que te mantiene en tensión durante todo el metraje merced al miedo que provoca en los protagonistas (y en los espectadores, por supuesto) la inminente llegada de Salvaje, un sanguinario indio apache que solo aparece —y fugazmente— al final de la peli pero cuya amenaza se cierne sobre las cabezas de los protagonistas de forma implacable. Constante. Inexorable. Una amenaza casi fantasmal (repito: Salvaje solo aparece al final) que resulta más que suficiente para sostener bien erguido un western que —paradójicamente— no presenta ni un gran guión ni un gran mensaje que difundir. Y esa es, a mi juicio, la gran virtud de “La noche de los gigantes”: explotar al máximo el suspense que lleva implícita la peli, revestir de sentido sus silencios (Mulligan es un genio narrando con imágenes) y camuflar eficazmente su escasez de medios gracias a una puesta en escena impecable y, por supuesto, gracias al carisma de su protagonista principal, un siempre eficaz y convincente Gregory Peck que —en su línea habitual— compone un personaje recto, honrado y valeroso. Total y absolutamente opuesto, por consiguiente, a Salvaje.
Naturalmente, “La noche de los gigantes” no es una obra maestra. Ni tan siquiera un film redondo. A su endeble guión yo le añadiría una desaprovechada Eva Marie Saint y algunas situaciones algo incongruentes pero yo prefiero, la verdad, quedarme con lo bueno. Con todo lo mencionado anteriormente (atmósfera, suspense, puesta en escena, Gregory Peck…) y con otros elementos dignos de señalar como la inquietante banda sonora de Fred Karlin, la impecable fotografía de Charles Lang, la sobriedad nipona de la que hace gala (los diálogos son escasos y, en su lugar, se suceden largos y clamorosos silencios) y, sobre todo, la hábil mezcla de géneros (western-thriller-terror) que logra equilibrar Mulligan. Argumentos, todos ellos, más que suficientes para poder disfrutar intensamente —sin lugar a dudas— de un western peculiar y diferente como pocos.
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TRAILER: