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jueves, 15 de septiembre de 2016

MAYOR DUNDEE

(Major Dundee) - 1965

Director: Sam Peckinpah
Guion: Harry Julian Fink, Oscar Saul y Sam Peckinpah

Intérpretes:
-Charlton Heston: Amos C. Dundee
-Richard Harris: Benjamin Tyreen
-Jim Hutton: Teniente Graham
-James Coburn: Samuel Potts
-Senta Berger: Teresa Santiago
-Ben Johnson: Sargento Chillum
-Mario Adorf: Sargento Gómez

Música: Daniele Amfitheatrof
Productora: Jerry Bresler Productions, Columbia Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7,5

 Ben Tyreen: Solo hasta que el apache sea aniquilado... solo hasta entonces



Tras el gran éxito de la crepuscular “Duelo en la Alta Sierra”, Sam Peckinpah, ya con la bendición de Hollywood, se embarca en su siguiente film con un presupuesto cercano al de una superproducción. Con un plantel de estrellas y medios más que suficientes, la película se rueda casi íntegramente en México.



El apache Sierra Charriba asola el sur Texas y Arizona llevándose prisioneros a los niños en su huida a México, dónde el ejército americano no puede perseguirle. Pero El mayor Amos Dundee junto a un grupo de soldados, prisioneros sudistas y esclavos liberados inicia una persecución que no acabará en el río Grande. El grupo se internará en suelo mexicano hasta dar con los apaches y capturarlos o eliminarlos.


Con esta premisa, obra de Harry Julian Fink (que años más tarde crearía al gran Harry Callahan), se inicia un rodaje lleno de vicisitudes, problemas y “malos rollos” creados en su mayoría por el director. Heston llegó a ir a por él armado con un sable de tanto que llegó a irritarle, aunque más tarde, cuando la productora decidió prescindir de Sam, ofreció su sueldo para que se quedase a terminar el rodaje. La productora prohibió que se rodasen escenas que Peckinpah consideraba esenciales, mutiló el montaje (el director ni siquiera estuvo en la sala), las borracheras y juergas del bueno de Sam eran continuas y así un largo etcétera de desavenencias que provocaron un gran fracaso en taquilla y un film fallido, aunque en mi opinión no lo es ni mucho menos.


A la cabeza del reparto tenemos a Heston y Harris, que interpretan a dos viejos amigos sureños enemistados en su día por un tema de disciplina y que vuelven a encontrase años después luchando en distinto bando durante la Guerra de Secesión. Tyreen, sudista, es hecho prisionero y enviado al fuerte comandado por Dundee, nordista.


Ambos acuerdan una tregua para unirse y perseguir a Sierra Charriba en territorio mejicano. Pero, como recuerda Tyreen constantemente, esta tregua sólo durará hasta el apache sea aniquilado.


Ya sabéis la importancia que tienen para mí el honor, la lealtad y la amistad en los westerns y éste no se queda atrás. Empezando por Tyreen, que ha dado su palabra a Dundee (solo hasta que el apache sea aniquilado) y la mantiene cueste lo que cueste y aunque tenga que enfrentarse a sus hombres. Y Dundee sabe que no necesita más garantías, le sobra con la palabra dada. “Yo ya tengo lo que quiero: su palabra”.


Desde ese momento, la historia se centra en un doble frente. De un lado, la obsesión de Dundee por capturar al asesino apache, lo que le lleva en determinadas ocasiones a perder la objetividad y a realizar acciones no del todo justificadas desde el punto de vista militar. De otro, la continua rivalidad entre Dundee y Tyreen, rivalidad que se traslada a los respectivos grupos de soldados y que amenaza con estallar abruptamente en varias ocasiones. Rivalidad, por cierto, que también surge desde el punto de vista sentimental al enamorarse ambos personajes de la misma mujer, lo que da la oportunidad al director para incidir aún más en la psicología y el comportamiento de ambos soldados al quedar patente la distinta forma que tienen de cortejarla.


Pero la escena que mejor refleja esos códigos de honor entre hombres es la última.
Cuando tras cumplir con éxito su misión y regresar de nuevo a suelo americano, son perseguidos por un numeroso grupo de militares franceses (recordemos que por aquel entonces México estaba regido por el emperador Maximiliano, cuyo cetro sostenido por las lanzas francesas era disputado por los partidarios de Benito Juárez), Es entonces, en el río que sirve de frontera entre los dos países, cuando estalla la violencia que preside todos los films de Peckinpah, si bien y de forma sorprendente el conflicto no se produce entre Dundee y Tyreen, ni tan siquiera entre unionistas y confederados, sino entre el grueso de los soldados americanos de uno y otro bando y el numeroso cuerpo de tropas francesas. Se lucha cuerpo a cuerpo y un jinete francés derriba el portaestandarte americano, de tal forma que la bandera que portaba, la de la Unión, cae al agua. Benjamín Tyreen, el soldado que lucha abiertamente por la causa confederada, se lanza presuroso y arriesgando su vida a recoger de las aguas el estandarte de la Unión a cuyas fuerzas está combatiendo, poniéndola en manos de otro soldado nordista para que pueda izarla con orgullo. Y es que Tyreen ya no está combatiendo a Dundee, ni tan siquiera al ejército de la Unión, sino a unos militares franceses, es decir, otra nación, por ello no puede consentir que sea humillada la bandera de la Unión, la enseña a la que nunca ha dejado de considerar “su” bandera pese a que en los últimos cuatro años haya estado combatiendo a las fuerzas que la defendían. Ante el ataque de un elemento ajeno, la división interna desaparece y de ahí que el confederado pase a considerarse, en ese momento, un norteamericano más.


El duelo interpretativo entre Heston y Harris es excepcional. Incluso Heston, que no es actor de mi devoción, deja de posar como suele ser habitual en él y se dedica a actuar. 
Senta Berger, como buen sex symbol de la época, cumple su cometido.


Coburn, de este sí que soy ferviente admirador, interpreta al guía Sam Potts. Un papel que recayó en sus manos tras fallar la contratación de Lee Marvin.


El reparto lo completan grandes secundarios (Oates, Johnson, Hutton, Pickens, Armstrong, Jones, Taylor, etc...) todos ellos cumpliendo su papel a la perfección.


Mención para Michael Paté (que ya interpretara a Victorio en “Hondo”) en el papel de Sierra Charriba; su aparición en la primera escena es terrorífica: Soldadito ¿a quién van a mandar ahora tras de mí?? le pregunta a un soldado torturado tras haber arrasado su compañía en una emboscada.


Como ya comenté al inicio, el montaje fue masacrado por Columbia y la película fue un fracaso, tanto de crítica como de público. Pero, en mi opinión, es un gran film que merece su sitio en el western. Si podéis haceros con la versión restaurada en 2005 de 140 minutos mucho mejor. Aunque Peckinpah hizo un film de 155 minutos, supongo que esta última extensión nos acerca más a lo que él siempre pensó que podía haber sido su mejor obra.



jueves, 8 de septiembre de 2016

UN HOMBRE

(Hombre) - 1967

Director: Martin Ritt
Guion: Irving Ravetch, Harriet Frank Jr.

Intérpretes:
- Paul Newman: John Russell
- Frederic March: Favor
- Richard Boone: Grimes
- Diane Celento: Jessie
- Cameron Mitchell: Braden
- Barbara Rush: Audra Favor
- Martin Balsam: Méndez

Música: David Rose

Productora: Twentieh Century Fox. Hombre Productions
País: Estados Unidos

Por: Jesús CendónNota: 8

Llevo trabajando desde los diez años limpiando escupideras a diez centavos diarios. Han pasado treinta años y sólo veo por la ventana un camino que no lleva a ninguna parte (Braden explicando a Jessie las razones por las que rechaza su proposición de matrimonio)


Película dirigida en 1967 por Martin Ritt, realizador perteneciente a la denominada generación de la televisión (Mulligan, Altman, Penn, Lumet, Frankenheimer) y víctima de la ominosa Caza de Brujas del senador McCarhy, que supuso la sexta y última colaboración con Paul Newman (en este género habían realizado juntos “Hud, el más salvaje entre mil”, un western moderno, y “Cuatro confesiones”, adaptación al salvaje Oeste de “Rashomon”).



