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jueves, 7 de septiembre de 2017

EL SARGENTO NEGRO

(Sergeant Rutledge - 1960).

Dirección: John Ford.
Guion: James Warner Bellah, Willis Goldbeck.

Reparto:
- Jeffrey Hunter: Teniente Tom Cantrell
- Constance Towers: Mary Beecher
- Billie Burke: Cordelia Fosgate
- Woody Strode: Sargento Braxton Rutledge
- Juano Hernández: Sargento Skidmore
- Willis Bouchey: Coronel Otis Fosgate
- Carleton Young: Capitán Shattuck

Música: Howard Jackson.
Productora: Warner Bross. Ford Production. (USA).

Por Jesús CendónNOTA: 8,5

“Sentía que el ejército era mi hogar, mi verdadera libertad y mi propia estimación. Y el modo en que iba desertar me convertía en una fiera dañina que huye acosada. ¡Y yo no soy eso. Comprende. Soy un hombre!” (El sargento de primera Braxton Rutledge en su juicio ante el acoso al que se ve sometido por parte del fiscal).


ARGUMENTO: El sargento de primera Braxton Rutledge, un soldado ejemplar, es sometido a un consejo de guerra por el asesinato del comandante del fuerte y la violación y asesinato de la hija de este. El teniente Cantrell, su inmediato superior, se encargará de la defensa e intentará esclarecer la verdad.


El antiguo proyecto de la Warner a cargo de Andre de Toth situado en Europa en la época contemporánea y archivado en 1957 fue retomado por Willis Goldbeck al ver un cuadro de Remington sobre un soldado negro de la caballería de los EEUU. Este posteriormente contactaría con el también guionista James Warner Bellah para elaborar una historia sobre el papel desempeñado por la población negra en el ejército de los EEUU, y más concretamente referida a los Regimientos IX y X. Pero en manos de John Ford, al que le gustaba implicarse en los guiones modificando aquello que le desagradaba e incluyendo lo que estimaba conveniente, la película no sólo se convirtió en un valiente alegato antirracista sino en un sincero reconocimiento de la importancia de la participación de la población negra en la conquista del Oeste y, por tanto, en la construcción de los Estados Unidos. De nuevo Ford defendía la tesis de que la historia de un país la escribe su gente, generalmente las clases populares. Así, si en “La uvas de la ira” emitía una rotunda declaración al afirmar por medio de Ma Joad: “Nosotros somos el pueblo, nosotros seguimos adelante”, y en “Fort Apache” exaltaba en el discurso final del capitán Yorke a la caballería identificándola con los soldados y no con sus oficiales, en esta le toca el turno a la población negra que siendo esclava participó en la Guerra de Secesión para posteriormente alistarse en los citados IX y X Regimientos de Caballería para destacar por su valor en los combates contra los indios (la escena en la que Cantrell explica a Mary por qué son llamados soldados búfalos es rigurosamente cierta).


Por tanto, estamos ante una de las películas ideológicamente más comprometidas del genial director de origen irlandés en el que toma partido por las justas reivindicaciones de la población negra. Posicionamiento lógico desde la perspectiva actual (cincuenta y cinco años después de su estreno) pero cuya importancia se debe valorar en el contexto sociopolítico del momento en el que se cuestionaban dichas reivindicaciones. Una época convulsa con el renacimiento desde mediados de los años cincuenta del Ku Klux Klan y el recrudecimiento de sus actividades violentas como reacción a la proliferación de los movimientos antisegregacionistas tanto de corte pacífico como más radicales y violentos liderados, respectivamente, por Martin Luther King y Malcolm X (ambos dirigentes fueron asesinados). Dichos movimientos culminaron en 1964 con la promulgación de la Ley de Derechos Civiles que puso fin, desde el punto de vista legal, a la segregación racial.


