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jueves, 27 de febrero de 2025

SILVERADO

(Silverado, 1985)

Dirección: Lawrence Kasdan
Guion: Lawrence Kasdan, Mark Kasdan

Reparto:
- Kevin Klein (Paden)
- Scott Glenn (Emmet)
- Kevin Costner (Jake)
- Danny Glover (Mal)
- John Cleese (Sheriff Langston)
- Rosanna Arquette (Hannah)
- Brian Dennehy (Cobb)
- Linda Hunt (Stella)
- Jeff Goldblum (Slick)
- Jeff Fahey (Tyree)
- Sheb Wooley (Sargento de caballeria)

Música: Bruce Broughton
Productora: Columbia Pictures, Delphi IV Productions, Eaves Movie Ranch

Por Jesús Cendón. NOTA: 7


“Dentro de un tiempo yo habré perdido la belleza, pero esta tierra no” Hannah a Paden mientras contemplan la extensión de su nuevo rancho.



El wéstern clásico vivió su época de esplendor entre finales de la década de los cuarenta y mediados de los años sesenta aproximadamente. Fueron alrededor de veinte años caracterizados por el ingente número de filmes del Oeste producidos tanto por las majors como por pequeñas compañías independientes, y por el altísimo nivel de dichos filmes gracias al enorme talento y, en bastantes ocasiones, genialidad del personal involucrado en ellos. A partir de mediados de los sesenta comenzó su lento pero constante declive causado por diversos factores, entre otros, el cambio en la mentalidad de la sociedad estadounidense; la paulatina jubilación e, incluso, desaparición de las grandes figuras que elevaron a sus cotas más altas a este género (1); o el éxito del wéstern filmado en Europa con su visión desmitificadora del Oeste, sus personajes cínicos y amorales, su estética sucia y su mayor violencia.

De esta forma, desde finales de la década de los sesenta proliferaron los wésterns revisionistas y, en consonancia con la edad de las estrellas que los protagonizaban, crepusculares; al mismo tiempo que el número de las producciones wésterns se reducía drásticamente y su calidad también disminuía.


Curiosamente el golpe de gracia al género se lo propinó la excelente “La puerta del cielo” (Michael Cimino, 1980), una producción ruinosa que acabó con la United Artist y, aparentemente, con el wéstern al considerarlo los productores poco o nada rentable, desapareciendo prácticamente de las pantallas.
 
En medio de este erial, 1985 se convirtió en un oasis para los aficionados a las películas del Oeste al estrenarse dos grandes filmes que obtuvieron buenos resultados en taquilla: “El jinete pálido” con el que Clint Eastwood mostraba, de nuevo, su fidelidad al género que le convirtió en estrella a través de una historia deudora de “Raíces profundas” (George Stevens, 1953) transformada en un largometraje muy personal que contenía gran parte de sus constantes cinematográficas; y “Silverado” obra de Lawrence Kasdan, cineasta con una querencia especial por el cine de género tanto en su labor de guionista (la mítica “En busca del arca perdida” o “El imperio contraataca” que, dirigida por Irvin Kershner en 1980, no es más que una película clásica de aventuras ambientada en el futuro) como en su primera película como realizador (“Fuego en el cuerpo” de 1981 constituye un sincero homenaje al cine negro clásico en general y a “Perdición”, dirigida en 1944 por Billy Wilder, en particular).