ARGUMENTO: Un grupo de viajeros de una diligencia entre los que viaja John Russell, un blanco criado por los nativos, sufre un asalto por parte de una banda de forajidos que, tras robarles, les abandona a su suerte. A partir de ese momento el grupo deberá luchar por su supervivencia, lucha que mostrará las miserias pero también la generosidad de sus miembros y convertirá a John, muy a su pesar, en el líder natural.



Basada en una extraordinaria novela de Elmore Leonard recientemente publicada por Valdemar (colección Frontera), el filme reivindica la figura y la cultura de los nativos estadounidense frente a la sociedad creada por los emigrantes europeos caracterizada por la avaricia, el racismo, que no sólo afecta a los indios sino también a los mejicanos, y la hipocresía, y cuyo máximo exponente es el doctor Favor (magnifico Fredrich March en uno de sus últimos papeles para el cine) el corrupto agente de la reserva de San Carlos (es inevitable acordarse del personaje de Gatewood en “La Diligencia”).



La película, en la que están perfectamente ensambladas las escenas dramáticas con las de acción y cuenta con una profunda carga moral y ética gracias a los estupendos diálogos escritos por la pareja Ravetch-Frank Jr. y un tono melancólico subrayado por el adecuado tema principal compuesto por David Rose, nos presenta una galería muy rica de personajes perfectamente dibujados: el descarnadamente sincero sheriff que entiende el asalto a la diligencia como una justa recompensa a su vida de miseria (Thomas Mitchell); la racista y estirada mujer de Flavor que permanece junto a él por conveniencia; el bravucón y violento jefe de la banda encarnado por el siempre eficaz Richard Boone; la insatisfecha y provocadora joven (la película tiene una carga sexual inusual para un western); el bienintencionado pero excesivamente sumiso mejicano Méndez (Martin Balsam); la veterana y mundana para la época Jessie, encargada del hostal, que resultará a la postre el personaje más lúcido y humano a la que da vida una muy apropiada Diane Celento; y, planeando sobre todos ellos, John Russell (extraordinario Paul Newman) un blanco criado por los indios que ha decidido vivir con estos y simboliza el orgullo, la dignidad, el honor y la libertad cualidades incompatibles con la sociedad del hombre blanco que le empujará a su destrucción, aunque también se muestre demasiado duro, individualista, impasible ante el dolor humano e incapaz de sentir empatía por sus semejantes (respecto a esta cuestión cobra relevancia la escena en la que Grimes arrebata el billete a un soldado sin que John Russell haga nada, ya que es un asunto que no le concierne). Se trata de un antihéroe que sólo al final, tras conversar con Jessie y comprobar la sinceridad de sus palabras y su determinación, se comportará como un héroe clásico en un memorable final pleno de tensión.






En definitiva, un western que, encuadrado por tanto dentro de la corriente psicológica y revisionista, resulta imprescindible para comprender la evolución de este género a partir de mediados de los sesenta y durante la década siguiente.



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TRAILER:


jueves, 21 de julio de 2016

POR UN PUÑADO DE DÓLARES

(Per un pugno di dollari) - 1964

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Leone, Adriano Bolzoni, Víctor Andrés Catena y Jaime Comas Gil

Intérpretes:
Clint Eastwood: Joe
- Gian Maria Volonté: Ramón Rojo
- Sieghardt Rupp: Esteban Rojo
- Antonio Prieto: Benito Rojo
- Marianne Koch: Marisol
- Joseph Egger: Piripero
- Wolfgang Lukschy: John Baxter
- Mario Brega: Chico
- José Calvo: Silvanito


Música: Ennio Morricone

Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Italia, España y Alemania

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Hacéis muy mal en reíros. A mi caballo le molesta la gente que se ríe” (Joe a los hombres de Baxter)

