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miércoles, 3 de mayo de 2017

TAMBORES APACHES

(Apache drums - 1951)

Dirección: Hugo Fregonese
Guion: David Chandler

Reparto:
- Stephen McNally: Sam Leeds
- Coleen Gray: Sally
- Willard Parker: Joe Madden
- Arthur Shields: Reverendo Griffin
- James Griffith: Teniente Glidden

Música: Hans J. Salter.
Productora: Universal International Pictures
País: Estados Unidos


Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“Hay quienes siembran. Quienes trabajan por lo que quieren. Yo sólo recojo. Es mi obligación” (Conversación de Sam, un jugador, con Sally).


Última película y única filmada en color del mítico productor prematuramente desaparecido Val Lewton, recordado por sus indispensables filmes de terror realizados durante la década anterior: “La mujer pantera” (Jacques Tourneaur, 1942), “La séptima víctima” (Mark Robson, 1943) o “El ladrón de cuerpos” (Robert Wise, 1945). En esta ocasión formó tándem con Hugo Fregonese, director de origen argentino ubicado a principios de la década de los cincuenta en Hollywood, en donde rodó algunas westerns interesantes como “Denbow” (1952), “Soplo Salvaje” (1953) o “Fugitivos rebeldes” (1954); para continuar su trayectoria dirigiendo coproducciones en Europa y terminar regresando a su Argentina natal.


ARGUMENTO: La ciudad minera de Spanish Boot sufrirá el ataque de los apaches. Sam Leeds, un jugador expulsado de la urbe tras haber disparado contra dos ciudadanos, se convertirá en el inesperado líder de la resistencia contra los pieles rojas.


La película se enmarca dentro de lo que se denominó serie B, es decir producciones modestas, de duración escasa (en este caso apenas 75 minutos), sin grandes estrellas y destinadas a rellenar las sesiones dobles en las salas. Pero esto no supone que no constituyesen propuestas ambiciosas, dentro de sus limitaciones, tanto desde el punto de vista estético como temático. Y buena prueba de ello es este filme, que presenta ciertos aspectos muy interesantes.


En primer lugar la visión del Oeste, que se desmarca de la imagen generalmente idílica de los wésterns de esta época gracias, sobre todo, a tres personajes:


- El protagonista, Sam Leeds, un jugador alejado del prototipo de héroe clásico. Aquí se nos presenta como un hombre pendenciero, tendente a transgredir las leyes y al que no le importa poner en peligro a los ciudadanos con la excusa de la escasez del agua, cuando en realidad su decisión también se debe a su vanidad y tiene por objeto poner en evidencia al alcalde con el que está enfrentado por el amor de una mujer. Pero al mismo tiempo es un hombre franco, honesto y el único que no mantiene una actitud xenófoba respecto a los indios. La elección del actor para interpretarlo fue muy afortunada, ya que Stephen McNally estaba especializado en villanos y sabe aportar a su personaje la ambigüedad que requería.


- El alcalde, interpretado por Willard Parker, un hombre honrado y valiente, realmente preocupado por su comunidad a la que intenta proteger, como lo demuestra al final. Pero al mismo tiempo demasiado estricto con el cumplimiento de la ley, por lo que su rectitud se convertirá en un defecto. Así expulsará a las prostitutas de la ciudad provocando su aniquilación por los indios y se mostrará inflexible con Sam, quizás por la rivalidad anteriormente citada.


- El reverendo Griffith, al que dio vida el fordiano Arthur Shields, un individuo ambiguo y cargado de prejuicios. Junto con el alcalde será el causante de la expulsión de las prostitutas y mostrará constantemente su racismo y odio desmesurado hacia los indios, incluido el explorador del ejército; aunque también será capaz de jugarse la vida para proteger la de los colonos o de, al final, rezar junto al citado explorador; reconociendo, de esta forma, su error.


Igualmente, y a pesar de que los apaches carecen de cualquier tipo de tratamiento y parecen una fuerza de la naturaleza más que personajes, la película en su prólogo expone las causas por las que los indios se han levantado en pie de guerra al estar su territorio dividido entre dos estados, hecho que origina escasez y hambre. Así el salvajismo de los apaches aparece como la respuesta natural frente a la intolerancia del hombre blanco. Planteamiento bastante progresista teniendo en cuenta el año de producción de la película.


Si desde el punto de vista de su contenido la película es muy sugerente, no lo es menos estéticamente. Desde el primer plano que recuerda obligatoriamente al inicio de “Centauros del desierto”, al situar Fregonese la cámara en el interior de una estancia totalmente oscura y enfocar el exterior a través de la puerta; pasando por la estupenda presentación del protagonista con el objeto de acrecentar su ambigüedad moral o el sabio manejo de la cámara del director tanto en interiores como en exteriores; hasta llegar al estupendo y originalísimo clímax final, de aproximadamente media hora, desarrollado en la iglesia. Una noche infernal, en donde la mano de Val Lewton se antoja decisiva, con los protagonistas acosados en el interior del templo mientras escuchan los tambores de guerra de los indios a los que no pueden ver al encontrarse en un edificio escasamente iluminado (los asediados tan sólo dispondrán de velas) y cuyos únicos vanos están situados prácticamente en el techo; por lo que los colonos sólo pueden divisar a sus enemigos cuando saltan hacia el interior. Enemigos que, además, llevan sus cuerpos totalmente recubiertos con pinturas lo que les otorga cierto aspecto fantasmagórico o monstruoso, acentuado por el hecho de que al haber sido incendiado el pueblo y vislumbrarse por las ventanas las enrojecidas llamas (maravilloso tratamiento del color) parecen seres salidos del infierno. Todo ello consigue una atmósfera y una tensión, agravada porque los protagonistas al igual que el espectador no saben lo que realmente está ocurriendo fuera de las cuatro paredes de la iglesia, más cercanas al cine de terror o al fantástico que al wéstern.


Filme, por tanto, lleno de hallazgos en el que el escaso presupuesto se suple con talento e imaginación. Y son precisamente sus aciertos los que lo han convertido para determinados sectores, sobre todo en Europa, en una película de culto.


lunes, 11 de enero de 2016

WINCHESTER 73

(Winchester 73) - 1950

Director: Anthony Mann.
Guión: Borden Chase y Robert L. Richards.

Reparto:
- James Stewart: Lin McAdam
- Shelley Winters: Lola Manners
- Dan Duryea: Waco Johnny Dean
- Stephen McNally: Dutch Henry Brown
- Jay C. Flippen: Sargento Wilkes
- Millard Mitchell: High Spade
- John McIntire: Joe Lamont

Música: Joseph Gershenson (director musical).
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5

“Sé cómo usarlo y sé para qué sirve la última bala” (Lola Manners ante el inminente ataque indio)

Proyecto largamente acariciado por Fritz Lang que, paradójicamente, se convertiría en la primera de las cinco colaboraciones western entre Anthony Mann y James Stewart (tres de ellas producidas por Aaron Rosenberg y escritas por el gran Borden Chase) y la única con fotografía en blanco y negro a cargo de William H. Daniels, ganador del Oscar por su brillante fotografía en “La ciudad desnuda” (1948).


A través de una estructura circular en el que un rifle, el wínchester del título, ira pasando de mano en mano hasta volver definitivamente a su propietario legítimo, Mann actualiza, en esta historia sobre el odio que se profesan dos hermanos, el mito de Caín y Abel y aglutina los temas y personajes más típicos del mundo del oeste: sheriffs, pistoleros, traficantes de armas, indios, la caballería, etc; haciendo constantes referencias a personajes y hechos reales (Wyatt Earp, Bat Masterson, Custer, Caballo Loco, las batallas de Bull Run, Gettysburg y Little Bighorn) que dotan de autenticidad al filme.




Protagonizada por James Stewart en un momento en el que, tras haber participado en la 2ª Guerra Mundial, buscaba papeles que cambiaran su imagen y le aportaran mayor dureza y ambigüedad, la película se sitúa en un lugar intermedio entre los westerns clásicos de Ford, Walsh, Hawks o Wellman y el revisionismo de los años sesenta; sobre todo, por el complejo personaje principal, un individuo carcomido por sentimientos como el odio y la venganza, de difícil encaje, salvo en casos excepcionales como “Centauros del desierto”, en los westerns realizados por los directores anteriormente citados, que tanto el director como al actor perfeccionarán en sus siguientes colaboraciones.




Además, junto a Stewart, que borda un papel de gran dificultad al dar vida a un personaje sosegado pero al mismo tiempo violento y brutal, nos encontramos con dos grandes malvados del cine clásico: Dan Duryea y Stephen McNally, ambos muy cómodos en sus respectivos papeles como el jefe de una banda de pistoleros y el hermano parricida del protagonista respectivamente; veteranos de la talla de Jay C. Flippen como un sargento de caballería, Millard Mitchel (el fiel compañero de Stewart), Will Geer (Wyatt Earp) o John McIntire (el avispado traficante de armas) y jóvenes promesas, casi debutantes, que apenas disfrutan de unas líneas de diálogo, como Rock Hudson (disfrazado de indio, con nariz postiza incluida) y Tony Curtis que da vida a un soldado.


En definitiva, una gran película que cuenta con un ritmo vertiginoso, en realidad se trata de un filme compuesta por varios sketchs perfectamente ensamblados (Mann se forjó en el noir de serie b por lo que estaba acostumbrado a narrar historias en tiempo record), y constituye un magnífico compendio del género cinematográfico por excelencia por lo que es de visión obligatoria para todo aquel que quiera entender el universo del western.


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Por: Xavi J. PruneraNota: 7


¿Winchester 73… o escopeta de feria? Porque, vamos, si os he de ser franco eso es lo que representa para mí la peli de Mann, amigos: una simple escopeta de feria. Y aunque admito que quizás me he pasado siete pueblos definiéndola así, ni he podido ni he querido evitarlo. Y es que, por desgracia, con ésta ya son dos las veces que un western de Anthony Mann me decepciona. Así pues, permitidme que haga uso hoy de mi legítimo derecho a derribar mitos (una práctica muy puntual y esporádica en mi caso) y que empiece mi irreverente reseña con tan mordaz y satírico paralelismo. Y es que, la verdad sea dicha, me ha venido a huevo.

Mr. Mann será todo lo bueno que queráis, un genio quizás, pero a mi sus westerns ni me llegan ni me llenan. Pero nada. Nada de nada. Y no porque el tipo no sepa narrar una historia o porque no sepa colocar la cámara en el lugar preciso porque eso lo sabe hacer y de sobra. Los westerns de Mann no me apasionan porque sus personajes me parecen excesivamente blandengues. Aunque, bien pensado, quizás el culpable de todo esto no sea Mann, sino el propio Stewart, protagonista de muchos de ellos y, obviamente, de éste. Y es que, por mucha predisposición que le eche, cada vez que veo al larguirucho de Jimmy haciendo el canelo en un saloon (como cuando se bebe el vaso de leche, por ejemplo) se me caen los huevos al suelo. No sé que opinaréis vosotros, pero en mi concepción del Oeste héroes de mantequilla como él no tienen cabida. ¿Acaso alguien duda, quizás, que actores como John Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gary Cooper o incluso Charlton Heston encajan mucho mejor que Stewart en este tipo de pelis? Pero bueno, visto el ojo que tenía Mann con las mujeres (Sara Montiel), su fijación por el bueno de Jimmy resulta, hasta cierto punto, incluso comprensible.

En cualquier caso, yo -por mi parte- seguiré recurriendo a Hawks, Wellman, Peckinpah, Leone, Eastwood o Ford (con el que últimamente me he reconciliado) cada vez que quiera ver un western como Dios manda. Y que no me vengan con ostias, joer.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 12-11-09)

TRAILER