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miércoles, 28 de marzo de 2018

FLECHA ROTA

(Broken arrow, 1950)

Dirección: Delmer Daves
Guion: Albert Matz

Reparto:
- James Stewart: Tom Jeffords
- Jeff ChandlerCochise
- Debra PagetSonseeahray
- Basil RuysdealGeneral Oliver Howard
- Will GeerBen Slade
- Joyce MackenzieTerry
- Arthur HunnicutMilt Duffield
- John DoucetteMule driver
- Frank McGrathBarfly

Música: Hugo Friedhofer
Productora: Twentieth Century Fox Film Corporation. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“Hasta este momento no se me había ocurrido pensar que una madre india pudiera echar de menos a sus hijos” Tom Jeffords tras haber curado de sus heridas a un joven y comentarle este que debía volver al poblado para no preocupar a su madre.


En la década de los cuarenta algunos autores mostraron una visión más ajustada a la realidad sobre el conflicto surgido entre los colonos y el ejército estadounidense por una parte, y los nativos norteamericanos por otra; abandonando la imagen deshumanizada y estereotipada del indio como un ser sediento de sangre al que tan sólo se le reservaba un papel amenzante para el hombre blanco. Así Raoul Walsh presentó a los pieles rojas como víctimas de la codicia y de los escasos escrúpulos de especuladores y políticos en su monumental “Murieron con las botas puestas” (1941); mientras que John Ford en “Fort Apache” (1948) responsabilizó a un ignorante en cuestiones indias, además de prepotente y soberbio, Coronel Thursday del enfrentamiento final entre el ejército y los apaches. En ambas cintas los pieles rojas eran tratados con dignidad.


Incluso en 1950, año de producción de “Flecha rota”, dos películas aportaron una visión más positiva de la cultura de las grandes praderas, además de denunciar las injusticias cometidas contra la misma. Me refiero a “La puerta del diablo” de Anthony Mann, en la que el director abordaba el tema de abandono por parte del gobierno de los EEUU de los pieles rojas al estar incapacitados legalmente para tener propiedades por carecer de la nacionalidad estadounidense y “Caravana de paz” de John Ford, que, aunque de forma tangencial, incluía un bellísimo alegato a favor de los navajos y sus costumbres.


Sin embargo, fue la película de Delmer Daves la que ejerció una influencia decisiva en Hollywood y originó en la década de los cincuenta una importante corriente revisionista en la que se cuestionaba la imagen dada hasta ese momento de los pieles rojas, comenzando a retratarlos de forma más sincera; además de mostrar un mayor respeto por su cultura. Tendencia culminada, cómo no, por John Ford en 1964 con “El gran combate” (horroroso nombre en castellano de su título original “Cheyenne autumn”, más poético y acorde con el contenido del filme), en el que el viejo director de origen irlandés mostraba su fascinación, nunca ocultada, por los nativos norteamericanos.


Sin tener la intención de ser exhaustivo y como títulos más significativos dentro de esta primera oleada de wésterns pro-indios o que al menos mostraban un acercamiento hacia los originales habitantes de Norteamérica destacaría “El piel roja” (George Sherman, 1951), “Más allá del Missouri” (William Welman, 1951), “Paz rota” (George Sherman, 1952), “El salvaje” (George Marshall, 1952), “Río de sangre” (Howard Hawks, 1952), “Hondo” (John Farrow, 1953), “Traición en Fort King” (Budd Boeticher, 1953), “Lanza rota” (Edward Dmytryck, 1954), “Apache” (Robert Aldrich, 1954), “Raza de violencia” (Douglas Sirk, 1954), “El gran jefe” (George Sherman, 1955), “Pacto de honor” (André de Toth, 1955), “La última cacería” (Richard Brooks, 1956), “La tierra del orgullo” (Jesse Hibs, 1956), “Yuma” (Sam Fuller, 1957), “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960) y “Los que no perdonan” (John Huston, 1960).


ARGUMENTO: Arizona 1870. Los apaches, liderados por el valeroso Cochise, llevan ya diez años en pie de guerra defendiendo su territorio de la avidez expansiva del hombre blanco. Un antiguo explorador del ejército, Tom Jeffords, se propondrá llevar la paz al territorio para lo que no dudará en entrevistarse con el jefe chiricahua del que se hará amigo. Pero el coste de la paz será muy doloroso.


Delmer Daves, uno de los mayores directores de películas del Oeste y gran renovador del género en la década de los cincuenta, escogió para su primer wéstern la novela de Elliot Arnold “Blood brother” basada en hechos reales y convertida en guion por Albert Matz, escritor víctima de la caza de brujas del infausto senador McCarthy, que abordaba el enfrentamiento entre el hombre blanco y los nativos norteamericanos abandonando los planteamientos simples y maniqueos predominantes hasta ese momento en el cine hollywoodiense; para ofrecernos un retrato honesto y muy bien documentado sobre la sociedad y cultura apaches.


En la misma plantea, en un momento en el que las minorías raciales en EEUU comenzaban a organizarse para denunciar tanto su situación injusta como para reivindicar sus derechos, la necesidad del entendimiento y la convivencia entre culturas separadas por muros de ignorancia y océanos de intolerancia e incomprensión. Reivindicando el conocimiento como herramienta esencial para comprender al otro, para entender a aquel que es diferente. Un tema, la superación de los prejuicios entre miembros de distintas culturas o razas través de su acercamiento, que se convertiría en una constante en sus wésterns sobre el problema indio (“Tambores de guerra” realizada cuatro años después y también basada en un hecho histórico, y “La ley del talión” filmada en 1956).


De hecho, el personaje de Tom Jeffords se puede entender como un alter ego del propio Daves quien convivió durante años con varias tribus indias y estableció un estrecho vínculo similar al de John Ford con los navajos.


Es precisamente Tom quien nos sumerge en la historia con su voz en off, para a continuación Daves descubrir sus cartas al presentar a un joven indio como un ser humano. De hecho en alguna entrevista llegó a afirmar que su intención era algo tan evidente como humanizar a los apaches. Así nos va a presentar a un joven guerrero herido que ha perdido a sus hermanos en el conflicto con los blancos, reza a sus dioses y se muestra preocupado por el hecho de que su madre le pueda echar de menos.

A partir de esa escena Daves estructura la historia con base en una doble relación mantenida por tres personajes:


El propio Jeffords, un hombre desprejuiciado, moderno e incluso adelantado a su tiempo que, hastiado de tanta muerte durante diez años de guerras apaches, se planteará la posibilidad de llevar la paz al territorio.


El valeroso jefe de los chiricahuas Cochise, al que el director reserva una espectacular presentación para acentuar el carácter legendario de su figura. Nos lo describe como un hombre práctico (llega a afirmar en relación a la situación del pueblo apache que: “si sopla el huracán, el árbol debe doblarse o será arrancado de cuajo”), noble, sincero (en un momento dado le comenta a Tom: “yo no rompo mi palabra, es mi vida”), inteligente, realista (asume que: “hablar de la paz es sencillo, pero vivirla no”), sabio y verdaderamente comprometido con la paz ( al final del filme sentencia respecto a la situación de Tom: “De igual modo que soporto la muerte de mi gente, soportarás tú la de tu esposa”).


Sonseeahray, interpretada por una quinceañera Debra Paget, símbolo de la pureza, inocencia y candidez.


Los dos primeros comenzarán una relación basada en la sinceridad que oscilará desde la cautela inicial, pasando por una creciente admiración, hasta una intensa amistad. Mientras que el antiguo explorador y la joven apache protagonizarán una bella y trágica historia de amor interracial. Son ambas relaciones, que por momentos parecen interesar más al director que la propia historia por lo que el ritmo del filme se resiente, las que permiten a Daves, gracias a sus amplios conocimientos, detenerse en la descripción casi documental de las costumbres del pueblo apache, cuya forma de vida se caracterizaba por su total armonía con la naturaleza.


Junto a Tom y Cochise, será decisivo en la pacificación del territorio por el bando del rostro pálido el general Howard, un tipo de personaje recurrente en la filmografía wéstern del director. Hombre profundamente religioso, tras ser derrotado por Cochise en una espectacular batalla rodada excelentemente por Daves a base de panorámicas, apostará decididamente por la paz y se mostrará tan sincero y honorable como el jefe chiricahua.


Los cuatro personajes deberán superar la incomprensión, el resentimiento y el odio generado por el conflicto en ambos bandos a lo largo del tiempo.


Así, el filme nos presenta al rostro pálido, salvo excepciones, moviéndose por estereotipos, actuando de forma maniquea (llegan a espetarle a Tom que si no combate a los indios es que está con ellos) y capaz, en una escena con claras referencias a la paranoica situación vivida por los EEUU con el senador McCarthy, de linchar a un hombre basándose en meras conjeturas o, incluso, de pagar por cabelleras de los pieles rojas. Mientras que el pueblo apache aunque es retratado con más simpatía (se hace hincapié en que fue el hombre blanco el que rompió el tratado de paz) tampoco se escapa de la mirada crítica de Daves en una secuencia, estéticamente impresionante cuya composición me recuerda al cuadro de Goya sobre los desastres de la guerra titulado “Grande hazaña con muertos”, en la que nos muestra su crueldad al torturar a varios hombres blancos. Además de presentarnos a un grupo de apaches, liderado por Geronimo, que no acepta la paz y atacará a una diligencia poniendo en grave peligro a esta.


“Flecha rota” quizás no sea el mejor wéstern de un director que nos legó cintas del nivel de “La ley del talión” (1956), “Jubal” (1956), “El tren de las 3:10” (1957) o “El árbol del ahorcado” (1959); pero, sin duda, fue una película muy necesaria y esencial para la evolución del género en los años venideros.


Como curiosidades os puedo citar las siguientes:

- Albert Matz obtuvo el Oscar al mejor guion, pero al estar incluido en la lista negra lo tuvo que recoger Michael Blankfort, escritor y amigo suyo que además figura como autor del libreto en los títulos de crédito. Hasta la década de los noventa no se le reconoció a Matz la autoría del mismo.

- Jeff Chandler, nominado al Oscar al mejor actor secundario, interpretó a Cochise en otras dos ocasiones: “Paz rota” (1952) y “Raza de violencia” (1954). En la última efectuaba un cameo y cedía el protagonismo a su hijo Taza, interpretado por un emergente Rock Hudson.

- El éxito de la película originó una serie de televisión que se mantuvo en antena durante cuatro años (1956 a 1960) con Michael Ansara en el papel de Cochise y John Lupton en el de Tom Jeffords.

- La película recibió críticas tanto de los sectores más puristas por hablar los apaches en inglés, como de los grupos más retrógrados por mostrar abiertamente una relación amorosa interracial.





jueves, 22 de marzo de 2018

AMANECER EN SOCORRO

(Dawn at Socorro, 1954).

Dirección: George Sherman
Guion: George Zuckerman

Reparto:
- Rory Calhoun: Brett Wade
- Piper LaurieRannah Hayes
- David BrianDick Braden
- Katleen HughesClare
- Alex NicolJimmy Rap
- Edgar Buchanan: Sheriff Cauthen
- Roy Roberts: Doc Jameson
- Skip Homeier: Buddy Ferris
- James Millican: Marshall Harry McNair
- Lee Van Cleef: Earl Ferris

Música: Frank Skinner, Herman Stein
Productora: Universal International Pictures (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“¿Quién le viene buscando?” “Mi pasado. Mi pasado viene a pedir cuentas” Conversación entre el jefe de estación y Brett Wade instantes antes del duelo definitivo con Jimmy Rap.


George Sherman (1908-1991) es uno de esos artesanos con gran capacidad de trabajo, filmó casi ciento treinta películas entre el cine y la televisión en cuarenta años de carrera, que contribuyó al afianzamiento de este género. Comenzó como director en la Republic, compañía especializada en la década de los treinta en los llamados seriales con temática wéstern, en la que dirigió paupérrimas producciones con una duración que apenas alcanzaba los sesenta minutos para estrellas como Gene Autry, Don “Red” Barry o el mismísimo John Wayne en el serial de los tres mosqueteros del Oeste. Tras su paso por la Columbia, recaló en la Universal iniciando su etapa más fructífera siempre enmarcada en wésterns de bajo presupuesto. De esta época destaca una serie de películas pro indias, en consonancia con la corriente revisionista iniciada a finales de la década de los cuarenta, como “El piel roja” (1952) con Van Heflin dando vida al explorador Jim Bridges en una historia basada en un hecho real; “Paz rota” (1952), segunda parte de la celebrada “Flecha rota” (Delmer Daves, 1950) con Jeff Chandler repitiendo el papel del valeroso jefe Cochise o “El gran jefe” (1955), biopic de Caballo Loco al que dio vida Victor Mature; además de wésterns como el original “El enmascarado” (1948) protagonizado por Yvonne de Carlo, actriz con la que trabajaría en varias ocasiones, “Río fronterizo”, uno de los primeros wésterns norteamericanos desarrollado en México con la pareja Joel McCrea-Yvonne de Carlo; “El tesoro de Pancho Villa” (1955) que, realizada fuera de la órbita de la Universal, anticipaba una de las constantes del denominado Zapata-wéstern: la relación entre un mexicano idealista y un mercenario extranjero, “El último pistolero de la frontera” (1958) mixtura entre wéstern y filme de intriga con una primera parte ejemplar o la película que nos ocupa, quizás su mejor y más ambiciosa aportación a este género desde el punto de vista formal. Su último filme, que le volvió a reunir con John Wayne, sería “El gran Jack” (1971), un violento wéstern, no exento de detalles cómicos, producido por la Batjac al servicio de la estrella.

Son películas que, a pesar de no figurar en las listas de los mejores wésterns, conforman un corpus cinematográfico lo suficientemente atractivo como para que su figura comience a ser reivindicada tanto por la crítica especializada como por los aficionados al género.


ARGUMENTO: Brett Wade, un pistolero profesional diagnosticado de tuberculosis, tras abatir en Lordsburg al clan de los Ferris, decide abandonar las armas y trasladarse a Socorro en cuyo trayecto en diligencia conocerá a Rannah. Una vez en la ciudad se convertirá en el inesperado protector de la joven y comprobará las dificultades para cambiar de vida.

Sherman, con su profesionalidad y habitual buen hacer, aborda en esta película el tema del pasado, más bien de peso del pasado y de los obstáculos para emprender una nueva vida por la alargada sombra de aquel. Para ello vertebra la historia en tres partes claramente diferenciadas; dos actos con una estructura similar y una especie de interludio cuya finalidad es engarzar ambos.


La primera parte se desarrolla en la ciudad de Lordsburg y está claramente inspirada en el duelo en el OK Corral, incluso la película se inicia con una voz en off recordando el enfrentamiento que “puso fin a la historia más violenta” de la ciudad, para a continuación a través de un flashback mostrarnos los hechos. Efecto con el que se consigue aumentar el carácter legendario del duelo.


Los paralelismos con el histórico desafío son evidentes. Así, el enfrentamiento se produce en torno a un establo (el Keane corral); uno de los bandos está integrado por el sheriff de la localidad, su hermano, a su vez ayudante del sheriff, y un jugador profesional; mientras que el otro bando está compuesto por una familia, los Ferris, hasta ese momento prácticamente dueña del lugar que, además, han contratado a un pistolero de nombre Jimmy Rap.


Este acto se desarrolla dentro de los límites de la ciudad a lo largo de una noche y en la madrugada siguiente en la que tendrá lugar el enfrentamiento, y cuenta con un escenario fundamental: el saloon. Destacando desde el punto de vista formal la escasa iluminación y el predominio de colores oscuros: marrones, grises, negros.


Además sirve para presentarnos a los principales personajes del drama, y en el mismo se dan situaciones idénticas aunque con distinto alcance a las del segundo acto, como la partida de póker en la que premonitoriamente Dick Braden, dueño del casino de Socorro, le comentará a Brett: “Volveremos a jugar pronto. Esta vez será un juego en privado. Con un ganador y uno que pierda para siempre”.


Este primer episodio finaliza con el anunciado duelo que a su vez, tras diagnosticarle tuberculosis, marca el comienzo del intento por parte de Brett de iniciar una nueva vida alejada del juego y de la violencia. Por tanto, este acto nos presenta a un protagonista herido tanto física como psíquicamente.


A continuación nos encontramos con el interludio centrado en el viaje en diligencia desde Lordsburg a Socorro que permite a Sherman grabar en exteriores y rodar a base de panorámicas. A pesar de ello la sensación opresiva del filme se hace más evidente al coincidir Brett, Rannah y Jimmy en el vehículo; además de introducirse cierta carga existencial al mostrarnos el vacío vital del protagonista y su añoranza por un pasado anterior a su etapa como jugador.


Brett comenzará a intimar con Rannah y empezará a darse cuenta de las dificultades para cambiar de vida, ya que se tendrá que enfrentar en una posta con el último Ferris vivo.
El drama está anunciado, Brett sólo podrá ser un hombre nuevo acabando con todos los elementos que le atan al pasado.


En el segundo acto nos encontramos de nuevo con un wéstern urbano. Es sin duda la parte más original del filme con un tono de melodrama, y como en la primera se desarrolla fundamentalmente en una noche, concluyendo de madrugada con un nuevo y, en esta ocasión, definitivo duelo. Además la acción tiene lugar igualmente en un saloon, el casino de Socorro; pero a diferencia de la primera parte cuenta con una mayor iluminación y se introducen colores más vivos: rojos, amarillos, verdes.

En esta parte destaca la habilidad de Sherman para mover a los principales personajes en el casino, además de su capacidad para crear suspense y dotar al filme de un carácter claustrofóbico a través fundamentalmente de dos elementos:


-El reloj que va marcando las horas (Brett debe abandonar Socorro a las seis) que simboliza el inexorable paso del tiempo; así como la imposibilidad de detenerlo o de dar marcha atrás. Esta idea se refuerza con la conversación mantenida por Brett con Leti, “corista” y antigua amiga del jugador, que le preguntará: “Brett ¿Cómo se puede volver atrás el reloj?” Porque, en definitiva, todos somos en gran parte el resultado de nuestros actos y decisiones.


-La partida de cartas en las que el protagonista y Braden se juegan el futuro de Rannah. Con ella se introduce otro elemento fundamental, el azar como elemento determinante en la vida de las personas.


Este acto culmina con el duelo final entre Jimmy y Brett que constituye una pequeña obra maestra por su concepción y montaje; alternándose acertadísimamente planos largos, cortos y de detalle (sobre todo de las manos de los dos contendientes rozando las cartucheras), y rematado con un contrapicado general de la calle en el que vemos a ambos duelistas dispararse. Una auténtica maravilla y fuente de inspiración respecto a la forma de rodar este tipo de situaciones de infinidad de wésterns, sobre todo los filmados en Europa. Además el duelo, a diferencia del inicial, supone por fin la esperanza de iniciar una nueva vida. El círculo se ha cerrado.

Junto con los aciertos de Sherman en la dirección y la labor como director de fotografía de Carl E. Guthrie, con esos contrastes lumínicos entre Lordsburg y Socorro en consonancia con la propia vida del protagonista (más sombría al comienzo y relativamente esperanzada en la segunda parte), hay que destacar el libreto escrito por George Zuckerman (“Escrito sobre el viento”, “Ángeles sin brillo”) con brillantes diálogos y unos personajes, dañados por la vida, con una mayor profundidad psicológica respecto a este tipo de producciones.


Así nos encontramos con Brett, al que da vida con convencimiento Rory Calhoun aunque yo hubiera preferido ver en este papel a Robert Ryan o Dan Duryea. Un hombre culto devenido en vulgar jugador que hastiado de una vida con más sombras que luces intentará, en un acto claramente redentor, evitar que Rannah cometa los mismos errores que otras mujeres conocidas por él y termine como una “corista” mas.


A Rannah, un papel similar al que interpretaría en “El buscavidas” (Robert Rossen, 1961), le da vida una sobresaliente Piper Laurie. Es una mujer desvalida en busca de su lugar en el mundo que, tras ser expulsada de casa por su padre (la llega a comparar con la Jezabel bíblica), comienza a dar sus primeros y equivocados pasos por la vida.


Jimmy Rap, al que da vida un notable Alex Nicol (actor que protagonizaría varios wésterns en Europa antes de la irrupción de Leone), se nos muestra como un pistolero atormentado al no haber podido ayudar a los Ferris cuando más lo necesitaban. Hombre de honor, intentará cumplir con su contrato a pesar de la muerte de todos los miembros del clan e, incluso, se negará a asesinar a Brett, prefiriendo retarlo en un duelo.


La película se redondea con un gran plantel de secundarios habituales en este tipo de producciones: David Brian como Dick Braden, el amoral y ventajista dueño del casino de Socorro; un magnífico Edgar Buchanan en el rol del lúcido sheriff de Socorro que intentará evitar el enfrentamiento final o Skip Homeier y Lee Van Cleef, antes de convertirse en una estrella gracias a los wésterns europeos, como dos de los hermanos Ferris.


En definitiva, estamos ante una película limitada presupuestariamente pero muy cuidada desde el punto de vista formal, ambiciosa respecto a su contenido y superior a la media de los wésterns serie b.



miércoles, 7 de marzo de 2018

RÍO DE SANGRE

(The big sky, 1952)

Dirección: Howard Hawks
Guion: Dudley Nichols

Reparto:
- Kirk Douglas: Jim Deakins
- Dewey Martin: Boone Caudill
- Elizabeth Threatt: Teal Eye
- Arthur Hunnicutt: Zeb Calloway
- Buddy Baer: Romaine
- Steven Geray: “Frenchy” Jourdonnais
- Hank Worden: Poordevil
- Jim Davis: Streak

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: RKO Radio Pictures, Winchester Pictures Corporation (USA).

Por Jesús Cendón. NOTA: 8

“¡Sí que es grande esta tierra! Sólo el cielo es más grande. Parece que Dios la creó y se olvidó ponerle personas” (Jim Deakins a Boone Caudill y Zeb Calloway mientras marchan en busca de caza)


Dentro del wéstern creo que podemos hablar de un subgénero, el pre-wéstern, que abarcaría aproximadamente los filmes ambientados desde el siglo XVIII hasta 1830-1840. Un período en el que se forjaron fundamentalmente dos mitos: el de la construcción de un país basado en los sacrosantos principios de la libertad y de la igualdad, y el de la frontera como territorio en continúa tensión entre el mundo civilizado y el mundo indómito. Son, a su vez, películas genéricamente fronterizas al darse en ellas la mano elementos de distintos géneros: wéstern aventura o, incluso, bélico.


Además, las cintas de este subgénero se pueden clasificar en tres grandes categorías:

Aquellas que narran las peripecias de los primeros colonizadores, generalmente en lucha contra los nativos norteamericanos y/o el ejército británico. Siendo los ejemplos más destacados: “La pequeña rebelión” (William A. Seiter, 1939), “Corazones indomables” (John Ford, 1939), “El luchador de Kentucky” (George Wagner, 1949), “Hacha de guerra” (Kurt Neumann, 1956), “Revolución” (Hugh Hudson, 1985), las distintas adaptaciones de la novela de James Fenimore Cooper “El último mohicano” entre las que destaca la dirigida en 1992 por Michael Mann o, más recientemente, “El patriota” (Roland Emmerich, 2000).


Los filmes que recrean, con mayor o menor rigor, algún acontecimiento histórico. Formarían parte de este subgrupo, entre otras: “Paso al noroeste” (King Vidor, 1940), “Los inconquistables” (Cecil B. DeMille, 1947), “Traición en Fort King” (Budd Boetticher, 1953), “Horizontes azules” (Rudolph Maté, 1956), “La última orden” (Frank Lloyd, 1955), “Libertad o muerte” (Byron Haskin, 1956) o “El Alamo” (John Wayne, 1960).


Por último nos encontraríamos con películas con un tono marcadamente naturalista centradas en la vida de los tramperos; individuos trágicos al vivir en una clara paradoja ya que huían de la civilización pero, al abrir nuevos territorios al hombre blanco, se constituían en la punta de lanza de esa civilización que despreciaban. “Más allá del Missouri” (William A. Welman, 1951), el primer episodio de “La conquista del Oeste” (John Ford, Henry Hathaway y George Marshall, 1962), “Un hombre llamado caballo” (Elliot Silverstein, 1970), “El hombre de una tierra salvaje” (Richard C. Sarafian, 1971) y su innecesario y plúmbeo remake “El renacido” (Alejandro González Iñarritu, 2015) o, la ya reseñada en este blog, “Las aventuras de Jeremiah Johnson” (Sidney Pollack, 1972) son los filmes más conocidos de esta categoría; en la que también se encuentra “Río de sangre”.


ARGUMENTO: Jim Deakins, un veterano trampero; y su joven amigo, Boone Caudill, se enrolan junto con el tío de Boone, Zeb Calloway, en un viaje a través del Missouri con el objeto de comerciar con los pies negros. Durante el trayecto no sólo deberán enfrentarse a múltiples peligros: los indios crow, los miembros de la Compañía (empresa que ostenta el monopolio del comercio en el territorio) el propio Missouri, etcétera; sino que el amor de ambos por Teal Eye pondrá a prueba su amistad.


Segundo wéstern de Howard Hawks tras “Río Rojo” con el que presenta varias semejanzas: ambos se desarrollan en grandes espacios, se centran en la figura de pioneros y la historia está estructurada en torno a la relación entre dos personajes; pero a diferencia de su primer wéstern, en la película que nos ocupa Howard Hawks se implicó también en la producción a través de una pequeña compañía, la Winchester Pictures Corporation, creada por el cineasta para financiar un clásico de la ciencia ficción, “El enigma de otro mundo” (Christian Nyby-Howard Hawks, 1951).


Estamos ante una adaptación del magnífico libro de A. B. Guthrie Jr. “Bajo cielos inmensos”, editado recientemente por Valdemar en su colección Frontera. Aunque en realidad el guion, escrito por Dudley Nichols, habitual escritor en esa época de John Ford, y en el que participó, como era habitual, el propio Hawks, se centra exclusivamente en los capítulos segundo y tercero de la novela, inspirándose libremente en ellos. Así, en la película se fusionan los personajes de Summers y el tío Zeb en este último que, además, se convierte en el narrador de la historia y se le da mayor relevancia tanto al personaje de Teal Eye como a la historia de amor protagonizada por esta y los dos amigos, Jim Deakins y Boone Caudill, para los que en principio Hawks pensó en Robert Mitchum y Marlon Brando aunque por problemas tanto económicos como de agendas tuvo que sustituirlos por Kirk Douglas y Dewey Martin.


En todo caso, estamos ante una cinta muy personal de su autor que define perfectamente su cine y en la que nos vuelve a sumergir en un universo masculino, o lo que entendía él por este, presidido por peleas, borracheras y sentimientos como la camaradería, la amistad, el honor o la lealtad a través de la relación de profunda complicidad y camaradería que se fragua de forma definitiva, precisamente tras una riña, entre el veterano Jim y el joven Boone. Tema este, de la amistad, que es una constante en el cine del director nacido en California y que en la película que nos ocupa se enriquece al convertirse prácticamente Jim en el mentor de su amigo, tornándose el vínculo existente entre ellos en una relación cuasi paterno-filial. Porque el filme no sólo trata de la expedición de más de tres mil kilómetros a través del Missouri en la que se embarcan los dos camaradas, sino que para el joven Boone también constituirá un viaje iniciático a través del cual madurará, se convertirá en adulto y como tal deberá decidir; debiendo adoptar resoluciones que, como cualquier elección, serán dolorosas y le marcarán para el resto de sus días.


La película cuenta, por tanto, con una mayor hondura de lo que pueda parecer haciendo una lectura superficial de la misma pero en la que Hawks no se muestra pretencioso, ya que son las acciones las que van definiendo a los personajes y no los largos y pesados discursos (en este sentido es extraordinaria, por su sutileza, la larga secuencia en la que Boone, Poordevil, interpretado por un irreconocible Hank Worden, y Teal Eye rescatan a un herido Jim de una muerte segura y la forma en la que se muestran los sentimiento de este hacia la india); además de conseguir el director engarzar de forma natural drama y comedia, incluso en las mismas secuencias. Así, nos encontramos con la famosa escena del dedo en la que transforma una situación trágica (la amputación de un dedo de la mano a Jim) en un memorable gag; mientras que una escena de corte cómico, el baile disfrazado de mujer del grandullón Romaine interpretado por Buddy Baer (el Ursus de “Quo Vadis”) finaliza en tragedia al verse interrumpido bruscamente por un ataque de los indios.


Narrada casi como si fuese un docudrama sobre la vida de los tramperos, al igual que haría Delmer Daves en “Cowboy” sobre los vaqueros seis años después, sin duda la labor de Russell Harlan como director de fotografía se antoja fundamental. Harlan por su forma de retratar los Parques Nacionales de Yellowstone y Grand Tenton, así como el río Snake, que redunda en la sensación de veracidad del filme, obtuvo una merecidísima nominación al Oscar; al igual que Arthur Hunnicutt como actor secundario por su papel del incrédulo y racional tío Zeb. Pero es Jim Deakins, gracias a una actuación plena de vitalidad y energía de un Kirk Douglas en su mejor momento, el personaje imposible de olvidar. Un individuo que va engrandeciéndose a medida que se desarrolla el filme y, sobre todo, con el magnífico final en la que asume con generosidad su fracaso; derrota que supone no sólo la pérdida de quien es su mejor camarada, sino de la que podía haberse convertido en la mujer de su vida (incluso Boone en un momento determinado le reconoce a Teal Eye que ella y Deakins harían una buena pareja). Lástima que no tuviera un contrapeso mayor al interpretar a Boone el soso Dewey Martin.


“Río de sangre”, por tanto, se revela como la obra de un director singular, de una gran belleza, vitalista, antirracista y profundamente lírica, a la que contribuye la delicada partitura compuesta por Dimitri Tiomkin, sobre una forma de vida basada en la comunión con la naturaleza y en la más absoluta libertad desarrollada en un territorio virgen, de grandes espacios abiertos, a punto de desaparecer con la llegada, primero, del ejército y, después, de los colonos y con ellos los asentamientos “en donde los hombres permitían que el tiempo gobernase sus vidas”; así como, sobre los individuos que la protagonizaron. Seres pendencieros, fanfarrones, camorristas y bravucones, pero igualmente nobles, solidarios, leales, francos y honestos; los “mountain men”.


Como curiosidad comentaros que la escena del dedo la había concebido el director para “Río Rojo” pero no se llegó a rodar por no estar convencido Wayne. Al actor, una vez vista la película, le faltó tiempo para llamar a Hawks y comentarle que si le parecía divertido un funeral no dudara en contar con él para rodarlo.


Por último, indicaros que se ha editado recientemente en DVD una versión, con la imagen bastante deteriorada, de 135 minutos, más larga que la estrenada de algo más de dos horas, aunque tampoco coincide con la película concebida por el director de 140 minutos de duración.