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jueves, 7 de diciembre de 2017

DOS CABALGAN JUNTOS

(Two rode together, 1961)

Dirección: John Ford
Guion: Frank S. Nugent

Reparto:
- James Stewart: Marshall Guthrie McCabe
- Richard Widmark: Teniente Jim Gary
- Carolyn Jones: Marty Purcell
- Linda Cristal: Elena de Madariaga
- Andy Devine: Sargento Darius P. Posey
- John McIntire: Comandante Frazer
- Willis Bouchey: Harry Wringler
- Henry Brandon: Jefe Quanah Parker
- Harry Carey Jr.: Ortho Clerg
- Olive Carey: Abby Frazer
- Woody Strode: Stone Calf

Música: George Duning
Productora: Columbia Pictures

Por Jesús Cendón. NOTA: 9

“Nos hemos engañado al venir aquí. Todos nosotros hemos cometido un gran error. No debimos abandonar nuestra tierra” (Harry Wringler dirigiéndose al resto de colonos tras ver a uno de los cautivos recuperados por el sheriff McCabe y el teniente Gary)


John Ford, uno de los mayores genios sino el mayor del celuloide, fue un hombre muy celoso de su obra. De ahí su esfuerzo por ejercer un control casi absoluto sobre la misma, lo que le llevó a implicarse como guionista, reelaborando escenas de los libretos e, incluso, escribiendo otras que no figuraban en ellos, y a ejercer como productor (en la década de los cuarenta creó la Argosy Production con la que rodó, entre otras, su famosa Trilogía de la Caballería y “El hombre tranquilo”).


Pero al mismo tiempo, como señala Jordi Bernal en un artículo reciente, se consideraba un profesional, un trabajador del cine, y era consciente de cómo funcionaba la industria hollywoodiense en la que se producían los filmes en serie. Este hecho le llevó a aceptar productos por encargo, proyectos puramente alimenticios en los que no obstante dejó huella de su personalidad. Dentro de esta última categoría se encuentra “Dos cabalgan juntos”.



Ford aceptó participar tras la insistencia de Harry Cohn, amigo y presidente de la Columbia Pictures, y por los pingües beneficios prometidos (el veinticinco por ciento de la cantidad obtenida en taquilla además de su sueldo habitual), pero desde el primer momento mostró su rechazo al guion, según él uno de los peores que había leído, por lo que continuamente estuvo retocándolo; y aunque le atraía rodar con la pareja protagonista, se topó con que esta estaba algo incómoda con unos papeles escritos para actores más jóvenes. Lo cierto es que Ford quedó plenamente satisfecho con el trabajo de las dos estrellas, de tal forma que volvería a colaborar con James Stewart en la inmortal “El hombre que mató a Liberty Valance” (1962) y en el episodio corto de “El gran combate” (1964) en el que interpretó a Wyatt Earp, un papel muy similar al del sheriff McCabe; mientras que confió a Richard Widmark el papel protagónico en esta última.



Lo sorprendente es que Ford hizo un filme muy personal que encaja perfectamente en su filmografía wéstern caracterizada desde mediados de los años cincuenta por una visión desencantada, sombría y crítica de la formación de los EEUU, y culminada con la mencionada “El gran combate” sobre el confinamiento de la población autóctona en vergonzantes reservas.



ARGUMENTO: Presionado por varios congresistas de Washington, el comandante Frazer encomienda a Guthrie McCabe, sheriff de Tascosa; y al teniente Jim Gary la misión de liberar a los blancos raptados durante los últimos años por el jefe comanche Quanah Parker. Una vez en el campamento de este ambos constatarán el sinsentido de su misión.



Con “Dos cabalgan juntos” Ford retomó el tema principal de “Centauros del desierto”, la búsqueda de blancos hechos prisioneros por los indios; pero, como señaló en su día Javier Marias y a pesar de haber introducido abundantes situaciones cómicas protagonizadas tanto por el sargento Posey (Andy Devine) como por el irónico sheriff McCabe, es un filme más pesimista que su antecesor porque mientras la magistral película de 1956 dejaba un resquicio a la esperanza al “liberar” en el último momento Ethan a su sobrina (¿hija?); en el filme que nos ocupa Ford niega toda posibilidad de “recuperar para la civilización” a la población blanca raptada por los pieles rojas. Son seres diferentes que han asumido su nueva condición de comanches identificándose con estos, han enloquecido o no desean volver a sus antiguos hogares para evitar los prejuicios de la sociedad blanca.



