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jueves, 8 de junio de 2017

SALARIO PARA MATAR

Il Mercenario - 1968

Director: Sergio Corbucci
Guión: Corbucci y Luciano Vicenzoni entre otros
Intérpretes:
- Franco Nero: Sergei Kowalski (El polaco)
- Tony Musante: Pancho Román
- Jack Palance: “Ricitos”
- Giovanna Ralli: Colomba
- Eduardo Fajardo: García

Música: Ennio Morricone
Productora: Produzioni Europee Associati (PEA)
País: Italia/España/USA

Por Güido Maltese. Nota: 6,5

El polaco: "Os voy a dar una bala a cada uno. Caminaréis en direcciones opuestas y cuando yo haga sonar la campana por tercera vez... volveos y disparad"



Ningún director de Spaghetti Western alcanzó la notoriedad y perfección de Sergio Leone, pero algunos cumplieron con creces aportando títulos más que dignos al género. Entre ellos destacó Sergio Corbucci (que junto a Leone y Sollima son conocidos cómo “Los tres Sergios”) que dirigió un puñado de buenos SW entre los que destacan el maravilloso “El gran Silencio”, el film de culto “Django”, “Los Compañeros” o “Los despiadados”. Y, por supuesto, la que nos ocupa que, para mí, es su segundo mejor film sólo superado por “El gran silencio”.

Estamos ante un denominado “Zapata western”, que son los SW ambientados en la revolución mejicana. Nos cuenta la historia de un campesino, Pancho, que se rebela contra el cacique local y forma su propio ejército revolucionario. En su camino se cruza Sergei Kowalski “El polaco”, un mercenario sin escrúpulos que sólo actúa a cambio de dinero. Con esta premisa, se construye un guión sólido y muy bien hilvanado dónde, a mi parecer se nota y mucho, la mano de Vincenzoni (guionista de “Agáchate maldito”, “De hombre a hombre” o “La muerte tenía un precio”). La película aúna acción a raudales, humor sin desfase, algunos buenos diálogos y consigue mantener la atención del espectador de principio a fín, sin altibajos ni perdiendo el rumbo en ningún momento.


Corbucci dirige con soltura y mantiene la estructura y clichés “spaghetteros” en todo momento (incluso en el hecho de tratar a los mejicanos cómo unos brutos, sucios e ignorantes). Y sobretodo se mantiene la figura del antihéroe típica del género; no hay “buenos”, todos se mueven por interés personal sin el más mínimo escrúpulo moral.


El que merece un párrafo para él solito es el gran Morricone. La banda sonora, y el especial el tema “l`Arena”, es espectacular y perfecta. Sin llegar a la simbiosis conseguida con Leone, Morricone dota a Corbucci de una de las mejores composiciones del género para uno de los mejores duelos del Western en general y no sólo del Spaghetti. Sin olvidar la gran aportación de Alessandro Alessandroni con su guitarra y sus “Cantori moderni” a los coros y un trompetista, que no sé quién fue, pero que está a la altura de un grande como Michele Lacerenza. ¡Por algo el “listo” de Tarantino utilizó dicho tema en “Kill Bill 2”!



Entre el elenco de actores, un solvente Franco Nero defiende con nota su papel de mercenario egocéntrico, mortífero, mordaz y socarrón que se aprovecha continuamente de la simpleza de mente de Pancho, interpretado por un solvente Tony Musante, actor ítaloamericano en su primer papel coprotagonista. Y tras ellos el gran Jack Palance interpretando a un curioso personaje llamado “ricitos”... ya imaginaréis que por la cabellera que luce.


Como comenté anteriormente, lo mejor del film es el duelo final. Siguiendo las premisas del Leone en “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”, Corbucci utiliza el espacio circular, en este caso una plaza de toros, pero aporta ciertas variaciones al “triello”: Uno de los tres actúa de árbitro, a otro le viste de payaso y ambos duelistas utilizan un Winchester que han de cargar antes de disparar. La música va in crescendo según van caminando de espaldas entre ellos y se acopla como un guante a toda la escena. ¡Y Jack Palance borda una muerte digna de un Oscar de Hollywood!


En definitiva, uno de los grandes títulos del Western Europeo de obligada visión para el aficionado al Western en general. Si lo puntuase sólo dentro del género le pondría un 8 como mínimo.

jueves, 6 de octubre de 2016

¡AGÁCHATE MALDITO!

(Giú la testa) - 1971

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Donati, Sergio Leone y Luciano Vicenzoni

Intérpretes:
-James Coburn: John Mallory
-Rod Steiger: Juan Miranda
-Romolo Valli: Doctor Villegas
-Antoine St. John: Gunther Reza
-David Warbeck: Nolan

Música: Ennio Morricone 
Productora: Rafran Cinematográfica, United Artist
País: Italia/España/USA

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Juan Miranda: "Los que leen libros les dicen a los que no saben leer libros, que son los pobres, aquí hay que hacer un cambio, y los pobres diablos van y hacen el cambio. Luego... los más vivos de los que leen libros se sientan alrededor de una mesa y hablan y hablan, y comen. ¡Hablan y comen! y mientras... ¿qué fue de los pobre diablos? ¡Todos muertos! Esa es tu revolución...


Ya antes de filmar “Hasta que llegó su hora”, Sergio Leone andaba obsesionado por llevar a la pantalla “The Hoods”, una historia de gángsters y afirmó que su Obra Maestra sería su último western. Pero la United le forzó a realizar un último western si quería financiación para “Érase una vez en América”. Leone acepto producir, crear la historia y trabajar en el guión, pero se negó a dirigir. Eligió a Peter Bogdanovich como realizador, según él por su ópera prima “El héroe anda suelto”, pero seamos sinceros; lo único que le atraía de Bogdanovich era la amistad que mantenía con John Ford y Howard Hawks!. Por supuesto, en las primeras entrevistas mantenidas, Leone no congenió en absoluto y Bogdanovich no entendió absolutamente nada de la filosofía Leoniana. Hubo contactos con Sam Peckinpah, pero éste declinó la oferta. Así, Leone se vió obligado a tomar el mando, contando también con la exigencia de Rod Steiger (actor impuesto por la productora, ya que Leone quería a Eli Wallach para el papel de Juan Miranda) de que si no dirigía Leone él no participaría.


También se pensó en Clint Eastwood para el papel de John Mallory, pero la relación entre el director romano y el actor americano ya estaba despedazada. Pero a la tercera va la vencida y Leone pudo, por fín, contar con James Coburn (lo intentó para “Por un puñado de dólares” y para “Hasta que llegó su hora”).


Y así, con una historia de Leone y el inigualable Donati ayudados por Vincenzoni, se inicia el rodaje de uno de mis westerns favoritos, vilipendiado y duramente criticado aunque, a mi entender, muy injustamente. La magnitud del proyecto, la gran cantidad de extras, la exagerada duración, la animosidad con Steiger, etcétera, sobrepasaron a Leone que imprime en este film todo el potencial de su estilo dando la sensación, sobretodo en el primer tercio, de que todo es una broma del romano. Pero los dos tercios restantes son una maravilla, con una sobriedad y una fuerza que anulan en cierto modo los excesos del inicio. 


Durante el rodaje fue cuando Leone, que recordemos andaba obsesionado con llevar la novela “The Hoods” a la pantalla, pensó en titular el film “C`era una volta la rivoluzione” para así completar una trilogía en tierras americanas junto a “C`era una volta il west” y la futura “C`era una volta in América”, pero nuevamente la presión de la productora le llevaron a titularla “Giú la testa” (algo así como “humilla la cabeza”). Solamente en su estreno en Francia el film se tituló “Érase una vez la Revolución”.


Bien, sin más introducciones, vamos al film en sí. 
¿Recordáis el inicio de “Grupo Salvaje” con esas hormigas, el escorpión y los niños quemándolos vivos? Pues esta película empieza también con hormigas, esta vez ahogadas con el orín de Juan Miranda (siempre quedará la duda de si Leone se está meando en Peckinpah por no aceptar dirigir este film). Con este curioso plano, en el que cámara va subiendo para mostrarnos a un harapiento hombre de espaldas orinando, iniciamos un viaje en el México revolucionario de principios del siglo XX.


Ese hombre es Juan Miranda, un bandido sucio y analfabeto cuya banda la componen su padre y sus incontables hijos. Están esperando una diligencia para asaltarla. La escena que se desarrolla a continuación, con Juan dentro de la diligencia (en realidad una especie de lujoso vagón de tren tirado por caballos) en la que viajan unos personajes que representan los poderes fácticos del estado (banca, clero, gobierno, etc.) y que inician una conversación, ignorando casi completamente la presencia del supuesto campesino, sobre lo animales e ignorantes que son los de clase baja, nos pone en situación de la realidad que vive México en esos momentos.  La escena en sí es bastante “excesiva” pero no voy a entrar en detalles, que cada uno juzgue viendo el film.


Una vez capturada la diligencia, la banda se detiene a descansar y aparece un tipo muy curioso en una motocicleta. Se trata de John Mallory, un especialista en explosivos y antiguo integrante del IRA irlandés, atormentado por un oscuro pasado y colaborador de los revolucionarios mejicanos. Juan ve en John el sueño de su vida: robar el banco de Mesa Verde. Y a partir de ahí, las vidas de los dos hombres se unen a lo largo del film, regalándonos una de las más bellas historias de amistad del Western, aspecto del que fui consciente tras muchos visionados de la película. “John y Juan” no deja de repetir Steiger. John culto, refinado y con educación y Juan mezquino, analfabeto y ladrón. Una pareja a todas luces antagonista pero que acaba forjando unos lazos de amistad que son desvelados en la última escena con la muerte de John y la reacción de Juan.


Ya he comentado que el primer tercio del film es bastante “paródico” para lo que se espera de Leone, pero os aseguro que remonta el vuelo y se convierte en un film magistral a partir de los primeros 45 minutos. En su segunda mitad, ya metidos de lleno en la revolución, “¡Agáchate, maldito!” se torna más seria dejando de lado la comedia y entrando de lleno en el drama, la acción y la aventura. Grandes escenas como la del puente, con el posterior descubrimiento de la matanza (ojo aquí al homenaje a Goya y “Los fusilamientos de Mayo”) o todo el tiroteo final poseen el estilo y la fuerza del mejor Leone. Ese Juan disparando con una gran ametralladora que porta a pie mientras dispara al enemigo es épica y tuvo cierta influencia en esa proliferación de films bélicos de los 80. Mención especial al hecho de que Juan es consciente de cuántos hijos tiene cuando los descubre todos muertos....la piel de gallina!


Perfecta la manera en que John va llevando a Juan por dónde quiere, aprovechando su incultura y poco entendimiento, pero llevándose una lección cuando Juan le da su punto de vista sobre lo que es una revolución.


Quizás, en esta gran segunda mitad de película, Leone exagera un poco alguno de los flashbacks que nos cuentan el pasado de John, pero ahí está el gran Morricone para paliarlo con una composición bellísima apoyada por la espectacular voz de Edda Dell`orso.

En cuánto a las interpretaciones, tenemos por un lado a un exagerado y manierista Steiger, frente a un hierático y sólido Coburn. Leone y Steiger tuvieron grandes enfrentamientos durante el rodaje debido, sobretodo, a los tics interpretativos del segundo. En la escena en que Juan está por primera vez delante del banco de Mesa Verde y demuestra su emoción alargando los brazos y abriendo y cerrando las manos repetidamente, es una clara alusión de Steiger hacia Leone que hacía lo mismo cuando se ponía nervioso. A pesar de esa sobreactuación de Steiger, para mí borda su papel de Juan, pero le doy un 10 a Coburn en su sublime composición de John, llena de matices y profundidad, aunque es cierto que su personaje es más agradecido. Junto a ellos, Romolo Valli en el papel del doctor simpatizante de la revolución pero que los traiciona debido a la tortura sufrida, lo cual irá asociado a lo ocurrido en el pasado de John. Y atención al personaje del coronel Gunther Reza, claramente inspirado en un oficial nazi.


Teniendo en cuenta que la película fue masacrada en el montaje, con cortes sin ton ni son, no es de extrañar que fuera un fracaso. Hay versiones de incluso 90 minutos, cuando el film estaba concebido con más de cuatro horas de duración (si, demasiado incluso para Leone), pero la versión de 157 minutos le hace bastante justicia al film y, creo, le coloca en su justo puesto de “un gran western”, y no solamente un gran Spaghetti Western.


Admito que mi debilidad por este film seguramente me haga perder objetividad al valorarla, pero la historia de amistad que aquí se nos cuenta me llega a lo más hondo y ya sabéis lo que representa eso para mí en un western, así que me quedo con ganas de ponerle más nota!
“¿Te lo imaginas?: Juan y John, John y Juan!!









jueves, 21 de julio de 2016

POR UN PUÑADO DE DÓLARES

(Per un pugno di dollari) - 1964

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Leone, Adriano Bolzoni, Víctor Andrés Catena y Jaime Comas Gil

Intérpretes:
Clint Eastwood: Joe
- Gian Maria Volonté: Ramón Rojo
- Sieghardt Rupp: Esteban Rojo
- Antonio Prieto: Benito Rojo
- Marianne Koch: Marisol
- Joseph Egger: Piripero
- Wolfgang Lukschy: John Baxter
- Mario Brega: Chico
- José Calvo: Silvanito


Música: Ennio Morricone

Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Italia, España y Alemania

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

Hacéis muy mal en reíros. A mi caballo le molesta la gente que se ríe” (Joe a los hombres de Baxter)

SINOPSIS: Joe es un cínico y lacónico cazarrecompensas que llega un buen dia a San Miguel (un pueblo cercano a la frontera entre Mexico y Estados Unidos) donde dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan su control. Mientras Benito, Esteban y Ramón Rojo se dedican al tráfico de alcohol, el matrimonio Baxter (John y Consuelo) se dedica al tráfico de armas. Joe trabajará para ambos bandos sin que nadie se entere pero cuando se enamora de Marisol, los Rojo descubren sus argucias y lo capturan. Pese a ser duramente torturado, Joe consigue escapar y se refugia en una antigua mina abandonada, donde Piripero (el enterrador) y Silvanito (el cantinero) cuidan de él. Una vez recuperado, Joe decide enfrentarse cara a cara a los Rojo.



Naturalmente, “Por un puñado de dólares” no es el mejor Spaghetti Western jamás rodado. A mi juicio le superan los posteriores “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora”. Y si mucho me apuráis, alguno más y todo. Aún así, “Por un puñado de dólares” es —sin lugar a dudas— el SW más importante de la historia del subgénero y una película clave en la historia del western en términos generales. En primer lugar, porque fue el primer eurowestern con distribución internacional. Y en segundo, porque también fue el primer eurowestern que sintetizó a la perfección cuáles habrían de ser los postulados básicos de los futuros —y ahora sí— SW. Así pues, permitidme que profundice un poquito más en este film porque creo que merece, y mucho, la pena hacerlo.



Parece ser que Sergio Leone, su director, llegó al eurowestern casi casi por casualidad, cuando las pelis de gladiadores o “de sandalias” (en las que se había iniciado) dejaron de estar de moda en Italia en favor de los western de producción europea. Su primer proyecto, pues, iba a ser una peli de bajo presupuesto rodada entre Madrid y Almería que prácticamente calcaba, plano por plano, el “Yojimbo” de Kurosawa y que no parecía predestinada, precisamente, a pasar a la historia.



La falta de presupuesto y de pretensiones provocaron, además, que actores como James Coburn o Charles Bronson rechazaran el papel protagonista. Un papel que finalmente recayó en un joven y semidesconocido Clint Eastwood. Y aunque a Leone —de entrada— no le convencía demasiado (le parecía blando y desgarbado), también vio en el americano una inmejorable “máscara” para poder plasmar el personaje que tenía en mente. Un hombre sin nombre, sin pasado, sin futuro. Un antihéroe cínico, lacónico y amoral. Y ahí radicó gran parte del éxito de su propuesta. En su protagonista. Con su barba sin afeitar, su sempiterno cigarro en la boca y su mítico poncho. Un singular personaje que perfectamente compensado por un antagonista de peso (magistral Gian María Volonté como Ramón Rojo) y cuatro constantes muy concretas (guión, música, estética y estilo) estableció las bases esenciales de un subgénero que durante algo más de una década se explotaría hasta la saciedad.



Empezaré con el guión. Y es que, a diferencia del western clásico americano, el SW constituye un subgénero en el que el mensaje o el guión es lo de menos. Básicamente porque —más que lo que se cuenta— lo que importa, en la mayoría de eurowesterns, es “cómo” se cuenta. Precisamente por ello el guión de “Por un puñado de dólares” puede parecer, en ciertos momentos, algo naïf o incluso abstracto. Porque a Leone —a diferencia de Sollima o Corbucci— le interesaba mucho más la forma que el fondo.



La música, sin embargo, es fundamental en el SW. De hecho, si probamos de ver “Por un puñado de dólares” sin la música de Ennio Morricone (aunque podamos incluso leer los subtítulos) comprobaremos, sin lugar a dudas, que el efecto sobre el espectador no tiene nada que ver. Con ello quiero decir que la banda sonora de Morricone no se limita a acompañar las diferentes acciones de la peli sino que, en realidad, se convierte en un factor protagónico tan importante como Eastwood, Volonté o el mismísimo Leone. Por algo se dijo en su momento que “Leone, Eastwood y Morricone fueron —respectivamente— el cohete, el astronauta y el combustible de “Por un puñado de dólares”.



La estética de “Por un puñado de dólares” también marcó un punto y aparte respecto al western clásico americano. Así pues, los típicos vaqueros aseados, repeinados y bien afeitados del otro lado del charco fueron substituidos en Europa por pistoleros sucios, sudorosos y mal afeitados. Pero no solo el aspecto de los actores se vio afectado por esa estética “feísta”. También se constató en las vestimentas, en los decorados o en el atrezzo. A veces, por motivos artísticos. Pero muchas otras veces, también, por razones puramente presupuestarias.



En cualquier caso, si por algo destacó “Por un puñado de dólares” respecto al resto de eurowesterns de la época fue por el libreto de estilo leoniano. Por la amoralidad de sus personajes, por la violencia de sus acciones y por el perfeccionismo de su puesta en escena. Pero también por su concepción del cine. Por su dilatadísimo tempo narrativo. Por sus primerísimos primeros planos. Por su gusto por la fragmentación. Y, obviamente, por esa inconfundible liturgia en todos sus duelos.



Y poco más. Quizás reiteraros, tan sólo, que la mejor virtud de “Por un puñado de dólares” es que fue el “esbozo” que —posteriormente— permitió a Leone crear tres obras maestras como “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” y “Hasta que llegó su hora” y que, a pesar de todos los pesares, el primer western del italiano cuenta con dos escenas muy pero que muy buenas: la de la llegada de Joe a San Miguel y el consabido primer duelo con los hombres de Baxter y, naturalmente, la del duelo final de Joe con Ramón Rojo. Solo por eso “Por un puñado de dólares” se merece, sin lugar a dudas, un puesto de honor en el Olimpo del Spaghetti Western y —por qué no— también en el del Western, por supuesto.   

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lunes, 25 de enero de 2016

LOS ODIOSOS OCHO

(The hateful eight) - 2015

Director: Quentin Tarantino
Guion: Quentin Tarantino

Reparto:
Samuel L. Jackson: Major Marquis Warren
Kurt Russell: John Ruth "La Horca"
Jennifer Jason Leigh: Daisy Domergue
Walton Goggins: Sheriff Chris Mannix
Tim Roth: Oswaldo Mobray
Michael Madsen: Joe Gage
Bruce Dern: General Sandy Smithers
Demián Bichir: Bob

Música: Ennio Morricone
Productora: The Weinstein Company
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. Prunera. Nota: 8,5

“Cuando llegue al infierno, diga que le envía Daisy” (Daisy Domergue a John Ruth)

Si soy objetivo o no con mis reseñas no lo sé. Pero lo que sí sé, sin lugar a dudas, es que jamás he pretendido serlo. Y menos, con Tarantino. Un cineasta al que admiro y que nunca -repito: nunca- me ha decepcionado.


Dicho esto también me gustaría añadir que me considero una persona con criterio. O con cierto criterio, al menos. Como poco, el mío. Y ese criterio propio, personal e intransferible, me dice que “The Hateful Eight” no decepcionará a los que, como yo, admiramos a Tarantino. En primer lugar, porque su autor es fiel a sí mismo y no hace nada que no esperáramos de él. Y en segundo lugar, porque siendo incuestionablemente fiel a sus propios principios cinematográficos, con “The Hateful Eight” los rebasa y los sublima logrando su más preciada y genuina quintaesencia.



Así pues, si os gustan los personajes inequívocamente tarantinianos, en “The Hateful Eight” vais a encontrar unos cuantos. Si os gustan las frases y los diálogos para enmarcar, en “The Hateful Eight” no vais a saber con cuál quedaros. Si os gustan las explosiones de violencia tras una larga y dilatada calma tensa, en “The Hateful Eight” se os van a juntar algunas. Si os gustan los buenos planos, los encuadres perfectos y que las secuencias duren lo que tengan que durar, en “The Hateful Eight” lo tenéis asegurado.



Si os gusta que la música (en este caso, de un escalofriante Morricone ni más ni menos) enriquezca, si cabe, escenas de gran poderío visual, en “The Hateful Eight” lo vais a poder constatar más de una, de dos y de tres veces. Si os gusta el Spaghetti-Western, en “The Hateful Eight” descubriréis referencias. Si os gusta el humor negro, pero negro-negro —como el café de Minnie— en “The Hateful Eight” Tarantino os servirá no una, sino dos tazas. Y si os gusta un buen baño de sangre (con toque emotivo incluido) antes de levantaros de la butaca, os aseguro que ésta es vuestra peli. 



Pero si en algún aspecto Tarantino riza el rizo por encima de cualquier expectativa previa es, sin lugar a dudas, en el guión, en la trama. Una trama que podría haber firmado el mismísimo Alfred Hitchcock o la insigne Agatha Christie y que Tarantino va desmadejando sin prisa pero sin pausa. Administrando los tiempos y los recursos (elipsis, capítulos…) como solo un gran narrador sabe hacerlo y manteniendo el pulso, la fluidez y la tensión de la historia en todo momento hasta los títulos de crédito finales. Algo que no debe resultar nada fácil cuando manejas un metraje tan largo y una localización (la parada de postas en las montañas) que si bien no llega a ser tan claustrofóbica como había imaginado a priori, sí podemos considerarla —naturalmente— como cargada, viciada y explosiva hasta límites insospechados. Un polvorín, vaya.



Y si no le otorgo mayor puntuación, la verdad, es porque la primera media hora se me hizo algo remolona (la peli va, descaradamente, de menos a más), porque algunos secundarios están desaprovechadísimos (Samuel L. Jackson, Kurt Russell y Jennifer Jackson Leight, por otra parte, se “comen” a todos los demás) y porque siempre espero un poco más de Tarantino. Y algo me dice que su última obra maestra… aún está por llegar.

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Por: Valen García. Nota: 7,5

Bob: Parece que con eso me está llamando mentiroso, mi negro amigo.

Mayor Marquis Warren: ¡Sí, lo parece! ¡tiene usted razón! Pero aún no lo he hecho.

No me gustó que el cartel promocional rezara “La 8ª película de Quentin Tarantino”. Al principio pensé que podría tratarse de un simple y llano recurso de marketing pero, obviamente, a Tarantino eso no le hace falta. Por si fuera poco, la frasecita de marras estropea incluso el diseño realizado por BLT Communications, que recupera el estilo de las ilustraciones en los carteles cinematográficos. Pero es que, además, también la introduce en el trailer.



Y hoy he descubierto que Tarantino vuelve a autohomenajearse en los créditos iniciales de la película con la misma frase. Resumiendo: cuando al talento de QT se le suma la vanidad, a este director le da por regalarnos tonterías como ésta. Pero olvidemos este detalle y vayamos al grano. En capítulos, como le gusta a él.



Capítulo 1º - El engaño

Acabo de visionar un western, con una puesta en escena muy teatral, que transcurre al final de la Guerra Civil. Un western del que yo, francamente, esperaba mucho más. O mejor dicho: del que no esperaba esto. Un western que todo el mundo recordará, en un futuro, por una felación y un gran baño de sangre. 



Y aunque ya se sabe que de Tarantino siempre cabe esperar sangre, tiros, puñetazos, torturas y mucha charlatanería… ¿Por qué no me lo esperaba en “Los odiosos ocho”? Pues porque el trailer, perfectamente construido, nos engañaba con bellos paisajes nevados de Colorado y un ritmo trepidante. Porque nos vendió en el mismo trailer una vuelta al sistema Ultra Panavision 70 mm para captar escenarios inmensos y yo pensé, automáticamente, en la épica del western. Pensé en un renacer del western bien hecho. Pensé que todo iba a ser diferente a lo facturado por QT. Pero no. La cosa no ha sido así.



Los exteriores están ahí y son los que son pero el resto, el 90% de la trama, transcurre en el interior de una mercería, de una diligencia y de un granero. Y para ello no necesitaba para nada un formato cinematográfico obsoleto y tanto metraje. Pero, claro, como yo soy Tarantino y yo lo valgo… pues cualquiera le dice que no. Total, que al final todo acaba como siempre: con verborrea, tiroteos y derramamiento de sangre a tutiplén “marca de la casa”. 

Capítulo 2º - 100% Tarantino

Naturalmente, la criatura también tiene sus cosas buenas. Y aunque no me acabaron de convencer esos títulos iniciales, con los que "a priori" tendría que haberse lucido, debo reconocer que el arranque de la peli, con esos paisajes y esos personajes, me cautivó plenamente.

Y lo mismo, el guión. Un guión original del propio Tarantino repleto de humor negro que conduce al espectador donde quiere y que, en ocasiones, incluso despierta más de una sonrisa. Y es que “Los odiosos ocho” es una película entretenida, lenta, larga, violenta, sangrienta (en ocasiones, casi gore) que trata, desde un punto de vista general, de la política racial posterior a la Guerra de Secesión y, desde un punto de vista más íntimo, sobre desconfianza, odios y rencores. Por todo ello y más, a los admiradores de QT les encantará. Por todo ello, por saber colocar la cámara en el lugar preciso y por seleccionar planos muy efectistas, por supuesto. Una de las cosas que más me gustan de él.



Al margen de eso, no obstante, “Los odiosos ocho” posee detalles y singularidades que no me han pasado desapercibidas. Detalles como esos ingredientes directamente procedentes de “Reservoir Dogs”, como esos decorados que nos recuerdan a películas admiradas por su director como “El Gran Silencio” y “Hasta que llegó su hora”, como esos contraluces a lo “Centauros del desierto” o como esas dosis de intriga a lo Sherlock Holmes o Agatha Christie. 

Capítulo 3º - Tarantino tiene a Morricone

Una atmósfera, gélida e intrigante, perfectamente lograda. Unas partículas de polvo y de nieve que se aprecian en el ambiente. Unos halos de vapor que salen de las bocas al hablar. Unas magníficas luces volumétricas obra de Robert Richardson, el director de fotografía, que realiza un trabajo excelente.





Una decoración de interiores maravillosa a cargo de Yohei Taneda. Toda una serie de detalles que constatan, en definitiva, que “Los odiosos ocho” es una peli trabajada. Que cuida hasta el más mínimo detalle. Pero ninguno tan importante, sin lugar a dudas, como la partitura de Morricone, el músico italiano que, a sus 87 años, se va a llevar el Oscar a la mejor BSO que aún le deben.



Capítulo 4º - Los Act8res

QT se rodea de un gran elenco de actores de confianza a quienes saca lo mejor de ellos. El trabajo final yo diría que es muy correcto. Destacan una casi irreconocible Jennifer Jason Leigh, un gran trabajo de Kurt Russell y un valor seguro para Tarantino que es Samuel L. Jackson. Éste último y Walton Goggins, no obstante, un poco sobreactuados.



Capítulo 5º - Mi resumen

Pese a que la peli empieza muy bien, con planos y encuadres muy elegantes, lo cierto es que al cabo de un rato la cosa se tuerce. Me da la sensación que QT no puede continuar sin ser él mismo y su juego de preguntas y respuestas, sus repeticiones y su verborrea me agotan. Momentos interminables que alargan el metraje y no aportan nada. Me estoy refiriendo a cuando Michael Madsen se ata el pañuelo al cuello, a cuando van clavando los postes y la cuerda que conecta la mercería al granero y al retrete, a cada vez que deben cerrar la puerta de entrada clavando esos dos puñeteros tacos de madera...  Así pues, me sobra todo eso y la enumeración de capítulos, la voz en off, la cámara lenta y un buen par de arrobas de tinta roja. Y es que, Querido Quentin, como amante del western me quedo definitivamente con tu 7ª película.

Capítulo 6º - Puntazo final 

Eso sí: el diseño de los créditos finales, con sus puntitos y sus llaves “al estilo de antes”, es un bonito detalle para el espectador. Eso y la gran canción de Roy Orbison, por supuesto.

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Por: Güido Maltese. Nota: 7

John Ruth "La Horca": ¡Acércate! pero, recuerda... suave como la melaza!

Decepción, esto es lo que sentí ayer después de 3 horas sentado en una butaca del cine.

Decepción, sí, pero no toda la culpa es de Tarantino….fuí con tantas expectativas de ver una obra maestra y tantas ganas de disfrutar cómo un enano con diálogos maravillosos y una gran banda sonora, tantas ganas de vibrar con esa violencia final típica de Quentín y tanta ilusión por ver un nuevo gran western…que el batacazo fue mayor del que, en justicia, me infringió la película en sí.




Hacer una reseña con un sólo visionado y unas pocas horas después de dicho visionado, me resulta bastante complicado y, por añadidura, siendo la película tan reciente, procurando no contar nada que pueda dar pistas a los que no la hayáis visto aún. Aún así, intentaré daros mi opinión personal de la manera más objetiva posible.



En primer lugar, el metraje es excesivo para soportar un guión muy "justito”, unos diálogos banales y unas actuaciones “correctitas”. Cierto que no me aburrí ni desesperé en ningún momento, no sentí ganas de salirme del cine como me ocurrió con “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, por ejemplo. Pero El bueno de Quentín no fue capaz de mantenerme pegado al asiento sin moverme por si me perdía algo, como hizo con “Django Desencadenado” en su día. Me pasé esa hora y pico de metraje que le sobra, deseando que llegase el final y eso no dice nada bueno a favor del film.



Veréis, la película tiene un inicio bueno, muy bueno incluso… la presentación de los personajes, el paraje dónde se desarrolla, la fotografía, los diálogos, etc, crean en el espectador ese sentimiento de “menudo peliculón voy a ver hoy!”, pero a medida que el film avanza y se convierte prácticamente en una obra de teatro, ese sentimiento va decayendo y tornándose en ese otro de “venga coño, que llegue el clímax final ya!”



Para mí, la culpa de todo esto la tiene, en gran medida, el guión….aparte de hacer algunas aguas que no puedo explicar por los spoilers, los diálogos, tan buenos y típicos en el cine de Tarantino, son aquí insulsos, sin fuerza, no logran engancharme, no tienen nada de especial. Esos diálogos maravillosos entre el doctor King Schulz y Django aquí no existen. Aquí son conversaciones banales que no aportan nada y, encima, se agrava con el excesivo metraje que tampoco nos aporta nada.



Las interpretaciones tampoco son nada del otro mundo. Kurt Russel pone su imponente presencia, pero poco más. Samuel L. Jackson su gran carisma, pero eso lo pone en todas sus actuaciones y acaba siendo siempre más de lo mismo (por lo menos en su gran papel de Stevens en Django nos daba algún que otro registro nuevo... y lo bordaba!). De Jennifer Jason Leigh había leído mucho sobre su gran interpretación en este film…pues para nada, está correcta y punto. Tim Roth, que siempre he tenido gran debilidad por él, sobreactúa exageradamente intentando ser Christophe Waltz… y la caga estrepitosamente! Michael Madsen es Michael Madsen, o sea, una cara y poco más. Bruce Dern muy correcto en su papel y, por encima de todos, Walton Goggins! Este sí que me ha sorprendido y gustado mucho! El mejor del elenco sin ninguna duda.



La película es técnicamente perfecta, estaría bueno lo contrario con las cifras que se manejan. Fotografía correcta, nada del otro mundo tampoco. Y la banda sonora, de mi amado Morricone, normalita, normalita (¡cómo me duele decir esto!).



En cuánto a los típicos homenajes de Tarantino, aquí tenemos muchos….desde guiños al Coronel Mortimer, a “El gran Silencio”, a Agatha Christie pasando por Hitchcock y, el que más me ha gustado: el personaje de L. Jackson se llama “Marquis Warren”, supongo que en clara alusión a ese director y guionista de serie B en los 50 llamado Charles Marquis Warren.



El clímax final, la sangre que todos esperamos ver con Tarantino, llega por fin a las dos horas y media… de esto no voy a hablar para no desvelar nada, pero sí diré que “Quentin se te ha ido la olla un poco más de lo normal… te has pasado!”



En fin, y para terminar ya, la película está bien (de hecho le pongo un 7 después de todo), no aburre, no defrauda en exceso y contiene (casi) todo lo que esperamos de Tarantino… pero me decepcionó! (Ya veremos con el paso del tiempo y nuevos visionados si me cambia este sentimiento!)

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Por: Jesús Cendón. Nota: 6

John Ruth "La Horca": Nadie dijo que ese trabajo fuera a ser fácil.
Mayor Marquis Warren: Tampoco dijeron que fuera a ser tan difícil.

No soy un fan de Tarantino pero reconozco que he disfrutado, y mucho, con sus películas. Me impactó la violencia seca y contundente de “Reservoirs Dogs”; en “Pulp Fiction”, su mejor filme para mí, las distintas historias encajaban perfectamente, “Jackie Brown” supuso un sincero y sereno homenaje al cine blaxpoitation; tanto “Kill Bill” como “Malditos bastardos” me entretuvieron además de contener escenas magistrales; y aunque me mosqueó “Django desencadenado”, porque creo que su ego nos impidió ver una película extraordinaria (malditos cuarenta últimos minutos), me divertí bastante viéndola. Todas ellas tienen una característica en común, son muy entretenidas.



Sin embargo “Los odiosos ocho” es tremendamente aburrida, una película con una larguísima primera parte en la que no avanza la historia y se pierde en diálogos interminables e intrascendentes, así como en situaciones repetitivas (¿cuántas veces tiene Tarantino que contarnos que la puerta está rota y necesita que se le claven dos maderas para permanecer cerrada o que la carta del Mayor la escribió Lincoln?) e insignificantes para la evolución del filme (¿A qué viene mostrar cómo aseguran un camino hacia el establo y otro a las letrinas si después no vuelven aparecer en la película, ni este hecho tiene valor dramático alguno?). Incluso el final caracterizado por su típica orgía de sangre se hace pesado e interminable al estar alargado de forma artificial. Y a ello tenemos que añadir personajes (el general Smithers) que no aportan absolutamente nada a la historia salvo dilatarla a través de un flashback bastante grotesco.



El resultado es una película plomiza y demasiado larga; y, como debería saber el director, no siempre una película grande es una gran película, no siendo necesario estirarla si no se cuenta con un guion que lo justifique.



Porque una película no sólo consiste en rodearte de un grupo de buenos profesionales sino en tener una buena historia que contar. Así, la cinta desde el punto de vista técnico (fotografía, dirección artística) es irreprochable, la banda sonora de Morricone aunque no contiene temas pegadizos es muy adecuada y Tarantino nos muestra una vez más que sabe situar y mover la cámara como pocos realizadores en la actualidad; pero el filme falla por la base, por el guion y, lógicamente, el resultado no puede ser bueno si el libreto en el que se fundamenta es tramposo y mediocre, carece de lógica y cuenta con fallos garrafales.



Atención a los que no hayáis visto la película porque a partir de ahora os puedo destripar la misma.

En primer lugar, Tarantino empieza con engañarnos mediante el título ¿Quiénes son los odiosos ocho y por qué? Los principales personajes son nueve y a ellos, en el tramo final, se le suma un décimo. Y en este último radica la mayor trampa del guionista-director. En una película no vale todo para atraer la atención del espectador. Así se saca de la chistera un conejo con el que obtiene un giro inesperado, pero es que ni tan siquiera lo había anunciado mínimamente sino que aparece por sorpresa y es posteriormente, a través de un desafortunadísimo flashback, cuando el espectador conoce de su existencia. Tarantino nos ha tendido una trampa que resta credibilidad al filme.



En segundo lugar, nos encontramos con el gran fallo que desmonta por completo la película. La banda de Daisy planea liberarla en una posta a la que esta llega por casualidad. Es decir, montan todo un plan con el asesinato de cinco o seis personas en un lugar en el que, en principio, la diligencia en la que viaja la condenada no suele pasar. Y llega Tarantino por si no nos hemos enterado y por dos veces a través de uno de los personajes afirma: “No solemos utilizar esta ruta pero nos hemos desviado por la tormenta”. ¡Ole tus narices, Quentin! Y sobre todo qué visión de futuro del grupo de forajidos que por la mañana, con un sol espléndido, intuyen la tormenta y el cambio de ruta de la diligencia. Aquí comienza mi gran duda ¿Estamos hablando de una película seria o Tarantino, contando con la respuesta entusiasta de su legión de admiradores, se está quedando con el espectador?



En tercer lugar el flashback. Desastre total. Es bastante improbable que una negra, recién acabada la Guerra de Secesión, fuera propietaria de una posta y pudiera tener el comportamiento que muestra en el filme; pero lo vamos a dejar pasar porque es Quentin Tarantino, el gran gurú. Ahora, lo que carece por completo de lógica interna es que una persona que no acepta ni a perros ni a mexicanos a los que profesa un odio visceral según ha comentado el mayor Marquis Warren, deje que Bob el mexicano se pasee como Perico por su casa antes de asesinarlos a todos. ¡Hombre Quentin aquí te has p’asao! O tiene fobia a los mexicanos y no los deja pasar a su establecimiento o no les tiene fobia.



Seguimos con inventos-errores y toca ahora hablar del hermano de Daisy, que se ha escondido en el sótano vaya usted a saber por qué, ya que eran, en principio, cuatro pistoleros contra un cazador de recompensas, ¿Son tan torpes que entre cuatro no pueden acabar con él o ha sido una trampa que nos ha colado Tarantino, como dije en el primer punto, para sorprendernos de forma artificiosa? A lo que iba. El pistolero agazapado dispara en sus partes nobles al mayor y este, lógicamente, cae. Pues el amigo, con sus santas narices, no le remata y tampoco se sabe el porqué. Claro, pasa lo que tiene que pasar que le vuelan la cabeza. Tarantino, a través de este personaje, demuestra, a pesar de su pasión por el spaghetti western, que no ha aprendido la lección de “El día de la ira”: Cuando dispares contra un hombre mátalo, si no antes o después te matará él a ti.



Y para no cansaros os dejo la última. ¿Alguien me puede explicar cómo dos hombres desangrándose, que apenas pueden sostener sus armas y menos moverse son capaces de ahorcar a una persona? Porque Tarantino, que precisamente no es amigo de la elipsis narrativa, elude la explicación.

En definitiva, una película tramposa y autocomplaciente de un director tan talentoso como egocéntrico y megalómano al que quizás, como al rey del cuento, se le debería decir que va desnudo; por lo menos en esta ocasión.

Por último comentaros, como anécdota, que el personaje interpretado por Samuel L. Jackson se apellida igual que un director y guionista de westerns televisivos y de serie B, Charles Marquis Warren, y siendo el filme de Tarantino no creo que sea casualidad.




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