Dirección: Allan Dwan
Guion: Karen DeWolf
Reparto:
- John Payne: Dan Ballard
- Lizabeth Scott: Rose Evans
- Dan Duryea: Ned McCarty
- Dolores Moran: Doly
- Emile Meyer: Sheriff Wooley
- Robert Warwick: Judge Cranston
- John Hudson: Michael “Mitch” Evans
- Harry Carey Jr.: Johnson
- Alan Hale Jr.: Kirk
- Stuart Whitman: Wicker
- Frank Sully: Telegrapher
Música: Louis Forbes, Howard Jackson (sin acreditar).
Productora: Benedict Bogeaus Production con el nombre de Pinecrest Producitons (USA).
Por Jesús Cendón. NOTA: 8
“Lo lamentáis. Hace un rato queríais acabar conmigo. Me habéis obligado a matar para defenderme, para salvar mi vida. No queríais creer lo que yo decía. La vida de un hombre puede depender de un hilo. Lo sabíais. ¡Y vosotros lo sentís!” (Dan al juez Cranston ante sus palabras disculpándose por la actitud de los habitantes del pueblo)
Allan Dwan (1885-1981) posee una filmografía prácticamente inabarcable de más de cuatrocientos títulos filmados entre 1911 y 1961. Dada su larga trayectoria como director vivió distintas etapas del cine en Hollywood. Así comenzaría dirigiendo películas en la etapa silente entre las que destacan sus trabajos para la estrella de filmes de aventuras Douglas Fairbanks (“Robín de los bosques” de 1922 o “La máscara de hierro” de 1929).
Durante los años treinta y cuarenta se adaptó perfectamente al sistema de estudios en el que el director era un elemento más del perfecto engranaje creado por Hollywood, dirigiendo generalmente producciones de bajo coste. De esta etapa destaca, sin duda, la cinta bélica “Arenas sangrientas” (1949) por la que su protagonista, John Wayne, estuvo nominado al Oscar.
Con el comienzo de la crisis del sistema de los grandes estudios en la década de los cincuenta, período en el que comenzaron a proliferar las pequeñas compañías y los productores independientes, Dwan, como muchos otros directores, empezó a moverse y abandonó el paraguas protector de las denominadas majors.
Es en esta década cuando conoce al prestigioso productor Benedict Bogeaus y se asocia con él. Esta colaboración dará lugar a un período de gran estabilidad para Dwan y se extenderá a lo largo de ocho años y diez películas, constituyendo una de las épocas de mayor libertad creativa y más brillantes del director, en la que facturó cintas como el noir, basado en una novela de James M. Cain, “Ligeramente escarlata” de 1956 o “Al borde del río” una mezcla de western, thriller y película de aventuras filmada en 1957 y protagonizada por Ray Milland y Anthony Quinn; así como wésterns del nivel de “Pasión” (1954), “El jugador” (1955) y, sobre todo, “Filón de plata” (1954), inicio de su colaboración con Bogeaus y una de sus películas más conseguidas, además de su mejor contribución a este género.
ARGUMENTO: El día de su boda Dan Ballard, un antiguo pistolero, es acusado por un agente de la ley, Ned McCarty, de robo y asesinato de un hombre. Dan comprobará cómo todos sus intentos por rehacer su vida ganándose la confianza de sus vecinos han sido en vano y que, incluso, hasta sus amigos le perseguirán e intentarán linchar. La pesadilla no ha hecho más que comenzar para el ex forajido.
Silver Lode, un pueblo tipo del Oeste americano, verá alterada su existencia con la llegada de cuatro hombres. A partir de este inicio, que recuerda al de “Grupo salvaje” dirigida por Sam Peckinpah en 1969 (en ambas un grupo de pistoleros irrumpen en una ciudad en fiestas mientras unos niños juegan en la calle), Dwan y la guionista Karen DeWolf nos introducen en una historia densa pero narrada de forma ágil y con un último tercio frenético en la que construyen una fábula moral acerca de la intransigencia, hipocresía y maleabilidad del ser humano; aportándonos una visión negativa y pesimista de su naturaleza.
Porque estamos ante un wéstern singular con elementos de thriller o cine negro que aborda el tema del falso culpable, tan querido por autores como Fritz Lang y Alfred Hitchcock. El protagonista, un individuo respetable hasta ese momento, tendrá que enfrentarse a una falsa acusación de asesinato y probar su inocencia frente a los habitantes de la ciudad que pasan de apoyarlo, con alguna excepción como una de las mujeres invitadas a su boda que cuestionará desde el inicio su inocencia, a perseguirlo con la intención de lincharlo tras un tiroteo en un granero cuyo resultado es la muerte del sheriff y uno de los ayudantes de McCarthy.
La escena supone un punto de inflexión en el filme porque las escasas dudas que el espectador pudiera tener sobre la inocencia del protagonista se disipan y el director nos hace partícipe de la verdad; una verdad que en el filme tan sólo conocen Dan y su antagonista Ned pero que ignora el resto de los habitantes del pueblo que serán brillantemente manipulados por el falso agente de la ley al que creerán a pesar de los intentos de un angustiado Dan de explicar lo realmente ocurrido. Con ello, el director consigue que el espectador empatice aún más con el protagonista y haga suyo el tormento de este al verse enfrentado contra toda la población por un delito no cometido.