El argumento no es la única semejanza existente entre “Dos cabalgan juntos” y su obra cumbre. Así, la película prácticamente se inicia con un plano con la cámara en el interior de un edificio enfocando al exterior; asimismo la primera conversación entre Jim Gary y Bell, la dueña del saloon, remite a otra mantenida por Ethan y Martin acerca de cómo debía dirigirse este a su “tío”; mientras que la historia se estructura en torno a dos personajes con personalidades opuestas, aunque en la película que nos ocupa se acentúa el carácter antagónico de ambos.



De esta forma nos vamos a encontrar con el Marshall Guthrie McCabe, un soberbio James Stewart en un papel muy alejado de los que nos tenía acostumbrados. Un individuo moralmente ambiguo que no cree en la búsqueda emprendida y se embarca en la empresa con el único objetivo de obtener un beneficio económico (500 dólares por cada cautivo rescatado). Estamos ante un hombre profundamente egoísta alejado del típico héroe desprendido del wéstern clásico; un ser ambicioso, corrupto (cobra el diez por ciento de todos los negocios de Tascosa), vividor y tremendamente cínico; pero que al final se rebelará como el único personaje lúcido de la película al ser consciente de lo que van a encontrar en el campamento de Quanah; además de saber evolucionar positivamente y redimirse por amor. Mostrando, ante el recibimiento dado a Elena (una de las cautivas) por la mayoría de los oficiales y de sus esposas (representantes de la sociedad biempensante), unos principios morales sólidos. Como afirma Jim al final del filme: el viejo McCabe ha encontrado algo que deseaba más que el diez por ciento, el amor de Elena Madariaga.



Como contrapunto a Guthrie aparece el teniente Jim Gary, un no menos extraordinario Richard Widmark. Prototipo del militar fordiano: un hombre fiel a su deber, honorable, noble, recto y solitario. Un individuo que se juega la vida por apenas ochenta dólares al mes, presupuesto que le impide, incluso, comprar cigarros. Tras su estancia en el poblado comanche terminará por comprender la actitud de McCabe y la inutilidad de su misión.



Como toda gran obra, el filme se puede ver como una simple película de aventuras pero en una lectura más profunda se aprecian una serie de temas, la mayoría recurrentes en la filmografía de Ford, que la enriquecen. Entre estos cabe destacar:



- La convivencia imposible entre culturas distintas tras años de conflicto cuyas heridas no han cicatrizado; además de haber generado este sufrimiento desconfianza, recelo, desprecio y odio hacia el otro, hacia el diferente.



- La formación de la personalidad y de la identidad del individuo. Al ser el hombre un ser cultural, el entorno y la sociedad en los que se desarrolla fijan sus rasgos distintivos. Claros ejemplos respecto a esta cuestión son la conducta de Running Wolf, un joven de diecisiete años capturado por los indios con ocho que se siente comanche; o la de Elena de Madariaga cinco años casada con Stone Calf que, al morir este y de forma refleja, entonará un canto fúnebre comanche.



- La crítica a la sociedad anglosajona protestante (Ford era de origen irlandés y católico). Una sociedad caracterizada por la xenofobia, la hipocresía, la violencia, la intransigencia y la intolerancia; además de mostrarse inmisericorde. Buena prueba de ello son dos grandes escenas: la del baile, en la que los soldados y sus esposas le hacen el vacío a la recién liberada Elena, además de tan sólo mostrar interés por los detalles más escabrosos de su relación con los pieles rojas; y la del linchamiento (una de las secuencias más brutales rodadas por John Ford) en la que, tras un simulacro de juicio, una turba sedienta de sangre liderada por un predicador sosteniendo la Biblia (el detalle sin duda no es casualidad) acaba con la vida de uno de los blancos rescatados. Escena que culmina de forma demoledora la aventura de los dos protagonistas y en la que John Ford ideó el detalle de la caja de música, potenciando el dramatismo de la misma.



He dejado para el final la que es sin duda una secuencia mítica. Me estoy refiriendo a la del río. Rodada en un solo plano y con la cámara en el agua, son alrededor de cuatro minutos mágicos en los que McCabe y Gary (de nuevo sobresalientes Stewart y Widmark) mantienen una larga conversación plena de naturalidad y aparentemente banal pero que nos aporta mucha información de ambos personajes. Sólo por esta escena “Dos cabalgan juntos” creo que debe ser considerada como uno de los mejores filmes rodados por Ford.



