ESPECIAL CICLO RANOWN (8)
(Comanche Station, 1960)
Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt Kennedy
Reparto:
- Randolph Scott: Jefferson Cody
- Nancy Gates: Nancy Lowe
- Claude Akins: Ben Lane
- Richard Rust: Dobie
- Skip Homeier: Frank
Música: Mischa Bakaleinikoff
Productora: Ranown Pictures Corporation. (USA)
Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5
“Es una lástima hasta donde llega
un hombre por dinero. Sí señor. Es una lástima”. Un agonizante Ben Lane a
Jefferson Cody tras haberse enfrentado a él.
ARGUMENTO: Jefferson Cody, un
hombre que lleva buscando a su mujer durante diez años, rescata de los
comanches a Nancy Lowe. Durante el camino de vuelta a Lordsburgh se les unirán
Ben Lane, pistolero al que Cody se enfrentó durante su estancia en el ejército,
y sus jóvenes compinches Dobie y Frank que pretenden apoderarse de la mujer y
cobrar los 5.000 dólares de recompensa ofrecidos por su marido.
Última película del ciclo Ranown
en la que al igual que en la anterior aparece la productora creada por Randolph
Scott y Harry Joe Brown en los títulos de crédito, fue rodada en CinemaScope y,
además del director y la estrella, participó Burt Kennedy como guionista, quien
de nuevo embarca a cinco personajes en un viaje tanto físico como espiritual a
través de un territorio habitado por la barbarie y en el que se revelarán las
mejores virtudes pero también los principales defectos del ser humano. En este
sentido es paradigmático Ben Lane, un pistolero capaz de rescatar de una muerte
segura a manos de los indios a Cody, con el que sabe deberá enfrentarse para
poder apropiarse de los 5.000 dólares de la recompensa, y al mismo tiempo de
llevar hasta sus últimos extremos ese deseo sin importarle a quien deba
asesinar.
El tándem Boetticher-Kennedy nos
ofrece de nuevo un wéstern minimalista, reflexivo e intimista que se centra en
las relaciones establecidas entre los cinco protagonistas, personajes complejos
y bien perfilados que mostrarán sus dudas, frustraciones e, incluso,
contradicciones no sólo a través de su forma de actuar sino también mediante
las excelentes conversaciones mantenidas a lo largo del trayecto.
Nos volvemos a encontrar a un
héroe solitario, su presentación cabalgando perdido en el paisaje rocoso de
Pine Lane ya es marca de la casa, con un presente condicionado por el pasado
que lo tortura, el rapto de su mujer a manos de los comanches, por lo que se ha
embarcado, desde hace diez años, en una eterna búsqueda de su esposa,
posiblemente fallecida, intentando rescatar a todas las mujeres blancas
cautivas de los indios que puede. Esta búsqueda, como en su día señaló Eduardo
Torres Dulce, lo asemeja a Ethan Edwards pero en una versión más amable, humana
y sin las connotaciones xenófobas del personaje interpretado por John Wayne (1)
para la inmortal “Centauros del desierto” (John Ford, 1956). Su soledad es
trágicamente resaltada tanto con el inicio y el final del filme como con la
muerte de Dobie al que le había ofrecido asociarse con él para separarle de la
órbita de influencia de Ben y de su vida de delincuencia (2). Además la propia
edad del actor, superaba los sesenta años cuando interpretó la película, dota
al personaje de cierto carácter crepuscular.
Como principal antagonista, nos
encontramos con Ben Lane, estupendo Claude Akins, de nuevo un personaje ambiguo
tratado con respeto por el director. Con una cuenta pendiente con Cody, al
haber colaborado éste en su expulsión del ejército, es producto de un mundo
hostil y violento, y se verá deslumbrado por la generosa recompensa ofrecida
por el marido de Nancy con la que, al menos temporalmente, podría abandonar una
vida caracterizada por la miseria. Por tanto, al igual que le ocurría a Bill en
“Tras la pista de los asesinos”, será la necesidad la que despierta la codicia en
Ben (3).
En una posición intermedia se
sitúan los dos jóvenes pistoleros, acompañantes de Ben, dedicados al bandidaje
para huir de la pobreza y evitar que: “Cuando llegues a viejo tengan que hacer
una colecta para enterrarte” como le comenta Frank a Dobie.
No obstante ambos mantienen un
posicionamiento ético diferente respecto a su vida basada en la delincuencia.
Así mientras que Frank, interpretado por un Skip Homeier que repetía con
Boetticher tras aparecer en “Los cautivos”, actúa de forma irreflexiva sin
plantearse su situación a pesar de que esta no ha mejorado; Dobie, como
consecuencia de la educación recibida, continuamente se cuestiona sus actos y
el sentido de su existencia, teniendo muy presente a su padre para quien “Si un
hombre hace una cosa, una sóla cosa en su vida de la que sentirse orgulloso es
suficiente”. Tras conocer a Jefferson comenzará a plantearse abandonar a Ben
pero el destino se lo impedirá y su intento de redimirse terminará de forma
trágica. En relación con su actitud vital, cuestionándose su existencia y
apelando a la necesidad para un hombre de sentirse orgulloso con la misma, Dobie
se perfila como una versión más joven de Frank en “Los cautivos” y Sam en
“Cabalgar en solitario”.
Junto a ellos el único personaje
femenino, Nancy Lowe interpretado por Nancy Gates, incrementa, al igual que ocurrió
en “Cabalgar en solitario” con la presencia de Karen Steele, el componente
erótico del filme, pues no sólo se convertirá en el objeto del deseo de Ben;
sino que Jefferson también se verá atraído por ella, vislumbrando una cierta
esperanza de rehacer su vida, truncada en la demoledora escena final cuando el
protagonista por fin conocerá el motivo por el que el marido de Nancy no se
embarcó en su búsqueda y tan sólo se limitó a ofrecer la suculenta recompensa (4).
“Estación Comanche”, con una
estructura circular y uno de los finales más desoladores de la serie al
condenar el director al protagonista a recorrer el mundo sin esperanza de
descanso repitiendo la misma misión, cual moderno Sísifo, una y otra vez, es un
más que digno colofón de un ciclo de películas fundamental en la evolución del
wéstern en el que realizador y actor dieron los mejor de sí mismos, además de
suponer prácticamente la despedida del género de ambos (5).
(1) Fue el rodaje de esta
película el que impidió a John Wayne interpretar a Ben Stride en “Tras la pista de los asesinos” y le llevó a recomendar ante Boetticher a Randolph Scott,
según palabras del propio director, por entender que estaba acabado y no le
haría sombra.
(2) Curiosamente en “Buchanan cabalga de nuevo” el personaje de Pecos Hill, al que Buchanan le ofrecó
asociarse con él para igualmente alejarle de su actual vida de matón, corre la
misma suerte que Dobie. Acentuándose con ello la condición solitaria y trágica de
los protagonistas de ambos filmes.
(3) El personaje interpretado por
Claude Akins presenta semejanzas notables con el de Frank Jesse al que dio vida
Dan Duryea en “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), filme basado en otro
gran guion de Burt Kennedy. Así, al igual que Ben, Frank, un pistolero sin
demasiada suerte, se aferrará a la suma de dinero ofrecida por Kelly por escoltarla
hasta Del Cobre como medio para huir de su pobreza; e incluso, como le ocurre a
Ben con Nancy, se verá atraído sexualmente por ella. Igualmente mantiene una
relación parecida con Cody a la de Bill Masters con Stride en “Tras la pista delos asesinos”, incluso ambos salvarán la vida del protagonista a pesar de que
son conscientes de que éste constituye el único obstáculo para conseguir su
objetivo (los 5.000 dólares de recompensa en el caso de Lane y los 20.000
dólares producto del robo a la Wells Fargo para Masters).
(4) Respecto a la incipiente
relación establecida entre Jefferson y Nancy la película entroncaría con las
dos primeras de la serie al presentarnos a una mujer casada con un hombre aparentemente
débil; pero una diferencia acentúa el dramatismo, amargura y desesperanza del
último wésten de la serie, ya que mientras en las dos primeras, tras el
fallecimiento de sus respectivos esposos, parece atisbarse una incipiente
relación de estas con el protagonista y, por tanto, de un futuro esperanzador
para él; en “Estación Comanche” el tándem Boetticher-Kennedy niega esa
posibilidad a Cody y le condena a una vida desarraigada y solitaria.
(5) Aunque Randolph Scott decidió
tras esta película abandonar el cine, se puso de nuevo y por última vez delante
de una cámara dos años después para rodar la indispensable “Duelo en la altasierra” (Sam Peckinpah, 1962); mientras que Budd Boetticher tan sólo rodaría un
wéstern más “Un tiempo para morir” (1969), película marcada por la muerte de su
protagonista, Audie Murphy, en un trágico accidente de aviación.