Dirección: Jacques Tourneur
Guion: Daniel B. Ullman.
Reparto:
- Joel McCrea (Wyatt Earp)
- Vera Miles (Laurie McCoy)
- Lloyd Bridges (Gyp Clements)
- Wallace Ford (Arthur Whiteside)
- Edgar Buchanan (Dock Black)
- Peter Graves (Morgan Earp)
- Keith Larsen (Bat Masterson)
- Carl Benton Reid (Mayor Andrew Hope)
- John Smith (Jim)
- Walter Coy (Sam McCoy)
- Robert J. Wilke (Ben Thompson)
- Jack Elam (Al)
Música: Hans J. Salter
Productora: Allied Artits (USA)
Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5
“No pierda la esperanza. No dude que ese hombre ha nacido para ejercer la ley”. Conversación sobre Wyat Earp mantenida por el juez Andrew Hope y Sam McCoy, uno de los benefactores de la ciudad de Wichita
Cuando se cita a Jacques Tourneur (1904-1977), director generalmente enmarcado en producciones de presupuesto bajo o medio aunque este hecho no le impidió dirigir a grandes estrellas como Robert Mitchum, Kirk Douglas o Burt Lancaster, recordamos el tríptico de películas de corte fantástico realizadas entre 1942 y 1943 junto a Val Lewton para la RKO (“La mujer pantera”, “El hombre leopardo” y “Yo anduve con un zombie”), género al que regresaría con la excelente “La noche del demonio” (1957); así como “Retorno al pasado” (1947), obra maestra del cine negro, y dos maravillosos filmes de aventuras tan vitalistas como dinámicos: “El halcón y la flecha” (1950) y “La mujer pirata”(1951).
Sin embargo su contribución al wéstern, que sin alcanzar el áltísimo nivel de los títulos anteriormente citados no es nada desdeñable, suele olvidarse a pesar de constituir uno de los géneros más abordados por el realizador francoestadounidense a lo largo de su carrera y de que tanto “Estrellas en mi corona” (1950), mixtura entre drama rural y wéstern, como “Wichita, ciudad infernal” se encontraban entre sus películas preferidas.
El filme fue producido por la Allied Artits, compañía fundada a iniciativa del mítico productor Walter Mirish quien como productor ejecutivo de la Monogram (minor hollywoodiense surgida en los años treinta y especializada en filmes de muy bajo coste, fundamentalmente pertenecientes al género wéstern) convenció a su dueño, Steve Broidy, para crear una nueva división con el objeto de realizar producciones algo más prestigiosas y costosas. Allied Artits y Monogram convivirían desde 1946 hasta 1953, año en el que la segunda quedaría definitivamente integrada en la primera.
ARGUMENTO: A Wyatt Earp, un excazador de bisontes, tras abortar el asalto al banco de Wichita le ofrecen el cargo de sheriff de la ciudad. Inicialmente lo rechazará pero tras la muerte accidental de un muchacho decidirá acabar con los disturbios provocados por los ganaderos, actitud que le granjea la enemistad de los comerciantes locales temerosos de perder los pingües beneficios que aquellos les reportan.
Wyatt Earp, figura clave en la mitología del Lejano Oeste, ha sido llevado a la pantalla en numerosas ocasiones, pero casi siempre teniendo como referencia su famoso enfrentamiento con el clan de los Clanton en el OK Corral de la ciudad de Tombstone. La originalidad de la cinta de Tourneur radica al mostrarnos a un Earp en un período anterior al del legendario tiroteo.
La presentación del personaje supone toda una declaración de principios por parte del director. Así, al igual que los ganaderos, contemplaremos en lontananza su diminuta figura perdida en la grandiosidad del paisaje. Con este plano, Tourneur humaniza al mito y muestra su fragilidad como la de cualquier ser humano; para a continuación engrandecer su figura enfocándolo más de cerca montado a caballo en un suave contrapicado, para lo que situa la cámara a la altura de los ganaderos sentados en la hierba. La intención del director, como luego se confirmará a lo largo de la película, es manifiesta: la grandeza del personaje no radica en sus habilidades sobrehumanas, como les ocurría a los héroes de la mitología griega hijos de dios y mortal, sino tan sólo en su interior; en su código de honor, en su sentido de la justicia y en sus principios éticos superiores a los de los hombres con los que se relaciona.
Porque la película sobre todo trata de la defensa de la justicia y de la legalidad frente a intereses espurios (el protagonista en un momento dado llega a afirmar: “No se trata de quien tienen razón sino de lo que es justo”) y de la fidelidad a uno mismo y a unos valores aunque este hecho suponga el enfrentamiento con los demás.
Así, el trabajo de Torneur destaca, junto a su probada elegancia, su talento para la puesta en escena y el gran partido desde el punto de vista formal que obtiene del formato en Cinemascope, por volver a utilizar una historia aparentemente simple para abordar temas de gran hondura, ofreciendo una visión ácida del desarrollo de los EEUU.
