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jueves, 25 de mayo de 2017

TERROR EN UNA CIUDAD DE TEXAS

Terror in a Texas Town - 1958

Director: Joseph H. Lewis
Guión: Ben Perry, Dalton Trumbo

Intérpretes:
- Sterling Hayden: Georg Hansen
- Sebastian Cabot: Ed McNeil
- Nedrick Young: Johnny Crale
- Victor Millan: Mirada
- Carol Kelly: Molly

Música: Gerald Fried
Productora: Seltzer Films / United Artists
País: Estados Unidos


Por Xavi J. Prunera. Nota: 7,5

McNeil: “El tipo de crimen al que estás acostumbrado ya no está de moda”
Crale: “Mientras haya hombres como tú, habrá trabajo para gente como yo"


SINOPSIS: Prairie City, Texas. Sven Hansen, un granjero sueco, es asesinado por orden de Ed McNeil, el cacique local, al negarse a vender sus tierras. Poco después llega al pueblo Georg, el hijo de Hansen, un pescador que tampoco querrá vender la granja de su padre. Lo que no sabe Georg es que McNeil quiere sus tierras porque contienen petróleo y que para lograr su objetivo el poderoso cacique ha contratado los servicios de un despiadado pistolero: Johnny Crale.


Aunque soy muy consciente que aún me quedan algunos clásicos del western por ver y revisar me he propuesto hace poco ir visionando, simultáneamente, todos aquellos westerns de serie B que pueda y merezcan la pena. Naturalmente, estamos hablando de pelis mucho menos conocidas que los standards del western de toda la vida. Y eso implica que las escasas referencias que nos van llegando sobre ellas puedan, incluso, hacernos dudar sobre la veracidad y/u objetividad de nuestros avaladores… ¿Será tan buena como dicen? ¿No me la estarán sobrevalorando en demasía?  Si es tan buena… ¿Por qué es tan poco conocida?


Afortunadamente yo soy de aquellos que confían en sus avaladores. En primer lugar porque, en mi caso, son compañeros cinéfilos con bagaje y criterio. Y en segundo lugar porque me lo han demostrado sobradamente. No en vano, las dos primeras recomendaciones a las que me he enfrentado (“Tambores Apaches” y la que hoy nos ocupa, “Terror en una ciudad de Texas”) me han gustado muy mucho. Pero bueno, dejémonos de circunloquios y vayamos a “Terror en una ciudad de Texas”.


Para empezar diré que pese a contar con una premisa argumental aparentemente algo trillada y simplona (la venganza), “Terror en una ciudad de Texas” es, sin embargo, una peli interesante, entretenida y muy jugosa. De entrada porque detrás de quien firma el guión (Ben Perry) está, en realidad, Dalton Trumbo (“Johnny cogió su fusil”, “Vacaciones en Roma”, “Papillon”, “Espartaco”…), uno de los mejores guionistas de Hollywood. Y eso significa, naturalmente, que el guión no es tan trivial o canónico como pueda parecer a primera vista y que —al margen de extraordinarios diálogos— contiene, asimismo, segundas lecturas muy dignas de tener en cuenta. En este caso —básicamente— la de que para lograr cualquier objetivo hay que luchar por vencer el miedo y, ya de paso, romper la “ley del silencio”. Una lectura, como podemos constatar, muy en su línea de defender la libertad de expresión y de luchar contra el macarthismo o Caza de Brujas que persiguió a este grandísimo guionista durante años. Por otro lado, además, estamos ante un western protagonizado por un sueco. Un inmigrante, vaya. Pescador para más señas. Un tipo que no usa revólver y que en pleno clímax de la peli se enfrentará a su rival con un arpón para matar ballenas. Así pues, sólo me queda decir que si con todo lo expuesto seguís creyendo que estamos ante una propuesta rudimentaria y banal, dejémoslo aquí.


Lo que más me ha sorprendido de “Terror en una ciudad de Texas” es, sin embargo, su extraordinaria puesta en escena. Sus encuadres. Su fotografía. Su riqueza de planos. Y es que pese a que estamos ante un western modesto, de serie B, el particular enfoque visual o estético de su director, Joseph H. Lewis, me ha parecido realmente portentoso. Naturalmente, la escasez de medios o presupuestaria habrá influido en la repetición de algunos de estos magníficos planos para tratar de rellenar o alargar una peli más bien corta (80 minutos) pero lo que está claro es que este cineasta (del que no he visto ninguna peli y solo me suena, ligeramente, “El demonio de las armas”) es, como poco, un excepcional artesano.


Otro de los aspectos que más me han gustado de este western es, obviamente, su concisión narrativa. Esa capacidad que tenían cineastas clásicos como Ford, Walsh o Hathaway para meterte de lleno en sus historias y que Lewis demuestra también poseer pese a que su nombre nunca haya sido tan conocido y valorado como el de los anteriores. Por si fuera poco, además, la peli de Lewis cuenta con un singular flashback que la redondea y que nos mantiene ansiosos y expectantes durante todo el metraje.


Por otro lado tenemos los personajes. Personajes mucho más complejos de lo que aparentan y a partir de los cuales Lewis y Trumbo pueden construir una historia más densa y sustanciosa. Como casi siempre, los personajes que a mi más me han atraído son los negativos. Empezando por ese despiadado y neurótico pistolero manco que sabe que sus días de gloria han acabado y acabando por ese gordo y repulsivo cacique que come y humilla a diestro y siniestro. Dos personajes que interpretan notablemente Nedrick Young y Sebastián Cabot y que aportan capas y matices a la narración de los acontecimientos. Salvando las distancias, a mi me han recordado levemente al Frank y al Morton de “Hasta que llegó su hora”.


Naturalmente, no podemos olvidarnos de Sterling Hayden. Y es que a pesar de que Hayden nunca ha sido un actor demasiado expresivo, lo cierto es que este tipo de papeles (de tipo algo brutote y decidido) siempre le han ido de perlas. Por si fuera poco, es un tipo que realmente impone. Sobre todo si a su 1’96 m. de estatura le añades un arpón ballenero de dos metros al hombro. Tremendo.





jueves, 19 de mayo de 2016

JOHNNY GUITAR

(Johnny Guitar) - 1954

Director: Nicholas Ray
Guion: Philip Yordan (basado en la novela de Roy Chanslor)

Intérpretes:
Joan Crawford: Vienna
- Sterling Hayden: Johnny Guitar Logan
- Mercedes McCambridge: Emma Small
- Scott Brady: Dancin' kid
- Ward Bond: John McIvers
- Ben Cooper: Turkey Ralston
- Ernest Borgnine: Bart Lonergan
- John Carradine: Old Tom


Música: Victor Young

Productora: Republic Pictures
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. PruneraNota: 9

Johnny Guitar: Nunca le doy la mano a un pistolero zurdo

SINOPSIS: Johnny Guitar Logan (Sterling Hayden), un antiguo pistolero que desea cambiar de vida, llega al Vienna’s Saloon dispuesto a ofrecer sus servicios como guitarrista. Instalado a las afueras de un pequeño pueblo de Arizona, en medio de la nada, el Vienna’s Saloon es una casa de juegos propiedad de Vienna (Joan Crawford), un antiguo amor de Johnny.



Simultáneamente, una diligencia es asaltada por unos forajidos que matan al hermano de Emma Small (Mercedes McCambridge), la influyente y psicótica propietaria de un rancho cercano. Emma acusa injustamente a Dancin’ Kid (Scott Brady) y sus hombres, un grupo de exmineros, del asalto y el asesinato de su hermano porque no puede soportar que Dancin’ Kid prefiera a Vienna antes que a ella. Cuando el exminero y su banda roban el banco local, Emma implicará a Vienna en el asalto y organizará una batida para detenerles y ahorcarles. Johnny, sin embargo, intentará impedirlo.



¿Es un western? ¿Un romance? ¿Un melodrama? ¿Una tragedia de inconfundible tinte griego? ¿Alguien podría clasificarla? No, no lo creo. Porque más allá de todo eso, “Johnny Guitar” es —fundamentalmente— una peli inclasificable. Una peli demasiado grande para poder delimitarla tan fácilmente. Una peli que trasciende las divisorias de cualquier topic que se os ocurra para situarse, simple y llanamente, en ese sacrosanto tabernáculo en el que encontramos a los mejores films de todos los tiempos.



Hay, sin lugar a dudas, algo mágico en ella. Algo mágico, hipnótico y adictivo. Algo que no te deja indiferente y que te induce a amarla o a odiarla con la misma intensidad. Quizás sea la penetrante mirada de Vienna, el enigmático pasado de Johnny, la magistral partitura de Victor Young, su ineludible lectura cromática o ese desbordante torrente de aforismos con el que podrías empapelar tu casa. No lo sé.



Posiblemente todo se deba a quien con tanto talento supo coordinar todos esos componentes. Nicholas Ray. Un cineasta en estado de gracia cuya triste y agria mirada consiguió imbuir en este peliculón una atmósfera tensa, angustiosa, irrespirable. Una atmósfera que no da tregua al espectador en ningún momento y que lo lleva en volandas hasta la catarsis final. Y de ahí, a uno de los más románticos y estremecedores desenlaces del séptimo arte.



Pero, bueno, dejémonos de florituras e intentemos ahondar un poquito más en este espléndido western. Personalmente, una de las cosas que más me llaman la atención de “Johnny Guitar” es su carácter eminentemente feminista. Y no, no lo digo con ningún retintín. “Johnny Guitar” es, claramente, un western feminista porque —pese a su engañoso título masculino— el papel protagonista lo interpreta una mujer (Vienna). Algo que no deja de ser curioso teniendo en cuenta que lo más habitual en este género es que ese rol lo interpretara casi siempre un hombre.



Pero ahí no acaba la cosa: no solo la protagonista es una mujer. También lo es la antagonista, Emma Small, una mujer carcomida por la envidia y los celos que hará todo lo posible para acabar con su gran rival. Un verdadero choque de estrógenos, en definitiva, que provocará que todos los hombres que rodean tanto a Vienna como a Emma (incluido Johnny) parezcan auténticas comparsas ante este par de mujeres —y nunca mejor dicho— de armas tomar.



Otro de los factores más atípicos de “Johnny Guitar” es, sin lugar a dudas, su peculiar tratamiento del color. Un invento de la Republic, el TruColor, que resalta los colores brillantes y que —a primera vista— contrasta totalmente con la luz natural del oeste. Una luz cálida, difuminada y terrosa que se sitúa a las antípodas de esa paleta efectista, chillona y agresiva que nos propone el TruColor de Harry Stradling.



Sin embargo, no debemos olvidar en ningún momento que “Johnny Guitar” no es un western convencional. Y eso significa, como ya he avanzado anteriormente, que este curioso tratamiento cromático ha de tener —por narices— algún motivo, alguna razón determinada, alguna otra lectura que no sea la de la simple y llana experimentación. Así pues, yo diría (a tenor de lo que he ido leyendo y puedo deducir por mi cuenta) que esos colores tan vibrantes tienen una clara y meridiana significación simbólica. Sobre todo en lo que al vestuario de Vienna respecta. Desde el lúgubre negro que viste al principio (alegoría del misterio, de lo desconocido) hasta ese deslumbrante y espectacular vestido blanco que luce cuando toca el piano esperando a los hombres del pueblo (símbolo de la pureza, de la inocencia) pasando por ese sensual encaje o negligé morado en el momento más romántico de la peli (como clara bandera de la pasión amorosa y/o sexual) o la escandalosa camisa amarilla en el emocionantísimo duelo final (como emblema del valor, del coraje).



Pero si por algo destaca por encima de todo “Johnny Guitar” es, obviamente, por sus diálogos. Un auténtico aluvión de frases, réplicas y contrarréplicas al más puro estilo noir (repletas, como no, de ironía y mordacidad elevadas a la enésima potencia) que llegan a su punto más álgido en esa mítica conversación nocturna en la que Johnny y Vienna acaban desnudándose emocionalmente y dando rienda suelta a sus deseos y sentimientos más recónditos. Naturalmente, me estoy refiriendo a la mítica secuencia del “Miénteme”, uno de esos momentazos que —con el tema de Victor Young y Peggy Lee sonando de fondo— han hecho de “Johnny Guitar”, sin lugar a dudas, una de las pelis más legendarias de la historia del cine.
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FOTOS:









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TRAILER: