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viernes, 20 de octubre de 2017

PEQUEÑO GRAN HOMBRE

(Little big man, 1970)

Director: Arthur Penn
Guión: Thomas Berger y Calder Willingham

Intérpretes:
- Dustin Hofmann: Jack Crabb
- Faye Dunaway: Mrs. Pendrake
- Chief Dan George: Old Lodge Skins
- Martin Balsam: Mr. Merriweather
- Richard Mulligan: General George A. Custer
- Jeff Corey: Wild Bill Hickok
- Aimee Eccles: Sunshine
- Kelly Jean Peters: Olga Crabb

Música: John Paul Hammond
Productora: 20th Century Fox
País: Estados Unidos

Por Xavi J. Prunera. Nota: 7,5

General Custer: “No habrá indios allí, supongo”
Jack Crabb: “Yo no he dicho eso. Allí le aguardan miles de indios. Y cuando terminen, solo quedará de usted una grasienta mancha. Esto no es río Washita, General. No son mujeres y niños indefensos los que le están esperando. Son guerreros Cheyennes y Sioux. Vaya a su encuentro si tiene agallas”


SINOPSIS: Jack Crabb es un anciano de 121 años que relata su dilatada vida a un historiador que le pregunta por su pasado. Tras asegurarle que él es el único superviviente blanco de la última batalla del General Custer en Little Big Horn, Crabb nos cuenta como fue capturado y criado por los cheyennes desde niño y como desempeñó diferentes ocupaciones (buhonero, tendero, pistolero, mozo de mulas, trampero, ermitaño…) y fue testigo de mil y una vicisitudes a caballo entre los hombres blancos y su antigua tribu.


Desde luego “Pequeño Gran Hombre” es un western de su tiempo, los 70’. Un tiempo en el que el western clásico y crepuscular aún gozaban de relativa buena salud (“Río Lobo”, “El último pistolero”, “Dos mulas y una mujer”, “Pat Garrett & Billy the kid”, “La balada de Cable Hogue”, “La venganza de Ulzana”…) pero en el que, poco a poco, el spaghetti-western (“¡Agáchate, maldito!”, “Vamos a matar, compañeros”, “Keoma”, “Mannaja”, “Mi nombre es ninguno”…) y ciertas propuestas más contemporáneas e innovadoras (“Las aventuras de Jeremiah Johnson”, “Un hombre llamado caballo”, “Los vividores”, “El fuera de la ley”,  “Soldado Azul”…) empezaban a abrirse paso. “Pequeño Gran Hombre” forma parte, obviamente, de este último grupo. Y ello comporta, por consiguiente, que no sea un western demasiado apreciado por los sectores más puristas del género. Aún así, permitidme que rompa una lanza a favor de la peli de Arthur Penn. Entre otras cosas porque pese a sus defectos —que los tiene— “Pequeño Gran Hombre” es uno de esos westerns que generan empatía, que se ven con agrado, que destilan encanto, vaya.


De entrada conviene recordar que la coletilla del título dice “Was Either The Most Neglected Hero In History Or A Liar Of Insane Proportion!”. Algo así como “Fue el héroe más descuidado de la historia o un mentiroso de proporciones demenciales!”. Con ello ya partimos de la base que la historia de los Estados Unidos (como las historias de casi todos los países) se halla envuelta por un aliento épico y grandilocuente más que sospechoso. Una historia “oficial” que intenta camuflar a toda costa otra historia no tan amable. Lo que podríamos denominar como “Leyenda negra”, vaya. Y eso es lo que pretende mostrarnos con acertadas dosis de acidez y comedia Arthur Penn: la leyenda o crónica negra de los Estados Unidos a lo largo de más de un siglo, desde que un personaje de ficción llamado Jack Crabb es capturado por los Cheyennes de niño hasta que, a los 120 años, le cuenta su vida a un periodista (1959).


Naturalmente, Penn exagera y caricaturiza. Resulta bastante difícil de creer que el General Custer fuera tan bobo y engreído y que Wild Hill Hickok fuera tan paranoico pero, ¡qué más da!, lo que pretende Penn es desmitificar el Far West y sus héroes usando el humor, el sarcasmo y la ironía… y a fe de Dios que lo consigue. Así pues, lo que podría haber sido un relato trágico, amargo y desagradable se convierte, gracias a la mordaz narración de Penn, en una película original, osada, autocrítica y —sobre todo— muy divertida.


