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jueves, 21 de septiembre de 2017

MUERTE AL ATARDECER

(Red sundown - 1956)

Dirección: Jack Arnold.
Guion: Martin Berkeley.

Reparto:
- Rory Calhoun: Alec Longmire
- Martha Hyer: Caroline Murphy
- Dean Jagger: Sheriff Jade Murphy
- Robert Middleton: Rufus Henshaw
- Grant Williams: Chet Swan
- James Millican: Bud Purvis

Música: Hans J. Salter.
Productora: Universal (USA).

Por: Jesús Cendón. NOTA: 6’5

“No diría que un hombre quebranta la ley por dibujar ¿no? El mismo hombre que dibuja podría usar su talento para falsificar. Igualmente puede usar un arma para robar un banco o cumplir la ley. Son su arma, sus balas y el mismo dedo para apretar el gatillo”. (El sheriff Jade Murphy intentando convencer a Longmire para que acepte el puesto de ayudante).


Jack Arnold, el director del filme, es mundialmente conocido por una serie de películas encuadradas dentro del género fantástico y de bajo presupuesto, convertidas actualmente en pequeños clásicos, que realizó para la Universal en la década de los cincuenta, entre las que destacan “Vinieron del espacio” (1953), “La mujer y el monstruo” (1954), “Tarántula” (1955) y, sobre todo, “El increíble hombre menguante” (1957). Sin embargo, su aportación al western ha pasado más desapercibida aunque no carece de interés. Así, tras la rutinaria “El hombre de Bitter Ridge” (1955), rodaría las muy meritorias “Sangre en el rancho” (1956) un híbrido entre drama social y wéstern contemporáneo protagonizado por Orson Welles, “Bala sin nombre” (1959) sobre un asesino, encarnado por Audie Murphy, en la que rendía homenaje a “El séptimo sello” (Ingmar Bergman, 1957)) y el filme que nos ocupa rodado en 1956.



ARGUMENTO: Tras un encuentro con un viejo compañero de armas, el pistolero Alec Longmire decide cumplir la promesa que le hizo y abandonar su profesión. La oportunidad le surgirá en la ciudad de Durango cuando el maduro sheriff le ofrezca el puesto de ayudante.



Película que corre el riesgo de perderse entre los innumerables westerns de serie b producidos en la década de los cincuenta por la Universal pero que sobresale claramente de entre estos; puesto que Arnold nos ofrece una lúcida y hermosa reflexión sobre la vida de los pistoleros, forjadores de caminos solitarios que vagan sin rumbo alquilando su brazo al mejor postor y a los que les espera la muerte en cualquier recodo de ese camino.



Así a través de un magnífico guion obra de Martin Berkeley, el mismo escritor de su película “Tarántula”, que cuenta con unos diálogos extraordinarios y muy superiores a los habituales en este tipo de producciones, ahondará sobre el carácter maldito del hombre de armas y sus dificultades para redimirse abandonando ese estilo de vida.

Para ello estructura la película en dos partes claramente diferenciadas:



Una larga introducción en la que Longmire encuentra a un viejo colega, el también pistolero Bud Purvis, con el que entabla amistad. Este le confesará su hartazgo y antes de morir le hará prometer que abandonará su “profesión”. Estamos ante un comienzo caracterizado por su tono amargo, desesperanzado y de gran autenticidad, incrementada por el fallecimiento del actor James Millican antes del estreno de la película.



El núcleo de la película con la “resurrección” de Longmire, su llegada a Durango y la posibilidad de redimirse aceptando el puesto de ayudante del sheriff. Parte en la que parece crecer un atisbo de esperanza para el protagonista pero que, inteligentemente, se cierra de forma ambigua, alejándose del típico final feliz. Parece que el tándem Arnold-Berkely quiere mostrarnos que aunque Longmire está en proceso de cambio, una transformación profundamente deseada por él, le quedan muchos obstáculos por superar para conseguirlo. Por eso se despedirá de Caroline afirmando que a una mujer un hombre, además del corazón, tiene que ofrecerle el fruto de su trabajo.



Junto al tema de la redención, la película aborda otros tan interesantes como el deber o el valor, sin renunciar a los códigos del género. De hecho podemos atisbar la influencia de grandes wésterns como “Raíces profundas” (1953,) puesto que Durango vive el enfrentamiento entre pequeños rancheros y un gran terrateniente que, además, contratará a un temible pistolero para expulsarlos; o “Sólo ante el peligro” (1952), en la actitud de Longmire respecto al citado pistolero, al ser consciente del carácter inevitable del enfrentamiento con Swann si no desea vivir continuamente acosado y perseguido.



La película cuenta además con un gran trabajo de Jack Arnold, manifestado en escenas como la mencionada de la cabaña protagonizada por Longmire y Purvis, de una gran profundidad; aquella en la que contrapone el pasado violento del protagonista (ilustrado con planos de “Amanecer en Socorro”, otro buen western protagonizado por Rory Calhoun para la Universal) con imágenes de la promesa hecha a Purvis, puro cine al ser una secuencia silente; la protagonizada por Chet Swan en casa de unos rancheros a los que torturará psicológicamente, de una gran intensidad y violencia; y el enfrentamiento final de ambos pistoleros rematado con un plano general.





Por lo que se refiere al elenco, en el papel de Longmire nos encontramos a Rory Calhoun, gran estrella de los westerns serie b, en una de sus mejores interpretaciones como el pistolero con posibilidad de cambiar de vida. Es un personaje que se encuentra a mitad de camino entre los otros dos hombres de armas: Brad Purvis, interpretado magníficamente por James Millican, un hombre al final de su camino; y Chet Swan, en una impresionante composición de Grant Williams, un joven caracterizado por su cinismo y cara angelical al que parece gustarle su “profesión” y que mostrará su respeto hacia Longmire proponiéndole asociarse con él; salvo por su carácter sicótico es la imagen del protagonista cuando tenía su edad. Junto a los actores que dan vida a los pistoleros que representan tres estadios diferentes, aparecen dos grandes secundarios. Por una parte Dean Jagger como el honrado, juicioso y valeroso sheriff de Durango que le ofrecerá la oportunidad al protagonista de abandonar su forma de vida; un hombre íntegro que no sucumbirá a las proposiciones de Henshaw y cuya mayor preocupación consistirá en evitar el enfrentamiento entre este y los pequeños rancheros. Y por otra, Robert Middleton encarnando al citado Henshaw, al que Arnold evita presentárnoslo de forma maniquea y protagonizará una gran pelea con Longmire. Mientras que el principal personaje femenino corre a cargo de Martha Hyer en el rol de Caroline, promesa de un futuro mejor para el pistolero.




“Muerte al atardecer” es una película honesta, serie b muy bien hecha, con una historia atractiva narrada en tiempo record, ochenta minutos, y protagonizada por personajes que no responden claramente a los estereotipos del género. Un ejemplo del que podrían tomar nota algunos directores actuales tendentes a hipertrofiar sus filmes cuando ni la historia, ni los personajes lo justifican.




martes, 11 de abril de 2017

LOS CUATRO HIJOS DE KATIE ELDER

(The sons of Katie Elder - 1965).
Direcctor: Henry Hathaway.

Guion: William H. Wright, Allan Weiss y Harry Essex. 
Intérpretes:
- John Wayne: John Elder
- Dean Martin: Tom Elder
- Martha Hyer: Mary Gordon
- Michael Anderson Jr.: Bud Elder
- Earl Holliman: Matt Elder
- Jeremy Slate: Ben Latta
- James Gregory: Morgan Hastings
- Paul Fix: Sheriff Billy Wilson
- George Kennedy: Curley
- Dennis Hopper: Dave Hastings

Música: Elmer Bernstein.
Productora: Paramount Pictures. Hal Wallis Production (USA).
 

Por Jesús Cendón. NOTA: 8

“Siempre es difícil criar a un hijo, decía, pero si hay que luchar con Texas una madre está perdida” (Mary Gordon hablando de Katie a sus cuatro hijos).

El antiguo proyecto de John Sturges que debía haber interpretado Alan Ladd, se convirtió en un western enérgico, vitalista y dinámico gracias al trabajo de tres entusiastas veteranos Hal B. Wallis, Henry Hathaway y John Wayne que contaban con 67, 66 y 58 años respectivamente cuando se rodó, y terminó concibiéndose como un claro homenaje al último tras haber superado una delicada operación (se le había diagnosticado cáncer en un pulmón que le fue extirpado), por lo que al parecer hizo un esfuerzo tremendo para ponerse a las órdenes de Hathaway en el plazo estipulado. De ahí su magnífica presentación, tan inmutable y majestuoso como las rocas sobre las que se encuentra su personaje.



ARGUMENTO: Tras diez años los cuatros hijos de Katie se reúnen en su entierro en el pueblo de Clearwater. Pronto descubrirán que su familia perdió el rancho en circunstancias oscuras y que su padre fue asesinado; por lo que decidirán averiguar la verdad.