Para ello nos presenta una ciudad, Wichita, que acaba de convertirse en uno de los nudos ferroviarios más importantes del país. Una urbe, por tanto, en pleno crecimiento y desarrollo al ser clave en el transporte del ganado a otros territorios del estado pero que, al mismo tiempo, sufre las contrariedades de este enriquecimiento personificadas en forajidos y, sobre todo, cowboys que toman al asalto la ciudad en noches de excesos y alcohol. Al intentar frenar estos excesos, tras haber sido nombrado sheriff, Earp se encontrará con la incomprensión, cuando no el rechazo, de los voraces especuladores de la ciudad que, anteponiendo sus intereses económicos al bienestar de la mayoría de los ciudadanos, sentirán la actitud y el comportamiento del héroe como un freno al engrandecimiento de la ciudad y a su enriquecimiento personal. Así los mismos que le nombraron para que les protegiera de los bandidos, conspirarán contra él con el objeto de destituirle.
El mensaje es claro, el capital, representando por los prohombres de la ciudad, se sirve de la ley y la utiliza en su propio beneficio, aunque esta actitud afecte a la convivencia y perjudique a la mayoría.
En este sentido cobran gran importancia dos escenas, una primera en la que se reúnen el juez y tres de los próceres de Wichita para conspirar contra Earp y la posterior cena de estos con Wyatt, en la que el sheriff, con una lógica democrática impecable, les acusa de arrogarse la representación de la población de la urbe, derecho cuya posesión tan sólo corresponde a aquellos que han sido elegidos. Valores democráticos reafirmados por nuestro protagonista en otra escena, al afirmar ante Dock Blak (dueño de un saloon y declarado enemigo de Earp) que todos los ciudadanos son iguales y ninguno ostenta privilegios.
Al mismo tiempo el filme nos relata el fin de una época provocado por la expansión del ferrocarril (elemento fundamental para la civilización del oeste) y el nacimiento, con el desarrollo del capitalismo, de un período más sútil en el que los pistoleros darán paso a los especuladores cuya arma fundamental será el dinero, a través del cual controlarán a las distintas instituciones.
Para interpretar al personaje de Earp se escogió a Joel McCrea un actor con el que Tourneur había colaborado en dos wésterns anteriores: el citado “Estrellas en mi corona” (1950) y “El jinete misterioso” (1955), también conocido como “La ley del juez Thorne”, con el que “Wichita” guarda ciertas semejanzas. La elección no pudo ser más afortunada ya que, a pesar de contar cuando se rodó la película con cincuenta años mientras Earp no llegaba a los treinta, el actor nacido en California representaba como pocos intérpretes valores como la integridad, la honradez y la tenacidad; asociándose su imagen cinematográfica con la del héroe integro e incorruptible. Imagen ideal para encarnar a Earp, un hombre que, además, a lo largo de la película mostrará su rechazo por el uso de las armas (en distintas escenas afirma su intención de no matar a nadie).
De hecho, a lo largo de su dilatada carrera, Joel McCrea, además de dar vida a Wyatt Earp, interpretó a distintos personajes históricos elevados a mitos: Buffalo Bill, Sam Houston o Bat Masterson.
Junto a él, Vera Miles, actriz no excesivamente reconocida a pesar de haber realizado interpretaciones memorables para directores como John Ford, Alfred Hitchcock o Henry Hathaway, protagoniza la inconsistente historia de amor a la que, no obstante, Tourneur no presta demasiada atención para evitar la distracción del espectador de la trama principal; y un grupo de grandes secundarios habituales en este tipo de producciones encabezados por Wallace Ford como el alcoholizado y preclaro director del periódico, representante de un poder que sirve a la verdad constituyéndo un contrapeso a la voracidad especulativa de los grandes empresarios; Edgar Buchanan en el rol de Dock Black; y Lloyd Bridges y Jack Elam como dos de los pendencieros vaqueros.
En definitiva, estamos ante un wéstern que como lo califico el propio Tourneur “se apartaba de lo ordinario”. Una película, excelentemente fotografiada por Harold Lipstein y con un gran tema musical interpretado por la estrella del country Tex Ritter, contada en tiempo record, ochenta y un minutos, por un magnífico director que a la pregunta de un periodista sobre cuál creía que sería su lugar en la historia del cine no dudó en contestar: “Ninguno… soy un realizador muy mediano, he hecho mi trabajo lo mejor posible, con todas mis limitaciones”. Actitud de la que podían tomar nota algunos directores actuales excesivamente pagados de sí mismos y empeñados en inventar el cine en cada plano.
Como curiosidades comentaros que Sam Peckinpah hizo un pequeño papel como empleado del banco y que Jody McCrea, hijo de Joel, también intervino en la película.