NOSOTROS

Mostrando entradas con la etiqueta Ben Johnson. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ben Johnson. Mostrar todas las entradas

jueves, 27 de diciembre de 2018

EL MÁS VALIENTE ENTRE MIL

(Will Penny, 1967)

Dirección: Tom Gries
Guion: Tom Gries

Reparto:
- Charlton Heston: Will Penny
- Joan Hackett: Catherine Allen
- Donald Pleasence: Preacher Quint
- Lee Majors: Blue
- Bruce Dern: Rafe Quint
- Ben Johnson: Alex
- Slim Pickens: Ike Walterstein
- Clifton James: Carlton
- Anthony Zerbe: Dutchy
- Roy Jenson: Boetius Sullivan
- G. D. Spradlin: Anse Howard

Música: David Raskin
Productora: Paramount Pictures

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“Y ¿Qué destino es ese? No hay una botella de whisky a cientos de kilómetros de él, ni un asomo de ciudad donde gastar un dólar”. Blue tras haber transportado el ganado.


Con el incomprensible y desafortunado título en castellano de “El más valiente entre mil” nos encontramos con la aportación más personal a este género de su director-guionista Tom Gries; un profesional dedicado fundamentalmente a la televisión que firmó con este wéstern su mejor película (1).


Estamos ante un proyecto largamente acariciado por su autor basado en el episodio que dirigió en 1960 para la serie de televisión “The westerner” (2), serie cuya autoría se debe a Sam Peckinpah. De hecho la película presenta ciertos elementos en común con el cine del director californiano, desde la visión melancólica y otoñal del Oeste hasta su veterano protagonista representante de un colectivo, los cowboys, condenado a su extinción con la llegada del progreso al ser incapaz de adaptarse a la nueva era. Así nos retrata un Oeste en profunda evolución en el que el desarrollo del ferrocarril, símbolo tanto de los nuevos tiempos como de la cohesión del país, pondrá fin inexorablemente a un modo de vida vinculado al ganado y a su transporte en viajes maratonianos atravesando extensos territorios. Además, Tom Gries contó con Lucien Ballard, operador habitual de Peckinpah, que contribuyó cromáticamente a dotar al filme de su aspecto nostálgico; así como con algunos secundarios “peckinpahnianos” del nivel de Ben Johnson o Slim Pickens, este último presente también y con el mismo rol en el episodio de la serie en el que está basado el filme.


Según contó Charlton Heston en una entrevista, Gries mostró parte de su guion a Walter Seltzer, productor y gran amigo del actor con el que trabajó en numerosas ocasiones, quien entusiasmado no dudó en enseñarlo a la estrella. Igualmente deslumbrado por la calidad del guion (3), el actor propuso al productor como posibles directores del filme a William Wyler o George Stevens, convencido de que ninguno de los dos rechazaría rodarlo, sin embargo Gries se negó a venderles su libreto si no filmaba personalmente la película. Tras una ardua negociación, al no confiar ni la veterana estrella ni el productor en el escritor por su escasa experiencia, finalmente este se impuso y consiguió dirigir su guion.


ARGUMENTO: Will Penny, un veterano cowboy cercano a los cincuenta años, tras finalizar su trabajo transportando ganado y como ocupación invernal es contratado para vigilar las lindes del rancho Flatiron. Sin embargo, lo que debería haber sido una ocupación solitaria y rutinaria se verá alterada por la presencia en su cabaña de Catherine Allen y su hijo; así como, por su encuentro con el predicador Quint y su familia, sedientos de venganza tras haber acabado Will en un tiroteo anterior a su llegada al rancho con uno de sus miembros.


Si por algo se caracteriza “El más valiente entre mil” es por su autenticidad y veracidad al mostrarnos la vida de los cowboys desprovista de todo glamour y carente del sentido épico de otros wésterns (4). Personajes fundamentales en el desarrollo de los EEUU al transportar el ganado desde los estados productores de carne hasta aquellos que demandaban este producto, el trabajo de los vaqueros se nos presenta como trivial, rutinario y penoso; mientras que estos son retratados como individuos desaliñados y anclados en el pasado que en la mayoría de los casos apenas saben escribir sus nombres o, como el protagonista, son analfabetos. En este sentido cobran gran importancia dos escenas de una gran sutileza: aquella en la que, para poder cobrar, Will debe estampar su marca, una cruz, en un libro e intenta con su mano evitar que otros compañeros lo vean, y otra en la que observa avergonzado leer a Horace, el hijo de Catherine.