Pero si hay algo que me encanta de esta película es como nos muestra a los indios, concretamente a los Cheyennes. Posiblemente los nativos norteamericanos no fueran tan nobles ni los blancos tan miserables como nos los describe “Pequeño Gran Hombre” pero dejando al margen la maldita equidistancia por la que últimamente todo el mundo acostumbra a optar para ser políticamente correcto yo diría que lo más probable es que por ahí fueran los tiros. Y nunca mejor dicho.


Precisamente por eso creo que resulta más que evidente que “Bailando con lobos” le debe mucho a “Pequeño Gran Hombre”. Muchísimo. En primer lugar porque —como en “Bailando con lobos”— gran parte de su metraje transcurre en el seno de la tribu india donde Jack Crabb o “Pequeño Gran Hombre” se crió. Y en segundo lugar por su talante total y absolutamente proindio: porque los que aman la naturaleza y sus semejantes, los que tienen dignidad y principios, son los indios. Los “seres humanos”, vaya. Nada que ver con los pueblos y ciudades “civilizadas”, donde habita lo más perverso y ruin. De hecho, para los indios todo está vivo: ríos, plantas, animales… En cambio, para los blancos todo está muerto. Y si hay algo vivo, acaban matándolo.



Al margen de todo esto, “Pequeño Gran Hombre” es una película que —pese a su largo metraje (dos horas y media)— discurre ágil y resulta francamente entretenida. Algo que sumado a la excelente fotografía de Harry Stradling Jr. (“El día de los tramposos”, “Tal como éramos”, “Muerde la bala”…), a frases realmente memorables (“mi corazón se remonta como un gavilán”, “hoy es un bonito día para morir”…) y a la gran interpretación de Dustin Hofmann (perfecto para un rol de este tipo), Faye Dunaway y Chief Dan George (genial también en “El fuera de la ley”) consuma, sin lugar a dudas, un western tan inclasificable como injustamente olvidado. Atención también a la escena en la que Jack Crabb consigue engañar a Custer para que ataque a los indios en Little Big Horn y que encontraréis sintetizada en la frase o pequeño diálogo escogido para esta reseña. Como podéis suponer, mi favorita.


Así pues, notable casi alto para una peli que muchos amantes del género no suelen apreciar demasiado por su arriesgada mixtura de géneros (el humor asociado al western fue una de las causas de la extremaunción del spaghetti-western con “Le llamaban Trinidad” y sucedáneos) y también quizás por querer abarcar más de la cuenta y por esa dichosa voz en off que no a todo el mundo gusta. Quedémonos, por lo tanto, con su talante crítico y desmitificador, con su marcado carácter proindio y, como ya dije antes, con su incuestionable encanto. Porque tenerlo, lo tiene.



jueves, 5 de octubre de 2017

EL CORREO DEL INFIERNO

(Rawhide, 1951)

Dirección: Henry Hathaway
Guion: Dudley Nichols

Reparto:
Tyrone Power: Tom Owens
Susan Hayward: Vinnie Holt
Hugh Marolwe: Rafe Zimmerman
Edgar Buchanan: Sam Todd
Dean Jagger: Yancy
Jack Elam: Tevis
George Tobias: Gratz
James Millican: Tex Squires

Música: Sol Kaplan
Productora: Twentieth Century Fox

Por Jesús Cendón. NOTA: 8

“Mojado por dentro, seco por fuera. Es la costumbre en esta tierra” (Sam explicando a Tom por qué no se lava).


ARGUMENTO: La posta de Látigo regentada por Sam y Tom, hijo del gerente, a los que se les ha unido de forma accidental Vinnie con su hija, es tomada por cuatro ex convictos con el objeto de robar al día siguiente el oro transportado por una diligencia. A partir de ese momento los tres personajes deberán luchar por sus vidas.



Excelente filme bastante desconocido a pesar del personal técnico y artístico participante que, además, constituye un claro ejemplo de los westerns rodados por la Twentieth Century Fox durante los años cuarenta y buena parte de la década siguiente caracterizados por su carga social y/o por la inclusión de elementos propios de otros géneros.



Así “El correo del infierno” tanto por su argumento como por el desarrollo de este, en el que se prima el suspense, se concibió como un híbrido entre western y noir, al presentarnos a unos individuos retenidos y permanentemente amenazados por un grupo de forajidos. Esqueleto argumental que remite necesariamente a títulos como “El bosque petrificado” (Archie L. Mayo, 1936) o “Cayo largo” (John Huston, 1948). Incluso la introducción y el epílogo de marcado carácter documental, al informarnos el filme de la ruta de la diligencia que cubría el trayecto entre San Francisco y San Luis, entronca con una serie de filmes policiacos sobre el funcionamiento de la policía, el FBI o la justicia muy populares durante esa época.



Por ello no es de extrañar que se encargara la dirección al todoterreno Henry Hathaway con probada experiencia en el thriller (sólo en 1947 rodó consecutivamente “Calle Madeleine nº 13”, “Yo creo en ti”, película fundamental para el cambio en la imagen de James Stewart, y “El beso de la muerte”, impactante debut de Richard Widmark).



Hathaway, un gran director con escaso reconocimiento, contó con la colaboración del reputado guionista Dudley Nichols (“La fiera de mi niña”, “La diligencia”, “El forastero”, “Perversidad”) quien escribió un libreto sin fisuras, situando la acción en un único escenario (la posta y sus alrededores) lo que otorga al filme un carácter asfixiante, con un desarrollo de la trama envidiable y en el que la impostura cobra gran importancia. Así al principio Vinnie se hace pasar por la madre de la niña con la que viaja para más tarde conocer el espectador su verdadero parentesco, Tom no es en realidad un mulero sino el hijo del gerente, Zimmerman se presenta inicialmente como un sheriff y mantiene la impostura en la cena con los viajeros de la diligencia nocturna, Tom y Vinnie para poder sobrevivir simulan estar casados e incluso los forajidos no son una banda sino cuatro ex convictos fugados de un penal y asociados temporalmente. Juego de apariencias mantenido por los personajes que potencia el relato.




Porque, además, la película cuenta con unos personajes muy bien escritos y de una gran riqueza. El protagonista, Tom, es un hombre civilizado del este, pacífico (curiosamente no acabará con ninguno de los pistoleros), sin iniciativa y algo torpe, que utilizará su inteligencia para intentar salvar su vida, reconocerá su miedo y al que la situación vivida convertirá en otro hombre más responsable; por lo que cuando le preguntan “¿Qué diablos hacías aquí?”, no duda en responder “Aprendiendo el oficio, y lo he aprendido”. Claro antecedente del James McKay de “Horizontes de grandeza”, está muy bien interpretado por un Tyrone Power alejado de sus típicos papeles de galán o héroe. Vinnie, magnífica Susan Hayward, por el contrario es una mujer decidida y con carácter que llegará a despreciar inicialmente a Tom, echándolo incluso de su habitación. Por lo que respecta a los bandidos, cada uno tiene una personalidad marcada. Zimmerman, el aparente jefe al que da vida Hugh Marlowe, es un hombre astuto, culto y educado que procede de una buena familia aunque utiliza la violencia cuando es necesaria; tras haber asesinado a su mujer por haberle sido infiel no confía en los demás. Yancy, estupendo Dean Jagger, es un pobre ladrón de caballos con fijación por la comida y odio a las armas; mientras que Tevis, un personaje inolvidable interpretado memorablemente por Jack Elam, se nos rebela como un maniaco sexual de gran sadismo, un individuo con una violencia latente a punto de estallar en cualquier momento que no dudará en disparar sobre una niña de corta edad para obtener ventaja en su duelo con Tom. Quizás el forajido más desdibujado sea Gratz que se limita a cumplir las órdenes de Zimmerman.



Si el material de partida es de un nivel altísimo, no lo es menos la dirección de Hathaway quien no se limita a traducir en imágenes el guion sino que potencia la tensión y angustia que crea en los personajes principales la situación que están viviendo y rueda una serie de escenas memorables, de un gran suspense, en las que se aprecia su mano maestra para el thriller; como aquella en la que Tom intenta dar un papel explicando las circunstancias al conductor de la diligencia nocturna, papel que pierde accidentalmente y debe recuperar a la mañana siguiente para no ser descubierto por los forajidos; la escena de la cena con los viajeros de la diligencia entre los que se encuentra un periodista y un agente de la ley al que le es familiar Zimmerman, que culmina con el intento fallido por parte de Tom de hacerse con un revólver; o aquella en la que Tom intenta apropiarse de un cuchillo.



Igualmente, el director rodará de forma descarnada varias secuencias de una violencia impropia para la época. Así, Zimmerman da una paliza brutal a Sam; un personaje herido es rematado a sangre fría mientras se arrastraba para asir un wínchester; o, como señalé anteriormente, nos muestra como uno de los forajidos dispara repetidamente sobre una niña indefensa.



Además la película está muy cuidada formalmente y cada plano, cada encuadre y cada secuencia son de una gran belleza. Trabajo en el que, junto a Hathaway, brilla Milton Krasner, conocido como el maestro de la luz, nominado a seis Oscar y ganador de uno, que volvería a colaborar con el director, entre otros filmes, en “El jardín del diablo” (película ya reseñada en este blog).



“El correo del infierno”, es un gran western, con situaciones imprevisibles, personajes creíbles y un estupendo duelo final, desarrollado en algo más de ochenta minutos por un Hathaway con una capacidad de síntesis envidiable de la que podrían tomar nota algunos autores actuales empeñados en alargar sin sentido sus filmes.


TRAILER:


jueves, 28 de septiembre de 2017

MISIÓN DE AUDACES

(The horse soldiers, 1959)

Dirección: John Ford
Guion: John Lee Mahin y Martin Rankin.

Reparto:
- John Wayne: Coronel John Marlowe
- William Holden: Mayor Henry Kendall
- Constance Towers: Miss Hanna Hunter
- Judson Pratt: Sargento de Primera Kirby
- Ken Curtis: Wilkie
- Willis Bouchey: Coronel Phil Secord
- Bing Russell: Duker
- Carleton Young: Coronel Jonathan Miles
- Denver Pyle: Jackie Jo
- Strother Martin: Virgil

Música: David Butolph.
Productora: The Mirisch Corporation. Mahin-Rankin Production.

Por Jesús Cendón. NOTA: 8


“Uno nace, otro se va. Interesante proceso: traer seres al mundo para este resultado” (El Mayor Kendall al Coronel Marlowe tras haber asistido a una parturienta inmediatamente después de haber fallecido un soldado).

El tándem John Ford (director)-John Wayne (actor) fue uno de los más fructíferos del Hollywood clásico, legándonos obras del nivel de “La diligencia” (1939), “Fort Apache” (1948), “Tres padrinos” (1948), “La legión invencible” (1949), “El hombre tranquilo” (1952), “Centauros del desierto” (1956), “Escrito bajo el sol” (1957)” o “El hombre que mató a Liberty Valance” (1962).



En esta película el primero abordó el tema de la Guerra de Secesión (1861-1865), conflicto bélico con abundantes y continuas referencias en su filmografía pero al que tan sólo volvió en el episodio correspondiente de “La conquista del Oeste” (1962) en el que de nuevo contó con su actor fetiche dando vida al General Sherman.



Para esta ocasión se basó en un hecho real, el llamado “raid” del coronel Grierson, novelado por Harold Sinclair y guionizado por la pareja Mahin-Rackin, que también ejerció como productora.

ARGUMENTO: El coronel nordista John Marlowe recibe la orden de internarse con su brigada en territorio confederado con el objetivo de destruir la estación de Newton, fundamental para las comunicaciones y el transporte de materiales del Sur. Junto a sus hombres le acompañará el mayor médico Henry Kendall con el que mantendrá desde el inicio un constante enfrentamiento.



Claro ejemplo del talento de Ford, la escena inicial en el que vemos recortadas las figuras de la caballería unionista mientras suena una preciosa marcha militar te vuelve a enganchar y a engañar porque parece que nos va a ofrecer un filme de acción a mayor gloria del ejército estadounidense, una historia épica en la que se resalte el heroísmo de los soldados de azul. Pero lo cierto es que nos encontramos ante una película demoledora y amarga en la que la Guerra de Secesión norteamericana le sirve al genial director para mostrar el horror y desprecio que sentía por los conflictos bélicos, desmontando de esta forma la fama propagada por una crítica interesada que le tachó injustamente de belicista. Porque en la guerra de Ford no hay lugar para el heroísmo y la gloria ya que esta se muestra como la derrota de la civilización; de hecho el coronel Marlowe llega a afirmar frente a los reproches del mayor Kendall que: “La guerra no tiene mucho que ver con la civilización”. Su visión es, pues, desapasionada y nos expone de forma cruda qué es para él la guerra: muerte, sufrimiento, dolor, destrucción y desolación.

En este sentido cobran gran importancia varias escenas:



La carga de los cadetes con edades comprendidas entre 8 y 17 años de la Escuela Militar de Jefferson (secuencia que no figuraba en el guion y fue ideada por el director), mostrándonos sin ningún tipo de moralina la locura en la que se ven envueltos estos con dos detalles excepcionales: dos de los cadetes no se encuentran disponibles por tener paperas y un tercero es relevado ante las suplicas de su madre, que ya ha perdido en la guerra a su marido y al resto de sus hijos. Son en definitiva niños víctimas de la guerra de sus mayores.



La carga suicida del ejército Confederado en Newton, con homenaje a “El nacimiento de una nación” incluido. Ataque cuyo resultado es una masacre y le hace al coronel Marlowe afirmar: “Yo no quería esto. Trataba de evitar la lucha”, mientras que el mayor Kendall le responde: “Por eso escogí la medicina”.



A la escena anterior le suceden las correspondientes a la destrucción de la estación de Newton con los soldados comportándose como meros salteadores y la del bar en el que se improvisa un hospital de campaña para atender a los heridos, muchos de ellos destrozados, que culmina, para aumentar el dramatismo y el sinsentido de lo que hemos visto, con una conversación entre Kendall y el coronel confederado al frente del ataque, viejos conocidos, sobre el estado de la familia del último.



Además Ford hace hincapié en el hecho de que ninguno de los oficiales nordistas sea militar de carrera, mostrándolos como civiles envueltos en una situación que les supera; son también víctimas del conflicto. Así el coronel Marlowe es ingeniero de ferrocarriles, dándose la paradoja de que el conflicto bélico le obliga a destruir aquello que construye en su vida civil (estaciones y vías de ferrocarril). El mayor Kendall es médico y constantemente deja constancia de que “Antes que nada soy médico”. El mayor Grange es actor e incluso llega a recitar un pasaje de Ricardo II; mientras que el coronel Secord es político. Y curiosamente es a este, junto con los desertores, al que Ford muestra todo su desprecio, puesto que intenta obtener un beneficio de las acciones de rapiña protagonizadas por sus hombres (sueña primero con potenciar su candidatura al Congreso, más tarde con convertirse en Gobernador e incluso, en plena enajenación, con llegar a ser el Presidente de los EEUU).



Además Ford, consecuentemente con su planteamiento antibelicista, no toma partido por ninguno de los dos bandos en conflicto. Así presenta a los yankees, aunque deben cumplir con su deber, prácticamente como intrusos; mientras que a los rebeldes los retrata como seres dignos y honorables e incluso muestra cierta admiración por ellos a través del general Sherman quien sostiene que con menos recursos y menos hombres el Sur tiene en un puño al Norte, justo inmediatamente después de que le preguntasen “¿Qué tal?” y contestara “Viviendo”, palabra clave porque en la guerra el éxito lo constituye el seguir vivo.
Película, por tanto, con una profunda carga dramática que el genial director de origen irlandés alivia recurriendo a varias escenas de corte humorístico, demostrando una vez más que estaba especialmente dotado para este género. Entre los gags más conseguidos se encuentran los relativos a la afición del sargento mayor por la botella o la secuencia de la cena cuando una sugerente e insinuante Miss Hanna le pregunta al coronel Marlowe si prefiere pata o pechuga, provocando el aturdimiento en el militar.





Como todos los filmes de Ford es una película de personajes y para dar vida a estos volvió a contar con un elenco excepcional. La trama se estructura en torno al conflicto surgido entre los dos protagonistas: un extraordinario John Wayne en el rol del coronel Marlowe, un hombre rudo y amargado, consciente de su deber que antepondrá a cualquier otra consideración. Con un pasado doloroso que le lleva a detestar a los médicos, encauzará ese odio hacia Kendall, rol magníficamente interpretado por William Holden. Este representa el humanismo en la barbarie, un hombre caracterizado por su ironía pero que, ante todo, es fiel a su juramento hipocrático, por lo que decidirá permanecer junto a los heridos a pesar de que le cueste ser encarcelado en la temible prisión de Andersonville. El principal papel femenino corre a cargo de Constance Tower, actriz protagonista al año siguiente de “El sargento negro”, quien encarna a Hanna Hunter, propietaria Greenbiar Landing, a la que secuestrará Marlowe por haber descubierto sus planes y de la que finalmente se enamorará (precioso el plano en el que se queda con su pañuelo) simbolizando esta incipiente relación la reconciliación nacional, uno de los temas recurrentes en la filmografía de Ford. Junto a ellos secundarios habituales del director entre los que destaca, sin duda, Willis Bouchey como el ambicioso e inmoral coronel Secord, un ser hipócrita y traicionero presto a especular con la guerra para obtener un beneficio.



En definitiva, “Misión de audaces” se puede considerar como la cuarta película que configura la “trilogía” sobre la caballería de Ford y no desmerece en nada a sus precedentes; a pesar de un final un tanto abrupto motivado por la muerte de un especialista, lo que llevó a Ford, deprimido por el hecho, a acortar y rodar sin implicarse demasiado la sangrienta batalla final con la que debía acabar la cinta.

jueves, 14 de abril de 2016

OPEN RANGE

Poster de Open Range con Kevin Costner
(Open Range) - 2003

Director: Kevin Costner
Guion: Craig Storper (novela: Lauran Paine)

Intérpretes:
Kevin Costner: Charlie Waite
Robert Duvall: Boss Spearman
Annette Benning: Sue Barlow
Michael Gambon: Denton Baxter
Diego Luna: Button
Abraham Benrubí: Moss

Música: Michael Kamen

Productora: Touchstone Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Charlie Waite: “¿Usted mató a nuestro amigo?”
Butler: “Sí, yo lo hice... y disfruté haciéndolo”
Charlie Waite: “¡Bang!”

Trece años después de su gran éxito “Bailando con Lobos”, Costner vuelve a ponerse detrás de la cámara (¡y delante!) para regalarnos un estupendo western crepuscular a la altura de los grandes del género.

Kevin Costner dirigiendo Open Range

El maduro ganadero Boss Spearman y su socio Charlie Waite conducen su manada a través de las praderas junto a sus dos empleados Button y Moss. Aunque procuran evitar cualquier tipo de problemas, cuando llegan a Harmonville, dominada por el despótico ranchero Baxter, los acontecimientos causarán un brusco giro en sus vidas.

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Estamos ante un western con una historia propia del género que bebe tanto de los clásicos como “Duelo de Titanes”, “Raíces Profundas” y otras que iré comentando, como de los últimos grandes westerns, “El jinete pálido”, “Silverado”, “Sin perdón” e, incluso, “Bailando con lobos”. A la obra maestra de Eastwood tiene algunos homenajes, resultando el más evidente el discurso del miedo que recita el ganadero malvado a los habitantes del pueblo y que recuerda al de William Munny, aunque en la película de Costner tiene el efecto contrario. Se nota, y mucho, el amor y la pasión de Costner por el género y es capaz de realizar un gran western, sin concesiones a la modernidad y de estructura clásica. El film cuenta con una trama bastante profunda y trascendental y el resultado es un western crepuscular donde prima más el drama y las interioridades de los personajes que la aventura y la acción.

Diego Luna, Kevin Costner en Open Range

Es un film de espacios abiertos y grandes llanuras, al puro estilo Mann (creo recordar que los cielos están pintados), dónde los paisajes dominan la pantalla y nos ofrecen un buen espectáculo visual. Auténticos cowboys conduciendo ganado a través de las praderas (cierta influencia de Hawks y su “Río Rojo”), dónde el compañerismo, la lealtad, el honor, el sentido de la justicia y la amistad están presentes en todo momento.

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Mención especial merecen los diálogos, sobre todo entre Charlie y “Jefe” (recordemos aquí a “Dos cabalgan juntos” de Ford y las conversaciones entre Stewart y Widmark). Conversaciones sinceras, dónde los protagonistas nos muestran su interior y sus ideales a lo largo del metraje. Entrañable la parte en que Duvall le dice a Charlie su verdadero nombre, por ejemplo. O la escena en que Charlie se tapa para que nadie vea lo que escribe en la nota para Sue. Toda la película tiene un tratamiento intimista de los personajes, revelándonos poco a poco sus pasados, sus miedos y sus ideas de futuro.

Robert Duvall y Kevin Costner en una secuencia de Open Range

Como se nos muestra el pasado violento de Waite, poco a poco, durante varias escenas diferentes, Costner nos va desmenuzando su oscuro interior de pistolero asesino.

Robert Duvall, Abraham Benrubi y Kevin Costner en Open Range

No me queda más remedio que hacer hincapié en lo que más me ha atrapado de “Open Range”, ya que es mi debilidad en los westerns: La amistad y la lealtad. Para mí, Costner expone magistralmente la relación entre Waite y Spearman principalmente y entre ellos dos y sus dos empleados, a la vez que estos últimos entre sí. La película respira códigos del género por los cuatro costados. La reacción de los dos protagonistas ante los abusos a sus empleados (como Spearman pagará lo que haga falta para curar a Button, o como reaccionan ante la muerte de Moss) es digna de equipararse a la relación entre Earp y Holliday en “Duelo de Titanes” o la amistad entre Pike y Dutch en “Grupo Salvaje” o John y Juan en “Agáchate, Maldito”.

Annette Bening en Open Range

También tenemos una parte más dramática, la relación que se va cimentando entre Charlie y Sue, la hermana del médico. Aunque un poco ñoña y metida con calzador, es perfecta para desgranar la personalidad de Waite y mostrarnos su lado más humano e íntimo. Repito que Costner aborda con maestría de gran director la tarea de describirnos a los personajes del film.

Michael Gambon en una secuencia de Open Range

Las interpretaciones son todas sobresalientes, desde Costner o Benning, pasando por Gambon (Su personaje me recuerda mucho al John McIntire de “Tierras Lejanas” de Mann), pero la palma se la lleva Duvall. Qué gran papel interpreta!, quizás una de las mejores actuaciones de su carrera, sublime cómo el viejo vaquero curtido en mil aventuras, desplegando toda la sabiduría del que ha llegado a su edad viviendo intensamente y aprendiendo por el camino de la vida.

Annette Bening, Diego Luna, Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

La película transcurre con cierta lentitud, muy pausada, aunque mantiene un ritmo sin demasiados altibajos. Quizás peca de excesiva duración y se alarga demasiado en la media hora anterior al tiroteo final, pero, en mi caso, no me llega a aburrir en ningún momento y, cierto es, que la he disfrutado más en sucesivos visionados.

Escena de tiroteo en la película Open Range

Como guinda de todo lo anterior, nos espera uno de los mejores y más reales tiroteos del western de todos los tiempos. Brutal, seco, crudo y espectacular. La cercanía de los contendientes, el sonido de los disparos, el manejo de la cámara, los planos de los personajes, el desarrollo, el desenlace....¡absolutamente magistral!

Beso entre Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

En definitiva, un gran western con todo lo mejor del género, que bebe tanto de los clásicos cómo de los últimos grandes filmes. De visión obligada para los amantes del Oeste más puro y, en mi opinión, bastante superior a la mejor valorada y premiada “Bailando con Lobos” del mismo director.

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Fotos:
Kevin Costner y Robert Duvall


Kevin Costner dirigiendo Open Range


Robert Duvall, Kevin Costner, Diego Luna y Annette Bening


Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Robert Duvall y Kevin Costner en Open Range

Kevin Costner, Robert Duvall y Diego Luna en Open Range

Kevin Costner y Annette Bening en Open Range

Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

Annette Bening y Diego Luna en Open Range

Michael Gambon en una secuencia de Open Range

Diego Luna en Open Range

Escena de rodaje de Open Range con Robert Duvall disparando

Escena de Open Range

Escena de Open Range con Michael Gambon

Rodaje de Open Range

Kevint Costner en Open Range

Kevin Costner a caballo en Open Range

Kevin Costner en Open Range

Robert Duvall en Open Range

Annette Bening en Open Range

Diego Luna y Abraham Benrubi en Open Range

Kevin Costner a caballo en Open Range

Annette Bening y Dean McDermott en Open Range

Robert Duvall, Annette Bening y Kevin Costner a caballo en Open Range

Kevin Costner y Robert Duvall en Open Range

Annette Bening y Kevin Costner en Open Range

Poster de Open Range

Poster de Open Range

TRAILER: