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jueves, 21 de febrero de 2019

ATAQUE AL CARRO BLINDADO

(The war wagon, 1967)

Dirección: Burt Kennedy
Guion: Clair Huffaker

Reparto:
- John Wayne: Taw Jackson
- Kirk DouglasLomax
- Howard KeelLevi Walking Bear
- Robert Walker Jr.Billy Hyat
- Keenan WynnWes Fletcher
- Bruce CabotPierce
- Joanna BarnesLola
- Bruce DernHamond
- Gene EvansDeputy Hoag

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: Batjac Productions, Universal Pictures, Marvin Schwartz

Por Jesús Cendón. NOTA: 6,5

El mío ha caído primero”. “Pero el mío era más alto”. Conversación entre Lomax y Taw Jackson tras haber acabado con dos de los esbirros de Pearce.


El coste de “El Alamo” (1960) se disparó obligando a John Wayne, productor del filme a través de su compañía la Batjac, a hipotecar todos sus bienes y después, al no haberse obtenido inicialmente el rendimiento económico previsto aunque finalmente fuera un wéstern muy rentable, a vender los derechos de la película a la United Artits, compañía distribuidora del filme. Prácticamente arruinada, la estrella tuvo que aparcar su labor de productor y dedicarse exclusivamente a interpretar películas a un ritmo frenético. Así, tan sólo en 1962 protagonizó “¡Hatari!”, modélica cinta de aventuras africanas rodada por Howard Hawks en su tercera colaboración con Wayne, y “El hombre que mató a Liberty Valance”, cumbre creativa de John Ford; y, además, realizó dos apariciones estelares en “La conquista del Oeste” y “El día más largo”, que le proporcionaron pingües beneficios.


Recuperado económicamente, en 1963 resucitó la Batjac con “El gran MacLintock” (Andrew Victor McLaglen) y en 1966 se asoció con la Brynna de Kirk Douglas (1) para producir “La sombra de un gigante” (Melville Shavelson), biopic del coronel David Marcus protagonizado por Douglas en el que se reservó un pequeño papel.


El entendimiento entre ambas estrellas fue total por lo que Wayne volvería a contar con Douglas para su siguiente proyecto “Ataque al carro blindado” una película del Oeste basada en la novela “Badman” escrita por Clair Huffaker, habitual autor wéstern (2), cuyos derechos había comprado hacía tiempo.


Al igual que con “El gran MacLintock” el veterano actor no quiso correr excesivos riesgos y se rodeó de colaboradores de su más absoluta confianza como el operador William H. Clothier, su director de fotografía favorito, o el mítico Dimitri Tiomkin, autor de la partitura de “El Alamo”, que compuso una banda sonora con sus característicos temas incidentales y una canción muy pegadiza, “La balada del carro blindado”, interpretada por Ed Ames que se escucha acompañando a los títulos de crédito mientras vemos al carro blindado y consigue predisponer al aficionado a favor del filme. Además confió la dirección al otrora gran guionista Burt Kennedy (3), un cineasta fiable y fácilmente manejable para John Wayne. De hecho Kirk Douglas ha señalado reiteradamente que Wayne constantemente daba instrucciones a Kennedy sobre cómo rodar determinadas secuencias e, incluso, llegó a filmar alguna escena.


ARGUMENTO: Una vez cumplida su condena de tres años en prisión, Taw Jackson decide vengarse del hombre que le acusó injustamente y se adueñó de su rancho en el que se había encontrado oro. Para llevar a cabo su plan, consistente en robar un carro que transportará próximamente 500.000 dólares, contratará a un grupo heterogéneo de individuos.



Pocas estrellas como Wayne sabían lo que el público esperaba de una película protagonizada por él, por eso concibió “Ataque al carro blindado” como un filme que reivindicaba los valores de las películas del Oeste clásicas cuando este, a finales de la década de los sesenta, comenzaba a dar muestras de su decadencia frente a la proliferación de los wésterns crepusculares, revisionistas e, incluso, los realizados en Europa, de creciente éxito, caracterizados por su excesiva violencia y por una visión más crítica y realista de los EEUU en el siglo XIX.


De hecho la premisa argumental del filme, un individuo que pretende recuperar la fortuna arrebatada por el ambicioso cacique del lugar, recuerda a “Los cuatro hijos de Katie Elder”; mientras que su estructura, con un grupo de amigos que deben mantenerse unidos para enfrentarse y vencer a un enemigo en común que le supera en número, remite a Howard Hawks. Incluso como en los wésterns del “viejo zorro plateado” el filme cuenta con un tono desenfadado; estando el humor muy presente durante toda la cinta. En este sentido destacan los diálogos cargados de ironía, sobre todo los correspondientes a Taw, Lomax y el indio Levi Walking Bear.