Incluso la película parece anticiparse a través de la figura de Ruthledge al famoso discurso “Yo tengo un sueño” expresado por Martin Luther King en el monumento a Abraham Licoln en 1963 al afirmar el sargento que: “El destino de los míos es vivir atormentado. Muy bonito lo que dijo Lincoln pero no es cierto. Aún no.” Para, en otra escena, ante un moribundo Moffat que reniega de participar en la lucha de los blancos aseverar: “Luchamos por nuestro porvenir. Algún día Moffat, algún día”. Es, por tanto, consciente de la situación de discriminación de su raza y de las limitaciones que le impone la sociedad en la que vive pero confía en que su entrega y su sacrificio sirvan para en un futuro alcanzar la igualdad con el hombre blanco y, como Martin Luther King, sueña con el advenimiento de ese día.


Ford por tanto identifica a la población negra de su país con Ruthledge, de ahí que la dialéctica sobre el racismo sea constante, con dos momentos especialmente dramáticos. Aquel en el que vuelven a esposar al sargento para a continuación leer el documento de su manumisión y cerrar la escena Mary afirmando: “Era preciso tratarlo como un animal”; es decir, nada ha cambiado a pesar del sacrificio de la población negra. Y aquella del juicio en la que, acosado por el fiscal, se levanta y entre sollozos reivindica su condición de hombre y no de bestia, mientras que Ford lo retrata con un ligero contrapicado con el objeto de ensalzarle, de agrandar su figura; un soldado ejemplar que por ser de raza negra sufre la discriminación y el desprecio de una población por la que día a día se juega la vida.


El filme además es un híbrido entre western y thriller de juicios de tanto éxito en el momento de su realización gracias a películas de la talla de “Doce hombres sin piedad” (Sidney Lumet, 1957), “Testigo de cargo” (Alfred Hitchcock, 1957) o “Anatomía de un asesinato” (Otto Preminger, 1959) y se desarrolla en dos espacios claramente diferenciados: la sala del juicio de ambiente claustrofóbico e iluminada de forma teatral al focalizarse la luz en los testigos; y los espacios abiertos que le permiten retratar de nuevo su querido Monument Valley y rodar de forma brillante varias escenas de acción. Todo ello a través de una estructura compleja basada en varios flashbacks perfectamente integrados en la historia a través de los cuales el espectador, al igual que el teniente Cantrill, irá intuyendo la verdad.

Junto al tema del racismo Ford aborda otros, algunos de ellos recurrentes en su filmografía, entre los que destacan:


- La crítica a una sociedad cargada de prejuicios, morbosa, presta a convertir un juicio por asesinato con las graves consecuencias que conlleva en un mero espectáculo o, incluso, a exigir el linchamiento del reo antes de ser juzgado.


- El ejército como institución que encarna los valores más nobles del ser humano: la entrega, el sacrificio, la lealtad, el compañerismo, el altruismo. Una institución compuesta por soldados a los que no se les discrimina por el color de su piel.


- La amistad, representada en la relación de mutuo respeto entre el teniente Cantrell y el sargento. El primero a pesar de que, como soldado, debe ser fiel a las ordenanzas le muestra su confianza e incluso, a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra, le llega a confesar: “Si usted me dice que no lo hizo yo le creeré”. Es el tipo de amistad y camaradería surgida entre dos hombres durante seis años combatiendo codo con codo.


- La necesaria reconciliación nacional, tema introducido sutilmente a través del Manual sobre el Consejo de Guerra de la Confederación adoptado por la Unión. Circunstancia que da lugar a uno de los brillantes gags diseminados a lo largo de la película. Entre estos cabe destacar el de la partida de cartas, resuelto con una estupenda elipsis de la que podrían tomar nota algunos directores actuales, o el de la pasión por el “agua” del presidente del tribunal.



- El rechazo a los conflictos bélicos y sus consecuencias, al citar por dos veces el saqueo de Atlanta cometido por las tropas unionistas.


