Hud, 1963)
Dirección: Martin Ritt
Guion: Irving Ravetch y Harriet Frank Jr
Reparto:
- Paul Newman (Hud Bannon)
- Melvyn Douglas (Homer Bannon)
- Patricia Neal (Alma Brown)
- Brandon De Wilde (Lonnie Bannon)
- Whit Bissell (Mr. Burris)
- Crahan Denton (Jesse)
- John Ashley (Hermy)
- Val Avery (Jose)
Música: Elmer Bernstein
Productora: Salem-Dover Productions, Paramount Pictures
Por Jesús Cendón. NOTA: 8
“Si hay petróleo aquí abajo que lo exploten cuando yo esté enterrado. No me gusta y no pienso explotarlo” (Hommer Bannon a su hijo Hud)
En la década de los cincuenta la introducción de la televisión en los hogares estadounidenses la convirtió en un serio rival del cine. Las grandes productoras reaccionaron experiementando con nuevos formatos para dotar de mayor espectacularidad a sus producciones, al mismo tiempo que rechazaron la oferta de los distintos canales televisivos consistente en la compra de sus catálogos de películas (1). Esta negativa originó la reacción de las emisoras de televisión con la realización de sus propias producciones que fueron filmadas por un grupo de jóvenes directores de gran talento.
Dados el éxito y la popularidad obtenidos con sus productos televisivos, las compañías cinematográficas se fijaron muy pronto en sus realizadores y no tardaron en ofrecerles dirigir largometrajes. Nace de esta forma, al incorporarse a la gran pantalla, la denominada “Generación de la televisión”(2) compuesta por un grupo de artistas ideológicamente identificados con la izquierda liberal que junto con el denominado “New American Cinema” (3),transformaron la industria del cine a través de una serie de películas (generalmente en blanco y negro y con un formato estándar) caracterizadas por su ajustado presupuesto y su presteza en el rodaje, heredados de la forma de trabajar en la televisión, y en las que abordaron una temática más realista y cercana a la realidad social estadounidense de la década de los cincuenta, con personajes fácilmente identificables para el norteamericano medio. Además de ser, generalmente, producciones independientes, aunque distribuidas por las grandes productoras, a través de las cuales sus directores comenzaron a reivindicar su carácter de autores. Por ello la “Generación de la televisión”, se puede considerar como una generación precursora a la de la década de 1970 (Spilberg, Coppola, Martin Scorsese, Cimino) en la que los directores se convirtieron en los verdaderos dueños de sus filmes, por lo menos hasta el desastre originado por “La puerta del cielo” (1980) tras el cual los productores retomaron el control sobre las películas.
Martin Ritt fue uno de los miembros más destacados de la mencionada
generación (4), formando un tándem artístico de gran éxito con Paul Newman al
rodar juntos seis películas entre 1958 y 1967, tres de ellas wésterns: “Cuatro
confesiones” (1964), adaptación al Far-West de “Rashomon” (Akira Kurosawa, 1950),
quizás su colaboración menos lograda con un Paul Newman encarnando de forma
poco convincente a un bandido mexicano; “Un hombre” (1967) excelente wéstern proindio, ya reseñado en este blog, basado en una novela corta del gran especialista Elmore Leonard; y “Hud, el más salvaje entre mil”, un wéstern contemporáneo objeto de esta reseña.
SINOPSIS: Los Bannon son una familia de rancheros. La tensión entre sus miembros, larvada durante años, estallará tras ver como todo su ganado debe ser sacrificado.
“Hud” es la adaptación al celuloide de “Horsemen, pass by” (título más apropiado al contenido del libro), primera novela escrita por Larry McMurtry, uno de los grandes cronistas del sur de los EEUU durante la segunda mitad del siglo XX y ganador del Pulitzer (5), adaptada a la gran pantalla por la pareja cinematográfica y sentimental compuesta por Harriet Frank Jr. e Irving Ravetch, habituales colaboradores de Martin Ritt y grandes especialistas en relatos ambientados en el sur (6).
La primera imagen de la película constituye toda una declaración de intenciones por parte de Martin Ritt al mostrarnos las grandes extensiones típicas del Farwest pero mortalmente heridas al estar atravesadas por carreteras, cicatrices de asfalto símbolo del deterioro de la naturaleza, por las que circulan caravanas a motor transportando caballos, animales que han sido sustituidos por estos vehículos como medio de locomoción; todo ello mientras escuchamos el evocador y minimalista tema compuesto por Elmer Bernstein.
A continuación, para reforzar esta idea, Ritt nos muestra la pequeña ciudad situada en medio de ninguna parte, clara reminiscencia de los antiguos poblados de los colonizadores, con su calle principal donde se encuentran los edificios más importantes así como las tabernas, antiguos saloons, o la general store. Finalmente enfoca un cartel anunciando la celebración del rodeo, último reducto de los antiguos cowboys que ha convertido el trabajo de éstos en un mero espectáculo.
Con este inicio el director nos plantea uno de los temas fundamentales del filme: el profundo cambio vivido por la sociedad rural estadounidense durante la primera mitad del siglo XX; y, con ello, el fin de una época y el de los hombres y mujeres que la protagonizaron.
Tras este excelente inicio la película se centra en el protagonista cuyo carácter queda perfectamente definido con tan sólo dos escenas: aquella en la que el barman recoge los destrozos causados por Hud en una noche de juerga y, posteriormente, otra en la que sale de una vivienda tras haber mantenido relaciones sexuales con una mujer casada, no dudando en atribuirle a su sobrino el romance con el objeto de evitar la ira del marido.
Así Hud se nos presenta como un individuo pendenciero, carente de moral, fullero y tramposo que no respeta nada ni a nadie. Un ser egoísta sin la menor empatía cuyo único objeto en la vida es satisfacer sus instintos y cuyo vacio existencial pretende llenar con noches de violencia, sexo y alcohol. Sin duda, uno de los personajes más desagradables en la filmografía de Paul Newman quien lleva a cabo una actuación esforzada pero, para mi gusto, excesivamente apegada todavía a las enseñanzas del Actor’s Studio por lo que en ocasiones se muestra como un clon de Marlon Brando o Montgomery Clift. Es un personaje, por momentos repugnante, que va más allá del grupo de jóvenes inconformistas y airados surgidos en la década anterior gracias a papeles protagonizados por actores como James Dean o el nombrado Marlon Brando. Mostrándonos su lado más oscuro en la escena nocturna en la que intenta violar a Alma, la mujer encargada de las tareas domésticas del rancho propiedad de su padre; secuencia maravillosamente fotografiada por James Wong Howe cuyo trabajo en la película es sobresaliente y fue merecedor de un Oscar.
En el rancho habitan junto a Hud su sobrino y su progenitor, respecto al que mantiene una tensa relación presidida por la incomunicación y la incomprensión, agravada por un hecho trágico acaecido en el pasado y del que el protagonista fue el mayor responsable; convirtiéndose, de esta forma, el peso de la ausencia y los remordimientos en otros de los leitmotivs de la cinta.
Con este enfrentamiento paternofilial nos encontramos otro de los temas principales de la película, la oposición entre tradición y modernidad, entre un mundo cuya muerte, a pesar de su resistencia, es inexorable frente a otro que, una vez nacido, comienza a imponerse. Así, al igual que abordó George Stevens en “Gigante” (1956), Hommer Bannon, encarnado por un Melvin Douglas (7) en estado de gracia que obtuvo un merecidísimo Oscar, pretende seguir dedicando el rancho a la compra , cría y venta de ganado, la actividad que ha llevado a cabo durante toda su vida y de la que se siente enormemente orgulloso, mientras que su hijo anhela iniciarse en el negocio del petróleo explotando las reservas existentes en su propiedad; incluso, al mostrar su oposición Hommer a los planes de su vástago, éste no dudará en intentar inhabilitarlo para adueñarse de la propiedad. De esta forma el patriarca simboliza la cultura del esfuerzo frente a su hijo, representante de la ganancia fácil.
Ambos personifican, por tanto, generaciones diferentes con una visión del mundo distinta, pero además Hommer, heredero directo de los cowboys que cabalgaron por las infinitas llanuras del Oeste durante el siglo XIX, es un hombre integro, de conducta intachable, preocupado por distinguir en todo momento el bien del mal y de cumplir con la ley por muy dolorosa que sea; lo que le lleva a despreciar a su hijo por carecer de principios. Mientras que éste le recrimina el haberle tratado con dureza y no haber contado nunca con su opinión al haberlo considerado como un peón más del rancho.
La tensión entre ambos estallará en una noche de reproches y dolor tras haber asumido el padre el sacrificio de todo su ganado por padecer fiebra aftosa, mientras Hud era partidario de su venta antes de que se hiciera pública la desgracia; estafa no permitida por su progenitor. De nuevo aparece el enfrentamiento entre la ética, la honradez y la honestidad, y la inmoralidad, la falta de escrúpulos y valores y el egoísmo e individualismo más extremos.