Sin embargo la originalidad del filme radica en trasladar al Lejano Oeste una trama propia de los thrillers y más concretamente del subgénero atraco perfecto, en los que la elaborada planificación y ejecución del robo, en esta ocasión brillantemente rodado, constituyen el núcleo de dichos filmes. En este, además, destacan igualmente, junto con la extraordinaria y larga secuencia del robo, la magnífica pelea, perfectamente coreografiada, que tiene lugar en el saloon con, de nuevo, elementos humorísticos y las escenas que ahondan en la relación de los dos socios principales (Taw y Lomax), sobre todo durante la primera media hora de la cinta; anticipándose en este aspecto a las denominadas buddy movies o películas de colegas de moda en los años ochenta.


Pero sin duda, la mejor baza de la cinta radica en el carisma del dúo protagonista. Un pletórico John Wayne y un atlético Kirk Douglas que se muestran muy cómodos en sus respectivos papeles como Taw Jackson y Lomax, un pistolero mujeriego contratado para matar a Taw que este convertirá en su socio por su rapidez con el revólver y su habilidad para abrir cajas fuertes.

Además de Lomax, Taw contará con un grupo variopinto de inadaptados:


Levi Walking Bear, un pintoresco indio interpretado por Howard Keel que intenta adaptarse sin éxito al mundo de los blancos. De hecho le comentará a Taw: “Sí, he aprendido a vivir en el mundo del hombre blanco. A hacer lo que el hace. A coger lo que se puede cuando se puede”. Su colaboración será fundamental ya que es el encargado de negociar el apoyo al robo con la tribu de los kiowas.


Billy Hyat al que da vida Robert Walker Jr. (hijo del prematuramente malogrado y gran actor Robert Walker), un joven alcoholizado experto en explosivos.


Wes Fletcher encarnado por Keenan Wynn, un individuo irascible y paranóico infiltrado en la banda de Pierce. Está casado con una mujer más joven, comprada a sus padres por 20 dólares y un caballo, por la que se sentirá atraído Billy, provocando este hecho fricciones en el grupo.


Con estos personajes protagonizando la trama del robo, el tándem Kennedy-Huffaker construye una cinta agradable de ritmo trepidante y caracterizada por su jovialidad, dinamismo, vitalidad y ligereza (aunque se alude a la injusta situación de los indios; el propio carro blindado remita a un mundo incipiente en el que los pistoleros no tendrán cabida y de hecho el robo se pueda entender como un enfrentamiento entre clasicismo y modernidad; o el final tenga un carácter moralizante con homenaje incluido a “El tesoro de Sierra Madre”-John Huston, 1948-).


“Ataque al carro blindado”, es, por tanto, un filme honrado, técnicamente bien hecho y que no defrauda al proporcionarnos lo que nos ofrece: cien minutos de plena diversión, hecho que siempre es de agradecer.


(1) La primera película en la que intervinieron ambos fue el drama bélico dirigido por Otto Preminger en 1965 “Primera victoria” y, a pesar de sus conocidas diferencias políticas y sus fuertes personalidades, se entendieron perfectamente.

(2) Clair Huffaker es autor, entre otras, de las novelas en las que se basaron “El precio por la libertad” (Harry Keller, 1960), “Estrella de fuego” (Don Siegel, 1960), “Justicieros del infierno” (Herbe Coleman, 1961), “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964) o “La quebrada del diablo” (Burt Kennedy, 1971), de cuyas adaptaciones al cine también se ocupó. Además de escribir los libretos originales de “Los comancheros” (Michael Curtiz, 1961) o “Los 100 rifles” (Tom Gries, 1969).

(3) Burt Kennedy era un profesional bien conocido por John Wayne ya que fue el responsable de los guiones de tres películas producidas por la Batjac en la década de los cincuenta: “Tras la pista de los asesinos”, wéstern dirigido por Budd Boetticher con el que se inició el ciclo Ranown; “Matar a un hombre”, debut como director de Andrew Victor McLaglen; y “Man in the vault”, un thriller igualmente filmado por McLaglen.

viernes, 7 de diciembre de 2018

ESTACIÓN COMANCHE

ESPECIAL CICLO RANOWN (8)
(Comanche Station, 1960)

Dirección: Budd Boetticher

Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Jefferson Cody
- Nancy Gates: Nancy Lowe
- Claude Akins: Ben Lane
- Richard Rust: Dobie
- Skip Homeier: Frank

Música: Mischa Bakaleinikoff
Productora: Ranown Pictures Corporation.  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“Es una lástima hasta donde llega un hombre por dinero. Sí señor. Es una lástima”. Un agonizante Ben Lane a Jefferson Cody tras haberse enfrentado a él.


ARGUMENTO: Jefferson Cody, un hombre que lleva buscando a su mujer durante diez años, rescata de los comanches a Nancy Lowe. Durante el camino de vuelta a Lordsburgh se les unirán Ben Lane, pistolero al que Cody se enfrentó durante su estancia en el ejército, y sus jóvenes compinches Dobie y Frank que pretenden apoderarse de la mujer y cobrar los 5.000 dólares de recompensa ofrecidos por su marido.



Última película del ciclo Ranown en la que al igual que en la anterior aparece la productora creada por Randolph Scott y Harry Joe Brown en los títulos de crédito, fue rodada en CinemaScope y, además del director y la estrella, participó Burt Kennedy como guionista, quien de nuevo embarca a cinco personajes en un viaje tanto físico como espiritual a través de un territorio habitado por la barbarie y en el que se revelarán las mejores virtudes pero también los principales defectos del ser humano. En este sentido es paradigmático Ben Lane, un pistolero capaz de rescatar de una muerte segura a manos de los indios a Cody, con el que sabe deberá enfrentarse para poder apropiarse de los 5.000 dólares de la recompensa, y al mismo tiempo de llevar hasta sus últimos extremos ese deseo sin importarle a quien deba asesinar.



El tándem Boetticher-Kennedy nos ofrece de nuevo un wéstern minimalista, reflexivo e intimista que se centra en las relaciones establecidas entre los cinco protagonistas, personajes complejos y bien perfilados que mostrarán sus dudas, frustraciones e, incluso, contradicciones no sólo a través de su forma de actuar sino también mediante las excelentes conversaciones mantenidas a lo largo del trayecto.



Nos volvemos a encontrar a un héroe solitario, su presentación cabalgando perdido en el paisaje rocoso de Pine Lane ya es marca de la casa, con un presente condicionado por el pasado que lo tortura, el rapto de su mujer a manos de los comanches, por lo que se ha embarcado, desde hace diez años, en una eterna búsqueda de su esposa, posiblemente fallecida, intentando rescatar a todas las mujeres blancas cautivas de los indios que puede. Esta búsqueda, como en su día señaló Eduardo Torres Dulce, lo asemeja a Ethan Edwards pero en una versión más amable, humana y sin las connotaciones xenófobas del personaje interpretado por John Wayne (1) para la inmortal “Centauros del desierto” (John Ford, 1956). Su soledad es trágicamente resaltada tanto con el inicio y el final del filme como con la muerte de Dobie al que le había ofrecido asociarse con él para separarle de la órbita de influencia de Ben y de su vida de delincuencia (2). Además la propia edad del actor, superaba los sesenta años cuando interpretó la película, dota al personaje de cierto carácter crepuscular.



Como principal antagonista, nos encontramos con Ben Lane, estupendo Claude Akins, de nuevo un personaje ambiguo tratado con respeto por el director. Con una cuenta pendiente con Cody, al haber colaborado éste en su expulsión del ejército, es producto de un mundo hostil y violento, y se verá deslumbrado por la generosa recompensa ofrecida por el marido de Nancy con la que, al menos temporalmente, podría abandonar una vida caracterizada por la miseria. Por tanto, al igual que le ocurría a Bill en “Tras la pista de los asesinos”, será la necesidad la que despierta la codicia en Ben (3).



En una posición intermedia se sitúan los dos jóvenes pistoleros, acompañantes de Ben, dedicados al bandidaje para huir de la pobreza y evitar que: “Cuando llegues a viejo tengan que hacer una colecta para enterrarte” como le comenta Frank a Dobie.



No obstante ambos mantienen un posicionamiento ético diferente respecto a su vida basada en la delincuencia. Así mientras que Frank, interpretado por un Skip Homeier que repetía con Boetticher tras aparecer en “Los cautivos”, actúa de forma irreflexiva sin plantearse su situación a pesar de que esta no ha mejorado; Dobie, como consecuencia de la educación recibida, continuamente se cuestiona sus actos y el sentido de su existencia, teniendo muy presente a su padre para quien “Si un hombre hace una cosa, una sóla cosa en su vida de la que sentirse orgulloso es suficiente”. Tras conocer a Jefferson comenzará a plantearse abandonar a Ben pero el destino se lo impedirá y su intento de redimirse terminará de forma trágica. En relación con su actitud vital, cuestionándose su existencia y apelando a la necesidad para un hombre de sentirse orgulloso con la misma, Dobie se perfila como una versión más joven de Frank en “Los cautivos” y Sam en “Cabalgar en solitario”.



Junto a ellos el único personaje femenino, Nancy Lowe interpretado por Nancy Gates, incrementa, al igual que ocurrió en “Cabalgar en solitario” con la presencia de Karen Steele, el componente erótico del filme, pues no sólo se convertirá en el objeto del deseo de Ben; sino que Jefferson también se verá atraído por ella, vislumbrando una cierta esperanza de rehacer su vida, truncada en la demoledora escena final cuando el protagonista por fin conocerá el motivo por el que el marido de Nancy no se embarcó en su búsqueda y tan sólo se limitó a ofrecer la suculenta recompensa (4).



“Estación Comanche”, con una estructura circular y uno de los finales más desoladores de la serie al condenar el director al protagonista a recorrer el mundo sin esperanza de descanso repitiendo la misma misión, cual moderno Sísifo, una y otra vez, es un más que digno colofón de un ciclo de películas fundamental en la evolución del wéstern en el que realizador y actor dieron los mejor de sí mismos, además de suponer prácticamente la despedida del género de ambos (5).


(1) Fue el rodaje de esta película el que impidió a John Wayne interpretar a Ben Stride en “Tras la pista de los asesinos” y le llevó a recomendar ante Boetticher a Randolph Scott, según palabras del propio director, por entender que estaba acabado y no le haría sombra.

(2) Curiosamente en “Buchanan cabalga de nuevo” el personaje de Pecos Hill, al que Buchanan le ofrecó asociarse con él para igualmente alejarle de su actual vida de matón, corre la misma suerte que Dobie. Acentuándose con ello la condición solitaria y trágica de los protagonistas de ambos filmes.

(3) El personaje interpretado por Claude Akins presenta semejanzas notables con el de Frank Jesse al que dio vida Dan Duryea en “Seis caballos negros” (Harry Keller, 1962), filme basado en otro gran guion de Burt Kennedy. Así, al igual que Ben, Frank, un pistolero sin demasiada suerte, se aferrará a la suma de dinero ofrecida por Kelly por escoltarla hasta Del Cobre como medio para huir de su pobreza; e incluso, como le ocurre a Ben con Nancy, se verá atraído sexualmente por ella. Igualmente mantiene una relación parecida con Cody a la de Bill Masters con Stride en “Tras la pista delos asesinos”, incluso ambos salvarán la vida del protagonista a pesar de que son conscientes de que éste constituye el único obstáculo para conseguir su objetivo (los 5.000 dólares de recompensa en el caso de Lane y los 20.000 dólares producto del robo a la Wells Fargo para Masters).

(4) Respecto a la incipiente relación establecida entre Jefferson y Nancy la película entroncaría con las dos primeras de la serie al presentarnos a una mujer casada con un hombre aparentemente débil; pero una diferencia acentúa el dramatismo, amargura y desesperanza del último wésten de la serie, ya que mientras en las dos primeras, tras el fallecimiento de sus respectivos esposos, parece atisbarse una incipiente relación de estas con el protagonista y, por tanto, de un futuro esperanzador para él; en “Estación Comanche” el tándem Boetticher-Kennedy niega esa posibilidad a Cody y le condena a una vida desarraigada y solitaria.

(5) Aunque Randolph Scott decidió tras esta película abandonar el cine, se puso de nuevo y por última vez delante de una cámara dos años después para rodar la indispensable “Duelo en la altasierra” (Sam Peckinpah, 1962); mientras que Budd Boetticher tan sólo rodaría un wéstern más “Un tiempo para morir” (1969), película marcada por la muerte de su protagonista, Audie Murphy, en un trágico accidente de aviación.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

CABALGAR EN SOLITARIO

ESPECIAL CICLO RANOWN (7)
(Ride lonesome, 1959)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Ben Brigade
- Karen Steele: Carrie Lane
- Pernell Roberts: Sam Boone
- James Best: Billy John
- Lee Van Cleef: Frank
- James Coburn: Whit

Música: Heinz Roemheld.
Productora: Ranown Pictures Corporation. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 8.

“Un hombre a la mitad de su camino recorrido quiere tener algo de lo que sentirse orgulloso”. Sam Boone explicándole a Ben Brigade las razones que lo llevan a intentar abandonar su vida como bandido.


ARGUMENTO: Ben Brigade, un cazador de recompensas, apresa a Billy John, un pistolero buscado por asesinato. Pronto se le unirán Carrie Lane, enviudada recientemente, y dos forajidos, Sam y Whit, interesados en llevar a Billy a Santa Cruz para obtener el indulto. Juntos deberán hacer frente  los pieles rojas, cuyo jefe se ha encaprichado de Carrie, y a la banda de Frank, hermano de Billy, con el que Ben tiene una cuenta pendiente.


Sexta entrega de la serie y primera realizada en formato CinemasCoope, espléndidamente aprovechado tanto por Boetticher como por su director de fotografía Charles Lawton Jr. Igualmente, por primera vez es en esta película donde figura la Ranown como productora en los títulos de crédito.


Con “Cabalgar en solitario”, estrenada tras los dos filmes menos logrados del ciclo, Boetticher recupera el tono duro, amargo y melancólico de las dos primeras cintas con las que, además, presenta grandes semejanzas gracias a la pluma de Burt Kennedy que embarca a los protagonistas en un viaje físico y moral. Estamos pues ante un wéstern de itinerario y, por tanto, rodado íntegramente en exteriores, fundamentalmente en Lone Pine, con su característico paisaje rocoso ya utilizado por Boetticher tanto en “Tras la pista de los asesinos”, en donde se desarrollaban los enfrentamientos finales, como en “Los cautivos”, en cuyas rocas localizó la guarida de los forajidos. Igualmente recupera la presencia de los mescaleros, pero no como una amenaza latente (“Tras la pista de los asesinos”) sino como una amenaza real que da lugar a un enfrentamiento entre el grupo y los indios rodado magistralmente.


La película cuenta con un inicio característico de su director en el que vemos al protagonista cabalgar por un paisaje agreste mientras aparecen los títulos de crédito para, a partir de su encuentro con un forajido, desarrollar una historia profundamente moral sobre los deseos de venganza de Ben Brigade y la búsqueda de una segunda oportunidad por parte de dos de sus acompañantes. Además, como en las anteriores películas del ciclo escritas por Burt Kennedy, el inteligente guión nos ira proporcionando la información a medida que se desarrolle la historia; una aventura que igualmente afecta tan sólo a un puñado de personajes.


Randolph Scott se muestra eficaz, y mucho más atinado que en los filmes inmediatamente anteriores como Ben, quizás porque retoma un personaje más cercano a su estilo interpretativo. Así el protagonista es un individuo obsesionado con vengarse de Frank, el asesino de su mujer, para lo que incluso utilizará de cebo a un “inocente”( Billy hermano del pistolero), se comportará de forma similar a como lo hizo Frank en el pasado y no dudará en poner en peligro a sus acompañantes con tal de saciar su sed de venganza. Volvemos a encontrarnos con un personaje adusto, lacónico, desagradable, amargado, brusco en su trato con los demás, más pendiente del confort de los caballos que el de las personas e inflexible hasta el final de la película. Un individuo que ha pasado de ser un honrado defensor de la ley a convertirse en un despiadado cazador de recompensas. Pero al mismo tiempo es una persona fiel a sus principios y honesto, lo que lleva a Billy a preguntarle “¿Cómo puede satisfacerle una recompensa a un hombre como tú? Es dinero manchado de sangre”.


Junto a él nos encontramos a Sam Boone, interpretado por un preBonanza Pernell Roberts, otro de los memorables villanos de la saga claramente emparentado con el Frank Usher de “Los cautivos”. Ambos son forajidos cansados de su vida a la que, probablemente, han llegado por una serie de decisiones erróneas en un mundo en el que el margen entre el bien y el mal es muy estrecho. Al igual que Frank es un pistolero que anhela poseer un rancho, cultivar la tierra y pasear por las calles; en definitiva, llevar una vida normal. Desde el principio sus intereses chocarán con los de Ben ya que necesita entregar a Billy para conseguir, junto con su compañero Whit, el ansiado indulto. Billy se ha convertido en su pasaporte a una nueva vida y así se lo expresa a su colega Whit en una gran escena nocturna al comentarle: “Amnistía. No tendremos que dormir nunca más con el revólver bajo la almohada, muertos de miedo cada vez que se nos acerca un desconocido”. Personaje inteligente, agradable y pese a sus imperfecciones más humano que Ben, muestra a lo largo del filme su generosidad y sincera amistad hacia Whit al que le propondrá asociarse con él cediéndole la mitad del rancho que posee en el norte de Socorro. Esta relación de franca camaradería entre ambos forajidos contrasta con la situación del protagonista e incrementa su soledad. Además, y al igual que el cazador de recompensas, muestra un férreo código ético. Así estará dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir entregar a Billy, incluso matar a Ben, pero como señala no por la espalda sino cara a cara; e, incluso, antes del irremediable duelo le ayudará en su enfrentamiento con los hombres de Frank.


El tercer vértice de la historia lo constituye Carrie Lane, interpretada con acierto por una exuberante Karen Steele, que goza de una presentación tan espectacular como la del filme anterior del ciclo (1). Mujer de fuerte carácter y determinación, al igual que Ben y Sam es otra de las víctimas de la violencia de una tierra sin civilizar y se convertirá en un personaje fundamental para el desarrollo de la historia. En primer lugar porque la persecución de los mescaleros se debe a la atracción que siente el jefe de los apaches por ella, y en segundo lugar por convertirse en la promesa de un futuro mejor para Sam, igualmente atraído tanto por su belleza como por su fuerte personalidad.


El resto de personajes con cierta entidad está interpretado por secundarios tan habituales de este género como James Best (2) en el rol de Billy y actores del nivel de Lee Van Cleef como Frank o James Coburn en el papel de Whit, antes de convertirse ambos en estrellas (3) y (4).




Además el filme visualmente es una maravilla. Bellísimos encuadres, precisos y preciosos movimientos de cámara de entre los que sin duda cabe destacar el correspondiente a la llegada de la diligencia a la posta, cuidadísimas composiciones de los planos, un trabajo de montaje ejemplar y un extraordinario Charles Lawton Jr. luciéndose, sobre todo, en la iluminación de las escenas nocturnas. Si se le puede poner una pega a la película es tan sólo por la banda sonora, no muy lograda, excesivamente repetitiva y que remite a otras composiciones ya escuchadas en distintos wésterns.


“Cabalgar en solitario” constituye sin duda la cumbre del ciclo Ranown y a través de una estructura circular al finalizar la historia en el mismo lugar en el que se inicio la tragedia para Ben (el árbol en donde fue ahorcada su mujer por Frank), nos regala un epílogo de tanta belleza, con la cámara situada en una grúa ascendente enfocando en un plano general al árbol pasto de las llamas, como amargo y simbólico con el fuego como elemento purificador y transformador, pero no para todos los personajes puesto que si Sam y Whit parecen iniciar una vida nueva alejada de la delincuencia, la existencia de Ben, a pesar de haber cerrado una etapa dando cumplimiento a su venganza, siempre estará marcada por el asesinato de su mujer y el sentimiento de culpabilidad que arrastra; es un hombre vacío condenado a cabalgar siempre en solitario.


(1) Tanto en la presentación de los personajes como en el diálogo que mantienen relativo al asalto de la diligencia, Boetticher hizo un guiño a “Los cautivos” en la escena que aparecen por primera vez Carrie, Sam y Whit.

(2) En su dilatada carrera con más de 180 películas para el cine y la televisión, James Best (1926-2015) intervino en numerosos wésterns sobre todo para la Universal, pero también para otras majors como la Twenthy Century Fox, la Warner Brothers y la Columbia; así como para pequeñas compañás entre las que destacan la Bel-Air o la Allied Artits Pictures. Encuadrado generalmente en producciones modestas rodó junto a Budd Boeticher tres wésterns: “Cimarron Kid” (1952), “Traición en Fort King” (1953) y la película objeto de esta reseña.

(3) Eterno secundario relegado, por su peculiar aspecto físico, a roles negativos tanto en el wéstern como en el cine negro y con graves problemas con el alcohol, Lee Van Cleef (1925-1989) alcanzó el deseado reconocimiento gracias a las dos películas que coprotagonizó en Europa bajo la dirección de Sergio Leone: “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966).

(4) James Coburn (1928-2002) debutó en el cine con “Cabalgar en solitario”. Posteriormente en este género nos regalaría un buen puñado de inolvidables personajes: el lacónico Brit, inicialmente previsto para Sterling Hayden, en ”Los siete magníficos” (John Sturges, 1959), el explorador Samuel Potts en “Major Dundee” (Sam Peckinpah, 1965), el activista John Mallory en “Agáchate maldito” (Sergio Leone, 1971), el coronel Pembroke con una cuenta personal pendiente en “Una razón para vivir y una para morir” (Tonino Valerii, 1972), el traidor sheriff en “Pat Garret y Billy the Kid” (Sam Peckinpah, 1973) o el vaquero con un alto concepto de la amistad en “Muerde la bala” (Richard Brooks, 1975).

martes, 30 de octubre de 2018

LOS CAUTIVOS

ESPECIAL CICLO RANOWN (3)
(The tall T, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Burt Kennedy

Reparto:
- Randolph Scott: Pat Brennan
- Richard BooneFrank Usher
- Maureen O’SullivanDoretta Mims
- Arthur HunnicuttEd Rintoon
- Skip HomeierBilly Jack
- Henry SilvaChink
- John HubbardWillard Mims
- Robert BurtonTenvoorde

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions  (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5.

“Un hombre debe tener algo propio, algo que le pertenezca, algo de lo que sentirse orgulloso”. “A veces no tienes elección” Conversación entre Pat Brennan y Frank Usher, en la que el bandido le confiesa estar cansado de su vida.


ARGUMENTO: Pat Brennan, un ranchero con dificultades económicas, tras perder su caballo en una apuesta es recogido por la diligencia, conducida por su amigo Ed, en la que viaja el matrimonio Mims. Al llegar a la posta más cercana son asaltados por la banda de Frank, quien, al enterarse de la identidad de Doretta Mims y después de asesinar a Ed, pedirá un rescate de 50.000 dólares a su padre. A partir de ese momento Pat y Doretta deberán aliarse para poder salvar sus vidas.


Randolph Scott quedó plenamente satisfecho con el resultado de “Tras la pista de los asesinos” (1) por lo que decidió producir junto con Harry Joe Brown, a través de la compañía Scott-Brown Production, su siguiente wéstern en el que volvió a contar con Budd Boeticher en la dirección y Burt Kennedy en el guion, aunque en esta ocasión adaptó un relato breve del gran escritor Elmore Leonard (2) aparecido en 1955 en la revista Argosy y recientemente editado por Valdemar en su indispensable colección Frontera. Además se aseguró de la distribución de la película por parte de la Columbia, compañía en la que había desarrollado gran parte de su carrera.


Si en “Tras la pista de los asesinos” se abordaban la venganza y la codicia en su condición de motores de la conducta humana, esta película se centra en temas como el fracaso vital y, sobre todo, la soledad. Estamos, pues, ante un filme introspectivo en el que los memorables diálogos adquieren tanta importancia o más que las escenas de acción, por otra parte, de una gran crudeza para la época.

Boetticher estructura el filme en dos partes claramente diferenciadas.


Una larga introducción con un tono ligero, amable, en el que hay lugar incluso para la comedia, y con un aire costumbrista (Brennan compra unos caramelos al hijo del dueño de la posta, más tarde charla con su amigo Ed del futuro representado en la eminente llegada del ferrocarril y por último le vemos sentado con un calcetín roto). En este tramo del filme conoceremos a parte de los personajes que protagonizarán el drama posterior.


Pat Brennan, al que da vida Randolph Scott que durante toda la introducción se muestra algo desubicado y fuera de sus registros habituales con una sonrisa forzada y perenne, es un cowboy que, a pesar de su actitud, ha sufrido el desengaño producido por el trato injusto de su anterior jefe lo que lo llevó a independizarse, encontrándose en estos momentos en una situación económica delicada. Se trata de una persona profundamente individualista y solitaria como se muestra en la escena inicial cabalgando sin compañía y en la posterior charla con el dueño de la posta que frente a su defensa de la soledad le comenta respecto a su situación: “Un hombre no debe pudrirse solo en un lugar así, Pat. Es antinatural”. Estamos ante un individuo tan inteligente como diestro con las armas y será precisamente a través de su intelecto como logrará salvar su vida y la de Doretta. Primero creando la desconfianza entre los forajidos y provocando las primeras fisuras en el escasamente cohesionado grupo, después utilizando los encantos de la señora Mims (al igual que en el anterior filme del ciclo la pulsión sexual está muy presente) y posteriormente utilizando el truco de engañar a otro de los bandidos respecto a los disparos efectuados.


Doretta Mims, interpretada por una adecuada Maureen O’Sullivan (3), es la hija de uno de los hombres más acaudalados de la región y vive marcada por la frustración de no haber sido el vástago que su padre siempre quiso. De carácter introvertido y no demasiado agraciada sufre las consecuencias de una sociedad que reserva a la mujer un solo rol, el de esposa y madre de sus hijos. Todo ello la ha llevado a desposarse con el único hombre que se ha fijado en ella, de tal forma que terminará reconociendo durante su cautiverio a Pat que se casó para evitar estar sola.


Willard Mims, un arribista que ha encontrado en Doretta la posibilidad de su anhelado ascenso social. Envarado y prepotente mostrará los verdaderos rasgos de su carácter, el egoísmo y la cobardía, con el secuestro.


Estos tres personajes vivirán una pesadilla en la segunda y más larga parte de la película, cuyo tono cambia bruscamente. Tramo presidido por la violencia y la tensión creada por el encuentro de los protagonistas con la banda de Frank, en la que Boetticher nos ofrece una mirada personalísima del Far-West alejada de la visión de los grandes directores clásicos. Un Oeste salvaje, brutal, despiadado y sin posibilidad de redención para bandidos como Frank.


Y este personaje es sin duda uno de los grandes aciertos del filme, no sólo por estar interpretado por un excelente Richard Boone, sino también porque nos encontramos ante uno de los villanos más fascinantes, complejos, singulares y originales vistos hasta entonces en un wéstern. Un forajido ambiguo, caracterizado por su rudeza y crueldad pero al mismo tiempo orgulloso de no haber matado personalmente a un hombre en su vida y capaz de mostrar su lado más delicado con Doretta. Parece que con Frank el tándem Boetticher-Kennedy quiso mostrarnos la delgada línea que separaba el bien y el mal en el Lejano Oeste, al presentarnos a un hombre devenido en bandido por una serie de decisiones erróneas que encontrará en Patt a un fiel reflejo de su personalidad, además de atisbar en él lo que podría haber llegado a ser su vida; por lo que desde el primer momento le mostrará su respeto y llegará a reconocer que le cae bien. Incluso se sincerará con el cowboy, como si fuese un viejo amigo, en una extraordinaria escena en el que le confesará que: “Billy Jack y Chink me fastidian. A veces tengo la impresión de estar solo. Siempre hablando sobre el mismo tema, las mujeres y la bebida. No soy un puritano, pero le cansa a uno oir lo mismo a todas horas. Se acaba realmente asqueado”. Un individuo que en el fondo tan solo anhela tener un rancho y una compañera y que, comprendiendo su derrota total y la imposibilidad de poder cumplir sus sueños, se inmola en una carga suicida enfrentándose contra Brennan, el único al que considera digno de acabar con él.


Junto a él, Henry Silva, en su debut en el género, interpreta a Chink un pistolero psicótico capaz de asesinar a hombres desarmados, mujeres e, incluso, niños. Papel repetido frecuentemente por el actor dado su peculiar rostro. Y Skip Homeier, habitual en este tipo de productos en la década de los cincuenta, que da vida a Billy Jack un pistolero algo inexperto e inmaduro pero igualmente peligroso.


Con estos seis personajes Boetticher, a pesar de estar rodada en su totalidad en exteriores, filma una segunda parte claustrofóbica y modélica en relación con la tensión creciente y la violencia contenida en sus imágenes, ambientando este tramo prácticamente en un único escenario natural rodeado de rocas, metáfora del cautiverio existencial de los protagonistas. Cautiverio del que al final de la película parecen liberarse Pat y Doretta, dos seres solitarios unidos en el otoño de sus vidas.


(1) El prestigioso crítico André Bazin calificó la película, de forma entusiasta y para mí algo exagerada, como el mejor wéstern que había visto después de la guerra.

(2) Elmore Leonard (1925-2013) es uno de los grandes escritores noir, hecho que, quizás, haya eclipsado su extraordinaria producción literaria ambientada en el Far-West con títulos como las novelas “Hombre”, llevada a la pantalla grande por Martin Ritt en 1967 con Paul Newman en el papel estelar; “Que viene Valdez”, cuya versión para el cine fue rodada en España y protagonizada por Burt Lancaster en 1971; y el relato corto “El tren de las 3:10 a Yuma”, que cuenta con una memorable adaptación de Delmer Daves en 1957 con Glenn Ford y Van Heflin en los papeles estelares, y un innecesario remake de 2007 perpetrado por James Mangold. Ambas novelas y el relato también han sido editadas por Valdemar en su imprescindible colección Frontera.

(3) Maureen O’Sullivan, madre de la también actriz Mia Farrow, a pesar de su dilatada carrera será siempre recordada por las seis entregas en las que encarnó a Jane la compañera de Tarzán-Weissmuller, inolvidable personaje creado por la pluma de Edgar Rice Burroughs.