Tengo, por tanto, que discrepar en esta ocasión del gran maestro que consideraba “Dos cabalgan juntos” como “la peor mierda que he hecho en veinte años”, porque se trata de una gran película, un wéstern genuino que se ha ido revalorizando con el paso del tiempo.



Por último comentaros, como curiosidad, que en la presentación del sheriff McCabe sentado en el porche Ford se auto cita, ya que el plano remite claramente a Henry Fonda en “Pasión de los fuertes” (1946).


miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE


(The man who shot Liberty Valance) - 1962

Director: John Ford
Guión: James Warner Bellah y Willis Goldbeck 

Intérpretes:
- John Wayne: Tom Doniphon
- James Stewart: Ransom Stoddard
- Vera Miles: Hallie
- Lee Marvin: Liberty Valance
- Edmond O’Brien: Dutton Peabody
- John Carradine: Mayor Cassius Starbukle
- Andy Devine: Sheriff Link Appleyard
- Woody Stroode: Pompey

Música: Ciryl J. Mokridge
Productora: Paramount Pictures (The John Ford Production)
País: Estados Unidos


Por: Jesús Cendón. Nota: 10

“Así es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda”. (Maxwell Scott, periodista).

Amo a esta película, amo a ”El hombre que mató a Liberty Valance”, uno de los westerns más emotivos, conmovedores, líricos y desgarradores que se hayan filmado jamás; obra maestra en la que John Ford, adelantándose a lo que se denominarían westerns crepusculares (ese mismo año Pekinpah rodó “Duelo en la Alta Sierra”) nos narra el final de una época, de un modo de vida basada en los campos abiertos y el de los personajes que la protagonizaron, y que supuso el broche de oro del tándem Ford-Wayne (tan sólo rodarían juntos el pequeño episodio de la Guerra Civil en “La conquista del Oeste” y la divertida comedia “La taberna del irlandés”).



Se trata de una historia desencantada y amarga que narra la segunda fase en la construcción de los EEUU, ya que tras arrebatarle su territorio legítimo a los indios y haber colonizado el mismo, el país se enfrenta a otro desafío consistente en civilizar el oeste, con los sacrificios que ello supone. Así aquellos personajes que fueron fundamentales para colonizar los paisajes salvajes como Tom Doniphon, hombres independientes, individualistas y que imponían su voluntad a través de la fuerza, serán los sacrificados, ya que para que avance el país deben dejar paso al hombre nuevo que viene del este encarnado por Ransom Stodard, representante de la civilización y el progreso.



La paradoja se produce por el hecho de que la población necesita mitos sobre los que establecer los pilares de la sociedad y no puede aceptar la a veces mediocre realidad, de ahí que ésta se les oculte a cambio de leyendas que son más atractivas y en las que los seres individualistas, fuertes e independientes que de alguna forma se han mantenido al margen de esos convencionalismos y con los que ha habido que acabar por el bien del desarrollo, en definitiva los héroes, que fueron los que realmente protagonizaron los hechos son sustituidos por otros individuos más convencionales que encarnan los valores de esa sociedad que se está construyendo y a los que se atribuyen estos hechos. De ahí la frase final del periodista ya que al pueblo hay que darle leyendas y mitos porque quizás no soportaría enfrentarse a la miseria y cotidianidad nada heroica de la realidad.



Historia amarga porque es una historia de perdedores. Así Tom Doniphon (John Wayne) no sólo va a perder a su amada frente al civilizado Stodard, sino algo mucho más importante su orgullo y su dignidad, es decir sus valores más profundos, al cometer un acto indigno de él, aunque confiese a Stodard que no le importó hacerlo, pero necesario para que avance la sociedad. Y es Tom, a pesar de que sabe que cada paso que da en ese sentido supone acercarse a su propia destrucción, quien se convierte en el ángel de la guarda de Ransom: lo recoge malherido por la paliza que le propinó Liberty, le enseña a disparar, propone a Ransom como delegado en la importante Convención en la que se decidirá la suerte del territorio como Estado (en este caso no sólo defiende al futuro senador sino que se alza como una gran figura que vela por esa sociedad que lo desplazará, lo ignorará y terminará destruyéndolo), evita que los hombres de Liberty (entre los que se encuentra un joven Lee Van Cleef) lo ahorquen y, por fin, se inmola al contarle la verdad del duelo a Ransom para evitar que renuncie A SU carrera política, al mismo tiempo que le deja el camino libre con su eterna pretendiente Hallie, perdiéndose en la nada, como ocurría con Ethan en “Centauros del desierto”, mientras el resto de los personajes entran en la sala donde se celebra la Convención. Se produce, de esta manera, el sacrificio del héroe para que el país pueda avanzar.




Pero ¿qué ocurre con el aparentemente triunfador Ransom Stodard (James Stewart), un honrado, idealista y luchador abogado del este que puede ser el próximo vicepresidente de los EEUU? Que su vida se ha construido sobre una gran mentira que conocen tanto él como su mujer y que les pesa como una losa porque saben que le han robado, no solamente la gloria y la fama, sino también la vida a un hombre integro, auténtico líder que se inmoló por el bien común. De ahí que resulte durísima la última escena en la que el bueno de Jimmy le pide una escupidera al revisor del tren y éste le responde: “Inmediatamente, qué no haría yo por el hombre que mató a Liberty Valance” para a continuación mirarse el matrimonio, diciéndoselo todo con esa mirada. No se valorarán los aciertos que haya tenido gobernando el bueno de Stodard, ni las preocupaciones que haya tenido para desarrollar su país, ni su trabajo, ni, por supuesto, su esfuerzo, al final será recordado por algo que no hizo, matar al más temible pistolero del territorio. De nuevo el héroe se impone al hombre corriente.


Y como tercer elemento nos encontramos a Hallie (Vera Miles) que se debate entre dos hombres de los que está enamorada, aquél que parecía que sería su marido (Tom) el líder natural un tanto rudo pero galante, servicial y atento cuando era necesario, y el nuevo, bondadoso y educado hombre del este que le enseña otro mundo. Sus miradas cargadas de tristeza muestran el desgarro ante la obligación de elegir entre uno de los dos, siendo consciente del dolor que causará al otro y a sí misma. Esta situación queda perfectamente plasmada en varias escenas: aquella en la que le pide al antiguo sheriff que la lleve a ver los cactus del jardín de la antigua casa de Tom, la secuencia en la que se ve el cactus encima del ataúd donde yace Tom y Ransom le pregunta ¿Quién lo ha puesto?, le responde que ha sido ella y ambos se miran, y al final cuando Ransom le propone quedarse definitivamente en Shinbone y ella le contesta que por supuesto le gustaría porque allí está su vida. Y es que a pesar de que se decanta por Ransom, quizás empujada por el propio Tom, y aunque está profundamente enamorada del senador, hombres como Tom son imposibles de olvidar y parte de su corazón le pertenece.



Aparte de todas estas consideraciones la película cuenta con un gran libreto basado en una novela corta de Dorothy Johnson (publicada junto con otros de sus cuentos por Valdemar en su colección Frontera) que pulió John Ford para después entregárselo a James Warner Bellah (novelista en cuyas obras Ford se basó para realizar su famosa trilogía de la caballería) y Willis Goldbeck con el objeto de que le dieran la forma definitiva. El resultado fue un extraordinario guión que cuenta con magníficos diálogos pero en el que las miradas, los gestos y los silencios son tan importantes como las palabras. Tal es así que Ford llamó entusiasmado a Wayne (con el que se había distanciado tras el rodaje de “El Álamo”) para decirle que esta vez contaban con una gran historia, aceptando el actor su participación en el film a regañadientes.


En cuanto a la dirección, nos encontramos ante un Ford en estado de gracia que consigue una obra maestra en la que cada escena es maravillosa y la planificación de cada plano es perfecta. Por destacar dos escenas, aparte de las ya mencionadas, citaría la famosa del filete y el duelo con Liberty. Pero mi favorita es la de la escuela, todo un canto del profundamente liberal Ford a favor de la ahora denostada democracia, que cuenta con dos momentos sublimes, cuando Nora Ericson con sus propias palabras (está aprendiendo a leer y a escribir) define la democracia como el sistema en el que el pueblo es el que manda y tiene el poder y cuando el fiel Pompey (un sirviente negro) se olvida de la parte de la Constitución en la que se afirma que todos los hombres son iguales y Ransom, irónicamente, le contesta que no se preocupe porque hay mucha gente que también se olvida de ello.




Otros aspectos a destacar son:
La maravillosa fotografía de William H. Clothier, que abandona el espectacular color con el que había retratado magistralmente el Monument Valley por el más humilde y sobrio blanco y negro con lo que consigue acentuar el carácter sombrío y triste de la historia que se está contando.