En este mismo sentido, la falta de glamour de la vida de los vaqueros, se encuadran otras secuencias como aquella en la que vemos a Will zurcir unos calcetines (escena que también aparecía en el episodio de “The westener”), en la que aluden a los piojos o cuando el protagonista reconoce a Catherine que sólo toma un baño ocho o nueve veces al año: al empezar un trabajo, al terminarlo, otros dos en fechas importantes y el resto variando según los ríos que deba cruzar. Incluso se nos muestra a los cowboys como individuos algo torpes con las armas (a Dutchy, compañero de Will, se le disparará accidentalmente su revólver hiriéndose de gravedad) o preocupados por no dañarse sus manos ya que son su medio de vida (Will pelea con otro cowboy utilizando su sombrero, primero, y una sartén, después).


Asimismo este deseo tanto del director-guionista como de los productores por mostrar un Far West lo más auténtico posible se aprecia también en el atrezzo empleado. De esta forma, se envejeció la ropa usada por los actores con lejía; mientras que las armas utilizadas son auténticas y se alquilaron a coleccionistas, en vez de emplear las que se encontraban en el departamento de la Paramount. Todo ello redunda en una visión más realista del Oeste.


Además la película constituye un canto a la amistad, representada sobre todo en Blue (un Lee Majors anterior a hacerse famoso con la serie “El hombre de un millón de dólares”) verdadero elemento cohesionador del trío compuesto por Will, Dutchy y él, al permanecer al lado del segundo tras su desafortunado accidente y posteriormente no dudar, a pesar de estar en juego su vida, en ayudar al primero en su enfrentamiento con los Quint. Es el tipo de amistad surgida entre hombres rudos como consecuencia de haber cabalgado juntos en infinidad de jornadas, enfrentándose hombro con hombro a un sinfín de peligros y compartiendo interminables noches al raso con el único consuelo de una fogata para calentarse por fuera y una botella de whisky para caldearse por dentro.


Tom Gries construyó el filme, en su parte central, en torno a dos líneas argumentales perfectamente hilvanadas.


Por una parte nos encontramos con el enfrentamiento de Will con la familia Quint al haber acabado con uno de sus miembros tras un tiroteo en un río. La familia, al frente de la cual se encuentra un falso predicador (excepcional Donald Pleasence) que justifica su comportamiento psicótico tendente a la violencia y al sadismo en los textos bíblicos y es padre de tres tarados que han heredado sus instintos homicidas, perseguirá a Will y tras herirlo de gravedad lo abandonará con el objeto de que sufra una muerte lenta y horrible. Sin embargo nuestro protagonista conseguirá llegar a su pequeño refugio en donde previamente había permitido quedarse de manera temporal a Catherine y a Horace.


A partir de ese momento se desarrolla la segunda trama centrada en la historia de amor entre Will y Catherine, dos seres provenientes de mundos diferentes e, incluso, opuestos. Es, sin duda, una de las más bellas y mejor contadas en este género que entronca la película con rarezas intimistas y líricas como “Johnny Guitar”. Así asistiremos en la pequeña cabaña al recelo y a la desconfianza iniciales de ambos personajes, pasando por su mutuo acercamiento a medida que van mostrándose el uno al otro y conociéndose, su creciente atracción y, finalmente, a su enamoramiento.


Y es en el interior de esas cuatro paredes en el que el filme alcanza un nivel altísimo con escenas de una gran naturalidad y sensibilidad, como aquella en la que Will reconoce a Catherine y a su hijo su desconocimiento de los villancicos y culmina con el niño abrazando a quien le gustaría fuese su padre, lo que provoca el aturdimiento en nuestro protagonista por la muestra espontánea de cariño del chaval; o cuando Will, un hombre acostumbrado a mantener su alma plegada para evitar exponer sus sentimientos, se sincera con Catherine y habla de su existencia solitaria o de su escaso conocimiento de las mujeres al haberse relacionado tan sólo con prostitutas; hasta llegar a la memorable y desgarradora escena final en la que la figura de Will se agiganta ante nuestros ojos al comprender que es tarde para poder ofrecer una vida en común a Catherine, renunciando no sólo a la única mujer amada y a la posibilidad de tener lo que nunca tuvo, una familia, sino a la propia felicidad.


