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viernes, 7 de diciembre de 2018

ESTACIÓN COMANCHE

ESPECIAL CICLO RANOWN (8)
(Comanche Station, 1960)

Dirección: Budd Boetticher

Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Jefferson Cody
- Nancy Gates: Nancy Lowe
- Claude Akins: Ben Lane
- Richard Rust: Dobie
- Skip Homeier: Frank

Música: Mischa Bakaleinikoff
Productora: Ranown Pictures Corporation.  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“Es una lástima hasta donde llega un hombre por dinero. Sí señor. Es una lástima”. Un agonizante Ben Lane a Jefferson Cody tras haberse enfrentado a él.


ARGUMENTO: Jefferson Cody, un hombre que lleva buscando a su mujer durante diez años, rescata de los comanches a Nancy Lowe. Durante el camino de vuelta a Lordsburgh se les unirán Ben Lane, pistolero al que Cody se enfrentó durante su estancia en el ejército, y sus jóvenes compinches Dobie y Frank que pretenden apoderarse de la mujer y cobrar los 5.000 dólares de recompensa ofrecidos por su marido.



Última película del ciclo Ranown en la que al igual que en la anterior aparece la productora creada por Randolph Scott y Harry Joe Brown en los títulos de crédito, fue rodada en CinemaScope y, además del director y la estrella, participó Burt Kennedy como guionista, quien de nuevo embarca a cinco personajes en un viaje tanto físico como espiritual a través de un territorio habitado por la barbarie y en el que se revelarán las mejores virtudes pero también los principales defectos del ser humano. En este sentido es paradigmático Ben Lane, un pistolero capaz de rescatar de una muerte segura a manos de los indios a Cody, con el que sabe deberá enfrentarse para poder apropiarse de los 5.000 dólares de la recompensa, y al mismo tiempo de llevar hasta sus últimos extremos ese deseo sin importarle a quien deba asesinar.



El tándem Boetticher-Kennedy nos ofrece de nuevo un wéstern minimalista, reflexivo e intimista que se centra en las relaciones establecidas entre los cinco protagonistas, personajes complejos y bien perfilados que mostrarán sus dudas, frustraciones e, incluso, contradicciones no sólo a través de su forma de actuar sino también mediante las excelentes conversaciones mantenidas a lo largo del trayecto.



Nos volvemos a encontrar a un héroe solitario, su presentación cabalgando perdido en el paisaje rocoso de Pine Lane ya es marca de la casa, con un presente condicionado por el pasado que lo tortura, el rapto de su mujer a manos de los comanches, por lo que se ha embarcado, desde hace diez años, en una eterna búsqueda de su esposa, posiblemente fallecida, intentando rescatar a todas las mujeres blancas cautivas de los indios que puede. Esta búsqueda, como en su día señaló Eduardo Torres Dulce, lo asemeja a Ethan Edwards pero en una versión más amable, humana y sin las connotaciones xenófobas del personaje interpretado por John Wayne (1) para la inmortal “Centauros del desierto” (John Ford, 1956). Su soledad es trágicamente resaltada tanto con el inicio y el final del filme como con la muerte de Dobie al que le había ofrecido asociarse con él para separarle de la órbita de influencia de Ben y de su vida de delincuencia (2). Además la propia edad del actor, superaba los sesenta años cuando interpretó la película, dota al personaje de cierto carácter crepuscular.



Como principal antagonista, nos encontramos con Ben Lane, estupendo Claude Akins, de nuevo un personaje ambiguo tratado con respeto por el director. Con una cuenta pendiente con Cody, al haber colaborado éste en su expulsión del ejército, es producto de un mundo hostil y violento, y se verá deslumbrado por la generosa recompensa ofrecida por el marido de Nancy con la que, al menos temporalmente, podría abandonar una vida caracterizada por la miseria. Por tanto, al igual que le ocurría a Bill en “Tras la pista de los asesinos”, será la necesidad la que despierta la codicia en Ben (3).



En una posición intermedia se sitúan los dos jóvenes pistoleros, acompañantes de Ben, dedicados al bandidaje para huir de la pobreza y evitar que: “Cuando llegues a viejo tengan que hacer una colecta para enterrarte” como le comenta Frank a Dobie.



No obstante ambos mantienen un posicionamiento ético diferente respecto a su vida basada en la delincuencia. Así mientras que Frank, interpretado por un Skip Homeier que repetía con Boetticher tras aparecer en “Los cautivos”, actúa de forma irreflexiva sin plantearse su situación a pesar de que esta no ha mejorado; Dobie, como consecuencia de la educación recibida, continuamente se cuestiona sus actos y el sentido de su existencia, teniendo muy presente a su padre para quien “Si un hombre hace una cosa, una sóla cosa en su vida de la que sentirse orgulloso es suficiente”. Tras conocer a Jefferson comenzará a plantearse abandonar a Ben pero el destino se lo impedirá y su intento de redimirse terminará de forma trágica. En relación con su actitud vital, cuestionándose su existencia y apelando a la necesidad para un hombre de sentirse orgulloso con la misma, Dobie se perfila como una versión más joven de Frank en “Los cautivos” y Sam en “Cabalgar en solitario”.



Junto a ellos el único personaje femenino, Nancy Lowe interpretado por Nancy Gates, incrementa, al igual que ocurrió en “Cabalgar en solitario” con la presencia de Karen Steele, el componente erótico del filme, pues no sólo se convertirá en el objeto del deseo de Ben; sino que Jefferson también se verá atraído por ella, vislumbrando una cierta esperanza de rehacer su vida, truncada en la demoledora escena final cuando el protagonista por fin conocerá el motivo por el que el marido de Nancy no se embarcó en su búsqueda y tan sólo se limitó a ofrecer la suculenta recompensa (4).



“Estación Comanche”, con una estructura circular y uno de los finales más desoladores de la serie al condenar el director al protagonista a recorrer el mundo sin esperanza de descanso repitiendo la misma misión, cual moderno Sísifo, una y otra vez, es un más que digno colofón de un ciclo de películas fundamental en la evolución del wéstern en el que realizador y actor dieron los mejor de sí mismos, además de suponer prácticamente la despedida del género de ambos (5).


(1) Fue el rodaje de esta película el que impidió a John Wayne interpretar a Ben Stride en “Tras la pista de los asesinos” y le llevó a recomendar ante Boetticher a Randolph Scott, según palabras del propio director, por entender que estaba acabado y no le haría sombra.

(2) Curiosamente en “Buchanan cabalga de nuevo” el personaje de Pecos Hill, al que Buchanan le ofrecó asociarse con él para igualmente alejarle de su actual vida de matón, corre la misma suerte que Dobie. Acentuándose con ello la condición solitaria y trágica de los protagonistas de ambos filmes.

(3) El personaje interpretado por Claude Akins presenta semejanzas notables con el de Frank Jesse al que dio vida Dan Duryea en “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), filme basado en otro gran guion de Burt Kennedy. Así, al igual que Ben, Frank, un pistolero sin demasiada suerte, se aferrará a la suma de dinero ofrecida por Kelly por escoltarla hasta Del Cobre como medio para huir de su pobreza; e incluso, como le ocurre a Ben con Nancy, se verá atraído sexualmente por ella. Igualmente mantiene una relación parecida con Cody a la de Bill Masters con Stride en “Tras la pista delos asesinos”, incluso ambos salvarán la vida del protagonista a pesar de que son conscientes de que éste constituye el único obstáculo para conseguir su objetivo (los 5.000 dólares de recompensa en el caso de Lane y los 20.000 dólares producto del robo a la Wells Fargo para Masters).

(4) Respecto a la incipiente relación establecida entre Jefferson y Nancy la película entroncaría con las dos primeras de la serie al presentarnos a una mujer casada con un hombre aparentemente débil; pero una diferencia acentúa el dramatismo, amargura y desesperanza del último wésten de la serie, ya que mientras en las dos primeras, tras el fallecimiento de sus respectivos esposos, parece atisbarse una incipiente relación de estas con el protagonista y, por tanto, de un futuro esperanzador para él; en “Estación Comanche” el tándem Boetticher-Kennedy niega esa posibilidad a Cody y le condena a una vida desarraigada y solitaria.

(5) Aunque Randolph Scott decidió tras esta película abandonar el cine, se puso de nuevo y por última vez delante de una cámara dos años después para rodar la indispensable “Duelo en la altasierra” (Sam Peckinpah, 1962); mientras que Budd Boetticher tan sólo rodaría un wéstern más “Un tiempo para morir” (1969), película marcada por la muerte de su protagonista, Audie Murphy, en un trágico accidente de aviación.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

CABALGAR EN SOLITARIO

ESPECIAL CICLO RANOWN (7)
(Ride lonesome, 1959)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Ben Brigade
- Karen Steele: Carrie Lane
- Pernell Roberts: Sam Boone
- James Best: Billy John
- Lee Van Cleef: Frank
- James Coburn: Whit

Música: Heinz Roemheld.
Productora: Ranown Pictures Corporation. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 8.

“Un hombre a la mitad de su camino recorrido quiere tener algo de lo que sentirse orgulloso”. Sam Boone explicándole a Ben Brigade las razones que lo llevan a intentar abandonar su vida como bandido.


ARGUMENTO: Ben Brigade, un cazador de recompensas, apresa a Billy John, un pistolero buscado por asesinato. Pronto se le unirán Carrie Lane, enviudada recientemente, y dos forajidos, Sam y Whit, interesados en llevar a Billy a Santa Cruz para obtener el indulto. Juntos deberán hacer frente  los pieles rojas, cuyo jefe se ha encaprichado de Carrie, y a la banda de Frank, hermano de Billy, con el que Ben tiene una cuenta pendiente.


Sexta entrega de la serie y primera realizada en formato CinemasCoope, espléndidamente aprovechado tanto por Boetticher como por su director de fotografía Charles Lawton Jr. Igualmente, por primera vez es en esta película donde figura la Ranown como productora en los títulos de crédito.


Con “Cabalgar en solitario”, estrenada tras los dos filmes menos logrados del ciclo, Boetticher recupera el tono duro, amargo y melancólico de las dos primeras cintas con las que, además, presenta grandes semejanzas gracias a la pluma de Burt Kennedy que embarca a los protagonistas en un viaje físico y moral. Estamos pues ante un wéstern de itinerario y, por tanto, rodado íntegramente en exteriores, fundamentalmente en Lone Pine, con su característico paisaje rocoso ya utilizado por Boetticher tanto en “Tras la pista de los asesinos”, en donde se desarrollaban los enfrentamientos finales, como en “Los cautivos”, en cuyas rocas localizó la guarida de los forajidos. Igualmente recupera la presencia de los mescaleros, pero no como una amenaza latente (“Tras la pista de los asesinos”) sino como una amenaza real que da lugar a un enfrentamiento entre el grupo y los indios rodado magistralmente.


La película cuenta con un inicio característico de su director en el que vemos al protagonista cabalgar por un paisaje agreste mientras aparecen los títulos de crédito para, a partir de su encuentro con un forajido, desarrollar una historia profundamente moral sobre los deseos de venganza de Ben Brigade y la búsqueda de una segunda oportunidad por parte de dos de sus acompañantes. Además, como en las anteriores películas del ciclo escritas por Burt Kennedy, el inteligente guión nos ira proporcionando la información a medida que se desarrolle la historia; una aventura que igualmente afecta tan sólo a un puñado de personajes.


Randolph Scott se muestra eficaz, y mucho más atinado que en los filmes inmediatamente anteriores como Ben, quizás porque retoma un personaje más cercano a su estilo interpretativo. Así el protagonista es un individuo obsesionado con vengarse de Frank, el asesino de su mujer, para lo que incluso utilizará de cebo a un “inocente”( Billy hermano del pistolero), se comportará de forma similar a como lo hizo Frank en el pasado y no dudará en poner en peligro a sus acompañantes con tal de saciar su sed de venganza. Volvemos a encontrarnos con un personaje adusto, lacónico, desagradable, amargado, brusco en su trato con los demás, más pendiente del confort de los caballos que el de las personas e inflexible hasta el final de la película. Un individuo que ha pasado de ser un honrado defensor de la ley a convertirse en un despiadado cazador de recompensas. Pero al mismo tiempo es una persona fiel a sus principios y honesto, lo que lleva a Billy a preguntarle “¿Cómo puede satisfacerle una recompensa a un hombre como tú? Es dinero manchado de sangre”.


Junto a él nos encontramos a Sam Boone, interpretado por un preBonanza Pernell Roberts, otro de los memorables villanos de la saga claramente emparentado con el Frank Usher de “Los cautivos”. Ambos son forajidos cansados de su vida a la que, probablemente, han llegado por una serie de decisiones erróneas en un mundo en el que el margen entre el bien y el mal es muy estrecho. Al igual que Frank es un pistolero que anhela poseer un rancho, cultivar la tierra y pasear por las calles; en definitiva, llevar una vida normal. Desde el principio sus intereses chocarán con los de Ben ya que necesita entregar a Billy para conseguir, junto con su compañero Whit, el ansiado indulto. Billy se ha convertido en su pasaporte a una nueva vida y así se lo expresa a su colega Whit en una gran escena nocturna al comentarle: “Amnistía. No tendremos que dormir nunca más con el revólver bajo la almohada, muertos de miedo cada vez que se nos acerca un desconocido”. Personaje inteligente, agradable y pese a sus imperfecciones más humano que Ben, muestra a lo largo del filme su generosidad y sincera amistad hacia Whit al que le propondrá asociarse con él cediéndole la mitad del rancho que posee en el norte de Socorro. Esta relación de franca camaradería entre ambos forajidos contrasta con la situación del protagonista e incrementa su soledad. Además, y al igual que el cazador de recompensas, muestra un férreo código ético. Así estará dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir entregar a Billy, incluso matar a Ben, pero como señala no por la espalda sino cara a cara; e, incluso, antes del irremediable duelo le ayudará en su enfrentamiento con los hombres de Frank.


El tercer vértice de la historia lo constituye Carrie Lane, interpretada con acierto por una exuberante Karen Steele, que goza de una presentación tan espectacular como la del filme anterior del ciclo (1). Mujer de fuerte carácter y determinación, al igual que Ben y Sam es otra de las víctimas de la violencia de una tierra sin civilizar y se convertirá en un personaje fundamental para el desarrollo de la historia. En primer lugar porque la persecución de los mescaleros se debe a la atracción que siente el jefe de los apaches por ella, y en segundo lugar por convertirse en la promesa de un futuro mejor para Sam, igualmente atraído tanto por su belleza como por su fuerte personalidad.


El resto de personajes con cierta entidad está interpretado por secundarios tan habituales de este género como James Best (2) en el rol de Billy y actores del nivel de Lee Van Cleef como Frank o James Coburn en el papel de Whit, antes de convertirse ambos en estrellas (3) y (4).




Además el filme visualmente es una maravilla. Bellísimos encuadres, precisos y preciosos movimientos de cámara de entre los que sin duda cabe destacar el correspondiente a la llegada de la diligencia a la posta, cuidadísimas composiciones de los planos, un trabajo de montaje ejemplar y un extraordinario Charles Lawton Jr. luciéndose, sobre todo, en la iluminación de las escenas nocturnas. Si se le puede poner una pega a la película es tan sólo por la banda sonora, no muy lograda, excesivamente repetitiva y que remite a otras composiciones ya escuchadas en distintos wésterns.


“Cabalgar en solitario” constituye sin duda la cumbre del ciclo Ranown y a través de una estructura circular al finalizar la historia en el mismo lugar en el que se inicio la tragedia para Ben (el árbol en donde fue ahorcada su mujer por Frank), nos regala un epílogo de tanta belleza, con la cámara situada en una grúa ascendente enfocando en un plano general al árbol pasto de las llamas, como amargo y simbólico con el fuego como elemento purificador y transformador, pero no para todos los personajes puesto que si Sam y Whit parecen iniciar una vida nueva alejada de la delincuencia, la existencia de Ben, a pesar de haber cerrado una etapa dando cumplimiento a su venganza, siempre estará marcada por el asesinato de su mujer y el sentimiento de culpabilidad que arrastra; es un hombre vacío condenado a cabalgar siempre en solitario.


(1) Tanto en la presentación de los personajes como en el diálogo que mantienen relativo al asalto de la diligencia, Boetticher hizo un guiño a “Los cautivos” en la escena que aparecen por primera vez Carrie, Sam y Whit.

(2) En su dilatada carrera con más de 180 películas para el cine y la televisión, James Best (1926-2015) intervino en numerosos wésterns sobre todo para la Universal, pero también para otras majors como la Twenthy Century Fox, la Warner Brothers y la Columbia; así como para pequeñas compañás entre las que destacan la Bel-Air o la Allied Artits Pictures. Encuadrado generalmente en producciones modestas rodó junto a Budd Boeticher tres wésterns: “Cimarron Kid” (1952), “Traición en Fort King” (1953) y la película objeto de esta reseña.

(3) Eterno secundario relegado, por su peculiar aspecto físico, a roles negativos tanto en el wéstern como en el cine negro y con graves problemas con el alcohol, Lee Van Cleef (1925-1989) alcanzó el deseado reconocimiento gracias a las dos películas que coprotagonizó en Europa bajo la dirección de Sergio Leone: “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966).

(4) James Coburn (1928-2002) debutó en el cine con “Cabalgar en solitario”. Posteriormente en este género nos regalaría un buen puñado de inolvidables personajes: el lacónico Brit, inicialmente previsto para Sterling Hayden, en ”Los siete magníficos” (John Sturges, 1959), el explorador Samuel Potts en “Major Dundee” (Sam Peckinpah, 1965), el activista John Mallory en “Agáchate maldito” (Sergio Leone, 1971), el coronel Pembroke con una cuenta personal pendiente en “Una razón para vivir y una para morir” (Tonino Valerii, 1972), el traidor sheriff en “Pat Garret y Billy the Kid” (Sam Peckinpah, 1973) o el vaquero con un alto concepto de la amistad en “Muerde la bala” (Richard Brooks, 1975).

jueves, 22 de noviembre de 2018

NACIDA EN EL OESTE

ESPECIAL CICLO RANOWN (6)
(Westbound, 1959)

Dirección: Budd Boetticher 
Guion: Berne Giler

Reparto:
- Randolph Scott: Capitán John Hayes
- Virginia Mayo: Norma Putnam
- Karen Steele: Jeanie Miller
- Andrew Duggan: Clay Putnam
- Michael Dante: Rod Miller
- Michael Pate: Mace
- Wally Brown: Study
- John Daheim: Russ
- Walter Barnes: Willis

Música: David Buttolph.
Productora: Warner Brothers.  (USA).

Por Jesús Cendón. NOTA: 6

“Escucha, un hombre no es menos hombre por haber perdido un brazo luchando por lo que cree”. Jeanie Miller a su marido Rod, tras licenciarse como mutilado de guerra.


ARGUMENTO: En plena Guerra de Secesión el mando nordista encarga al capitán John Hayes la creación de una línea regular de diligencias para transportar el oro a lo largo de 3.000 kilómetros. En el cumplimiento de su misión John deberá enfrentarse a Clay Putnam, un antiguo amigo, y Mace, un temible pistolero.



Con el incomprensible nombre en castellano de “Nacida en el Oeste” (todavía no sé a quién alude el título) nos encontramos con un filme tradicionamente integrado en el ciclo Ranown pero en cuya producción no intervinieron ni Randolph Scott ni Harry Joe Brown sino que se debió a la iniciativa de Henry Blanke en el marco de la Warner Brothers. De hecho Budd Boetticher no consideraba que formara parte de la serie de películas realizadas junto con Randolph Scott y reconocía que su gestación se debió a una obligación contractual del actor con la major (1).



Estamos pues ante un producto típicamente alimenticio en el que si bien Boetticher despacha un filme enérgico, brioso y dinámico, características propias de su cine, carece de los rasgos de modernidad presentes en los títulos anteriores del ciclo.



Además partió de un guion del televisivo Berne Giler que no desarrolla los interesantes temas planteados en su inicio: la difícil adaptación a la vida civil de los excombatientes, máxime si han sufrido una mutilación física o emocional; y el drama provocado por la guerra en la sociedad al separar de forma irreconciliable en distintos bandos a familias y amigos. De hecho la historia se sitúa en California, un Estado que, pese adherirse formalmente a la Unión, contaba con una gran parte de la población simpatizante de la causa sureña. Sin embargo, el filme abandona pronto estas premisas para ofrecernos una historia tópica, carente de originalidad, previsible y más tendente a la acción frente a la reflexión, característica del resto de películas que componen este ciclo.



Incluso el período en el que se desarrolla el drama, la Guerra de Secesión, y el propio protagonista no responden al resto de cintas dirigidas por Boetticher y protagonizadas por Scott. Así John Hayes no actuará movido por sentimientos personales, generalmente el deseo de venganza, sino que se trata de un militar comprometido con la causa de la Federación y la construcción de un país a través de la línea de la diligencias. Es un personaje mucho más cercano al héroe clásico del wéstern y así se nos muestra desde la primera escena como un hombre solidario, defensor del débil, amigable, menos individualista y generoso; abandonando su actitud hosca presente en otros wésterns de la serie.



Desde el punto de vista estético también se aprecian diferencias ya que Boetticher no contó con la colaboración de directores de fotografía del nivel de William H. Clothier (2), Charles Lawton Jr. presente en tres de las cintas (3) o Lucien Ballard (4) que tanto contribuyeron al resultado final de los filmes rodados junto a Randolph Scott. Además el sistema de filmación utilizado, lógicamente el Warnercolor, confiere a la película cierta singularidad.



Por el contrario en su haber cuenta con el personaje de Clay Putnam, interpretado magníficamente por un Andrew Duggan que ya había intervenido en “Cita en Sundown”. Es el típico antagonista del héroe de una gran complejidad. Antiguo amigo de John se enfrenta a él por ser fiel a la Confederación y cumplir con su obligación consistente en sabotear la línea de diligencias; es, por tanto, un elemento externo, la guerra, el que separará y enfrentará a los viejos camaradas. División agravada por el hecho de haber contraído matrimonio Clay con Norma, ex-amante de John. Individuo ambicioso y contradictorio, contratará a un pistolero, Mace (interpretado por un excelente Michael Pate vestido rigurosamente de negro), para adueñarse de la región y llevar a cabo sus planes, pero rechazará en todo momento el derramamiento de sangre. Y será precisamente un desgraciado accidente provocado por Mace lo que originará su reacción enfrentándose al pistolero en un intento de redención. De esta forma Boetticher se esfuerza en presentarnos a Clay como otra víctima más de la guerra.



Igualmente interesantes son los dos personajes femeninos principales, aunque están desarrollados de forma desigual.



Por una parte, nos encontramos a una desaprovechada Virginia Mayo como Norma Putnam, la esposa de Clay, quien parece debatirse entre su amor por Clay y el recuerdo de John; dudas acrecentadas tras conocer el resultado de los sabotajes llevados a cabo por los hombres de su esposo que da lugar a una escena de corte melodramático excesivamente forzada.



Y por otra, aparece una entonada Karen Steele en el papel de Jeannie, la mujer de Rod, el soldado mutilado, cuya presentación es difícil de olvidar. Personifica la entrega sin condiciones y protagoniza dos soberbias escenas de una gran sutileza. Aquella en la que tras volver su marido de la guerra manco intenta abrazarlo y retira rápidamente su brazo y en la que le da a John la noticia del fallecimiento de su esposo.



Son estas escenas, junto con otros aciertos como el de contar la agonía de Rod en off sorprendiéndonos con el resultado, las que muestran la calidad de un director como Boetticher y nos resarcen, incluso, del decepcionante enfrentamiento final entre Mace y John carente de la espectacularidad requerida.



Alejada del sello renovador característico de las principales películas de la serie, “Nacida en el Oeste” es, sin embargo, un digno wéstern, capaz de satisfacer a los aficionados al género, con el que el tándem Boetticher-Scott parece que se dio un respiro inmediatamente antes de ofrecernos dos de los mejores títulos del ciclo con, de nuevo, la venganza y la codicia como ejes.


(1) Según comentó el propio Boetticher en una entrevista, Randy Scott estaba obligado por contrato a hacer un último wéstern con la Warner. Boetticher para evitar un perjuicio al actor accedió a dirigir la película a pesar de que el guion no le gustaba. Además, a cambio, consiguió que la major se interesará en su nuevo proyecto, “La ley del hampa” (1960) y le financiara su filmación.

(2) William H. Clothier, con dos nominaciones al Oscar, fue un extraordinario cameraman en nómina de la Warner y muy ligado a este género, en concreto a John Ford y John Wayne, quien le contrató para su productora, la Batjac, con carácter permanente. Entre los wésterns más destacados en los que participó, además de “Tras la pista de los asesinos”, podemos recordar “El rastro de la pantera” (William Wellman, 1954), “Misión de audaces" (John Ford, 1959), “El Álamo” (John Wayne, 1960), “Los comancheros” (Michael Curtiz, 1961), “El hombre que mató a Liberty Valance” (John Ford, 1962), “Una trompeta lejana” (Raoul Walsh, 1964), “El gran combate” (John Ford, 1964), “Ataque al carro blindado” (Burt Kennedy, 1967) o “Río Lobo” (Howard Hawks, 1970).

(3) Ligado durante diecisietes años a la Columbia, Charles Lawton Jr. fue el responsable en la década de los cincuenta de la fotografía, además de la de “Los cautivos” y de las dos últimas entregas del ciclo Ranown, de los tres wésterns dirigidos por Delmer Daves y protagonizados por Glenn Ford (“El tren de las 3:10”, “Jubal” y “Cowboy”) y de “Dos cabalgan juntos” (John Ford, 1961).

(4) Con una extensísima carrera que abarca  50 años y más de 130 títulos para, entre otras compañías, la Paramount, RKO y 20th Century Fox, Lucien Ballard es conocido en este género fundamentalmente gracias a sus colaboraciones con Henry Hathaway (“Los cuatro hijos de Katie Elder” -1965-, “Nevada Smith” -1966- y “Valor de ley” -1969-) y Sam Peckinpah (“Duelo en la alta sierra” -1962- película en la que se puede rastrear la huella del ciclo Ranown, “Grupo salvaje” -1969-, “La balada de Cable Hogue” -1970- y “Junior Bonner” -1972-)


jueves, 8 de noviembre de 2018

CITA EN SUNDOWN

ESPECIAL CICLO RANOWN (4)
(Decision at Sundown, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Charles Lang

Reparto:
- Randolph Scott: Bart Allison
- John Carroll: Tate Kimbrough
- Karen Steele: Lucy Summerton
- Valerie French: Ruby James
- Noah Beery Jr.: Sam
- John Archer: Doctor John Storrow
- Andrew Duggan: Sheriff Swede Hansen
- James Westerfield: Otis
- John Litel: Charles Summerton
- Ray Teal: Morley Chase

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 6’75

“Usted estuvo casado pero jamás tuvo una verdadera esposa. ¿Cómo puede vengarse de algo que jamás ha tenido?” Ruby James a Bart Allison haciéndole comprender la mentira en la que ha vivido durante los tres últimos años.


ARGUMENTO: Bart Allison y su amigo Sam se encaminan a Sundown para acabar con la vida de Tate Kimbrough responsable del suicidio de la mujer de Bart. Una vez allí se encontrarán con que Tate se ha convertido en el cacique del lugar, por lo que sus planes se complicarán.



Tercera entrega del ciclo Ranown producida por la Scott-Brown Production y dirigida por Budd Boetticher en la que el hasta ahora habitual Burt Kennedy fue sustituido por el escritor Charles Lang Jr.



“Cita en Sundown” se distingue de los dos wésterns anteriores del ciclo Ranown porque no se desarrolla en exteriores sino que se trata de un wéstern urbano que respeta la unidades de tiempo, al desenvolverse la trama en tan sólo unas horas, y de lugar, puesto que salvo la secuencia inicial el resto de la película tiene como escenario las tres calles de la ciudad y cuatro edificios: el saloon, la iglesia, la casa de los Summerton y un corral en el que se refugian los protagonistas durante la mayor parte del metraje, con lo que se acentúa el carácter opresivo del filme.



A pesar de esta diferencia, Boetticher recupera en esta película el tema de la venganza a través de la figura de Bart que al igual que el Ben Stride de “Tras la pista de los asesinos” busca incansablemente al responsable de la muerte de su mujer. Nos encontramos de nuevo con un individuo solitario, pero al contrario de los héroes de las dos películas anteriores del ciclo, Bart es un neurótico que, roto por el dolor provocado por la pérdida del ser amado, ha transformado la realidad y vive en una mentira, negándose aceptar los hechos tal y como sucedieron. Un hombre desagradable, tozudo, egoísta y al borde de la enajenación capaz de embarcar a su mejor, y posiblemente único amigo, en una peligrosa aventura sin explicarle las razones de la misma y de golpearle cuando este intenta mostrarle cuál es la verdad. Así un inteligente guion nos irá revelando, fundamentalmente a través de las conversaciones mantenidas por Sam, que la mujer de Bart le había sido infiel con varios hombres, siendo Tate tan solo el último.



Junto con esta premisa y perfectamente ensamblada nos encontramos con la otra línea argumental de la película, ya que el pueblo está controlado por Tate, convertido en el gran cacique ante la pasividad dolosa de sus habitantes. Incluso el sheriff no es más que un esbirro pagado por el déspota y al servicio de sus intereses.



Así, a través de los ciudadanos de Sundown, Boetticher construye un filme enormemente pesimista sobre el ser humano en el que resalta su cobardía e indiferencia ante las injusticias, al anteponer la seguridad a la libertad. Para ello se vale, en uno de los grandes aciertos de la película, de una rica galería de secundarios.




Tate, el antagonista de Bart, es un hombre despótico pero su poder es frágil y se basa más en la indolencia y apatía de los ciudadanos de Sundown que en su fortaleza. De hecho comprobará cómo con la llegada de Bart su imperio se desmorona rápidamente. Boetticher, al igual que en otros filmes del ciclo, se esfuerza por humanizarlo, engrandeciéndolo en la escena final. Estamos ante un mujeriego, amante de la buena vida, que se debate entre dos amores: el de Lucy, el más conveniente para sus intereses, y el de la “corista” Ruby. Triángulo que da lugar a una subtrama de corte melodrámatico bastante floja y desequilibrada, ya que mientras el personaje de Lucy, interpretado por una estupenda Karen Steele (1), es bastante tópico y apenas incide en la trama, aunque será una de las primeras personas que intente hacerle comprender a Bart su error, siendo agredida por él; Ruby James, interpretada con acierto por Valerie French, es un personaje fascinante y con una gran importancia en el desarrollo de la historia. Fiel hasta el final a Tate, a pesar de estar a punto de casarse con Lucy, tomará una decisión arriesgada con la que cambiará el destino del cacique y será quien, por fin, haga entrar en razón a Bart. 




Junto a ellos aparece, como ya señalé, un puñado de secundarios magníficamente perfilados. Charles Summerton, padre de Lucy, símbolo de la pérdida del respeto y la dignidad de la población de Sundown al consentir la boda de su hija con Tate por intereses personales. Morley Chase, un ranchero que muestra su desagrado por la situación existente pero es incapaz de enfrentarse al cacique para acabar con la situación. Swede Hanson, un vulgar matón vendido a Tate quien le ha entregado la estrella de latón. Otis, el barman, con una visión poco edificante del ser humano porque como le señala al doctor: “Doc, si hubiera estado sirviendo en un bar como yo no esperaría usted tanto de la raza humana”. Sam, interpretado por un excelente Noah Beery Jr y protagonista de las escasas escenas cómicas del filme, el amigo leal y noble de Bart que intentará hacerle entrar en razón, lo disculpará en todo momento y permanecerá junto a él a pesar de haber sido golpeado por su camarada. Y John Storrow, el doctor del pueblo, uno de los escasos personajes con conciencia en Sundown y decisivo, a través de un inteligente discurso, en la reacción de los habitantes del pueblo al haberlos enfrentado con sus propias miserias.





Sin duda, la película es una de las más desoladoras del ciclo con un final imprevisible, original, duro y amargo en el que vemos a Bart, involuntario elemento catalizador de la revuelta popular contra Tate, emborracharse para, después, salir del pueblo y perderse en la nada mientras el doctor comenta: “Sí, cambió las cosas para todo el mundo en la ciudad. Pero por desgracia no hay nada que podamos hacer por él”. Es un hombre que lo ha perdido todo al enfrentarse a la realidad, incluso un pasado que nunca fue como él tenía idealizado, un época mitificada en cuyo recuerdo había basado su existencia. Estamos ante un individuo con un profundo desgarro en su interior, simbolizado en la herida de su mano, al que no le queda ningún motivo para seguir vivo tras haber estado engañándose durante los tres últimos años, y que ni tan siquiera ha tenido la satisfacción, aunque mínima, de llevar a cabo su venganza. De hecho uno de los personajes al principio de la película advierte de manera premonitoria que: “Cuando un hombre busca su venganza, está tan obcecado por ella que rara vez puede cumplir su deseo”.



“Cita en Sundown” es un filme irregular pero cuenta con un último tramo modélico que lo sitúa por encima de la media de este tipo de productos, aunque no llegue al nivel de las dos primeras entregas del ciclo.

(1) Karen Steele, recordada por su papel en “Marty” (Delbert Mann, 1955) y por aquellos años unida sentimentalmente a Budd Boetticher, participó en tres títulos del ciclo Ranown, la película objeto de esta reseña,  Nacida en el Oeste” (1959) y “Cabalgar en solitario” (1959). Igualmente rodó bajo la dirección de Budd Boetticher el excelente noir “La ley del hampa” (1960), pero su carrera se desarrolló básicamente en la televisión.