SINOPSIS: Joe es un cínico y lacónico cazarrecompensas que llega un buen dia a San Miguel (un pueblo cercano a la frontera entre Mexico y Estados Unidos) donde dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan su control. Mientras Benito, Esteban y Ramón Rojo se dedican al tráfico de alcohol, el matrimonio Baxter (John y Consuelo) se dedica al tráfico de armas. Joe trabajará para ambos bandos sin que nadie se entere pero cuando se enamora de Marisol, los Rojo descubren sus argucias y lo capturan. Pese a ser duramente torturado, Joe consigue escapar y se refugia en una antigua mina abandonada, donde Piripero (el enterrador) y Silvanito (el cantinero) cuidan de él. Una vez recuperado, Joe decide enfrentarse cara a cara a los Rojo.



Naturalmente, “Por un puñado de dólares” no es el mejor Spaghetti Western jamás rodado. A mi juicio le superan los posteriores “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora”. Y si mucho me apuráis, alguno más y todo. Aún así, “Por un puñado de dólares” es —sin lugar a dudas— el SW más importante de la historia del subgénero y una película clave en la historia del western en términos generales. En primer lugar, porque fue el primer eurowestern con distribución internacional. Y en segundo, porque también fue el primer eurowestern que sintetizó a la perfección cuáles habrían de ser los postulados básicos de los futuros —y ahora sí— SW. Así pues, permitidme que profundice un poquito más en este film porque creo que merece, y mucho, la pena hacerlo.



Parece ser que Sergio Leone, su director, llegó al eurowestern casi casi por casualidad, cuando las pelis de gladiadores o “de sandalias” (en las que se había iniciado) dejaron de estar de moda en Italia en favor de los western de producción europea. Su primer proyecto, pues, iba a ser una peli de bajo presupuesto rodada entre Madrid y Almería que prácticamente calcaba, plano por plano, el “Yojimbo” de Kurosawa y que no parecía predestinada, precisamente, a pasar a la historia.



La falta de presupuesto y de pretensiones provocaron, además, que actores como James Coburn o Charles Bronson rechazaran el papel protagonista. Un papel que finalmente recayó en un joven y semidesconocido Clint Eastwood. Y aunque a Leone —de entrada— no le convencía demasiado (le parecía blando y desgarbado), también vio en el americano una inmejorable “máscara” para poder plasmar el personaje que tenía en mente. Un hombre sin nombre, sin pasado, sin futuro. Un antihéroe cínico, lacónico y amoral. Y ahí radicó gran parte del éxito de su propuesta. En su protagonista. Con su barba sin afeitar, su sempiterno cigarro en la boca y su mítico poncho. Un singular personaje que perfectamente compensado por un antagonista de peso (magistral Gian María Volonté como Ramón Rojo) y cuatro constantes muy concretas (guión, música, estética y estilo) estableció las bases esenciales de un subgénero que durante algo más de una década se explotaría hasta la saciedad.



Empezaré con el guión. Y es que, a diferencia del western clásico americano, el SW constituye un subgénero en el que el mensaje o el guión es lo de menos. Básicamente porque —más que lo que se cuenta— lo que importa, en la mayoría de eurowesterns, es “cómo” se cuenta. Precisamente por ello el guión de “Por un puñado de dólares” puede parecer, en ciertos momentos, algo naïf o incluso abstracto. Porque a Leone —a diferencia de Sollima o Corbucci— le interesaba mucho más la forma que el fondo.



La música, sin embargo, es fundamental en el SW. De hecho, si probamos de ver “Por un puñado de dólares” sin la música de Ennio Morricone (aunque podamos incluso leer los subtítulos) comprobaremos, sin lugar a dudas, que el efecto sobre el espectador no tiene nada que ver. Con ello quiero decir que la banda sonora de Morricone no se limita a acompañar las diferentes acciones de la peli sino que, en realidad, se convierte en un factor protagónico tan importante como Eastwood, Volonté o el mismísimo Leone. Por algo se dijo en su momento que “Leone, Eastwood y Morricone fueron —respectivamente— el cohete, el astronauta y el combustible de “Por un puñado de dólares”.