Para dar vida a los personajes Ford se rodeó de un grupo de actores fijos en su cine que, sin ser estrellas, conforman un conjunto compacto. Como protagonista aparece un notable Jeffrey Hunter, interprete lanzado por la Twentieh Century Fox como gran promesa en la década de los cincuenta junto a Robert Wagner, con el que coincidió en varias películas como “Pluma blanca” (Robert D. Web, 1955) o “La verdadera historia de Jesse James” (Nicholas Ray, 1957) por ceñirnos a este género, y fallecido prematuramente de forma absurda en un accidente doméstico. En uno de sus mejores papeles, da vida al sagaz y recto teniente Cantrell, un soldado con plena confianza en el ejército. En el rol de Mary nos encontramos con Constance Towers que había trabajado con Ford en “Misión de audaces” (1959). En el rol del sargento aparece Woody Strode, cuya habitual impasibilidad dota al personaje de la honorabilidad y orgullo que requería, un individuo que es consciente de que con él se juzga a su raza y antepone el buen nombre del IX de Caballería a su propia seguridad.






Junto a ellos destacan tres secundarios con actuaciones memorables: Billie Burke en el papel de Cordelia Fosgate testigo y mujer del presidente del tribunal; símbolo de esa sociedad pazguata, cotilla, frívola, capaz de trivializar un juicio por asesinato y de escandalizarse tan sólo por el morbo que rodea al caso. Willis Bouchey como el coronel Fosgate, representante del militar admirado por Ford; un individuo que suple sus carencias jurídicas con un profundo sentimiento por hacer justicia y conocer la verdad, y que tan sólo ve en Rutledge a un soldado. Por el contrario el fiscal, magníficamente interpretado por Carleton Young, del que Ford se preocupa por informarnos de que no es un verdadero militar por llevar diez años en el Cuartel General como auditor, mostrará constantemente sus prejuicios raciales e incluso en uno de sus alegatos contrapondrá la noción de muchacho blanco a la de hombre negro. Se trata de un personaje inflexible más preocupado por condenar a muerte al sargento que por desenmascarar al asesino, un individuo que se sirve de argucias legales y no dudará en humillar a los soldados negros.


Estamos pues ante un gran wéstern, incomprensiblemente calificado en su día como menor pero que el tiempo ha ido agigantando y otorgándole su verdadero valor. En todo caso, vista la película, me pregunto ¿A quién no le gustaría tener una filmografía repleta de “obras menores” como esta?

Como curiosidad comentaros que el sargento se apellida como el primer gran amor de Abraham Lincoln, coincidencia que no creo que sea casual.




miércoles, 9 de diciembre de 2015

CENTAUROS DEL DESIERTO



(The Searchers) - 1956

Director: John Ford
Guión: Frank S. Nugent 



Intérpretes:
-John Wayne: Ethan Edwards
-Jeffrey Hunter: Martin Pawley
-Vera Miles: Laurie Jorgensen
-Ward Bond: Reverendo/Capitán Samuel J. Clayton
-Harry Carey Jr.: Brad Jorgenssen
-Hank Worden: Moss Harper
-Henry Brandon: Cicatriz
-Natalie Wood: Debbie Edwards


Música: Max Steiner
Productora: Warner Bros
País: Estados Unidos


Por: Güido Maltese. Nota: 10

Ethan Edwards: "Algún día se convertirá en un agradable lugar para vivir, puede que hagan falta nuestros huesos como abono para que eso ocurra".

Estamos, en mi opinión, ante el mejor western de John Ford y uno de los mejores (para mí el mejor, sin duda) de la historia del Cine.

Es tal el respeto y admiración que me produce, que no sé cómo empezar ésta review (sobre todo, por que sé que debo acabarla en algún momento)

Ante todo, quiero dejar bien claro que lo expuesto no es más que mi modesta opinión de aficionado y admirador del género

Creo que lo mejor será dividir la película en partes y analizar cada una:

1.- INTRODUCCIÓN

Texas, 1868. El segundo mejor plano de la historia del western, en el que vemos a Martha Edwards abriendo la puerta de su casa desde dentro, con lo cual el contraluz producido por el sol y la claridad del árido paisaje la dejan totalmente a oscuras, para ver que un jinete se acerca, solitario, a lo lejos... Su marido, Aarón, también sale al quicio y tras otear el horizonte nos revela quién está llegando "Ethan, es Ethan..." y eso produce en Martha un cierto nerviosismo, quizás algún escalofrío...



