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jueves, 24 de enero de 2019

LA ÚLTIMA CAZA


(The last hunt, 1956)

Dirección: Richard Brooks
Guion: Richard Brooks

Reparto:
- Robert Taylor: Charlie Gilson
- Stewart Granger: Sandy McKenzie
- Debra Paget: Indian Girl
- Lloyd Nolan: Woodfoot
- Russ Tamblyn: Jimmy O’Brien
- Constance Ford: Peg
- Joe de Santis: Ed Black
- Ralph Moody: Indian Agent

Música: Daniele Amfitheatrof
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’75.

“¿Por qué has vuelto al negocio de la carnicería?” “Por dinero”. “Este dinero hará que te remuerda la conciencia”. “Ya tengo remordimientos, sólo me falta el dinero”. Conversación entre Woodfoot y Sandy McKenzie.


La Metro Goldwyn Mayer, creada por Louis B. Mayer, ha sido considerada como la más conservadora, en el amplio sentido de la palabra, major norteamericana. Bajo el auspicio de su fundador (1924-1951) desarrolló el starsystem (sistema de producción por el cual las grandes estrellas quedaban vinculadas a la major mediante contrato obligándoles a participar en aquellos filmes designados por la productora) e impuso un modelo de producción caracterizado por la búsqueda de la espectacularidad en los filmes, la repetición de formulas de éxito y el rechazo a las innovaciones.



Con el abandono de su cargo en la productora y el declive del sistema de estudios, iniciado con el fallo judicial en 1948 de un tribunal californiano por el que las majors debieron deshacerse de sus cadenas de cine, la Metro comenzó a ampliar sus miras, fijándose con más atención en otros géneros diferentes a los que habían forjado su imagen (sobre todo aventuras y musicales) y arriesgándose con producciones más novedosas.



Es en este último grupo donde se encuadra “La última caza”, wéstern adelantado a su tiempo, osado e incomprendido en su día obra de Richards Brooks, cineasta con ideas profundamente liberales reflejadas en sus veinticinco filmes, la mayoría de los cuales fueron también escritos por él.



Conocido por sus adaptaciones de grandes obras literarias (1), Brooks tan sólo se acercó tres veces a este género pero supo dejar su impronta en el mismo. Dirigió, además de la película que nos ocupa, “Los profesionales”, una lúcida reflexión sobre la revolución y el desencanto provocado en quienes creyendo en ella se le entregaron como si fueran sus amantes, y “Muerde la bala”, bellísima y nostálgica historia crepuscular sobre aquellos que forjaron el Far-West y cuya existencia, con la llegada de la modernidad, quedó limitado al mundo del espectáculo tan sólo interesado en obtener un rédito económico de los valores encarnados por los viejos vaqueros (ambas películas cuentan con sus oportunas reseñas).



ARGUMENTO: Sandy McKenzie, tras haber perdido a su ganado, decide asociarse con Charlie Gilson, un individuo perturbado y obsesionado con la muerte, y regresar a su antigua profesión de cazador de búfalos. A ellos se les unirán un viejo trampero amigo de Sandy, un mestizo de cabellos pelirrojos llamado Jimmy y una joven india, única superviviente de una matanza anterior perpetrada por Charlie. Pronto la tensión surgirá entre los dos socios.



“La última caza” fue un fracaso en taquilla a pesar de estar basada en una novela de gran éxito finalista del Premio Pulitzer (2) escrita por Milton Lott, un gran especialista en el wéstern, y de contar con dos grandes estrellas de la Metro que gozaban de una enorme popularidad al haberse convertido en los estandartes de las lujosas películas de aventuras producidas por la major en la década de los cincuenta, Robert Taylor y Stewart Granger. De hecho, en principió, la película se concibió para ser protagonizada por Gregory Peck y Montgomery Clift pero la productora terminó inclinándose por Taylor y Granger dada la buena sintonía que habían mostrado en la versión sonora y en color de “Todos los hermanos eran valientes”, dirigida por Richard Thorpe tres años antes (3).



Sin duda la falta de respuesta del público se debió a que con esta película se les ofrecía un wéstern seco, duro y sin concesiones. Era como un torpedo disparado a la línea de flotación de los EEUU que cuestionaba tanto algunos de sus pilares fundacionales como determinados mitos en los que se basaba la construcción del país; proporcionándonos una mirada sobre el Lejano Oeste, alejada de la visión idílica de otros wésterns, en la que no había sitio para los héroes (de hecho en un momento dado uno de los personajes comenta que Wild Bill Hickock, George Custer o California Joe estaban muertos).




Igualmente mostraba al hombre blanco, y por tanto a la sociedad anglosajona, como un depredador del entorno natural, miembro de una cultura que no respetaba a la naturaleza y, motivado por su codicia, capaz de acabar con el equilibrio ecológico. Un precio muy alto a pagar en nombre de la civilización. De hecho, a esa visión responde la información escrita aportada al inicio de la película dándonos a conocer que en 1853 los EEUU contaban con una población de sesenta millones de bisontes, reducida a treinta mil individuos en tan sólo treinta años. Incluso, para aumentar aún más la denuncia y la autenticidad del filme, las cacerías de búfalos rodadas son reales, para lo que se aprovechó el levantamiento temporal de su veda en una reserva situada en Dakota y se filmó a auténticos cazadores del gobierno con el objeto de mostrarnos de forma fría, casi como si fuera una ejecución, la aniquilación de los animales. Esta imagen apocalíptica se verá reforzada con una secuencia en la que se enfoca a dos crías desvalidas entre los cadáveres de los especímenes adultos, y en varias escenas posteriores en las que vemos repetidamente, como si de un cementerio macabro se tratase, la osamenta de los fabulosos animales blanqueándose al sol en las inmensas praderas.



Como consecuencia de todo ello y en abierta colisión con la forma de vida de los pieles rojas, caracterizada por su pureza y su estrecho contacto con la naturaleza, la ciudad del hombre blanco se configura como un símbolo de esta cultura destructiva al presentárnosla, en la mas pura tradición judeo-cristiana, como una nueva Babilonia, un centro de depravación y vicio presidido por la prostitución y el alcohol.



Estrechamente relacionada con la matanza de búfalos se encuentra otra de las cuestiones polémicas planteadas por el filme, el extermino de los habitantes originales de las tierras conquistadas por el hombre blanco, al constituir el búfalo para la civilización de las praderas un elemento fundamental para su supervivencia; por lo que, de hecho, cazar a estos animales suponía la extinción de los pieles rojas. Resultado del que son plenamente conscientes los protagonistas del filme, como señala Sandy al reconocer que durante las guerras indias se abatían de forma indiscriminada bisontes porque cada uno de ellos cazado suponía un indio muerto de hambre; incluso la película nos informa de que el general Sheridan durante las guerras indias condecoraba a los guerreros de azul con medallas en cuyas caras figuraban un indio y un búfalo. Se estaba identificando, de esta forma, a uno con el otro.



La situación de indefensión en la que se encuentran los indios, tras la caza indiscriminada de estos fabulosos animales, queda perfectamente resumida tras abatir Charlie a un búfalo blanco, una especie de deidad para los pieles rojas, y afirmar la joven india apresada por el grupo: “Nos quitas la comida y ahora matas a nuestra religión”.



Estamos, pues, a punto de iniciar la segunda fase de la conquista del Oeste y, prácticamente, se ha consumado por parte de los occidentales el saqueo del territorio a los indios. Y estos no sólo deberán aceptar este expolio sino que, para poder vivir junto a los rostros pálidos, se verán obligados a renunciar a sus señas de identidad y a su cultura como ocurre con el mestizo Jimmy. En caso contrario, tan sólo podrán esperar la muerte en un desafortunado encuentro con el hombre blanco o su confinamiento en vergonzosas reservas en donde, ante los problemas de abastecimiento, el escaso interés del gobierno por solucionarlos y la desesperación del propio agente indio, tendrán que sacrificar a los caballos, primero, y a los perros, después, para no morir de inanición.



La película, por tanto, gira en torno a un tema principal: la muerte, representada en Charlie Gilson en una de las mejores y más arriesgadas, por su cambio de imagen, actuaciones de Robert Taylor (4). Un individuo aterrador, xenófobo, dominado por su odio irracional, con repentinos e imprevisibles cambios de humor y al borde de la locura, para el que “Matar es natural. Lo aprendí en la guerra. Cuanto más se mata más hombre es uno. Matar, pelear, guerrear ese es el orden natural. La paz es sólo el tiempo de descanso entre dos guerras para luego seguir matando”. Un ser que encuentra verdadero placer al acabar con hombres o animales. Para él “Matar es la mejor prueba de que uno está vivo” e, incluso, llega a vivir la ceremonia de la muerte como si fuera un acto sexual. Sin embargo, la enorme interpretación de Taylor consigue que, siendo un ser abyecto, no nos repugne del todo y aparezca ante nuestros ojos como un hombre patético, un enfermo preso de sus fobias a cuyo paulatino proceso de enajenamiento asistirá, al igual que el resto de personajes, el espectador.



Como antagonista, interpretado por un Stewart Granger que ofrece un altísimo rendimiento con una actuación más grave de lo que era en él habitual, nos encontramos con Sandy McKenzie, un hombre criado por los indios que no sólo conoce su cultura sino que la respeta. Sin embargo, no dudará, tras haberse arruinado, en volver a retomar su actividad como cazador a pesar de ser consciente del daño que esta infringiendo (en una de las secuencias se ve cómo afloran lágrimas en sus ojos mientras dispara sobre los bisontes).




Frente a la actitud de ambos personajes, un malicioso Brooks, hace reflexionar al espectador sobre cuál de las dos conductas es más reprobable, la del enfermo que mata por un impulso incontrolado o la de aquel que es consciente del mal que está haciendo. Reprobando, también, la conducta de Sandy, máxime teniendo en cuenta que se mantendrá imperturbable permitiendo que Charlie utilice a la joven india, de la que comienza a enamorarse, como esclava sexual, acabé con varios indios o cace al búfalo blanco conociendo la importancia y significado que el animal tenía para los pieles rojas. Irá postergando su inevitable enfrentamiento con Charlie y no será hasta tocar fondo, preso de sus remordimientos, en el saloon de la ciudad cuando tome la determinación de acabar con su socio. Sin embargo el director nos hurtará el duelo entre ambos con un final genial y simbólico en el que la naturaleza cobra un gran protagonismo y se toma cumplida venganza sobre aquel que tanto la había maltratado. De esta forma el elemento ecologista o naturalista, muy presente en toda la película, adquiere también una importancia decisiva en el desarrollo del filme.



Junto a los dos protagonistas principales cabe destacar la enorme composición de Lloyd Nolan como Woodfoot un trampero alcoholizado pero de una gran sabiduría y humanidad. Su actuación eclipsa a los otros dos integrantes del grupo: Debra Paget, sustituta en el último instante de Anne Bancroft, de nuevo en un papel de india y un desubicado Russ Tamblyn como el mestizo Jimmy.



“La última caza”, en resumen, aporta una visión desoladora, negativa y pesimista de la conquista del Oeste en un momento en el que la sociedad norteamericana se encontraba en pleno debate como consecuencia del final de la Guerra de Corea (1950-1953), por lo que parece lógico que no recibiera el apoyo del público estadounidense. Pero, en todo caso, es un gran y original wéstern en el que su director pretendió mostrar que los EEUU eran: “Un poco ellos mismos y los animales que lo formaban” por lo que “era preciso que comprendiesen que destruirlos equivalía a destruirse a sí mismos”, y cuya recuperación se me antoja urgente y necesaria.


(1) Entre otros llevó a la pantalla grande a Dostoevsky con “Los hermanos Karamazov” (1956), a Sinclair Lewis con “El fuego y la palabra” (1960), a Joseph Conrad en “Lord Jim” (1965) y a Truman Capote con la escalofriante “A sangre fría” (1967); además de realizar la adaptación de “La gata sobre el tejado de zinc” (1958) y “Dulce pájaro de juventud” (1962), dos de las más conocidas obras de teatro de Tenesse Wiliams, uno de sus autores favoritos.

(2) Milton Lott fue derrotado por William Faulkner y su novela ambientada en la I Guerra Mundial “Una fábula”. Dicho texto serviría de inspiración en 1957 a Stanley Kubrik a la hora de escribir y rodar “Senderos de gloria”, su gran alegato antibelicista.

(3) El productor, hábilmente, cambió de roles a los dos protagonistas respecto a la película de Thorpe en la que Taylor era el hermano digno de llevar el apellido de la casa Shore, mientras que Granger se ocupaba de un personaje negativo.

(4) A cualquiera que dude de las dotes interpretativos del actor le invitaría a que lo viera en esta película junto a otras como “La Puerta del Diablo” (Anthony Mann,1950), “Más rápido que el viento” (Robert Parrish, 1958) o, por citar un filme de otro género, “Chicago año 30” (Nicholas Ray, 1958). Todas ellas cuentan con actuaciones brillantísimas del intérprete nacido en Nebraska.

sábado, 14 de enero de 2017

MUERDE LA BALA

(Bite the bullet - 1975)

Director: Richard Brooks
Guión: Richard Brooks

Intérpretes:
- Gene Hackman: Sam Clayton
- James Coburn: Luke Matthews
- Candice Bergen: Miss Jones
- Ben Johnson: Míster
- Ian Bannen: Sir Harry Norfolk
- Jan-Michael Vincent: Carbo

Música: Alex North

Productora: Columbia Pictures Corporation
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7

Míster: "Mi vista no es tan buena cómo la suya.... y si te mato, me descalificarían por abusar de un estúpido"


Tras regalarnos dos grandes westerns, “La última caza” y “Los profesionales”, Richard Brooks vuelve al género, esta vez encargándose del guión además de la dirección. Y lo hace con un western de los llamados crepusculares que, en este caso, se desarrolla a principios del siglo XX y ahonda en el fin de una forma de vida libre y salvaje.


Un periódico organiza una carrera de caballos de 700 millas de distancia con gran repercusión mediática. Con un suculento premio en metálico, el evento atrae a diferentes participantes y por diferentes motivos. Unos simplemente por dinero, otros por la fama, otros por la emoción y la aventura y alguna por motivos misteriosos.

Brooks juega muy bien la baza de mostrar en todo su esplendor los espacios abiertos, los grandes paisajes; en definitiva, el Salvaje Oeste. Pero, para mí, lo que consigue magistralmente a lo largo del film, es mostrarnos el amargo final de ese Oeste, de los vaqueros, de los códigos entre hombres. La película está repleta de diálogos y frases que describen perfectamente el final de una forma de entender y vivir la vida.

Los que me conocéis, ya sabéis de mi predilección por los temas que tratan la amistad, el honor, la lealtad, la caballerosidad o el orgullo. Y esta película tiene todo eso y consigue que le dé una puntuación más alta de la que seguramente le corresponda. No estamos ante un gran western (no esperéis que esté a la altura de los dos westerns anteriores de Brooks), pero sí que estamos ante un western para verdaderos amantes del género que sabrán entender lo que Brooks pretende, que no es otra cosa que dignificar al vaquero, al caballo, a una “cultura” que agoniza arrollada por el progreso y la civilización. Su trabajo cómo guionista me parece sensacional.

Ya desde el inicio sabremos mucho de Sam Clayton, de su amor por los caballos. Cuando le regala un potrillo a un niño y éste le pregunta: “¿No tendré que pagar nada?, a lo que Clayton contesta: “Sí, nunca le maltrates”. Sin demora conoceremos a Luke Matthews, su viejo amigo, y veremos que esa amistad es inquebrantable y verdadera. Clayton se mete en una pelea y Matthews no duda en ponerse a su lado, prestándole después dinero (“Un baño son 5$, emborracharse 15$ y pasar la noche con una mujer 30$”). Míster, un viejo vaquero que también se ha apuntado a la carrera, impide que Carbo dispare contra ellos con la frase que he puesto en la cabecera de la reseña.

Aunque ya sabíamos que Míster no tiene nada por una secuencia anterior en la que intenta vender su condecoración de la Guerra Civil (“Hoy en día la medallas de los perdedores no valen nada...y no se ofenda, amigo”).

Carbo, un joven ávido de fama, fanfarrón y de gatillo fácil. Sir Harry Norfolk, un ingles recto y educado deseoso de competir y vivir emociones. El mejicano, metido en la carrera para sacar a su familia adelante si consigue el premio. Parker, el rico terrateniente que compite con un pura sangre y mucho dinero de por medio. Y, finalmente, Miss Jones, una ex prostituta. Esos son los verdaderos protagonistas de la carrera y de la película. En palabras de Clayton: “Al caballo le da igual quién gane la carrera”.

A mi parecer, a la película le sobra algo de metraje y quizás se alargan demasiado algunas escenas de cabalgadas y el uso de la cámara lenta en algunas tomas. Tiene una parte muy “spaghettera” cuando les roban los caballos y recurren a la moto con sidecar del periodista para recuperarlos, algunos toques de “ñoñería” y un final algo simplón. Pero insisto en que todo ello queda disimulado por unos diálogos muy, muy buenos.

La escena de Míster poco antes de morir, sincerándose con Clayton es magistral por la conversación que mantienen, dónde toda esa “crepuscularidad” del film es patente.

El intercambio de frases entre Matthews y el leñador es hilarante y no desentona en absoluto. O Sir Norfolk al continuar la carrera dejando a Hackman al cuidado del mejicano, pero vuelve atrás y pregunta: “¿Le parece antideportivo?”. Todo el metraje está repleto de esos diálogos, algunos tristes (“no sé ni como se llamaba”), otros más divertidos (“Oye, ¿Por qué no me cuentas la historia de tu vida?...sáltatelo todo excepto los últimos minutos!”), pero todos acertados y en el momento justo.





También encontraremos muchas dosis de defensa de los animales y de crítica al racismo tan usual en Estados Unidos.



Los actores no desmerecen en absoluto, otra gran baza del film. Hackman es Hackman, poco se puede decir de uno de los mejores actores que ha tenido el Cine. Coburn en su línea, llenando la pantalla con su carisma y su porte (atención a su bailoteo de sevillanas). Bergen en todo su esplendor, bellísima y cumpliendo de sobra. Bannen y Vincent más que correctos cómo el educado y competitivo inglés y el fanfarrón y bocazas que acabará aprendiendo a base de palos.



Y mención honorífica para Ben Johnson, inmenso en su papel de viejo cowboy acabado que se niega a admitir que está llegando al final, sufriendo más que ninguno la dureza de la carrera (“suélteme, no quiero que los demás se enteren”) y aportando el toque más crepuscular del película. ¡Chapeau, Míster Johnson!




En definitiva, un western para seguidores del género, no aporta nada nuevo pero encandilará a los amantes de los códigos de conducta del Far West.

- Hay que quitársela
- ¿Quién lo hará?
- Nosotros
- ¡Está loco!
- Confía en nosotros
- ¿Eso prueba que está loco!
- ¡Muerde la bala, amigo!

lunes, 18 de enero de 2016

LOS PROFESIONALES

(The Professionals) - 1966
Director: Richard Brooks
Guion: Richard Brooks

Intérpretes:
-Lee Marvin: Henry “Rico” Fardan
-Burt Lancaster: Dolworth
-Claudia Cardinale: María
-Robert Ryan: Ehrengard
-Jack Palance: Jesús Raza
-Ralph Bellamy: Grant
-Woody Strode: Jake

Música: Maurice Jarre
Productora: Columbia Pictures-Pax Enterprises
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 8

Grant: ¡Fardan, es usted un bastardo!!!
Fardan: Si, señor. ¡Pero lo mío es un accidente de nacimiento y usted se ha hecho a sí mismo!

He aquí, en mi opinión, un buen western:
El terrateniente Grant forma un grupo de hombres para rescatar a su mujer que ha sido secuestrada por el bandido revolucionario Jesús Raza . El grupo está capitaneado por Henry "Rico" Fardan, acompañado por Dolworth, experto en explosivos, Erenghard experto en caballos y Jake Sharp experto rastreador y hábil con el arco.



El grupo se interna en México, ya conocido por Fardan y Dolworth que participaron en la revolución con Pancho Villa, y libera a la mujer para conocer la verdad que se esconde tras el secuestro.



Me encanta ésta película sobre todo por las interpretaciones y la acción continua que mantiene a lo largo de todo el metraje.



Marvin está inmenso en el papel del veterano soldado férreo y con un gran sentido del honor y, a la vez, amargado por la trágica muerte de su esposa. Lancaster, cómo el amigo fiel de Fardan, pero más despreocupado y sin escrúpulos y atraído por las mujeres y el dinero, en un papel muy a su medida (Recordemos “Veracruz”). Robert Ryan y Woody Strode muy correctos (quizás Ryan está un poco descolgado en la película, no sé si por su actuación o por el papel que interpreta). Claudia Cardinale, bella y salvaje, está perfecta en su papel de la mejicana de buena familia, casada con el terrateniente rico de la fronteriza Texas.


Palance, cómo siempre, bordando su papel. E incluso Ralph Bellamy, destaca cómo el terrateniente sin escrúpulos para conseguir lo que desea.


Hay otro papel secundario que me atrae mucho y es el de la teniente "Chiquita" (Marie Gómez), uno de los mejores guerrilleros de México en palabras de Dolworth ("No sabe bailar, pero qué gran soldado").



La película está rodada en su mayor parte en el desierto de Nevada y la fotografía es más que correcta. No hay grandes paisajes, pero se aprovecha al máximo el caluroso desierto, con sus cañones y desfiladeros, para que sea muy creíble la sierra mexicana. 

Y la acción no decae un sólo instante, manteniendo la atención del espectador de principio a fin.



En fin, un western de acción, en la línea de “Los doce del Patíbulo”, más que decente y con buenas interpretaciones a cargo de asiduos del género.

Memorable la conversación en Marvin y Lancaster: 
-Dolworth- ¿Que tiene una mujer que haga que valga 100.000$? 
-Fardan- Debe ser de esas mujeres que hacen que algunos niños se conviertan en hombres y algunos hombres en niños.



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Por: Jesús Cendón. Nota: 9


Richard Brooks, un profesional encuadrado dentro de la ideología liberal, tan sólo había rodado un western (la estupenda “La última cacería”, en la que a través de un sombrío Robert Taylor abordaba el tema del racismo) cuando decidió acometer este proyecto; un western a la vez clásico y moderno, vitalista pero crepuscular al presentarnos a unos personajes con más pasado que futuro, son individuos del siglo XIX con difícil encaje en el pragmático siglo XX por lo que terminarán buscando su refugio en México, último territorio fronterizo y país en construcción al estar envuelto en un proceso revolucionario.

El filme relata la historia de cuatro mercenarios que son contratados por un magnate para recuperar a su mujer secuestrada por un bandido mexicano que pide por su liberación 100.000 dólares. Este viaje supondrá para dos de ellos enfrentarse a su pasado y cuestionarse su evolución vital marcada por el desengaño (antiguos revolucionarios y, como tales, idealistas han devenido en dos individuos cínicos al servicio de aquel que pueda costearse sus servicios). Este hecho le permite a Brooks llevar a cabo una de las más lúcidas reflexiones cinematográficas sobre la revolución y el desencanto a través de unos extraordinarios diálogos (escritos por el propio Brooks que estuvo nominado al Oscar en su doble faceta de director y guionista) presentes en las escenas más intimistas de la película que aparecen perfectamente entrelazadas con las secuencias de acción. Así, Brooks utiliza la revolución mexicana como arquetipo del proceso revolucionario (debemos tener en cuenta la fecha de producción del filme durante una década convulsa como fue la de los sesenta), para darnos una visión desoladora de este ya que sus protagonistas, la gente llana que se jugó la vida y en muchos casos la perdió, es traicionada cuando entran en acción los políticos, por lo que su mísera existencia apenas es mejorada.

Su posicionamiento sobre esta cuestión queda perfectamente resumido por Dolworth al señalar que: “Tal vez sólo haya una revolución. La de siempre. La de los buenos contra los malos. La pregunta es ¿Quiénes son los buenos?”, para al final de la película aseverar que: “Los políticos entran en acción y el resultado es siempre igual, una causa perdida”.

Igualmente se aprecia una crítica al racismo todavía imperante en la sociedad norteamericana en el siglo XX (el magnate les pregunta al resto de profesionales si tienen algún inconveniente en trabajar con un negro) y, sobre todo, a la injerencia, político-económica, de los EEUU en Sudamérica y al desarrollo de su política colonialista e imperialista en este subcontinente iniciada a partir del denominado Corolario Roosevelt de 1904 que, en la época en la que se desarrolla el filme, dio lugar a la famosa expedición punitiva del general Pershing en México con la intención de acabar con Pancho Villa (1914). En este sentido cobra gran importancia la conversación de María en la que afirma que: “Mi marido ha robado millones a esta tierra”, refiriéndose lógicamente a México.

Al mismo tiempo, el filme se configura como un canto a la solidaridad, amistad, dignidad y honor a través de estos cuatro profesionales, para los que se contó con un reparto excepcional. Lee Marvin, convertido por fin en una gran estrella, da vida a Fardan, un experto en armamento. A Burt Lancaster Brooks le regaló un papel hecho a su medida (el actor había obtenido su único Oscar con otra película de Brooks, “El fuego y la palabra”) que le permitió mostrar su espléndida condición física con cincuenta y tres años al interpretar al dinamitero Dolworth. Ambos demostrarán al final de la película que, a pesar de su aparente cinismo, siguen siendo los mismos soñadores idealistas que lucharon durante seis años sin cobrar al lado de Pancho Villa, ya que antepondrán sus principios y su concepto de la justicia a la obtención del beneficio económico. Un avejentado Robert Ryan es Ehrengard, antiguo oficial de caballería y apasionado por los equinos; quizás sea el personaje más desdibujado. Y Woody Strode, actor habitual de John Ford, aporta su físico rotundo a Jake, hábil rastreador y mortal con el arco.

El reparto se completa con Ralph Bellamy como el tiránico y despótico magnate, incapaz de soportar un fracaso. Una bellísima Claudia Cardinale en el rol de María, la esposa del anterior pero que mantienen su conciencia de clase. Y Jack Palance como Jesús Raza, el revolucionario que “rapta” a María (curioso que se llame Jesús y que mantenga una especial relación con María, aunque no sé si hay algún tipo de intención en ello) para el que Brooks reserva algunas de las mejores frases de la película. Así en su memorable enfrentamiento final con Dolworth afirmará en relación con su actitud al frente del proceso revolucionario que: “Nos quedamos porque tenemos fe. Nos marchamos porque nos desengañamos. Volvemos porque estamos perdidos. Morimos porque es inevitable”.


Filme, por tanto, de acción pero también reflexivo se completa con una gran banda sonora compuesta por Maurice Jarre que capta perfectamente el aliento épico de la película y una extraordinaria labor de Conrad Hall como director de fotografía, a través de la cual sentimos el agobiante calor del desierto, el frío nocturno o el insoportable viento que levanta el asfixiante polvo del camino.

Sólo me queda invitaros a que compartáis el viaje con cuatro personajes inolvidables y que descubráis junto a “Los profesionales” qué hace que una mujer valga 100.000 dólares.

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Por: Xavi J. Prunera Nota: 9


Ignoro hasta qué punto resulta higiénico y saludable enfrentarse a una peli como “Los profesionales” la noche más calurosa del año, pero os aseguro que hacerlo con el torso empapado en sudor y el gaznate más seco que el desierto de Mohave ayuda -y mucho- a empatizar instantáneamente con esos cuatro mercenarios románticos (Lancaster, Marvin, Ryan y Strode) que protagonizan este enorme western.

Entrado ya en situación, sin embargo, decidí prepararme un refrescante mojito para paliar los efectos de esa despiadada canícula que hacía estragos a ambos lados de la pantalla. Un par de sorbos después me sentí mejor, pero las infernales temperaturas reinantes en la frontera mejicana se habían cobrado ya su primera víctima. Afortunadamente todo quedó en una inocua insolación y ese cuarteto de tipos duros, bregados en mil y una batallas, pudo proseguir con la misión encomendada: liberar a la bella esposa (Cardinale) de un rico terrateniente (Bellamy) de las garras de un temible revolucionario (Palance).

Apurado mi primer buchito, decidí prepararme el segundo. En la terraza el aire caliente podía mascarse y un pegajoso bochorno pugnaba por dilatar todos y cada uno de los poros de mi cuerpo. Eran las 23:25 h. y el termómetro registraba 31º. Mientras tanto, la imagen de Lancaster colgado por los pies coincidía con la de una primera gota de sudor resbalando perezosa e implacablemente a lo largo de mi espina dorsal. Succioné con fruición lo que quedaba de mojito, le di al pause y fui a picar más hielo.

Preparado mi tercer trago, recapitulé sobre lo que estaba viendo. Por el momento la peli de Brooks evidenciaba ser un western muy bien armado que -a simple vista- discurría por los típicos derroteros del género ;) y que, merced a su estratosférico elenco, podía degustarse con el mismo deleite con el que un servidor estaba dando buena cuenta de su tercer añejo. Lo mejor, sin embargo, aún estaba por llegar. El rescate de María (bocatta di cardinale) y la consiguiente persecución de nuestros cuatro protas por parte de Raza (Palance) y los suyos elevaba el listón de la peli hasta niveles pura y genuinamente peckinpahianos. Le dí nuevamente al pause y trituré algo más de hielo. Sin lugar a dudas, necesitaba un nuevo lingotazo (¿el cuarto?) para combatir la pertinaz y abrasadora atmósfera que reinaba tanto en mi terraza como en la quebrada donde Palance y Lancaster sostenían, a punta de pistola, uno de los diálogos más crepusculares de la historia del género. Me froté los ojos y miré de reojo la botella de ron. Estaba prácticamente vacía, de acuerdo, pero esos diálogos no podían ser fruto de mi imaginación.

Diez o quince minutos después, cuando el pertinente THE END sobreimpresionaba los últimos fotogramas de aquella maravilla, comprendí dos cosas: que mi estado de embriaguez era algo más que sospechoso y que acababa de ver un western a-co-jo-nan-te.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 24-7-09)

TRAILER