NOSOTROS

Mostrando entradas con la etiqueta Clark Gable. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Clark Gable. Mostrar todas las entradas

jueves, 14 de febrero de 2019

VIDAS REBELDES

(The misfits, 1961)

Dirección: John Huston
Guion: Arthur Miller

Reparto:
- Clark Gable: Gay Langland
- Marilyn Monroe: Roslyn Taber
- Montgomery Clift: Perce Howland
- Eli Wallach: Guido
- Thelma Ritter: Isabelle Steers
- James Barton: Fletchers Grandfather’s
- Kevin McCarthy: Raymond Taber
- Estelle Winwood: Church lady collecting money

Música: Alex North
Productora: Seven Arts Production

Por Jesús Cendón. NOTA: 9

“Malditos sean los que han cambiado esto. Lo han envenenado todo y lo han manchado todo con sangre. Para mí ha terminado. Es… es tanto, tanto como extinguir un sueño. No hay más remedio que buscar otra manera de seguir viviendo. Si es que queda alguna todavía”. Gay a sus compañeros tras haber liberado a los caballos capturados.


Desde finales de los años cuarenta y durante toda la década siguiente los EEUU vivieron una época de crecimiento ecónomico sin paragón que asentaría a una clase media perfectamente identificada con la denominada American Way of Life basada en el bienestar material. Pero al mismo tiempo comenzaron a surgir los primeros movimientos contestatarios protagonizados por jóvenes que desembocaron en los sesenta en la revolución contracultural; así como se dieron los primeros pasos en pro de los derechos de la población negra (1). Además, tanto la traumática vuelta de los soldados tras la Segunda Guerra Mundial y sus problemas de adaptación, como el resultado de la Guerrra de Corea dejaron un poso de amargura en la sociedad estadounidense, al que se añadió el temor fundado a un posible conflicto nuclear. Todo ello hizo que en cierta medida los estadounidenses perdieran su inocencia, hecho que se reflejó en el cine y particularmente en el wéstern, abandonándose las visiones más heróicas y simplistas sobre la construcción de los EEUU protagonizadas por personajes inmaculados que, a partir de esta década, fueron sustituidos por otros con más aristas cuyos actos se basaban en motivos más complejos, al mismo tiempo que se empezó a cuestionar el mito fundacional. Hollywod, asimismo, comenzó a preguntarse sobre el destino de aquellos cowboys que ayudaron a construir el país en el siglo XIX, filmándose películas que, a pesar de contener rasgos propios del género, se situaban fuera de su marco temporal (aproximadamente desde 1840-50 hasta la Revolución mexicana de principios del siglo XX). Este tipo de cintas son en su conjunto amargas y nostágicas, con un tono marcadamente crepuscular. Rasgos que se acentuarían en la década siguiente.



Dentro de esta corriente de filmes que mantenían las esencias del wéstern y entroncaban con su iconografía, aunque estaban imbricadas con otros géneros y se desarrollaban en época contemporánea, además de abordar la figura de los antiguos cowboys, destacan, por citar algunos títulos rodados durante los años 50 y a comienzos de la siguiente década, “Hombres errantes” (Nicholas Ray, 1952), centrada en el mundo de los rodeos contemplados como último reducto de los antiguos cowboys; “Arena” (Richard Fleischer, 1953), experimento en 3D igualmente ambientada en el universo del rodeo; “Conspiración de silencio” (John Sturges, 1955), con un fuerte componente de denuncia social; el thriller “Sangre en el rancho” (Jack Arnold, 1956); “Bus Stop” (Joshua Logan, 1956), que con un tono desenfadado nos presentaba a un vaquero cuyos valores resultaban anacrónicos; la monumental “Gigante” (George Stevens, 1956), sobre la decadencia de un imperio ganadero en detrimento de los pozos petrolíferos, signo de los nuevos tiempos; “Tres vidas errantes” (Fred Zinneman, 1960) que, aunque situada en Australia, no sería demasiado descabellado incluirla en este grupo; la extraordinaria “Los valientes andan solos” (David Miller, 1962), con un vaquero incapaz de adaptarse a los tiempos modernos; el drama protagonizado por una familia de rancheros basado en la magnífica novela de Larry McMutry “Hud, el más salvaje entre mil” (Martin Ritt, 1963); o “Los desbravadores” (Burt Kennedy, 1965), comedia protagonizada por dos cowboys maduros.