La estética de “Por un puñado de dólares” también marcó un punto y aparte respecto al western clásico americano. Así pues, los típicos vaqueros aseados, repeinados y bien afeitados del otro lado del charco fueron substituidos en Europa por pistoleros sucios, sudorosos y mal afeitados. Pero no solo el aspecto de los actores se vio afectado por esa estética “feísta”. También se constató en las vestimentas, en los decorados o en el atrezzo. A veces, por motivos artísticos. Pero muchas otras veces, también, por razones puramente presupuestarias.



En cualquier caso, si por algo destacó “Por un puñado de dólares” respecto al resto de eurowesterns de la época fue por el libreto de estilo leoniano. Por la amoralidad de sus personajes, por la violencia de sus acciones y por el perfeccionismo de su puesta en escena. Pero también por su concepción del cine. Por su dilatadísimo tempo narrativo. Por sus primerísimos primeros planos. Por su gusto por la fragmentación. Y, obviamente, por esa inconfundible liturgia en todos sus duelos.



Y poco más. Quizás reiteraros, tan sólo, que la mejor virtud de “Por un puñado de dólares” es que fue el “esbozo” que —posteriormente— permitió a Leone crear tres obras maestras como “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora” y que, a pesar de todos los pesares, el primer western del italiano cuenta con dos escenas muy pero que muy buenas: la de la llegada de Joe a San Miguel y el consabido primer duelo con los hombres de Baxter y, naturalmente, la del duelo final de Joe con Ramón Rojo. Solo por eso “Por un puñado de dólares” se merece, sin lugar a dudas, un puesto de honor en el Olimpo del Spaghetti Western y —por qué no— también en el del Western, por supuesto.   

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jueves, 7 de julio de 2016

LA PUERTA DEL DIABLO

Poster La puerta del diablo
(Devil’s Doorway) - 1950

Director: Anthony Mann
Guion: Guy W. Trosper

Intérpretes:
Robert TaylorLance Poole
Paula RaymondOrrie Masters
Louis CalhernVerne Coolan
Edgar BuchananSheriff Zeke Carmody
Marshall Thompson: Rod MacDougal


Música: Daniele Amfitheatrop

Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Estados Unidos

Por: Jesús "Elenorra" CendónNota: 8

Todos debemos aprender una lección de esto” (Orrie Masters tras haberse consumado el drama)

Western dirigido por Anthony Mann en 1950, el mismo año en el que comenzó con Winchester 73 su ciclo de cinco películas del oeste con James Stewart como protagonista que le convirtieron en uno de los grandes especialistas en este género.



Protagonizada por Robert Taylor en el papel de Lance Poole, un indio navajo distinguido con la Medalla de Honor del Congreso (la máxima condecoración de las Fuerzas Armadas en los EEUU) por su participación en la Guerra de Secesión, en la que alcanzó el grado de sargento mayor, que se verá despojado de sus tierras y su rancho puesto que al no ser considerado ciudadano estadounidense carecía del derecho a tener propiedades.



Nos encontramos, pues, ante uno de los primeros westerns revisionistas en el que no sólo se reivindica la figura del piel roja sino que se denuncia la situación de indefensión de los nativos norteamericanos despojados de todos sus derechos y de sus costumbres (no consiguieron la ciudadanía hasta 1924) y confinados en reservas en las que vivían hacinados esperando la muerte (todavía en la actualidad la mayoría viven en estas reservas).



Película, narrada en un tono pesimista, reflexiona además sobre otras dos cuestiones:



- La diferencia entre la legalidad y la justicia, sobre todo a través de las conversaciones que mantiene el protagonista con su abogada, Orrie Masters, interpretada por Paula Raymond (otra “rara avis” al ser mujer y letrada en el siglo XIX, por lo que también sufrirá cierta marginación). Como tal abogada está apegada a la ley, pero comprobará como fracasan todos sus intentos encaminados a acabar con semejante atropello.



- La necesaria tolerancia y respeto a otras culturas cuyas costumbres pueden parecer bárbaras (en este sentido es muy significativa la escena del niño con las plumas de águila). En definitiva, la indispensable comprensión de las minorías para construir una sociedad justa y en paz.



Junto a la soberbia dirección de Mann, cabe destacar la labor de John Alton, uno de los grandes directores de fotografía, que traslada al western la estética expresionista del noir norteamericano (sobre todo con la acentuación de los claroscuros como queda patente, por ejemplo, en la extraordinaria secuencia de la pelea en el saloon mientras se desencadena una tormenta en el exterior). Consiguiendo realzar el carácter trágico y sombrío del filme que, igualmente, presenta similitudes con el cine negro respecto a temas como la fatalidad o la imposibilidad de modificar el destino.



No hay que olvidar que Mann se había convertido en un consumado director de cine negro de serie B. “El último disparo” y “La brigada suicida” de 1947, “Justa venganza” (1948) o “Side Street” (1950) constituyen buenos ejemplos de su pericia en este género.



Por último, hay que mencionar la labor de dos grandes secundarios. Por una parte Louis Calhern como el avieso, resentido y racista abogado, principal inductor del conflicto al aprovecharse de la necesidad de pastos por parte de los ovejeros y del resquemor que origina en la población la prosperidad de un indio propietario de una gran extensión de terreno rico en pastos. Individuo inteligente, se valdrá tanto de su capacidad de persuasión como de sus conocimientos de una norma aberrante para conseguir sus fines. Por otra parte Edgar Buchanan en el papel del sheriff, amigo del padre del protagonista, obligado a hacer cumplir la ley aunque está no le gusta y que, muy a su pesar morirá con las botas puestas.



En definitiva, la película, que culmina con un final demoledor en el que se muestra el sacrificio inútil de Poole en la Guerra de Secesión por el que creía era su país, es una de las más sinceras, realistas y brillantes aproximaciones del Hollywood clásico a la cultura de los nativos norteamericanos, muy superior a otras propuestas más conocidas como la bienintencionada “Flecha rota”, dirigida ese mismo año por Delmer Daves, otro gran especialista.



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miércoles, 22 de junio de 2016

LA NOCHE DE LOS GIGANTES

(The stalking moon) - 1968

Director: Robert Mulligan
Guion: Alvin Sargent y Wendell Mayes

Intérpretes:
Gregory Peck: Sam Varner
- Eva Marie Saint: Sarah Carver
- Robert Forster: Nick Tana
- Nolan Clay: El chico


Música: Fred Karlin

Productora: National General Producions Inc.
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7

Nunca había visto nada tan horrible”

Siete años después de filmar esa maravilla que es “Matar a un ruiseñor”, Robert Mulligan vuelve a unirse a Gregory Peck para realizar un western bastante peculiar.



Basándose en la novela de Theodore V. Olsen, los guionistas consiguen elaborar un guión simple y efectivo y el director se encarga de plasmar una atmósfera agobiante y tensa. Cuando digo que este es un western peculiar, me refiero a que tiene más de thriller, suspense y terror que características propias del género.



SINOPSIS: Sam Varner es un guía del ejército en su último día de servicio (se jubila y se va un rancho que ha adquirido en Nuevo México).



Después de capturar a un grupo de apaches, decide acompañar a una mujer blanca (hecha prisionera 10 años atrás) y su hijo mestizo a la estación del ferrocarril. Lo que no sabe es que el niño es el hijo de "Salvaje", un apache renegado y sanguinario capaz de auténticas masacres él sólo. A partir de ahí se inicia una persecución sin tregua por parte del apache, hasta que los acorrala en el rancho de Varner.



Con esta sencilla historia, Mulligan nos presenta un planteamiento narrativo lo suficientemente atractivo para engancharnos a la pantalla durante todo el metraje.



Siendo “Salvaje” el epicentro del film, no lo veremos en casi ningún momento... lo presentiremos, lo temeremos y lo odiaremos, pero será un fantasma al que no podemos ver. Este es el gran acierto de Mulligan, construir una película del oeste sobre la base de un thriller psicológico. Los diálogos son los justos y necesarios y no hay nada que nos distraiga un solo momento de la trama principal. Cuando el samaritanismo de Varner se torna en amor hacia Sarah, no se cuela ningún idilio, no hay beso ni abrazo, no hay nada... sólo el afán de no dejarse vencer por el apache, un ser sanguinario, cruel, inteligente y, sobretodo, fantasmagórico. Lo que va aconteciendo en el transcurso de la historia nos va desvelando datos sobre ese ser misterioso al que Varner deberá enfrentarse para salvar su vida y la de su nueva “familia”.



Gregory Peck borda un papel muy característico en su carrera, dónde la bondad y la correcta moral eran sus principales virtudes. Eva Marie Saint le secunda perfectamente. También podemos ver a Robert Forster en uno de sus primeros papeles, un explorador que trabajó a las órdenes de Varner y se convirtió en su amigo y que se ofrece a ayudarle en la difícil misión de eliminar a “Salvaje”.



Ayuda mucho la partitura de Fred Karlin para crear esa atmósfera densa y crear la tensión que se respira en el film. La fotografía de Charles Lang (“Los siete Magníficos”) es más que correcta. Hay que tener en cuenta que casi no hay diálogos y casi todo se nos revela en imágenes. Y estas consiguen revelarnos varios temas presentes en la película; incomunicación, amistad, amor e incluso algunos tintes racistas.



No estamos ante un gran western, pero su visionado merece la pena y creo que no defraudará a la mayoría de amantes del género.

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Por: Xavi J. PruneraNota: 7,5



Cuando una peli te mantiene semiabducido hasta los títulos de crédito finales es que algo tiene. Y eso es lo que, precisamente, me ha sucedido con “La noche los gigantes”. Un curioso, extraño y atípico western que te mantiene en tensión durante todo el metraje merced al miedo que provoca en los protagonistas (y en los espectadores, por supuesto) la inminente llegada de Salvaje, un sanguinario indio apache que solo aparece —y fugazmente— al final de la peli pero cuya amenaza se cierne sobre las cabezas de los protagonistas de forma implacable. Constante. Inexorable. Una amenaza casi fantasmal (repito: Salvaje solo aparece al final) que resulta más que suficiente para sostener bien erguido un western que —paradójicamente— no presenta ni un gran guión ni un gran mensaje que difundir. Y esa es, a mi juicio, la gran virtud de “La noche de los gigantes”: explotar al máximo el suspense que lleva implícita la peli, revestir de sentido sus silencios (Mulligan es un genio narrando con imágenes) y camuflar eficazmente su escasez de medios gracias a una puesta en escena impecable y, por supuesto, gracias al carisma de su protagonista principal, un siempre eficaz y convincente Gregory Peck que —en su línea habitual— compone un personaje recto, honrado y valeroso. Total y absolutamente opuesto, por consiguiente, a Salvaje. 



Naturalmente, “La noche de los gigantes” no es una obra maestra. Ni tan siquiera un film redondo. A su endeble guión yo le añadiría una desaprovechada Eva Marie Saint y algunas situaciones algo incongruentes pero yo prefiero, la verdad, quedarme con lo bueno. Con todo lo mencionado anteriormente (atmósfera, suspense, puesta en escena, Gregory Peck…) y con otros elementos dignos de señalar como la inquietante banda sonora de Fred Karlin, la impecable fotografía de Charles Lang, la sobriedad nipona de la que hace gala (los diálogos son escasos y, en su lugar, se suceden largos y clamorosos silencios) y, sobre todo, la hábil mezcla de géneros (western-thriller-terror) que logra equilibrar Mulligan. Argumentos, todos ellos, más que suficientes para poder disfrutar intensamente —sin lugar a dudas— de un western peculiar y diferente como pocos.



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TRAILER: