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jueves, 27 de diciembre de 2018

EL MÁS VALIENTE ENTRE MIL

(Will Penny, 1967)

Dirección: Tom Gries
Guion: Tom Gries

Reparto:
- Charlton Heston: Will Penny
- Joan Hackett: Catherine Allen
- Donald Pleasence: Preacher Quint
- Lee Majors: Blue
- Bruce Dern: Rafe Quint
- Ben Johnson: Alex
- Slim Pickens: Ike Walterstein
- Clifton James: Carlton
- Anthony Zerbe: Dutchy
- Roy Jenson: Boetius Sullivan
- G. D. Spradlin: Anse Howard

Música: David Raskin
Productora: Paramount Pictures

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“Y ¿Qué destino es ese? No hay una botella de whisky a cientos de kilómetros de él, ni un asomo de ciudad donde gastar un dólar”. Blue tras haber transportado el ganado.


Con el incomprensible y desafortunado título en castellano de “El más valiente entre mil” nos encontramos con la aportación más personal a este género de su director-guionista Tom Gries; un profesional dedicado fundamentalmente a la televisión que firmó con este wéstern su mejor película (1).


Estamos ante un proyecto largamente acariciado por su autor basado en el episodio que dirigió en 1960 para la serie de televisión “The westerner” (2), serie cuya autoría se debe a Sam Peckinpah. De hecho la película presenta ciertos elementos en común con el cine del director californiano, desde la visión melancólica y otoñal del Oeste hasta su veterano protagonista representante de un colectivo, los cowboys, condenado a su extinción con la llegada del progreso al ser incapaz de adaptarse a la nueva era. Así nos retrata un Oeste en profunda evolución en el que el desarrollo del ferrocarril, símbolo tanto de los nuevos tiempos como de la cohesión del país, pondrá fin inexorablemente a un modo de vida vinculado al ganado y a su transporte en viajes maratonianos atravesando extensos territorios. Además, Tom Gries contó con Lucien Ballard, operador habitual de Peckinpah, que contribuyó cromáticamente a dotar al filme de su aspecto nostálgico; así como con algunos secundarios “peckinpahnianos” del nivel de Ben Johnson o Slim Pickens, este último presente también y con el mismo rol en el episodio de la serie en el que está basado el filme.


Según contó Charlton Heston en una entrevista, Gries mostró parte de su guion a Walter Seltzer, productor y gran amigo del actor con el que trabajó en numerosas ocasiones, quien entusiasmado no dudó en enseñarlo a la estrella. Igualmente deslumbrado por la calidad del guion (3), el actor propuso al productor como posibles directores del filme a William Wyler o George Stevens, convencido de que ninguno de los dos rechazaría rodarlo, sin embargo Gries se negó a venderles su libreto si no filmaba personalmente la película. Tras una ardua negociación, al no confiar ni la veterana estrella ni el productor en el escritor por su escasa experiencia, finalmente este se impuso y consiguió dirigir su guion.


ARGUMENTO: Will Penny, un veterano cowboy cercano a los cincuenta años, tras finalizar su trabajo transportando ganado y como ocupación invernal es contratado para vigilar las lindes del rancho Flatiron. Sin embargo, lo que debería haber sido una ocupación solitaria y rutinaria se verá alterada por la presencia en su cabaña de Catherine Allen y su hijo; así como, por su encuentro con el predicador Quint y su familia, sedientos de venganza tras haber acabado Will en un tiroteo anterior a su llegada al rancho con uno de sus miembros.


Si por algo se caracteriza “El más valiente entre mil” es por su autenticidad y veracidad al mostrarnos la vida de los cowboys desprovista de todo glamour y carente del sentido épico de otros wésterns (4). Personajes fundamentales en el desarrollo de los EEUU al transportar el ganado desde los estados productores de carne hasta aquellos que demandaban este producto, el trabajo de los vaqueros se nos presenta como trivial, rutinario y penoso; mientras que estos son retratados como individuos desaliñados y anclados en el pasado que en la mayoría de los casos apenas saben escribir sus nombres o, como el protagonista, son analfabetos. En este sentido cobran gran importancia dos escenas de una gran sutileza: aquella en la que, para poder cobrar, Will debe estampar su marca, una cruz, en un libro e intenta con su mano evitar que otros compañeros lo vean, y otra en la que observa avergonzado leer a Horace, el hijo de Catherine.


