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jueves, 3 de abril de 2025

CARAVANA DE MUJERES

 

(Westward the women, 1951)

Dirección: William A. Wellman
Guion: Charles Schnee

Reparto:
- Robert Taylor (Buck Wyatt)
- Denise Darcell (Fifi Danon)
- Hope Emerson (Patience Hawley)
- John McIntire (Roy E. Whitman)
- Julie Bishop (Laurie Smith)
- Lenore Lonergan (Maggie O’Malley)
- Henry Nakamura (Ito Kentaro)
- Marilyn Erskine (Jean Johnson)
- Renata Vanni (Mrs. Moroni)

Música: Jeff Alexander
Productora: Metro Goldwin Mayer

Por Jesús Cendón. NOTA: 9

“Sólo hay dos cosas que me dan miedo en este mundo, y las mujeres es una de ellas”. Buck Wyat a Roy Whitman.


Aunque habitualmente la mujer en el wéstern ha sido relegada a un papel secundario como sostén de la trama amorosa y con escasa o nula incidencia en el argumento principal del filme, no han sido raros los personajes femeninos que han supuesto una excepción a esta regla al adquirir el protagonismo o convertirse en un personaje clave de la película. Cabe citar a título de ejemplos a Connie (Veronica Lake), una auténtica femme fatale capaz de manejar a su antojo a los hombres para conseguir sus objetivos en “La mujer de fuego” (Andre de Toth, 1947); Vance (Barbara Stanwyck) en “Las Furias” (Anthony Mann, 1950) hija de un importante ganadero con complejo de Electra que urdirá vengarse de su padre; Altar Kane (Marlene Dietrich), propietaria de un refugio para pistoleros en “Encubridora” (Fritz Lang, 1952); Vienna (Joan Crawford) en “Johnny Guitar” (Nicholas Ray, 1954) western con los hombres relegados a un segundo plano y un enfrentamiento final revólver en mano entre las dos rivales; Martha (de nuevo Barbara Stanwyck) quien movía en la sombra los hilos que precipitaban el drama en “Hombres violentos” (Rudolph Maté, 1955); Leslie (Elizabeth Taylor) en el neowéstern “Gigante” (George Stevens, 1956), mujer de gran personalidad y fuertes convicciones que se enfrentará a un entorno hostil, clasista, machista y xenófobo e irá transformando ese mundo poco a poco gracias a su determinación; Jessica Drumond (la recurrente Barbara Stanwyck), una despótica terrateniente en “40 pistolas” (Sam Fuller, 1957); Julia Maragon (Jean Simmons) elemento fundamental en la trama ya que su propiedad era codiciada por las dos familias rivales en “Horizontes de grandeza” (William Wyler, 1958); o, por citar algún eurowéstern, “Antes llega la muerte” (Joaquín Luis Romero Marchent, 1964) en el que el personaje interpretado por Gloria Milland era el catalizador de la historia y “Hannie Caulder”, película fetiche de nuestro compañero Ron B. Sobbert dirigida en 1971 por Burt Kennedy en la que Raquel Welch consumaba su venganza acabando con tres forajidos.

Incluso los aficionados al género recordamos wésterns de serie b en los que varias actrices interpretaron, como protagonistas, a personajes famosos de la época, generalmente fuera de la ley. Así, por ejemplo, vimos a Barbara Stanwyck como Annie Oakley (George Stevens, 1935), la experta tiradora contratada por Buffalo Bill; a Gene Tierney dando vida a Belle Starr (Irving Cummings, 1941), personaje repetido por Jane Russell en “La bella de Montana” (Allan Dwan, 1952); a Yvonne De Carlo encarnando a Calamity Jane en “La verdadera historia de Calamity Jane” (George Sherman, 1949) o, una vez más, a Barbara Stanwyck en el rol de Kit Bannion, propietaria de un saloon y relacionada con los famosos forajidos Butch Cassidy y Sundance Kidd en “Los indomables” (Joseph Kane, 1956).



Más escasos fueron los wésterns que abordaron la situación de la mujer como colectivo y su papel en la construcción de los EEUU, destacando “El secreto de Convict Lake” (Michael Gordon, 1951), en el que un pueblo aislado en las montañas y habitado de manera temporal únicamente por mujeres era tomado por unos presidiarios evadidos; “Brigada de mujeres” (George Marshall, 1957) con un grupo de féminas que, en plena Guerra de Secesión, defendían una misión del ataque de los indios o la película objeto de esta reseña; un hermosísimo, necesario y sentido homenaje a todas aquellas mujeres que con sangre, sudor y lágrimas contribuyeron decisivamente a la conquista del Oeste (1).


SINOPSIS: El terrateniente Roy Whitman contrata al experto guía Buck Wyatt para que conduzca una caravana compuesta por ciento cincuenta mujeres desde Chicago a California, donde les esperan colonos que desean formar una familia. Un viaje peligroso de más de 5.000 kilometros en el que se deberán enfrentar a un territorio hostil. 


Concebida por Frank Capra con el título de “Pioner Women”; su historia, basada en un hecho real (2), fue rechazada alternativamente por la Columbia y la Paramount debido a su alto coste, ya que el director de origen siciliano pretendía rodarla en color y con Gary Cooper como protagonista.


El proyecto fue retomado por William A. Wellman, gran amigo de Capra, quien convenció a Dore Schary, nombrado recientemente presidente de la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer en sustitución de Louis B. Mayer, para que financiase la película. 

Entusiasmado por la originalidad de la historia y el mensaje subyacente, Schary se implicó directamente en la producción (3) en un momento en el que pretendía que la major, sin abandonar su zona de confort (filmes básicamente de aventuras y musicales), produjese películas más arriesgadas y socialmente comprometidas. Además, en su decisión también tuvo gran importancia su confianza en Wellman, un excelente profesional caracterizado no sólo por cumplir con las obligaciones contraídas en relación con el rodaje de las películas (duración, presupuesto, etcétera) sino por su querencia por los proyectos arriesgados (4).

Schary confió la elaboración del guion a Charles Scheene de cuya pluma habían nacido los libretos de las excelentes “Río Rojo” (Howard Hawks, 1948), con la que este wéstern comparte el tema de la marcha de los protagonistas a través de un territorio peligroso, y, la ya citada, “Las Furias”, en la que igualmente el peso principal recaía en un personaje femenino. 


Por su parte Wellman quiso dotar a la película del mayor realismo y crudeza posibles. Por lo que decidió rodar en B/N, abaratando además el coste de la misma; ordenó al magnífico operador William C. Mellor, con el que había colaborado ese mismo año en “Más allá del Missouri”, utilizar los filtros para para dar un aspecto neblinoso a las imágenes; filmó la mayor parte del largometraje en escenarios naturales como Kanab en Utah y el Desierto de Mohave y el Valle de la Muerte en California, endureciendo las condiciones del rodaje con el objeto de emular la situación vivida por las heroínas de la cinta; tuvo muy en cuenta tanto el espíritu de cintas precedentes que abordaron este tema (“La gran jornada” dirigida por Raoul Walsh en 1930, la primera parte de “California” rodada por John Farrow en 1947 o “Caravana de paz” filmada en 1950 por John Ford -5-), como determinados movimientos cinematográficos europeos, sobre todo el neorrealismo italiano, con homenaje incluido a “Arroz amargo” (Giuseppe de Santis, 1949), y el realismo socialista soviético, pudiéndose rastrear la huella en determinados planos y secuencias del wéstern de directores como Serguéi Eisenstein; y decidió suprimir la banda sonora, de tal manera que el himno To the West! To the West! tan sólo se escucha con los títulos de crédito iniciales y finales.


Como protagonista se escogió a Robert Taylor que, en plena madurez y tras haber protagonizado la superproducción de gran éxito “Quo Vadis” (Mervyn LeRoy, 1951), pretendía dar un giro a su carrera abandonando definitivamente su imagen de galán romántico.

El filme muestra una estructura clásica con una extensa presentación o prólogo, un nudo o parte central en el que se narra la odisea vivida por las mujeres y el desenlace o epílogo alejado del tono dramático de la película.


a) El prólogo se desarrolla en dos escenarios diferentes, California como lugar de destino y Chicago como punto de partida, y en él aparecen planteadas las cuestiones temáticas principales de la película:

- La visión del Oeste como tierra de promisión, un lugar en el que poder desarrollar una nueva vida; entroncando, de esta forma, con un tema fundamental en la cultura estadounidense: el derecho de todo ser humano a disfrutar de una segunda oportunidad. Pero el mencionado derecho no se regala sino que tiene que ganarse y la mujeres protagonistas de esta película demostrarán con su esfuerzo, sacrificio y determinación que son merecedoras de esa nueva vida soñada.
- La mujer no sólo como pilar fundamental de la familia sino como elemento básico en el asentamiento de las civilizaciones en un territorio. Así se lo expresará Roy a Buck al definirlas como “las raíces que mantienen vivos los territorios”.
- Los EEUU como mixtura de nacionalidades, credos y razas al aparecer en la película personajes franceses, italianos e, incluso, orientales.
Además, como suele ser habitual, en este tramo Wellman nos presenta a los personajes más destacados del drama. 


El guía de caravanas Buck Wyatt, un hombre duro, intransigente, implacable y misógino que mostrará a lo largo del filme su desprecio hacia las mujeres a las que trata de forma displicente y llega a considerar como ganado; de hecho en el inicio le comentará a Roy “Será mejor que traigas ciento cincuenta mujeres. Si tenemos suerte sólo perderemos una de cada tres”. No dudará en expulsar de la caravana a un cowboy por haber intentado mantener relaciones con una de las pioneras y de ajusticiar a otro sin darle la oportunidad de desenfundar el revólver por haber forzado a otra. El trayecto será para él no sólo un viaje físico sino también emocional. Así, a medida que el grupo de mujeres demuestre su valía, su fuerza de voluntad y su enorme arrojo abandonará sus prejuicios y comenzará a mostrar orgullo, respeto y admiración por ellas. Está interpretado, como ya he señalado, por Robert Taylor quien lleva a cabo un gran trabajo en uno de los papeles más oscuros y desagradables de su dilatada carrera.


Denise Darcel (6), que ya había colaborado con Wellman en “Fuego en la nieve” (1949), es Fifi Danon, una “corista” de origen francés en busca de su redención. Muestra una personalidad indómita y escogerá a Buck desde el primer momento como su futura pareja lo que provocará una tensión constante entre ellos al resistirse el guía a aceptar sus sentimientos, por lo que la tratará con mayor dureza que a las demás e, incluso, llegará a golpearla con un látigo y a pegarle una bofetada.


Hope Emerson (7) da vida a una inolvidable Patience Hawley; una marinera de tierra adentro maltratada por la vida al haberle arrebatado el mar a su marido y a sus tres hijos, pero tan dura como las montañas y los desiertos que tendrá que atravesar. Persona de gran fortaleza física y mental, su actuación será decisiva en los momentos más delicados. 


Roy E. Whitman, encarnado por el siempre fiable John McIntire, un ganadero que se preocupa por sus empleados y sabe que su sueño de crear un valle prospero pasa por atraer a mujeres al mismo.


Ito, un pequeño pero aguerrido japonés protagonista de las escenas cómicas, aunque también, al ser un hombre reflexivo, se convertirá en la conciencia de Buck (“Cuando equivocarte , yo decirlo aunque no te guste”, le advertirá al guía en un momento determinado).


Rose Meyer, una joven soltera y embarazada quien ha decidido alejarse del hogar familiar para evitar a sus padres la humillación y el oprobio derivados de su “pecado”.


La italiana Renata Vanni, viuda y con un hijo, símbolo del amor materno. Padecerá, además de las dificultades del viaje, su personal calvario al perder a quien más quiere en un accidente estúpido.


Maggie y Jean, las únicas tiradoras del grupo, que mantendrán una creciente rivalidad a lo largo del trayecto.

b) La parte central, y más larga, narra el penoso y peligroso viaje por un territorio desconocido y hostil. Wellman, como en otros títulos de su filmografía, nos presenta una naturaleza adversa convertida en un elemento dramático fundamental en el desarrollo del filme. 

Pero el grupo de pioneras no sólo tendrá que atravesar las Montañas Rocosas, el Gran Lago Salado e infernales desiertos sino que también se enfrentará a los pieles rojas, a inclemencias imprevistas y a ellas mismas.


Y sabrán superar todas las pruebas gracias a su capacidad de aprendizaje (al comienzo tan sólo cuatro mujeres saben conducir carros), su tesón, su coraje y su voluntad. Incluso lograrán sobreponerse a dos momentos críticos que hacen dudar al propio Buck de la viabilidad de la empresa: el abandono de los cowboys que debían escoltarlas y el gran número de bajas sufrido tras el ataque indio.


Frente a la actitud de las mujeres, durante el viaje, el rígido y despótico guía mostrará sus debilidades cometiendo dos errores gravísimos: estar alejado de la caravana durante el ataque de los pieles rojas al encontrarse persiguiendo, llevado por su ira, a Fifi por lo que no podrá ocuparse de la defensa; y estar borracho durante una inundación que se cobra la vida de otra pionera. Fallos de mayor trascendencia que los cometidos por las inexpertas pioneras en toda la película. 


Este tramo nos ofrece grandes escenas. Aquella en la que los carros atraviesan las montañas mediante poleas y cuerdas sufriendo un accidente mortal otra de las mujeres, con una labor de dirección y montaje prodigiosa; la de las pioneras cruzando un inclemente desierto mientras Rose da a luz un bebe que ayudará a Renata a reconciliarse con la vida, escena en la que el espectador, gracias de nuevo al enorme trabajo de Wellman, puede sentir el calor, el polvo y la fatiga de las futuras colonas; la persecución a caballo de Buck a Fifi rodada a base de panorámicas mientras que sólo escuchamos el ruido de los cascos de los equinos; o el ataque indio en off. Pero, sin duda, la secuencia que permanece imborrable en la memoria por su dramatismo y emotividad es la posterior al ataque de los pieles rojas con las mujeres nombrando una a una a las compañeras muertas mientras vemos sus cuerpos inertes. Sólo por esta escena creo que la cinta merece estar considerada entre las mejores de este género.


c) Por último, el epílogo, en donde más se aprecia el cine de corte humanista propio de Frank Capra; así como su sentido del humor.


Tras el tortuoso y largo viaje, en el que la muerte ha sido omnipresente, las futuras colonas han llegado a su destino y han sabido conquistar su futuro superando los innumerables obstáculos del trayecto.


Pero antes de encontrarse con sus parejas recuperan su feminidad y coquetería exigiendo a un satisfecho y orgulloso Buck que les proporcione ropa con la que estar presentables. Una vez arregladas acuden al pueblo donde les esperan los hombres.


 Y serán ellas, porque se lo han ganado con creces, quienes elegirán a sus maridos para compartir una nueva vida en la tierra prometida.



(1) A todos los que queráis profundizar en el tema de la mujer en los filmes del Oeste os recomiendo el estupendo capítulo escrito por nuestro compañero Sintu Amat en el imprescindible “Grandes temas del wéstern” (Dolmen editorial).

(2) Capra escribió un primer boceto del guion basándose en el periplo realizado en el siglo XIX por varias mujeres sudamericanas a un pueblo minero habitado solamente por hombres. 

(3) Gracias a Dore Schary la Metro rodó en la década de los cincuenta cuatro de sus wésterns más insólitos y de mensaje progresista: “Medalla roja al valor” (John Huston, 1951) basada en la novela de Stephen Crane, “Caravana de mujeres”, “Conspiración de silencio” (John Sturges, 1955), incisiva crítica a la situación vivida por los EEUU con la caza de brujas y, por extensión, a todo tipo de totalitarismo y “La última caza” (Richard Brooks, 1956), también protagonizada por Robert Taylor, con una mirada nada complaciente hacia la conquista del Oeste y en la que mostraba al hombre blanco como un depredador sin escrúpulos.

(4) Wellman había rodado ese mismo año, también para la Metro Goldwyn Mayer, “Más allá del Missouri”, wéstern de tintes ecológicos sobre los mountain men y unos años antes nos había deleitado con dos wésterns tan conseguidos como originales: “Incidente en Ox-Bow” (1942) y “Cielo amarillo” (1948).

(5) No sé si Wellman pretendió homenajear a John Ford o simplemente le gustó la idea, pero al comienzo del filme hay una secuencia con Robert Taylor y John McIntire conversando agachados muy similar a otra protagonizada por Ben Johnson en “Caravana de paz”.

(6) De carrera efímera, Denis Darcel también encarnó a la ambiciosa y traicionera condesa Marie Duvarre en “Veracruz” (Robert Aldrich, 1954)

(7) Hope Emerson interpretó un papel muy parecido en la anteriormente citada “Brigada de mujeres”.


jueves, 17 de noviembre de 2016

CIELO AMARILLO

(Yellow Sky) - 1948

Director: William A. Wellman
Guion: Lamar Trotti

Intérpretes:
- Gregory Peck: Stretch
- Richard Widmark: Dude
- Anne Baxter: Mike
- John Russell: Lenghty
- Harry Morgan: Half Pint
- Robert Arthur: Bull Run
- Charler Kemper: Walrus
 

Música: Alfred Newman

Productora: Twentieth Century-Fox
País: Estados Unidos

Por: Jesús CendónNota: 9

"No creo que hagan nada salvo matarse el uno al otro, y el ganador se lo llevará todo" (Walrus inmediatamente antes del mortal enfrentamiento final)



William A. Wellman quizás sea el director más olvidado de la generación que comenzó en el cine mudo (Ford, Walsh, Hawks) a pesar de que rodó la primera película que obtuvo el Oscar al mejor filme (“Alas”, 1920) y de habernos dejado una filmografía con grandes títulos en diversos géneros: policíaco (“El enemigo público”, 1931), aventuras (“Beau Geste”, 1939), bélico (“También somos seres humanos”, 1945 o “Fuego en la nieve”, 1949) y, por supuesto, el western, con filmes del nivel de “Incidente en Ox-Bow” (ya comentado en este blog por Xavi, en la que realizó una profunda crítica de la ley de Lynch y, por tanto, de la construcción de los USA), “Caravana de mujeres” (filme reivindicativo del papel de la mujer en la conquista del Oeste), “Más allá del Misuri” (precedente del denominado western ecológico), “El rastro de la pantera” (en la que el protagonista, Robert Mitchum, debía enfrentarse a un gran felino) y la película que nos ocupa. Westerns que conforman un corpus de una gran coherencia y originalidad al presentarnos a unos personajes enfrentados a una naturaleza adversa y/o a una sociedad poco desarrollada.


En esta ocasión partiendo de un guion de Lamar Trotti , el mismo escritor que “Incidente en Ox-Bow” por lo que curiosamente ambas películas comienzan de la misma manera con unos vaqueros llegando a la ciudad y entrando a tomar una copa en el saloon, nos narra la historia de unos excombatientes convertidos en atracadores que tras asaltar el banco de un pueblo y al ser perseguidos por el ejército se refugiarán, una vez atravesado el terrible desierto de sal, en un pueblo fantasma (Yellow Sky), tan sólo habitado por un viejo minero y su nieta, que se convertirá en su particular infierno al desatarse sus más bajas pasiones (ambición, codicia, lascivia).


No es difícil establecer un paralelismo entre la historia de la película y la situación de los EEUU en el momento en que se rodó (1948) con miles de soldados que regresaron a casa tras combatir por medio mundo durante la II Guerra Mundial para sentir como la sociedad olvidaba o no reconocía como debía su sacrificio. Tema que fue abordado por películas como “Hasta el fin del tiempo” (Edward Dmytryck, 1946) o la más conocida y aclamada “Los mejores años de nuestra vida” (William Wyler, 1946). De ahí que cobre gran importancia la frase del abuelo de Mike refiriéndose al grupo de forajidos: “Creo que la guerra ha desmoralizado a muchos de estos jóvenes y los ha puesto en el mal camino”.


Otro elemento interesante que lo convierte en un western original es su contenido sexual. Contenido mostrado ya en la escena inicial en la que los forajidos contemplan un cuadro con la modelo semidesnuda y se acentúa con la presencia en Yellow Sky de Anne Baxter-Mike, personaje reprimido sexualmente, incluso su apodo es masculino, que mostrará su atracción-repulsión por Stretch en dos escenas clave: la de su pelea a cabezazos y la de su seducción y posterior rechazo. Pero no sólo será objeto del deseo de Stretch, que cambiará por ella tanto física (se afeitará y se aseará para evitar su mal olor, causa del inicial rechazo de Mike) como psicológicamente, sino de la mayor parte de los componentes del grupo, especialmente de un lujurioso Lenghty (John Russell) que intentará violarla.


Tan sólo Dude (Richard Widmark) mostrará su indiferencia, al tratarse de un individuo ambicioso (disputará desde prácticamente el inicio del filme el liderazgo del grupo escasamente cohesionado a Stretch), sagaz y únicamente interesado en recuperar su estatus económico, perdido por culpa de otra mujer. De hecho en el enfrentamiento final “demostrará” que por sus venas no circula sangre sino oro. Su personaje anticipa, con ciertas matizaciones, a los que interpretó en otros dos memorables westerns: “El jardín del diablo” (Henry Hathaway, 1954) y “Desafío en la ciudad muerta” (John Sturges, 1958) película con la que esta presenta elementos en común.


Igualmente singular para la época es la visión que nos muestra de los pieles rojas, al presentárnoslos como víctimas de los engaños e incumplimientos del hombre blanco, representado por el agente federal de la reserva. Amigos del abuelo de Mike, respetarán la vida de los forajidos y accederán a volver a la reserva convencidos por las promesas de aquel.

Por otra parte, el filme supuso una apuesta de la Twentieth Century-Fox, y de su productor Lamar Trotti, por filmar un western de calidad, como lo atestigua tanto el personal artístico como técnico que participó en él. Así, se dispuso de Gregory Peck, una gran estrella, en el rol principal. Un hombre de gran determinación (decide atravesar el temible desierto de sal porque “un desierto es un espacio y los espacios se cruzan”) al frente de un grupo sin código de honor en el que cada individuo actúa buscando su propio interés. Le acompañaron perfectamente una recién oscarizada Anne Baxter que borda el papel de Mike, una de las mujeres con más carácter vista en este género, y un emergente Richard Widmark tras su impactante debut como el sádico Tommy Udo en “El beso de la muerte” (Henry Hathaway, 1947. Junto a ellos rostros habituales como Harry Morgan, que también había intervenido en “Incidente en Ox-Bow”, o John Russell, al que Clint Eastwood recuperó para el western en “El jinete pálido”.


La banda sonora fue encargada a Alfred Newman, un hombre de la casa de gran prestigio, que compuso un tema principal muy pegadizo; mientras que como director de fotografía nos encontramos con el gran Joseph McDonald, quien partiendo de unas imágenes luminosas en las escenas del desierto, acentuando de esta forma, junto con los planos generales de Wellman, la desolación y tortura de los personajes, las irá oscureciendo hasta alcanzar el más puro tenebrismo en las secuencias de interiores desarrolladas en el pueblo fantasma, sobre todo en la escena del duelo final. Esta, sin lugar a dudas, merece una consideración aparte.


Y es que nos encontramos con una escena que por su concepción, planificación, dirección, montaje e iluminación forma parte de la antología del western. Se trata de una gran secuencia silente (los largos silencios son otra de las características del filme que aumentan su dramatismo) en la que un inteligente Wellman nos hurta inicialmente el duelo y su resultado a través de la magnífica utilización del fuera de plano.

Así, seguiremos el enfrentamiento tan sólo por los fogonazos y el ruido de los disparos, y conoceremos su resultado, al igual que Mike, a medida que el personaje de Anne Baxter vaya encontrando los cadáveres de los pistoleros.


Escena admirable que convierte a “Cielo Amarillo” en un western indispensable para todo aficionado a este género en particular y al cine en general.


domingo, 20 de diciembre de 2015

INCIDENTE EN OX-BOW

(The Ox-Bow incident) - 1943

Director: William A. Wellman
Guión: Lamar Trotti (Basado en la novela de Walter Van Tilburg Clark)

Intérpretes:
- Henry Fonda: Gil Carter
- Dana Andrews: Donald Martin
- Mary Beth Hugues: Rose Mapen
- Anthony Quinn: Juan Martínez
- William Eythe: Gerald Tetley
- Harry Morgan: Art Croft

Música: Cyril Mockridge
Productora: Twentieh Century-Fox Film Corporation
País: Estados Unidos

Por Xavi J. PruneraNota: 9

¿Justicia? ¿Qué te importa la justicia? Ni siquiera te importa si son culpables o no. Sólo sabes que has perdido algo y que alguien tiene que pagar por ello.

Con pelis como “Incidente en Ox-Bow” suele asaltarme un sentimiento contradictorio. Por un lado pienso que resulta inconcebible que una peli así no haya tenido mayor repercusión pública y que, por lo tanto, sería del todo necesario emprender una especie de campaña para darla a conocer en su justa medida. Ya sabéis: organizar cine-forums, proyectarla en las escuelas, declararla patrimonio histórico-artístico de la Humanidad, etc. etc.



























Pero por otro lado -desde una perspectiva puramente egoísta- debo reconocer que me satisface que “Incidente en Ox-Bow” no sea una peli demasiado conocida. Me satisface porque constituye un placer indescriptible descubrir joyas así cuando crees que tu bagaje cinéfilo está lo suficientemente bregado como para dejarse sorprender con facilidad.




Pero no, afortunadamente la sensibilidad de un buen cinéfilo nunca se endurece más de la cuenta y, de vez en cuando, pelis como la de Wellman se encargan de constatárnoslo. Así pues, permitidme que apague el megáfono y que recomiende este peliculón a quién no lo haya visto (y lo merezca) a mi manera. Por lo bajini, a boca-oreja, como se hace con todo film de culto que se precie.



Mi más sincero aplauso y reconocimiento, pues, a un atípico western cuya principal virtud reside en que, sin apartarse demasiado de los consabidos cánones del género, nos ofrece un plus de contenido sobrecogedor: la condena del linchamiento. Un infame tema que quizás no admita discusión desde la perspectiva actual pero que en un tiempo y en un lugar donde la ley del revólver era una especie de real decreto y en el que el buen funcionamiento de la justicia era poco menos que una utopía, constituía una práctica –si no políticamente correcta- sí relativamente tolerada. Wellman nos describe la sucesión de los acontecimientos a partir de las súbitas reacciones de una turba de pintorescos personajes entre los que destaca, como no, la enérgica personalidad de Gil Carter (Henry Fonda).

























Sorprende gratamente, sin embargo, que Wellman sea capaz de componer y desplegar en apenas 72 minutos el heterodoxo criterio de los siete u ocho personajes principales que, además de Carter, forman parte de esa numerosa patrulla que acorrala a los tres supuestos ladrones y asesinos en 0x-Bow. Sorprende porque no es habitual, hoy en día, disfrutar de un ejercicio narrativo tan conciso e intenso a la vez.


























Pero si el trasfondo ético o moral es importante en “Incidente en Ox-Bow”, también lo es –y no menos- su aspecto formal. Y aunque no estamos ante el típico western fordiano, rodado en grandes espacios abiertos, Wellman demuestra saber rentabilizar al máximo las posibilidades del lugar donde se desarrolla la acción (el valle de Ox-Bow, de madrugada) para darle mayor énfasis dramático a su peli mediante imágenes sombrías y expresionistas.


























Dos planos fueron, en concreto, los que me impactaron más profundamente: el que muestra las sombras de los tres ahorcados en un fuera de campo modélico y, como no, el magnífico plano de Carter, con los ojos ocultos por el ala del sombrero de su compañero, leyendo la sentida carta de despedida de Donald Martin (Dana Andrews). Dos planos para el recuerdo que forman parte ya, desde ahora mismo, de mi particular galería iconográfica del séptimo arte.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 31-10-09)



























TRAILER