Para poner en pie estas escenas se necesitaba contar con grandes actores, y tanto Charlton Heston como Joan Hackett están esplendidos, además de mostrar una enorme complicidad.


Pocas veces he visto en la pantalla grande a Heston como en esta película. Realiza una interpretación memorable y muy sentida de Will, un hombre solitario, desarraigado, con una existencia nómada y que desde pequeño, al haber sido abandonado por su familia, ha tenido que luchar para poder subsistir en un mundo hostil. Un individuo acostumbrado a la falta de cariño que en el otoño de su vida, demasiado tarde para él, encontrará el amor y a una compañera con la que en otras circunstancias no habría dudado en compartir su existencia.


En cuanto a Joan Hackett, simplemente borda su papel de Catherine. Su constante cruce de miradas con Charlton Heston es antológica. La actriz fue escogida tras haber rechazado el papel varias estrellas (5) y está perfecta dando vida a Catherine, una mujer culta, educada, no demasiado agraciada y algo remilgada que arrastra el fracaso de su matrimonio ya que, según reconoce, su marido tan sólo la espera porque la necesita como mano de obra. Encontrará en Will, una persona totalmente diferente a ella, todas las cualidades que busca en un hombre, integridad, rectitud, bonhomía, nobleza, honestidad; aptitudes de las cuales se da a entender carece la persona con quien se casó.


Mención especial merece Jon Gries, hijo del director, como Horace (6); al obsequiarnos con una actuación plena de naturalidad y alejada de la ñoñería y cursilería habituales en este tipo de personajes. Un preadolescente que encontrará en Will a un inesperado progenitor, estableciendo un sólido vínculo afectivo con el veterano vaquero.


“El más valiente entre mil” es un relato realista de la vida de los cowboys y, al mismo tiempo, una bellísima y lúcida reflexión sobre el paso del tiempo y la imposibilidad de recuperar los años perdidos. Un buen y semidesconocido wéstern, filmado en un momento en el que el género en los EEUU comenzaba su lento declive, que con un director de mayor entidad se hubiera convertido, sin duda, en un clásico.


(1) Dos años después Tom Gries filmaría “Los 100 rifles”, un mediocre wéstern rodado en España recordado por mostrar por primera vez una relación sexual interracial; mientras que en 1975 se despediría del género con “Nevada Express”, mixtura de wéstern y thriller protagonizada por Charles Bronson.

(2) “The westerner” fue una serie creada en 1960 por Sam Peckinpah e interpretada por Brian Keith. Se emitieron trece episodios de los cuales Peckinpah dirigió cinco, además de participar en el guion de todos ellos, André de Toth dos y Tom Gries uno, “Line Camp”.

(3) En sus memorias Charlton Heston considera como su mejor película a “El más valiente entre mil”.

(4) Ya en 1958 Delmer Daves había filmado “Cowboy”, una versión realista de la vida de los vaqueros.

(5) El guion definía a Catherine como una mujer poco atractiva, hecho que suscitó el rechazo de las actrices a las que se propuso el papel antes que a Joan Hackett.

(6) Tras realizar infinidad de entrevistas para el papel de Horace, los productores de la película (Walter Seltzer y Fred Engel) se encontraron con Jon que estaba esperando a su padre tomando un refresco. Después de mantener una pequeña charla con él no dudaron en llamar a Tom para comunicarle que por fin tenían a Horace.

jueves, 1 de febrero de 2018

REBELDES EN LA CIUDAD

(Rebel in town, 1956)

Dirección: Alfred L. Werker
Guion: Danny Arnold

Reparto:
John Payne: John Willoughby
Ruth Roman: Nora Willoughby
J. Carrol Naish: Bedloe Mason
Ben Cooper: Gray Mason
John Smith: Wesley Mason
Ben Johnson: Frank Mason
James Griffith: Marshall Adam Russell
Mary Adams: Grandma Ackstadt
Boby Clark: Peter Willoughby

Música: Lex Baster
Productora: Bel-Air (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

"Lo que unos hombres hacen por ira o por miedo a los hijos de otros hombres. Esa es la tragedia del mundo” (Bedloe Mason dirigiéndose a John Willoughby una vez se ha consumado el drama).


Mi pasión por este género me lleva a intentar adquirir los wésterns editados en España a pesar de, en muchas ocasiones, no conocerlos. El resultado, generalmente, es la compra de películas tan agradables de ver como tópicas y fáciles de olvidar. Sin embargo, de vez en cuando topo con alguna de la que no tenía referencias que supone un grato descubrimiento. “Rebeldes en la ciudad” forma parte de esta categoría.



Estamos ante una producción de la Bel-Air, compañía creada por Howard W. Koch junto a Harvey Schenk y Edwin B. Zabel, especializada durante la década de los cincuenta en wésterns de serie b dirigidos, en la mayoría de los casos, por el estajanovista Lesley Selander.

En todo caso el filme se sitúa por encima, no sólo de los wésterns de la citada compañía, sino de la mayoría de las películas del oeste de serie b gracias a un inteligente guion de Danny Arnold, una inspirada dirección de Alfred L. Werker, competentes actuaciones de los principales actores y un acertado tema principal compuesto por Lex Baster que, como ocurría en “Solo ante el peligro” (película, ya reseñada en este blog, dirigida por Fred Zinneman en 1952) nos sirve como introducción a la tragedia a la que asistiremos.



ARGUMENTO: Wesley Mason, miembro de un grupo de exconfederados devenido en fuera de la ley, dispara accidentalmente al hijo del matrimonio Willoughby causándole la muerte. Tras huir, la situación se complicará cuando un malherido Gray Mason recale en el rancho del matrimonio siendo reconocido por Nora Willoughby que, no obstante, se prestará a cuidarlo; mientras que su marido intentará sonsacarle información con la finalidad de descubrir la identidad del asesino de su hijo.

El filme se estructura en torno a la historia de dos familias maltratadas por la Guerra de Secesión estadounidense.



Por una parte nos encontramos con los Willoughby (John, Nora y Peter), retratados a través de la escena inicial como la típica familia feliz pero sólo en apariencia. Así inmediatamente después y de forma lúcida el director se centra en los aspectos más oscuros de la misma, mostrándonos sucesivamente al chico de apenas ocho años jugando, sobre un caballo y con el sable de su padre, a descabezar sudistas; a los progenitores discutiendo sobre la inadecuada educación dada a su hijo; y al padre transmitiendo sus obsesiones en relación con la Guerra Civil y el odio a los rebeldes a su vástago. El director y el guionista nos están preparando para la escena de la muerte de Peter, en la que tendrá tanta responsabilidad el hombre que le dispara como el padre, al haberle inculcado este tanto su animadversión hacia los confederados, como su fascinación por las armas. En definitiva, las obsesiones y la inconsciencia del progenitor han llevado a su hijo a la muerte.



Por otra parte tenemos al clan de los Mason, compuesto por el padre Bedloe y sus hijos Gray, Frank y Cain, además de Wesley, descendiente de un amigo muerto de Bedloe al que este ha adoptado. Pertenecientes a la aristocracia de Alabama, son exsoldados convertidos en bandidos al haber perdido durante el conflicto bélico sus haciendas, sus plantaciones e, incluso, su posición; por lo que han encontrado en el mundo marginal de la delincuencia la única forma de poder subsistir en una sociedad incapaz de olvidar los sufrimientos de una guerra reciente y de tanta crueldad. No obstante, el jefe del clan intentará mantener en todo momento la dignidad. Así Bedloe afirmará: “Por desgracia tenemos que vivir como bandidos pero no obrar como ellos”. Curiosamente, no es difícil reconocer tanto en los personajes de Bedloe y Wesley como en la relación que mantienen un claro antecedente de Rufus Hannassey y su hijo Buck en la afamada “Horizontes de grandeza” (William Wyler, 1958).



A través de ambas familias se sugieren cuestiones como el olvido, la reconciliación e, incluso, el necesario perdón en determinadas ocasiones. Junto a estos temas, la película en su tramo final aborda otro no menos importante: la violencia latente en la sociedad norteamericana, al describirnos cómo se transforma una población aparentemente pacífica en un grupo descontrolado tendente a tomarse la justicia por su mano, al confundir esta con la venganza para calmar su sed de sangre. Así, como también relataría magníficamente Arthur Penn en “La jauría humana” (1966) de la que esta película se rebela como un claro antecedente, ante nuestros ojos un pueblo apacible se convertirá en un verdadero infierno.



Alfred Werker, un sólido director encuadrado dentro del cine de bajo presupuesto y en cuya filmografía, plagada de wésterns y noirs, destacan “Orden: caza sin cuartel” codirigida en 1948 por Anthony Mann o “Cargamento blindado”, una apreciable mixtura entre noir, cine bélico y de aventuras, acierta al adoptar una mirada fría sobre los hechos narrados sin enfatizarlos ni juzgarlos, sino tan sólo mostrándolos. De esta forma obtiene un filme seco y duro que impacta por el realismo de las escasas escenas violentas caracterizadas por su crudeza, como la de la muerte del hijo de John y Nora, la pelea entre John y Ben (escena magistral por la tensión in crescendo creada, en la que juega un papel protagonista un hacha situado en primer plano) o el posterior intento de linchamiento de Ben.

El último pilar sobre el que se sostiene la película es el inspirado elenco actoral.



Un más que correcto John Payne da vida a John, un hombre desagradable obsesionado con capturar y matar rebeldes, no importándole para ello abandonar periódicamente a su mujer. Representante de aquellos individuos que identifican virilidad con violencia, a pesar de la oposición de su esposa inculca a su vástago unos valores basados en los códigos militares inapropiados para un niño de tan corta edad. Tras la muerte de Pete, ni las recomendaciones del Marshall, ni las súplicas de su mujer le harán rectificar su intención de vengarse del asesino. Venganza en la que, me pareció, revisten un papel importante sus remordimientos.



Ruth Roman se muestra muy convincente como Nora, una mujer infeliz por el cambio en el comportamiento de su marido tras la Guerra Civil. Personaje lúcido y cuerdo entre tanta locura, mostrará toda la capacidad del ser humano para perdonar y olvidar con la finalidad de poder seguir viviendo. Incluso en los instantes finales amenazará a su marido con abandonarlo si no para a la población en sus ansias destructivas, llegando a decirle: “Si no sales a impedir que la pandilla de salvajes cometa por ti ese crimen, no vuelvas a acordarte de que existo si quiera”.



J. Carrol Naish hace una composición inolvidable como Bedloe, el jefe del grupo de forajidos y padre de sus miembros. Persona de gran lógica y raciocinio, tiene un estricto código ético y representa el drama vivido por muchos confederados tras la guerra al haberse quedado sin nada, situación que lo atormenta. De hecho le comentará a Ben: “Cuantas veces me he preguntado por qué razón nosotros, los Mason, habríamos venido a parar a esto. A robar para poder comer, sin hogar y por todo techo las estrellas del cielo. No hallé respuesta”. Hombre profundamente democrático, somete las decisiones que puedan afectar al grupo a la votación de los todos los componentes del mismo, a pesar de haber establecido, igualmente, una férrea jerarquía. Se trata de un individuo tolerante y comprensivo con las debilidades humanas y, por tanto, en la antítesis del estricto John.



El resto del reparto está compuesto por caras habituales de este género: Ben Cooper, dos años después de haber rodado “Johnny Guitar” (filme ya reseñado), Ben Johnson (habitual en las películas de Ford y Peckinpah) o James Griffith, al que pudimos ver en la también reseñada “Tambores apaches” (Hugo Fregonese, 1951).



“Rebeldes en la ciudad” es un recomendable wéstern, de tan solo ochenta minutos y profundamente sombrío, sobre cómo las circunstancias pueden determinar la conducta y personalidad de los hombres y hasta qué punto está difuminada la línea que separa el bien del mal.


jueves, 29 de junio de 2017

RÍO GRANDE

Rio Grande - 1950

Dirección: John Ford.
Guion: James K. McGuinness (Historia: James Warner Bellah)

Intérpretes:
- John Wayne: Lt. Col. Kirby Yorke
- Maureen O'Hara: Mrs. Kathleen Yorke
- Ben Johnson: Trooper Travis Tyree
- Claude Jarman Jr.: Trooper Jefferson 'Jeff' Yorke
- Harry Carey Jr.: Trooper Daniel 'Sandy' Boone
- Chill Wills: Dr. Wilkins (regimental surgeon)
- J. Carrol Naish: Lt. Gen. Philip Sheridan
- Victor McLaglen: Sgt. Maj. Timothy Quincannon

Música: Victor Young.
Productora: Argosy Pictures (USA).


Por Quim Casals. NOTA: 8

Si uno no conociera la profundísima pasión y devoción fordiana de Jesus “Elenorra” Cendón, podría pensar que con su propuesta para hacerme cargo de la reseña de Río Grande me traspasaba el baile con la más fea, pues de la llamada “Trilogía de la Caballería” de John Ford es sin duda la que siempre ha gozado de menor prestigio crítico y sigue siendo la menos conocida a nivel popular.