La estupenda banda sonora orquestada por Cyril J. Mokridge que cuenta con tres o cuatro temas fantásticos perfectamente utilizados y que subrayan el carácter intimista y melancólico del film.


La dirección artística, ya que salvo en tres escenas que se desarrollan en el rancho de Tom, toda la película se rodó en el estudio, como si Ford quisiera subrayar la idea de que la historia que estaba contando era tan falsa como los decorados en los que estaba siendo contada. Además con este hecho se está subrayando, de nuevo, el carácter independiente de Tom, puesto que es el único personaje que vive fuera de la ciudad (símbolo de la sociedad) en la que se hacina el resto de la población.


Por último tengo que referirme a los actores. Wayne y Stewart protagonizan unos de los mejores duelos interpretativos, pleno de naturalidad, que he podido disfrutar en el cine, desprendiéndose entre ellos una química difícil de igualar. Tanto el uno como el rudo y heroico Tom, como el otro en el papel del educado y civilizado Ransom están perfectos. Junto a ellos Vera Miles, quizás en su mejor papel, expresando sus sentimientos desgarrados con una mirada de profunda tristeza; un gran Lee Marvin, un poco antes de convertirse en estrella, como el sádico y brutal pistolero Liberty Valance, el segundo hombre más duro a este lado del territorio (el primero, lógicamente, es Tom); un sobresaliente Edmond O’Brien en el rol del alcoholizado, lúcido y elocuente editor del Shinbone Star; y otros habituales del cine de Ford como Andy Devine en el papel del cobardón sheriff que protagoniza junto a John Qualen las escasas escenas cómicas del film, John Carradine que se luce en un corto papel como brillante y manipulador orador, Woody Strode, es en esta película en la que mejor lo he visto, en un rol muy diferente a los que solía interpretar o Willis Bouchey como el revisor que pronuncia la demoledora frase final del film.


Así que ya sólo me queda deciros que pongáis el DVD, bajéis la luz de la sala, os sentéis y disfrutéis de esta auténtica joya que nos regaló John Ford y de un actor irrepetible de sonrisa franca y gesto preciso que sabía que no sólo el filete sino que gran parte del banquete del cine era suyo, John Wayne que fue realmente “El hombre que mató a Liberty Valance”.



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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9,5


Hace unos años hice llegar a varios amiguetes cinéfilos una singular encuesta. Mi propósito consistía en recurrir a su reputado criterio para determinar cuál podría ser la película más emblemática de la historia del cine yankee.

50 fueron las candidaturas propuestas pero, obviamente, sólo una podía salir victoriosa. Y sí, como podéis suponer, la gran triunfadora fue “El hombre que mató a Liberty Valance”.

Naturalmente, eso fue lo que me empujó a revisarla por primera vez. Mis vagos recuerdos adolescentes pedían a gritos constatar si, tal como habían determinado mis colegas, la peli de Ford merecía ese distinguidísimo y mitológico privilegio, o no. Pues bien, una vez revisada con toda la objetividad habida y por haber quisiera proclamar a bombo y platillo que “El hombre que mató a Liberty Valance” merece semejante honor y más.

Permitidme, pues, que incida sobre todo en el aspecto simbólico, icónico o totémico de la peli de Ford porque creo que ése es, al margen de su irreprochable factura narrativa y formal, el valor esencial de este western. Un valor que reside en su propia trascendencia cinematográfica y que constata como, paradójicamente, una peli capaz de derribar de un plumazo casi todos los cánones del género es, a su vez, capaz de convertirse en una obra mítica y, por ende, paradigmática. Lo más curioso, además, es que fuera precisamente Ford –el que zanjó ese western clásico que él mismo contribuyó a edificar- el que, con este enorme western, sentara las bases de ese espíritu crepuscular o expresionista tan característico en los filmes posteriores de Peckinpah o Leone.

En fin, disculpadme por ponerme demasiado trascendental y por no comentar nada sobre aspectos tan interesantes como ese jugoso triángulo amoroso entre Tom, Hallie y Ransom, como ese romántico debate entre leyenda y realidad ("en el Oeste, cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda") o como esa eterna pugna entre la ley escrita y la ley del más fuerte, pero es que eso ya lo han hecho otros y muy bien, por cierto. Y, además, qué coño, cuando un western como “El hombre que mató a Liberty Valance” va más allá de su propio género habrá que decirlo alto y claro ¿no?. Pues eso.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 11-11-09)

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