Y es en el comportamiento de los vecinos del protagonista en donde radica la clave de la película. Un turba sedienta de sangre que persigue incansablemente a Dan para ajusticiarlo, convirtiéndose en jurado, juez y verdugo y a la que el propio juez de Silver Lode, simbolizando la debilidad de las instituciones americanas, no puede frenar. Una jauría humana para la que no existe un principio básico como la presunción de inocencia y que ni tan siquiera respetará lo más sagrado, no dudando en profanar la Iglesia para aniquilar a Dan. Y todo ello sin que existan pruebas contundentes y concluyentes sobre la culpabilidad del protagonista, sino tan sólo movidos por sus propios prejuicios y la facilidad de McCarthy para despertar sus instintos más irracionales.
Todo este entramado temático convierte a Silver Lode en un símbolo de la sociedad norteamericana de la década de los cincuenta, ya que la persecución claramente alude a la sufrida por distintos ciudadanos, ante la pasividad de la mayor parte de la población estadounidense, durante más de una década con la denominada caza de brujas dirigida por el senador McCarthy (de hecho Martin Scorsese alude a esta película como “Una caza de brujas el 4 de julio”). Una época en la que se impuso en Hollywood el terror al condenar al ostracismo a diferentes actores, guionistas y directores por el simple hecho de haber pertenecido al partido comunista, haber simpatizado con sus ideas o haber tenido algún tipo de relación con él; y todo ello mientras el resto de compañeros miraba para otro lado y sin que existieran pruebas irrefutables contra ellos ni se les garantizase un juicio justo. Una etapa vergonzosa y paranoica en la que la delación, en la mayoría de casos por presiones insoportables, fue una constante.
El filme no oculta este hecho y nos aporta pistas continuamente. El falso agente de la ley se llama McCarty, prácticamente igual que el senador; mientras que la acción se desarrolla el 4 de julio, día de la independencia de los EEUU, lo que le permite al director mostrar la bandera en un espacio en el que se está sometiendo injustamente a un acoso brutal al protagonista; denunciando, de esta forma, la involución vivida por la sociedad norteamericana respecto a derechos y libertades consagrados por la constitución de 1787 (libertad de pensamiento, expresión o derecho a un juicio justo, entre otros).
Esta denuncia del macartismo, además de otras características como el hecho de desarrollarse en tiempo real y en un único espacio, emparentan a Silver Lode con la más famosa “Solo ante el peligro”, película ya reseñada en este blog y dirigida por Fred Zinnemann en 1952; pero creo que la denuncia efectuada por Dwan es más directa, valiente y eficaz.
Para interpretar al acosado Dan el director contó con John Payne, una estrella de la "serie b" durante la década de los cincuenta. Generalmente minusvalorado, en esta ocasión hace una gran composición como el inocente injustamente perseguido a la que sin duda ayuda esa mirada fría y distante tan característica del actor. Payne volvería a colaborar con Dwan en otras tres ocasiones: “El jugador” (1955), “Ligeramente escarlata” (1956) y “Hold back the night” (1956).
Pero, a pesar de la esforzada interpretación del protagonista, quien sobresale con su cruel sonrisa es Dan Duryea como Ned McCarty, uno más de sus memorables villanos. Estamos ante un individuo peligroso porque a su sed de venganza une su inteligencia y su capacidad para manejar a favor de sus intereses a una población fácilmente impresionable.
Junto a ellos como personajes femeninos nos encontramos con Lizabeth Scott, actriz vinculada al cine negro por lo que se refuerza la mixtura de géneros de la película, como la prometida de Dan; y una excelente Dolores Moran, en la vida real casada con Bogeaus, en el papel de la desencantada “corista” y antigua amante de Dan. Ambas serán el único apoyo con el que cuente el protagonista y personajes fundamentales, a través de un hecho paradójico que no cuento para no destriparos la película, para demostrar su inocencia.
Si desde el punto de vista del contenido la película es sobresaliente, técnicamente no lo es menos. Destacando la larga secuencia, puesta en relieve por el mencionado Scorsese, que se inicia con el abandono por parte de Dan de la casa de su futuro suegro y finaliza al buscar amparo en la iglesia, que cuenta con un excelente y prolongado travelling lateral; y cuya continuación en el interior del templo permite lucirse a John Alton como responsable de la fotografía del filme. Igualmente destacables son los planos tomados desde el interior de una estancia que enfocan al exterior a través de una ventana, recurso con el que, además de abaratar costes, Dwan muestra en una sola toma tanto al personaje situado en la habitación como los acontecimientos que están ocurriendo en la calle.
Película, por tanto, que refleja una visión desoladora de la sociedad americana acentuada por un ácido y desencantado final, “Filón de plata” es uno de los grandes wésterns de la década de los cincuenta aunque no suele figurar, de manera injusta, en la lista de los mejores filmes de este género. Así que si no lo habéis visto ya estáis tardando.
Como curiosidad comentaros que Lizabeth Scott vivió su particular caza de brujas por los rumores extendidos en relación con su condición sexual.