Formando parte de este tipo de cintas se encuentra “Vidas rebeldes”, una historia de perdedores, individuos tan queridos por su director, que, como las piezas del puzle de los títulos de crédito, buscan su encaje en un mundo cambiante y hostil; en un sistema deshumanizado donde prima el materialismo que rechaza o abandona a todo aquello que no le es útil, como queda simbolizado en los cementerios de automóviles en los que estos esperan su turno para ser desguazados.



ARGUMENTO: Tras divorciarse en Reno, Roslyn conoce a Gay, un maduro cowboy, y a su socio Guido con los que establece una relación de amistad. A ellos se le añadirá Pearce, un vaquero que malvive de los premios obtenidos en los rodeos. Juntos decidirán capturar unos caballos salvajes localizados en las montañas.



Si hay un calificativo para esta película producida por John Huston para la recientemente creada Seven Arts (2) es el de maldita, al tratarse del último filme rodado por sus dos protagonistas. Clark Gable no vería su estreno al sufrir un infarto dos días después de finalizar su filmación, falleciendo una semana más tarde; mientras que a Mariyn Monroe tan sólo le dio tiempo para rodar algunas escenas de la que hubiera sido su nueva cinta, “Something’s got to give” dirigida por George Cuckor, al aparecer muerta en extrañas circunstancias en su apartamento de Los Angeles. Incluso Montgomery Clift, pese a su juventud, aparecería únicamente en tres películas más mostrando su deteriorado estado físico.



Además el rodaje del filme fue un verdadero infierno y no solamente por las duras condiciones climatológicas. Así Arthur Miller, autor del guion, propuso constantes cambios en el libreto chocando constantemente con Gable y Huston, quien comenzó a desentenderse del material rodado mostrando más interés por las posibilidades ofrecidas por Nevada para satisfacer su pasión por el juego. Mientras que Marilyn Monroe, afectada por sus crecientes problemas matrimoniales con Miller (3), solía acumular retrasos y se presentaba en el set de rodaje aturdida por el abuso de barbitúricos, incluso tuvo que ser ingresada en un hospital durante dos semanas. Todo ello le llevó en plena desesperación a “El Rey” a afirmar, desgraciadamente de manera profética, que la actitud de la actriz le iba a provocar un infarto. Por su parte Montgomery Clift continuaba su peculiar proceso autodestructivo caracterizado por el abuso del alcohol y las drogas (4); incluso, a pesar de que inicialmente había congeniado con Clark Gable, llegó a tener un encontronazo serio con la madura estrella en el que esta le echo en cara su condición sexual.

Pero aparquemos las dificultades surgidas durante su rodaje y centrémosnos en el filme.