Y, por fin, Ethan Edwards se detiene ante la casa y baja de su caballo, con su capote polvoriento y se acerca a la familia (Aaron es su hermano y Martha, su cuñada). Apretón de mano distraído a Aarón y sin dudar un sólo segundo, se lanza a saludar a Martha con un tierno beso en la frente. Ethan no ha pronunciado una sola palabra, pero creemos entender que algo ocurre.... Martha, nerviosa, entra en casa y es seguida por los dos hermanos. Pronto, van apareciendo los tres hijos del matrimonio (Lucy, Debbie y Ben) y saludan a su tío con gran admiración, cómo si de una leyenda se tratase. Y tambien conocemos a Martin Pawley, un mestizo encontrado por Ethan cuando era un bebé y criado por Aarón y Martha cómo un hijo más. -Pareces medio-indio le dice con desprecio Ethan -y no me llames tío, yo no soy tu tío. Por fín, la conversación nos revela que Ethan Edwards se fue a la guerra a luchar contra los yanquis y ha vuelto a casa 3 años después de finalizada la contienda. Hay una cierta tensión entre los hermanos y a poco que nos esforcemos nos daremos cuenta de que la respuesta está en Martha...


Pero llega un destacamento de Voluntarios de Texas al mando del reverendo/capitán Clayton, viejo conocido de los Edwards y ex-combatiente por el Sur junto a Ethan.

-No te vi el día de la rendición, le dice a Ethan como saludo, lo que nos revela lo duro que fue para él perder la guerra.


Clayton ha venido a reclutar a Aarón y Martín para la milicia de voluntarios, pues unos indios han robado unas vacas en un rancho cercano propiedad de los Jorgenssen, cuyo hijo, Brad, corteja a Lucy Edwards. Ethan se ofrece a ir en lugar de su hermano y cuando Clayton pretende que jure lealtad a los Voluntarios de Texas la respuesta es rotunda:- Un hombre sólo puede jurar lealtad una vez y yo ya juré lealtad a los Estados Confederados. En esta escena tambien nos es presentado el viejo Moss Harper, compañero de fatigas de Clayton y Edwards, un poco loco por tanta guerra y luchas con los indios (su pasión es sentarse en la mecedora de Martha).


Mientras todos se acaban el café y se preparan para iniciar la marcha, el reverendo Clayton se fija en Martha preparando el capote de Ethan. Lo abraza tiernamente y lo huele mientras lo acaricia dulcemente. Ya sabemos que Martha y Ethan se amaron (y se aman aún) en silencio y cada uno por su lado.



Por fin, el grupo de hombres se pone en marcha tras la pista de los indios, sin saber muy bien si serán Kiowas o Wichitas. Pero el viejo Moss está convencido de que son comanches, cosa que nadie toma en serio excepto Ethan... Al poco tiempo, descubren que el robo de ganado era una treta de los comanches para alejarlos de los ranchos y atacarlos y saquearlos facilmente. Clayton decide ir camino del rancho Jorgenssen que es el más cercano y Ethan, Moss y Martin se dirigirán al rancho Edwards. Cuando llegan, es demasiado tarde: Aarón, Martha y Ben han sido salvajemente asesinados y Lucy y Debbie llevadas cómo prisioneras.

En esta primera parte, me gustaría hacer algunos apuntes:

- Ya he comentado ése plano inicial y maravilloso que es la primera escena de la película y que para mí es el segundo mejor plano del western.

- La manera en que Ford nos hace ver el amor que siente Ethan por Martha. Sin una sola palabra y solamente con gestos y miradas deja muy evidente ése amor, sobre todo por parte de Ethan, aunque la evidencia viene del lado de Martha cuando abraza el capote.

- La aparición de Clayton, en otra magistral interpretación de Ward Bond. La importancia que daba Ford a los secundarios es, aquí, muy intensa. El protagonista, Wayne, pierde ése protagonismo durante un momento, en el que Bond es dueño y señor de toda la escena. Sublime!!!
- La escena en que la familia Edwards se prepara, por que saben que los indios están ahí, en la oscuridad. El interior de la casa totalmente rojo, debido al ocaso del sol. pero preludio de que pronto ése rojo será sangre. Estos detalles son los que hacen grande a Ford y, en especial, a ésta película.



- La primera aparición de Cicatriz. Los Edwards han sacado a Debbie por una ventana para que se esconda en el jardín/cementerio familiar y, en el momento en que la niña se apoya contra una lápida, una sombra se cierne amenazante oscureciendo el plano para, seguidamente, mostrarnos el rostro de Cicatriz: pétreo, fiero, despiadado, sediento de sangre. Llevándose un cuerno de bisonte a la boca y soplando para dar inicio a la matanza. Otra genialidad!!. Por cierto, Ford se cuida de no mostrarnos en ningún momento la matanza de los indios. Supongo que esto sería debido al respeto que sentía por ellos...

- Y, por último, otra escena memorable: cuando se dan cuenta del engaño de los comanches y Clayton con el grueso del grupo deciden ir primero a casa de los Jorgenssen, Martin Pawley mira a Ethan y Moss esperando que estos monten para ir hacia el rancho Edwards. Pero Ethan dice, -estos caballos necesitan descanso y pienso- y se pone a desensillar su caballo imitado por Moss. Loco de furia, Martin espolea el suyo en dirección al rancho, mientras se nos muestra un primer plano de Ethan con la amargura del que sabe la verdad. En la siguiente escena vemos a Martin a pie (su caballo a reventado) adelantado por Ethan y Moss en dirección al rancho en llamas y desoyendo los gritos de Martin para que le lleven a grupas.



2.- PRIMERA CACERÍA

El grupo de voluntarios de Texas, al que se unen Ethan y Martín, decide dar caza a los comanches de Cicatriz y liberar a las dos chicas. Tras un tiroteo con los indios en el río, Clayton decide dar por terminada la persecución. Ethan no abandona y, a regañadientes, acepta que Martin y Brad Jorgenssen (recordemos que era el novio de Lucy) le acompañen. Los tres hombres continúan la cacería con ahínco pero sin éxito. Descubren, por la huellas, que 4 comanches se han separado del grupo principal y Ethan se adelanta para explorar hacia dónde se dirigen. Al poco tiempo regresa y Martín se da cuenta que no lleva su capote -Debí de perderlo ahí arriba, contesta tajante.

Por fin, divisan el campamento de Cicatriz y Brad se adelanta para reconocer el terreno. Vuelve muy excitado, pues ha visto a Lucy. -Esa no era Lucy, has creído ver algo que no existía- le dice Ethan.

Ante la insistencia del muchacho, Ethan acaba por decir: "A Lucy la envolví en mi capote y la enterré con mis propias manos". Loco de ira, Brad sale corriendo hacia el campamento comanche y muere acribillado, mientras Ethan sujeta a Martín para impedirle que vaya tras Brad y corra su misma suerte. Un año después, los dos hombres llegan al rancho de los Jorgenssen....-hemos fracasado, admítalo Ethan- le dice Martín. -No muchacho, aun no he acabado- -el indio no entiende que se persiga algo tanto tiempo y tarde o temprano encontraré a Debbie-.


Apuntes:

- Ford vuelve a enfrentar Clayton y a Ethan o, mejor dicho, a Wayne y a Bond en un suculento duelo de interpretaciones con la excusa de que los personajes pugnen por la jefatura del grupo de voluntarios. La férrea y dura interpretación de Wayne contra el dicharachero y entrañable recital de Ward Bond. Recordemos al capitán Kirby York y al sargento mayor Quincannon. Para mí uno de los aciertos de Ford, era la gran importancia de los secundarios en sus películas y esa manera de entrelazar al secundario "serio" (en éste caso es Jeffrey Hunter) con el secundario bonachón y parlanchín y, casi siempre, irlandés y bebedor (en este caso Ward Bond).

- Exquisita la manera de contarnos la muerte de Lucy, sin mostrar una sola imagen desagradable o violenta. Sin embargo, sabemos que cuatro comanches se la han llevado para violarla y mutilarla antes de matarla. Lo mismo ocurre con Brad, muerto a tiros y no hemos visto una sola gota de sangre. Otra de las "delicatessen" del Maestro Ford...



- Cuando descubren a un indio enterrado (supuestamente muerto en el camino y enterrado por su tribu), Brad le tira una piedra en la cabeza para desahogar su rabia. Ethan se acerca y le dice -si lo haces, hazlo bien- y dispara dos veces sobre el cadáver del indio. Averiguamos por Clayton, que ha disparado a los ojos del muerto -los indios sin ojos no podrán ir a su paraíso, vagarán eternamente- sentencia Ethan. Ya habíamos deducido el odio de Edwards hacia los indios y se nos confirma en esta escena y en el tiroteo en el río: cuando los indios se retiran, sigue disparando y matando por la espalda sin compasión. Cuando Clayton le dice que no es necesario, se aparta violentamente y sigue descargando el rifle. Ya podemos confirmar el odio que anida en Ethan Edwards.

3.- ENTREACTO 1

Ha pasado un año cuando Ethan y Martin vuelven al rancho de los Jorgenssen para descansar e intentar averiguar algo sobre el paradero de la tribu de Cicatriz.


Así, conocemos a Laurie y vemos que entre ella y Martin hay más que amistad. Lars Jorgenssen informa a Ethan sobre un encargado de un almacén en una reserva india, que dice tener pruebas de que Debbie sigue viva y que hablará a cambio de los 1.000$ de recompensa que ofrece Edwards. En cuanto Ethan recibe esta información, decide reiniciar la cacería.

Apuntes:

- El director, cómo suele ser habitual en él, se centra ahora en la familia, en la unidad familiar y en los lazos afectivos entre los personajes. Nos introduce nuevos personajes y nuevas situaciones, nos aleja por unos instantes de la tensión, la violencia y el odio.



- Entra en juego el amor pero levemente, sin agobiarnos con besos apasionados, conversaciones eternas y absurdas y sin pasarse de la raya en el protagonismo de Vera Miles.


- Con esto, Ford consigue que el espectador también sea parte del "descanso del guerrero", que se abstraiga por un momento del argumento principal de la película. Pero todo esto es tan sutil, tan comedido....mientras las escenas entre Laurie y Martin dejan entrever una pizca de humor y alegría, las escenas de Ethan conversando con Lars, nos recuerdan que nada ha concluido: ni la persecución, ni el odio, ni la violencia.

4:- SEGUNDA CACERÍA


Ethan y Martin prosiguen su incansable búsqueda.... llegan a la reserva y hablan con Futterman el cual, efectivamente, tiene un trozo de tejido que podría ser de Debbie. Pide sus 1.000$, pero Ethan deja claro que cobrará cuando la chica aparezca. Futterman intenta emboscarlos por la noche para robarles, pero Ethan acaba con él y con sus secuaces utilizando a Martin de cebo. Continuan la búsqueda varios años, hasta que al fin consiguen dar con la tribu de Cicatriz y con Debbie, la cual ha crecido y ahora es medio india. Ethan loco de odio intenta matarla -ya no es tu hermana, Martin, ahora es una comanche- pero Martin lo impide y Cicatriz vuelve a escabullirse llevando consigo a Debbie...


Apuntes:

- En esta parte destacaría, sobre todo, la aparición del 7º de Caballería. Y creo que es en claro homenaje a su trilogía (Fort Apache, La Legión Invencible y Río Grande), pues es una aparición un poco forzada y sin ser determinante ni imprescindible en el desarrollo de la película.

-Otra genialidad: la mayoría de lo que va ocurriendo en estos años nos lo va contando Laurie a través de las cartas de Martin el cual le va explicando todo los que les va sucediendo y Laurie al leérselo a sus padres se lo transmite al espectador....