Junto a los dos personajes principales nos encontramos con Lonnie, al que dio vida el malogrado Brandon de Wilde en su mejor trabajo hasta el momento (8). Nieto de Hommer y sobrino de Hud, es un individuo en plena formación que se debate entre el cariño y admiración profesados a su abuelo y la atracción por el espíritu rebelde de su tío; aunque tras una serie de incidentes comprenderá cuál es el verdadero carácter de Hud, no dudando en abandonarlo y marcharse lejos del ambiente enrarecido del rancho para buscar su lugar en el mundo.
Igualmente, con ellos vive Alma, interpretada por una magnética y cautivadora Patricia Neal cuyo trabajo también fue recompensado con el Oscar. Contratada por Hommer para atender a las necesidades domésticas del rancho, es una mujer experimentada y golpeada por la vida; revelándose como el único personaje capaz de proporcionar un poco de calor y humanidad al rancho de los Bannon.
Coherentemente con el tono amargo del filme, la película cuenta con un final duro y nada complaciente en el que todos los personajes principales aparecen como perdedores, caracterizándose por su desarraigo físico y emocional. Sobre todo Hud, quien pagará un precio muy alto por su ambición y su codicia al verse arrastrado a la más absoluta soledad. Totalmente aislado, tan sólo le quedará refugiarse en su casa, una vivienda que desde hace mucho tiempo ha dejado de ser un hogar.
(1) En plena crisis, la negativa de los grandes estudios a vender sus filmes a los distintos canales de televisión duró escasos años; siendo la RKO la primera gran compañía que subastó su amplia filmoteca a mediados de la década de los cincuenta.
(2) Tradicionalmente se considerá a “Marty” (Delbert Mann, 1955), producida por la Hecht-Hill-Lancaster y ganadora de los Oscar a la mejor película, director, guion adaptado (Paddy Chayefsky) y protagonista (Ernst Borgnine), el debut de la “Generación de la televisión” en el cine; mientras que 1957 fue un año fundamental al estrenarse “Doce hombres sin piedad” (Sidney Lumet), película modélica sobre juicios, y dos cintas filmadas por el propio Martin Ritt: “Donde la ciudad termina”, drama social protagonizado por Sidney Poitier y John Cassavetes que denunciaba el racismo latente en la sociedad estadounidense, y “Más fuerte que la vida”, visión ácida de la “American Way of Life” a través de la historia de cuatro matrimonios que contó con una esplendida Joanne Woodward.
(3) Nacido en Nueva York, el “New American Cinema” fue una corrienta cinematográfica vanguardista muy cercana estilísticamente al cine europeo de la época que tuvo como mayores representantes a John Cassavetes y Andy Warhol.
(4) Además de los nombrados Delbert Mann, Sidney Lumet y Martin Ritt, se encuadran en esta generación directores de la talla de Robert Altman, John Frankenheimer, Robert Mulligan, Arthur Penn, Sidney Pollack, Stuart Rosenberg o Franklin J. Schaffner, entre otros.
(5) Entre las obras de Larry McMurtry llevadas al cine con gran acierto debemos citar, aparte de “Hud”, a la cinta de culto “La última película” (Peter Bogdanovich, 1971), en cuyo guion también intervino el novelista. Además escribió los libretos de la excelente serie, basada en su propia novela, “Paloma solitaria” (Simon Wincer, 1989) y de “Brokeback Mountain” (Ang Lee, 2005) por el que obtuvo el Oscar. Tanto “Hud” como “La última película” han sido editados en España por Gallo Nero Ediciones.
(6) Harriet Frank Jr. y Irving Ravetch habían colaborado con Martin Ritt escribiendo los guiones de dos dramas situados en el sur de los EEUU basados en obras de William Faulkner: “El largo y cálido verano” (1958), también protagonizado por Paul Newman, y “El ruido y la furia” (1959) con Yul Brynner y Joanne Woodward; además de haberse ocupado del libreto de “Con el llegó el escándalo” (Vincente Minelli, 1960), película ambientada en Texas en la década de los cincuenta y protagonizada por Robert Mitchum.
(7) La carrera de Melvin Douglas se vio muy perjudicada al ser acusada su mujer de comunista por haberse enfrentado a Nixon en California y, más tarde, oponerse al Comité de Actividades Antiamericanas. Así, en la década de los cincuenta tan sólo intervendría en dos filmes.
(8) Brandon de Wilde falleció en 1972 a los treinta años en un fatídico accidente de tráfico. Entre las películas que rodó destacan “Raíces profundas” (George Stevens, 1953); “El niño y el perro” excelente y desconocido largometraje rodado por William Wellman en 1956; “La última bala” (James Neilson, 1957) wéstern protagonizado por James Stewart que, en principio, debía haber dirigido Anthony Mann; o “Primera victoria” (Otto Preminger, 1965), filme bélico protagonizado por John Wayne, Kirk Douglas y, como éste, Patricia Neal.