El guion de la película, recientemente editado por la editorial Tusquets, se basa en una experiencia vivida por el propio dramaturgo en Reno, ciudad eminentemente industrial pero en la que todavía se podían encontrar cowboys auténticos, donde presentó la demanda de divorcio de su primera esposa. Igualmente, para construir el principal personaje femenino se inspiró en su actual mujer, de tal forma que prácticamente es imposible disociar a Roslyn de Marilyn. Así, personaje y actriz se funden en un sólo ser ya desde la primera escena en la que nos presentan a una Roslyn incapaz de recordar las escasas frases de su declaración de divorcio, para a lo largo del filme irnos desgranando las características tanto de su personalidad como de su vida lastrada por sus fracasos sentimentales al buscar en sus relaciones la protección que nunca tuvo de su padre, de ahí que se enamore en el filme de un hombre mucho más mayor (5). Roslyn se nos va a revelar como una mujer insegura, ingenua, aparentemente simpática y alegre pero en realidad tendente a la amargura y a la melancolía (Gay , de hecho, le dirá. “Eres la persona más triste que he visto”), de una sensibilidad extrema lo que la llevará a “adoptar” como si fuera un hermano pequeño a Perce y con una notable capacidad para la empatía no sólo con los humanos sino con cualquier ser vivo. Un ser que arrastra el dolor de no haber importado nunca a alguien lo suficiente al haber atraído hasta ese momento a los hombres exclusivamente por su físico (llega a comentar a Gay “Nadie tuvo tiempo para darme cariño”); y sólo el maduro Gay sabrá bucear en su interior y conocer a la verdadera Roslyn. En este sentido cobra gran importancia una cruel escena en un saloon como ejemplo de una sociedad superficial tiranizada por las apariencias e incapaz de apreciar más allá de estas.

Pero no sólo Marilyn comparte muchos elementos en común con Roslyn, sino que la situación de los dos interpretes masculinos principales se asemejaba bastante a la de sus personajes.



Por una parte, Gay Langland, incapaz de adaptarse al mundo contemporáneo, es un hombre en plena decadencia que, incluso como se muestra en la escena de su presentación, ha llegado a vivir de la mujeres; pudiéndose establecerse cierto paralelismo con la situación de Clark Gable intentando adaptarse a un Hollywood caracterizado por sus constantes cambios y cuya carrera, tras haber conseguido el actor romper el contrato que le ligó durante veinticinco años con la Metro descontento con los papeles que la major le ofrecía, comenzaba un lento y lógico declive; por lo que para intentar mantener su estatus de estrella tuvo incluso que acudir a su buen amigo Raoul Walsh con quien rodó de forma continuada tres filmes en otros tantos años, entre ellos el magnífico “Los implacables”. Langland-Gable es, por tanto, un dinosaurio, un representante de una época pasada y, como tal, un ejemplar en extinción.



Mientras que Perce Howland es un individuo empeñado en destrozarse física y emocionalmente al igual que le ocurría a Montgomery Clift, quien, con una personalidad atormentada entre otros motivos por su homosexualidad nunca asumida, continuaba, como señalé anteriormente, con su proceso de aniquilamiento basado en la ingesta descontrolada de alcohol y drogas. Un proceso acentuado tras el grave accidente automovilístico (6) sufrido durante el rodaje de “El árbol de la vida” (Edward Dymytryk, 1957) que estuvo a punto de costarle la vida y le desfiguró el rostro. Su estado era tal que Marilyn llegó a afirmar sobre él que era:“La única persona que conozco que está peor que yo”.



Sin duda las semejanzas existentes entre los personajes y las vidas de sus interpretes redundaron en la autenticidad de las interpretaciones del trío protagonista no dudando en desnudar sus almas en el filme y ofreciéndonos un trabajo inolvidable, emotivo y desgarrador, como si estuvieran liberando sus miedos a modo de catarsis emocional, sobre todo Marilyn. De hecho Huston llegó a afirmar sobre la estrella que no parecía actuar en ningún momento sino que tan sólo se limitó a buscar en su interior.



En definitiva, con “Vidas rebeldes”, estamos contemplando a un Gable luchando contra el paso del tiempo, a una Marilyn pidiendo desesperadamente cariño y a un Clift autodestruirse.

Otros dos personajes se unen al trío protagonista:



- Guido, al que dio vida un excelente Eli Wallach, es otro inadaptado y antiguo socio de Gay cuya vida se vio definitivamente rota con la muerte de su esposa embarazada. A pesar de trabajar como conductor de una grúa es incapaz de de echar raíces y asentarse en un lugar. Símbolo de su carácter nómada, como el de los antiguos cowboys, es su rancho a medio construir que, probablemente, nunca concluirá.