No obstante, quizás porqué siempre he preferido ser abogado de las causas perdidas, diré que me alegré mucho ante el ofrecimiento, ya que particularmente —y aquí el particular a buen seguro que lo será más que nunca— en su conjunto me gusta más y me llega más hondamente que sus dos predecesoras. La causa, con toda seguridad, es que trascendiendo la glosa militarista, que no es algo que nunca me haya emocionado especialmente, de lo que trata en última instancia Río Grande es de la familia, una temática además netamente fordiana que el maestro sabía retratar con una sensibilidad y una sutileza ejemplares.


Asistimos aquí a la reconstrucción de los lazos familiares: en Fort Starke, el coronel Yorke (John Wayne, en buscado parecido fonético con el Capitán York de Fort Apache) ve cómo se incorpora al regimiento su joven hijo, Jeff (Claude Jarman Jr.), expulsado de West Point y al que lleva 15 años sin ver; acto seguido y con la intención de llevarse al muchacho, llega su esposa, Kathleen (Maureen O’Hara), de la que lleva el mismo tiempo separado y distanciado tras haberse visto obligado durante la guerra a quemar las plantaciones patrimonio de la familia de ella. Un inciso aquí para resaltar la afilada crítica hacia las órdenes fruto de las conveniencias políticas, muy fáciles de tomar desde los despachos pero que cuestan bajas evitables. En esa misma escena inicial, hablando con el General Sheridan (J. Carroll Naish) sobre su reciente misión, Yorke afirma que él no mandaría notas de protesta a Washington sino que los llevaría al abrevadero donde varios soldados fueron colgados cabeza abajo para ser devorados por las hormigas…


Es en este mismo sentido que cabe ahondar en la espectral fotografía a cargo de Archie Stout y Bert Glennon, donde abundan las escenas nocturnas, los contraluces y las sombras fantasmagóricas de los personajes proyectadas sobre la lona de las tiendas en el fuerte, o los exteriores siempre agrestes. Una aridez y sequedad, en fin, que refleja de una manera más realista y descarnada que otras películas la dureza de esa forma de vida frecuentemente ingrata.



No por casualidad la historia se abre y se cierra con el retorno de los soldados al fuerte tras una misión; pero pese a las victorias, no serán en absoluto entradas triunfales. La cámara de Ford prefiere fijarse en lo humano, en las esposas que esperan angustiadas que el amado regrese con vida, en el fatigoso andar de los soldados agotados, en las literas que trasladan a los heridos… Las escasas escenas de acción, por su parte, están rodadas de una manera muy funcional, nada aparatosa (influyó el escaso presupuesto y tiempo de rodaje), mientras que el contrapunto distendido lo aportan Victor McLaglen (llamado aquí como en La legión invencible Quincannon) y las tribulaciones de los jóvenes Ben Johnson y Harry carey Jr.




Quisiera resaltar también el estupendo trabajo efectuado con el guion, y que a primera vista puede pasar desapercibido, que consiste en lograr que aquello que sucede en el regimiento (la vida cotidiana en el fuerte, las escaramuzas con los indios, el ataque indio a la caravana en la que trasladan de fuerte a las mujeres y niños, la batalla final para liberar a los niños que los indios han secuestrado en una vieja iglesia mexicana) tenga una repercusión directa en la relación entre los miembros de esa familia desestructurada, en forma de progresivo acercamiento emocional entre ellos.


Así, la primera vez que veamos juntos al padre y al hijo será en un “falso” cara a cara propiciado por un plano excepcional que juega con la profundidad de campo: los nuevos reclutas están alineados, con Jeff en primer término, y Yorke les habla desde el fondo de la fila sobre el hecho que no esperen la gloria, sino una vida de dolor y privaciones; entendemos claramente que tan severa advertencia es ante todo para con Jeff. Muy fría y distante será también la primera conversación entre ambos, aunque al término veremos a Yorke, ya solo, comparándose con la altura del hijo; le veremos también, en otro maravilloso plano, observándole desde una ventana con una mirada que ya es de “padre” mientras le atiende el médico, dejará que Jeff continúe su pelea contra quien le ha acusado de trato de favor, mostrará su preocupación, pero también su orgullo, por las acciones de riesgo en las que Jeff participa para, finalmente, pedirle que sea él, mientras por primera vez le llama hijo, quien le arranque del pecho la flecha que le ha herido en la batalla final.


Paralela será la trayectoria Kathleen, la cual brinda ante los mandos por mi única rival, la Caballería de los Estados Unidos. Ella deberá asumir con mucho dolor la libertad de elección de su hijo para seguir los pasos de su padre en el ejército, y será finalmente la comprensión de esa elección vital la que hará posible el reencuentro sentimental de ese matrimonio roto. Ford equipara, pues, su reconciliación conyugal con su reconciliación con lo que supone el ejército como forma de vida. Algo del todo coherente con la romántica idea que el cineasta tenía de la Caballería como una familia.


Dos aspectos cabe destacar en este tránsito, el uso de la dirección artística y el de las canciones que interpreta el grupo The Sons of the Pioners, como miembros del elenco. En lo primero, estamos muy acostumbrados a ver en los fuertes del cine recias estancias de madera que transmiten la sensación de la seguridad de un pequeño hogar. Aquí, como he dicho antes, se focaliza la atención en las tiendas, alegoría de lo temporal y transitorio. De esta manera, la primera cena entre los dos, con la mesa con íntimas velas pero a resguardo tan solo con las lonas, proporciona la muy simbólica imagen de un comedor sin paredes, la ilusión de un hogar que aún no es tal.


Por su lado, las letras de las canciones, primero ante los dos tras la cena y la que Yorke escucha paseando a la vera del Río Grande, entroncan directamente con los sentimientos de los personajes, que estos expresan con calladas miradas (creo firmemente que estamos ante una de las mejores interpretaciones de Wayne por la expresividad de su rostro en los silencios). La segunda de estas escenas, sublime plano a plano en su concepción, constituye, como aquel otro de la madre en Las uvas de la ira al desprenderse de sus últimas pertenencias, uno de esos momentos de purísima e inimitable poesía fordiana, donde nos parece que el tiempo se haya detenido. Al final de ella, en asombroso primer plano Wayne escucha: Mi corazón se retuerce y las lágrimas horadan mis ojos. Volveré rápido a ella. Y a fe que lo hace y besa apasionadamente a Maureen O’Hara. La revisión de esta obra me ha hecho caer en la cuenta que su raudo gesto al cogerla del brazo y atraerla hacia él supone un anticipo clarísimo del famosísimo primer beso de El hombre tranquilo. Parece evidente que Ford, Wayne y O’Hara tomaron buena nota.


Y no, no me olvido (lo mejor siempre se deja para el final), es hora de recordar que esta fue su primera película conjunta y que en ella queda ya perfectamente patente la triple química absoluta entre actor, actriz y director. Un aliciente más para acercarse a este pequeño pero a mi entender muy reivindicable western.


sábado, 14 de enero de 2017

MUERDE LA BALA

(Bite the bullet - 1975)

Director: Richard Brooks
Guión: Richard Brooks

Intérpretes:
- Gene Hackman: Sam Clayton
- James Coburn: Luke Matthews
- Candice Bergen: Miss Jones
- Ben Johnson: Míster
- Ian Bannen: Sir Harry Norfolk
- Jan-Michael Vincent: Carbo

Música: Alex North

Productora: Columbia Pictures Corporation
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7

Míster: "Mi vista no es tan buena cómo la suya.... y si te mato, me descalificarían por abusar de un estúpido"


Tras regalarnos dos grandes westerns, “La última caza” y “Los profesionales”, Richard Brooks vuelve al género, esta vez encargándose del guión además de la dirección. Y lo hace con un western de los llamados crepusculares que, en este caso, se desarrolla a principios del siglo XX y ahonda en el fin de una forma de vida libre y salvaje.


Un periódico organiza una carrera de caballos de 700 millas de distancia con gran repercusión mediática. Con un suculento premio en metálico, el evento atrae a diferentes participantes y por diferentes motivos. Unos simplemente por dinero, otros por la fama, otros por la emoción y la aventura y alguna por motivos misteriosos.

Brooks juega muy bien la baza de mostrar en todo su esplendor los espacios abiertos, los grandes paisajes; en definitiva, el Salvaje Oeste. Pero, para mí, lo que consigue magistralmente a lo largo del film, es mostrarnos el amargo final de ese Oeste, de los vaqueros, de los códigos entre hombres. La película está repleta de diálogos y frases que describen perfectamente el final de una forma de entender y vivir la vida.

Los que me conocéis, ya sabéis de mi predilección por los temas que tratan la amistad, el honor, la lealtad, la caballerosidad o el orgullo. Y esta película tiene todo eso y consigue que le dé una puntuación más alta de la que seguramente le corresponda. No estamos ante un gran western (no esperéis que esté a la altura de los dos westerns anteriores de Brooks), pero sí que estamos ante un western para verdaderos amantes del género que sabrán entender lo que Brooks pretende, que no es otra cosa que dignificar al vaquero, al caballo, a una “cultura” que agoniza arrollada por el progreso y la civilización. Su trabajo cómo guionista me parece sensacional.

Ya desde el inicio sabremos mucho de Sam Clayton, de su amor por los caballos. Cuando le regala un potrillo a un niño y éste le pregunta: “¿No tendré que pagar nada?, a lo que Clayton contesta: “Sí, nunca le maltrates”. Sin demora conoceremos a Luke Matthews, su viejo amigo, y veremos que esa amistad es inquebrantable y verdadera. Clayton se mete en una pelea y Matthews no duda en ponerse a su lado, prestándole después dinero (“Un baño son 5$, emborracharse 15$ y pasar la noche con una mujer 30$”). Míster, un viejo vaquero que también se ha apuntado a la carrera, impide que Carbo dispare contra ellos con la frase que he puesto en la cabecera de la reseña.

Aunque ya sabíamos que Míster no tiene nada por una secuencia anterior en la que intenta vender su condecoración de la Guerra Civil (“Hoy en día la medallas de los perdedores no valen nada...y no se ofenda, amigo”).

Carbo, un joven ávido de fama, fanfarrón y de gatillo fácil. Sir Harry Norfolk, un ingles recto y educado deseoso de competir y vivir emociones. El mejicano, metido en la carrera para sacar a su familia adelante si consigue el premio. Parker, el rico terrateniente que compite con un pura sangre y mucho dinero de por medio. Y, finalmente, Miss Jones, una ex prostituta. Esos son los verdaderos protagonistas de la carrera y de la película. En palabras de Clayton: “Al caballo le da igual quién gane la carrera”.

A mi parecer, a la película le sobra algo de metraje y quizás se alargan demasiado algunas escenas de cabalgadas y el uso de la cámara lenta en algunas tomas. Tiene una parte muy “spaghettera” cuando les roban los caballos y recurren a la moto con sidecar del periodista para recuperarlos, algunos toques de “ñoñería” y un final algo simplón. Pero insisto en que todo ello queda disimulado por unos diálogos muy, muy buenos.

La escena de Míster poco antes de morir, sincerándose con Clayton es magistral por la conversación que mantienen, dónde toda esa “crepuscularidad” del film es patente.

El intercambio de frases entre Matthews y el leñador es hilarante y no desentona en absoluto. O Sir Norfolk al continuar la carrera dejando a Hackman al cuidado del mejicano, pero vuelve atrás y pregunta: “¿Le parece antideportivo?”. Todo el metraje está repleto de esos diálogos, algunos tristes (“no sé ni como se llamaba”), otros más divertidos (“Oye, ¿Por qué no me cuentas la historia de tu vida?...sáltatelo todo excepto los últimos minutos!”), pero todos acertados y en el momento justo.





También encontraremos muchas dosis de defensa de los animales y de crítica al racismo tan usual en Estados Unidos.



Los actores no desmerecen en absoluto, otra gran baza del film. Hackman es Hackman, poco se puede decir de uno de los mejores actores que ha tenido el Cine. Coburn en su línea, llenando la pantalla con su carisma y su porte (atención a su bailoteo de sevillanas). Bergen en todo su esplendor, bellísima y cumpliendo de sobra. Bannen y Vincent más que correctos cómo el educado y competitivo inglés y el fanfarrón y bocazas que acabará aprendiendo a base de palos.



Y mención honorífica para Ben Johnson, inmenso en su papel de viejo cowboy acabado que se niega a admitir que está llegando al final, sufriendo más que ninguno la dureza de la carrera (“suélteme, no quiero que los demás se enteren”) y aportando el toque más crepuscular del película. ¡Chapeau, Míster Johnson!




En definitiva, un western para seguidores del género, no aporta nada nuevo pero encandilará a los amantes de los códigos de conducta del Far West.

- Hay que quitársela
- ¿Quién lo hará?
- Nosotros
- ¡Está loco!
- Confía en nosotros
- ¿Eso prueba que está loco!
- ¡Muerde la bala, amigo!