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jueves, 12 de abril de 2018

EL FORASTERO

(The Westerner, 1940)

Dirección: William Wyler
Guion: Jo Swerling, Niven Busch (Historia: Stuart N. Lake)

Reparto:
- Gary Cooper: Cole Harden
- Walter BrennanJudge Roy Bean
- Doris DavenportJane Ellen Mathews
- Fred StoneCaliphet Mathews
- Forrest TuckerWade Harper
- Paul HurstChickenfoot
- Chill WillsSoutheast
- Lillian BondLily Langtry
- Dana AndrewsHod Johnson
- Charles HaltonMort Borrow
- Trevor BardetteShad Wilkins

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: Samuel Goldwyn Company. (USA)

Por Seve Ferrón. Nota: 8


"Puede estar seguro de que en este tribunal a los ladrones se les juzga antes de ser colgados"Juez Roy Bean


Gary Cooper interpreta en este clásico, a un héroe tranquilo, jinete errante, en esta producción de Samuel Goldwyn, Cooper cabalga buscando la frontera del Oeste de Texas, donde encontrará en su camino una ciudad en la que tendrá que luchar contra una banda de despiadados vaqueros, capitaneados por el juez Roy Bean un magnífico (Walter Brennan). Allí tendrá que defender a los granjeros de la zona y su propia vida.


La interpretación de Brennan del personaje real del juez Roy Bean le valió su tercer Oscar en cinco años tras "Rivales" (Howard Hawks y William Wyler, 1936) un relato  en el viejo Oeste sobre la rivalidad entre un magnate y su hijo por el amor de una mujer y "Kentucky" (David Butler, 1938) que nos cuenta las rivalidades entre dos familias de granjeros  con Loretta Young como una muchacha que paga las deudas de una familia ganando un derby.


Precisamente  el primer film sonoro de Wyler sería un western "Santos del infierno" de 1929 y al que seguiría "The Storm" con William Boyd en 1930 y no volvería al género hasta diez años después con el film qué nos ocupa, con una pareja difícil de mejorar. También, dentro del género, "La gran prueba" de 1956 western atípico, alegato pacifista con todas las reglas, y "Horizontes de grandeza" de 1958, ejemplo de la película de gran presupuesto, símbolo de una época, los años cincuenta, en el que el cine de Hollywood trataba por todos los medios de contrarrestar la creciente competencia de la televisión.

"El forastero" fue más que un simple western. Fue a mi parecer, el primer intento de introducir matices psicológicos y dramáticos en un género considerado hasta entonces menor por buena parte de la crítica. En este sentido, la rivalidad entre el Juez y Cole Hardin, venía a simbolizar el conflicto entre las libertades del individuo en lucha contra un poder necesario pero no exento de mensaje.


Gracias a Dios, Vinegaroon no pasa de ser un producto de la imaginación. Fueron Stuart N. Lake, Jo Sterling y Niven Busch quienes le proporcionaron  a William Wyler el material narrativo para su film, un peculiar retrato de Roy Bean, el juez de la horca. Y digo lo de peculiar aún si cualquier retrato posible de Roy Bean habría de serlo, pues sus veleidades a la hora de juzgar no dejaban de ser muy sui géneris. Todo el mundo sabe, por ejemplo, que de juez tenía lo que un cura de pistolero, lo cual no impide imaginarse a un cura con dos pistolas o a un ex militar sudista impartiendo justicia con una expeditiva tendencia a aplicar la ley de la horca. En Roy Bean era, al fin y al cabo, lógico si se tiene en cuenta como el mismo no murió ahorcado por bien poquito; muchos años después todavía el cuello se la jugaba por las mañanas al levantarse, con la sensación de tenerlo descolocado. Por eso bebía levantamientos, un licor capaz de comerse la madera, muy efectivo para quien debe resucitar cuando despega los párpados cada nuevo amanecer. Un juez curioso. Si alguien era condenado a la horca, daba igual su condición, si era blanco o negro, rico o pobre, feo o guapo; Roy Bean era, en ese sentido, fiel a su oficio.

"Id a por una soga y colgadle"
"¿Colgarle? Pero si ya está muerto"
"A los ladrones de caballos los colgamos, ¿No? ¡Colgadle!


Mirándole a la cara en el film de Wyler, uno tiene dudas sobre Bean: ¿esta loco o no está loco? Desde luego, si lo está, la suya no es una locura que le afecte en exclusiva; también sus secuaces han de tener su prorrata de chifladura para estar a su lado, son ellos. Los jurados de sus juicios los forman sus secuaces, los parroquianos de su saloon.


Por su parte, Cole Hardin es la encarnación del cowboy, héroe honrado enfrentado a la injusticia, alguien de quien apenas se sabe nada, sorprendido a menudo entre dos fuegos, sin querer tomar partido, so pena de decir con ello adiós a su independencia. Sin embargo, él ya no está lejos de los héroes del western de los años cincuenta, a quienes, en lugar de dejarles errantes y solitarios al término de los filmes, se les obliga a posicionarse.


Además de por sus enjundiosas propuestas a nivel argumental, "El forastero" tiene una pátina moderna gracias a la fotografía de Gregg Toland, menos neutra que la de los filmes del periodo primitivo del western.


En definitiva "El forastero" trata, en buena medida, sobre la ingenuidad y el desfase de unos ideales anacrónicos tras la Guerra Civil, ideales, sea dicho de paso, defendidos con métodos intransigentes en progresiva degradación, donde también destaca la labor de William Wyler en algunas de las soluciones visuales, como la cena en casa de los Mathews, filmada desde una grúa elevándose, efecto que sustituye al fundido a modo de transición e introduce un elemento místico en ese alejamiento, acaso para corroborar el supuesto jansenismo de la puesta en escena del director.



miércoles, 28 de marzo de 2018

FLECHA ROTA

(Broken arrow, 1950)

Dirección: Delmer Daves
Guion: Albert Matz

Reparto:
- James Stewart: Tom Jeffords
- Jeff ChandlerCochise
- Debra PagetSonseeahray
- Basil RuysdealGeneral Oliver Howard
- Will GeerBen Slade
- Joyce MackenzieTerry
- Arthur HunnicutMilt Duffield
- John DoucetteMule driver
- Frank McGrathBarfly

Música: Hugo Friedhofer
Productora: Twentieth Century Fox Film Corporation. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“Hasta este momento no se me había ocurrido pensar que una madre india pudiera echar de menos a sus hijos” Tom Jeffords tras haber curado de sus heridas a un joven y comentarle este que debía volver al poblado para no preocupar a su madre.


En la década de los cuarenta algunos autores mostraron una visión más ajustada a la realidad sobre el conflicto surgido entre los colonos y el ejército estadounidense por una parte, y los nativos norteamericanos por otra; abandonando la imagen deshumanizada y estereotipada del indio como un ser sediento de sangre al que tan sólo se le reservaba un papel amenzante para el hombre blanco. Así Raoul Walsh presentó a los pieles rojas como víctimas de la codicia y de los escasos escrúpulos de especuladores y políticos en su monumental “Murieron con las botas puestas” (1941); mientras que John Ford en “Fort Apache” (1948) responsabilizó a un ignorante en cuestiones indias, además de prepotente y soberbio, Coronel Thursday del enfrentamiento final entre el ejército y los apaches. En ambas cintas los pieles rojas eran tratados con dignidad.


Incluso en 1950, año de producción de “Flecha rota”, dos películas aportaron una visión más positiva de la cultura de las grandes praderas, además de denunciar las injusticias cometidas contra la misma. Me refiero a “La puerta del diablo” de Anthony Mann, en la que el director abordaba el tema de abandono por parte del gobierno de los EEUU de los pieles rojas al estar incapacitados legalmente para tener propiedades por carecer de la nacionalidad estadounidense y “Caravana de paz” de John Ford, que, aunque de forma tangencial, incluía un bellísimo alegato a favor de los navajos y sus costumbres.


Sin embargo, fue la película de Delmer Daves la que ejerció una influencia decisiva en Hollywood y originó en la década de los cincuenta una importante corriente revisionista en la que se cuestionaba la imagen dada hasta ese momento de los pieles rojas, comenzando a retratarlos de forma más sincera; además de mostrar un mayor respeto por su cultura. Tendencia culminada, cómo no, por John Ford en 1964 con “El gran combate” (horroroso nombre en castellano de su título original “Cheyenne autumn”, más poético y acorde con el contenido del filme), en el que el viejo director de origen irlandés mostraba su fascinación, nunca ocultada, por los nativos norteamericanos.


Sin tener la intención de ser exhaustivo y como títulos más significativos dentro de esta primera oleada de wésterns pro-indios o que al menos mostraban un acercamiento hacia los originales habitantes de Norteamérica destacaría “El piel roja” (George Sherman, 1951), “Más allá del Missouri” (William Welman, 1951), “Paz rota” (George Sherman, 1952), “El salvaje” (George Marshall, 1952), “Río de sangre” (Howard Hawks, 1952), “Hondo” (John Farrow, 1953), “Traición en Fort King” (Budd Boeticher, 1953), “Lanza rota” (Edward Dmytryck, 1954), “Apache” (Robert Aldrich, 1954), “Raza de violencia” (Douglas Sirk, 1954), “El gran jefe” (George Sherman, 1955), “Pacto de honor” (André de Toth, 1955), “La última cacería” (Richard Brooks, 1956), “La tierra del orgullo” (Jesse Hibs, 1956), “Yuma” (Sam Fuller, 1957), “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960) y “Los que no perdonan” (John Huston, 1960).


ARGUMENTO: Arizona 1870. Los apaches, liderados por el valeroso Cochise, llevan ya diez años en pie de guerra defendiendo su territorio de la avidez expansiva del hombre blanco. Un antiguo explorador del ejército, Tom Jeffords, se propondrá llevar la paz al territorio para lo que no dudará en entrevistarse con el jefe chiricahua del que se hará amigo. Pero el coste de la paz será muy doloroso.


Delmer Daves, uno de los mayores directores de películas del Oeste y gran renovador del género en la década de los cincuenta, escogió para su primer wéstern la novela de Elliot Arnold “Blood brother” basada en hechos reales y convertida en guion por Albert Matz, escritor víctima de la caza de brujas del infausto senador McCarthy, que abordaba el enfrentamiento entre el hombre blanco y los nativos norteamericanos abandonando los planteamientos simples y maniqueos predominantes hasta ese momento en el cine hollywoodiense; para ofrecernos un retrato honesto y muy bien documentado sobre la sociedad y cultura apaches.


En la misma plantea, en un momento en el que las minorías raciales en EEUU comenzaban a organizarse para denunciar tanto su situación injusta como para reivindicar sus derechos, la necesidad del entendimiento y la convivencia entre culturas separadas por muros de ignorancia y océanos de intolerancia e incomprensión. Reivindicando el conocimiento como herramienta esencial para comprender al otro, para entender a aquel que es diferente. Un tema, la superación de los prejuicios entre miembros de distintas culturas o razas través de su acercamiento, que se convertiría en una constante en sus wésterns sobre el problema indio (“Tambores de guerra” realizada cuatro años después y también basada en un hecho histórico, y “La ley del talión” filmada en 1956).


De hecho, el personaje de Tom Jeffords se puede entender como un alter ego del propio Daves quien convivió durante años con varias tribus indias y estableció un estrecho vínculo similar al de John Ford con los navajos.


Es precisamente Tom quien nos sumerge en la historia con su voz en off, para a continuación Daves descubrir sus cartas al presentar a un joven indio como un ser humano. De hecho en alguna entrevista llegó a afirmar que su intención era algo tan evidente como humanizar a los apaches. Así nos va a presentar a un joven guerrero herido que ha perdido a sus hermanos en el conflicto con los blancos, reza a sus dioses y se muestra preocupado por el hecho de que su madre le pueda echar de menos.

A partir de esa escena Daves estructura la historia con base en una doble relación mantenida por tres personajes:


El propio Jeffords, un hombre desprejuiciado, moderno e incluso adelantado a su tiempo que, hastiado de tanta muerte durante diez años de guerras apaches, se planteará la posibilidad de llevar la paz al territorio.


El valeroso jefe de los chiricahuas Cochise, al que el director reserva una espectacular presentación para acentuar el carácter legendario de su figura. Nos lo describe como un hombre práctico (llega a afirmar en relación a la situación del pueblo apache que: “si sopla el huracán, el árbol debe doblarse o será arrancado de cuajo”), noble, sincero (en un momento dado le comenta a Tom: “yo no rompo mi palabra, es mi vida”), inteligente, realista (asume que: “hablar de la paz es sencillo, pero vivirla no”), sabio y verdaderamente comprometido con la paz ( al final del filme sentencia respecto a la situación de Tom: “De igual modo que soporto la muerte de mi gente, soportarás tú la de tu esposa”).


Sonseeahray, interpretada por una quinceañera Debra Paget, símbolo de la pureza, inocencia y candidez.


Los dos primeros comenzarán una relación basada en la sinceridad que oscilará desde la cautela inicial, pasando por una creciente admiración, hasta una intensa amistad. Mientras que el antiguo explorador y la joven apache protagonizarán una bella y trágica historia de amor interracial. Son ambas relaciones, que por momentos parecen interesar más al director que la propia historia por lo que el ritmo del filme se resiente, las que permiten a Daves, gracias a sus amplios conocimientos, detenerse en la descripción casi documental de las costumbres del pueblo apache, cuya forma de vida se caracterizaba por su total armonía con la naturaleza.


Junto a Tom y Cochise, será decisivo en la pacificación del territorio por el bando del rostro pálido el general Howard, un tipo de personaje recurrente en la filmografía wéstern del director. Hombre profundamente religioso, tras ser derrotado por Cochise en una espectacular batalla rodada excelentemente por Daves a base de panorámicas, apostará decididamente por la paz y se mostrará tan sincero y honorable como el jefe chiricahua.


Los cuatro personajes deberán superar la incomprensión, el resentimiento y el odio generado por el conflicto en ambos bandos a lo largo del tiempo.


Así, el filme nos presenta al rostro pálido, salvo excepciones, moviéndose por estereotipos, actuando de forma maniquea (llegan a espetarle a Tom que si no combate a los indios es que está con ellos) y capaz, en una escena con claras referencias a la paranoica situación vivida por los EEUU con el senador McCarthy, de linchar a un hombre basándose en meras conjeturas o, incluso, de pagar por cabelleras de los pieles rojas. Mientras que el pueblo apache aunque es retratado con más simpatía (se hace hincapié en que fue el hombre blanco el que rompió el tratado de paz) tampoco se escapa de la mirada crítica de Daves en una secuencia, estéticamente impresionante cuya composición me recuerda al cuadro de Goya sobre los desastres de la guerra titulado “Grande hazaña con muertos”, en la que nos muestra su crueldad al torturar a varios hombres blancos. Además de presentarnos a un grupo de apaches, liderado por Geronimo, que no acepta la paz y atacará a una diligencia poniendo en grave peligro a esta.


“Flecha rota” quizás no sea el mejor wéstern de un director que nos legó cintas del nivel de “La ley del talión” (1956), “Jubal” (1956), “El tren de las 3:10” (1957) o “El árbol del ahorcado” (1959); pero, sin duda, fue una película muy necesaria y esencial para la evolución del género en los años venideros.


Como curiosidades os puedo citar las siguientes:

- Albert Matz obtuvo el Oscar al mejor guion, pero al estar incluido en la lista negra lo tuvo que recoger Michael Blankfort, escritor y amigo suyo que además figura como autor del libreto en los títulos de crédito. Hasta la década de los noventa no se le reconoció a Matz la autoría del mismo.

- Jeff Chandler, nominado al Oscar al mejor actor secundario, interpretó a Cochise en otras dos ocasiones: “Paz rota” (1952) y “Raza de violencia” (1954). En la última efectuaba un cameo y cedía el protagonismo a su hijo Taza, interpretado por un emergente Rock Hudson.

- El éxito de la película originó una serie de televisión que se mantuvo en antena durante cuatro años (1956 a 1960) con Michael Ansara en el papel de Cochise y John Lupton en el de Tom Jeffords.

- La película recibió críticas tanto de los sectores más puristas por hablar los apaches en inglés, como de los grupos más retrógrados por mostrar abiertamente una relación amorosa interracial.





jueves, 22 de marzo de 2018

AMANECER EN SOCORRO

(Dawn at Socorro, 1954).

Dirección: George Sherman
Guion: George Zuckerman

Reparto:
- Rory Calhoun: Brett Wade
- Piper LaurieRannah Hayes
- David BrianDick Braden
- Katleen HughesClare
- Alex NicolJimmy Rap
- Edgar Buchanan: Sheriff Cauthen
- Roy Roberts: Doc Jameson
- Skip Homeier: Buddy Ferris
- James Millican: Marshall Harry McNair
- Lee Van Cleef: Earl Ferris

Música: Frank Skinner, Herman Stein
Productora: Universal International Pictures (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“¿Quién le viene buscando?” “Mi pasado. Mi pasado viene a pedir cuentas” Conversación entre el jefe de estación y Brett Wade instantes antes del duelo definitivo con Jimmy Rap.


George Sherman (1908-1991) es uno de esos artesanos con gran capacidad de trabajo, filmó casi ciento treinta películas entre el cine y la televisión en cuarenta años de carrera, que contribuyó al afianzamiento de este género. Comenzó como director en la Republic, compañía especializada en la década de los treinta en los llamados seriales con temática wéstern, en la que dirigió paupérrimas producciones con una duración que apenas alcanzaba los sesenta minutos para estrellas como Gene Autry, Don “Red” Barry o el mismísimo John Wayne en el serial de los tres mosqueteros del Oeste. Tras su paso por la Columbia, recaló en la Universal iniciando su etapa más fructífera siempre enmarcada en wésterns de bajo presupuesto. De esta época destaca una serie de películas pro indias, en consonancia con la corriente revisionista iniciada a finales de la década de los cuarenta, como “El piel roja” (1952) con Van Heflin dando vida al explorador Jim Bridges en una historia basada en un hecho real; “Paz rota” (1952), segunda parte de la celebrada “Flecha rota” (Delmer Daves, 1950) con Jeff Chandler repitiendo el papel del valeroso jefe Cochise o “El gran jefe” (1955), biopic de Caballo Loco al que dio vida Victor Mature; además de wésterns como el original “El enmascarado” (1948) protagonizado por Yvonne de Carlo, actriz con la que trabajaría en varias ocasiones, “Río fronterizo”, uno de los primeros wésterns norteamericanos desarrollado en México con la pareja Joel McCrea-Yvonne de Carlo; “El tesoro de Pancho Villa” (1955) que, realizada fuera de la órbita de la Universal, anticipaba una de las constantes del denominado Zapata-wéstern: la relación entre un mexicano idealista y un mercenario extranjero, “El último pistolero de la frontera” (1958) mixtura entre wéstern y filme de intriga con una primera parte ejemplar o la película que nos ocupa, quizás su mejor y más ambiciosa aportación a este género desde el punto de vista formal. Su último filme, que le volvió a reunir con John Wayne, sería “El gran Jack” (1971), un violento wéstern, no exento de detalles cómicos, producido por la Batjac al servicio de la estrella.

Son películas que, a pesar de no figurar en las listas de los mejores wésterns, conforman un corpus cinematográfico lo suficientemente atractivo como para que su figura comience a ser reivindicada tanto por la crítica especializada como por los aficionados al género.


ARGUMENTO: Brett Wade, un pistolero profesional diagnosticado de tuberculosis, tras abatir en Lordsburg al clan de los Ferris, decide abandonar las armas y trasladarse a Socorro en cuyo trayecto en diligencia conocerá a Rannah. Una vez en la ciudad se convertirá en el inesperado protector de la joven y comprobará las dificultades para cambiar de vida.

Sherman, con su profesionalidad y habitual buen hacer, aborda en esta película el tema del pasado, más bien de peso del pasado y de los obstáculos para emprender una nueva vida por la alargada sombra de aquel. Para ello vertebra la historia en tres partes claramente diferenciadas; dos actos con una estructura similar y una especie de interludio cuya finalidad es engarzar ambos.


La primera parte se desarrolla en la ciudad de Lordsburg y está claramente inspirada en el duelo en el OK Corral, incluso la película se inicia con una voz en off recordando el enfrentamiento que “puso fin a la historia más violenta” de la ciudad, para a continuación a través de un flashback mostrarnos los hechos. Efecto con el que se consigue aumentar el carácter legendario del duelo.


Los paralelismos con el histórico desafío son evidentes. Así, el enfrentamiento se produce en torno a un establo (el Keane corral); uno de los bandos está integrado por el sheriff de la localidad, su hermano, a su vez ayudante del sheriff, y un jugador profesional; mientras que el otro bando está compuesto por una familia, los Ferris, hasta ese momento prácticamente dueña del lugar que, además, han contratado a un pistolero de nombre Jimmy Rap.


Este acto se desarrolla dentro de los límites de la ciudad a lo largo de una noche y en la madrugada siguiente en la que tendrá lugar el enfrentamiento, y cuenta con un escenario fundamental: el saloon. Destacando desde el punto de vista formal la escasa iluminación y el predominio de colores oscuros: marrones, grises, negros.


Además sirve para presentarnos a los principales personajes del drama, y en el mismo se dan situaciones idénticas aunque con distinto alcance a las del segundo acto, como la partida de póker en la que premonitoriamente Dick Braden, dueño del casino de Socorro, le comentará a Brett: “Volveremos a jugar pronto. Esta vez será un juego en privado. Con un ganador y uno que pierda para siempre”.


Este primer episodio finaliza con el anunciado duelo que a su vez, tras diagnosticarle tuberculosis, marca el comienzo del intento por parte de Brett de iniciar una nueva vida alejada del juego y de la violencia. Por tanto, este acto nos presenta a un protagonista herido tanto física como psíquicamente.


A continuación nos encontramos con el interludio centrado en el viaje en diligencia desde Lordsburg a Socorro que permite a Sherman grabar en exteriores y rodar a base de panorámicas. A pesar de ello la sensación opresiva del filme se hace más evidente al coincidir Brett, Rannah y Jimmy en el vehículo; además de introducirse cierta carga existencial al mostrarnos el vacío vital del protagonista y su añoranza por un pasado anterior a su etapa como jugador.


Brett comenzará a intimar con Rannah y empezará a darse cuenta de las dificultades para cambiar de vida, ya que se tendrá que enfrentar en una posta con el último Ferris vivo.
El drama está anunciado, Brett sólo podrá ser un hombre nuevo acabando con todos los elementos que le atan al pasado.


En el segundo acto nos encontramos de nuevo con un wéstern urbano. Es sin duda la parte más original del filme con un tono de melodrama, y como en la primera se desarrolla fundamentalmente en una noche, concluyendo de madrugada con un nuevo y, en esta ocasión, definitivo duelo. Además la acción tiene lugar igualmente en un saloon, el casino de Socorro; pero a diferencia de la primera parte cuenta con una mayor iluminación y se introducen colores más vivos: rojos, amarillos, verdes.

En esta parte destaca la habilidad de Sherman para mover a los principales personajes en el casino, además de su capacidad para crear suspense y dotar al filme de un carácter claustrofóbico a través fundamentalmente de dos elementos:


-El reloj que va marcando las horas (Brett debe abandonar Socorro a las seis) que simboliza el inexorable paso del tiempo; así como la imposibilidad de detenerlo o de dar marcha atrás. Esta idea se refuerza con la conversación mantenida por Brett con Leti, “corista” y antigua amiga del jugador, que le preguntará: “Brett ¿Cómo se puede volver atrás el reloj?” Porque, en definitiva, todos somos en gran parte el resultado de nuestros actos y decisiones.


-La partida de cartas en las que el protagonista y Braden se juegan el futuro de Rannah. Con ella se introduce otro elemento fundamental, el azar como elemento determinante en la vida de las personas.


Este acto culmina con el duelo final entre Jimmy y Brett que constituye una pequeña obra maestra por su concepción y montaje; alternándose acertadísimamente planos largos, cortos y de detalle (sobre todo de las manos de los dos contendientes rozando las cartucheras), y rematado con un contrapicado general de la calle en el que vemos a ambos duelistas dispararse. Una auténtica maravilla y fuente de inspiración respecto a la forma de rodar este tipo de situaciones de infinidad de wésterns, sobre todo los filmados en Europa. Además el duelo, a diferencia del inicial, supone por fin la esperanza de iniciar una nueva vida. El círculo se ha cerrado.

Junto con los aciertos de Sherman en la dirección y la labor como director de fotografía de Carl E. Guthrie, con esos contrastes lumínicos entre Lordsburg y Socorro en consonancia con la propia vida del protagonista (más sombría al comienzo y relativamente esperanzada en la segunda parte), hay que destacar el libreto escrito por George Zuckerman (“Escrito sobre el viento”, “Ángeles sin brillo”) con brillantes diálogos y unos personajes, dañados por la vida, con una mayor profundidad psicológica respecto a este tipo de producciones.


Así nos encontramos con Brett, al que da vida con convencimiento Rory Calhoun aunque yo hubiera preferido ver en este papel a Robert Ryan o Dan Duryea. Un hombre culto devenido en vulgar jugador que hastiado de una vida con más sombras que luces intentará, en un acto claramente redentor, evitar que Rannah cometa los mismos errores que otras mujeres conocidas por él y termine como una “corista” mas.


A Rannah, un papel similar al que interpretaría en “El buscavidas” (Robert Rossen, 1961), le da vida una sobresaliente Piper Laurie. Es una mujer desvalida en busca de su lugar en el mundo que, tras ser expulsada de casa por su padre (la llega a comparar con la Jezabel bíblica), comienza a dar sus primeros y equivocados pasos por la vida.


Jimmy Rap, al que da vida un notable Alex Nicol (actor que protagonizaría varios wésterns en Europa antes de la irrupción de Leone), se nos muestra como un pistolero atormentado al no haber podido ayudar a los Ferris cuando más lo necesitaban. Hombre de honor, intentará cumplir con su contrato a pesar de la muerte de todos los miembros del clan e, incluso, se negará a asesinar a Brett, prefiriendo retarlo en un duelo.


La película se redondea con un gran plantel de secundarios habituales en este tipo de producciones: David Brian como Dick Braden, el amoral y ventajista dueño del casino de Socorro; un magnífico Edgar Buchanan en el rol del lúcido sheriff de Socorro que intentará evitar el enfrentamiento final o Skip Homeier y Lee Van Cleef, antes de convertirse en una estrella gracias a los wésterns europeos, como dos de los hermanos Ferris.


En definitiva, estamos ante una película limitada presupuestariamente pero muy cuidada desde el punto de vista formal, ambiciosa respecto a su contenido y superior a la media de los wésterns serie b.