- Isabelle, interpretada por una maravillosa Thelma Ritter, una mujer lastrada por sus fracasos matrimoniales y gran apoyo emocional durante la primera parte de la cinta de Roslyn. Lástima que desaparezca muy pronto.

Con estos cinco seres marginados la pareja formada por Huston y Miller construyó un retrato descarnado de la sociedad estadounidense de finales de la década de los cincuenta, desarrollando el relato a través de varios ejes temáticos:



- La soledad. Como apuntó en su día Julián Marías la película analiza el tema de la soledad como “forma de la vida humana, como amenaza sobre hombres y mujeres” al establecerse contactos caracterizados por su precariedad y fugacidad. Los cuatro protagonistas del filme son individuos solitarios que buscan algo de calor en la compañía siempre efímera de otros semejantes. Situación perfectamente resumida por Perce al confesar que: “No tengo a nadie con quien hablar”.



- La búsqueda de la felicidad. Muy ligado al tema anterior, esta cuestión queda sintetizada por Roslyn al afirmar que: “Mi problema es que nunca me dura la felicidad, siempre condenada a estar sola. Desde pequeña”.



- La libertad o más en concreto el precio a pagar por ella. Los personajes de la película rechazan los convencionalismos sociales y las reglas establecidas, negándose a renunciar a su vida caracterizada por la independencia. Así, constantemente tanto Gay como Perce y Guido hacen alusión a que “cualquier cosa es mejor que un empleo”. Son, en definitiva, igual que los caballos (7) que están dispuestos a capturar, ya que como ellos fueron antaño piezas cruciales para conquistar un país que en la actualidad los ignora y termina por fagocitarlos. Respecto a este tema cobra gran importancia la escena del desierto, símbolo de la soledad e incomunicación de los personajes, en donde son tentados por el sistema del que abobinan a cambio de la promesa de la obtención de unos beneficios fáciles y de una falsa recuperación de su modo de vida pero que en realidad supone la prostitución de su oficio. Tentación que pondrá a prueba sus más arraigados principios y convicciones. De hecho la liberación del garañón por parte de Gay implica un último acto de rebeldía, de afirmación de su independencia.



- El desarraigo tanto físico como emocional, al tratarse de personajes que vagan sin un rumbo fijo en un tiempo que no les pertenece y, al mismo tiempo, carecen de asideros emocionales presentando graves carencia afectivas. En este sentido es fundamental la escena nocturna en la que bajo los efectos del alcohol mostrarán sus miedos, miserias y demonios interiores. Así Gay se nos presenta como un individuo incapaz de mantener una relación normalizada con sus hijos a los que desde hace un año no ha visto, terminando por confesar a Roslyn que: “Me siento viejo y no valgo nada”. Perce aparece como un hombre sensible incapaz de superar la muerte de su padre y, sobre todo, el cambio de actitud de su madre hacia él tras haberse casado de nuevo. Y Guido revela a Roslyn el trauma que le provocó la guerra y su más absoluta soledad, suplicando su ayuda al preguntarle “¿Qué hay que hacer para que a uno le quieran?”. Son seres con la amargura cosida al corazón pero que, a pesar de haber sido tratados duramente por la vida, no se rinden y siguen buscando incansablemente su lugar en el mundo. De ahí el final, aparentemente feliz, con Roslyn apoyada en el hombro de Gay mientras su camioneta penetra en la oscuridad de la noche con las estrellas del firmamento como único guía.

“Vidas rebeldes” es, en definitiva, un filme que muestra con toda su crudeza el desencanto y la frustración de la generación estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial; una generación que, como afirmó reiteradamente John Huston, había perdido el sentido de su existencia.


(1) En 1955 Rosa Parks se negó a ceder su asiento del autobús a un pasajero blanco desencadenando un largo boicot, tras su juicio, a las líneas de autobuses que culminaría con la abolición de la ley local en Montgomery sobre la segregación de la población blanca y negra.

(2) John Huston volvería a colaborar con esta productora tres años después en la excelente “La noche de la iguana” basada curiosamente en la obra de otro dramaturgo, en esta ocasión Tennesse Williams.

(3) Arthur Miller conocería en el rodaje a la fotógrafa austriáca Inge Morath con la que contraería nupcias inmediatamente después de divorciarse de Marilyn Monroe. Su matrimono duraría hasta el fallecimiento de su esposa en 2002.

(4) Cuando expiró Montgomery Clift en 1966, con tan sólo 45 años, en la meca del cine se llegó a afirmar que “Había sido el suicidio más largo en la historia de Hollywood”.

(5) No creo que la elección de Clark Gable, ídolo de la infancia y juventud de Norman Jean, fuera casualidad. Acentuándose con ello, una vez más, las semejanzas entre interprete y personaje interpretado.

(6) Incluso en la famosa escena de la cabina se alude a un accidente de Perce que, como en el caso del actor, desfiguró su rostro.

(7) Los equinos simbolizan generalmente la libertad y la virilidad, de ahí el paralelismo con los protagonistas del filme.

jueves, 3 de mayo de 2018

LOS IMPLACABLES

(The tall men, 1955)

Dirección: Raoul Walsh
Guion: Frank S. Nugent y Sidney Boehm

Reparto:
- Clark Gable: Ben Allison
- Jane Russell: Nella Turner
- Robert Ryan: Nathan Stark
- Cameron Mitchell: Clint Allyson
- Juan García: Luis
- Harry Shannon: Sam
- Emile Meyer: Chickasaw Charlie
- Steve Darrell: Coronel Norris
- Robert Adler: Wrangler
- Mae Marsh: Emigrant
- Chuck Roberson: Alva Jenkin
- Russell Simpson: Emigrant
- Bill Wright: Gus

Música: Victor Young
Productora: Twentieth Century Fox Film Corporation (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 8’5.

“La gente levanta monumentos a los que triunfan. Los tontos terminan en sepulturas anónimas”. Nathan Stark a Ben y Clint Allison inmediatamente antes de enfrentarse a los cuatreros.


Clark Gable, una de las grandes estrellas hollywoodienses en las décadas de los treinta y cuarenta, acababa de finalizar su contrato con la Metro Goldwyn Mayer, major con la que estuvo vinculado durante casi veinticinco años (1930-1954), en un momento delicado pues su carrera comenzaba a declinar por lo que para sus siguientes trabajos buscó la seguridad de un director tan fiable como Raoul Walsh. Este, además de amigo del actor, se había caracterizado a lo largo de su dilatada carrera por su profesionalidad y por poner su talento y genio al servicio tanto de los estudios en los que estuvo contratado como de los protagonistas de sus películas; y al igual que Gable había finalizado recientemente la relación con otra major, en este caso la Warner Brothers en la que estuvo trabajando desde 1939 hasta 1953; sin duda su época más brillante.



El resultado de la unión del intérprete con el director fue el rodaje de tres películas entre 1955 y 1957: “Los implacables”; “Un rey para cuatro reinas”, wéstern en tono de comedia que le emparejó con Eleanor Parker y jugaba con el apelativo por el que era conocido Gable en Hollywood; y “La esclava libre”, película de aventuras con cierta influencia de “Lo que el viento se llevó” y mensaje abiertamente antiesclavista en la que formó pareja con Yvonne De Carlo.

De las tres colaboraciones citadas la cinta que nos ocupa es la más lograda, y junto con “Murieron con las botas puestas” (1941), “Perseguido” (1947), “Juntos hasta la muerte” (1949) y “Camino de la horca” (1951) conforma el repóquer de ases de Raoul Walsh en este género cinematográfico.



ARGUMENTO: Finalizada la Guerra de Secesión, los hermanos Allison, Ben y Clint, deciden atracar al terrateniente Nathan Stark para con el producto del robo comprar un rancho y establecerse por su cuenta. Sorprendentemente este les propondrá trabajar para él conduciendo un gran número de cabezas de ganado de Texas a Montana. Durante el trayecto los tres deberán hacer frente a una naturaleza hostil, a los ataques de los indios, a la pretendida extorsión por parte de cuatreros e, incluso, a la rivalidad surgida entre el mayor de los hermanos, Ben, y Nathan por conquistar a Nella, una bella mujer rescatada tras un ataque de los sioux.



Dos exhaustos vaqueros cabalgan lentamente por las inmensas montañas cuando ven recortado en el horizonte un árbol con un hombre ahorcado, lo que lleva a afirmar a uno de ellos: “Al fin nos acercamos a la civilización”. Brillante escena de apertura de esta magnífica película. Un apabullante wéstern, pleno de vitalidad, dinamismo e intensidad, que se mueve dentro de los cánones más clásicos del género y en el que Raoul Walsh nos presenta una gran epopeya, con cierta influencia de la ya comentada en este blog “Río Rojo” (Howard Hawks, 1949), desarrollada entre los nevados paisajes de Montana y los desérticos parajes de Texas, brillantemente fotografiados por Leo Tover. Una gran aventura épica con la presencia de los principales temas y arquetipos del wéstern: cowboys, indios, cuatreros, soldados, alusiones a la Guerra de Secesión, etcétera en la que, no obstante, también tienen cabida el humor y, sobre todo, el amor en una delicada y sútil escena, parcialmente censurada en España, desarrollada en una cabaña aislada en la que el director utiliza de forma magistral el recurso narrativo de la elipsis.



Estamos, pues, ante un wéstern canónico, una de esas películas que definen como pocas al wéstern clásico; pero, como todo gran relato, el filme cuenta con un lectura más profunda a través de la cual trasciende el género y se convierte en una obra universal. Así en sus dos horas de duración y gracias a un estupendo guion de Frank Nugent, habitual en el cine de Ford, y Sidney Boehm, Walsh va a reflexionar sobre la vida, sobre la diferencia entre lo que se desea y lo que se necesita, y, en definitiva, sobre cómo ser feliz.

El director construye fundamentalmente esta parábola sobre la felicidad y la ambición a través de dos personajes antagónicos enfrentados por el amor de una mujer.



Ben Allinson, un mágnífico Clark Gable en una de sus mejores interpretaciones, ha conocido el sabor amargo de la derrota en la Guerra de Secesión y como muchos combatientes del Sur se siente abandonado tras haber dado lo mejor de sí mismo en la contienda fraticida; de ahí su visión negativa de la sociedad apuntada en la escena inicial y su convencimiento de que el país le debe algo al haberle convertido la guerra en un vagabundo inadaptado; por lo que no duda en cometer un acto delictivo que le asegure su futuro. En realidad, representa el espíritu del cowboy clásico. Un hombre auténtico, generoso, altruista, íntegro, romántico, digno, solidario, idealista, fiel a la palabra dada y a sus principios, de espíritu inquebrantable y gran determinación. Un hombre sin grandes sueños para ser feliz, pues tan sólo aspira a poseer un pequeño rancho con unos cuantos acres de terreno en donde criar su ganado y “una mujer fantástica a mi lado”. Un individuo que reivindica su derecho a una segunda oportunidad (tema básico en la cultura anglosajona). Es en realidad el verdadero hombre alto al que alude el título original del filme (de nuevo nos encontramos con una deplorable traducción) al personificar a todos aquellos que nunca serán citados en los libros de historia pero que con su generosidad, constancia y sacrificio contribuyeron de forma anónima y decisiva a la construcción de un país.



Nathan Stark, un excelente y sobrio Robert Ryan, es un hombre diametralmente opuesto a Ben. Individuo extremadamente ambicioso, pretende convertirse en el dueño de Montana. Frío, calculador, individualista, egoísta y, sobre todo, práctico ya que todas sus decisiones vienen determinadas por el binomio riesgo-beneficio. Pero al igual que Ben, aunque movido por su avidez, dada su gran determinación y su capacidad de liderazgo necesario para hacer grande el país. Sin duda es el tipo de persona que pasará a la posteridad y, por tanto, el otro hombre alto; aunque su actitud vital sea claramente cuestionable. Un hombre al que no le gusta perder el tiempo, no tiene “interés en sueños pequeños” y es consciente de que el triunfo en la vida, entendido como el reconocimiento de los demás hacia su persona por el poder y riquezas obtenidos, es básico porque: “la gente envidia a los triunfadores y no a los fracasados”. Sin embargo, mostrará respeto e, incluso, admiración por Ben del que al final de la película reconocerá que es el único hombre que ha respetado en su vida para a continuación definirlo como: “Es lo que todo niño sueña que va a ser cuando crezca y lo que todo viejo siente no haber sido”.





En medio se encuentra Nella, una estupenda Jane Russell demostrando que no había perdido nada del atractivo mostrado en su debut en este género con “El forajido” (Howard Hughes, 1943). Marcada por la vida misera de sus padres reivindica su derecho a soñar y a tener una existencia llena de comodidades. Oscilará entre el amor sincero sentido por Ben al que no puede olvidar tras la noche vivida con él en una cabaña abandonada (sentimiento simbolizado en la manta que utilizaron, constantemente presente a lo largo de la película) y la seguridad ofrecida por Nathan. Un mundo de opulencia, apariencia (representado en el corsé que se pone para resaltar aún más su figura que está a punto de ahogarla) y felicidad falsa en el que las relaciones humanas son entendidas como transacciones mercantiles; de hecho Nathan le comenta a Nella: “Por usted y por mí nena, y por nuestro monopolio de las cosas mejores de la vida”. Un mundo en el que la dicha dura lo que las burbujas de champán en una copa.



Junto con los personajes principales nos encontramos con un Cameron Mitchell muy entonado dando vida al hermano menor de Ben. Un hombre impulsivo, bravucón, pendenciero y alcoholizado. Personaje trágico, será víctima de la fatalidad y el destino le negará la posibilidad de rehabilitarse. Sin duda la pluma de Sidney Boehm, con amplia experiencia en el cine negro, se aprecia en este personaje. Mientras que Juan García interpreta a Luis, sujeto que representa la amistad, otro de los temas abordado por la película, la fidelidad y la lealtad y al que los guionistas reservan una emotiva escena en la que confiesa a Nella sus sentimientos hacia Ben que, en su día, le salvó la vida.



El director articula su discurso mediante la magristral combinación de escenas marcadamente intimistas, fundamentales para conocer a los personajes y desarrollar el triángulo amoroso, y espectaculares secuencias de tono épico con el objeto de hacer progresar la historia y en las que obtiene un gran rendimiento del formato Cinemascoope, contraponiendo la inmensidad de la naturaleza con la pequeñez del ser humano. Sin duda destacan, de entre las escenas de corte épico, el enfrentamiento con los cuatreros, el paso del ganado por un río y la batalla final contra los indios.



Además hay que añadir el trabajo de  Victor Young, quien compuso, poco antes de fallecer, una gran banda sonora adaptada perfectamente a las imágenes y en la que destaca el delicado tema principal.



“Los implacables” es un magnífico wéstern, modelo de un cine, como el personaje de Ben Allison, auténtico, de verdad, sin engaños ni artificios, desgraciadamente muy difícil de encontrar en la actualidad.



Como datos curiosos comentaros que:

- Mae Marsh, inolvidable protagonista junto a Lilian Gish de títulos fundamentales dirigidos por D. W. Griffith como “El nacimiento de una nación” (1915) o “Intolerancia” (1916), cuenta con un pequeño papel en el filme.

- A Raoul Walsh no le gustaba que se notara la diferencia de estatura entre Robert Ryan y Clark Gable, por lo que en algunas de las escenas en las que aparecían juntos utilizaron un cajón como plataforma para el segundo.