Si al primer wéstern de Hathaway comentado en este blog (“El jardín del diablo”) lo calificábamos de atípico tanto por el marco geográfico en el que se desarrollaba como por tratarse de una película mezcla de géneros, de “Los cuatro hijos de Katie Elder” podemos afirmar que es un western canónico, un western a la antigua usanza en el que tanto los temas desarrollados, los personajes (claramente diferenciados entre positivos y negativos), el tono vital y el espacio físico, un pueblo de Texas, corresponden al wéstern clásico, en un momento en que comenzaban a aflorar las tendencias revisionistas e, incluso, desmitificadoras.



Se trata de una película que aborda como tema principal el peso de la ausencia. Porque sí, la verdadera protagonista a pesar de no aparecer en pantalla es Katie Elder, sutilmente simbolizada en sus vestidos, su Biblia y la mecedora que en su día le regaló su marido y a la que parece dar vida en un par de secuencia John, su hijo mayor. Pero además es su espíritu el que guiará la conducta de sus cuatro hijos. Así, John irá modificando su carácter hasta llegar a afirmar que actuarán como le hubiera gustado a su madre porque: “Esta vez Katie gana”. Y efectivamente Katie ganará su última batalla después de muerta ya que a través de sus hijos vengará el asesinato de su marido y, además, conseguirá que el menor, como era su deseo, curse estudios superiores y sus cuatro hijos recuperen la hermandad y compañerismo perdidos tras diez años sin verse. De ahí que en los aproximadamente setenta primeros minutos del filme cobren gran importancia las escenas de corte humorístico entre los hermanos, en las que destacan tanto los estupendos gags verbales como el relativo a la palabra “trespar” o en el que abordan el tipo de monumento que le construirán a Katie, como visuales con la típica pelea que tiene lugar en su rancho. De esta forma, y una vez unidos, estarán en disposición de enfrentarse a los ultrajes sufridos por su familia y hacer justicia; redimiéndose, además, de un pasado nada ejemplar, ya que John es un famoso pistolero, Tom un vulgar fullero y Matt un egoísta hombre de negocios que en ese tiempo sólo visitó una vez a sus padres para pedirles dinero.



Si la primera parte se caracteriza por su desbordante optimismo, a pesar de algún momento en el que la nostalgia inunda la pantalla, en los últimos cuarenta y cinco minutos, coincidiendo con la desaparición de algún personaje, la película adquiere un tono más dramático. Este tramo, en el que predominan las escenas de acción brillantemente resueltas por Hathaway, le permite al director reflexionar sobre el paso del tiempo y los cambios que inexorablemente conlleva. Así, nos muestra un Oeste en el que por fin ha llegado la civilización pero al mismo tiempo víctima de especuladores sin escrúpulos, representantes del capitalismo más salvaje, que se irán adueñando no sólo de los territorios sino también de la voluntad de los ciudadanos a los que manipularán a su antojo. Un tiempo nuevo en el que gente honrada como Katie Elder no tiene cabida.



Igualmente abordará, a través de la larga secuencia de la cárcel, la diferencia entre legalidad y justicia, con unos Elder a merced de sus conciudadanos que, incitados por Hatings, se convertirán en una jauría ávida de sangre dispuesta a lincharlos. Además, con el personaje del joven ayudante del sheriff parece subrayar la fragilidad del sistema recientemente creado al presentárnoslo como un individuo que se arroga la labor de juzgar, mostrándose tan recto como impulsivo y poco inteligente. De nuevo aparece planteada la dualidad entre tradición y modernidad ya que, en contraposición, el sheriff, de mayor edad, se muestra más reflexivo, racional y cercano al espíritu de los primeros colonos.



La película cuenta, como toda producción del legendario Hal B. Wallis, con una factura impecable, obra de colaboradores de la talla de Lucien Ballard a cargo de la fotografía, Hal Pereira, con nada menos que veintitrés nominaciones a los Oscars, encargado de la dirección artística y Elmer Bernstein quien compuso una sobresaliente y muy adecuada banda sonora, con un tema principal de corte épico que recuerda al de su más famosa aportación al western, “Los siete magníficos” (John Sturges, 1959).



El filme se redondea con un extraordinario reparto al frente del cual se encuentra el mentado John Wayne, muy cómodo en el papel del hijo mayor y líder del grupo. Junto a él Dean Martin en el rol de Tom. Ambos volvían a trabajar juntos tras “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959) y de nuevo demostraron que se entendían muy bien. Además podemos disfrutar de grandes secundarios como George Kennedy en el papel del lóbrego pistolero contratado por Hatings o un joven Dennis Hopper, condenado al ostracismo siete años antes por una fuerte discusión con Hathaway, y recuperado para el cine gracias a la mediación de Wayne, gran amigo de la suegra del primero.



Un último plano. Una mecedora balanceándose. El espíritu de Katie. El espíritu del wéstern genuino. “Los cuatro hijos de Katie Elder”.