En este mismo sentido, la falta de glamour de la vida de los vaqueros, se encuadran otras secuencias como aquella en la que vemos a Will zurcir unos calcetines (escena que también aparecía en el episodio de “The westener”), en la que aluden a los piojos o cuando el protagonista reconoce a Catherine que sólo toma un baño ocho o nueve veces al año: al empezar un trabajo, al terminarlo, otros dos en fechas importantes y el resto variando según los ríos que deba cruzar. Incluso se nos muestra a los cowboys como individuos algo torpes con las armas (a Dutchy, compañero de Will, se le disparará accidentalmente su revólver hiriéndose de gravedad) o preocupados por no dañarse sus manos ya que son su medio de vida (Will pelea con otro cowboy utilizando su sombrero, primero, y una sartén, después).


Asimismo este deseo tanto del director-guionista como de los productores por mostrar un Far West lo más auténtico posible se aprecia también en el atrezzo empleado. De esta forma, se envejeció la ropa usada por los actores con lejía; mientras que las armas utilizadas son auténticas y se alquilaron a coleccionistas, en vez de emplear las que se encontraban en el departamento de la Paramount. Todo ello redunda en una visión más realista del Oeste.


Además la película constituye un canto a la amistad, representada sobre todo en Blue (un Lee Majors anterior a hacerse famoso con la serie “El hombre de un millón de dólares”) verdadero elemento cohesionador del trío compuesto por Will, Dutchy y él, al permanecer al lado del segundo tras su desafortunado accidente y posteriormente no dudar, a pesar de estar en juego su vida, en ayudar al primero en su enfrentamiento con los Quint. Es el tipo de amistad surgida entre hombres rudos como consecuencia de haber cabalgado juntos en infinidad de jornadas, enfrentándose hombro con hombro a un sinfín de peligros y compartiendo interminables noches al raso con el único consuelo de una fogata para calentarse por fuera y una botella de whisky para caldearse por dentro.


Tom Gries construyó el filme, en su parte central, en torno a dos líneas argumentales perfectamente hilvanadas.


Por una parte nos encontramos con el enfrentamiento de Will con la familia Quint al haber acabado con uno de sus miembros tras un tiroteo en un río. La familia, al frente de la cual se encuentra un falso predicador (excepcional Donald Pleasence) que justifica su comportamiento psicótico tendente a la violencia y al sadismo en los textos bíblicos y es padre de tres tarados que han heredado sus instintos homicidas, perseguirá a Will y tras herirlo de gravedad lo abandonará con el objeto de que sufra una muerte lenta y horrible. Sin embargo nuestro protagonista conseguirá llegar a su pequeño refugio en donde previamente había permitido quedarse de manera temporal a Catherine y a Horace.


A partir de ese momento se desarrolla la segunda trama centrada en la historia de amor entre Will y Catherine, dos seres provenientes de mundos diferentes e, incluso, opuestos. Es, sin duda, una de las más bellas y mejor contadas en este género que entronca la película con rarezas intimistas y líricas como “Johnny Guitar”. Así asistiremos en la pequeña cabaña al recelo y a la desconfianza iniciales de ambos personajes, pasando por su mutuo acercamiento a medida que van mostrándose el uno al otro y conociéndose, su creciente atracción y, finalmente, a su enamoramiento.


Y es en el interior de esas cuatro paredes en el que el filme alcanza un nivel altísimo con escenas de una gran naturalidad y sensibilidad, como aquella en la que Will reconoce a Catherine y a su hijo su desconocimiento de los villancicos y culmina con el niño abrazando a quien le gustaría fuese su padre, lo que provoca el aturdimiento en nuestro protagonista por la muestra espontánea de cariño del chaval; o cuando Will, un hombre acostumbrado a mantener su alma plegada para evitar exponer sus sentimientos, se sincera con Catherine y habla de su existencia solitaria o de su escaso conocimiento de las mujeres al haberse relacionado tan sólo con prostitutas; hasta llegar a la memorable y desgarradora escena final en la que la figura de Will se agiganta ante nuestros ojos al comprender que es tarde para poder ofrecer una vida en común a Catherine, renunciando no sólo a la única mujer amada y a la posibilidad de tener lo que nunca tuvo, una familia, sino a la propia felicidad.


Para poner en pie estas escenas se necesitaba contar con grandes actores, y tanto Charlton Heston como Joan Hackett están esplendidos, además de mostrar una enorme complicidad.


Pocas veces he visto en la pantalla grande a Heston como en esta película. Realiza una interpretación memorable y muy sentida de Will, un hombre solitario, desarraigado, con una existencia nómada y que desde pequeño, al haber sido abandonado por su familia, ha tenido que luchar para poder subsistir en un mundo hostil. Un individuo acostumbrado a la falta de cariño que en el otoño de su vida, demasiado tarde para él, encontrará el amor y a una compañera con la que en otras circunstancias no habría dudado en compartir su existencia.


En cuanto a Joan Hackett, simplemente borda su papel de Catherine. Su constante cruce de miradas con Charlton Heston es antológica. La actriz fue escogida tras haber rechazado el papel varias estrellas (5) y está perfecta dando vida a Catherine, una mujer culta, educada, no demasiado agraciada y algo remilgada que arrastra el fracaso de su matrimonio ya que, según reconoce, su marido tan sólo la espera porque la necesita como mano de obra. Encontrará en Will, una persona totalmente diferente a ella, todas las cualidades que busca en un hombre, integridad, rectitud, bonhomía, nobleza, honestidad; aptitudes de las cuales se da a entender carece la persona con quien se casó.


Mención especial merece Jon Gries, hijo del director, como Horace (6); al obsequiarnos con una actuación plena de naturalidad y alejada de la ñoñería y cursilería habituales en este tipo de personajes. Un preadolescente que encontrará en Will a un inesperado progenitor, estableciendo un sólido vínculo afectivo con el veterano vaquero.


“El más valiente entre mil” es un relato realista de la vida de los cowboys y, al mismo tiempo, una bellísima y lúcida reflexión sobre el paso del tiempo y la imposibilidad de recuperar los años perdidos. Un buen y semidesconocido wéstern, filmado en un momento en el que el género en los EEUU comenzaba su lento declive, que con un director de mayor entidad se hubiera convertido, sin duda, en un clásico.


(1) Dos años después Tom Gries filmaría “Los 100 rifles”, un mediocre wéstern rodado en España recordado por mostrar por primera vez una relación sexual interracial; mientras que en 1975 se despediría del género con “Nevada Express”, mixtura de wéstern y thriller protagonizada por Charles Bronson.

(2) “The westerner” fue una serie creada en 1960 por Sam Peckinpah e interpretada por Brian Keith. Se emitieron trece episodios de los cuales Peckinpah dirigió cinco, además de participar en el guion de todos ellos, André de Toth dos y Tom Gries uno, “Line Camp”.

(3) En sus memorias Charlton Heston considera como su mejor película a “El más valiente entre mil”.

(4) Ya en 1958 Delmer Daves había filmado “Cowboy”, una versión realista de la vida de los vaqueros.

(5) El guion definía a Catherine como una mujer poco atractiva, hecho que suscitó el rechazo de las actrices a las que se propuso el papel antes que a Joan Hackett.

(6) Tras realizar infinidad de entrevistas para el papel de Horace, los productores de la película (Walter Seltzer y Fred Engel) se encontraron con Jon que estaba esperando a su padre tomando un refresco. Después de mantener una pequeña charla con él no dudaron en llamar a Tom para comunicarle que por fin tenían a Horace.