Ambos, junto a la excelente serie “Paloma Solitaria” dirigida por Simon Wincer en 1989 (2), pusieron los cimientos para el resurgimiento del wéstern en la siguiente década, sobre todo tras el gran éxito de crítica y de público de “Bailando con lobos” (Kevin Costner, 1990), galardonado con siete Oscars, incluidos los relativos al mejor filme, dirección y guion, al que siguió una explosión de producciones: “Sin perdón” (Clint Eastwood, 1992), igualmente galardonada con los Oscars a la mejor película y dirección; “Gerónimo, una leyenda” (Walter Hill, 1993); “Tombstone” (George Pan Cosmatos, 1993); “Wyatt Earp” (Lawrence Kasdan, 1994); “Maverick” (Richard Donner, 1994); “Wild Bill” (Walter Hill, 1995); “Rápida y mortal” (Sam Raimi, 1995); “Dead man” (Jim Jarmusch, 1995); el excelente neowéstern fronterizo “Lone Star” (John Sayles, 1996); “Cabalga con el diablo” (Ang Lee, 1999); etcétera. Películas capaces de demostrar que el wéstern no había muerto, interesaba al público y, por tanto, podía ser rentable siempre que se ofreciesen productos dignos; consolidándose su recuperación en las décadas siguientes, tanto con largometrajes destinados a la gran pantalla como, sobre todo, con series y películas producidas para la televisión. Pero eso es otra historia.



SINOPSIS: Tras varios incidentes, cuatro vaqueros se dirigen a la ciudad fronteriza de Silverado, controlada de manera despótica por un poderoso ganadero, donde se reencontrarán con sus respectivos pasados.


Como en “Río Bravo”, “Silverado” se inicia con una secuencia silente. Escena en la que el protagonista acaba con tres pistoleros en una cabaña; para inmediatamente la cámara seguirle y enfocar a través de la puerta, en claro homenaje a los planos iniciales y finales de “Centauros del desierto”, la inmensidad del paisaje mientras se ven los títulos de crédito y suena el tema principal de sonoridades clásicas compuesto por Bruce Broughton, remitiendo a compositores como Elmer Bernstein o, sobre todo, Jerome Moross y su banda sonora para “Horizontes de grandeza”.


En una sola secuencia el director, al haber citado a Howard Hawks y a John Ford, ha destapado sus intenciones: rendir un sentido tributo al género cinematográfico por excelencia con un wéstern luminoso, dinámico, enérgico, ágil, trepidante, divertidísimo y, fundamentalmente, épico en el que se dan la mano los principales temas (la amistad, la lealtad, la familia como célula básica de la sociedad, el compromiso, la valentía, el honor, el abuso de poder, el conflicto entre ganaderos y rancheros, entre los partidarios de los campos abiertos y los defensores de las alambradas, la frontera como territorio mítico, etcétera), situaciones y paisajes (desiertos mortíferos, ríos profundos que deben ser cruzados, grandes espacios abiertos, estampidas de ganado, duelos, bailes, persecuciones, tiroteos; incluso en el guion figuraba una escena con indios desechada por la productora, la Columbia Pictures, debido a su enorme coste), y personajes (sheriffs corruptos, ganaderos despóticos, decididos colonos, lúcidas regentes de saloons, pistoleros de pasado oscuro, jugadores profesionales, “coristas”) del género.


Aunque nos encontramos ante una historia coral son cuatro los personajes que llevan el peso de la película y responden, igualmente, a arquetipos del género:


Emmet (Scott Glenn) es un individuo taciturno y meditabundo que, a pesar de haber cumplido injustamente condena durante cinco años en la prisión de Leavenworth, responde a la imagen del héroe íntegro, sin tacha, que sabe siempre cuál es su deber y actúa bajo un férreo código ético. A lo largo de la película muestra la importancia que tiene para él la familia, primero salvando a su hermano Jake de morir ahorcado y posteriormente, a pesar de estar convaleciente de una paliza, atacando el rancho del poderoso ganadero para rescatar a su sobrino secuestrado. 


Paden, al que dio vida Kevin Kline que se convertiría en el actor fetiche de Kasdan (3), hunde sus raíces en los personajes ambiguos, aunque no exentos de nobleza, interpretados por James Stewart en los wésterns de Anthony Mann; así, como Glyn McLyntock (“Horizontes lejanos”) cuenta con un pasado turbio que desea dejar atrás, y al igual que Jeff Webster (“Tierras lejanas”) se muestra excesivamente individualista, manteniéndose normalmente al margen de los problemas que no le afectan directamente (como él mismo dice “Siempre he sido partidario de no hacer nada”). Es el único de los cuatro sin arraigo y lo más cercano que ha tenido a una familia son sus antiguos compañeros de correrías (el sheriff de Silverado habla de él como “Uno de los últimos supervivientes de mis viejos amigos”). Mostrará su integridad y lealtad uniéndose a sus nuevos amigos en el enfrentamiento final; culminando, de esta forma, su proceso de redención.


Mal, Danny Glover, un cowboy negro (4) letal con el wínchester, tiene su más claro antecedente en Lance Poole de “La puerta del diablo” puesto que como el personaje del filme de Mann sufrirá la xenofobia de la sociedad anglosajona, le arrebatarán fácilmente sus tierras simplemente por no ser blanco e, incluso, padecerá vejaciones por su color de piel. Todo ello le llevará a repetir la frase “Esto no es justo”. Tras haber vivido varios años en el este, Chicago, siente la familia como un refugio.



Jake, Kevin Costner (5), es el hermano pequeño de Emmet. Vehemente, irreflexivo, mujeriego, alocado, de gatillo fácil, bastante irresponsable y proclive a meterse en líos. Quizás es el personaje menos convincente y, aunque recuerda a los jóvenes generalmente impulsivos que en los wésterns rodados a partir de los cincuenta solían acompañar al experimentado protagonista, supone una concesión clara al cine ochentero, presentando bastantes elementos en común con el Billy el Niño retratado por Christopher Cain en “Arma joven”.



Los cuatro son en realidad herederos de los caballeros medievales, prestos a defender al débil frente al fuerte y a acabar con las injusticias. Tan sólo han cambiado la espada por el colt y la lanza por el wínchester; puesto que, como en su día apuntó André Bazin, al carecer los EEUU de Edad Media el wéstern sería el equivalente a los cantares de gesta europeos.

Kasdan vertebra la película en dos partes claramente diferenciadas: una larga introducción con varios escenarios y la parte principal desarrollada básicamente en la ciudad fronteriza de Silverado y sus alrededores.

- La introducción, en la que los protagonistas asentarán las bases de su amistad, tiene un carácter episódico y algo disperso por lo que puede desconcertar al espectador. Así veremos sucesivamente la escena inicial anteriormente citada con el espectacular tiroteo, a Emmet salvar a Paden abandonado en el desierto y a éste recuperar su caballo tras acabar con un forajido. A continuación, en Turley, tendrán su primer contacto con Mal y salvarán de la horca a Jake y tras ser perseguidos por el peculiar e irónico sheriff de la ciudad, interpretado por el Monty Python John Cleese, se convertirán en improvisados guías de una caravana una vez recuperado el dinero robado por sus antiguos conductores. Entre los miembros de la caravana se encuentra Hannah (Rosana Arquette), representante del espíritu indomable de los colonos, por la que se sentirán atraídos tanto Emmet como Paden.

- El escenario de la parte principal es Silverado, tierra de promisión, un lugar en el que encontrar una nueva vida más prospera. Sin embargo, la situación real dista mucho de la esperada por los colonos al estar controlado por el cacique del lugar, un poderoso y despótico ganadero, en connivencia con un sheriff corrupto dueño del salón del pueblo. Ambos ejercen su poder de forma tiránica a través de la fuerza y la violencia.


En este tramo se incorporan nuevos personajes como la lúcida y sabia regente del saloon Stella (Linda Hunt), una mujer con la que Paden mantendrá una relación muy especial y que se rige por el principio consistente en que “El mundo es como tú te lo haces, si no está a tu medida hay que arreglarlo” o el sibilino, siniestro y traicionero jugador encarnado por Jeff Goldblum; así como, se desarrolla aún más el personaje del sheriff Cobb (Brian Dennehy), un antiguo pistolero reconvertido en falso hombre de ley.

En esta parte de la película la tensión irá creciendo hasta desembocar en un doble enfrentamiento, ubicado en el rancho del ganadero y en la ciudad de Silverado, entre los cuatro protagonistas y los hombres del cacique motivado tanto por los atropellos cometidos en Silverado por el poderoso terrateniente como por las deudas pendientes existentes entre los personajes. Así, Jake acabará con un joven y peligroso pistolero a su vez rival amoroso; Mal se las verá con el jugador que le había traicionado; Emmet se enfrentará en un espectacular combate a caballo con el cacique a cuyo padre mató en defensa propia, hecho por el que fue condenado; y Paden protagonizará un simbólico duelo con Cobb, en el que el director lo sitúa en mitad de la calle principal representando el futuro y la civilización, mientras que el sheriff aparece justo al final de la ciudad personificando el pasado y la barbarie (6).


Una vez restablecidos la paz, la ley y el orden, los protagonistas seguirán su camino, salvo Paden, recién nombrado sheriff, quien por fin habrá encontrado su lugar en el mundo.

Junto a la dispersión inicial, y como elementos no tan positivos del filme podemos destacar la tendencia a la grandilocuencia y el recorte sufrido de sus originarios 170 minutos a las definitivas dos horas, lo que da lugar a ciertos problemas de continuidad debido a escenas mal hilvanadas y a la pérdida de protagonismo de ciertos personajes como el de Rosanna Arquette, cuya historia de amor a tres bandas queda apenas apuntada, o el de Jeff Goldblum, con un comportamiento difícil de entender. En todo caso, el último defecto no sería achacable a Kasdan sino a la Columbia.


La película costó alrededor de 23 millones de dólares y tuvo un éxito relativo al recaudar más de 33 millones, por lo que se pensó realizar una segunda parte; pero, a pesar de haber comenzado Kasdan a escribir el guion y a la promesa final de Jake (“Volveremos”), nunca se llevó a cabo.

“Silverado” supuso un soplo de aire fresco para el género y una agradable sorpresa para el aficionado; un intento sincero por parte de un director, a su vez cinéfilo, de recuperar aquellas viejas películas de vaqueros protagonizadas por actores de una pieza como Wayne, Cooper, Stewart, Widmark, Lancaster, Douglas o Fonda con las que crecimos y aprendimos a amar al cine. Unos filmes en los que se dirimía la eterna lucha entre el bien y el mal, y en los que, tras superar todo tipo de obstáculos, resultaba vencedor el primero. Con “Silverado”, en definitiva, Lawrence Kasdan, nos devolvió el embrujo del wéstern clásico y eso es mucho ¿no? 


(1) John Ford y Raoul Walsh dirigieron sus últimos wésterns, “El gran combate” y una “Trompeta lejana” respectivamente, en 1964; mientras que la última película del Oeste filmada por Anthony Mann fue “Cimarrón” (1960), quien nunca llegó a poner en pie su proyecto consistente en hacer una versión wéstern de “El rey Lear”, protagonizada por John Wayne, al fallecer de forma prematura en 1967. Por otra parte, Delmer Daves desde finales de la década de los cincuenta se dedicó a rodar una serie de melodramas con el objeto de aliviar la delicada situación económica de la Warner Brothers, abandonando definitivamente el género por el que era mundialmente conocido; y un desengañado William Wellman a partir de 1952 abandonó el género, con la excepción de “El rastro de la pantera”, para dirigir básicamente, con más oficio que talento, varias películas de aventuras para la BATJAC de John Wayne. Así, de los grandes directores del wéstern clásico, sólo Howard Hawks con “Río Lobo” y Henry Hathaway con “Círculo de fuego”; dos filmes menores, aunque no carentes de interés, llegaron a ponerse detrás de la cámara en la década de los setenta para rodar wésterns.

(2) Recientemente la editorial Valdemar en su colección Frontera ha publicado la monumental novela escrita por Larry McMurtry por la que obtuvo el Pulitzer. McMurtry también es el autor de, entre otros, la novela “Hud, el más valiente entre mil” y los guiones para la película “Brokeback Mountain” (Ang Lee, 2005) y para la miniserie “Comanche Moon” (Simon Wincer, 2008), en la que nos reencontramos con los personajes de “Paloma solitaria” en plena juventud como rangers de Texas. 

(3) Lawrence Kasdan y Kevin Kline han rodado juntos, hasta la fecha, seis películas, entre las que destacan: “Reencuentro” (1983); “Grand Canyon” (1991), también coprotagonizada por Danny Glover; y “French Kiss” (1995).

(4) Los wésterns no han sido pródigos en ofrecer papeles importantes a actores negros. Fue precisamente John Ford con “El sargento negro” (1960) uno de los primeros directores en reconocer el papel fundamental de la comunidad negra en la conquista del Oeste. A partir de esa fecha, y como consecuencia de los profundos cambios vividos por la sociedad estadounidense (la Ley de Derechos Civiles fue aprobada en 1964), se filmaron varios wésterns con presencia de actores negros en papeles relevantes, entre los que destacan sólo en los sesenta: “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964), “Los profesionales” (Richard Brooks, 1966), “Duelo en diablo” (Ralph Nelson, 1966), “El póker de la muerte” (Henry Hathaway, 1968), “El camino de la venganza” (Sidney Pollack, 1968), “100 rifles” (Tom Gries, 1969) o “El Cóndor” (John Guillermin, 1970). Algo estaba cambiando también en Hollywood.

(5) Kasdan había contraído una deuda con Costner ya que su personaje en “Reencuentro” fue eliminado en el montaje final de la película, por eso pensó en él para este papel. Posteriormente, convertido el actor en una estrella, rodarían juntos la mencionada “Wyatt Earp”.

(6) Curiosamente Clint Eastwood situaría de la misma forma a sus dos personajes principales, el reverendo y el sheriff también corrupto, en el duelo final de “El jinete pálido”.


jueves, 2 de marzo de 2017

BAILANDO CON LOBOS

(Dances with wolves - 1990)

Director: Kevin Costner
Guión: Michael Blake. Basado en una obra de Michael Blake
Intérpretes:
- Kevin Costner: Teniente Dunbar
- Mary McDonnell:  Stands with a fist
- Graham Greene: Kicking bird
- Rodney A. Grant: Wind in his hair
- Floyd Red Crow Westerman: Ten bears
- Tantoo Cardinal: Black shawl
- Wes Studi: Toughest Pawnee
- Maury Chaykin: Mayor Fambrough
- Robert Pastorelli: Timmons
- Charles Rocket: Teniente Elgin

Música: John Barry
Productora: Orion Pictures
País: Estados Unidos

Por Xavi J. Prunera. Nota: 8

Teniente John Dunbar: “Era un pueblo ansioso por reír, devoto de la familia, dedicado el uno al otro. La única palabra que viene a mi mente es armonía”.




SINOPSIS: Poco antes de que finalice la Guerra de Secesión (1860-1865), el Teniente John J. Dunbar es destinado a Fort Sedgewick, un puesto fronterizo situado a escasa distancia de territorio sioux. A pesar de encontrarlo absolutamente arrasado y abandonado, Dunbar decide quedarse. Un primer encuentro con una mujer blanca adoptada por los sioux y su propia soledad lo empujarán a entrar en contacto con el resto de la tribu. Una relación que no tardará en fructificar y que se basará en la admiración y respeto mutuos.




Exceptuando “La puerta del cielo” (1980), “El jinete pálido” (1985) y —si mucho me apuráis— “Forajidos de leyenda” (1980) y “Silverado” (1985), los 80 fueron una década más bien nefasta para el western. Quizás por eso sorprende y mucho que un director novel como Kevin Costner tuviera la osadía de emprender un proyecto cinematográfico del calibre de “Bailando con lobos”. Afortunadamente para el género, la tuvo. Y Costner, como los más grandes, “llegó, vio y venció”. Por eso su peli se llevó la friolera de 7 Oscars y por eso, a día de hoy, podemos considerar la opera prima de Costner —al menos a mi juicio— como el mejor western (exceptuando, naturalmente, “Sin perdón”) rodado en estos últimos 30 años.




Mis motivos son amplios y variados. Podría hablaros de la novela o guión de Michael Blake, de la fotografía de Dean Semler, de la música de John Barry, del montaje de Neil Travis, de ese tono a veces épico y a veces intimista que le imprime Costner, de su ritmo pausado y elegante, de su espectacular diseño de producción o, naturalmente, de sus numerosísimas escenas memorables. O quizás —por qué no— de lo bien que funcionan todos esos ingredientes a la vez. Ingredientes extraordinariamente armonizados en un western de 180 minutos (casi 4 horas si hablamos del montaje del director) que se visiona —no obstante— con sumo interés, con sumo placer y con suma emoción. Pero permitidme que me quede esta vez con su mensaje. Con lo que Costner pretende (y consigue, por supuesto) transmitirnos.




Así pues, yo señalaría en primer lugar ese extraordinario homenaje a los nativos norteamericanos que edifica Kevin Costner. Y aunque, obviamente, “Bailando con lobos” no es el primer western pro-indio de la historia del género (véase, por ejemplo, “La puerta del diablo” de Mann, “Flecha rota” de Daves o “El gran combate” de Ford), la peli de Costner sí es el primer western en el que los indios (con permiso del propio Costner, por supuesto) gozan de un protagonismo absoluto. Un protagonismo que nos empuja a empatizar total y absolutamente con ellos y que, pese a cierta idealización, nos los muestra como lo que realmente son: un pueblo normal y corriente, con sus virtudes y sus defectos, con sus tradiciones centenarias, con su innegociable amor a la naturaleza, con su sentido del humor y con su propia identidad como tribu, raza y nación.




Paralelamente a ese acercamiento entre culturas que protagonizan el Teniente Dunbar y los sioux (con mención especial a Pájaro Guía, En pie con el puño en alto y Cabello al viento) conviene destacar también el “viaje interior” que recorre el propio Dunbar. Recordemos que nuestro protagonista es un soldado convertido accidentalmente en héroe gracias a un fallido intento de suicidio.


Un hombre solitario, sin familia, sin oficio ni beneficio. Un romántico que nada tiene que perder y que —según sus propias palabras— desea ver la frontera “antes de que no exista”. Y es ese soldado (y de paso nosotros, como espectadores, gracias a esa voz en off que nos retransmite los pensamientos y sensaciones de Dunbar) el que irá creciendo como ser humano, el que irá despojándose de sus prejuicios raciales y el que irá sintonizando cada vez más con sus nuevos vecinos hasta convertirse en uno de ellos. Concretamente en “Bailando con lobos”, su nuevo nombre sioux. 




Pese a todo, debo reconocer que “Bailando con lobos” no es una peli redonda del todo. Conviene recordar que es la opera prima de un actor metido a cineasta y que, naturalmente, no podemos compararla con westerns clásicos (a los que en cierta medida homenajea) de maestros como Ford, Hawks o Mann. Como es lógico y normal, a Costner se le nota en ocasiones que tira de “manual”, que no domina las sutilezas y que peca de cierta ñoñería en algunas situaciones. También es cierto, por otro lado, que quizás hubiera resultado más valiente y arriesgado por su parte si hubiera decidido que su personaje se enamorara de una india y no de una blanca criada entre los sioux pero, vamos, a mi eso no me molesta demasiado.


Por de pronto porque el personaje de “En pie con el puño en alto” ayuda a introducir un nuevo tema que refuerza su alegato antirracista: el de la perfecta adopción o integración de los blancos en las tribus indias. Y también porque me parece muy lógico y normal que Dunbar se sienta atraído por alguien de su propia raza. Sobre todo si se trata de un bellezón como Mary McDonnell. 




En cualquier caso, lo dicho: de “Bailando con lobos” me quedo con su tremendo mensaje ecológico y humanista, con su canto a la amistad, con su grandísima banda sonora, con el lirismo de sus imágenes y con multitud de escenas para el recuerdo como la del épico intento de suicidio inicial, la espectacular cacería de búfalos, la de la entrañable danza con “Calcetines” (origen, por cierto, del nombre indio de Dunbar) o la de la conmovedora despedida de Cabello al viento: “¡Bailando con lobos! ¡Soy Cabello al viento! ¿No ves que soy tu amigo? ¿No ves que siempre seré tu amigo?”. Brutal.




jueves, 14 de abril de 2016

OPEN RANGE

Poster de Open Range con Kevin Costner
(Open Range) - 2003

Director: Kevin Costner
Guion: Craig Storper (novela: Lauran Paine)

Intérpretes:
Kevin Costner: Charlie Waite
Robert Duvall: Boss Spearman
Annette Benning: Sue Barlow
Michael Gambon: Denton Baxter
Diego Luna: Button
Abraham Benrubí: Moss

Música: Michael Kamen

Productora: Touchstone Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Charlie Waite: “¿Usted mató a nuestro amigo?”
Butler: “Sí, yo lo hice... y disfruté haciéndolo”
Charlie Waite: “¡Bang!”

Trece años después de su gran éxito “Bailando con Lobos”, Costner vuelve a ponerse detrás de la cámara (¡y delante!) para regalarnos un estupendo western crepuscular a la altura de los grandes del género.

Kevin Costner dirigiendo Open Range

El maduro ganadero Boss Spearman y su socio Charlie Waite conducen su manada a través de las praderas junto a sus dos empleados Button y Moss. Aunque procuran evitar cualquier tipo de problemas, cuando llegan a Harmonville, dominada por el despótico ranchero Baxter, los acontecimientos causarán un brusco giro en sus vidas.

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Estamos ante un western con una historia propia del género que bebe tanto de los clásicos como “Duelo de Titanes”, “Raíces Profundas” y otras que iré comentando, como de los últimos grandes westerns, “El jinete pálido”, “Silverado”, “Sin perdón” e, incluso, “Bailando con lobos”. A la obra maestra de Eastwood tiene algunos homenajes, resultando el más evidente el discurso del miedo que recita el ganadero malvado a los habitantes del pueblo y que recuerda al de William Munny, aunque en la película de Costner tiene el efecto contrario. Se nota, y mucho, el amor y la pasión de Costner por el género y es capaz de realizar un gran western, sin concesiones a la modernidad y de estructura clásica. El film cuenta con una trama bastante profunda y trascendental y el resultado es un western crepuscular donde prima más el drama y las interioridades de los personajes que la aventura y la acción.

Diego Luna, Kevin Costner en Open Range

Es un film de espacios abiertos y grandes llanuras, al puro estilo Mann (creo recordar que los cielos están pintados), dónde los paisajes dominan la pantalla y nos ofrecen un buen espectáculo visual. Auténticos cowboys conduciendo ganado a través de las praderas (cierta influencia de Hawks y su “Río Rojo”), dónde el compañerismo, la lealtad, el honor, el sentido de la justicia y la amistad están presentes en todo momento.

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Mención especial merecen los diálogos, sobre todo entre Charlie y “Jefe” (recordemos aquí a “Dos cabalgan juntos” de Ford y las conversaciones entre Stewart y Widmark). Conversaciones sinceras, dónde los protagonistas nos muestran su interior y sus ideales a lo largo del metraje. Entrañable la parte en que Duvall le dice a Charlie su verdadero nombre, por ejemplo. O la escena en que Charlie se tapa para que nadie vea lo que escribe en la nota para Sue. Toda la película tiene un tratamiento intimista de los personajes, revelándonos poco a poco sus pasados, sus miedos y sus ideas de futuro.

Robert Duvall y Kevin Costner en una secuencia de Open Range

Como se nos muestra el pasado violento de Waite, poco a poco, durante varias escenas diferentes, Costner nos va desmenuzando su oscuro interior de pistolero asesino.

Robert Duvall, Abraham Benrubi y Kevin Costner en Open Range

No me queda más remedio que hacer hincapié en lo que más me ha atrapado de “Open Range”, ya que es mi debilidad en los westerns: La amistad y la lealtad. Para mí, Costner expone magistralmente la relación entre Waite y Spearman principalmente y entre ellos dos y sus dos empleados, a la vez que estos últimos entre sí. La película respira códigos del género por los cuatro costados. La reacción de los dos protagonistas ante los abusos a sus empleados (como Spearman pagará lo que haga falta para curar a Button, o como reaccionan ante la muerte de Moss) es digna de equipararse a la relación entre Earp y Holliday en “Duelo de Titanes” o la amistad entre Pike y Dutch en “Grupo Salvaje” o John y Juan en “Agáchate, Maldito”.

Annette Bening en Open Range

También tenemos una parte más dramática, la relación que se va cimentando entre Charlie y Sue, la hermana del médico. Aunque un poco ñoña y metida con calzador, es perfecta para desgranar la personalidad de Waite y mostrarnos su lado más humano e íntimo. Repito que Costner aborda con maestría de gran director la tarea de describirnos a los personajes del film.

Michael Gambon en una secuencia de Open Range

Las interpretaciones son todas sobresalientes, desde Costner o Benning, pasando por Gambon (Su personaje me recuerda mucho al John McIntire de “Tierras Lejanas” de Mann), pero la palma se la lleva Duvall. Qué gran papel interpreta!, quizás una de las mejores actuaciones de su carrera, sublime cómo el viejo vaquero curtido en mil aventuras, desplegando toda la sabiduría del que ha llegado a su edad viviendo intensamente y aprendiendo por el camino de la vida.

Annette Bening, Diego Luna, Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

La película transcurre con cierta lentitud, muy pausada, aunque mantiene un ritmo sin demasiados altibajos. Quizás peca de excesiva duración y se alarga demasiado en la media hora anterior al tiroteo final, pero, en mi caso, no me llega a aburrir en ningún momento y, cierto es, que la he disfrutado más en sucesivos visionados.

Escena de tiroteo en la película Open Range

Como guinda de todo lo anterior, nos espera uno de los mejores y más reales tiroteos del western de todos los tiempos. Brutal, seco, crudo y espectacular. La cercanía de los contendientes, el sonido de los disparos, el manejo de la cámara, los planos de los personajes, el desarrollo, el desenlace....¡absolutamente magistral!

Beso entre Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

En definitiva, un gran western con todo lo mejor del género, que bebe tanto de los clásicos cómo de los últimos grandes filmes. De visión obligada para los amantes del Oeste más puro y, en mi opinión, bastante superior a la mejor valorada y premiada “Bailando con Lobos” del mismo director.

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Fotos:
Kevin Costner y Robert Duvall


Kevin Costner dirigiendo Open Range


Robert Duvall, Kevin Costner, Diego Luna y Annette Bening


Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Kevin Costner, Robert Duvall y Diego Luna en Open Range

Kevin Costner y Annette Bening en Open Range

Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

Annette Bening y Diego Luna en Open Range

Michael Gambon en una secuencia de Open Range

Diego Luna en Open Range

Escena de rodaje de Open Range con Robert Duvall disparando

Escena de Open Range

Escena de Open Range con Michael Gambon

Rodaje de Open Range

Kevint Costner en Open Range

Kevin Costner a caballo en Open Range

Kevin Costner en Open Range

Robert Duvall en Open Range

Annette Bening en Open Range

Diego Luna y Abraham Benrubi en Open Range

Kevin Costner a caballo en Open Range

Annette Bening y Dean McDermott en Open Range

Robert Duvall, Annette Bening y Kevin Costner a caballo en Open Range

Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

Poster de Open Range

Poster de Open Range

TRAILER: