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viernes, 7 de diciembre de 2018

ESTACIÓN COMANCHE

ESPECIAL CICLO RANOWN (8)
(Comanche Station, 1960)

Dirección: Budd Boetticher

Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Jefferson Cody
- Nancy Gates: Nancy Lowe
- Claude Akins: Ben Lane
- Richard Rust: Dobie
- Skip Homeier: Frank

Música: Mischa Bakaleinikoff
Productora: Ranown Pictures Corporation.  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“Es una lástima hasta donde llega un hombre por dinero. Sí señor. Es una lástima”. Un agonizante Ben Lane a Jefferson Cody tras haberse enfrentado a él.


ARGUMENTO: Jefferson Cody, un hombre que lleva buscando a su mujer durante diez años, rescata de los comanches a Nancy Lowe. Durante el camino de vuelta a Lordsburgh se les unirán Ben Lane, pistolero al que Cody se enfrentó durante su estancia en el ejército, y sus jóvenes compinches Dobie y Frank que pretenden apoderarse de la mujer y cobrar los 5.000 dólares de recompensa ofrecidos por su marido.



Última película del ciclo Ranown en la que al igual que en la anterior aparece la productora creada por Randolph Scott y Harry Joe Brown en los títulos de crédito, fue rodada en CinemaScope y, además del director y la estrella, participó Burt Kennedy como guionista, quien de nuevo embarca a cinco personajes en un viaje tanto físico como espiritual a través de un territorio habitado por la barbarie y en el que se revelarán las mejores virtudes pero también los principales defectos del ser humano. En este sentido es paradigmático Ben Lane, un pistolero capaz de rescatar de una muerte segura a manos de los indios a Cody, con el que sabe deberá enfrentarse para poder apropiarse de los 5.000 dólares de la recompensa, y al mismo tiempo de llevar hasta sus últimos extremos ese deseo sin importarle a quien deba asesinar.



El tándem Boetticher-Kennedy nos ofrece de nuevo un wéstern minimalista, reflexivo e intimista que se centra en las relaciones establecidas entre los cinco protagonistas, personajes complejos y bien perfilados que mostrarán sus dudas, frustraciones e, incluso, contradicciones no sólo a través de su forma de actuar sino también mediante las excelentes conversaciones mantenidas a lo largo del trayecto.



Nos volvemos a encontrar a un héroe solitario, su presentación cabalgando perdido en el paisaje rocoso de Pine Lane ya es marca de la casa, con un presente condicionado por el pasado que lo tortura, el rapto de su mujer a manos de los comanches, por lo que se ha embarcado, desde hace diez años, en una eterna búsqueda de su esposa, posiblemente fallecida, intentando rescatar a todas las mujeres blancas cautivas de los indios que puede. Esta búsqueda, como en su día señaló Eduardo Torres Dulce, lo asemeja a Ethan Edwards pero en una versión más amable, humana y sin las connotaciones xenófobas del personaje interpretado por John Wayne (1) para la inmortal “Centauros del desierto” (John Ford, 1956). Su soledad es trágicamente resaltada tanto con el inicio y el final del filme como con la muerte de Dobie al que le había ofrecido asociarse con él para separarle de la órbita de influencia de Ben y de su vida de delincuencia (2). Además la propia edad del actor, superaba los sesenta años cuando interpretó la película, dota al personaje de cierto carácter crepuscular.



Como principal antagonista, nos encontramos con Ben Lane, estupendo Claude Akins, de nuevo un personaje ambiguo tratado con respeto por el director. Con una cuenta pendiente con Cody, al haber colaborado éste en su expulsión del ejército, es producto de un mundo hostil y violento, y se verá deslumbrado por la generosa recompensa ofrecida por el marido de Nancy con la que, al menos temporalmente, podría abandonar una vida caracterizada por la miseria. Por tanto, al igual que le ocurría a Bill en “Tras la pista de los asesinos”, será la necesidad la que despierta la codicia en Ben (3).



En una posición intermedia se sitúan los dos jóvenes pistoleros, acompañantes de Ben, dedicados al bandidaje para huir de la pobreza y evitar que: “Cuando llegues a viejo tengan que hacer una colecta para enterrarte” como le comenta Frank a Dobie.



No obstante ambos mantienen un posicionamiento ético diferente respecto a su vida basada en la delincuencia. Así mientras que Frank, interpretado por un Skip Homeier que repetía con Boetticher tras aparecer en “Los cautivos”, actúa de forma irreflexiva sin plantearse su situación a pesar de que esta no ha mejorado; Dobie, como consecuencia de la educación recibida, continuamente se cuestiona sus actos y el sentido de su existencia, teniendo muy presente a su padre para quien “Si un hombre hace una cosa, una sóla cosa en su vida de la que sentirse orgulloso es suficiente”. Tras conocer a Jefferson comenzará a plantearse abandonar a Ben pero el destino se lo impedirá y su intento de redimirse terminará de forma trágica. En relación con su actitud vital, cuestionándose su existencia y apelando a la necesidad para un hombre de sentirse orgulloso con la misma, Dobie se perfila como una versión más joven de Frank en “Los cautivos” y Sam en “Cabalgar en solitario”.



Junto a ellos el único personaje femenino, Nancy Lowe interpretado por Nancy Gates, incrementa, al igual que ocurrió en “Cabalgar en solitario” con la presencia de Karen Steele, el componente erótico del filme, pues no sólo se convertirá en el objeto del deseo de Ben; sino que Jefferson también se verá atraído por ella, vislumbrando una cierta esperanza de rehacer su vida, truncada en la demoledora escena final cuando el protagonista por fin conocerá el motivo por el que el marido de Nancy no se embarcó en su búsqueda y tan sólo se limitó a ofrecer la suculenta recompensa (4).



“Estación Comanche”, con una estructura circular y uno de los finales más desoladores de la serie al condenar el director al protagonista a recorrer el mundo sin esperanza de descanso repitiendo la misma misión, cual moderno Sísifo, una y otra vez, es un más que digno colofón de un ciclo de películas fundamental en la evolución del wéstern en el que realizador y actor dieron los mejor de sí mismos, además de suponer prácticamente la despedida del género de ambos (5).


(1) Fue el rodaje de esta película el que impidió a John Wayne interpretar a Ben Stride en “Tras la pista de los asesinos” y le llevó a recomendar ante Boetticher a Randolph Scott, según palabras del propio director, por entender que estaba acabado y no le haría sombra.

(2) Curiosamente en “Buchanan cabalga de nuevo” el personaje de Pecos Hill, al que Buchanan le ofrecó asociarse con él para igualmente alejarle de su actual vida de matón, corre la misma suerte que Dobie. Acentuándose con ello la condición solitaria y trágica de los protagonistas de ambos filmes.

(3) El personaje interpretado por Claude Akins presenta semejanzas notables con el de Frank Jesse al que dio vida Dan Duryea en “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), filme basado en otro gran guion de Burt Kennedy. Así, al igual que Ben, Frank, un pistolero sin demasiada suerte, se aferrará a la suma de dinero ofrecida por Kelly por escoltarla hasta Del Cobre como medio para huir de su pobreza; e incluso, como le ocurre a Ben con Nancy, se verá atraído sexualmente por ella. Igualmente mantiene una relación parecida con Cody a la de Bill Masters con Stride en “Tras la pista delos asesinos”, incluso ambos salvarán la vida del protagonista a pesar de que son conscientes de que éste constituye el único obstáculo para conseguir su objetivo (los 5.000 dólares de recompensa en el caso de Lane y los 20.000 dólares producto del robo a la Wells Fargo para Masters).

(4) Respecto a la incipiente relación establecida entre Jefferson y Nancy la película entroncaría con las dos primeras de la serie al presentarnos a una mujer casada con un hombre aparentemente débil; pero una diferencia acentúa el dramatismo, amargura y desesperanza del último wésten de la serie, ya que mientras en las dos primeras, tras el fallecimiento de sus respectivos esposos, parece atisbarse una incipiente relación de estas con el protagonista y, por tanto, de un futuro esperanzador para él; en “Estación Comanche” el tándem Boetticher-Kennedy niega esa posibilidad a Cody y le condena a una vida desarraigada y solitaria.

(5) Aunque Randolph Scott decidió tras esta película abandonar el cine, se puso de nuevo y por última vez delante de una cámara dos años después para rodar la indispensable “Duelo en la altasierra” (Sam Peckinpah, 1962); mientras que Budd Boetticher tan sólo rodaría un wéstern más “Un tiempo para morir” (1969), película marcada por la muerte de su protagonista, Audie Murphy, en un trágico accidente de aviación.