(Ride lonesome, 1959)
Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt kennedy
Reparto:
- Randolph Scott: Ben Brigade
- Karen Steele: Carrie Lane
- Pernell Roberts: Sam Boone
- James Best: Billy John
- Lee Van Cleef: Frank
- James Coburn: Whit
- Randolph Scott: Ben Brigade
- Karen Steele: Carrie Lane
- Pernell Roberts: Sam Boone
- James Best: Billy John
- Lee Van Cleef: Frank
- James Coburn: Whit
Música: Heinz Roemheld.
Productora: Ranown Pictures Corporation. (USA)
Por Jesús Cendón. NOTA: 8.
“Un hombre a la mitad de su camino recorrido quiere tener algo de lo que sentirse orgulloso”. Sam Boone explicándole a Ben Brigade las razones que lo llevan a intentar abandonar su vida como bandido.
ARGUMENTO: Ben Brigade, un cazador de recompensas, apresa a Billy John, un pistolero buscado por asesinato. Pronto se le unirán Carrie Lane, enviudada recientemente, y dos forajidos, Sam y Whit, interesados en llevar a Billy a Santa Cruz para obtener el indulto. Juntos deberán hacer frente los pieles rojas, cuyo jefe se ha encaprichado de Carrie, y a la banda de Frank, hermano de Billy, con el que Ben tiene una cuenta pendiente.
Sexta entrega de la serie y primera realizada en formato CinemasCoope, espléndidamente aprovechado tanto por Boetticher como por su director de fotografía Charles Lawton Jr. Igualmente, por primera vez es en esta película donde figura la Ranown como productora en los títulos de crédito.
Con “Cabalgar en solitario”, estrenada tras los dos filmes menos logrados del ciclo, Boetticher recupera el tono duro, amargo y melancólico de las dos primeras cintas con las que, además, presenta grandes semejanzas gracias a la pluma de Burt Kennedy que embarca a los protagonistas en un viaje físico y moral. Estamos pues ante un wéstern de itinerario y, por tanto, rodado íntegramente en exteriores, fundamentalmente en Lone Pine, con su característico paisaje rocoso ya utilizado por Boetticher tanto en “Tras la pista de los asesinos”, en donde se desarrollaban los enfrentamientos finales, como en “Los cautivos”, en cuyas rocas localizó la guarida de los forajidos. Igualmente recupera la presencia de los mescaleros, pero no como una amenaza latente (“Tras la pista de los asesinos”) sino como una amenaza real que da lugar a un enfrentamiento entre el grupo y los indios rodado magistralmente.
La película cuenta con un inicio característico de su director en el que vemos al protagonista cabalgar por un paisaje agreste mientras aparecen los títulos de crédito para, a partir de su encuentro con un forajido, desarrollar una historia profundamente moral sobre los deseos de venganza de Ben Brigade y la búsqueda de una segunda oportunidad por parte de dos de sus acompañantes. Además, como en las anteriores películas del ciclo escritas por Burt Kennedy, el inteligente guión nos ira proporcionando la información a medida que se desarrolle la historia; una aventura que igualmente afecta tan sólo a un puñado de personajes.
Randolph Scott se muestra eficaz, y mucho más atinado que en los filmes inmediatamente anteriores como Ben, quizás porque retoma un personaje más cercano a su estilo interpretativo. Así el protagonista es un individuo obsesionado con vengarse de Frank, el asesino de su mujer, para lo que incluso utilizará de cebo a un “inocente”( Billy hermano del pistolero), se comportará de forma similar a como lo hizo Frank en el pasado y no dudará en poner en peligro a sus acompañantes con tal de saciar su sed de venganza. Volvemos a encontrarnos con un personaje adusto, lacónico, desagradable, amargado, brusco en su trato con los demás, más pendiente del confort de los caballos que el de las personas e inflexible hasta el final de la película. Un individuo que ha pasado de ser un honrado defensor de la ley a convertirse en un despiadado cazador de recompensas. Pero al mismo tiempo es una persona fiel a sus principios y honesto, lo que lleva a Billy a preguntarle “¿Cómo puede satisfacerle una recompensa a un hombre como tú? Es dinero manchado de sangre”.
Junto a él nos encontramos a Sam Boone, interpretado por un preBonanza Pernell Roberts, otro de los memorables villanos de la saga claramente emparentado con el Frank Usher de “Los cautivos”. Ambos son forajidos cansados de su vida a la que, probablemente, han llegado por una serie de decisiones erróneas en un mundo en el que el margen entre el bien y el mal es muy estrecho. Al igual que Frank es un pistolero que anhela poseer un rancho, cultivar la tierra y pasear por las calles; en definitiva, llevar una vida normal. Desde el principio sus intereses chocarán con los de Ben ya que necesita entregar a Billy para conseguir, junto con su compañero Whit, el ansiado indulto. Billy se ha convertido en su pasaporte a una nueva vida y así se lo expresa a su colega Whit en una gran escena nocturna al comentarle: “Amnistía. No tendremos que dormir nunca más con el revólver bajo la almohada, muertos de miedo cada vez que se nos acerca un desconocido”. Personaje inteligente, agradable y pese a sus imperfecciones más humano que Ben, muestra a lo largo del filme su generosidad y sincera amistad hacia Whit al que le propondrá asociarse con él cediéndole la mitad del rancho que posee en el norte de Socorro. Esta relación de franca camaradería entre ambos forajidos contrasta con la situación del protagonista e incrementa su soledad. Además, y al igual que el cazador de recompensas, muestra un férreo código ético. Así estará dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir entregar a Billy, incluso matar a Ben, pero como señala no por la espalda sino cara a cara; e, incluso, antes del irremediable duelo le ayudará en su enfrentamiento con los hombres de Frank.
El tercer vértice de la historia lo constituye Carrie Lane, interpretada con acierto por una exuberante Karen Steele, que goza de una presentación tan espectacular como la del filme anterior del ciclo (1). Mujer de fuerte carácter y determinación, al igual que Ben y Sam es otra de las víctimas de la violencia de una tierra sin civilizar y se convertirá en un personaje fundamental para el desarrollo de la historia. En primer lugar porque la persecución de los mescaleros se debe a la atracción que siente el jefe de los apaches por ella, y en segundo lugar por convertirse en la promesa de un futuro mejor para Sam, igualmente atraído tanto por su belleza como por su fuerte personalidad.
El resto de personajes con cierta entidad está interpretado por secundarios tan habituales de este género como James Best (2) en el rol de Billy y actores del nivel de Lee Van Cleef como Frank o James Coburn en el papel de Whit, antes de convertirse ambos en estrellas (3) y (4).
Además el filme visualmente es una maravilla. Bellísimos encuadres, precisos y preciosos movimientos de cámara de entre los que sin duda cabe destacar el correspondiente a la llegada de la diligencia a la posta, cuidadísimas composiciones de los planos, un trabajo de montaje ejemplar y un extraordinario Charles Lawton Jr. luciéndose, sobre todo, en la iluminación de las escenas nocturnas. Si se le puede poner una pega a la película es tan sólo por la banda sonora, no muy lograda, excesivamente repetitiva y que remite a otras composiciones ya escuchadas en distintos wésterns.
“Cabalgar en solitario” constituye sin duda la cumbre del ciclo Ranown y a través de una estructura circular al finalizar la historia en el mismo lugar en el que se inicio la tragedia para Ben (el árbol en donde fue ahorcada su mujer por Frank), nos regala un epílogo de tanta belleza, con la cámara situada en una grúa ascendente enfocando en un plano general al árbol pasto de las llamas, como amargo y simbólico con el fuego como elemento purificador y transformador, pero no para todos los personajes puesto que si Sam y Whit parecen iniciar una vida nueva alejada de la delincuencia, la existencia de Ben, a pesar de haber cerrado una etapa dando cumplimiento a su venganza, siempre estará marcada por el asesinato de su mujer y el sentimiento de culpabilidad que arrastra; es un hombre vacío condenado a cabalgar siempre en solitario.
(1) Tanto en la presentación de los personajes como en el diálogo que mantienen relativo al asalto de la diligencia, Boetticher hizo un guiño a “Los cautivos” en la escena que aparecen por primera vez Carrie, Sam y Whit.
(2) En su dilatada carrera con más de 180 películas para el cine y la televisión, James Best (1926-2015) intervino en numerosos wésterns sobre todo para la Universal, pero también para otras majors como la Twenthy Century Fox, la Warner Brothers y la Columbia; así como para pequeñas compañás entre las que destacan la Bel-Air o la Allied Artits Pictures. Encuadrado generalmente en producciones modestas rodó junto a Budd Boeticher tres wésterns: “Cimarron Kid” (1952), “Traición en Fort King” (1953) y la película objeto de esta reseña.
(3) Eterno secundario relegado, por su peculiar aspecto físico, a roles negativos tanto en el wéstern como en el cine negro y con graves problemas con el alcohol, Lee Van Cleef (1925-1989) alcanzó el deseado reconocimiento gracias a las dos películas que coprotagonizó en Europa bajo la dirección de Sergio Leone: “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966).
(4) James Coburn (1928-2002) debutó en el cine con “Cabalgar en solitario”. Posteriormente en este género nos regalaría un buen puñado de inolvidables personajes: el lacónico Brit, inicialmente previsto para Sterling Hayden, en ”Los siete magníficos” (John Sturges, 1959), el explorador Samuel Potts en “Major Dundee” (Sam Peckinpah, 1965), el activista John Mallory en “Agáchate maldito” (Sergio Leone, 1971), el coronel Pembroke con una cuenta personal pendiente en “Una razón para vivir y una para morir” (Tonino Valerii, 1972), el traidor sheriff en “Pat Garret y Billy the Kid” (Sam Peckinpah, 1973) o el vaquero con un alto concepto de la amistad en “Muerde la bala” (Richard Brooks, 1975).