- Ford sigue mostrándonos el odio de Ethan cuando mata bisontes a diestro y siniestro sólo por quitarle alimento al indio. Y por fin, el cenit de ese odio llega cuando intenta acabar con la vida de Debbie. Y todo ése odio es por que le han arrebatado a Martha, al amor de su vida (por lo menos así lo interpreto yo).



4.- ENTREACTO 2

Ethan y Martin vuelven de nuevo al rancho de los Jorgenssen. Y llegan justo la noche de la boda de Laurie con Charlie McCorry, el cartero que traia la correspondencia de Martin y se sentaba con la familia Jorgenssen a escuchar su lectura. Vuelven a aparecer Clayton (esta vez de reverendo para oficiar la boda) y Moss Harper. Por supuesto, la boda no llega a celebrarse, pues Laurie está enamorada de Martin. En medio de la pelea entre Charlie y Martin, aparece un joven teniente para pedir ayuda a los voluntarios de Texas. Han encontrado y cercado a Cicatriz y su tribu...


Apuntes:

- De nuevo, Ford nos traslada al ambiente familiar, a la amistad, al humor. Ward Bond vuelve a eclipsar a los que le rodean y los personajes secundarios (el matrimonio Jorgenssen, Laurie, Charlie McCorry, etc...) toman el relevo de Wayne, aunque sin apartarlo en ningún momento de la trama.

- También se nos muestra otra de las debilidades de Ford: la importancia de la mujer en la familia, su complicidad con los hombres de la misma. La señora Jorgenssen animando en la pelea, dando puñetazos al aire, esquivando. El reverendo empujándola dentro de la casa y ella apareciendo por una ventana para seguir disfrutando de la pelea. Toda esta escena recuerda bastante a "El hombre tranquilo", muy irlandesa y entrañable.



5.- EPÍLOGO

El poblado comanche es rodeado por los voluntarios al mando de Clayton, esperando la llegada de la caballería. Pero Clayton decide no esperar y atacar lo antes posible.

Los comanches son arrasados y Debbie, al ver a Ethan, echa a correr para que éste no la mate. Martín intenta detenerle sin éxito... cuando Ethan llega hasta ella amenazante en vez de matarla la coge en sus brazos, la alza y la abraza. Todo ha terminado...Los Jorgenssen, Laurie, Martin, Debbie entran en la casa mientras Ethan se aleja a pie hacia su caballo encuadrado en el mejor plano de la historia del western y uno de los mejores que ha dado el Cine.






















Apuntes:

- En esta ocasión John Ford sí nos muestra el ataque de los blancos al poblado indio. Cuando menos, es curioso su respeto y admiración hacia los indios americanos. Siendo Cicatriz el "malo" de la película, en ningún momento generaliza esa maldad hacia el resto del pueblo indio.

- La semejanza entre Ethan y Cicatriz: ambos en busca de venganza, llenos de odio por los seres queridos asesinados (los hijos de Cicatriz han muerto a manos de los blancos). En realidad son dos personajes paralelos; dos almas errantes en busca de venganza y sin un sitio dónde establecerse, pues no hay una razón para ello.

- Yo diría que cuando Ethan se para delante de Debbie para matarla, a quien está viendo es a Martha y eso hace que su odio se desvanezca y la abrace y la levante de esa manera.

- Ese plano al final de la película es magnífico, sublime, descomunal... Al igual que al principio, la oscuridad de puerta hacia adentro y todos entrando y la claridad (formando el contraluz) de fuera con la silueta de John Wayne alejándose. El ya no tiene nada que hacer aquí, lo ha perdido todo: La guerra, la familia y Martha, su Martha. Sin lugar a dudas, éste es el mejor plano del western...






















CONCLUSIÓN

Bueno, pues podría seguir escribiendo páginas y páginas de esta Obra Maestra, pero creo que ya me he pasado siete pueblos con esta review (y os pido disculpas)

Sólo comentar que aparte de la impresionante dirección de Ford, hay otros elementos que contribuyen a la grandeza de éste film:

- La fotografía es magnífica. Estudiada al más mínimo detalle, mimada y cuidada. Una exquisitez, sin duda, tanto en planos medios y cortos cómo en las tomas de grandes extensiones de paisaje. Y vuelvo a repetirme:

El plano inicial y el plano final!!!! Qué maravilla!!!! Esto es el CINE con mayúsculas, el Séptimo Arte.....

- El guión es soberbio, pausado pero rítmico, sosegado y tenso cuando se requiere, continuado y sin altibajos.

- La música perfecta. No podía ser de otra manera siendo Steiner el artífice. Sólo con ver los títulos de crédito y ver el cambio de música entre el nombre de John Wayne (con una música tensa, violenta) y cuando después aparecen los nombres de Jeffrey Hunter y Vera Miles (una música suave, tranquila). Uffffff!

- Los actores todos magníficos cómo es habitual en Ford. Pero mención especial para Ward Bond y John Wayne: increibles los dos! cada uno en su parcela de la actuación.

- En fin, me repito una vez más: El mejor western que he visto en mi vida! y he visto muchos, muchísimos...

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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9,5

“Verás, el mundo se divide en dos categorías…” decía El Rubio en “El bueno, el feo y el malo”. Pues bien, si me lo permitís voy a parafrasearle. Solo un poquito.

Veréis, los cinéfilos nos dividimos en dos categorías: los que amamos “Centauros del desierto” y los que no. Los que le podemos adjudicar un 8, un 9 o un 10 de nota y los que la castigan con un 5, un 6 o un 7. De los que la catean prefiero no hablar. Sería desagradable.

Yo soy, como habréis adivinado, de los que la veneran. No porque sea mi western preferido ni porque la considere perfecta, porque no lo es. La venero, sencillamente, porque jamás había visto a un cineasta sacarle tanto partido a un personaje. Un personaje, el de Ethan Edwards, que podrá gustar poco o nada, pero que sintetiza -en cualquier caso- la personalidad más compleja jamás observada en un icono del western. Y solo por eso vale la pena ver “Centauros del desierto” las veces que sea necesario.

Todo lo demás, a mi juicio, es secundario. Tanto lo bueno como lo malo. La rapidez de los caballos, la tonalidad del río, la puntería de los indios, las incongruencias geográficas o cronológicas… todo eso ni me molesta, ni me disgusta. Me parece poco relevante, vaya. Tan poco relevante como la fotografía, la extraordinaria selección de planos, el montaje o cualquier aspecto que tenga que ver con la narrativa clásica de Ford. Y digo que no me parece relevante porque en un maestro como Ford todo eso y más se da por hecho.

Lo que sí me parece extraordinariamente relevante, excelso y sublime es -como ya he dicho antes- la inconmensurable hondura psicológica con la que Ford modela a su protagonista. Un tipo solitario, hosco, desagradable, intolerante, obstinado, racista y cruel. Un tipo con el que resulta imposible empatizar pero por el cual uno no puede evitar sentirse fatalmente atraído. Porque por mucho que podamos llegar a deducir a través de sus propias reacciones o a través de las sutiles y metafóricas imágenes de Ford, Ethan Edwards es una persona que alberga un oscuro pasado. Un pasado que le impide adaptarse o integrarse a ningún tipo de ámbito social o familiar y que le obliga a vivir tan errante como los indios a los que odia y que no son más que el reflejo de la repugnancia que siente hacia sí mismo.

En fin, que cada cual es muy libre de extrapolar la inevitable animadversión que suscita Ethan Edwards a la peli en sí pero creo, sinceramente, que establecer este tipo de paralelismos constituye un tremendo error. Pero bueno, tampoco pretendo convencer a nadie. Ni tan solo pretendo buscarle justificaciones a la peli porque, francamente, no las necesita. Solo quería dejar bien claro que yo pertenezco a la categoría de los que aman esta peli. Y ese es un privilegio que nada ni nadie me podrá arrebatar. Amén.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 19-12-09)